Carlos Gardel Su vida, su música, su época gardel.indd 3 26/6/08 17:45:04 SIMON COLLIER Carlos Gardel Su vida, su música, su época Traducción de CARLOS GARDINI gardel.indd 5 26/6/08 17:45:05 Primera edición en Editorial Sudamericana: junio de 1988 Tercera edición y primera en esta colección: septiembre de 2003 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de la editorial. IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723. © 1988, Editorial Sudamericana S.A.® Humberto Iº 531, Buenos Aires. ISBN 950-644-030-1 Título del original en inglés The Life, Music and Times of Carlos Gardel Publicado por Plaza & Janés bajo licencia de Editorial Sudamericana S.A.® gardel.indd 6 26/6/08 17:45:05 In memoriam Claudio Orrego Vicuña (1939-1982) y Cristián Huneeus (1937-1985) gardel.indd 7 26/6/08 17:45:06 PREFACIO A LA EDICIÓN ARGENTINA* Carlitos, el Mudo, el Morocho del Abasto, el Troesma, o, con una sencillez quizá más conmovedora, el Zorzal... Para los argentinos (y muy especialmente los porteños) la reputación de Carlos Gardel está más allá de todo cuestiona- miento: hasta los dibujos ferozmente satíricos de Hermenegildo Sábat (1971) llevan por título “Al Troesma con cariño”. Para la América Latina en general, Gardel constituye uno de los auténticos valores del siglo veinte en lo que a la música popular se refiere. Sus canciones más famosas —y no solamente las del ya clásico binomio Gardel-Le Pera— se incluyen ineludiblemente en cualquier catálogo o lista de las canciones latinoamericanas de mayor popu- laridad. Los cantores todavía las cantan; las orquestas y pianistas las tocan; el hombre de la calle las tararea o las silba. Desde una perspectiva más internacional puede afirmarse también que este eximio artista rioplatense pertenece a un grupo muy exclusivo de cantores populares del pasado, al grupo de los cantores que no se han olvidado, los cantores cuya personalidad, gracias al disco y a la pantalla, se han impuesto en forma duradera en la memoria colectiva. En este sentido Gardel pertenece al mismo panteón glorioso que Maurice Chevalier, Bing Crosby o Al Jolson, por nombrar sólo a tres figuras mundialmente conocidas. En el mundo hispánico, hacia el final de su carrera tan trágicamente abreviada, el Zorzal despertaba un entusiasmo popular bastante parecido (sin olvidar las diferencias entre las dos épocas) al frenesí desencadenado por los Beatles durante los años 1963-70. Seguramente Julio de Caro habla por todos los latinoamericanos cuando afirma: “Así tuvimos al cantor de todos los tiempos, y este regalo no nos lo quita nadie”. Fuera del área cultural latinoamericana, sin embargo, la proyección que * Redactado en castellano por el autor. 9 gardel.indd 9 26/6/08 17:45:06 ha tenido Carlos Gardel después de su muerte ha sido relativamente escasa, salvo en unos cuantos reductos tangófilos en España, Francia o el Japón. En el mundo de habla inglesa su nombre ha tenido poca resonancia. La decimoquinta edición (la más reciente) de la Encyclopaedia Britannica, obra de consulta obligatoria para todos los angloparlantes, contiene ar-tículos referentes a Chevalier, a Crosby y a Jolson, pero Gardel, por increíble que parezca, no figura allí en absoluto, a pesar de la fama universal del tango como baile, a pesar de que Gardel, sin lugar a dudas, fue un artista tanto o más talentoso que los tres aludidos. Este libro, que fue el primer libro en inglés sobre Gardel, fue concebido en primer lugar como una tentativa de rectificar esta curiosa injusticia histó- rica. Se escribió con la profunda convicción de que la historia de la cultura popular internacional de nuestro siglo sería absurdamente incompleta sin una evaluación adecuada de los triunfos y realizaciones de Gardel. Lo poco que se ha escrito sobre esta historia se concentra excesivamente en el eje Hollywood-Nueva York-Londres, un eje que puede ser descrito como en cierta manera hegemónico. Pero es importantísimo no olvidarse de las otras grandes tradiciones (independientes e interconectadas) que forman parte del panorama global, y en especial lo que podría llamarse el eje París-Madrid-Buenos Aires, un eje en pleno funcionamiento entre los años 1910 y la Segunda Guerra Mundial, y, precisamente, el ambiente en que triunfaba Gardel, si bien, a fines de su carrera, tuvo la opción (que le interesaba bastante) de trasladarse al eje anglosajón, como lo había hecho Chevalier, un hombre que se sentía a sus anchas tanto en Londres o Hollywood como en París. Hay que agregar que la carrera de Gardel en sí misma es altamente ilus- trativa de los contornos de la cultura popular de las “sociedades de masas” que estaban en vías de formación a principios de este siglo. En esta época se nota, a grandes rasgos, en lo que al arte popular se refiere, una división cada vez más nítida entre los “creadores”, los “empresarios” u “organizadores”, y los “consumidores pasivos” (es decir, el público). Hay un proceso rápido de comercialización y (a largo plazo) de internacionalización. Es un proceso, sin duda, que empezó antes de la vida de Gardel, pero que se afianzaba y se endurecía notablemente con la aparición del disco fonográfico (décadas de 1900 y 1910), de la radiodifusión (década de 1920), y del cine sonoro (década de 1930). Con la televisión este proceso cumple otro ciclo más. Como en mu- chos casos parecidos en otros países (una vez más el ejemplo de Chevalier es revelador) Gardel es un artista que aprovecha esta coyuntura nueva. Después de un aprendizaje oscuro, triunfa en el teatro en la última época clásica del varieté (un género socavado por los medios de comunicación electrónicos), triunfa con sus grabaciones en el momento en que el disco de 78 rpm se transforma en un negocio multinacional, triunfa en la radio argentina, y por último triunfa en la pantalla en los albores del cine sonoro. En realidad, la trayectoria brillante de Gardel es un resumen excelente de las nuevas oportunidades brindadas a los artistas en la primera etapa (por así llamarla) de la “masificación” de la cultura popular —un proceso cuyo 10 gardel.indd 10 26/6/08 17:45:06 avance vertiginoso e inexorable desde los años 60 en adelante ha sido tan desconcertante, por no decir desconsolador. No podemos estar totalmente de acuerdo con la afirmación tajante del historiador Eric Hobsbawm de que la década del sesenta fue “un desastre para la cultura occidental”*, pero se puede opinar que, en comparación con el pandemonio estrepitoso de hoy, los sonidos e imágenes que nos llegan desde la “primera etapa” —las co- medias musicales de Hollywood de los años 1930, el music hall parisino de Chevalier y Mistinguett, las grandes orquestas de baile al estilo de Jack Hylton, las canciones de Carlos Gardel— asumen una cierta inocencia atrayente y reflejan (eso sí que es cierto) una calidad artística indiscutible. La nostalgia por aquellos años, que se ha expresado con bastante frecuencia durante la década actual —es interesante la popularidad reciente de las grabaciones reeditadas de lo que en Francia se llama tan gráficamente la musique rétro—, nos parece significativa. Se trata, sin duda, de una pequeña época de oro, ya totalmente desaparecida, pero conservada (afortunadamente) en los discos y en la pantalla. El contexto histórico aparte, debe ser evidente también que este libro nació de una vieja afición personal. Más precisamente, nació del impulso extraño que me incitó (desde los años 60 en adelante) a coleccionar discos de Gardel (y de muchos otros músicos de la incomparable tradición del tango argentino) y a reunir materiales sobre sus actividades. Este libro se basa en los materiales así recopilados —las fuentes argentinas tradicionales, si se quiere— y también en indagaciones en bibliotecas y hemerotecas europeas y norteamericanas. En efecto, se advertirá en este relato un cierto énfasis sobre las actividades de Gardel en Europa y los Estados Unidos, lo que se puede justificar desde la perspectiva de la creciente “internacionalización” de la carrera del cantor, un proyecto que quedó truncado con su muerte. Estudiar o evocar la vida de Gardel sería difícil si no fuera por la existencia de dos fuentes biográficas de gran importancia. Nos referimos, primero, a los recuerdos de José Razzano, testigo y partícipe de los triunfos iniciales del Zor- zal, recuerdos recopilados por el talentoso escritor Francisco García Jiménez a mediados de la década del cuarenta, y, segundo, a las memorias de Armando Defino (administrador y después albacea de Gardel), cuyas impresiones de la última fase de la vida del artista son igualmente indispensables. No cabe duda de que Razzano y Defino (en sus distintas épocas) fueron los colabora- dores más íntimos del cantor, y sus recuerdos necesariamente aportan una cantidad de informaciones esenciales que no se pueden obtener en ninguna otra parte. Cabe preguntar, por cierto, hasta qué punto estas dos fuentes son confiables. Se ha afirmado a veces, por ejemplo, que los recuerdos de Razzano tienden a glorificar el papel del mismo José Razzano en la vida de Gardel. Tal impresión, a nuestro juicio, no se desprende fácilmente de una lectura desapasionada del texto (altamente evocativo, dicho sea de paso) del * New York Review of Books. 34:2 (12 de febrero de 1987), pág. 13. 11 gardel.indd 11 26/6/08 17:45:07 best-seller de García Jiménez. Las exageraciones, si las hay, son menores. En cuanto a las memorias de Defino, la discreción del autor —quizá apropiada o por lo menos entendible en su propia generación— constituye un estorbo, si bien no excesivamente grave, para el estudioso de la vida de Gardel.
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