Miscelánea \ Dela Breton Y Los Inicios De La Arqueología En El Occidente De México

Miscelánea \ Dela Breton Y Los Inicios De La Arqueología En El Occidente De México

M ISC ELÁ N EA \ DELA BRETON Y LOS INICIOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO Phil C. Weigand y Eduardo Williams El C olegio de M ic h o a c á n Introducción Entre los primeros pioneros de la arqueología del Occidente de México, Cari Lumholtz (1902) ha recibido la mayor atención. Aunque sus obser­ vaciones fueron dispersas y no organizadas, las ilustraciones de los arte­ factos que él recolectó son excelentes. Además, sus materiales son acce­ sibles como parte de las colecciones de estudio del Museo Americano de Historia Natural en la ciudad de Nueva York. Con la excepción de Ales Hrdlicka (1903), los contemporáneos y predecesores de Lumholtz han sido olvidados casi por completo. Ejemplo de ello son tres reportes sobre el sitio de La Quemada, Zacatecas, que tienen importancia arque­ ológica, y que precedieron por una cantidad considerable de años a las observaciones hechas por Lumholtz en el Occidente de México: Menéndez (1789), León (1843) y de Berges (1855). El trabajo de Adela Bretón, en contraste con el de Lumholtz, usual­ mente no es tomado en cuenta, aunque escribió dos breves contribucio­ nes profesionales que tratan específicamente sobre los materiales ar­ queológicos del Occidente (Bretón, 1903; 1905). Su trabajo en esta región, si bien fue efímero y se eclipsó por su posterior interés en el área maya, fue mucho más sistemático que el de Lumholtz. También, a dife­ rencia de las contribuciones del citado autor, ella identificó una serie de problemas que no serían vueltos a considerar hasta medio siglo des­ pués. Bretón debe recibir el crédito de haber realizado por lo menos tres observaciones importantes, aunque pueda cuestionarse hasta qué pun­ to ella misma reconoció su importancia: 1. Asoció las figurillas huecas de cerámica del período Formativo y de inicios del Clásico (ca. 300 a.C.- 400 d.C.) en la zona de Teuchitlán- Etzatlán, Jalisco, que ella exploró, con la arquitectura de superficie de los mismos períodos; 2. Observó la ocurrencia natural y la importancia de la obsidiana en el Occidente, y 3. Documentó la presencia de la arquitectura circular que ahora sabemos sirvió como el rasgo distintivo de la Tradición Teuchitlán durante los períodos Formativo y Clásico. Como ha sucedido con muchos proyectos arqueológicos que son pioneros, la importancia de estas observaciones no fue reconocida du­ rante 60 o 70 años. En gran medida esto se debió a la virtual ausencia de trabajo de campo en el Occidente de México, aunque por supuesto exis­ tan importantes excepciones a este comentario. El trabajo de Noguera en El Opeño (1942) y de Corona Núñez en El Arenal (1955) son los más notables. El trabajo arqueológico de los años subsecuentes a las investi­ gaciones de Adela Bretón se enfocó casi exclusivamente en las tradi­ ciones funerarias de las tumbas de tiro del Occidente de México. Por lo que se refiere a la arquitectura de superficie y a la obsidiana, hubo durante un largo tiempo una virtual falta de interés. El medio siglo pos­ terior al trabajo de Bretón fue tiempo suficiente para que se desarrollara un dogma que minimizaba y menospreciaba a las culturas arqueológi­ cas del área. El dogma que se desarrolló sobre el Occidente prehispánico ha sido discutido en varias publicaciones recientes y no se tratará en detalle aquí (cfr. Weigand, 1985,1993,1996; Williams, 1994,1996). Este dogma ha sido denominado por Mari-Areti Hers la hipótesis del "Formativo eterno". Entre otras cosas, enfatiza la idea de que las culturas arqueoló­ gicas del Occidente de México estuvieron siempre caracterizadas por simples aldeas, por formas sencillas de organización social, y por per­ files demográficos bastante bajos. El área no fue civilizada sino hasta inicios del período Postclásico, y éste fue un fenómeno de naturaleza derivativa. Los antecedentes de este dogma no pueden ligarse con Adela Bre­ tón. En retrospección, sus tres observaciones principales, aunque de ma­ nera implícita, ciertamente parecen haber sido las primeras sugerencias sólidas para futuras investigaciones: explorar la relación entre las figu­ rillas y la arquitectura de superficie; investigar la naturaleza de las es­ tructuras circulares que existen en el área (especialmente las de Teu­ chitlán), y examinar la naturaleza de los yacimientos e industrias de obsidiana evidentes en la zona. Sin embargo, la importancia de las ob­ servaciones de Bretón fue olvidada. De hecho, hoy en día los especialis­ tas de la arqueología del Occidente de México raramente la citan, y cuando lo hacen es a manera de una obscura nota al pie de página, más que en su papel de pionera. En comparación, Isabel Kelly, que amplia­ mente merece la reputación de haber sido otra pionera de la arqueología en el Occidente, ha recibido la mayor parte de la atención. El propósito de este breve artículo es presentar el trabajo de Adela Bretón a las actuales generaciones