Cirilo Villaverde Cecilia Valdes

Cirilo Villaverde Cecilia Valdes

_, ------·-----------------·------- CONSEJO DIRECTIVO DE LA FUNDACION BIBLIOTECA AYACUCHO José Ram6n Medina (Presidente) Sim6n Alberto Consalvi Miguel Otero Silva Angel Rama Osear Sambrano Urdaneta Oswaldo Trejo Ram6n J. V elásquez CECILIA V ALDES ----- ---------- CIRILO VILLAVERDE CECILIA VALDES --- -- -·---------------·- ,··----------------,-----;c.. _:- .. _______ .,,.,_-._. - '", .. ,,, Prólogo y Cronología IV AN A. SCHULMAN BIBLIOTECA AYACUCHO )! ', __ c-scc , -~- ,'CcCCc cC-C ------~~----~~~-~-~~-~--,,/ © de esta edición BIBLIOTECA AYACUCHO Apartado Postal 14413 Caracas 101 - Venezuela Derechos reservados conforme a la ley Depósito legal, 1f 81-0746 Diseño / Juan Fresán ISBN 84-660-0086-0 ( tela) Impreso en Venezuela ISBN 84-660-0085-2 (rústica) Printed in Venezuela PROLOGO A Evelyn y el despertar de la dicha. La misma esclavitud en que tenían que vivir los negros y hasta los chinos, al menos durante largo tiempo influyó desfavorablemente, contribuyendo al atraso moral de los blancos que es­ taban más en su contacto, haciéndolos más rudos y crueles. F. ÜRTIZ, Los negros esclavos I UNA EPOCA DE CRISIS: CUBA EN 1830 fu; LA TERCERA década del siglo XIX aparecen en Cuba los primeros ensayos novelísticos en los cuales están reflejados -aun en las omisiones y los silen­ cios- los incipientes momentos de crisis de un país que empezaba a sentir el peso de la esclavitud' y las medidas represivas de un régimen colonial que en el ámbito de la cultura censuraba las publicaciones, ahogaba la vida litera­ ria2 e intentaba refrenar los brotes de una ideología y un estilo de pensar crío/listas que a duras penas se iba perfilando. IV. "Aspectos del pensamiento esclavista en el siglo XIX", Unión, XI (dic., 1972, pp. 162-178, por Francisco Pacheco quien establece el período de auge del sistema esclavista a fines del siglo XVIII: 1778-1840. 2Según el testimonio de Domingo del Monte, publicado en 1838 en El Correo Nacional de Madrid, el escritor cubano tenía que "contemporizar, primero con el censor regio, des­ pués con el sota-censor ... y por último con el capitán general; de manera que es imposi- IX El proceso de la cubanización de la vida isleña se remonta al siglo XVI para algunos como Ramiro Guerra, pese al hecho de que en un sentido político, la división entre cubanos y españoles no se produjo hasta comienzos del se­ gundo tercio del siglo xix.3 Sergio Aguirre, en cambio, fijándose en los hitos de las transformaciones sociopolíticas posteriores al XVI relaciona la forma­ ción de la conciencia criolla con el desarrollo del sentido de crisis en los mo­ mentos álgidos de la vida cul:iana a fines del siglo xvm y principios del xrx, período que considera fundamental para la emigración del eje de la cultura de la isla al sector criollo en cuyo seno adquiere una dimensión cubana in­ dependiente de la española de la colonia.4 En estos momentos de puje y de afirmación por parte de los azucareros criollos surgen los voceros intelectuales de esta clase amén de sus mentores principales como José Antonio Saco y Domingo Del Monte" quienes se des­ tacan como fuerzas de contrapelo que alientan el estudio y la discusión de las ideas y el arte foráneos -europeos- en una sociedad coercitiva y degradada cuyos gobernadores, a partir de 1824, prohibieron el cultivo libre del arte. En su proyecto memorial de 1838 Del Monte se quejó de las "cárceles asque­ rosas y zahuradas [de la isla], sus ayuntamientos hereditarios, ... sin facul­ tades propias, ni garantías ni independencia.6 De la educación, observó con tristeza, que es "varia e imperfecta donde la hay, pero no la hay en la ma­ yor parte de la población, y que por último sus costumbres, con muy pocas excepciones, son toscas y relajadas en general". Y, concluyó su pintura de la colonia, lamentando que "tal pueblo es infeliz, tres y cuatro veces infeliz" .7 Frente a este cuadro desolador, cuyos tintes encontraron una expresión fictiva ble que tras este triple filtro de las ideas se escape ninguna que valga algo . .. " [Escritos de Domingo del Monte (Habana: Cultural, 1929), I, p. 103]. Nótese que estas "cartas políticas" enviadas a Madrid las firmaba del Monte con un seudónimo: Gonzalo Fernán~ dez de Oviedo. >Manual de historia de Cuba; desde su descubrimiento hasta v868, Madrid: Ediciones R, 1975. 4''Esclavitud y abolicionismo; un período negro del siglo XIX cubano", Dialéctica, V (1946), pp. 9977-115. Esta misma idea es planteada por Isabel Serrano León como concep­ to clave de su estudio sobre Los ingenios: "La agudización de la contradicción entre las nuevas fuerzas productivas en pujante desarrollo y la tenaz resistencia de las relaciones de producción esclavistas aún vigentes, unida a la culminación del proceso de formación de nuestra nacionalidad cubana, tuvo su más inmediata expresión en la insalvable contradic­ ción entre la colonia y la metrópoli . .. '. ["El libro Los ingenios, reflejo de la producción material del siglo XIX en Cuba", Re­ vista de la Biblioteca Nacional José Marti, enero-abril, 1979, p. 85]. 