Cervantes Se Reescribe: Teatro Y «Novelas Ejemplares»

Cervantes Se Reescribe: Teatro Y «Novelas Ejemplares»

CRITICÓN, 76,1999, pp. 119-164. Cervantes se reescribe: teatro y Novelas Ejemplares Antonio Rey Hazas Universidad Autónoma de Madrid Por razones obvias de tiempo y espacio, el objeto de este trabajo, inicialmente pensado como un planteamiento general del problema de la reescritura propia en la obra cervantina, se centrará únicamente en comedias, entremeses y novelas cortas, aunque los abundantes registros de este Cervantes que se reescribe a sí mismo con insistencia nos lleven a menudo a otras obras suyas. Cualquier lector de La Galatea y de El ingenioso hidalgo, por ejemplo, habrá notado las íntimas relaciones que hay entre la Historia de Timbrio y Silerio de la novela pastoril y El curioso impertinente, dado que son dos versiones distintas de la misma historia tradicional de los dos amigos1. En la primera, la amistad soporta bien la interferencia del amor, y triunfa sobre sus asechanzas; en la segunda, al contrario, la amistad se rompe y vence el deseo. Algo similar sucede, de hecho, con Gelasia, la pastora libre que no se deja anudar por nada ni por nadie, el personaje que mejor encarna la libertad de amor en la novela pastoril, capaz de expresar así, en magníficos versos2, su talante: Del campo son y han sido mis amores; rosas son y jazmines mis cadenas; libre nascí y en libertad me fundo. (VI, p. 431) 1 Ver J. B. Avalle-Arce, «El cuento de los dos amigos (Cervantes y la tradición literaria. Segunda perspectiva)», en Nuevos deslindes cervantinos, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 153-211. 2 En «uno de los mejores tercetos de toda la poesía española», dice J. M. Blecua (o Joseph M. Claube) en «La poesía lírica de Cervantes», Homenaje a Cervantes, Cuadernos de ínsula, I, Madrid, 1947, p. 179. 120 ANTONIO REY HAZAS Criticón, 76,1999 Precedente indiscutible, por tanto, de la pastora quijotesca Marcela, cuyas palabras son un reflejo evidente de estos versos: «Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos» (I, xiv, p. 166)3. La reescritura no se detiene ahí, dado que ambas pastoras, la ficticia y la real, por defender su libertad, originan el intento de suicidio de Lenio y el suicidio consumado de Grisóstomo, respectivamente. No muy lejos de ambas pastoras se sitúa Preciosa, La gitanilla, cuando le dice a Andrés Caballero, tras habérsela entregado los gitanos, lo siguiente: «Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere» (pp. 78-79). Libertad semejante a la de Constanza, La ilustre fregona, por ubicarse ambas en el ámbito más adverso posible, que otras mujeres cervantinas representan, bien que en un mundo menos hostil, como Dorotea, la discreta labradora rica quijotesca que se viste de hombre para seguir a don Fernando y exigirle el cumplimiento de su palabra de matrimonio, la misma razón que mueve Las dos doncellas en pos de Mario. Por no mencionar que esta novela ejemplar une a un hermano y a una hermana, casualmente entrecruzados, aunque no tanto como los dos hermanos gemelos y las dos gemelas de la historia de Teolinda, en La Calatea, o a las dos hermanas que finalmente se casan con Timbrio y Silerio, etc. Unas veces los celos llevan a la muerte, como en la quijotesca peripecia de Claudia Jerónima, o en la sangriente novela de Lisardo, que rompe de entrada el idilio pastoril del Tajo; otras, causan un rapto, como el que acaece violentamente en el mismo marco bucólico cuando Artandro, el caballero aragonés, se lleva a Rosaura; en otras, en fin, no impiden que todo acabe por solucionarse felizmente, como en la peripecia quijotesca de Dorotea, don Fernando, Luscinda y Cardenio. Las quijotescas bodas de Camacho constituyen la antítesis de las bodas de Daranio en La Galatea, dado que la ficción que representa Basilio el pobre hace posible su triunfo sobre el poder del dinero de Camacho y le permite casarse con Quiteria, a la inversa de Mireno, vencido por la riqueza de Daranio, que contrae finalmente matrimonio con Silveria. El matrimonio cristiano4, por otra parte, es un premio para los trabajos y merecimientos de muchos personajes dignos en numerosos casos novelescos o teatrales cervantinos, y un martirio insufrible para los que solicitan la separación al Juez de los divorcios. Las letras y las armas contienden frecuentemente con diversa suerte5. La libertad genera numerosos textos y crea su poética interna. Y es que a Cervantes le gusta mucho ofrecer variantes sobre la misma historia y plantear soluciones diferentes a problemas semejantes, en distintos momentos de su obra literaria, considerada así como un todo armonioso y unitario cuyo sentido sólo se encuentra plenamente en el conjunto. La reescritura propia, en consecuencia, forma parte fundamental de su práctica artística, dado que sus textos se reescriben continua e insistentemente —cómo no citar los casos palmarios de Rinconete y El celoso 3 Ambas citas, por Sevilla-Rey, Cervantes. OC, vols. 1 y 4, Madrid, Alianza Editorial, 1996. En adelante, todas las citas remitirán a esta edición. 