![Catálogo Claudio Bravo](https://data.docslib.org/img/3a60ab92a6e30910dab9bd827208bcff-1.webp)
Julio-agosto de 2011 Corporación Cultural Las Condes El sábado 4 de junio pasado falleció en Marruecos, víctima de un ataque cardíaco, el pintor chileno Claudio Bravo. Había elegido el país africano para vivir y desde allí, en las últimas décadas, su obra –inmensa y universal- se irradió hacia los centros más importantes del mundo. Su repentina muerte no sólo enluta a Chile, sino que representa una lamentable pérdida para las artes globales, puesto que Bravo, desde los años 70, era considerado uno de los pintores latinoamericanos de mayor renombre mun- dial. Nació en Valparaíso, vivió en Santiago y Concepción y muy joven, antes de cumplir los 25 años partió a Europa, buscando oportunidades y proyección para su trabajo. Hace seis años, la Corporación Cultural de Las Condes organizó una exposición con las obras realizadas por el artista cuando aún vivía en Chile, antes de 1961. La muestra, que se constituyo en una de las más vistas de la temporada, nos permitió admirar en directo la maestría de su arte y comprender por qué había alcanzado la fama mundial. Ahora, como una forma de rendirle homenaje y recordarlo, nos ha parecido oportuno re montarla y volver a hacer público su extraordinario talento. Nuevamente se exhiben aquellas obras tempranas, generadas en los tiempos del colegio San Ignacio de Santiago y que evolucio- naron hasta la época de Concepción, última ciudad chilena en que vivió. Estas obras -simples, directas, ingenuas- denotan un virtuosismo inusual para el retrato, un manejo notable de la técnica, tanto en dibujo como en pintura, y dan luces del complejo imaginario que vendría en los años posteriores. Por otra parte, la necesidad de rendirle tributo ha posibilitado que anexemos nuevas obras al conjunto, de modo que a la ya notable selección de la muestra anterior, se suman pinturas y dibujos, igualmente excepcionales y que nunca han sido mostrados al público. Asimismo, como en aquella oportunidad, todas las obras en exhibición, recolectadas en Santiago y Concepción, se ejecutaron gracias al vínculo afectivo que existió entre artista y modelo y fueron en- PRE SENTACIÓN tregadas a sus propietarios de manos del propio pintor. El recorrido, para abrir una luz a todo lo que vendría después, se cierra con un magistral retrato ejecutado por Bravo en 1962 en Madrid, justo la época en que retrató a la actual familia Real española. De esta forma, la Municipalidad de las Condes, a través de su corporación cultural, rinde un necesario tributo a un artista extraordinario, que , a pesar de haber dejado Chile a muy temprana edad, mantuvo siempre un vínculo permanente con la tierra que lo vio nacer. Un artista anacrónico que escapaba a cualquier convencionalismo y que impuso – tal como los grandes maestros de pasado – la belleza como eje y norte de su trabajo. Esta muestra, que nos entrega las claves para entender su proceso creativo, se complementa con la exhibición del documental Claudio Bravo. La pupila del Alma del realizador chileno Hugo Arévalo, un largometraje que cuenta con el testimonio del pintor y grabaciones realizadas en Chile, Marruecos y España. Asimismo, y en forma exclusiva, se presenta el documental Claudio Bravo en Marruecos del francés Philippe Aubert, último registro fílmico realizado al pintor. Su estreno mundial se realizó recientemente en el Festival internacional del film sobre arte de Montreal, en marzo pasado. Francisco de la Maza Francisco Javier Court Alcalde Director Municipalidad de Las Condes Corporación Cultural de Las Condes 5 Artista sobre cuya obra han polemizado y polemizan admira- impenetrable que bajaba hacia el lago, fue reemplazada, en dores y detractores, es probable que se continúe escribiendo definitiva, por la de una elevación desde la que podía contem- largamente sobre él, pues al menos un factor no puede discu- plar, simultáneamente, seis volcanes y una bahía espejeante. tirse: la exitosísima y sostenida acogida que su pintura encon- La casa —pensada para ser ocupada todos los meses de ve- tró en miles de personas a lo ancho del mundo, por más de rano— era importante, pero lo central, lo vital era su taller: medio siglo. No es posible predecir las preferencias estéticas la instrucción categórica era que ese recinto debería tener la de las generaciones venideras, que suelen cambiar radical- máxima luz, pero jamás entrar a él ningún rayo directo de mente de época en época y, con igual convicción, ensalzar sol. Su luz debía ser atmósfera, invisible pero perceptible. o precipitar en el rechazo, del que luego otras rescatan a los claudio Mandato difícil, pero que fue cumplido a su satisfacción... al caídos, repudiando a los antes divinizados. A esas futuras menos por largo tiempo: habían pasado años, y el taller ha- reevaluaciones de Claudio Bravo (Valparaíso, 1936 - Marrue- bía sido intensamente utilizado para incontables creaciones, cos, 2011), quizá sirvan las pinceladas biográficas que siguen. bravo cuando, un día cualquiera, Hornig recibió un llamado telefóni- La primera —personal— reexhuma una temprana muestra de co del pintor, que le recriminó: “¡Entró un rayo de sol!”