
THE UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBRARY V. b !^' Hetum Üiis book on or before the Latost Dato stamped below. A charge is made on all overdue books. Umverñty oí Illinois Library ^l,VÍ ja¡' rioísc^ M32—30715 antología . DE POETAS ARGENTINOS (tomo vi) y r /j ANTOLOGÍA DE POETAS ARGENTINOS POR JUAN DE LA C. PUIG. <LA PATRIA BS UNA NUBVA MCSA &UX INFLtTYE DIVINAMENTE.» Fr. C. J. Rodrigue*. CNT7ESTROS POETAS HAN SIDO LOS SA- CERDOTES DE LA CREENCIA DE MATO.» y. M. Gutiérrez. lot\Q VI - EL CLAMOR DE LOS BARDOS í BUENOS AIRES EDITORES : MARTIN BIEDMA ¿ HIJO Bolívar N® 535 aSo del Centenario—loio _ r antología DE POETAS ARaENTINOS EL CLAMOR DE LOS BARDOS JOSÉ RIVERA INDARTE / JOSÉ MÁRMOIv CI.AUDIO MAMERTO CUENCA ^. -fd^ NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS "V -..*-J^ JOSÉ RIVERA INDARTE Nació D. José Rivera Indarte eu Córdoba, el 13 de Agosto de 1814. Hizo sus estudios de humanidades en Buenos Aires, en cuya Universidad de Derecho se gra- duó de doctor en leyes. Empezó muy pronto á des- collar entre los jóvenes más estudiosos de su genera- ción, y siendo todavía estudiante, se dio á conocer como pensador de grandes vistas, abogando por la apertura de los mercados y puertos argentinos al comercio es- pañol, en un opúsculo que publicó en 1834, con el cual alcanzó gran resonancia. Complicado desde el comienzo de su vida universi- taria en la ardiente lucha que sostenían los hombres de las distintas tendencias políticas y religiosas, respec- to á la mejor forma de gobierno que se debiera dar al país, sus ideas católicas lo hicieron blanco de los más violentos ataques. Escritores modernos han lapidado su nombre, pre- sentándolo con la afrenta de la delincuencia, como ex- pulsado de la Universidad, por substracción de libros. ) y como expatriado del país, por tentativa de estafa y falsificación de documentos. ( i La consideración social y el juicio público del más alto exponente de seriedad, ilustración, probidad y cultura de un pueblo, cual es la opinión de los hom- bres más respetables, no ha sancioaado esos fallos de la justicia embrionaria de los estrados de la anarquía, y á nuestro juicio, vale más el aplauso y la conside- ración que Rivera Indarte mereciera siempre á hom- bres como el general Bartolomé Mitre, ó el ilustre D. Juan María Gutiérrez, que no lo que puedan pro- bar esas exhumaciones de procesos de una época, en que imperaba, sin contralor de ninguna especie, la om- nímoda voluntad del siniestro señor de los Santos I/Ugares. Rivera Indarte fué es Pero desterrado, verdad. ¡ tan- tos otros lo fueron, que la razón de los destierros des- aparece, para no dejar ver más que, el sistema / Dirigía entonces el gobierno de la vecina Repú- blica el ministro D. Santiago Vázquez, quien, cono- ciendo las dotes de Rivera Indarte, que á la sazón contaba 22 años, apenas supo que se encontraba en Montevideo, lo llamó y tomó bajo su protección, con- fiándole la dirección de un diario oficial que se llamó «El Investigador», donde, y en opinión del mismo es- critor antes citado : ( 2 ) «logró abrirse camino al fa- vor de una inquebrantable pertinacia, de una contrac- ( I ) A. Saldías. cHistoria de la Confederación Argentina». Tomo IV, pá- ginas 33 y 35. ( 2 ) A. Saldías. Obra citada, vol. 4, pág. 35. XI ción que desafiaba el cansancio, de cierta audacia ge- nial para encarar toda clase de cuestiones, y de la poderosa iniciativa que empezó á desplegar, alentado siempre con la idea de poner de su parte la opinión». Bl año 1843 regresó Rivera Indarte á Buenos Ai- res, y siguiendo su inclinación al periodismo, redactó «El Imparcial», en compañía de D. Bernardo Vélez. Dice el Dr. Saldías (i): «Esta es la época de su vida en que mayor gala hizo!^de su fecundia. I^a pro- sa y el verso ; el diario y el panfleto ; la política y la literatura ; las cuestiones de interés local como las que se relacionaban con la Europa, y principalmente con la España, todo lo usó y abarcó su actividad incesante, con éxito más ó menos feliz». Rivera Indarte se afilió al partido federal, y fué de los más entusiastas defensores de sus principios, y de los más exaltados apologistas de Rosas. El < Himno de los restauradores» dedicado al «Excmo. Sr. Brigadier General, Restaurador de las leyes. Go- bernador y Capitán General de la Provincia de Bue- nos Aires, D. Juan Manuel de Rosas», y el «Himno Federal» que comienza: Federales, á Rosas invicto, Jurad siempre constancia y amor, Que es terror de unitarios su brazo, Y del libre el apoyo mejor. son composiciones del más avanzado servilismo en su ( I ) A. Saldías. Obra citada, vol. 4, pág. 36. ) XII género, que bastan para desvirtuar cuanto su autor escribiera después en sentido