4 Ver M. Bataillon, «Cervantes y el matrimonio cristiano», en Varia lección de clásicos españoles, Madrid, Gredos, 1964, pp. 238-255; y Alban K. Forcione, Cervantes and The Humanist Vision: A Study of Four «Exemplary Novéis», Princeton University Press, 1982. 5 Ver Michel Moner, Cervantes: deux thèmes majeurs. (L'amour, les armes et les lettres), Toulouse, France-Ibérie Recherche, 1986. CERVANTES SE REESCRIBE 121 extremeño6—, retoman y recrean, una y otra vez, temas y motivos, principios y actitudes, estructuras y argumentos, ambientes y personajes, e incluso palabras y versos. Varía, contrasta, reitera, retoca, reforma, modifica, emula y altera con harta frecuencia sus propias creaciones, con el objeto de crear una obra literaria que sólo encuentra su completa significación considerada en conjunto, como un todo armonioso, unitario, coherente y, por ende, de enorme modernidad. COMEDIAS Argel y Numancia ¿Qué atrajo a Cervantes del antiguo cerco de Numancia? Era lógico que el joven dramaturgo llevara a la escena el cautiverio argelino, pues lo había sufrido durante cinco años largos. ¿Lo era también remontarse en la historia 1.700 años atrás? Sí, porque a pesar de las diferencias temporales y temáticas que parecen distanciar a Los tratos de Argel de La Numancia, ambas piezas primerizas tienen el mismo objeto: analizar la libertad individual y colectiva del hombre cuando está amenazada por las más adversas circunstancias, para defender, en ambos casos, la posibilidad de mantenerla aun en el límite más extremo. Se trata, pues, en las dos piezas, de hacer un canto a la libertad en las situaciones de mayor peligro para ella. Y no sólo eso, pues, dado que quienes la sostienen hasta la muerte son siempre españoles en lucha con otros pueblos, la defensa de la libertad se une a la de la hispanidad. Los dos dramas formulan situaciones temáticas paralelas, ya que si los españoles cautivos en Argel se encuentran encarcelados por los berberiscos, asimismo se hallan los numantinos, apresados en su ciudad, a causa del asedio romano. La común falta de libertad origina reacciones semejantes de españolismo en su defensa, porque en Argel los cautivos hispanos son, en efecto, los más rebeldes y los que mejor aguantan el tormento. Su actitud ante la vida es la misma que la de los 3.000 numantinos cercados por 80.000 romanos. Éstos, representados por Escipión, encarnan una visión pragmática del mundo, e intentan vencer a Numancia sin arriesgar vidas humanas, sin luchar ni derramar sangre, mediante un prolongado e inteligente cerco. Los numantinos, al contrario, proponen soluciones que implican siempre el aliento cercano de la muerte, la lucha, el esfuerzo personal y la irracionalidad voluntarista, como el duelo singular entre un numantino y un romano, o el combate de todos los españoles de Numancia, a la desesperada, contra el invencible cerco romano. El impulso creador de Cervantes se sintió motivado poderosamente por el cerco de Numancia no sólo por lo expuesto, sino también porque los míticos numantinos habían consumado de manera rotunda una paradoja histórica con la que el héroe de Lepanto y del cautiverio se sentía particularmente identificado, por razones biográficas obvias, que era la de conseguir la victoria en la derrota, la de vencer a sus vencedores. Y es que é Hasta el extremo de que Edward T. Aylward (Cervantes: Pioneer and Plagiarist, Londres, Tamesis Books, 1982) ha sostenido la hipótesis de que Cervantes plagió el manuscrito Porras. Ver, para un breve resumen de la cuestión, José Montero Reguera, «La obra literaria de Miguel de Cervantes (Ensayo de un Catálogo)», en A. J. Close et al. (eds.), Cervantes, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 54-56. 122 ANTONIO REY HAZAS Criticón, 76,1999 el resultado final de La destruición de Numancia era, en definitiva, el mismo de su personal cautiverio en Argel: sostener la libertad en el presidio, mantener la dignidad en la adversidad, triunfar, en fin, sobre la más hostil y opresiva realidad. Así pues, vida y literatura se hermanan desde el principio en el quehacer cervantino y, lo que es más interesante, se mantienen unidas ya para siempre, en un ejercicio literario de extraordinaria modernidad y coherencia. Porque, a la postre, el más cualificado héroe cervantino, Don Quijote, es un vencedor que fracasa, o un fracasado que vence, o ambas cosas a la vez. Oigamos a Francisco Ayala, cuyas palabras iluminan lo que venimos diciendo: Siempre que el español se hace cuestión de su ser histórico y se pregunta la causa última de esa extraña combinación de fracaso y de gloria, o mejor: de gloria en el fracaso, que es —más allá de toda casualidad— el fruto fatal de todos sus pasos, vuelve a acudirle a las mientes de nuevo, una y otra vez, símbolo de la raza, fórmula y cifra del carácter de su pueblo, la creación literaria del Quijote.7 Las imbricaciones que unen las dos únicas piezas dramáticas conservadas de la primera época de Cervantes van todavía más allá, y alcanzan a su construcción literaria, concebida en ambos casos con el objeto de acentuar el carácter colectivo del sufrimiento que padecen todos, cautivos y numantinos, a causa de su común falta de libertad.

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