VIEJA CORÓNICA Y MAL GOBIERNO 1 Héctor Béjar 2 Historia del Perú para descontentos Héctor Béjar Vieja corónica y mal gobierno La otra historia, la que nos ocultan Tomo II Vieja corónica y mal gobierno Achebé ediciones Edificio Los Olmos 1403 Residencial San Felipe Jesús María, Lima www.hectorbejar.com www.hectorbejarrivera.com [email protected] Primera edición: Lima, 2019. Segunda edición corregida y aumentada en dos tomos: Lima, 2021 Impreso en el Perú. El derecho de Héctor Béjar a ser identificado como autor de este trabajo ha sido inscrito de acuerdo con las leyes peruanas de derechos de autor. Está autorizada la transcripción parcial siempre que se haga referencia al autor y a esta edición. VIEJA CORÓNICA Y MAL GOBIERNO Contenido del Tomo II Siglo XX De Nicolás de Piérola a Ollanta Humala Prólogo 1. República aristocrática: una hacienda llamada Perú 14 2. Leguía 34 3. Los que tenían 20 años. La Apra y su triste destino 49 4. Benavides. Cuando el Perú pudo ser (o fue) fascista 117 5. Prado ¿el hijo del traidor? 151 6. Primavera violenta 170 7. Llega el American Way of Life 215 8. El segundo Prado 242 9. La Junta Militar del 62 261 10. Las clases medias altas llegan al poder político 272 11. El proceso revolucionario 1968 -- 1975 289 12. Alta traición 327 13. La contrarrevolución militar. 335 14. La constituyente restauradora de 1979. 379 15. El Perú devuelto a sus dueños 385 16. Alan y sus doce apóstoles 410 17 El Perú secuestrado 426 18. Paniagua, el presidente que Clinton nos puso 486 19. El cholo sagrado y la conexión israelí. 494 20. El retorno del converso. 514 21. La gran estafa. 522 22. Post fuji montesinismo 534 23. Grandes períodos de la historia republicana. 543 Bibliografía 545 5 Héctor Béjar 6 VIEJA CORÓNICA Y MAL GOBIERNO Palabras iniciales No pretendo ser académico. Esta es solo una propuesta de dis- cusión para entrar al fondo de nuestros problemas. Un testimonio, un punto de vista personal. Una gran hipótesis. Sostengo que no estamos bien. Podemos estar caminando, in- conscientemente, hacia la destrucción de nuestro país. Y sostengo también que eso es consecuencia de cómo vemos el mundo y cómo nos vemos a nosotros. Porque somos lo que pensamos. Y pensamos de acuerdo a cómo creemos que son nuestros orígenes y nuestra his- toria. Y en la medida en que tengamos una información errónea, tendremos una conciencia falsa. Y una conciencia falsa es como los cimientos de barro sobre los que nada se puede edificar. Somos un gran rebaño sin norte que se ocupa de sobrevivir y comer mientras sus conductores se concentran en sus negocios fre- cuentemente turbios e ilegales. Conquistamos, es decir, depreda- mos y destruimos el ambiente donde vivimos. Y estamos pervirtien- do, corrompiendo, destruyendo a nuestra propia gente. Este libro trata de dar la información que he podido recoger sobre nuestros orígenes y nuestra vida como pais y sociedad, proce- dente de investigadores serios de Argentina, Chile, Colombia, Bo- livia, Brasil y el Perú que voy citando a lo largo del texto, además de numerosos estudiosos europeos. Pretende una versión distinta a la que dan los colegios y universidades que repiten lo que han ido inventado a lo largo de años, los enemigos del Perú, que somos buena parte de los propios peruanos. 7 Héctor Béjar Todo esto es, por supuesto, discutible y puede ser discutido. Una discusión que tenga por objetivo trazar nuevos horizontes hacia la construcción, no hacia la destrucción que ya nos rodea y carcome. De un punto inicial debemos tener conciencia. Vivimos en un territorio cuyos seres humanos tienen quince mil años de antigüe- dad. Sabemos por los dudosos testimonios escritos de los cronistas castellanos, lo que habría pasado hace apenas 500 años y el res- to por historiadores parcializados o atemorizados por el sistema. Los cinco mil años anteriores los suponemos con los arqueólogos. Y hasta ahí llegamos. ¿Qué son los quinientos años de testimonios es- critos comparados con los quince mil de vida humana en estas tie- rras? Mientras Babilonia dejó su código de Hamurabi, los babilo- nios, egipcios, chinos y los indios se remontaron por lo menos hasta antes de los dos mil años antes de Cristo, nosotros asumimos solo quinientos años, como si de cincuenta años de vida solo recordá- semos cinco meses. No sabemos cómo se construyó Machu Picchu, por qué trazaron las líneas de Nazca, qué significaban los quipus, cómo era realmente el arte, cómo fue la ciencia del lejano pasado, porque los sabios indígenas callaron o fueron asesinados; y fueron destruídas las obras de arte precolombinas para fundirlas y lle- varse el oro a la península, en un inmenso crimen por el cual hasta ahora los descendientes de los criminales no han pedido perdón. No destruyeron solo nuestros edificios, palacios, sino nuestra alma y nos impusieron un alma postiza que todavía soportamos. Somos un país con Alzheimer, perdimos la memoria. Y además, detesta- mos el pasado indígena y adoramos oficialmente el legado colonial o la visión criolla y poscolonial del inmenso pasado precolombino. Quiero