Nicolás Palacios Raza chilena 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales Nicolás Palacios Raza chilena Prólogo Como me tomaré la libertad de enviar el presente libro a algunas personas, les debo una explicación. Este prólogo es para ellas. Empezado por simples cartas por la prensa a un distinguido periodista nacional escritas con el fin de contrarrestar la opinión adversa al pueblo chileno que desde algún tiempo atrás venía difundiéndose en el público por algunos diarios y revistas, este estudio tomó las proporciones de un libro, en vista de que aquella campaña de desprestigio trajo como consecuencia el que el Gobierno haya puesto una invencible resistencia al cumplimiento de la ley de colonización nacional, y que esté entregando las tierras de la Nación a familias de raza extraña a la nuestra. Algunas de las partes en que está dividido este libro conservan su forma epistolar primitiva con la sola adición de algunos documentos. Escrito durante el escaso tiempo que me dejan libres mis ocupaciones y en períodos separados unos de otros por largos meses, la obra que ofrezco contiene algunas faltas de composición y de redacción, sin importancia y que no ha sido posible subsanar por falta de tiempo. Así imperfecta la entrego a la meditación de los chilenos, porque, aunque descuidado en la forma, este libro es el fruto de largos estudios y porque algunas de las materias en él tratadas requieren urgentemente ser conocidas por el público. Para llamar la atención sobre problemas viejos, he tenido que contemplarlos por una faz poco acostumbrada, lo cual, añadido a las pequeñas novedades que en el libro se contienen me hace temer que hubiera sido necesario una prueba más numerosa y mejor ordenada que la que me ha sido posible aducir para llevar el convencimiento al ánimo del lector. Ruego que no se me censure la dureza del lenguaje empleado en algunas ocasiones, hasta después de haberse impuesto de las últimas partes del libro. Si alguna de las personas a quienes me permito mandar esta obra se sintiera lastimada por las ideas de moral y otras que en ella se tratan, le ruego me disculpe. En sus manos está arrojar el libro. Agosto de 1904. Capítulo I Etnogenia. Orígenes de la sangre chilena. Nacimiento 1.- La raza chilena es mestiza. Su precoz aparición. Fe de bautismo de la raza. 2.- El padre de la raza. 3.- Uniformidad física y psíquica de la raza, su causa y su importancia. La raza chilena no es latina. 4.- Funestos resultados de la mezcla de las razas desemejantes. No debe traerse colonos de raza latina a Chile. 5.- Cómo se forman las razas mestizas. Una de las condiciones favorables de la génesis de la raza chilena. Indios de Boroa. Crecida descendencia de los conquistadores. 6.- La madre de la raza chilena. Primeras madres. Su gran número. Su paralelismo mental con el conquistador. 7.- Rapidez con que nació la raza mestiza. Mecanismo de su formación. Cálculos sobre el número de chilenos de la 1.ª generación. Número probable de los de la 2.ª y 3.ª generaciones. 8.- Primeros sacerdotes chilenos. Nombres de algunos chilenos de la 1.ª generación. 9.- Rasgo dominante de la psicología del mestizo. Rapidez con que nacía la 2.ª generación. 10.- Principales condiciones biológicas y psicológicas que favorecieron la uniformidad y la estabilidad de nuestra raza. Distinguido señor: He tenido el gusto de leer los escritos en los cuales usted con íntima satisfacción, anota los beneficios que ya se dejan ver en la campaña emprendida contra el alcoholismo en Chile. En ellos hay un acápite que, por haber llamado mucho mi atención, me voy a permitir comentar. Es el siguiente: «A la activa campaña emprendida contra el abuso del alcohol deberá el país el gran servicio de conservarnos vigoroso y sano al hijo del pueblo. Yo quiero al roto; sé que es mucho mejor de lo que se le supone, admiro en él el ingenio en la rusticidad y creo que el país será grande si sabe conservar en el roto las preciosas cualidades que lo distinguen. Todo consiste en alejarlo del vicio del licor». Copia usted enseguida, para justificar la suya, la opinión de otro autor, tan encomiástica del roto chileno, que no me atrevo a reproducirla aquí, por temor de parecer exagerado. Ante todo creo necesario manifestarle mi opinión respecto de quién es, como entidad humana, el roto chileno, cuáles son los orígenes de su sangre, y cuál la causa de la uniformidad de su pensamiento, condición las más importante en sociología para caracterizar los grupos humanos llamados «razas». Poseo documentos numerosos y concluyentes, tanto antropológicos como históricos, que me permiten asegurar que el roto chileno es una entidad racial perfectamente definida y caracterizada. Este hecho de gran importancia para nosotros, y que ha sido constatado por todos los observadores que nos han conocido, desde Darwin hasta Hancock, parecen ignorarlo los hombres dirigentes de Chile. La raza chilena, como todos saben, es una raza mestiza del conquistador español y del araucano, y vino al mundo en gran número desde los primeros años de la conquista, merced a la extensa poligamia que adoptó en nuestro país el conquistador europeo. 