Alfonso López Pumarejo Alfonso López Pumarejo “Vivió y murió en acre olor a tempestad” Alfonso López Pumarejo, cuando fue condecorado en la Universidad Nacional. Fuente: Aníbal Noguera Mendoza, 1986 Por: Hernando A. Hernández Quintero 71 Alfonso López Pumarejo Alfonso López Pumarejo En Honda, población del norte del Tolima, ribereña del río Grande de la Magdalena, el 31 de enero de 1886 vio su primera luz Alfonso López Pu- marejo, el hombre que transformó a Colombia en el siglo XX, al otorgarle a nuestro país modernas estructuras jurídico-políticas y sociales acordes con la nueva visión del mundo. En dos oportunidades ejerció como presidente de la República; responsabilidad que lideró con un grupo de jóvenes sin ma- yor experiencia en la administración pública, a los que él mismo denominó “las audacias menores de cuarenta años”. Entre ellos se destacaron ilustres tolimenses como el maestro Darío Echandía, Antonio Rocha y Carlos Loza- no y Lozano, entre otros. Alberto Lleras Camargo, uno de sus discípulos más descollantes y quien lo reemplazará como Presidente en su segunda administración, retrata la labor de López Pumarejo en el discurso pronunciado el día de sus exequias, en el que afirmó, con razón, que “Vivió y murió en acre olor a tempestad”. Allí señaló: “El suyo fue el acceso de un hombre sin inhibiciones jurídicas o sociales, sin universidad ni disciplinas, al penumbroso recinto donde la Colonia ex- halaba sus letales aromas, y lo que siguió fue ese abrir de ventanas, el torrente de aire circulando caprichosamente, las pesadas colgaduras desprendiéndose del polvo centenario, las puertas derribadas y el pueblo asomándose hasta el sitio de las determinaciones. Fue también la justicia saliendo de los códigos y expedientes para medir, esta vez con ojos bien abiertos, la tierra inculta, el trabajo mal pagado, la contribución evadida, y el hondo abismo que se iba cavando entre los pocos con todo y los innumerables sin nada”. Su infancia Alfonso López nació el 31 de enero de 1886, el mismo año en el que se pro- mulgó la Constitución de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, cuya vigen- cia se extendió hasta la Carta Política aprobada por la Asamblea Nacional 73 Tolimenses que dejan huella Constituyente en 1991. Fueron sus padres Pedro Aquilino López Medina y María del Rosario Pumarejo. Pedro Aquilino era un próspero comerciante exportador e importador de gran prestigio y éxito en Honda, entonces im- portante puerto sobre el río Magdalena por donde llegaban y salían del país las mercancías que se requerían para su desarrollo o que producía Colombia con superávit, como el café, entre otros. Este ciudadano miraba con despre- cio la política, pues en su niñez sufrió grandes privaciones por cuenta de las aventuras en esta actividad de su padre Ambrosio López, creador de la sociedad de artesanos. De María del Rosario se afirma que pertenecía a la aristocracia costeña, específicamente del Valle de Upar, donde heredó tierras y ganado que nunca interesaron a su esposo. Murió en Bogotá, cuando Alfonso López contaba apenas con nueve años de edad. Pedro Aquilino López y Rosario Pumarejo de López, padres de Alfonso López Pumarejo. Fuente: Aníbal Noguera Mendoza, 1986 En Honda transcurrieron los primeros siete años de la vida de Alfonso López. En el discurso pronunciado en la Universidad Nacional al recibir el doctorado honoris causa, y que algunos se atreven a considerar como su tes- tamento político, relata sus vivencias en aquella época: 74 Alfonso López Pumarejo “En Honda, un emporio comercial con una tradición secular y en donde hasta entonces se había dado cita la modesta actividad económica de la Repú- blica en su tráfico de exportaciones y de importaciones, se abrieron nuestros ojos asombrados a la inmensa realidad de nuestra patria mulata, mestiza y tropical, contemplada desde aquel observatorio, en la confluencia del Magda- lena y el Gualí adonde venían a surtirse de toda clase de artículos los comer- ciantes de los cuatro confines del país. A la orilla del Gran río veíamos llegar las mulas cargadas de café y regresar trayendo sobre el lomo dócil los más heterogéneos productos manufacturados que desde Londres, Hamburgo, Ámsterdam o New York despachaban, dirigidos a la aduana de Sabanilla, los corresponsales de los grandes distribuidores como los Samper, los Vargas, Schtte, Gieseken & Cía., la Casa Inglesa, etc. Desde las burdas telas de algo- dón hasta los perfumes franceses y los enormes pianos de cola para los sa- lones de la aristocracia santafereña, todo aquel comercio abigarrado pasaba por Honda, recorriendo los mismos caminos de herradura que habían sido trazados desde la época de la Colonia”. Casa donde nació Alfonso López. Honda, Tolima. Fuente: Universidad de Ibagué 75 Tolimenses que dejan huella Casa Museo Alfonso López en Honda. Lugar donde residió sus primeros años el presidente López Pumarejo. Fuente: Universidad de Ibagué Estudios y actividad empresarial Con el fin brindar a su hijo la educación a la que él no había tenido acceso, Pedro Aquilino decidió trasladar a Bogotá al joven Alfonso. En la capital adelantó sus primeros años de estudio en el Colegio de los Hermanos Cris- tianos, ubicado entonces muy cerca de la Catedral. Más tarde ingresó al Li- ceo Mercantil, regentado por don Miguel Antonio Rueda, que contaba con una destacada nómina profesoral. Con el advenimiento de la Guerra de los Mil Días, el Liceo se clausuró y Pedro Aquilino López decidió que su hijo se formara con profesores privados que le impartieran la instrucción en su propia residencia. Por esta feliz determinación, Alfonso López entró en con- tacto con Antonio José Cadavid, quien fue su profesor de Castellano. Juan Manuel Rudas, quien fuera rector del Colegio Mayor del Rosario, lo instruyó 76 Alfonso López Pumarejo en Filosofía; Ramón J. Cardona le enseñó Geometría; José Miguel Rosales lo adiestró en Inglés. A su turno, Lorenzo María Lleras, antiguo exponente de la guardia radical, fue su profesor de Física y José Camacho Carrizosa, lo orientó en Economía. Para completar esta exquisita nómina docente, el futuro presidente de Colombia recibió los secretos de la retórica de Miguel Antonio Caro, expresidente de la República, de quien se decía era “la prime- ra virtud y la primera ilustración de Colombia”. El marcado interés que Alfonso López empezó a demostrar por la polí- tica, al punto que, por colaborar en la publicación de un periódico liberal en el taller de zapatería de Miguel Díaz fuera retenido por las autoridades, ge- neró en su padre una gran preocupación que lo llevó a organizar su traslado a Londres. De esta forma, a sus quince años, por la vía Honda, Barranquilla, Panamá, Jamaica, Haití y Barbados, llegó a Plymouth, Inglaterra, de donde pasó por tren a Londres. Allí recibió el apoyo permanente de Rafael Parga, padre de Rafael Parga Cortés, quien fuera más tarde su ministro y goberna- dor en el departamento del Tolima. En Londres estudió en Brighton College y luego se trasladó a los Estados Unidos, para adelantar estudios de comercio en Packard School. Con esta formación técnica, Alfonso López regresó al país a sus diecio- cho años de edad para colaborar con su padre en los negocios de exporta- ción de café y la importación de variados productos. En 1906 se traslada al Ecuador, donde disfrutó de la amistad del general Eloy Alfaro y con quien en el futuro tendría grandes afinidades políticas. En Quito recibió de su padre, en sentidas cartas, angustiosos llamados para que le explicara el estado de los negocios; misivas que dejaban imaginar que el joven comerciante gastaba más allá de lo que sus actividades le permitían, pero que otros señalan como la apertura de la visión y la audacia del futuro banquero. 77 Tolimenses que dejan huella Alfonso López a los 20 años. Fuente: Aníbal Noguera Mendoza, 1986 La preocupación del afectuoso padre se evidencia, aún más, en la carta que le remitiera a su hijo a Manizales, el 11 de mayo de 1909, en la que le expresaba: “…En fin, verdaderamente me descuentas de la cuarta tanda, o sea el periodo manizaleño, donde seguramente también se te resbalaron los pies, más en gastos personales y dispersiones de dinero, que por contratiempos de las operaciones que te llevaron, pues sabiendo cuidar lo que se tiene entre manos, no se liquidan las pérdidas que te han venido sorprendiendo. En resumen, debes abrir los ojos para no gastar sino lo que rigurosamente se necesita para vivir con decencia, y no recargar las operaciones con gastos exagerados, como cuando tu visita a la Palma, que costó más de lo mandado, y que no sospechas porque no sumaste los pedidos en las diferentes partes”. Continuaron los negocios y los viajes al exterior de Alfonso López, quien ya demostraba una gran habilidad y madurez para las operaciones comerciales, al lograr importantes contactos para las empresas de su pa- 78 Alfonso López Pumarejo dre. Se relacionó con firmas de Amberes, donde gestionó un empréstito para Bogotá, y en Londres trató el tema de acuñación de monedas para el Gobierno colombiano. En una palabra, como lo afirma Juan Lozano y Lo- zano: “Creció pues López, en un ambiente de grandes negocios; y educado teóricamente para los negocios en los mejores colegios europeos y ameri- canos, adquirió la práctica de ver grande en la vida económica, al lado de su padre”. En 1915, Alfonso López se separó de los negocios de Pedro Aquilino, con el pretexto de las dificultades con sus hermanos, que desconocieron su trabajo por largo tiempo y su aporte a la firma, además de la permanente vigilancia que ejercieron sobre su diaria actividad. No obstante, al parecer, la causa real de la ruptura fue la constante inquietud de su padre por su belige- rante intervención en la actividad política.
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