De Unamuno, Miguel – Paz En La Guerra

De Unamuno, Miguel – Paz En La Guerra

1 COLEGIO DE MEXICO *3 905 0181031 5* NHjeide IJNAHUmo fflZ £N If) GOGKRO [ • • Novel a : Vis fa de Bilbao segun uii ^rabadodeja ejwca(4mj REKACIMIMFO ; ' I 209282 I u&t PAZ EN LA GUERRA 0BRA5 DEL AUTOR Pvbluadas en la Biblioteca RENACIMIENTO V. Pricto y Covipaiiia. Madrid. Mr RELIGION Y OTROS ENSAYCS. 1911. (Agotada.) Poit TIERRAS DE PORTUGAL Y DE ESPANA. 1911. SOLLLOQUIOS Y CONTERSACIONES. 1912. CONTRA ESTO Y AQUELLO. 1912. EL ESPEJO DE LA MUERTE. (Cuentds.) 1913. VrDA DE DON QULJOTE Y SANCHO. Tercera ediciSn. 1923. DEL SENTILLDSNTO TEAGICO DE LA VIDA. NIEBLA (NEVOLA). (Novela.) ABEL SANCHEZ: UNA I-USTOIUA DE PASION. (Novela.) 1917. LA TIA TULA. (Novela.) 1921. ANDANZAS Y VTSIONTS ESPANOLAS. 1922. En otras yublicaciones. AMOK Y PEDAGOGIA. (Novola.) PAISAJES. «Colecci6u CaWus. Salamanca. 1902. DK MI PAIS. Descripclones, relates y articulos de cos- tum^res. Madrid. 1903. I'OESIAS. Madrid. 1907. IIECUERDOS DE NINEZ Y DE MOCEDAD. Madrid. 1908. RCSARIO DE SONETOS I.IRICOS. Madrid. 1911. ENSAYOS. (Sioto volumcnes.) Madrid. 191G-1S. EI. CRISTO DE VELAZQUEZ. (Poema.) Madrid. 1920. TRES NOVEI.AS EJEMPLARES Y UN PROLOGO. Madrid. 1920. Est a. n truducidas al itaLiano, al f ranees y al ingles Del sentivviento tr&gico de la vida; al francos el pri- mer tomo do los Ensayos, y al italiano, Vida do Don Quijote y Sancho, El esyejo dc la muerte, Niebla, Abel S&nohez, v on preparaci6n otras. MIGUEL DE UNAMUNO PAZ EN LA GUERRA SEGUNDA EDICION RENACIMIENTO SAN MARCOS, 42 MADRID ES PROPIKDAD DERECHOS RESERVADGi:- IMPRENTA I.AT1NA. COVARRUBL&S, 9.—TELKFLNO 23-67 J.. P R O L O G O A p rimer a edicidn dc esta obrci, publiada en I8P7, L hace, pves, vcintisris alios, ha ya ticmpo que sc agotd, por lo que he cle&idido dar a luz esta segunda. Y al haccrlo no he qverido reto; aria, vi pulir su estilo conforme a mi posterior mancra de escribir, ni altc- rarla en lo vids mlnimo, salvo correccidn de erratas y errores dc bulto. No creo toner derecho, aliora. que me falta alio y medio para llegar a la scscntcna, para co- •rregir, y mcncs rejormar, al que fut en mis moeeda- des de los treinta y dos afios de vida y de ensueno. Aqvi, en cstc libro—que es el que fuf.—cnccrrf vids • de doee afios dc trabajo; aqul recojl la. {lor y el frvlo dc mi expcricncia dc ninez y dc moredad; aqul esUt •el eco, y araso el perfume, de los vifts liondos rccvcr- dos de mi vida y de la vida del pueblo en que iiad y me cri5; aqvi cstCi la revelaciOn que me fu6 la his- toria y con clla el arte. Esta obra es tanto como una novcla hislOriea una hits tor ia anovelada. Apcna-s hay en clla dctallc que haya inventado yo. Podria documentor sus mtis mcnu- dos episodios. Creo que aparte el valor literario o artlstico—mCis 'Men poQtico—que pueda tener, es hoy, en 1023, de tan- c MIGUEL DE UNAMCNO ta actualidad covio citando se publico. En lo que se pen-- saba, se sentia, se sofiaba, se sufria y sc vivla en 1371,. euando brizabtin mis ensuenos infantiles los estallidos- de las bombas carlistas, podrdn aprender no poco los mozos, y aun los maduros de hoy. En esta novela hay pinturas de paisaje y dibujo y< colorido de tiempo y de lugar. Porque despuSs he aban- donado este proceder, forjando novelas juera de Ivgar y tiempo determinados, en esqueleto, a modo dc dra- mas intimos, y dejando para otras obras la contempla-- cidn de paisajes y celajes y marinas. Asi en mis novelas Amor y pedagogia, Niebla, Abel Sanchez, La tia Tula, Tres novelas ejemplares y otras menores, no he querido- distraer al lector del relato del desarrollo dc acciones y pasiones humanas, mientras he reunido mis estudios artisticos del paisaje y el celaje en obras cspecialcs,_ como Paisajes, Por tierras de Portugal y de Esparia y Andanzas y visiones espauolas. No s6 si he acertado o no con esta diferenciacidn. Al entrcgar de nuevo al publico, o mejor a la naciOn, este libro de mi moccdad, aparecido el auo anterior al' histdrico dc 1S0S—de cuya gencracidn me dicen—este relato del mCis grandc y vius fecundo cpisodio natio- nal, lo hago con el profundo convencimiento dc que si algo dejo en la litcratura a mi patria, no ser(i esla no- vela. lo de mcnos valor en, cllo. Pcrmitidmc, espanoles,. que asi como Walt Whitman dijo cn :una coleccidn de sits pocmas: dEsto no es un libro; es un hombre!», diga yo dc este libro que os entrego otra vcz: <zEsto no cs una novela; es un pucblo.» Y que el alma de mi Bilbao, flor del alma de mi