1.- La raza chilena es mestiza. Su precoz aparición. Fe de bautismo de la raza. Voy a copiar algunos de los documentos que poseo sobre la aparición de las primeras generaciones del roto, o «mestizo» como lo llaman los escritores de aquellos tiempos. Esos documentos son la fe de bautismo de nuestra raza. El más antiguo documento en que se habla de la existencia de mestizos, de conquistador y araucana da a entender que eran ya numerosos. En las actas del Cabildo de Santiago, de fecha 13 de octubre de 1549, ocho años solamente después de la fundación de esa ciudad, los cabildantes tomaron algunas medidas para que los vecinos no eludieran el cumplimiento de una ordenanza sobre cierta contribución de guerra dictada poco antes. Dice el acta: «Y algunas personas, con cautela y porque se disminuyan los diezmos de la iglesia y las rentas reales vengan a menos, teniendo diez yeguas, o nueve que pueda decimar una crianza, ponen en cabeza de sus hijos mestizos algunas yeguas, con color de pagar con cada crianza cinco pesos; y de esto viene gran perjuicio a la real hacienda». La ordenanza aludida mandaba a los vecinos pagar una yegua de cada diez, y cinco pesos a los que poseyeran nueve o menos. Como las yeguas valían mucho más de esa suma, el que tenía diez, v. g., ponía a nombre de su hijo mestizo las necesarias para esquivar la entrega de un animal, dando en cambio cinco pesos de contribución. El Cabildo resolvió: «Que mandaban e mandaron, que no teniendo las tales personas que han de decimar, sus hijos casados e velados, no dejen de pagar todo el diezmo que debieran de las dichas yeguas por entero, conforme a la ordenanza que sobre esto está hecha, no obstante que tengan hechas cualesquier donaciones». (Actas del Cabildo, Colección de Historiadores de Chile, tomo 1, página 212) Esos mestizos podían tener hasta siete años de edad, y no serían en escaso número cuando sus padres podían causar a la real hacienda «gran perjuicio» donándoles algunas yeguas. Antes de esa fecha el conquistador Valdivia se refiere a los hijos que tenían en Chile sus soldados. En carta al rey de España Carlos V, fechada en la Serena el 4 de septiembre de 1545, cuatro años solamente después de la fundación de Santiago, entre otras cosas le dice que sus hombres están «trabajados, muertos de hambre y frío, con las armas a cuestas, arando y sembrando por sus propias manos para la sustentación suya y de sus hijos». En carta escrita ese mismo día a Hernando Pizarro, refiriéndose al número de hijos que les nacían a los conquistadores, dice Valdivia que este reino de Chile es «nativo» (Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile, J. T. Medina, tomo 8, páginas 101 y 91). El número de esos primeros mestizos debió ser grande desde los primeros años como podrá colegirse de los testimonios que citaré más adelante. 2.- El padre de la raza. El descubridor y conquistador del nuevo mundo vino de España, pero su patria de origen era la costa del mar Báltico, especialmente el sur de Suecia, la Gotia actual. Eran los descendientes directos de aquellos bárbaros rubios, guerreros y conquistadores, que en su éxodo al sur del continente europeo destruyeron el Imperio Romano de Occidente. Eran esos los Godos, prototipo de la raza (Teutónico, germana o nórdica, que conservaron casi del todo pura su casta gracias al orgullo de su prosapia y a las leyes que, por varios siglos, prohibieron sus matrimonios con las razas conquistadas). Por los numerosos retratos o descripciones que conozco de los conquistadores de Chile, puedo asegurar que a lo sumo el diez por ciento de ellos presentan signos de mestizaje con la raza autóctona de España, con la raza íbera; el resto es de pura sangre teutona, como Pedro de Valdivia, cuyo retrato es tan conocido. Como en Chile no cesó de pelearse sino por breves espacios durante los primeros tiempos de la llamada conquista y como, por otra parte, esta región del continente no producía ninguno de los ricos artículos de comercio en que abundaban las demás colonias españolas, sólo vinieron a nuestro país los individuos de la casta aventurera y belicosa de la península. Los comerciantes, los industriales, los artesanos, los letrados, etc., ocupaciones desempeñadas en España por los naturales, no tenían a que venir a Chile, ni vinieron, salvo uno que otro secretario u oidor, hasta mediados del siglo XVIII, después de las paces selladas con el toqui araucano Ailla-Vilu; pero esos Íberos fueron en número escaso para que su influencia étnica se dejara sentir en una población de 500.000 habitantes, de los cuales los cuatro quintos eran mestizos.
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