de historiadores y arqueólogos. La primera sección del estudio examina brevemente la carrera de la inves­ tigadora, enfatizando cómo fue que se interesó por la arqueología de México. En la segunda sección de este artículo se presenta una traducción de los dos artículos que escribió nuestra autora sobre el Occidente. De esta manera serán accesibles a los antropólogos y arqueólogos en una escala mucho más amplia que antes.1 A d e l a B r e t ó n y la arqueología m e x ic a n a Adela Catherine Bretón nació el 31 de diciembre de 1849, y dieciocho meses después su familia se estableció en Bath, Inglaterra. La señorita Bretón habría de hacer de esta ciudad su base a lo largo de sus viajes al extranjero. No sabemos mucho sobre sus estudios realizados o de su entrenamiento como artista, aunque el arte fue definitivamente parte de la educación de una mujer de la era victoriana. Las mujeres artistas, 1 Otto Schóndube hizo una traducción de uno de los artículos de Adela Bretón, la cual se publicó en un periódico de Guadalajara hace algunos años. La versión que se presenta aquí, sin embargo, ha sido enteramente realizada por los autores de este artículo.’Se incluyen en este trabajo las ilustraciones originales que acompañaron a las publicaciones de Bretón, además de fotografías que hasta ahora no se habían pu­ blicado conjuntamente con sus artículos. Estas figuras ilustran algunas de las piezas arqueológicas que la autora adquirió durante sus investigaciones, las cuales fueron enviadas al Museo de Bristol, Inglaterra, y han sido poco estudiadas por los arqueó­ logos desde entonces. Junto a sus ilustraciones se incluyen planos recientes de va­ rios sitios que ella discute en el texto, así como notas que comentan sobre sus observaciones, y referencias bibliográficas que ponen al día sus materiales y obser­ vaciones. aunque todavía se enfrentaban con muchas barreras, no eran la rareza que habían sido a principios de siglo (McVicker, 1989:13). No se sabe exactamente cuándo iniciaron los viajes de Adela Bretón al Nuevo Mundo, pero pudo haber sido poco después de la muerte de su padre, en 1887. En 1894 vino a México y viajó extensamente por el país, llevando consigo su cuaderno de dibujo, en el que realizó estudios a lápiz y pequeños bocetos. Fue posiblemente a través de estas experiencias en México que entró en contacto con Alfred Percival Maudslay, el arqueólogo británico que había trabajado en el área maya. Ella le preguntó si habría algún traba­ jo que pudiera realizar en México, y Maudslay respondió que podría ir a Chichén Itzá para verificar la exactitud de algunos de sus dibujos. Este fue un punto decisivo en la vida de Bretón; en 1900 fue a Chi­ chén Itzá, y desde ese momento hasta su muerte en 1923 viajó extensa­ mente en Centro y Sudamérica, Egipto, Australia, Japón y Fiji. Entre 1900 y 1908 realizó 13 viajes a México. Cada vez se vio más atraída por el trabajo en Latinoamérica, y su círculo de colegas creció, ampliándose el alcance de su trabajo. Empezó a publicar algunos de sus estudios, y fue participante activa en muchas reuniones de profesionales (McVi­ cker, 1989:13-14). Aparte de su trabajo en Chichén Itzá, Adela Bretón visitó muchos otros sitios en la Península de Yucatán, así como Teotihuacán, El Tajín y Xochicalco, para citar tan solo los principales. De todos estos sitios arqueológicos dejó un amplio corpus de dibujos, pinturas y fotografías, que actualmente se encuentran en el Museo de Bristol, Inglaterra, junto con la colección de artefactos que recolectó la investigadora durante sus muchos años en México. Dentro de la historia de la arqueología mexicana, el período en el que trabajó Adela Bretón ha sido llamado "descriptivo", puesto que los investigadores en muchos casos se limitaron a describir lo que vieron (Williams, 1993: 197). Este período (1880-1910) se caracteriza por un "positivismo", y durante estos años muchos cambios fundamentales se efectuaron en la arqueología mexicana, aunque la mayoría de las contribuciones seguían viniendo de investiga­ ciones en bibliotecas. El trabajo de campo, aunque era más abundante que anteriormente, seguía siendo de menor importancia [...] en general, estamos a punto de ver una reacción en contra de teorías grandiosas basadas sobre evidencias débiles, y su reemplazo por una hipótesis más modesta, con sus raíces firmemente cimentadas en hechos probados (Bernal, 1980:142). En varios de sus viajes a México Adela Breton tuvo como com­ pañero y ayudante a Pablo Solorio, nativo de Churumuco, Michoacán (Fig. 1). Gran parte de los viajes los realizaron a caballo, y Pablo cuida­ ba de los animales, entre muchas otras ocupaciones. Un aspecto importante del trabajo de nuestra investigadora fue el copiar y colorear relieves esculpidos, pinturas murales, artefactos y manuscritos. Ella siguió un enfoque académico, y se preocupaba mucho por la exactitud de lo que hacía: concebía a su trabajo como copiar exac­ tamente lo que existía, mas no el dibujar de manera interpretativa.

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