Leer Los Versos Que Te Circundan a Cada Instante

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El Diablo Ilustrado El Diablo Ilustrado Legal Edición: Margarita Mosquera Argüelles Corrección: Marbelys Sánchez Águila y Fidel Díaz Castro Diseño interior, cubierta y realización: Alexander Carcedo Ilustraciones de interior y cubierta: José Luis Fariñas © El diablo ilustrado, 2006 © Sobre la presente edición: Ediciones Abril, 2006 Primera edición, 2003 Cuarta reimpresión, 2008 ISBN: 959-210-275-9 Casa Editora Abril Prado no. 553 entre Dragones y Teniente Rey, La Habana Vieja, Ciudad de La Habana, Cuba. CP 10200 Email: [email protected] Internet: http://www.editoraabril.cu Índice Prefacio 9 Yo vivi para amar. 11 Donde hay alma no hay fantasmas. 21 Quien pida amor ha de inspirar respeto. 33 Hay locuras que son poesía. 43 Las respuestas no tienen fin. 57 Lo bueno es siempre bello. 69 La vida se nos da y la merecemos dándola. 83 Converso con el hombre que siempre va conmigo. 95 No se fue ningún día de tus manos. 109 Cuando el infierno son los demás, el paraí. 121 ¿Es que la satisfacción del amor mata el. 131 Supe que lo sencillo no es lo necio. 143 Hijo soy de mi hijo. 157 El primer deber de un hombre es pensar. 173 De la ausencia y de ti. 187 No hay mejor almohada que la propia. 203 No es tu cuerpo, mi amor, lo que apuestas. 217 Guarda a tu amigo bajo la llave de tu propia vida. 231 Quien tiene mucho adentro, necesita poco. 245 Ellos son dos por error que la noche corri. 259 La memoria es la dueña del tiempo. 273 Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor. 287 Nunca es triste la verdad, lo que no tiene. 303 La angustia es el precio de ser uno mismo. 317 Alma con alas. 333 Soy el destino del mar. 345 Vida, muerte, amor. Ahí quedan, escritos. 361 A fe de diablo honrado. 379 Autores citados 382 Dedicatoria A dos héroes que me empinan desde su cristalina mirada de mañana: José Julián y Abel PREFACIO Como amanecer infantil con juguete nuevo, me entusiasmó la idea de hacer este libro. Siempre hay una dosis de ego latiendo en el que escribe, pero mi regocijo mayor, al no ser plenamente autor de estas glosas, era hacerle un regalo a quienes nunca contesté perso- nalmente. Puedo tener ahora, al menos un gesto, hacia la amistad nacida de la relación cristalizada —como dijo Sthendal que sucede con los amores cuando los separa la distancia— entre mis textos en “El diablo ilustrado” y la carta del lector. Aprovecho entonces para agradecerles, a los compañeros(as) de diabluras, esa pureza e imaginación que es, a fin de cuentas, quien me crea y moldea a su antojo. No se trata de una broma poética; cada día, la juventud que escribe a la revista Somos Jóvenes me demuestra que existo como uno más, encargado de dejar testimonio entre un cosmos de señales bienhechoras que, de la herencia de los siglos —y a pesar de sus densas oscuridades—, hace emerger un tiempo espiritual mucho más humano, solidario, enamorado. Si acaso algún mérito me puedo adjudicar es el de haber creído un día en la existencia de los soñadores y que, dándoles un nombre y una silueta multicultural, se confabularían todos a su alrededor para humanizarlo. De manera que el autor del libro es nosotros. No todas las citas señaladas en negritas tienen el nombre de su creador —lo cual no quiere decir que me pertenezcan—; la nece- sidad de expresar me tensa la memoria, brotan entonces frases que no recuerdo en qué lectura o fragmento de vida me fueron El Diablo Ilustrado 9 sopladas —o acaso las inventé—, y esas van sin crédito. Quizás me robo alguna que otra paternidad mas, renunciando a todas, evito ser injusto con nuestros fantasmas. Este libro no es simplemente una recopilación; en sus páginas me han llovido muchas voces y, he procurado, además, atenuar reiteraciones que abundaron en los artículos publicados. De todos modos, se me escaparán obsesiones inefables pero, al menos, serán mitigadas. Antes de dar paso a las diabluras, agradezco al colectivo de la revista y a sus directores Félix López, Fidel Díaz y Ernesto Pérez, la enamorada osadía de publicarle a un amigo anónimo o, digamos que de nombre tan extraño como... El diablo ilustrado 10 Yo vivi para amar I Yo vengo de cualquier parte y ando por todos los siglos. Vago por calles y montes, gestos y libros, sueños y canciones con la absoluta libertad del espíritu errante que no se guarda nada para sí. Sólo pretendo —es mi gran ambición— que, tras las coincidencias y discrepancias inevitables en el sendero de un puñado de razones, aparezcas dispuesta(o) a estrechar esta mano tendida hacia la última verdad. Quisiera tener