Época Y La Temática Estudiadas Contribuye, De Hecho, a Traer La Memoria Hecha De Imágenes Al Discurso Histórico Ahora Elaborado

Época Y La Temática Estudiadas Contribuye, De Hecho, a Traer La Memoria Hecha De Imágenes Al Discurso Histórico Ahora Elaborado

MYC2011_14.qxd:Maquetación 1 13/12/11 08:42 Página 273 RECENSIONES época y la temática estudiadas contribuye, de hecho, a traer la memoria hecha de imágenes al discurso histórico ahora elaborado. Antonio Rivera Blanco (Miranda de Ebro, Burgos, 1960), es Catedrático de Historia Contem- poránea de la Universidad del País Vasco, donde llegó a ocupar el cargo de vicerrector del Campus de Álava entre 1997 y 2004. Entre su variada producción historiográfica podríamos destacar La ciudad levítica: continuidad y cambio en una ciudad interior (Vitoria, 1876-1936) (1992), Señas de identidad: izquierda obrera y nación en el País Vasco, 1890-1923 (2003) y La uto- pía futura. Las izquierdas en Álava (2008). A su faceta de historiador añade la de político, en la que se inició en 2005 como parlamentario vasco bajo las siglas del Partido Socialista de Eus- kadi. En la actualidad ocupa el cargo de viceconsejero de Cultura del ejecutivo de Patxi López. María del Mar Larraza Micheltorena Universidad de Navarra Fuentes, Juan Francisco, Adolfo Suárez. Biografía política, Barcelona, Planeta, 2011. 621 pp. ISBN: 978-84-08-09916-1. 23’70€ Siglas y abreviaturas, p. 15. Agradecimientos, p. 17. Cap. 1. Un joven delgado con una maleta marrón, p. 21. Cap. 2. En la cresta de la ola, p. 57. Cap. 3. De cesante a ministro, p. 97. Cap. 4. Presidente, p. 151. Cap. 5. Vértigo, p. 213. Cap. 6. Sol que se pone, p. 279. Cap. 7. Dimisión y golpe de estado, p. 357. Cap. 8. La insoportable levedad de la oposición, p. 437. Cap. 9. Nos- talgia de otras vidas, p. 495. Epílogo: elogio de la transición, p. 537. Notas, p. 557. Fuentes y bibliografía, p. 595. Índice alfabético, p. 613. Con Adolfo Suárez. Biografía política, Juan Francisco Fuentes nos proporciona la obra sin duda más valiosa hasta la fecha de la figura que, junto con el rey Juan Carlos, cabe considerar con toda justicia la personalidad más decisiva en el éxito de la transición democrática española. El autor del libro, avalado por una trayectoria académica e investigadora del más alto nivel –basta recordar, por limitarnos sólo a dos de sus publicaciones, las brillantísimas biografías que ha dedicado a Luis Araquistáin y a Largo Caballero-, ha logrado condensar en un texto de más de 500 páginas un profundo y muy documentado análisis de toda la trayectoria política de Suárez, desde su arranque, en el verano de 1955, hasta los años que siguieron a la decisión de abandono de la presidencia del MEMORIA Y CIVILIZACIÓN 14 (2011) 273 MYC2011_14.qxd:Maquetación 1 13/12/11 08:42 Página 274 RECENSIONES CDS, el 26 de mayo de 1991, cuando tendría lugar su encuentro –dice el au- tor- con las ‘otras vidas’ –la familiar, desde luego- de las que se había visto pri- vado durante tantos tiempo de intensa dedicación a la política. La elevada altura académica de la presente obra queda realzada por la am- plitud, relevancia y la calidad de las fuentes trabajadas; de entre las que desta- can dos ricos fondos documentales hasta ahora inéditos: el archivo personal de quien durante más de treinta años ofició de confidente personal y de ‘pluma en la sombra’, de Suárez, Eduardo Navarro, así como el archivo personal de Luis Sanchís, responsable del equipo de analistas y asesores que ininterrumpida- mente trabajaron para Adolfo Suárez desde abril de 1977 hasta enero de 1981. La información aportada por los dos fondos citados se ha visto complementa- da por una rica selección de testimonios orales, por un extenso uso de fuentes impresas o por un solvente manejo crítico de la información disponible en la numerosa bibliografía existente sobre Suárez y sobre el período. El resultado ha sido, como ya se ha indicado, un relato muy completo y de notable riqueza, además de escrito con gran brillantez, fundado en hechos constatables, cuando ha sido posible, así como en hipótesis siempre justificadas y muy sugerentes, cuando el estudio se ha adentrado en las no escasas zonas brumosas que aún hoy envuelven en un cierto halo de misterio la peripecia vital y política de Adolfo Suárez. El 11 de junio de 1968, un martes, -nos relata con gran amenidad Fuen- tes- tenía lugar la ceremonia de toma de posesión de sus cargos de los quince nuevos gobernadores civiles que habían sido nombrados el 31 de mayo. En la lista se encontraba el nombre de Adolfo Suárez González. Contaba entonces con treinta y cinco años, había ganado unas elecciones a procuradores de Cor- tes por Ávila ocho meses antes, y formalmente accedía en ese momento al go- bierno civil de Segovia. Aunque el cargo recién estrenado distaba de ser ‘un virreinato de prime- ra’, Adolfo tenía buenas razones para sentirse satisfecho por la posición, algo más que intermedia, que acababa de conquistar