LA HISTORIA DEL VINO, LIGADA AL CONDADO DE HUELVA, LA CULTURA DE LA VID. Por la afinidad existente entre la vid y el hombre, ningún cultivo ha sellado con tan acusada personalidad a las tierras que le fueron propias, a los hombres y mujeres que a ella se entregaron, como el cultivo de la vid. Pintura mural egipcia del siglo XV ac, tumba de Nakht, Tebas La vid portadora de uvas, vitis vinífera, tiene un origen local impreciso, se atribuye al Cáucaso Meridional, entre Turquía, Armenia e Irán. En cualquier caso está científicamente demostrada la presencia de plantas cercanas al género botánico VITIS, como antepasadas de las actuales viníferas, en el occidente europeo durante el periodo micénico en la Era Terciaria, bajo la forma praevinífera; de ella, en el transcurso de los siglos, han ido evolucionando las distintas variedades afincadas en las diferentes zonas vitícolas. La historia de la viña se encuentra así, desde la más remota antigüedad, ligada a la de la mitología oriental. El dato más vetusto de que disponemos para pensar en el cultivo de la vid, en nuestra provincia, se remonta hacia los finales del tercer milenio en Mazagón, concretamente en "la laguna de Las Madres". Ello según los estudios realizados por expertos paleobotánicos, sobre la base de la gran concentración de polen detectada. Es a partir de estos estudios y dado el desacuerdo existente entre los investigadores sobre la introducción de la vitis vinífera en nuestra provincia, cuando deberíamos plantearnos el origen de nuestra viticultura, enlazando con la presencia fenicia donde se posee una mayor información. Hacia el S. VIII a.C. el cultivo de la vid era conocido en la Península Ibérica, introducido por los mercaderes de Tiro como regalo a sus amigos de Tartessos. Existen vestigios que lo demuestran, como las ánforas y jarras utilizadas para el transporte, o las acuñaciones de monedas de la época romano-republicana, de la Bética romana, con representaciones de Sarmientos con sus pámpanos y racimos de uvas, siendo las más antiguas de 120-90 a.C., todo ello no debe extrañarnos, dada la alta consideración que gozaba el cultivo de la vid desde los puntos de vista agrario-social Si efectuamos un ligero estudio de los tratados de agricultura que los romanos nos han legado, como es la obra de Lucio Junio Moderato Columela, mediados del S. I a.C., su tratado de agricultura "De los trabajos del campo", libros I al XII, seguido del tratado "De los árboles", nos daremos cuenta de la importancia que se le da en la época romana al cultivo de la vid. Sirva como muestra los capítulos dedicados a la tierra de viñas; Columela las divide en cretosi, rabulosi y palustres. Un estudio con detenimiento de su obra nos permite pensar que, a juzgar por las características que atribuye a estas tierras, se trata de los tres tipos que hoy conocemos como albarizas, arenas y barros respectivamente; lo que indica, igualmente, la pervivencia de determinados tipos de tierra desde la época hasta nuestros días para el cultivo de la vid. CAMPOS DE CULTIVO PARA EL VINO MÁS VIEJO DE OCCIDENTE. A través de excavaciones arqueológicas que se están realizando en la ciudad de Huelva, es posible que se pueda demostrar la existencia de la producción de vino más antigua de la Península Ibérica. La noticia no es haber localizado estructuras monumentales tales como fortalezas, palacios o templos, sino unos restos muy modestos que, sin embargo, tienen tremendas implicaciones a la hora de explicar las conductas sociales, políticas y económicas de las gentes que habitaron la ciudad de Huelva hace más o menos tres mil años, y sus relaciones con el mundo mediterráneo. En lo que hasta ahora había sido parte del ruedo de la ciudad, dedicado a la explotación agrícola tradicional, nuevos hallazgos arqueológicos muestran que entonces también esas tierras tenían un uso similar. Junto a restos de cabañas, silos y tumbas prehistóricos, se están investigando otras huellas que conforman alineaciones rojizas que tapizan las suaves colinas, cortándose entre ellas, superponiéndose o adosándose. Tan sólo son los restos de antiguas zanjas excavadas en el subsuelo, que unas veces alcanzan centenas de metros sin interrupción, otras su trazado es discontinuo y, a veces, se trata únicamente de la alineación de pequeños rectángulos dispuestos con un ritmo homogéneo. La comparación con las diferentes formas de cultivo de la vid que se conocen en la zona, aunque estemos a la espera de los correspondientes análisis físicos y químicos especializados, permiten concluir que ese era el tipo de explotación, a escala casi industrial, realizado en esos campos protohistóricos entre los siglos X al V antes de Cristo. Por ello, desde ahora, cuando llenemos un vaso con vino para celebrar un acuerdo importante, cerrar un negocio o, simplemente, beber