Memorias De La Academia Mexicana De La Lengua. Tomo 1 [1876-1878]

Memorias De La Academia Mexicana De La Lengua. Tomo 1 [1876-1878]

MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA Habiendo obtenido la Academia Mexicana la propiedad de esta obra, conforme á la ley, nadie podrá reimprimirla, ni en todo ni en parte, sin sn permiso. EDICIONES DEL CENTENARIO DE LA ACADEMIA MEXICANA/6 MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA Edición facsímil TOMO I (1876-1878) MEXICO, 1975 MEMORIAS ACADEMIA MEXICANA CORRESPONDIENTE DE LA REAL ESPAÑOLA TOMO PRIMERO MÉXICO IMPRENTA DE FRANCISCO DÍAZ DE LEON CALLI DI LADO NOMBEO I. 1876 INDICE DEL TOMO PRIMERO Faga. Advertencia preliminar 5 Reseña histórica de la Academia Mexicana 11 Discurso leido en la Academia Mexicana por su individuo de número D. Eafael Ángel de la Peña 21 Datos y apuntamientos para la Biografía de D. Manuel Eduardo de Go- rostiza, por D. José María Roa Barcena....... 89 En la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora. Oda por D. Alejan­ dro Arango y Escandon 205 Invocación â la Bondad Divina, por el mismo 208 A México. Oda por D. Casimiro del Collado 210 En la muerte del gran poeta D. Gabriel García Tassara, por el mismo... 221 Discurso sobre el significado de los modos adverbiales a priori y a posteriori, por D. Rafael Ángel de la Peña 229 Délos usos del pronombre Él en los casos oblicuos sin preposición, por D. José María de Bassoco 246 Biografía de D. Manuel Carpió, por D. José Bernardo Couto 277 Honras celebradas por la Academia Mexicana 301 Oración fúnebre, por ellllmo. Sr. Montes de Oca 305 Literatura Mexicana. Las "Bibliotecas" deEguiaray deBeristain. Dis­ curso leido en la Academia por el Secretario D. Joaquin García Icaz- balceta 351 El poeta mexicano D. Francisco Ruiz de León 371 Segundo discurso sobre el significado de los modos adverbiales a priori y aposteriori, por D. Rafael Ángel de la Peña 379 5 ADVERTÈNCIA PRELIMINAR PRESUNCIÓN parecerá, á primera vista, que un cuerpo litera­ rio nacido ayer, y desprovisto, por tanto, de la respetabilidad que dan los años y las muestras de vida y de saber, se presente ante el público, emprendiendo desde luego la publicación de sus Memorias, cuando la Eeal Academia Española, por mil títulos respetable, Tía dejado trascurrir más de siglo y medio, antes de resolverse á publicar las suyas. Ese ejemplo parece darnos á en­ tender, que los trabajos individuales no son antes que los de la corporación, y que cuando esta, como tal, haya desempeñado cumplidamente su cometido, será hora de dar á conocer escritos que, aunque sean muy estimables, no llevan de un modo absoluto el sello de la aprobación académica. Mas no todos los tiempos son iguales, ni lo son tampoco las circunstancias de los individuos ó de las corporaciones. Al esta­ blecerse la Eeal Academia Española tenia delante de sí un cam­ po inmenso. Insignes escritores habia tenido España; grandes maestros habían levantado el idioma á la altura que alcanzó, cuando, no cabiendo ya en la extension, casi inmensurable, del imperio español, invadir Vs demás naciones, y era el medio de comunicación entre las c es, como lo era entre las personas cultas de los países extranjeros. Desgracias posteriores que fue­ ron empañando la estrella de España, abatieron al parla lengua, desfigurada, hasta quedar casi desconocida, por las enmarañadas sutilezas del culteranismo, y degradada por el ridículo ropaje que encubría sus majestuosas formas. Echábase menos una au­ toridad que corrigiera aquellos abusos, atajara el contagio, le­ vantara la lengua de la postración en que yacía, y velara sin tre­ gua para impedir que volviera á caer en ella. Esta autoridad fué la 6 Academia Española, hija del celo de unos particulares, al princi­ pio; uno de los cuerpos del Estado, despues; y desde hace mucho, depositaría, por común consentimiento, de autoridad decisiva en materias de lenguaje. Halló grandes necesidades en la república de las letras : la rica habla castellana carecía de un Dicionario digno de ese nombre: las reglas gramaticales fluctuaban al ca­ pricho de los preceptistas, y las de ortografía no habían llegado á fijarse. A todo tuvo que proveer la Eeal Academia Española,, y no es maravilla que en obras de tal magnitud empleara largos años. Porque no solo habia de levantarlas desde sus cimientos, sino que debia también purgarlas, poco á poco, de las imperfec­ ciones inherentes á todo lo humano, acomodándolas al mismo tiempo, mas con prudencia, á las variaciones del caprichoso uso, siempre despótico, aunque no siempre bien aconsejado. Esa ta­ rea capital, proseguida sin descanso, y la publicación de edicio­ nes, ya espléndidas, ya modestas, pero en todo caso limpias y esmeradas, de los mejores escritores ó monumentos más venera­ bles de la lengua, debieron ocupar, y con justicia, la atención de la Academia, obligándola á dejar para más adelante la impresión de los trabajos particulares de sus individuos. Instituida la Academia Mexicana con los mismos