Venezuela, Vórtice De La Guerra Del Siglo XXI

Venezuela, Vórtice De La Guerra Del Siglo XXI

Venezuela, vórtice de la guerra del siglo XXI GIORDANA GARCÍA SOJO Y TAROA ZÚÑIGA SILVA (COMPILADORAS) REINALDO ITURRIZA LUIS SALAS MANUEL AZUAJE FRANCO VIELMA YEKUANA MARTÍNEZ Y LUIS DELGADO JORGE ARTURO REYES PASQUALINA CURCIO MARÍA ALEJANDRA AGUIRRE HERNÁN VARGAS VÍCTOR FERNÁNDEZ LORENA FRÉITEZ MENDOZA JOSÉ ROBERTO DUQUE CONTENIDO Prólogo JAVIER COUSO Introducción Latinoamérica resituada. El lugar del chavismo en la nueva geopolítica mundial GIORDANA GARCÍA SOJO Y TAROA ZÚÑIGA SILVA I. Surgimiento del chavismo en la Venezuela mina El chavismo: de dónde viene y por qué aún resiste REINALDO ITURRIZA Mitos y verdades sobre el rentismo petrolero antes, durante y después de Chávez: notas para una discusión LUIS SALAS El Estado medusa. Viejas y aún vigentes estructuras en la Revolución Bolivariana MANUEL AZUAJE II. Venezuela en el vórtice: guerra total al chavismo Dart Vader returns. Definiciones sobre la acción estadounidense en el asedio a Venezuela FRANCO VIELMA La guerra tibia de la seda y la alianza de China y Rusia con Venezuela YEKUANA MARTÍNEZ Y LUIS DELGADO Explorando al agresor: la diplomacia coercitiva de los Estados Unidos y el caso Venezuela JORGE ARTURO REYES Impacto de la guerra económica contra el pueblo de Venezuela PASQUALINA CURCIO Fakenews y la guerra por las subjetividades: de Cambrige Analytica al informe Bachelet MARÍA ALEJANDRA AGUIRRE III. Aquí no se rinde nadie: sujetos, perspectivas y retos La vía comunal en Venezuela HERNÁN VARGAS Logros bajo la piel: inclusiones y tensiones en las políticas sociales de la Revolución Bolivariana VÍCTOR FERNÁNDEZ Los sujetos del chavismo, la revolución “desde arriba” y algunas claves para una praxis política popular latinoamericana LORENA FRÉITEZ MENDOZA Contra el capital (o al menos al margen) JOSÉ ROBERTO DUQUE INTRODUCCIÓN LATINOAMÉRICA RESITUADA. EL LUGAR DEL CHAVISMO EN LA NUEVA GEOPOLÍTICA MUNDIAL GIORDANA GARCÍA SOJO Y TAROA ZÚÑIGA SILVA 1. Más allá de los ciclos El siglo XXI se inaugura con una ola de gobiernos progresistas revolucionarios elegidos democráticamente en América Latina. La simultaneidad de los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay, Manuel Zelaya en Honduras, Lula da Silva en Brasil, José Mujica en Uruguay y Fidel Castro en Cuba, determina la definición de la “década ganada” para el continente. Aunque son amplias las diferencias entre uno y otro proyecto de gobierno, todos coinciden en el esfuerzo programático de lo que Hugo Chávez denominaría “saldar la deuda social”: redistribución y democratización del acceso a bienes y servicios básicos –con las reformas jurídicas y administrativas del aparato estatal que esto implicaba–y desarrollo de una cultura política de la participación social que renovaría las bases de la democracia. A partir de los últimos cinco años y a raíz de la aparente caída o decadencia de los gobiernos de izquierda1, es común encontrar alusiones al “fin del ciclo progresista” o a la “restauración conservadora”, sustentadas en la victoria electoral en 2015 de Mauricio Macri en Argentina, la imposibilidad de revertir los golpes de Estado en Honduras y Paraguay, la destitución de Dilma Roussef en Brasil seguida por la victoria electoral de Jair Bolsonaro (previo encarcelamiento del candidato al que las encuestas daban por ganador con amplio margen, Lula da Silva) y el giro de 180° del perfil político de Lenín Moreno en Ecuador. Analizar la trama histórica que atraviesa a ambos momentos implica sortear el riesgo de la simplificación teórica, que tiende a restringir la complejidad política y geopolítica en que está inmersa América Latina a un movimiento pendular (derecha-izquierda) o a ciclos acotados. Es entonces necesario detenernos en las porosidades de los procesos sociales y en la centralidad del sujeto popular como reactor de las transformaciones. Por ello, creemos pertinente superar la idea que ubica como signo fundacional (o de cierre) la llegada de la izquierda al poder, lectura que tiende a asumir estas victorias electorales como reacciones que responden al surgimiento (en apariencia inesperado, espasmódico) de grandes líderes que “guiarían” a los pueblos en procesos que parecen iniciar y terminar en la medida en que 1 No es tema del presente texto ahondar las complejidades de la dicotomía izquierda/derecha, tan poco homogénea y clara en la actualidad, por lo que nos referiremos tanto a gobiernos de izquierda y progresistas como aquellos que se han fundamentado en un proyecto de nación soberanista, no alienada al gobierno de Estados Unidos y con políticas estructurales internas basadas en el bienestar social y el rol del Estado como garante del mismo. Ver: Gaudichaud, E., Webber J. y Modonesi M. (2019). Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica. se mantiene el control del gobierno, omitiendo la densidad histórica de los movimientos sociales y del poder popular que los germinaron. A la luz de los recientes estallidos sociales (2019) en Ecuador, Haití, Puerto Rico, Panamá, Honduras, Chile y Colombia, vale la pena revisar cómo las luchas populares de finales de los años 90 allanaron la vía de la “década ganada”. La rebelión popular contra el paquete de medidas económicas impuesto por el entonces presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, devino en el “Caracazo”, que a su vez reafirmó el movimiento bolivariano que se gestaba a lo interno de las Fuerzas Armadas. Entre mayo y junio de 1990 ocurre en Ecuador el levantamiento indígena Inti Raymi, que fundará un precedente en la participación de los movimientos indígenas como actores políticos demandantes de derechos colectivos y plurinacionales. El 1° de enero de 1994 aparece en México el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) oponiéndose a la instalación del Tratado del Libre Comercio de América del Norte (ALCA), aprobado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. Durante ese mismo año, se lleva a cabo en Bolivia la Marcha por la Vida, la Coca y la Soberanía, donde más de tres mil personas recorrieron a pie 600 kilómetros para rechazar la política de erradicación de los cultivos y la intervención directa de la Drug Enforcement Administration (DEA) y tropas estadounidenses en Bolivia. En 1997 el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil realizó una marcha de dos meses, recorriendo más de mil kilómetros a pie en reclamo de una reforma agraria inmediata. En diciembre de 2001 ocurrió en Argentina el “estallido”, que aglutinó a movimientos de desocupados, estudiantes y sectores de clase media, en contra de las medidas neoliberales impuestas por el gobierno presidido por De la Rúa. Sin querer ser exhaustivas, este breve recuento de movilizaciones populares organizadas y rebeliones sociales espontáneas, viene al caso en cuanto permite rastrear en América Latina la conformación de demandas por parte de sujetos que establecen formas disruptivas de participación política y de enfrentamiento con las clases dominantes. En este sentido, es interesante visibilizar el continuo de modos no tradicionales de hacer política ante el despojo social del neoliberalismo. Es imposible entender la aparición de los gobiernos progresista sin tomar en cuenta las formas de politización de los grupos organizados en torno a demandas concretas. A su vez, las nuevas movilizaciones sociales que se consolidan en 2019, dan cuenta de una experiencia distinta, que, si bien hereda rabias y luchas, también ha definido nuevas demandas de acuerdo a la posibilidad real y probada de tomar el poder o incidir en él. Un ejemplo conciso de ello es el auge del movimiento feminista como catalizador de las protestas actuales o los movimientos convocados a través de las redes sociales vía internet. En suma, con el triunfo de Manuel López Obrador en México, el declive estrepitoso del macrismo en Argentina, la permanencia del gobierno chavista a pesar del asedio interno y externo, los grandes despertares o movilizaciones sociales y la emergencia del feminismo como vanguardia de lucha en varios países de la región, resulta una perspectiva simplificadora, o al menos muy poco exacta, abordar la disputa geopolítica en la región mediante ciclos acotados por períodos electorales. Si bien se han delineado dos bloques antagónicos (gobiernos abiertamente de derecha, pro Estados Unidos, y gobiernos soberanistas, con alianzas menos alineadas), el rumbo de la región sigue abierto a la disputa geopolítica y a la puesta en discusión de modelos y fórmulas de gestión de lo público, donde la participación (y la irrupción) ciudadana constituye un factor fundamental. El mes de octubre de 2019 fue determinante para zanjar la falsa idea del fin de ciclo progresista y la consolidación de un mapa de América Latina impregnado del “nuevo neoliberalismo”. Así lo demostraron el triunfo de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner como presidente y vicepresidenta de Argentina para el próximo periodo y, sobre todo, el inicio del estadillo social en Chile, que, aún en pleno desarrollo, pone en cuestión la estabilidad de un modelo económico y social que durante décadas fue expuesto como ejemplo modélico para la región, y que hoy visibiliza niveles abrumadores de represión y desigualdad social. Paralelamente, el golpe de Estado que derrocó al recién electo presidente Evo Morales en Bolivia, también mostró la contraparte derechista, que no escatima en utilizar la fuerza militar y policial para lograr un cambio de régimen, así lo tiña de una aparente institucionalidad y legalidad poco sostenible.2 2. Objetivo: Venezuela chavista Muy a pesar de Donald Trump, América Latina está lejos de uniformizar su mapa bajo una sola bandera. Siguiendo el guión intervencionista de la mayoría de los gobiernos estadounidenses– pero con desparpajo y sin cortinas “políticamente correctas”–, el gobierno de Trump ha fortalecido la narrativa maniquea de la guerra fría contra toda ideología y sistema que implique una alternativa a su hegemonía, y en ello, Venezuela se convirtió en el blanco de guerra perfecto, construido con un leitmotiv demonizador que muestra al país caribeño como el origen de todos los “males” de la región.

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