dentro del establishment fran- quista. Si bien nos consta que las ambiciones políticas de Suárez todavía esta- ban lejos de verse plenamente cumplidas, de alguna manera con su investidura del 11 de junio tenía lugar la culminación de una andadura. Ésta se había ini- ciado en Ávila trece años antes, en el verano de 1955, cuando, mediante el re- curso, nada infrecuente por entonces, de la recomendación, se convirtió en se- cretario de Fernando Herrero Tejedor, figura descollante del régimen que aca- baba de trasladarse a esa ciudad castellana para ocupar la plaza de gobernador 274 MEMORIA Y CIVILIZACIÓN 14 (2011) MYC2011_14.qxd:Maquetación 1 13/12/11 08:42 Página 275 RECENSIONES civil. Aunque Adolfo iba a permanecer poco tiempo en el nuevo empleo, ape- nas un año –pues en agosto de 1957 Herrero abandonó la sede abulense para ocupar un nuevo destino en Logroño-, la amistad entre los dos iba a perdurar. El tipo de relación que se entabló entre Herrero Tejedor –que por en- tonces tenía 35 años- y Suárez, nos dice el autor, enseguida adoptó un peculiar aire paterno-filial, seguramente más que por la diferencia de edad (Adolfo con- taba con 24 años), debido a la considerable distancia de estatus y de trayecto- ria que separaba a uno del otro. En el verano del 55, Fernando ya era alguien bien situado en el aparato del Estado, disfrutaba de buenas conexiones (algo fundamental en un sistema político tan jerárquico y endogámico, de familias y de castas, como era el franquismo) y ya se le auguraba un futuro muy prome- tedor. El acontecimiento del verano de 1955 acabó siendo crucial en la vida de Suárez. Resultó decisivo para que Adolfo superara las dudas que hasta enton- ces le asediaban sobre el propósito o meta al cual dirigir sus impulsos vitales. A partir de aquel momento su futuro se iba desarrollar en el entorno del poder. Sería ahí donde hallaría por fin su verdadera pasión y vocación, y en donde pondría todo su esfuerzo para desarrollar una profesión. Fue entonces cuando comenzó a tomar cuerpo aquella llamativa inquietud por la política que, según el testimonio paterno, siempre manifestó Adolfo en sus ilusiones y fantasía in- fantiles y juveniles. En realidad, antes del verano de 1955, Suárez no había visto con claridad que en la política radicara su destino. En algún momento consideró, al parecer con seriedad, la posibilidad de ingresar en un seminario, para ‘meterse a cura’; incluso llegó a cifrar en el fútbol, y hasta en el boxeo, una actividad adecuada a sus talentos personales, a la que dedicarse profesionalmente. En aquellos años, escribe Fuentes, ‘la vida le iba marcando el camino sin que él tuviera demasia- do que decir’. Puede que las cosas, al menos en parte, fueran así, pero lo que asimismo traslucen las páginas de Fuentes es que Adolfo, en el fondo, hacía mucho más que dejarse ir por la vida. También parecía estar en posición de alerta, olfateando de manera realista el terreno, tratando de divisar, en función de sus cualidades y de sus aptitudes, el lugar idóneo donde asegurarse el futu- ro más próspero. Se matriculó en Derecho –escribe el autor-, porque, para un hombre como él, de clase media, carente de un gran patrimonio familiar, y sin conexiones con el poder, en buena medida el futuro –el que fuera- dependía de tener en el bolsillo ese título universitario. Apenas se trataba más que de un trámite, impuesto por las circunstancias. De ahí su decisión de cursar la licen- MEMORIA Y CIVILIZACIÓN 14 (2011) 275 MYC2011_14.qxd:Maquetación 1 13/12/11 08:42 Página 276 RECENSIONES ciatura como alumno libre, o el escaso interés y dedicación que prestó a los es- tudios jurídicos, lo cual se tradujo en un flojo expediente académico. Las dudas y cavilaciones profesionales de Adolfo comenzarían a disiparse precisamente en el verano del 55. Aunque, según se infiere de la narración de Fuentes, no de golpe. Pues todavía hubo margen para más de un tanteo. El pri- mero se lo iba a proporcionar su paso por el Colegio Mayor Francisco Franco –donde residió, gracias a la intermediación de Herrero, en régimen de aloja- miento gratis- y su acceso a un puesto de trabajo en la administración del Es- tado, gracias de nuevo a los buenos oficios de su protector y amigo, ya promo- cionado a la Secretaría General del Movimiento como delegado de provincias. Una posición, la de su valedor, de altura, que le convertía en mano derecha del influyente ministro José Solís. Seguidamente encaminó Adolfo sus pasos a procurarse su ingreso por oposición en el Cuerpo Jurídico de la Armada. Se trató de un intento fallido, a pesar -señala el autor- de haber contado con un buen ‘padrino’, Hermenegildo Altozano, coronel jurídico de la Armada y go- bernador provincial y jefe del Movimiento en Sevilla, a quien Adolfo, con su amabilidad y con su buen hacer –tan cortés y tan servicial- había logrado ga- narse desde su puesto de trabajo en la delegación de provincias.

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