contrario. Rivera Indarte fué, durante más de un año, el poe- ta de la tiranía. Su musa no le inspiraba entonces más que versos en obsequio y alabanza del Restau- rador y de la restauración; y su numen se desataba en coplas, canciones y leyendas, que circulaban pro- fusamente por los salones y la campaña, extendiendo su fama de poeta, y difundiendo la admiración hacia D. Juan Manuel. «Los ecos cada vez más destemplados de la propa- ganda de Rivera Indarte, dominaron el escenario po- lítico del año de 1835. Los partidarios más intransi- gentes del nuevo orden de cosas, y el pueblo que lo aplaudía, veían reflejados sus conatos más enérgicos en los escritos de ese joven que había colocado una bandera roja en su barricada de combate y batía con ventaja á los enemigos, eclipsando los escritos pálidos y tiesos de D. Pedro de Angelis, los de D. Manuel de Irigoyen, que rebosaban candoroso entusiasmo, y aún los de D. Nicolás Marino, que fué después su émulo». ( I Pero, de la noche á la mañana, cambió la situación de Rivera Indarte para con el Gobierno. Empezó á ser sospechado de estar en connivencia con los cons- piradores de Montevideo, viéndose obligado á discu- tir la lealtad de su conducta ante el ceño desdeñoso de los hombres más allegados á Rosas. ( I ) Saldfas. Obra citada, tomo 4, pág. 54. XIII Al agasajo sucedió el aislamiento, y á éste el cas- tigo. Se le puso preso, bajo la inculpación de ser agente secreto de los emigrados, y al fin fué condenado á ir á reunirse con ellos. Por consejo del ministro D. Santiago Vázquez, que se hallaba entonces aquí, decidió Indarte volver á ra- dicarse en Montevideo; pero quiso antes realizar un viaje de instrucción por los pueblos más adelantados del continente americano, y se embarcó para los Es- tados Unidos y el Brasil. A su regreso á Montevideo entró á formar parte de la redacción de «El Nacionali^ y su prédica tomó los caracteres de una verdadera Rosasfobia. El lenguaje de Rivera Indarte excedió en despecho y procacidad al de todos los demás escritores de dia- tribas contra la restauración^ á tal punto, que protes- taron de ello los mismos unitarios. El fundador de la «Sociedad de Mayo», se expre- saba en los siguientes términos, en carta citada por el Dr. ( « Saldías : i ) ¿ Qué doctrina social ha formu- lado Vd. en su apostolado de cinco años en «El Na- cional»? ¿qué idea nueva ha emitido; qué importa^ ción inteligente nos ha inoculado qué origi- ; poesía nal nos ha revelado; qué intuición de su genio nos ha embutido?. ¡Apostolado para el pueblo! dice Vd. Apostolado de sangre, de difamación, de inmundicia... Hay una doctrina que Vd. ha concebido y desarro- llado con la erudición más escogida, y esta doctrina ( I ) Obra citada, tomo iv, pág. 44. ) XIV es la más digna de su apostolado: el tiranicidio. Pero el pueblo replica indignado: que venga á matar el muy villano, si tiene corazón de asesino que venga ; á santificar con su sangre su doctrina. Y el padre Mariana se levanta de su tumba, gritando : Venga mi ¡ doctrina! Fuera ese párrafo de erudición que empa- cha; fuera esa lógica tuerta» ... En 1841 Rivera Indarte, en compañía de D. Juan María Gutiérrez, fundó un pequeño periódico que se escribía todo en verso, y que se llamaba «El Tirteo». «Rendido por la lucha y la tarea, murió de una en- fermedad al pulmón, euja noche del 19 de Agosto de 1845, ^^ ^^ isla de Santa Catalina». ( i Aun cuando D. José María Torres Caicedo coloca al de Rivera Indarte entre los más bellos nombres de la literatura latino-americana el Sr. ( 2 ), y Menendez Pelayo ha calificado de medianos sus versos, el juicio de la crítica nacional ha sido esta vez mucho más se- vero, y empezando por el ilustre Gral. Mitre, prolo- gista de las poesías de Rivera Indarte, que dice: «Des- provisto de las facultades perceptivas del poeta por vocación, tuvo que suplirlas por arte, estudiando la poesía como quien estudia una ciencia. Su vida re- belde á la armonía se educó en los ensayos del ritmo y la cadencia, y aunque jamás pudo conseguir dar á sus versos el numen de esos versos instintivos que salen confundidos de una pieza, consiguió subordinar- ( I ) J. M. Gutiérrez «América poética», pág. 727. (2) «Ensayos biográficos» láSS, pág. 96. XV los á la medida» no ha sido más favorecido por los demás. D. Juan María Gutiérrez llega hasta decir : «nunca se creyó poeta, y desconfió de la aceptación que pu- dieran tener sus versos: creía, sin embargo, que la poesía era una fuerza que puede encaminar los espí- ritus al bien, y que ella debía tener una misión de castigo y de pre?nio, y no perderse en el platonicismo de las ideas ^ ó en la espiritualización del amor.
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