La Tentación De San Antonio Gustave Flaubert

La Tentación De San Antonio Gustave Flaubert

LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO GUSTAVE FLAUBERT L e t r a s U n iv e r sa l e s La tentación de San Antonio Edición de Germán Palacios Traducción de Germán Palacios CÁTEDRA let r a s universales Título original de la obra: L a Tentation de saint Antoine INTRODUCCIÓN 1.a edición, 2004 Diseño de cubierta: Diego Lara Ilustración de cubierta: Pieter Bruegel, Tentaciones de San Antonio Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización. O Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2004 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid Depósito legal: M. 4.925-2004 I.S.B.N.: 84-376-2116-X Printed in Spain Impreso en Lavel, S. A. Humanes de Madrid (Madrid) n t r e todos los libros de Flaubert La tentación de San Antonio es el que mejor expresa la naturaleza profunda E del escritor. Este gran libro le acompañó toda su vida, pues hizo de él tres versiones: en 1849, en 1856 y en 1874. El tema de la prueba de fuerza con el Diablo obsesionó desde su juventud a Flaubert, que concibe la idea de escribir ese drama filosófico, ese poema fantástico, de personaje único y de múl­ tiples manifestaciones, en sus años de colegial en Rouen. En efecto, en 1835, a los catorce años, escribe Voyage en Enfer (Viaje al Infierno), en el que Satán se lleva por los aires al héroe para mostrarle su reino —es decir, el mundo— porque el mundo es el infierno. En 1837, en Reve dEnfer (Sueño de Infierno), verosímilmente inspirado en el Fausto de Goethe, cuenta la historia de un ser fantástico, creado sin alma para que sea fuerte y sin pasión y a quien el Diablo tienta en vano conquistar. Al año siguiente, en La Danse des Morts (La Danza de los Muertos), Satán lleva a Jesucristo por los espacios; la Muerte está sometida y personificada en el Diablo, que siem­ pre aparece como el amo del mundo. Por último, en 1839, Flaubert escribe Smarb, que es un viejo misterio, más elabo­ rado, en el que drama y narración desembocan en lo auto­ biográfico, constituyendo un esbozo de La tentación de San Antonio. Smarh es un ermitaño, retirado en un pequeño valle de Asia Menor, donde tiene una choza cerca de una capillita. Sa­ tán lo lleva por los aires, le muestra el mundo y a los hom­ bres, le hace sentir los placeres de la carne y del espíritu (orgu­ llo de la santidad, de la ciencia, del nihilismo). La obra, califi­ cada de «viejo misterio», se presenta en su mayor parte en forme dramática, los Pecados Capitales aparecen personifica- fe] dos, igual que la Muerte. Por último, hay un personaje, descri­ Al comienzo se veía el santo en la Tebaida, en oración, to por el autor como «el dios de lo grotesco», cuya misión es mientras que su compañero, el cerdo, dormía tranquilamen­ análoga a la del cerdo de La tentación. te. Aparecía Satán y comenzaba el diálogo; el príncipe de las Todas estas obras de juventud con una unidad de tema y tinieblas llamaba en su ayuda al infierno y acudía una nube de planteamiento nos permiten hablar de un ciclo flaubertia- de diablillos a hostigar a San Antonio y a su cerdo. El pobre no inicial, que su autor irá transformando y enriqueciendo a ermitaño gemía, pero los diablillos no escuchaban sus súpli­ lo largo de toda su vida. cas y querían arrastrarle a su aquelarre; y para colmo de mal­ Recuerdos infantiles, amplias y profundas lecturas y diver­ dad, le quitaban a su compañero. Cuentan las crónicas que, sas circunstancias personales confluyen para que germine en este momento, los espectadores se unían a las súplicas del la idea tempranamente concebida por el escritor: recuerdos santo. Reaparecía Satán, blandiendo la horca, amenazante, de infancia, de las representaciones del misterio en la feria de vomitando llamas. Pero Dios Padre, todo de blanco, surgía en San Román, en Rouen; de exaltaciones románticas; de lecturas una nube de estopa, y con gesto imperioso arrojaba al infier­ de Goethe y de Byron, de Chateaubriand y de Quinet; todo, no a los demonios, que amenazaban derribar la choza del er­ incluso el descubrimiento en el fondo de un palacio de Géno- mitaño. Entonces, el santo se sumía en la adoración del Todo­ va, en 1845, del cuadro de Bruegel Las Tentaciones de San Anto­ poderoso. nio, el ermitaño, dejaría su huella en esta obra de Flaubert. En la primera versión de La tentación, el escritor revive en Pero sin minusvalorar la