EL PROCESO DE REPRESIÓN CONTRA LOS MUDÉJARES ARAGONESES José Luis Corral Lafuente TIEMPOS DE CONVIVENCIA (SIGLO XII A MEDIADOS DEL XIV) Durante los siglos XII y XIII, la convivencia entre los miembros de las tres principales religiones monoteístas atravesó en Aragón por un largo periodo de mutuo respeto, aunque alterado con algunos brotes de violencia, si bien no demasiado relevantes'. Tras la conquista, los cristianos ocuparon todas las esferas de poder y dominaron la sociedad civil, pero dejaron a los musulmanes mantener su cul- tura, sus tradiciones, su religión e incluso, pese a las prohibiciones legales, permitieron la construcción de nuevas mezquitas para el culto islámico2. Los propios monarcas cristianos protegieron jurídicamente a los musul- manes, garantizando su vida y su seguridad ante las posibles vejaciones de l. En los ŭltimos años la historiografía contemporánea, sobre todo desde la perspectiva de la socio- logía histórica, ha puesto énfasis en el análisis de los procesos históricos que han conducido a grandes masas a la represión de conciudadanos, bien por intervención directa bien por omisión. La pregunta de .q.cómo pudo suceder aquello?» se repite en muchos ensayos y son legión los his- toriadores que han intentado ofrecer una respuesta. Sirva como paradigma el libro del nortea- mericano D. J. Goldhagen, Hitler's Willing Executioners (Los verdugos voluntarios de Hitler en tra- ducción española de la editorial Taurus), cuya tesis de que el holocausto se debió al antisemitis- mo general, que considera un sentimiento extendido entre el pueblo alemán desde el siglo XDC, ha provocado una verdadera marea de debates y contrarréplicas en América y en Europa. 2. Pese a los muchos años transcurridos desde su publicación, siguen siendo fundamentales los dos trabajos de F. MACHO ORTEGA, «Documentos relativos a la condición social y jurídica de los mudéjares aragoneses», en Revista de ciencias jurídidicas y sociales, V, Madrid 1 922, y «Condición social de los mudéjares aragoneses (siglo XV)», en Memorias e la Facultad de Filosofía y Letras, I, pp. 137-319, Zaragoza 1922-1923. 341 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE los cristianos. Es cierto que tras la conquista, los musulmanes fueron redu- cidos en muchos lugares a las morerías —los espacios urbanos reservados especificamente a la población islámica— pero en la documentación es fre- cuente encontrar a mudéjares que habitan en casas fuera de la morería, mez- cladas entre las de los cristianos3. El islam es, por supuesto, una religión, pero también una concepción total de la vida y del universo. Aceptar el islam significa aceptar por propia deci- sión formar parte de la comunidad islámica y someterse a la voluntad de Dios: no cabe distinción entre los sagrado y lo profano, entre la religión y la vida. El islam se extendió rápidamente desde el siglo VII y pronto comenzó a acariciar el sueño de un mundo unificado bajo la religión de Mahoma. Pero no se contemplaba una posibilidad que a lo largo del siglo XI y precisamen- te en la península Ibérica se produciría: el que los musulmanes no fueran los dominadores, sino los dominados. Una civilización que había hecho de al-Andalus un nuevo paraiso, pobla- do de mezquitas y de medias lunas, de zocos y de comercios, de prósperas ciudades y de ricas huertas, de palacios de ensueño y de espléndidos jardines, se desmoronaba; se perdía la tierra que había cantado Ibn Hamz 4. Hasta la toma de Toledo en 1085, los musulmanes, en cuanto parte integrante de una comunidad, no habían vivido nunca bajo dominio cristiano; desde entonces, la figura del mudéjar, el musulmán sometido al poder cristiano, será habitual en la península Ibérica. (:Cómo explicar entonces que el islam, la verdadera fe, ha comenzado a perder terreno ante los cristianos?, (:cómo entender, ahora, que los musulmanes debían convivir con otras religiones pero en régi- men de inferioridad? Las explicaciones a estos nuevos dilemas, las respues- tas a estas preguntas, las buscarán los musulmanes en sus propios orígenes. La expulsión, el tener que marcharse de su propia tierra por problemas políticos y religiosos, era una de las claves de los iriicios del islam; al fin y al cabo el primer musulmán que sufrió los rigores del exilio había sido el pro- pio profeta Mahoma, cuando en el ario 622 tuvo que huir de su ciudad natal, La Meca, para instalarse en Yathrib, la futura Medina. Sin duda, la vida de Mahoma es —además de una vida ejemplar para todos los musulmanes- 3. En la mayoría de las capitulaciones se obliga a los musulmanes a abandonar los recintos mura- dos de las viejas medinas, que pasaron a ser ocupados por los cristianos; pero en realidad muchas morerías están en la Baja Edad Media dentro de las murallas de las ciudades cristianas, como ocu- rre en Teruel, Daroca, Tarazona, etc. En todos los casos cuando se ampliaron los recintos, las morerías quedaron protegidas por las murallas. Por ejemplo la de Teruel (C. de la VEGA (1974), «La Morería de Teruel en el siglo XV», Teruel, 52, p. 55, Teruel). 