con moderación en una reunión de amigos, no estaremos siguiendo una moda adquirida en el seno de la sociedad globalizada en el que inscribe la del siglo XXI, sino que, por contra, repetimos una ceremonia social que ya estaba presente en este entorno de la Ría de Huelva hace tres mil años, el gesto habitual de unas gentes que si bien en el siglo VI antes de Cristo su poder adquisitivo les permitió importar elegantes copas de los mejores talleres cerámicos de la Grecia arcaica, unos siglos antes, en otras copas locales no menos elegantes, bebieron el rojo vino producido a partir de la vid cultivada aquí, en sus propios campos, como están mostrando estas huellas milagrosamente conservadas en las colinas del entorno de la actual ciudad de Huelva. Acerquémonos en el tiempo a los inicios de la actual riqueza vitícola de nuestra provincia, que se remonta a los comedios del S. XIV. Por aquél entonces se produjo en toda Andalucía una general inquietud repobladora, sobre todo después de la batalla del Salado. Uno de los principales repobladores, en sus dominios, fue el maestre de la Orden de Calatrava don Juan Núñez; que repobló lugares de su Orden en el Aljarafe Sevillano y fue el principal repoblador de viñas de Villalba del Alcor, en nuestra provincia, con carta y fuero de población otorgada en 1327. En el S. XVIII encontramos, hasta la fecha, la clave para definir nuestro sector vitícola; para ello contamos con el Catastro de Ensenada, magna obra de mediados del siglo, que ha servido de base para numerosos estudios. La tierra llana y la zona del Condado eran en este siglo comarcas de especial significación vitivinícola. De los datos del Catastro se desprende que los centros dedicados al cultivo de la vid se agrupaban en torno a dos ejes, uno occidental con base en Moguer formados por el propio y por los municipios de Palos, Beas y Lucena; y otro central cuya base sería Manzanilla y su radio de acción, los municipios de Chucena, Villalba, La Palma, Almonte, Bonares, Bollullos y Rociana. Además de los citados, tenían pagos cultivados de viñedos Trigueros, I. Cristina, La Redondela, Cartaya, Sanlúcar de Guadiana, Gibraleón, Aracena, Los Marines y Arroyomolinos de León. En la segunda mitad del S. XVIII, en 1752, el número de lagares, lagareta, vigas y otros medios de exprimir uvas era en el conjunto de la provincia de 639, destacando Moguer con 140 lagares. El Catastro de Ensenada, 1751, nos señala entonces la existencia de 7.485 fanegas, es decir unas 3.200 ha. de vid, según valor aproximado de la fanega. Situando aproximadamente el 60% del viñedo y más del 50% de las prensas en Manzanilla, Moguer y los municipios de: La Palma, Almonte, Bollullos y Rociana. A partir de 1870, la superficie de viñedo tenderá a crecer en toda España iniciándose la edad de oro del viñedo y del vino, que durará hasta finales del S. XIX. Así, el viñedo en la provincia de Huelva con menos de 6.000 ha, en 1870, se sitúa en 6.221 ha, en 1887; 7.754 ha, en 1889 y 10.128 ha, en 1900. Triste fecha en que hizo su aparición la FILOXERA, provocada por el temible insecto phyloxera vastratis, que viene del griego phylón "hoja" y xeros "seca". LA FILOXERA comenzó la destrucción del viñedo español en 1875, fecha en la que se detectó el primer foco en la provincia de Málaga, en la viña "Lagar de la Indiana" propiedad de don Enrique Molina Y aunque ello no se reconoció oficialmente hasta 1888. La invasión prosiguió de forma concéntrica, iniciándose en el litoral y avanzando a las zonas del interior. En los inicios del siglo, 1900, se detecta el primer brote en nuestra provincia, concretamente en San Juan, Mayo 1900, transportada por barco desde la provincia de Cádiz, que tenía sus viñedos infectados desde 1895. En el verano de 1900 se extiende a Trigueros y Beas, en el otoño ataca a los de Bollullos, La Palma, Almonte y Rociana. Y en los albores de 1908, se detectan los ataques del temido insecto en Moguer y Palos, alcanzando a finales de octubre los municipios de Villalba y Bonares. Al año siguiente, 1909, se detecta en Lucena, Niebla, Manzanilla y Chucena. Una vez pasado el trance filoxérico dejó arrasadas, en nuestra provincia, entre el 50% y el 60% del viñedo, siendo afectadas todas las variedades. Resistiendo, no obstante las adversas circunstancias, la zalema, que sufrió unos daños estimados sólo en el 7% de su plantación y la listán de Huelva (hoy Listán del Condado), cuyos daños se estimaron entre el 15 y el 20%. Ello, se estima, fue la causa de que las posteriores plantaciones para cubrir marras se efectuasen con vides de la variedad zalema, de ahí su predominio actual. Así, en 1910, se plantaron sobre patrones americanos 4.400 ha, asentándose su núcleo mayoritario en La Palma, Bollullos del Condado, Almonte y Rociana.
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