Hubeñak, Florencio Historia de la Universidad Católica Argen- tina Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la Institución. La Biblioteca posee la autorización del autor y de la editorial para su divulgación en línea. Cómo citar el documento: Hubeñak, Florencio. Historia de la Universidad Católica Argentina [en línea]. Buenos Aires : Universidad Católica Argentina, 2016. Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/historia-universidad-catolica-argentina-hubenak..pdf [Fecha de acceso] HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA Florencio Hubeñák HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA Hubeñák, Florencio F. Historia de la Universidad Católica Argentina / Florencio F. Hubeñák. - 1a edición especial - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Universidad Católica Argentina, 2016. 414 p. ; 25 x 17 cm. Edición para Fundación Universidad Católica Argentina ISBN 978-950-44-0102-5 1. Universidad. 2. Historia. 3. Universidad. I. Título. CDD 378.009 Fundación Universidad Católica Argentina A. M. de Justo 1400 (C1107AAZ) [email protected] • Buenos Aires, diciembre de 2016 ISBN: 978-950-44-0102-5 Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Printed in Argentina - Impreso en la Argentina Junto con mi agradecimiento por la generosa colaboración del Lic. Mario Leonardo Miceli, dedico esta obra a todos aquellos que, desde distintos lugares, hicieron posible y agradable mi vida en la UCA. Florencio Hubeñák • 7 PRÓLOGO Las páginas de este minucioso trabajo del Dr. Florencio Hubeñák, realizado con la colaboración del Lic. Mario Miceli y enriquecido con diversos aportes de muchos miembros de la comunidad univer- sitaria, presentan una prolija investigación de antecedentes, necesa- rios para conformar una crónica histórica de la Universidad Católica Argentina (UCA). Son una metódica y esmerada búsqueda de docu- mentos, actas y otros instrumentos, que testimonian su desarrollo, desde la etapa fundacional y hasta el presente. Como muy bien explica el autor, el 7 de marzo de 1958 el Epis- copado Argentino declaró oficialmente fundada la UCA bajo la ad- vocación de Santa María de los Buenos Aires, la que comenzó a funcionar en la antigua sede de la Nunciatura Apostólica. De esta manera se llevaba a término el anhelo fallido de principios del siglo XX, proyecto que debió suspenderse porque los gobiernos de aque- lla época no aceptaban otorgar validez a sus títulos. La Iglesia nunca abandonó la esperanza de recrear aquel proyec- to, fundado en el derecho que tiene el pensamiento cristiano de ani- mar el estudio de las distintas ciencias y también en la obligación que deriva del mandato de Jesús, en cuanto a evangelizar toda la realidad humana. Cuando se dio la oportunidad, con un selecto nú- mero de profesores que provenían de los antiguos Cursos de Cultura Católica y otro grupo de académicos que adhirieron al llamado del Episcopado Nacional, se inauguró nuestra Universidad. Al comenzar la tarea académica, los primeros hombres de esta Casa de Estudios crearon su Estatuto, claro y sencillo, que incluía la participación jerárquica de toda la comunidad universitaria, y con- formaron inteligentemente las ordenanzas que guiarían su gobier- no. Asimismo, se ocuparon de ratificar su autonomía académica y el concurso activo y ordenado de todos sus miembros. Con la mira puesta en el humanismo cristiano, dispusieron para todas las carreras el estudio de materias de formación, con sus fun- damentos filosóficos, su iluminación teológica y su proyección hacia la sociedad y la historia. • 9 FLORENCIO HUBEÑÁK La Iglesia, cuya finalidad es la evangelización, necesariamente debe llegar al universo del hombre, y por lo tanto a la cultura. Por esa razón siempre se preocupó por la educación superior, promoviendo en ella egresados destacados por sus conocimientos, preparados para el desempeño de funciones de responsabilidad en la sociedad, y a la vez testigos de la fe en el mundo, capaces de influir en los rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter y la identidad del país. La Universidad es el órgano más importante de la cultura de una Nación. Configura una institución consagrada, sin reservas, a la cau- sa de la verdad. Juan Pablo II afirma que esa es su manera de servir a la dignidad del hombre.1 En su quehacer persigue la unidad y no la fragmentación; busca la interrelación y no la dispersión. Su finalidad última siempre será la búsqueda de la verdad en la diversidad y la multiplicidad de las distintas ciencias. La fragmentación en la cultura también produce fisuras en la Uni- versidad. Es bastante común encontrar especialistas en una discipli- na específica que no guardan la visión del todo. Ante esta predisposición y la falta de comunicación entre las ma- terias, es bueno recordar la invitación de Benedicto XVI a “redescu- brir la unidad del conocimiento”, que consiste en “abrir al humanis- mo cristiano todas las materias enseñadas”. Ninguna