4. Dice Ibn Hamz (siglo en su obra «El collar de la paloma»: «Son mis entrarias como un seco herbazal donde alguien arrojó Ull tizón ardiendo. tVete en mal hora, perla de la China! Me basta con mi rubt de Esparia». 342 EL PROCESO DE REPRESION CONTRA LOS MUDÉJARES ARAGONESES una fuente de sabiduría en la cual aprender a resolver muchos de los proble- mas que se presentan en la vida de todo buen creyente. Por ello, todos los musulmanes expulsados de los territorios ocupados por los cristianos tras las conquistas de fines del siglo XI y hasta la expulsión de 1610 serán considerados como verdaderos mártires, ejemplos de religiosidad que recibirán por consiguiente el nombre de muhayyidín, es decir, «el pere- grino», el que ha hecho la Hégira —con este mismo nombre fueron nomina- dos los primeros musulmanes que acompañaron a Mahoma al destierro de Medina—. Muchos de los que se marcharon de al-Andalus creyeron que algŭn día regresarían a su tierra triunfantes, igual que Mahoma había vuelto ocho arios después de la hégira a La Meca. Las ciudades más importantes de los musulmanes en Esparia fueron ocu- padas por los cristianos entre 1085 y 1238, es decir, en siglo y medio. Desde entonces, los musulmanes quedaron sometidos a los cristianos, que se cons- tituyeron en grupo dominante primero y mayoría dominadora después. Los musulmanes que emigraron fueron en una buena proporción los miembros de las clases con una mejor posición socio-económica. En las tierras con- quistadas quedaron los artesanos de la ciudades y los campesinos de los cam- pos; todos ellos pudieron conservar su estatus y en buena medida sus bienes muebles, pero algunos perdieron sus tierras y sus casas. Por lo que respecta a Aragón, las ciudades musulmanas más importantes de la Marca Superior fueron ocupadas en un periodo de tiempo inferior a los veinticinco años, de 1196, conquista de Huesca, a 1120, conquista de Calatayud y Darocas. En cualquier caso, la condescendencia de los cristianos fue alta, Ilegán- dose en los fueros de algunas villas de la Extremadura aragonesa a equiparar jurídicamente a cristianos, judíos y musulmanesé, y algunos mudéjares fue- ron llamados «moros de paz»'. En suma, a lo largo del siglo XII a los mudéjares aragoneses se les obligó legalmente a abandonar los recintos murados de los n ŭcleos conquistados, pero, lógicamente, quedaron exentos de participar en cabalgadas militares, se les equiparó en los fueros de repoblación con los cristianos y la mayoría que- daron bajo la protección directa del rey. Así, fueron los propios monarcas cristianos quienes protegieron jurídicamente a los musulmanes, garantizan- do su vida y su seguridad ante las posibles vejaciones de los cristianos8. 5. Conquista de Calatayud y Daroca en junio de 1120, tras la batalla de Cutanda. 6. «Los cristianos, judíos y sarracenos tengan un mismo fuero en materia de heridas y de multas» (Fuero de Daroca, 1142, Archivo Municipal de Daroca, perg, n° 1). 7. Sobre los moros de paz ver J. M. LACARRA (1979), «Introducción al estudio de los mudéjares ara- goneses», Aragón en la Edad Media, II, pp. 10-11, Zaragoza. 8. M. L. LEDESMA (1984), «Mudéjares tornadizos y relapsos en Aragéin a fines de la Edad Media», Aragón en la Edad Media, VI, p. 265, Zaragoza. 343 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE Pero esta situación de los primeros doscientos arios de «mudejarismo» empezó a cambiar hacia 1300; la expansión cristiana se detuvo, por el momento, a mediados del siglo XIII y los años de colonización y puesta en cultivo de nuevas tierras acabaron, y la sociedad peninsular se encontró en una encrucijada histórica, la cual se resolvió mediante una serie de cambios estructurales que sacudieron el reino de Aragón en los dos siglos siguientes. Ante esta nueva perspectiva, las convulsiones sociales comenzaron a cebarse en la sociedad hispana, y las minorías religiosas, mudéjares y judíos, y la cla- ses más desfavorecidas, campesinos y plebe urbana, fueron quienes de un modo más intenso sufrieron las consecuencias de la nueva situación, o si se quiere «crisis »9. Así, por lo que respecta a los mudéjares aragoneses, desde finales del siglo XIII comenzaron toda una serie de prohibiciones —de represión en suma—: se insistió en la prohibición de matrimonios mixtos, endureciendo las nor- mas de manera extraordinaria, se introdujeron algunos elementos de identi- ficación en el vestido y en el peinado, como por ejemplo el que los mudéjares debían llevar el pelo cortado circumcisura rotunda para identificarlos y dis- tinguirlos de los cristianos'°, se prohibieron las manifestaciones religiosas de los mudéjares, obligándoles a humillarse ante el paso de las procesiones y los símbolos cristianos". Poco a poco, toda una serie de medidas represivas se pusieron en marcha, si bien es cierto que la camparia masiva de propaganda antijudía y las perse- cuciones contra los hebreos, especialmente desde los progroms de 1391, han eclipsado en la documentación, y también en la bibliografía, a la represión contra los mudéjares".
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