79 TERCERA PARTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA CAL DE 1958 A 1967 80 81 Esta tercera parte comprende el período que va desde la primera reunión de la CAL (2 de mayo de 1958) hasta el nombramiento del Cardenal Samoré como Presidente de la CAL (20 de septiembre de 1967). Es un período profundamente marcado por la actividad de Mons. Antonio Samoré, que hizo de la Pontificia Comisión un órgano dinámico y central en la coordinación de todos los esfuerzos en favor de la Iglesia en América Latina. A Mons. Samoré, desde 1953, como Secretario de la Sagrada Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, se le reconoció en los ambientes de la Curia Romana su apostólica preocupación por la suerte de la Iglesia en América Latina. Desde entonces su nombre aparece unido a las iniciativas de la Santa Sede tendientes a la realización de una reunión general de los Obispos de Latinoamérica para tratar los graves problemas que amenazaban la vida de la Iglesia en ese Continente. Cuando la idea se concretizó en la celebración de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro y Pío XII constituyó la Comisión Central preparatoria, el joven Secretario de la Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios fue contado entre sus miembros. Así, Mons. Antonio Samoré, desde la Comisión Central, desempeñó un papel importante en la preparación de la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano; seguidamente acompañó en Brasil al Cardenal Adeodato Giovanni Piazza, enviado por Pío XII a presidir la mencionada Conferencia. De regreso a Roma y desde su cargo de Secretario de la Sagrada Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios continuó prestando atento cuidado a los problemas de la Iglesia en América Latina y por su interés e iniciativa la Comisión Central preparatoria continuó reuniéndose esporádicamente, aun después de la celebración de la Primera Conferencia. En una de esas reuniones surgió la idea de hacer de la Comisión Central una Comisión permanente destinada a seguir y a animar la vida de la Iglesia en el Continente Latinoamericano. Se instituyó entonces la Pontificia Comisión para América Latina, de la que Mons. Samoré hizo parte desde sus orígenes, siendo sucesivamente Secretario (1958 – 1961), Vice-Presidente (1961 – 1967). Mons. Samoré durante este período se consagró a hacer de la CAL el motor de la renovación católica de América Latina, un Continente del que conocía la fuerza de su fe y la densidad de sus problemas. 82 Como reconoce él mismo, su experiencia como Nuncio Apostólico en Colombia (1950-1953, tenía 44 años), lo hizo enamorar de América Latina, pues veía en ella la “esperanza de la Iglesia”. Un tercio de los católicos del mundo vivía allí, por tanto, era preciso dedicar todos los esfuerzos para revitalizar el catolicismo en esas extensas regiones; pues una tal cantidad de católicos, bien formados en su fe, prometía un feliz porvenir a la Iglesia, pero también perderlos significaría un grave dolor para ella y una gravísima responsabilidad ante Dios y ante la historia. Durante este período la Pontificia Comisión para América Latina tuvo como Presidentes los Eminentísimos Cardenales: Marcello Mimmi de 1958 a 1961 y Carlo Confalonieri de 1961 a 1967. Capítulo VIII La actividad de la Pontificia Comisión para América Latina La finalidad y la composición de la Pontificia Comisión para América Latina la presentaron desde sus orígenes como el órgano de la Santa Sede para el desarrollo y el mejor empleo de las energías con las cuales contaba y cuenta la Iglesia en América Latina y para coordinar la ayuda que el catolicismo latinoamericano debía y debe pedir a los otros continentes. La CAL de una parte debía ayudar al CELAM en el desarrollo de sus funciones como órgano de contacto y de colaboración entre los Episcopados latinoamericanos, y, de otra parte, debía dirigirse a los Episcopados de los otros países y a las familias religiosas para presentarles las necesidades de la Iglesia en América Latina, su gravedad y urgencia y señalar las formas para solucionarlas más eficazmente, pidiendo la contribución que cada uno estuviera en la capacidad de ofrecer. Así, pues, la CAL se presentó desde su creación como el centro coordinador y propulsor de un movimiento en el que se encontraban todas las fuerzas de las cuales era posible esperar el reverdecer del catolicismo en América Latina. Como órgano de la Curia Romana, la CAL se dedicó a promover un movimiento de solidaridad de Europa y 83 de América del Norte en favor de la Iglesia en América Latina. Monseñor Samoré escribe en 1968: Es un signo manifiesto de la asistencia de Dios a su Iglesia que la solicitud de quien se movía a recoger una colaboración para la renovación de un sector tan amplio e importante del catolicismo se encontrara con la maravillosa prontitud y la generosidad de otros en ofrecerla y, de parte de quienes habían