ciencia puede estar divorciada totalmente de las otras. Ninguna debe cerrarse a la perspectiva de la verdad total ni dejar de lado el intento de superar la brecha existente entre la fe y la cultura.2 Como católica, debe realizar su investigación y organizada do- cencia en cada uno de los estamentos del saber, buscando, a la vez, un principio unificador en la síntesis que ofrece la filosofía y en el vínculo espiritual que le alcanza la Revelación. Recuerdo el entusiasmo y la mística de aquellos primeros profe- sores y alumnos y las manifestaciones públicas que llevamos a cabo en 1958 peticionando ante el Congreso de la Nación la aprobación de una ley que autorizara el funcionamiento de las Universidades Privadas. Manifestaciones que contaban también con la presencia 1. Cf. Ex corde Ecclesiae (Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas 4). 2. Cf. Benedicto XVI, Discurso a los participantes de la XXIII Asamblea de la FIUC, 19/11/2009 10 • PRÓLOGO de miembros de algunas otras Altas Casas de Estudio que, como la UCA, habían comenzado su tarea pocos meses antes. El presente libro induce a recordar los momentos fundacionales y el empeño de tantas figuras señeras que supieron marcar su rumbo y establecer con equilibrio su futuro desarrollo. Realmente era admira- ble aquel grupo primero de maestros en las diversas disciplinas que se habían reunido para establecer los planes de estudio de la UCA. Basta detenerse en la nómina del primer Consejo Superior. En rea- lidad, volver a esos inicios despierta añoranzas. Éramos todos como una familia. Se vivía una mística muy especial que, el paso de los años y la rutina de su desenvolvimiento, ayudaron a obscurecer un poco. Además, con la necesaria reforma de sus primeros Estatutos tan simples y sensatos, siento que se cambiaron algunas normas que no debieron perderse. Desde su comienzo se asumió el compromiso de adoptar, sin des- medro de la libertad de sus estudios específicos, los principios de un humanismo cristiano apoyado en las exhortaciones del Magisterio de la Iglesia. Se buscaba asegurar el progreso de las ciencias en los diversos órdenes de la actividad académica, en concordancia con la fe.3 Todos sus miembros tenían ante los ojos la meta de consolidar una verdadera Universidad, en la unidad de la verdad y en la diversi- dad de los distintos saberes. La búsqueda de esta concordancia fue creando la exigencia de establecer formalmente un espacio para promover la integración del saber. Para ello se creó un Instituto cuyo cometido era precisamente la reflexión conjunta de los profesores y alumnos en relación con estos temas. Después de casi medio siglo, aún recuerdo algunos de aquellos seminarios. Entre tantas cosas que vienen a la memoria al evocar los pri- meros tiempos, se destacan los orígenes humildes de sus primeras sedes: primero, la antigua Nunciatura y algunas pocas aulas alqui- ladas a los colegios vecinos; luego, el establecimiento de las distin- tas Facultades en sus sedes propias, aunque precarias; más tarde, la compra de la casa de Juncal y Arenales para destinarla a la Sede Central y, por fin, la realización de los dos primeros edificios espe- cíficamente planificados para cubrir las exigencias universitarias: uno para la Facultad de Filosofía y Letras y el otro para Ingeniería 3. Art. IVº de los primeros Estatutos. • 11 FLORENCIO HUBEÑÁK que, con las mejoras pertinentes, ahora ocupa la Facultad de Cien- cias Agrarias. Si se comparan esas dispersas sedes con lo que hoy se ve, la Universidad de aquel tiempo aparece como muy modesta en sus recursos materiales. Sin embargo, la sabiduría de sus profe- sores y la calidad de la enseñanza que se impartía compensaban con creces esas carencias. Es obvio que el patrimonio de los primeros tiempos era casi nulo. Pero el empeño de Mons. Octavio Derisi y del Consejo de Adminis- tración (cuyo primer tesorero fue Enrique Shaw, primer presidente de ACDE y hoy Siervo de Dios) fue procurando pacientemente los medios necesarios para su funcionamiento. Desde los valores materiales, con su nuevo campus, la UCA se ve grande, pujante y cómoda para el cumplimiento de sus proyectos. Alcanzó espacios suficientes para desarrollar ampliamente su labor académica de docencia e investigación. Cuenta con los medios y las posibilidades edilicias para consolidarse como una de las mejores Universidades de la Argentina. El reconocimiento logrado en el país y también en el extranjero, son prueba de ello. Por eso, importa tanto el cuidado de su excelencia académica y el orden de su desarrollo. Ha sido fundamental el reconocimiento de la igualdad de las Facultades en el conjunto de la Universidad, de tal manera que no haya Facultades académicamente dependientes de otras, o simplemente anexadas, como ocurría con algunas sedes del interior del país. Todas tienen el mismo nivel en el todo, y sus autoridades las representan legítimamente en el Consejo Superior.
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