. Un su talento, manifestado espontánea e inconteniblemente ya detalle ínfimo, pero determinante para un artista para quien en sus días escolares en el Colegio San Ignacio, y reconocido el cosmos es, precisamente, una infinita suma de detalles. por todos en esa instancia, pese al escepticismo paterno. Se trata de la portada de la revista del colegio, de noviembre En todo caso, su taller era su santuario. Allí, nadie podía mo- de 1955, que nadie —condiscípulos y profesores— dudó en ver absolutamente nada del sitio exacto donde él lo había encomendarle entonces, y que anticipaba tempranamente ubicado. Los libros, los paños, los objetos para sus natura- una trayectoria en busca de su oportunidad. Su reproducción lezas muertas, debían permanecer absolutamente intocados viñetas encabeza estas páginas. por toda mano ajena. Las siguientes recogen —espero que con fidelidad en todo lo Exigente en el detalle, sí, pero también abierto a una inmensa esencial— rememoraciones verbales de alguien que estuvo confianza. Recibidas todas las instrucciones, Hornig se abocó en cercano contacto con Claudio Bravo entre los años 1992 y a los planos y, en su hora, los remitió a Marruecos, para so- testimoniales meterlos a los ajustes que el pintor quisiera hacer. Al cabo de 2000, el arquitecto Patricio Hornig Rosas, a quien encomen- dó la construcción de su casa en Puerto Octay, junto al lago cierto tiempo, el correo se los trajo de regreso, si ningún co- Llanquihue. En menos de una década de reencuentro tempo- mentario. El arquitecto supuso que eso significaba un rechazo ral con Chile, tras largos años de una vida llena de triunfos total a su propuesta y se apresuró a llamarlo por teléfono a internacionales, transformó esas 200 hectáreas abandonadas Marruecos. Pero significaba todo lo contrario, y era un acto en un lugar único: hizo construir una casa inusualísima, ro- de plena fe en lo proyectado por el arquitecto. Bravo no se deada de parques y jardines, en un conjunto que evoca esa preocupó de distribuciones prácticas, superficies y demás. Sí, misma enigmática combinación de realidad y sueño que im- en cambio, de texturas —“Esto, todo cerámica”— y de colo- pregna sus cuadros. res —“Esto, todo blanco”. Su génesis fue también singular: el encuentro entre pintor Fue una construcción en constante crecimiento. Primero se y arquitecto, convenido por un amigo común, pues ellos no alzaron los cercos, la casa, el portón de acceso, las casas del se conocían, se dio en el café Dino, de Osorno, y hubo en- personal, luego el campanil y, por cierto, las caballerizas. Hizo tendimiento tan inmediato, que, sin más preámbulos, al día saber desde el primer momento que en sus tierras no habría siguiente ambos estaban en el campo agreste por el que se vacas, que no le gustaban. En cambio, toda su dedicación se había apasionado y donde habrían de realizarse las obras. La volcaría a los animales de su predilección, los caballos. Los idea inicial de levantar la casa en una suerte de hondonada amaba, los pintaba, los cuidaba con máximo esmero. Decía 6 7 que a los tres años de edad había aprendido a dibujar, a nadar para recibirlo, a él o a sus invitados, durante todos los días y andar a caballo. Y, efectivamente, podía pasar largas horas del año. Sus invitados eran pocos, pero especiales, como un recorriendo la zona —era su única otra actividad, además de entonces embajador de Estados Unidos, que viajó a Chile sólo pintar—, como absorbiéndola en su interior desde lo alto de para reunirse con Bravo y visitar con él las Torres del Paine. la montura. Hornig advirtió que el artista dedicó muy largo ¿Por qué abandonó ese paraíso personal en 2000, para retor- tiempo a una pintura de dimensiones monumentales cuyo nar a Marruecos, después de jugar con la idea de un castillo tema era el volcán Osorno —el paisaje no fue un eje princi- en España, cuya luz también lo atraía especialmente? No lo pal de su obra—. No sabe si fue concluida ni, si lo fue, qué sabemos con certeza. Se han aventurado explicaciones sobre destino corrió. dolorosas pérdidas en su entorno familiar, pero Hornig piensa Ese mismo amor por los caballos lo movió a un sueño chileno que ese lugar junto al lago fue para Bravo como la creación —conservaba un modo de chilenidad, pese a su vida trashu- de uno de sus cuadros, sólo que no con formas y colores, mante, cosmopolita y marroquí— que no llegó a realizarse, la sino con el lago, sus bosques, su luz particular —tan otra que construcción de una medialuna para rodeo —una concesión a la norafricana—. Al cabo de ocho años, ese “cuadro” hecho los vacunos, en homenaje a los equinos.
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