Toledo En La Narrativa Española De La Guerra Civil. Escritores Y Personajes

Toledo En La Narrativa Española De La Guerra Civil. Escritores Y Personajes

Isabelo Herreros 350 TOLEDOTOLEDO EN EN LA LA NARRATIVAT ESPAÑOLAIVA ESPAÑOLA DE LA GUERRA DE C IVILLA. EGSCRIUERRATORES Y PERSONAJESCIVIL. ESCRITORES Y PERSONAJES Isabelo Herreros Y un libro, en la batalla de Toledo, un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba del cadáver. Cesar Vallejo. “Pequeño responso a un héroe de la República”. En España, aparta de mí este cáliz. o es fácil dar con un título preciso para un tra- gentina o México las que daban cobijo al punto de vista bajo que pretende acercarse a aquella literatura de los vencidos y las investigaciones de los hispanistas. Nque tiene como referencia fundamental la guerra Es curioso que una de las novelas más importantes acerca civil española, y de manera más específica la aparición de nuestra guerra civil, L´espoir, de André Malraux, no de Toledo en estas obras, por lo que desde el principio sea de autor español, igual ocurre con la película más aclaro que el artículo no es exhaustivo ni pretende otra célebre, Por quién doblan las campanas, basada en la novela cosa que aportar algunos nombres y algunos títulos. No homónima de Ernest Heminway. En mi opinión, una de puede decirse que España sea un país muy dado a hacer las mejores novelas, de las que abordan la guerra civil, es novelas ambientadas en nuestras “gestas guerreras”, tam- El asedio de Madrid,1 de poco el cine se ha aproximado demasiado y sería objeto Eduardo Zamacois, au- de otro artículo tratar de dar una explicación razonable tor poco valorado hoy a esta propensión a dejar para los historiadores nuestras día, por razones que se guerras civiles y nuestras aventuras coloniales. Es cierto me escapan; esta no- que tenemos los insuperables Episodios Nacionales, de Be- vela fue publicada en nito Pérez Galdós, y que tenemos novelas de Pío Baro- noviembre de 1938 y ja y de Valle Inclán que tienen como fondo las guerras su autor, republicano úm 5 (2011) p. 350-374 n carlistas del siglo XIX, pero también es cierto que desde y residente en Madrid, , entonces no ha habido incursiones en tan apasionantes y llegó a tener proble- literarias contiendas. Alguna que otra película y paramos mas, al ser denunciado de contar. Igual ocurre con cuanto aconteció en Cuba como “derrotista” por ECRETO y en Filipinas, de lo que apenas encontramos huella en los profesionales de S la novela española contemporánea. Otro tanto podemos la delación y las intri- decir del último desastre de nuestro Ejército en África, gas de retaguardia. A con excepciones como El blocao, novela de José Díaz Fer- fin de componer bien RCHIVO nández; tampoco el cine se ha ocupado mucho de lo que el aguafuerte de lo que fue Madrid, tras la desbandada A podría ser un auténtico “filón”, por el exotismo de los de las fuerzas leales en Extremadura y Talavera, el autor paisajes y el atractivo de lo oriental, si bien hay que ano- nos ilustra con maestría, a través de las vivencias de sus tar una película francesa, La bandera, estrenada en 1935, personajes, algunos pasajes de esta dramática retirada de ambientada en aquella guerra y que tiene como protago- lo que no pasaba de ser una agrupación de voluntarios, nista a un aventurero (Jean Gabin) alistado en la Legión sin organización ni disciplina, mal equipados y peor ar- extranjera española. mados, incapaces de detener a un ejército profesional integrado en buena parte por mercenarios Con nuestra última guerra civil ocurre algo pare- marroquíes, cuya crueldad ya era célebre. cido, en lo tocante a literatura, si bien es conocido que También existía suficiente información se han escrito más de treinta mil libros relacionados con en la zona leal a la República de las aquella tragedia colectiva como argumento, pero nos en- matanzas ordenadas por Franco y sus contramos ante ensayos, memorias, e investigaciones de cruzados en Badajoz y Talavera: todo tipo, si bien pocas de carácter general. Desde 1939 hasta nuestros días no se ha parado de escribir y publi- Unos tras otros todos los pue- car libros, con nuestra guerra como fondo, tanto dentro blos de aquella zona —Santa como fuera de España. Durante el franquismo es obvio Cruz de Retamar, Valmojado, que lo que abundaba era la propaganda en la producción Navalcarnero, Móstoles, Al- bibliográfica y eran editoriales radicadas en Francia, Ar- corcón, Olias, Torrijos, Bargas, Eduardo Zamacois 351 Isabelo Herreros Yuncos, Illescas, Torrejón, Seseña, Valdemoro, Pinto, cogidos a las faldas maternales, lloran de cansancio; los Ciempozuelos y muchos más— fueron cayendo en poder hombres —casi todos viejos— cierran la marcha. Van del adversario. callados, amustiados, rendidos; van muertos. Algunos, los más felices, llevan del ronzal un borriquillo sobre el Bajó la cabeza y de nuevo enmudeció, abismándose en el que se bambolean