C C. S. LEWIS MERO CRISTIANISMO PREFACIO LIBRO PRIMERO EL BIEN Y EL MAL COMO CLAVE PARA EL SENTIDO DEL UNIVERSO 1. La ley de la naturaleza humana 2. Algunas objeciones 3. La realidad de la ley 4. Lo que hay tras la ley 5. Tenemos motivo para estar inquietos LIBRO SEGUNDO EN QUÉ CREEN LOS CRISTIANOS 1. Las opuestas concepciones de Dios 2. La invasión 3. La terrible alternativa 4. El perfecto penitente 5. La conclusión práctica LIBRO TERCERO COMPORTAMIENTO CRISTIANO 1. Las tres partes de la moral file:///D|/My%20Documents/Lewis/Mero%20Cristianismo.htm (1 of 189) [14/11/2008 12:42:53 p.m.] C 2. Las “virtudes cardinales” 3. Moral social 4. Moral y psicoanálisis 5. Moral sexual 6. Matrimonio cristiano 7. Perdón 8. El gran pecado 9. Caridad 10. Esperanza 11. Fe 12. Fe LIBRO CUARTO MAS ALLÁ DE LA PERSONALIDAD: O PRIMEROS PASOS EN LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD 1. Hacer y engendrar 2. El Dios tripersonal 3. Tiempo y más allá del tiempo 4. Buena infección 5. Los porfiados soldados de juguete 6. Dos notas 7. Hagamos como si… 8. ¿Es difícil o fácil el cristianismo? 9. Calculando el costo 10. Gente agradable u hombres nuevos 11. Los hombres nuevos file:///D|/My%20Documents/Lewis/Mero%20Cristianismo.htm (2 of 189) [14/11/2008 12:42:53 p.m.] C PREFACIO El contenido de este libro fue emitido primero a través del aire, y luego publicado en tres partes separadas como Charlas radiales (1942), Comportamiento cristiano (1943) y Más allá de la personalidad (1944). En la versión impresa hice algunos agregados a lo que había dicho frente al micrófono, pero, más allá de eso, dejé el texto casi sin modificaciones. Una “charla” en la radio, creo, debería ser lo más parecida posible a una verdadera charla, y no sonar como un ensayo leído en voz alta. En mis charlas, por lo tanto, había usado las formas coloquiales que normalmente utilizo en la conversación, y las reproduje en la versión impresa. Y siempre que en ellas había resaltado la importancia de una palabra con el énfasis de la voz, imprimí en cursivas. Tiendo a pensar ahora que fue un error, un ingrato híbrido entre el arte de hablar y el arte de escribir. Un hablante debe usar variaciones de la voz para dar énfasis, porque el medio que utiliza lo lleva naturalmente a ese método; pero un escritor no debe utilizar cursivas con el mismo fin. Tiene medios propios, diferentes, para destacar las palabras claves, y debe usarlos. En esta edición he suprimido los coloquialismos y reemplazado la mayor parte de las cursivas, reformulando las oraciones en que aparecían, pero sin alterar -espero- el tono “popular” o “familiar” que desde un comienzo me había propuesto. También he añadido y suprimido cosas cada vez que creí entender algún aspecto de mi tema mejor ahora que hace diez años, o cuando sabía que la versión original había sido malinterpretada por otros. Debo advertir al lector que no ofrezco ayuda alguna a nadie que esté vacilando entre dos “denominaciones” cristianas. No aprenderán de mí si deben hacerse anglicanos, católicos romanos, metodistas o presbiterianos. Esta omisión es intencional (incluso la lista que he dado va en orden alfabético). No hay misterio alguno file:///D|/My%20Documents/Lewis/Mero%20Cristianismo.htm (3 of 189) [14/11/2008 12:42:53 p.m.] C respecto a mi propia posición. Soy un muy común lego de la Iglesia de Inglaterra, no especialmente “alto” ni especialmente “bajo”, ni especialmente ninguna otra cosa. Pero en este libro no intento convertir a nadie. Desde que me hice cristiano he pensado que el mejor, quizás el único servicio que podía hacer por mi prójimo no creyente, era explicar y defender la creencia común a casi todos los cristianos en todos los tiempos. Tenía más de un motivo para pensar esto. En primer lugar, los asuntos que dividen a los cristianos entre sí implican a menudo puntos de alta teología o incluso de historia eclesiástica, que nunca deberían ser tratados sino por verdaderos expertos. Habría estado perdido en esas aguas: más necesitado de ayuda que capaz de ayudar a otros. Y en segundo lugar, debemos admitir que la discusión de esos puntos polémicos no conduce exactamente a atraer hacia la congregación cristiana a quien se encuentre fuera de ella. Es mucho más probable que el escribir o hablar acerca de tales puntos lo disuada de entrar en cualquier comunión cristiana, antes que llevarlo a la nuestra. Nunca se deberían discutir nuestras divisiones si no es en la presencia de los que ya creen que hay un solo Dios y que Jesucristo es Su único Hijo. Finalmente, me dio la impresión de que en esas controversias ya estaban ocupados muchos más autores, y con más talento, que los dedicados a la defensa de lo que Baxter[1] llama “mero” cristianismo. Esa parte