Lucas Femándex Piedrahita HISTORIA GENERAL DEL NUEVO REINO DE GRANADA TOMO IV Librería SIGLO XX \ Gala 1£ fia. 6* TsU. «i-»* 1 BOGOTA • C„:t \ ^ 'o. BIBLIOTECA POPULAR DE CULTURA COLOMBIANA LIBRO UNDECIMO CONCURREN GASCA Y ARMENDARIZ EN SANTA MAR• TA.—EL OBISPO CALATAYUD SUBE A CONSAGRARSE A LIMA.—MUERE AJUSTICIADO EL MARISCAL ROBLE• DO.—ARMENDARIZ PROCEDE CONTRA LANCHERO.— CASTIGA URSUA LA REBELION DE LOS GUANES.— EL CAPITAN TOLOSA SALE A DESCUBRIR LAS SIE• RRAS NEVADAS DE MERIDA.—VUELVE DE CASTILLA EL CAPITAN VENEGAS Y PASA AL SOCORRO DE GAS• CA CONTRA PIZARRO—LOS CAPITANES PEDROSO Y CEPEDA SE ENCUENTRAN EN EL VALLE DE CORPUS CHRISTI.—ECHANSE LOS INDIOS A LAS MINAS.—TO• LOSA SIGUE SIN FORTUNA SU DESCUBRIMIENTO.— PROSIGUE ARMENDARIZ EN SU GOBIERNO Y RESI• DENCIALO EL LICENCIADO ALONSO DE ZURITA.— CONQUISTA URSUA LOS CHITAREROS Y FUNDA A PAMPLONA.—FUNDANSE LAS RELIGIONES DE SAN• TO DOMINGO Y SAN FRANCISCO EN EL REINO, Y LAS CIUDADES DE IBAGUE Y NEIVA EN LOS PANTAGO- ROS.—VUELVE EL MARISCAL QUESADA A SANTAFE.— g FERNANDEZ PIEDRAHIT4 DESCUBRESE EL PARAMO RICO. — FUNDANSE LAS CIUDADES DE LA PLATA Y MARIQUITA.—ENTRA UR- SUA EN LOS MUZOS Y PUEBLA A TUDELA.—RESI• DENCIA BRICEÑO A BEN ALCAZAR, REMITELO PRE• SO A CASTILLA Y MUERE EN CARTAGENA.—FUNDA• SE ALMAGUER, LA CIUDAD DE LEON Y LA VTLLETA, Y URSUA ROMPE A LOS TAIRONAS EN LA BATALLA DE LOS PASOS DE RODRIGO. CAPITULO I CONCURREN LOS VISITADORES GASCA Y ARMEN• DARIZ EN SANTA MARTA.—EL OBISPO CALATAYUD SUBE A SANTAPE Y A LIMA, Y MUERE AJUSTICIADO ROBLEDO. INGUN arte encontró la ambición con más dificultades para la práctica que el de go• bernar hombres. Este ha sido siempre el N escollo en que peligraron las mayores ca• pacidades. De Servio Galba dijo Tácito que a no haber sido emperador, todos lo juzgaran capaz del imperio; y fue su más política discreción, pues casi cuantas veces aclamó el aplauso a muchos sujetos por beneméritos para los puestos que no tenían, otras tantas los despreció la experiencia por indignos de los cargos que ya tuvieron. A nin• gún rey calificó más la Francia por digno de su corona que a Enrique tercero antes que la hereda• se, y de ninguno se mostró más descontenta que del mismo Enrique después de conseguirla. Fue su hermano el de Alanzon, tan apetecido para go• bernador de_ los Países Bajos, cuando rebeldes, como lo fue el primer don Juan de Austria cuan• do alterados; y ni a éste perdonó el odio ni al otro el desprecio, con haber sido tanta la diferencia en regirlos como fue la contrariedad de los genios. Deben de necesitar, sin duda, los que han de go• bernar hombres, de regular sus acciones por las que aplican para gobernar brutos, pues aunque de unos a otros sea tanta la diferencia, lo que re• sulta de unas y otras acciones parece lo mismo. 10 FERNANDEZ PIEDRAHITA Bien podrá ser que se extrañe la similitud entre el arte de gobernar una república y el de regir un caballo; pero quien cotejare el ajustamiento que ambas artes requieren, no es posible la extrañe, pues a la manera que se desacredita el jinete que llevando en proporción los miembros restantes, no lleva ajustada la mano o poniendo todo el desvelo en el ajuste de la vara y la rienda, se desaira con el descuido de componer otra parte alguna del cuerpo; asimismo le importará muy poco al que gobierna hombres el cúmulo de muchas virtudes de las que debe tener si se falta al ajustamiento de alguna de las que debe observar. Y si al des• cuido de la menor acción que al jinete le previno el arte, lo descompone un bruto, también al repa• ro de cualquier vicio con que se afea un juez, lo desacredita un pueblo. Vivos ejemplares pudieran afianzar este discurso en el tiempo presente, si no tuviéramos el empeño de referir en este libro algunos de los pasados. En él hallaremos, entre varios acaecimientos de invasiones, parcialidades, incendios y tragedias que produjo la conquista del Nuevo Reino de Granada en el siglo anterior, la uniformidad con que se malquistó tanto Miguel Diez de Armendáriz por la falta de una virtud que le notaban, habiendo sido en las demás ajustado, como se desacreditó su antecesor don Alonso Luis de Lugo por su codicia, habiendo sujetado los de• más vicios a que pudieran arrastrarlo el verdor de la edad y'despotismo del dominio. Partido, pues, Pedro de Ursúa para Santafê, co• mo dijimos en el libro antecedente, trató Miguel Diez de Armendáriz de desembarazarse de los ne• gocios de Cartagena, más por las instancias que le hacían desde la corte, que por inclinación que a ello tuviese, olvidado de que siendo las visitas de suyo aborrecibles, tanto menos