5Sobre la cuestión de Saco como portavoz de los terratenientes, -en especial la de sus diferencias con esta "clase"- V. el esclarecedor ensayo de Julio Le Riverand, "Valoración de Saco; con motivo del centenario de su muerte", Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, enero-abril, 1979, pp. 150-151. 6Escritos, I, p. 73. 7El año en que del Monte escribe estas líneas es un año de sublevaciones, crisis y rebel­ día; en Trinidad se sofoca una sublevación militarmente. Se descubre otra allí, con comu­ nicaciones con Jamaica. En La Habana es castiga a un batallón de "morenos", indicación de la existencia de actividades conspiratorias entre los negros libres. V. Sergio Aguirre, Es­ clvitud y abolicionismo, p. 103. X en las obras que se escribieron bajo su tutela, Del Monte propuso la reforma de la sociedad colonial, en prueba de lo cual ( es decir, de su deseo de re­ formar), él y los demás exponentes del memorial declararon al final del do­ cumento que aspiraban "a merecer el glorioso timbre de españoles y a per­ petuar para siempre en Cuba la unión y el dominio de la madre patria" .8 Villaverde, como su contemporáneo, Félix Tanco y Bosmeniel ( quien til­ dó la presencia española de "fatal") no subscribió esta última declaración de lealtad, pero sí dejó constancia de la lastimosa situación de la isla en el capítulo XI de su novela Cecilia Valdés. En él tomó nota de la falta de liber­ tad personal y de la prensa; del temor de discutir cuestiones políticas en pú­ blico o en privado; de la prohibición de la discusión de los sucesos políticos del continente, en especial, cualquier alusión a las guerras de independencia; y, por último, de la angustia producida en un pueblo carente de un concepto histórico bien delineado. "Todo esto quedó sepultado en el misterio y en el olvido para la generalidad de los cubanos. La historia, además, que todo lo recoge y guarda para la ocasión oportuna, aún no se había escrito" .9 Y a modo de contraste con la vida nacional, señaló que los esfuerzos por ilustrar o elevar llegaban del extranjero: de México venían los "patrióticos versos" (p. 176) de Heredia; de Filadelfia, El Habanero del padre Varela, y de Nueva York, El Mensajero Semanal. En estos periódicos los habitantes de la isla leían las noticias que podían "enseñar al pueblo sus deberes y recordarle sus derechos" ( p. 17 4). Pero, con melancolía, el exiliado novelista confesó que ni los fogosos versos de Heredia, ni las ideas libres y patrióticas de Saco o de Varela "bastaban a inspirar aquel sentimiento de patria y libertad que a veces impele a los hombres hasta el sacrificio, que les pone la espada en la mano y los lanza a la conquista de sus derechos" ( p. 177). No eran revolucionarios los destacados intelectuales y creadores jóvenes del período agrupados en torno a Del Monte, sino, como su mentor, reformistas según José Zacarías González del Valle_lO Entre ellos se contaban José Ja­ cinto Milanés, José Antonio Echeverría, Ramón Zambrana, Ramón de Palma, Tanco, Anselmo Suárez y Romero, Juan Francisco Manzano, José Ramón Betancourt, y el autor de Cecilia Valdés, menos solidario que la mayoría de los contertulios del maestro. Discípulos y maestro sintieron los efectos de la censura de la isla. A Del Monte, por ejemplo, le suprimieron los siguientes ocho versos de sus "Romances cubanos": BEscritos, I, p. 94. 9Para la versión final de Cecilia Valdés citaremos de la edición de Esteban Rodríguez Herrera quien se basa en la edición neoyorkina de 1882: Cirilo Villaverde, Cecilia Valdés o La Loma del Angel: novela de costumbres cuba.nas. Habana: Lex, 1953, p. 174. De aquí en adelante sólo citaremos por página dentro del texto al referirnos a esta edición. 10v. el prólogo de Francisco González del Valle a José Zacarías González del Valle, La vida literaria en Cuba, v836-v840. Habana: Publicaciones de la Secretaría de Educación, -938 pp. 5-17. XI Que nunca escuchar yo pude sin que hirviera en ira el alma, el bárbaro y atroz chasquido del látigo en carne esclava. Y más preferí orgulloso pobre vivir, mas sin mancha, que no en opulencia infame a infame precio comprada. Más tarde, en 1844, los j6venes escritores pudieron comprobar otro caso del rigor de la censura aplicada a una compatriota, Gertrudis G6mez de Avellane­ da, por el Censor Regio de Imprenta, el Licenciado Hilaría de Cisneros quien decret6 la retenci6n en la Real Aduana de Cuba de Sab por contener la novela una· "doctrina subversiva del sistema de esclavitud de esta isla" y por ser con­ traria "a la moral y buenas costumbres". De ahí la preferencia si no la necesidad de silenciar o desfigurar sus impulsos reformistas.

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