explicarme y explicar qué pasó desde el gigantesco ge- nocidio y ecocidio que llamamos conquista. Develo los crímenes de Isabel y Colón, la degeneración de los Austrias y Borbones, las luchas sin descanso de los oprimidos indígenas, la gran traición que ha significado la república criolla, los proyectos revoluciona- rios que los depredadores sofocaron y escondieron. Se dirá que así es la Historia, con H mayúscula. No acepto esa posición porque de allí nace la aceptación de todos los abusos posteriores que todavía hoy nos oprimen y corrompen. No acepto el centralismo europeo y norteamericano que todavía perdura y pretendo que este relato sea un testimonio más de los muchos que en estos tiempos están rom- 8 VIEJA CORÓNICA Y MAL GOBIERNO piendo el hielo y el hierro de la opresión. Quizá todavía estemos a tiempo de evitar el desastre ecológico del país que habitamos, de impedir la arremetida explotadora y de abrir un horizonte distinto de lucha por nosotros y construcción de una realidad nueva y justa. 9 Héctor Béjar 1. República “aristocrática”: una hacienda llamada Perú El resultado de la guerra con Chile no fue solo la pérdida de Arica y Tarapacá. La London Pacific ya estaba ubicada en La Brea y Pariñas, la Cerro de Pasco en las minas del centro, la Grace era dueña de puertos, ferrocarriles y tierras de la selva, la Casa Ricketts subordinaba a los indios alpaqueros y laneros en el sur, la casa Arana mandaba en la selva amazónica. Los hijos y nietos de los consignatarios y consolidados administraban desde Lima el poder político de esas empresas inglesas y norteamericanas. Lo hacían para ellas, no para el Perú. La guerra había sido solo un accidente en esta historia de dominación. Piérola, el hombre de Dreyfus. activo causante de sucesivas derrotas ante el enemigo externo, fue bastante hábil en los conflictos internos para capturar de nuevo el poder por las armas y se convirtió en el restaurador del poder oligárquico después de la guerra con Chile; y el fundador de lo que Jorge Basadre llamó piadosamente “la república aristocrática”. El término es excesivo porque aristocracia viene de aristos, lo excelente, lo mejor y estos, de mejores tenían poco. En realidad, el Perú seguía siendo la república de los guaneros, ahora adornada con un poco más de educación e ilustración a la francesa de la elite excluyente, dictadura de mediocres hijos de ricos sobre un mundo de siervos y esclavos. Fueron apenas quince años en que las familias racistas se alternaron en la presidencia, mientras en el Perú profundo continuaba el reino intocado de los terratenientes y sus indios 10 VIEJA CORÓNICA Y MAL GOBIERNO semiesclavos. Las industrias de lanas, textiles y bebidas, obligaron a la formación de un pequeño proletariado y empezaron a llegar tardíamente, las ideas anarquistas y socialistas. La mal llamada república aristocrática empezó con Piérola pero no pudo soportar a Billinghurst. La farsa acabó brutalmente con el golpe de Benavides, el general que dominó la política peruana durante la primera mitad del siglo XX. firmada una estructura económica manejada por los acreedores del Perú, Nicolás de Piérola se dedicó a com- Apletar ese orden jerárquico organizando la explotación del país por extranjeros y una administración pública creada para ellos. Creó la Sociedad Recaudadora de Impuestos pero no obligó a los terratenientes a pagarlos, estableció el Patrón de Oro porque había que ponerse a tono con el mundo monetario capitalista, consolidó el sistema presidencialista que le conve- nía; estableció el voto público y directo, pero lo prohibió a los analfabetos siguiendo la tradición; impulsó la construcción de caminos que conectaban con la vía del Pichis en la selva pensan- do en la inmigración europea y la extracción de riquezas de una selva que suponía salvaje a la vez que paradisíaca; estableció el servicio militar obligatorio que en la práctica lo era solo para los indios; contrató una misión de los militaristas franceses; y fundó el Ministerio de Fomento y Obras Públicas para hacer las construcciones que convenían a los que explotaban las riquezas naturales del país. Fue el segundo Piérola, ya no levantisco sino ordenado y con- servador, porque tenía el poder y lo administraba en beneficio de los hacendados de la sierra, los gamonales azucareros de la costa, las empresas mineras inglesas y norteamericanas. Años en que fue formada la que después los sociólogos y políticos llamaron la oligarquía, con su expresión política el Partido Civil o civilismo, el grupo exclusivo que sobrevivió largos años a Pardo. Si Cáceres había mantenido en sus cargos a los jefes militares de la resisten- cia andina olvidando a los jefes indios, Piérola, siempre funcional a Chile, se empeñó en desalojar del ejército a los que habían com- batido en las campañas de Cáceres para no molestar ni alarmar a 11 Héctor Béjar los ultraconservadores gobiernos del vecino sureño, que andaban muy ocupados en matar mapuches y expulsar a las familias pe- ruanas de las provincias cautivas.
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