rostro, pero soy hijo que filtra y asimila pensa- mientos de incontables seres que han dejado alguna idea como huella de su existencia. Aspiro a ser hondo y travieso, acorde con la noble herejía de esos fantasmas que me animan. Tam- poco tengo nombre, pero para salvarme del anonimato —y por si quieres llamarme alguna vez— digamos que soy, en honor a un inseparable amigo común... El diablo ilustrado Debilidades: Tú no tenías ninguna. Yo tenía una: Amaba. Bertolt Brecht estaría algo resentido con su amada, quizás por no ser plenamente correspondido, cuando define aquí al amor como una debilidad —aunque en el fondo esto no debe ser más que una ironía poética. Aún en el caso de que esa persona no se entregue con la intensidad con que uno lo El Diablo Ilustrado 13 hace, el amor es una fuerza; por eso coincido plenamente con Emerson: el que no ama ya está muerto. Amar delirantemente es lo mejor que nos puede pasar, es el don más elevado de nuestra especie: nada como mirar el infinito espacio circundante con los ojos de quien siente que no le alcanza la vida para darla. Sólo el amor engendra melodía —escribió nuestro José Martí—, porque no hay música de la existencia humana que no se deba a él. La armonía de la vida, el equilibrio necesario para tener paz con uno mismo se debe, en buena medida, a la purificación que seamos capaces de lograr cada día, ese intento de ser mejores que nos eleva hacia el amor. Lo que se hace sin amor está condenado al fracaso. Hay quienes le otorgan al interés material la capacidad de inspirar obras perdurables; yo vivo convencido de que, hasta en los ca- sos donde haya mediado por alguna razón el dinero, han sido las grandes pasiones las creadoras de las verdaderas joyas: las del espíritu, las de la belleza. Dice (o canta) el trovador Silvio Rodríguez, recreando una frase del Maestro: sólo el amor convierte en milagro el barro... sólo el amor alumbra lo que perdura... sólo el amor consigue encender lo muerto. No por gusto el refranero popular ha dictado: el amor es la fuerza que mueve la tierra —aunque a veces tengamos la im- presión de girar contrario por la cantidad de cosas descabelladas y cavernícolas, que se ven; tantas, que Eduardo Galeano define: El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lu- gar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen y así lo recomienda. Se refiere a la sociedad global mercantilista que nos propone un culto común y universal —sin detenernos en su utilidad o 14 en su autenticidad— a lo nuevo por lo nuevo, simplemente por tenernos prendidos a la moda; moda que pretende crear un ser sin rostro, sin raíces: todos soñando con vestirse iguales, con comer lo mismo, anhelando objetos similares, adormecidos con ídolos espectaculares y huecos, todos por alcanzar el “nivel” que otorgan las marcas —patrón por el que proponen juzgar a las personas. Dice una canción de Rubén Blades y Willy Colón: Era una pareja plástica, de esas que veo por ahí: él pensando sólo en dinero, ella en la moda en París. Aparentando lo que no son, viviendo en un mundo de pura ilusión, diciendo a su hijo de cinco años: no juegues con niños de color extraño. Ahogados en deudas para mantener Su estatus social de boda o cóctel. Este ilusionismo está al alcance de unos pocos, es la zana- horia que pone el mercado como carnada para que saltemos como conejos por la vida aspirando a ser el hombre (o la mujer) “de éxito”. Pero lo peor es que, aun en el caso de que la mayo- ría —o la totalidad de los habitantes del planeta— tuvieran esa remota posibilidad, seríamos un mundo de marionetas fabricadas en serie, sin tradiciones, sin peculiaridades, sin identidad. Volviendo a la canción de Blades y Colón: Era una ciudad de plástico, de esas que no quiero ver, de edificios cancerosos y un corazón de oropel. Donde en vez de un sol amanece un dólar, donde nadie ríe, donde nadie llora, con gentes de rostros de poliéster, que escuchan sin oír y miran sin ver, gente que vendió, por comodidad, su razón de ser y su libertad. El Diablo Ilustrado 15 A pesar de esa brutal irracionalidad de nuestro tiempo, tú y yo sabemos que todo es muerte menos el amor. Con él nos salvamos y él sabrá diseminarse por entre los mortales como la única “epidemia” capaz de hacer la luz que nos saque de la prehistoria. Durante los siglos han sido muchas las definiciones que se le han dado. Platón —filósofo de la antigüedad— decía: el amor es una enfermedad mental muy grave. (¡Viva el estado de coma! ¿Verdad?) Y pensar que a los enamorados cándidos les dicen que sufren de amor platónico.

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