lo serán los jue• ces cuanta más priesa se dieren en abreviarlas, y al fin, no teniendo ya más colores que darle a su detención, y habiendo remitido preso a estos rei- HISTORIA DEL NUEVO REINO H nos al adelantado don Pedro de Heredia, dificulta• des que fácilmente se vencieron, pasó a Santa Marta a residenciar los ministros de Lugo. En cu• yo tiempo, o por manifestar aquella soberanía que como carácter se imprime en los visitadores al tomar tierra en las Indias, o porque en lugares pe• queños tienen por despojo que se les hace el de aquella veneración que los vecinos rinden a la dig• nidad episcopal, o haya sido por otra causa que los residenciados moviesen para no peligrar en tanto que las cabezas estuviesen encontradas, pues ninguna expresan los historiadores, tuvo algunos disgustos con el obispo de Calatayud o los había tenido desde Cartagena, como dicen otros, y fue• ron tales, que obligaron a éste a salir de su obis• pado, y con el pretexto de irse a consagrar llegó a Santafé a los dos de mayo, y desde allí na paró hasta Quito, donde entró ya por el año de cuaren• ta y seis y halló a Gonzalo Pizarro envuelto en aquellas aclamaciones de restaurador de la liber• tad que los del Perú le hacían por haber poco an• tes vencido y muerto en batalla al virrey Blasco Núñez Veía, cuyo lastimoso accidente desquitó el cielo con la victoria que consiguió el César del Pa• latino rebelde, y con la muerte de los reyes de Francia e Inglaterra, Francisco I y Enrique VIH, sucedidas el mismo año. Fue, pues, el obispo Ca• latayud bien recibido y acariciado de Pizarro, pa- reciéndole ser de conveniencia a sus designios ga• nar un prelado más que lo apoyase; pero el obis• po, disimulando aquellos sentimientos que le dic• taban sus obligaciones, viéndose en parte que ya necesitaba de lo que más aborrecía, hubo de acom• pañar â Pizarro hasta Lima, donde lo consagró el arzobispo don Jerónimo de Loayza con tanto aplauso, como puede imaginarse de la generosidad de Gonzalo Pizarro, que lo apadrinó en su consa• gración. Aquí los dos prelados debieron de conferir so• bre el riesgo en que se hallaban a vista de la ti- 12 FERNANDEZ PIEDRAHITA ranía con que se gobernaba el Perú; y habiéndo• le propuesto a Gonzalo Pizarro con gran suavidad las peligrosas sendas por donde lo habían' guiado los malcontentos de las nuevas leyes y cuánto pe• ligraría el crédito de la lealtad en los oídos de su rey natural cuando llegasen los informes de lo su• cedido envueltos en el rumor de los tumultos y muertes si no anticipase las disculpas su obedien• cia para que los méritos suyos y de sus hermanos le granjeasen el perdón de lo que se hubiese erra• do, y habiéndolo inclinado a convenir en toda la propuesta, como no lo removiesen del gobierno, que fue tema que lo despeñó, y no otro alguno, por más que Calancha pretenda persuadir que haya sido lo contrario de lo que fue, en descrédito de autor tan grave como el comendador don Juan, An• tonio de Vera y Zúñiga, se ofrecieron el uno y otro a pasar a la corte al ajustamiento de todo, ya fue• se porque, atentos a su agasajo y lastimados de su ruina, deseasen verlo restituído a la gracia de su príncipe, o ya porque en la oferta (fuese o no cumplimiento) libraban la salida de aquellos rei• nos tan estragados; pero, de cualquier suerte que ello fuese, aceptó Pizarro deseoso de satisfacer al Consejo y obligado del recelo en que ya lo tenía puesto la noticia de haber llegado a Portobelo juez que conociese de las alteraciones del Perú. Poco tiempo antes había tomado puesto en San• ta Marta el juez, que lo era el licenciado Pedro de la Gasea, acompañado de Iñigo de Rentería y An• drés de Sianca, oidores nombrados para Lima, y del mariscal Alonso de Alvarado, y adelantado Pascual de Andagoya y otros caballeros; y como estuviese allí el licenciado Miguel Diez de Armen• dariz, y les diese noticia de la derrota y muerte del virrey Blasco Núñez Vela, que fue a los diez y nueve de enero, y del suceso de Portobelo, ocu- • pado por Melchor Verdugo, se alteró tanto vien• do que las cosas estaban en peor estado del que se había presumido, que casi estuvo resuelto a se- HISTORIA DEL NUEVO REINO Ig guir la ruta de Nueva España, y encaminado por el mar del sur, pasar privadamente a tratar con Gonzalo Pizarro y aconsejarle se redujese al ser• vicio del rey. Por otra parte, lo detenía la consi• deración de que sería empeño de más crédito no extraviarse de Panamá, donde sería bien hacer primero experiencia de la lealtad de las personas y cabos que allí estaban.
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