Alma y pasión de un país © Cernícalo Producciones / Santiago Barco Cernícalo Producciones / Santiago Barco / Santiago Producciones Cernícalo © <Perú, país que vive su música La música peruana es un vigoroso y fino estruendo que permanece desde el origen de los tiempos en los ecos de una tradición que se reinventa y hace que su pueblo cante y baile, con pasión y con ternura extendidas, a lo largo de sus montañas, sus selvas, sus desiertos, sus ríos y sus lagos. Su riqueza radica en su variedad, mestizaje y múltiples fusiones. Su profusión se asienta en la envergadura de sus culturas. Su patrimonio se consolida en su gente, ese pueblo heredero de una sonoridad que festeja y enamora. El fervor El concepto musical en el Perú es diverso. Desde los músicos de Caral, hace cinco mil años, pasando por la canción andina de uso social para acompañar tareas de labranza, las marineras en homenaje a nuestro héroe Miguel Grau y luego los himnos deportivos de José Escajadillo o Augusto Polo Campos, las guitarras criollas de Javier Lazo o de Yuri Juárez con álbumes como Tangolandó, en el paroxismo de la fusión. Así, la música peruana recorre aires y registros sonoros ligados a la pasión Cernícalo Producciones / Santiago Barco / Santiago Producciones Cernícalo vívida del pueblo peruano. © La herencia Este repertorio está construido por los saberes musicales de decenas de culturas y naciones que fueron poblando el territorio donde hoy se forja el Perú. El proceso fue creando un acervo musical con un sello definitivo y propio. Existe entonces una marca peruana. De ahí que sus compositores e intérpretes brillen con fulgor propio en los mercados internacionales. Dicho precinto se distingue por sus aspectos creativos, polifacéticos y cautivadores. Cantautores como Gian Marco o intérpretes líricos como Juan Diego Flórez se fusionan a la impronta que dejaran Yma Sumac o Chabuca Granda, para hacer de la música peruana una joya de la sabiduría latinoamericana. Además de amalgamas y géneros que tienen sabor propio por las regiones donde se fundaron y ensamblaron, hay cantantes que se han convertido en leyendas, incluso luego de su muerte física. Señalemos un caso emblemático. Es el ejemplo de Chabuca Granda, peruana nacida a la vera de los Andes y que luego, en Lima, revolucionaría la música criolla costeña. El vals propiamente dicho. Se acerca a una generación de poetas jóvenes que no ocultaban su radicalidad: Javier Heraud y César Calvo, y, como nunca, la música popular peruana se pone a tono con el brillo de la gran literatura. Finalmente, le da brillo y fijeza a la música afroperuana, rico universo de la diáspora africana asentada en las costas peruanas. La casuística es profusa. Igual se puede mencionar a Eva Ayllón, quien encarna de manera inmejorable el concepto de peruanidad. Así, su voz tiene el mismo mensaje en la costa, en la sierra, en la selva o, lo que es mejor, es artista reconocida en toda la patria. Es cierto, el nombre de Eva Ayllón ha ido creciendo en popularidad no solo en el Perú sino también en Estados Unidos, donde, poco a poco, se está incorporando al club exclusivo de las verdaderas divas latinoamericanas, al cual pertenecen Eugenia León, Lila Downs, Jaramar y otra peruana ilustre: Tania Libertad. La fusión Los músicos del Perú viven inflamados de su herencia rotunda y contundente. Susana Baca, por ejemplo. Artista de legado afroperuano instalada en los balnearios de Lima, recupera ese lamento hermosísimo del negro costeño ante la inmensidad de los océanos, reclamando sus querencias del continente negro y nativo. Y es que el acervo musical peruano tiene un sello definitivo. Dicha garantía se distingue por sus aspectos creativos, polifacéticos y cautivadores. La música en el Perú, con todos sus géneros, cantantes y grupos, nos convence de que este es un país que canta y danza celebrando su espíritu y todas sus riquezas culturales. © Cernícalo Producciones / Santiago Barco © PromPerú / Fernando López / Fernando © PromPerú Sinfonía desde la semilla La música peruana goza de una nacionalidad mestiza, cimientos de una sensibilidad vigorosa de un pueblo múltiple que ha conservado tradiciones, adoptado esquemas foráneos, obrado caminos propios dentro de lenguajes que se informan y confluyen en la actualidad con procesos musicales alimentados incluso de la atonalidad o la música aleatoria. Acercarnos a ese magnífico repertorio ancestral es tarea de audaces artistas y músicos conocedores de este estupendo universo lleno de colores y mensajes. Los músicos peruanos del siglo XXI entienden que la herencia es el manejo de una tecnología de avanzada e impecable rigor histórico, y ofrecen al gran público internacional un catálogo selecto que abarca los más variados géneros y agrupa a los mejores intérpretes de una historia viva, llena de misterios y enigmas. Así se trabaja hoy, con esa rotunda tradición. © PromPerú / Fernando López / Fernando © PromPerú La edad de la creación Si uno escucha al joven músico Lucho Quequezana, dentro de la rigidez de lo culto y lo artísticamente