iniciado a darla, en aumentarla.70 Prueba de esta generosidad y solidaridad del catolicismo europeo y norteamericano son las iniciativas y organismos que fueron surgiendo bajo la activa sugerencia de la CAL y por la paterna y apremiante solicitud de los Pontífices. En el período que va de 1958 a 1967 surgió un número considerable de organismos de ayuda en favor de la Iglesia en América Latina, que en su mayoría todavía hoy continúan sosteniendo la Iglesia en ese Continente. Para encuadrar mejor la actividad de la CAL en este campo, presentaremos primero las iniciativas que en favor de América Latina existían antes de la constitución de la Pontificia Comisión para América Latina y luego todos los esfuerzos cumplidos por la CAL en favor de la Iglesia en América Latina y los organismos de ayuda que de esos resultaron. 1. Esfuerzos cumplidos antes de la creación de la CAL71 Ante la gravedad y urgencia del peligro que amenazaba a la Iglesia en América Latina, tal que a enfrentarlo no bastaba ya sólo la ayuda del clero religioso, los Episcopados de varios países habían ya tomado esta iniciativa: la organización, en favor de América Latina, de un reclutamiento de vocaciones a nivel regional, nacional e internacional y, contemporáneamente, el envío, a tiempo limitado, de sacerdotes diocesanos. 70 PONTIFICIA COMISSIONE PER L’AMERICA LATINA., Organizzazione e norme, Roma, 1º gennaio 1968, 4. 71 Una síntesis de toda la actividad de cooperación apostólica de Europa y América del Norte en favor de la Iglesia en América Latina en: Programas y progresos de la renovación católica en la América Latina. En: CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Boletín Informativo, número 27 (Agosto 1959), 161-170. 84 1.1 La Obra de las diócesis vascongadas72 El primer diseño orgánico de ayuda a América Latina vino del Episcopado español. Este país, que salió de la guerra civil con un clero reducido en número, en la atmósfera de la generosidad creada por el sacrificio de tantos mártires, fue rápidamente alegrado con un espléndido florecer de vocaciones. Esto permitió a los Obispos españoles colaborar con particular solicitud en la solución del problema de la escasez de sacerdotes que padecía la Iglesia en Latinoamérica, un Continente en el que el desarrollo del catolicismo tanto debe a esa nación. Desde 1928 más de 35 sacerdotes del clero secular de Vitoria, en España, se habían declarado dispuestos a trabajar en una misión fuera de España pero continuando a pertenecer, sea como grupo sea individualmente, a la diócesis de origen. Pero debía pasar primero la tempestad de la revolución y la de la segunda guerra mundial, antes que esta idea pudiera realizarse. En 1946, al Obispo de Vitoria, Mons. Carmelo Ballester73, que indicaba un territorio en India como la meta de las aspiraciones de varios miembros de su clero, se le respondió que la Santa Sede prefería ver dirigido el celo misionero hacia América Latina. Fue el mismo Pío XII a sugerir el campo de trabajo en la provincia civil de Los Ríos en la República de Ecuador. Erigido el homónimo Vicariato Apostólico (15 de julio de 1948), fue confiado al Instituto Español de San Francisco Javier para las misiones extranjeras, con la condición que su Superior General se sirviera de los sacerdotes de la diócesis de Vitoria, los cuales, en octubre de ese mismo año, partieron para la nueva misión. El 2 de Noviembre de 1949 fueron erigidas las diócesis de San Sebastián y de Bilbao desmembrándolas del territorio de la diócesis de Vitoria, pero tal división ni entonces ni después tocó la unidad ni el carácter de la obra, que ya estaba solidamente lanzada y denominada Obra de las diócesis vascongadas. En 1954 un grupo de sacerdotes partió para el territorio de otra provincia civil en Ecuador, la de El Oro, constituido inmediatamente 72 Cfr. Verbale dell’dunanza per l’America Latina, 1º Aprile 1958. En: Arch. PCAL, IA, vol. 33, Adunanze I/X. 73 Carmelo Ballester y Nieto (1881-1949), Obispo de la diócesis de Vitoria del 10 de junio de 1943 al 9 de octubre de 1948. 85 en Prelatura nullius. Al principio trabajaron junto con el clero nacional, pero después, aumentando su número, asumieron la responsabilidad plena de la atención pastoral de una zona que comprendía varias parroquias. En 1958 tres parroquias de las diócesis de Portoviejo, fueron asignadas a la Obra, que desde 1951 había asumido la responsabilidad de una escuela en la ciudad de Guaranda, capital de la provincia de Bolívar. Mientras tanto tres sacerdotes, particularmente dotados para la predicación, trabajaban en las misiones populares y otro en la dirección espiritual del seminario de Ambato. A los 48 sacerdotes, que en 1958 trabajaban en Ecuador, se les unieron seis más a comienzos de 1960. También en Venezuela alrededor de 10 sacerdotes vascos asumieron todo el Vicariato del valle del Tuy.74 1.2.
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