Página 37. Notas de la Perstasis inicial. —1— Hay que tener en cuenta que la división de fronteras en estas naciones no se corresponde con un cambio de región geográfica o porque se trate de diferentes regiones naturales o humanas. Al inicio de la segunda mitad del siglo XX se establecen unas fronteras, trazadas con tiralíneas sobre un mapa, para otorgar la independencia a las colonias y se pudieran constituir como repúblicas independientes. Muchas tribus, que ocupaban regiones fronterizas a dos o, incluso, a tres de los cuatro países, no tenían conciencia de pertenecer a una u otra nación recién constituida. Por ejemplo, los Buduma que habitaban algunas de las islas del Lago Chad, además de ciertas regiones de Camerún, Chad y Nigeria, no sabían por dónde discurría, ni en tierra ni menos todavía en la superficie lacustre, la línea divisoria entre los países. En la estrecha franja norte de Camerún había docenas de grupos tribales fronterizos con Chad y Nigeria, como los Fulani, o solamente con uno de los dos países, como los Mandara. Los Kanembu ocupaban una extensa región de Chad, compartiendo una parte con Níger. En Nigeria, los Kanuri se extendían hasta el lago… —2— El hecho relatado se desarrolla en 1971 o, como muy tarde, a principios de 1972 en uno de los cuatro países, entre los que se encuentra el lago Chad y que, repetidos por orden alfabético, son Camerún, Chad, Níger y Nigeria. Los cuatro países no llegaban, entonces, a los setenta millones de habitantes para una extensión de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados. El país más desarrollado y poblado era Nigeria, en el que, por haber sido colonia británica, se hablaba inglés. Entre Camerún, Chad y Níger tienen la extensión de seis veces España para una población total que no llegaba a los catorce millones de habitantes. Entre estos tres países apenas sumaban 30.000 teléfonos, mientras, por ejemplo, en España teníamos más de seis millones. Este dato es suficiente para valorar la importancia de otras formas de comunicación más primitivas, pero eficaces en medios geográficos en los que no se había alcanzado el alto grado de sofisticación de las telecomunicaciones existentes en nuestro país. —3— El relato sería, sin duda, mucho más atractivo, si se ofreciera nombres, que permitieran trazar el recorrido sobre el mapa. Es inútil intentarlo. La descripción del viaje se hace en términos deliberadamente genéricos, con voluntarias mutaciones, para que nunca se pueda concluir con certeza si el misionero partió de norte a sur o al revés, ni si rodeó el lago Chad de oriente a poniente o a la inversa. Cumpliendo el deseo del misionero, he eliminado cualquier dato que pudiera permitir la localización del punto exacto donde pudiera estar enterrado el extranjero que llegó allí. No se hace referencia a ninguna ciudad, no se nombra el país, ni se nombra al misionero ni a la orden religiosa a la que pertenecía. Se omite todo dato sobre nombres geográficos o grupos étnicos concretos que, de alguna manera, puedan permitir la identificación más insignificante, de la que se pueda partir para tirar del ovillo. Lo que importa es la veracidad del hecho como tal en sus aspectos esenciales. Tampoco me dio referencia exacta sobre la fecha. Si yo he escrito que la aparición del europeo tuvo lugar en 1971 o, como tarde, a comienzos de 1972, es porque la deduje de todo el contexto: sabía cuándo se había ido de misionero, ya que me había enviado una postal de despedida, sabía que no llevaba mucho tiempo, ya que necesitaba la “traducción” del monaguillo, etc. Él siempre eludió darme ninguna fecha, por las mismas razones, que veremos al final. El religioso distinguía muy bien entre lo que él podía decirme, sin quebrantar el sigilo sacramental y las promesas hechas a su padre, y lo que yo pudiera investigar por mi cuenta. Nunca objetó lo más mínimo mi investigación, pero se negó a dar a conocer las pruebas que tenía y que comenzaba a destruir, cuando yo retomé mis contactos con él en el año 2006. Tal vez tuvo en cuenta mis argumentos y suspendió la destrucción, ya que en otra visita posterior me dijo que las había enterrado, dejando al arbitrio de la Providencia el que algún día, cuando él ya hubiera muerto, se pudieran descubrir. PRIMERA PARTE Pgina 50 Notas del aptulo 1: El general Weidling en el b&nker de la ancillera . —1— Este capítulo se basa exclusivamente sobre la declaración manuscrita del general Helmuth Weidling, fechada el 4 de enero de 1946, Hitler`s Death , (Vinogradov*, p. 221-239). El extenso y meditado relato de Weidling no se produce con linealidad absoluta, sobre todo en las primeras páginas, sino que se da algún salto en el tiempo. He intentado restaurar la sucesión de los hechos, manteniendo lo sustancial