serio, encuentra que el redescubrimiento temprano de la música le ha permitido mantener un espíritu lúdico, infantil, aun cuando sus creaciones respondan al de un artista juicioso y, sin embargo, demasiado joven. Quequezana, con un dominio perfecto de más de 25 instrumentos de cuerda, percusión y vientos de origen peruano, es un emisario sonoro que traslada la música del Perú por Europa, Asia y América dentro de su propuesta de fusión con ritmos internacionales. Quequezana no es el único. Otros músicos del Perú viven inflamados de esta herencia rotunda y contundente. Los artistas de Perú Negro, por ejemplo, retoman y renuevan la tradición musical heredada de sus ancestros afroperuanos que llegaron a las costas del Perú durante la Colonia. Las ligaduras del Perú Y así como Lucho Quequezana anuda los tiempos y en serpentinas de sonidos crea las ligaduras del Perú ancestral, otros músicos trabajan en este devenir de la música del Perú. Uno de ellos es Yuri Juárez, guitarrista, arreglista y compositor. Su arte se nutre de los diversos grupos de música afroperuana, folclórica y de fusión. Recoge la herencia de guitarristas como los maestros Carlos Hayre, Rufino Ortiz y Álvaro Lagos y, sobre todo, hace suya la escuela de la música popular de las calles, aprendida de los músicos con los que ha compartido la jarana y la bohemia. Su guitarra, más que acompañar, da brillo a voces como las de Eva Ayllón, Susana Baca, Chaqueta Piaggio, Pilar de la Hoz, Carmina Cannavino, Pamela Rodríguez o Elena Romero. Es socio musical de compositores como Kiri Escobar, Javier Lazo y se integra a agrupaciones como Novalima, Sin Líneas en el Mapa, Teatro del Milenio y el Gabriel Alegría Afro-Peruvian Sextet. Su última gran producción es el disco Tangolandó, un prodigio ambicioso de fusión junto a la argentina Sofía Tosello, un viaje de sonidos y formas desde el Río de la Plata a los aires afrocriollos y los ritmos de la costa peruana. Una unión original y refrescante que conecta a estilos musicales como el tango, la milonga, el landó, el festejo, el vals, en un sonido único e innovador. Igual ocurre con otro guitarrista de una técnica sorprendente: Javier Lazo. Intérprete, compositor y productor musical. Sus canciones acompañan a voces como las de Susana Baca, Michael Shrieve, Victoria Sur, Trío SoulAyres, Jedi Mind Tricks, Ino, Belén Ilé, Patricia Zappia, Miryam Quiñones, Alma, Carla Kjaerby, Araceli Collazo & Paloma Negra, entre otros cantantes y bandas del mundo. Algunas de sus obras han sido incluidas en espectáculos como Agua, de Pina Bausch, en Alemania, en documentales como Todo el mundo es música, de Patricia Ferreira, para TVE 2 de España, y Hacedor de canciones. Ha representado al Perú en importantes festivales en España, Venezuela, Chile, Argentina y Paraguay, y ha participado en documentales sobre música peruana de la TV5 de Francia y TVE 2 de España. Lazo produce discos para cantautores y cantantes nacionales como Miryam Quiñones, Américo Martínez, Jorge Millones, Alma, Oru, Carla Kjaerby, Rafo Ráez, entre otros destacados artistas. Ha trabajado al lado de Pedro Aznar, con quien grabó su primer disco, Esperanza grande, y Susana Baca, con quien canta en su última producción Libre. Pero si hay un innovador sorprendente, ese es Jaime Cuadra. Nacido en Lima, es un músico que aparece en el pop y el jazz, y combina su trabajo como productor y comunicador audiovisual. © Cernícalo Producciones / Renzo Giraldo Clásicos y jazzeros En este abanico de nuevas estrellas de la música peruana destaca con luz propia Andrés Prado. Músico peruano, intérprete de la guitarra clásica con especialización en jazz y blues. Prado ha cultivado desde la música popular latinoamericana hasta el jazz contemporáneo, pasando por una riquísima fusión desplegada en sus propias composiciones. Al finalizar su posgrado, Prado ganó tres premios otorgados por el Trinity College of Music: la Medalla de Oro al mejor músico del año, el premio Montagu Cleeve al mejor guitarrista del año y el premio Founders a la excelencia. Obtuvo las mejores críticas de los expertos, como la del fundador de la Facultad de Jazz del Royal Academy of Music, Graham Collier, y de los grandes exponentes del jazz europeo, como Julian Argüelles y Steve Waterman, quienes supieron apreciar el especial talento del músico y aceptaron ser parte de la banda que él lideraba. Además, Andrés Prado puede decir orgulloso que grabó un CD producido por el productor de Sade, Robin Millar. Hablar de jazz en Perú es también hablar de Perujazz. El cuarteto de músicos liderado por Manongo Mujica y Jean Pierre Magnet incluye instrumentos como el cajón en su propuesta de fusión. Entre las voces femeninas está Pamela Rodríguez, nacida en Lima y típica descendiente de diversas culturas: abuelo mestizo (hijo de español con indígena Cernícalo Producciones / Renzo Giraldo / Renzo Producciones Cernícalo © peruana) con abuela napolitana por línea paterna, y abuelo italiano con abuela boliviano-inglesa por parte de madre.
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