fines que la Matriz, y regida por los Estatutos y Eeglamento de ella, en­ cuentra, empero, ocupado ya en gran parte el campo que debe cultivar. México no asistió á la trasformacion sucesiva de la len­ gua que hoy habla, sino que la recibió toda entera, y precisa­ mente en el apogeo de su lustre, como una preciosa herencia acu­ mulada por el trabajo de muchas generaciones. Mas no por eso se crea que es pequeña la parte que toca á la Academia en la la­ bor. Puede, sin dada, extender sus investigaciones hasta los más remotos orígenes de la lengua: nadie se lo veda, salvo la conve­ niencia de dejar ese terreno á quienes con mejor derecho pueden recorrerle, y con tanto éxito le han cultivado ya, reservando las propias fuerzas para lo que más de cerca toca á la nación en que se halla establecida. No necesita, en verdad, la Academia Mexi­ cana echar sobre sus hombros la pesada carga de la formación del Dicionario de la Lengua; pero puede contribuir al perfeccio­ namiento del que existe, ya con observaciones acerca de lo que en él ha tenido cabida, ya con la adición de voces, acepciones ó 7 frases de uso común en México 5 tomadas unas de la misma len­ gua castellana, y otras, no pocas, de las lenguas usadas en el país á la llegada de los españoles, en especial de la mexicana, señora de las demás. Esto, que desde luego pudo mirarse como una par­ te muy principal del negocio de esta Academia, es ahora una obligación cuyo desempeño le confia la Matriz, pues con su acos­ tumbrada benevolencia ha pedido nuestra ayuda para la nueva edición que prepara de su Dicionario vulgar. Podemos tam­ bién, y es tarea muy nuestra, investigar el origen de las diferen­ cias que se notan entre la lengua hablada 6 escrita en México y la pura castellana; patentizar el incremento y decadencia de es­ ta entre nosotros, casi por los mismos pasos que en la metrópoli: atestiguar con ejemplos de nuestros buenos escritores los diver­ sos significados que muchas voces han adquirido en México, así como la introducción de algunas nuevas; y en suma, presentar el diseño fiel de esta rama lejana, sin que eso nos impida coope­ rar en general á los fines de aquella Academia, pues nuestra es toda la lengua castellana, y nuestro podemos llamar también el inagotable tesoro de su literatura. Corre muy extendido el error de creer que el instituto de la Eeal Academia Española, y por consecuencia el de las Corres­ pondientes Americanas, está reducido á conservar y purificar la lengua por medio de la publicación de diccionarios, gramáticas, disertaciones y otros escritos en que se fije la significación de las voces castizas, desechando las advenedizas ó espurias, se es­ tablezcan reglas para hablar y escribir correctamente, y se di­ luciden cuestiones de lenguaje. Tan difundido está el error, que el vulgo, y mucho de lo que no se tiene por tal, da á la Acade­ mia, no su verdadero nombre, sino el de Academia de la Lengua. Nada de eso: basta con leer sus Estatutos y Beglamento para advertir que es una Academia Española en toda la extension de la palabra, y que á su cargo tiene cuanto toca al lustre de las le­ tras españolas. Lo mismo debe cuidar de la pureza de la lengua fijando sus elementos y sus reglas, que divulgando, para ejemplo común, las obras en que campea con todas sus galas, ó las que sirvan para dar á conocer su desarrollo. No le es ajeno el for­ mar juicios críticos de las producciones más notables de la lite­ ratura, ni tejer elogios de los sabios que más en ella se distin- 8 guieron. Suyo es el cuidado de sacar del olvido monumentos antiguos, y suyo también el de estimular la composición de nue­ vas obras, alentando á los autores con la esperanza del premio. Tan extensas atribuciones se trasmiten en general á las Aca­ demias Correspondientes, y de una manera especial por lo to­ cante á sus respectivos países. Si en España^ á pesar de los tra­ bajos acumulados en siglos, no solo de nacionales sino aun de extranjeros, jamas falta materia para los trabajos académicos, 5,qné será en México, donde puede decirse que todo está por ha­ cer? No tenemos todavía una historia de la literatura mexica­ na, y lo peor es que ni siquiera están reunidos los materiales para hacerla, antes bien van desapareciendo rápidamente cada dia. Del gran movimiento intelectual de México en la segunda mitad del siglo XVI, de aquella edad de oro de los ingenios me­ xicanos, -¿qué nos queda? Algunos tomos casi imposibles de hallar, unos cuantos nombres, y el remordimiento de haber de­ jado perder lo demás. Eb pocos historiadores han desaparecido por completo: de poetas, como Francisco de Terrazas, elogia­ do por Miguel de Cervantes Saavedra, nada ha llegado á no­ sotros; de dramáticos, como Fernán Gonzalez de Eslava, ni la menor noticia de su vida, y solamente una notable colección de Coloquios Espirituales, que nadie conoce ; de los hercúleos trabajos filológicos de los primeros misioneros, un puñado de volúmenes maltratados y rarísimos.

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