del relato. Todas las citas que aparecen en este capítulo son de Vinogradov. Si se desea tener una descripción de la situación en esos días, hay crónicas impresionantes de testigos presenciales en los periódicos de la época. Por ejemplo, el ABC de 2 de mayo de 1945 (p. 8 y 9) publicó una imponente crónica de Klaus Burghoff en la que refleja el grado de destrucción alcanzado, contando que: "De los grandes montones de escombros se extraen constantemente los restos mortales de personas, la mayor parte de ellas terriblemente mutiladas por los efectos de las explosiones (...). En muchos casos se amontonan en medio de las calles los cadáveres y se procede por medios rápidos, una vez que los sacerdotes castrenses han cumplido su misión religiosa, a la cremaci)n, utilizando lanzallamas . Se ha ordenado que se realice así, para evitar el gravísimo peligro de epidemias ". —2— Era el centro neurálgico de todos los ejércitos alemanes: el Alto Mando del Ejército, los específicos de cada arma y los servicios de inteligencia. —3— Realmente, Weidling no da ninguna razón por la que Hitler sostenía la necesidad de defender Berlín a toda costa. Sin embargo, sabemos por Schörner que Hitler le había expuesto en la reunión de 22 de abril de 1945 si no la única, sí la más importante. Hitler tenía mal aspecto y parecía enfermo y deprimido por los acontecimientos. Tenía el rostro hinchado y pálido y su voz era débil. (p. 242). Le reconoció que no veía ninguna salida militar a la guerra, aunque confiaba en que la hubiera políticamente. Había que ofrecer una resistencia numantina para forzar la oportunidad política. ,itler estaba convencido de .ue, si los alemanes estuvieran dispuestos a llegar hasta las &ltimas consecuencias antes .ue rendirse 0 se mantuviera un poder militar suficiente, se alcanzara alg&n acuerdo con los aliados occidentales (p. 243). Así, pues, esa actitud de estar esperando a Godot, espera indefinida, inmotivada, como si se estuviera dejando pasar el tiempo sin ninguna finalidad concreta, se debía a la vana esperanza de que los ejércitos de Wenck y compañía dieran señales de poderío y de capacidad de resistencia. Esa misma idea vuelve a tratarla Goebbels, cuando se entrevista con Schörner: “Necesitamos un frente estable en el Este para .ue pueda haber conversaciones con las potencias occidentales ” (p. 245). —2— Weidling no vivió en el búnker el impacto de la noticia de la traición de Himmler en los que rodeaban a Hitler. Aunque solo suelen aludirlo con alguna frase, el ‘shock’ debió ser brutal, el pánico y los nervios se debieron desatar hasta límites indescriptibles. Hitler, Goebbels y Bormann desde hacía mucho tiempo eran conscientes de que todos estaban en manos de Himmler, que era quien controlaba de verdad todo el poder sobre los fanáticos de las SS, sobre la Gestapo y… Hacía tiempo que algunos tenían conciencia que debían temer a Himmler tanto o más que a los rusos. —5— A esta visita alude también Günsche, diciendo que “Aquella noche, el general Weidling, comandante general de Berlín fue al búnker y le dijo al Führer que la situación en la ciudad era desesperada y que la situación de la población civil en particular era dramática. Le sugirió que intentara romper el cerco con él y el resto de la guarnición, pero el Führer se negó categóricamente” (p. 163). —3— En Eberle (p. 362) se nos dice que “Weidling apareció en el búnker hacia las cinco y media de la tarde”. —7— En el Informe ,itler se nos dice que “Goebbels le informó [a Weidling] de la muerte de Hitler y que en la reunión, además de Goebbels, Bormann y Krebs, estaban Axmann, Burgdorf , Mohnke, Günsche y Naumann” y que se discutió un plan de evasión y la petición de una tregua a los rusos, aprobándose que fuera Dufvin a solicitarla, lo que hizo a las siete y media, regresando sobre las once, sin ser recibido “porque era un subordinado”, (Eberle*, p. 362-63). En la nota 48, p. 578, los editores nos dicen que “Krebs negoció el 1 de mayo de 1945, a partir de las cuatro de la mañana”. —8— “Hemos estado luchando cinco años y medio para uno que va y se suicida. Nos mete en este desastre terrible, mientras él escoge para sí la salida fácil. Y ahí te quedas: arréglatelas como puedas”, (p. 236). Weidling, sin duda, no supo que Hitler no se había suicidado. Pese a que se lo planteó, no logró verlo claro. —5— Creo que se debe destacar que Weidling (“Krebs, Bormann y Goebbels habían mantenido unas formas, muy correctas, pero sin rastro de luto , al informarle de que Hitler estaba muerto” Vinogradov*, p. 238), en su escrito, no encuentra excesivamente extraño que solo unas pocas personas supieran que Hitler se había suicidado y que hubieran prometido guardar secreto.
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