de la línea donde yo creía ser más útil era también la parte que parecía más débil. Y a ella naturalmente me dirigí. Hasta donde yo sé, éstos fueron mis únicos motivos, y me agradaría mucho que la gente no sacara conclusiones fantásticas de mi silencio en ciertas materias en disputa. Por ejemplo, tal silencio no significa necesariamente que yo no haya tomado partido. A veces no lo he hecho. Hay asuntos en discusión entre cristianos respecto a los cuales no creo se nos haya dado la respuesta. Hay otros cuya respuesta quizás nunca sabré: si preguntara, incluso en un mundo mejor, podría (por lo que a mí alcanza) obtener la misma respuesta que obtuvo alguien mucho file:///D|/My%20Documents/Lewis/Mero%20Cristianismo.htm (4 of 189) [14/11/2008 12:42:53 p.m.] C más grande que yo: “¿Y eso a ti, qué? Tú, sígueme”. Pero hay otros asuntos frente a los cuales definitivamente he tomado partido, y aun así no he dicho nada. Porque no escribo para exponer algo que podría llamar “mi religión”, sino para exponer el “mero” cristianismo, que es lo que es y era lo que era mucho antes de que yo naciese, me guste o no me guste. Algunas personas sacan conclusiones injustificadas del hecho de que nunca digo más acerca de la Bendita Virgen María que lo implicado en afirmar el Nacimiento Virginal de Cristo. Pero, ¿no es obvia la razón por la que no lo hago? Decir más me llevaría de inmediato a territorio altamente contencioso. Y no hay otra contienda entre cristianos que requiera ser tocada con la delicadeza que ésta exige. Las creencias católicas romanas respecto a este tema son sostenidas no sólo con el fervor usual en toda creencia religiosa sincera, sino (muy explicablemente) con esa peculiar y, por así decido, caballerosa sensibilidad que un hombre muestra cuando está en juego el honor de su madre o de su amada. Así, es muy difícil disentir de esas creencias sin correr el riesgo de parecer no sólo un hereje, sino también un villano. Y al contrario, las creencias protestantes opuestas convocan en este tema sentimientos que se hunden en las raíces mismas de todo monoteísmo. A los protestantes radicales les parece que se pone en peligro la distinción entre Creador y criatura (por sagrada que esta última sea): que vuelve a surgir el politeísmo. Así, es difícil disentir de ellos sin parecer algo peor que un hereje: un pagano. Si pudiera escogerse un tópico que con toda seguridad haría zozobrar un libro sobre “mero” cristianismo, si hay un tópico que constituya una lectura absolutamente inútil para quienes todavía no creen que el hijo de la Virgen es Dios, con toda seguridad es éste. Curiosamente, de mi silencio frente a puntos polémicos no se puede concluir ni siquiera si los considero importantes o sin importancia. Porque éste es en sí mismo uno de los puntos en disputa. Una de las cosas en que los cristianos están en desacuerdo es la importancia de sus desacuerdos. Cuando dos file:///D|/My%20Documents/Lewis/Mero%20Cristianismo.htm (5 of 189) [14/11/2008 12:42:53 p.m.] C cristianos de diferente denominación comienzan a discutir, en general no transcurre demasiado tiempo antes que uno pregunte si tal y tal punto “realmente importa”, y que el otro responda: “¿Importar? Pero si es absolutamente esencial”. Digo todo esto simplemente para aclarar qué tipo de libro intentaba escribir, no para ocultar mis propias creencias o para no hacerme responsable por ellas. Al respecto, como dije antes, no hay secreto. Para citar al tío Toby: “Están escritas en el Libro de Oraciones”. Claramente, el peligro residía en colocar como cristianismo común, cosas peculiares de la Iglesia de Inglaterra o (peor aun) de mí mismo. Traté de protegerme enviando el manuscrito original de lo que ahora es el Libro II a cuatro clérigos (anglicano, católico romano, metodista, presbiteriano), y solicitándoles su opinión. El metodista pensaba que no había hablado lo suficiente de la Fe, y el católico romano creía que había ido un poco demasiado lejos en la relativización de las teorías explicativas de la Redención. Fuera de eso, los cinco estuvieron conformes. No sometí el resto de los libros a semejante “examen” porque las diferencias que pudieran surgir al leerlos serían diferencias entre individuos o escuelas de pensamiento, no entre iglesias. En la medida en que puedo juzgar a partir de reseñas y de las numerosas cartas que me han escrito, el libro, no importa cuán defectuoso sea en otros aspectos, por lo menos sí logró presentar un consensual, o común, o central, o “mero” cristianismo. En ese sentido, puede ser útil para silenciar el parecer según el cual, si omitimos los puntos polémicos, nos quedaremos con sólo un vago y exangüe Máximo Común Divisor.
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