parte atribuida a las influencias su memoria escenas que le eran familiares desde sus años de exteriores en la larga gestación y en la creación sucesiva de colegial. En una de ellas, el diablo le dice a la Ciencia, perso­ esta obra, es innegable que el tema mismo del libro responde nificada en un niño de cabello blanco, cabeza desmesurada y a una idea dominante del escritor, a un estado esencial de su pies delgaduchos: «Si te portas como es debido, te llevaré al sensibilidad; pues no habría que ver sólo en La tentación un teatro de marionetas, a los mejores puestos... al primer ban­ gran sueño abortado, cuyo despertar decepcionante hubiese co... al lado de las candilejas, para que veas bien los títeres y relegado a Flaubert hacia la observación irónica y despiadada los dedos del titiritero a través del telón.» de la realidad mediocre. El ermitaño personifica al ser huma­ A estos recuerdos hay que añadir la importante aporta­ no, encerrado en su soledad, entre los abismos de los dos in­ ción de las amplias y variadas lecturas sobre el tema, realiza­ finitos, víctima de la tentación de los deseos monstruosos que das por el escritor a lo largo de su vida y que irán reflejándo­ le asaltan. Luego, poco a poco, de 1849 a 1872, el escritor lle­ se en las sucesivas versiones de la obra. Las lecturas de Flau- ga a identificarse con su personaje, como lo haría con otros bert hasta los veinte años eran las de la generación romántica de sus novelas, y el propio Flaubert se convierte en un sacer­ y entre los escritores que leyó con más pasión figuran Byron y dote del arte, atormentado por sueños y visiones magníficas Goethe. La correspondencia del escritor nos lo muestra afana­ cuyo escepticismo traspasa la quimérica e irrisoria vanidad. do en el estudio del inglés para poder leer a Byron en su idio­ Desde muy niño, Flaubert fue asiduo espectador del tea­ ma. La lectura de su poema «Caín» le sugiere a Flaubert estas tro de marionetas que se instalaba en Rouen, en otoño, por la palabras de admiración: «¡Qué poeta!» Es en este poema en el feria de San Román, en el que se representaba el viejo miste­ que se inspira su Tentación. En una de las escenas, Lucifer, para rio de La tentación de San Antonio. Su presentador, que había tentar a la mujer de Caín, le dice: «Amor y Ciencia son in­ heredado el oficio de su padre y de su abuelo, y hombre de compatibles y esto prueba la suerte que tuvieron tus padres gran inspiración, entusiasmaba al público con su lenguaje in­ como premio de su audacia. Hay que elegir entre conoci­ genuo y recio, adornado con las interpolaciones de los intér­ miento y amor, pues no hay otra opción.» El diablo con su ló­ pretes. gica infernal hace un razonamiento parecido al San Antonio [io] [n] de Flaubert. Elevándolo por los espacios, le muestra la inmen­ a Spinoza. Es en él donde se encuentran expuestos los proble- sidad de la creación y le asusta con estas palabras desesperan­ mas metafísicos con que se encuentra el santo: unidad, indi- tes: «El que ha hecho esto es quizás el demonio de algún in­ visibilidad, eternidad de la sustancia; panteísmo como conse­ fierno perdido y la propia creación tal vez no sea otra cosa cuencia de un carácter infinito (todo forma parte de la Sustan­ que un vasto infierno cuyo Dios es él, y donde todo está con­ cia única, es decir, de Dios; unidad, por tanto, del alma y del denado a vivir.» Este pensamiento, «El mundo es un infierno», cuerpo, del Bien y del Mal; determinismo). Es bien conocida aparece ya en Sm arh, de Flaubert, y es la réplica de Caín a su la admiración de Flaubert por Spinoza, en cuya lectura se ini­ tentador, el demonio, del poema de Byron: «¡Maldito sea el ció bajo la dirección de su amigo Alfred Le Poittevin. que inventó la vida que lleva a la Muerte!» Hay además una tercera obra que se puede considerar en­ Si la influencia de Byron es cierta, no lo es menos la de tre las fuentes literarias de La tentación, es el Ashaverus de Ed- Goethe sobre el autor de La tentación. gard Quinet. Es un libro desbordante de lirismo, inspirado en En «Souvenirs intimes», Madame de Commanville, sobri­ la forma por los antiguos misterios. Su autor lo había dividi­ na de Flaubert, nos muestra al joven colegial, de doce o trece do en cuatro jomadas: la Creación, la Pasión, la Muerte y el años, escapándose del colegio en una tarde de abril con el Juicio Final.

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