Es- parto, rccoja mi alma cn sit rcgazo. MIGUEL DE UNAMUNO. Salamanca, abril de 1923. I N una de las llamadas en Bilbao siete calles, nudeo germinal de la villa, habla por los alios de cua- renta y tantos una tienduclia de las que ocupaban me- dio portai a lo largo, abriendose por una compuerta eolgada del tecbo, y que a el se enganehaba una vez abierta; una chocolaterla llena de moscas, en que se vendla variedad de gfineros, una minita que iba hacien- do rieo a su dueno, al decir de los vecinos. Era diclia eorriente el de que en el fondo de aquellas casas viojas de las siete ealles debajo de los ladrillos tn.l vez, hubiese saquillos de peluconas, hechas, desde que se fund<5 la villa mercantil, ocliavo a ocliavo, con una inquebrantn- ble voluntad de ahorro. A la liora en que la calle se animaba, a eso del mo- diodla, sollase ver al cboeolatero de codos en el mos- trador, y en raangas de camisa, que haclaii rcsaltar una carota afeitada, colorada y satisfeclia. Pedro Antonio Iturriondo habla nacido con la Cons- titucifln, el afio doce. Fueron sus primeros de aldea, de lentas horas muertas a la sombra de los castafios y no- gales o al euidado de la vaca, y cuando de rauy joven fu6 llevado a Bilbao a aprender el manejo del majadero bajo la inspeccifin de un tlo materno, era un trabajador serio y tlmido, Por haber aprendido su ofieio durante aquel decenio patriareal debido a los cien mil hijos de 8 MIGUEL D E US1MI1NO San Luis, el absolutismo simbolizS para el una juven- tud calmosa, pasada a la penumbra del obrador los dlas laborables, y en el baile de la camp a de Albia los l'estivos. De haber oido hablar a su tio de realistas y constitucionales, de apost/51ieos y masones, de la regen- cia de Urgel y del ominoso trienio del 20 al 23 que obli- gara al pueblo, liarto de libertad segQn el ilo a pedir inquisieion y cadenas, sae6 Pedro Antonio lo poco que sabla de la naeiCn en que la suerte le puso, y el se dcjaba vivir. En sus primeros anos de ofleio iba con frecuencia a ver a sus padres, mas lo descuid6 tan luego como hubo •conocido en los bailes domingueros a una buena moza, Josefa Ignacia, expresifin de serena calma y dulce ale- gria difusa. Aconsejado por su tio deeidi6 tras una buena rnmia liacerla su mujer, e iba el asunto en vl«pe- ras de arreglo, cuando, muerto Fernando VII, estidlS la insurrecci6n carlista, y obedeciendo Pedro Antonio al tio que le liiciera hombre, se unifi, a los veintiun alios, ;>, los voluntarios realistas que Zabala sublev6 en Bilb.io, dejando asi el majadero para defender con el fusil ue ehispa su fe amenazada por aquellos: jconslitucionale?, hijos legltimos de los afrancesados, decla el tio, ana- diendo que al pueblo que rcchazo las ;iguilas del Impe- rio sabrla barrer la cola mas6nica que nos dejaron en casa. Sintio Pedro Antonio al separarse de su novia lo que el que a punto de ir a acostarse a dormir es llama- do a trajinar, pero Josefa Ignacia, tragandose las la- grimas, y creycndo en un Dios que da tiempo y lo quita, fu6 la primera enexcitarle a quecumplieseloque era la voluntad de su tio, y la de Dios segfin los curas, asegurandole que le esperaria, aprovechando de paso la espera para Iiacer sus ahorrillos, y que rezarla por 61 para que no bien triunfasen los buenos se casaran cn paz y en graeia de Dios. iC6mo recordaba Pedro Antonio los siete afios 6pi- cos! Era de oirle narrar, con voz quebrada al fin, la PAZ E JT LA GL'EES A 0 muerte de don Toraas, que es como siempre llamaba a Zumalacarregui, el caudillo coronado por la muerte. Narraba otras veces el sitio de Bilbao, «de este mismo Bilbao en que vivimos®, o la noehe de Luchana, o la victoria de Oriaraendi, y era, sobre todo, de oirle refe- rir el couvenio de Vergara, cuando Maroto y Espartero se abrazaron en medio de los sembrados y ent.ro los viejos ejercitos que pedlau a voces una paz tan dulce tras tanto y tan duro guerrcar. iCuanto polvo liablan tragado! Hecho el convenio volvi6, dejando el fusil ahumado. a empunar en Bilbao el majadero, y la guerra de los siete anos vivifieole la vida nutriendosela de un tibio ideal hecho carne en un mundo de recuerdos do fatiga y gloria. As!, vuelto al oficio el auo 40, a los 28 de edad, caso con Josefa Ignacia, que le entrego la calceta do sus ahorrillos, se hicieron uuo a otro desa-i el prih.er dla, y el calorcillo de su mujer, expresiCn de f 3 veil a calma y dulce alegrla, templ6 en el los recuerdos de los anos heroicos.

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