unos aperos de labranza, un colchón, infierno de sus recuerdos. Transcurridos breves instantes una silla, un cesto con ropas…y la caravana en donde su voz resucitó despacio, lejana, profunda: el sueño la rinde se echa a dormir y en los arroyos que -¡He sufrido mucho!... En mi memoria llevo impresiones encuentra apaga su sed. que me acompañarán y torturarán el resto de mi vida. Yo nunca olvidaré a los dementes que escapaban por los No son muchas las novelas con la singularidad de El campos de Ciempozuelos cuando el enemigo prendió asedio de Madrid, es decir, publicadas en plena guerra ci- fuego al manicomio; ni a la anciana loca que se negó vil. Con algunas excepciones, como fueron algunas de las a salir de Maqueda después que nosotros evacuamos novelas de posguerra de los “nuevos valores literarios de el pueblo; ni al viejo que conocí en Torrijos. Le tengo la Falange”, lo cierto es que la guerra civil tarda en volver delante. Vestía traje de pana. Llevaba boina. Era alto, como argumento de fondo, tanto en la España franquista moreno y erguido, y tenía la barba blanca. En Torrijos como en el exilio republicano, hasta los años cincuen- no encontramos a nadie; el vecindario había huido. Las ta. Escritores en el exilio, como Ramón J. Sender, Max calles estaban vacías y las casas cerradas. La única per- Aub2, Arturo Barea o Esteban Salazar Chapela harán de sona que no consintió en moverse fue él. –“Mi yerno, la guerra civil una parte fundamental de su trayectoria mis hijas y mis nietos —dijo— se han marchado. Yo, como novelistas. El panorama en las letras hispanas era, no. Yo les espero aquí”. Aludía a los facciosos. -“Haces al finalizar la guerra, bastante desolador, pues se había mal —le repliqué— porque te fusilarán”. Se encogió producido una devastación, con la mayoría de los poetas, de hombros, con una tranquilidad en la que no había filósofos, novelistas y dramaturgos en el destierro, o en miedo ni cólera. -“Vente con nosotros” —insistí—. “No, las cárceles de Franco, como fueron los casos de Antonio compañero —repuso— idos tranquilos. Esta es mi casa de Hoyos y Vinent, Antonio San José, Antonio Espina o y quiero que el enemigo me encuentre en ella”. Y allí le Miguel Hernández. No solo eran un erial la Filosofía y la dejamos, solo en la inmensa quietud del pueblo desierto. Universidad como apunta el libro de Gregorio Morán, El maestro en el erial3, sino todos los campos del conocimien- Pero no queda ahí la descripción del éxodo, y Lu- to, de las artes y de las letras, y así lo reconocía el enton- cio continua con su dramático relato del éxodo de miles ces joven escritor falangista Gonzalo Torrente Ballester: de toledanos, que se dirigen despavoridos hacía Madrid, ante el imparable avance de “la columna de la muerte”: Ellos (se refiere a los exi- liados), con el vigor que les Desde hace quince días… ¡oídlo bien! …desde hace da su situación desesperada, quince se aproximan a Madrid millares de personas que, se entregan a la tarea crea- unas en carro, otras en caballerías o a pie, escapan de las dora, derramando su obra tierras invadidas por la traición proterva. Yo las he vis- intelectual por todos los to, yo he hablado con ellas. El instinto de conservación pueblos de nuestra habla. las arrancó de sus hogares y vienen famélicas, desarrapa- Nosotros, durmiendo en los das, huyendo de los rifeños violadores y rapaces, de las laureles, sólo despertamos bombas incendiarias que reducen las aldeas a escombros, para pequeños tiquismiquis de los falangistas que matan a los ancianos y a los niños, literarios. La labor de la y escarnecen a las mujeres, afeitándolas el cráneo antes España peregrina puede ser, de fusilarlas. A muchas de esas infelices les sangran los hay que proclamarlo cruda- pies, y de hambre, de tristeza y de horror se les cierran mente, muy apreciable. La los párpados y se les desmayan las rodillas. Su miedo nuestra, hasta ahora es casi es el del rebaño que oyó aullar al lobo. El éxodo de los Gonzalonula. Torrente Ballester judíos, contado por las Sagradas Escrituras, se repite en Castilla. Despavoridas, sucias, llena el alma de sombras, […] Urge delimitar los campos, desenmascarar a los esas gentes sin albergue ni pan, caminan día y noche, falsos valores, arrojarlos a la oscuridad de donde no aguijoneadas por el terror de que sus perseguidores las debieron salir. Urge también plantear clara y polémi- alcancen. Avanzan en grupos: las mujeres delante, con camente las directrices de nuestra cultura y eliminar de sus hijos pequeños en brazos, mientras los mayorcitos, las tareas a tanto señor mediocre y desenfadado que hoy 352 TOLEDO EN LA NARRATIVA ESPAÑOLA DE LA GUERRA CIVIL. ESCRITORES Y PERSONAJES desdichadamente sobre el cuerpo nacional. Y después en- un poco verosímil territo- tregarse con alegría, pero con claro saber de riesgos y rio, el de la tercera España.

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