No Estamos Solos. Semblanzas De Nahum Bergstein

No Estamos Solos. Semblanzas De Nahum Bergstein

Edición auspiciada por Estudio Bergstein Fundado por el Dr. Nahum Bergstein en 1957 No estamos solos Semblanzas de Nahum Bergstein No estamos solos Semblanzas de Nahum Bergstein 12 de Octubre de 2012 Rodrigo Arocena | Claudio Bergstein | Miriam Bergstein | Perla Bergstein | Tamar Clara Bergstein Israel Brener | Carlos Cassina | Marcelo Cousillas | María Teresa D’Auria | Jorge Dotta Federico Fasano | Gonzalo Fernández | Juan Raúl Ferreira | José Fosman | Egon Friedler Leonardo Guzmán | Justino Jiménez de Aréchaga | Nelly Kleckin de Bergstein | Luis A. Lacalle Herrera Lincoln Maiztegui Casas | Enrique Manhard | Leonardo Melos | Norma Mokuvos | Ope Pasquet Alba Peralta | Benito Roitman | Julio María Sanguinetti | Bernardo Schütz | Pedro Sclofsky Eliezer Shemtov | Gerardo Stuczynski | Benjamín Suliansky | Jorge Tálice | Manuel Tenembaum Claudio Tupini | Estanislao Valdés Otero | Felicia Waininger de Soloducho | Roberto Wajner Ionatan Was | Melanie Was © 2012, Familia de Nahum Bergstein Fotografía de sobrecubierta Nahum en París, 1956 Diseño de portada y diagramación Anabella Corsi Fotografías y digitalización Marcelo Singer Impresión Gráfica Mosca ISBN: 978-9974-98-812-5 Hecho el depósito que indica la ley Impreso en Uruguay - Printed in Uruguay Depósito legal Nº 359.849 Primera edición 12 de octubre de 2012 Todos los derechos reservados Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, que sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro medio conocido o por conocer, sin el permiso previo por escrito de la familia de Nahum Bergstein el que toca este libro, toca a un hombre Walt Whitman, Cantos de Despedida a Nelly Índice Palabras preliminares p. 15 I Infancia y juventud Retrato familiar Perla Bergstein p. 25 Judío en voz alta Bernardo Schütz p. 33 Nushe me llama Benito Roitman p. 41 Por Francia libre Estanislao Valdés Otero p. 47 II La facultad y el mundo Muchachos, vinimos aquí a divertirnos Carlos Cassina p. 53 Recuerdos de viaje José Fosman y Roberto Wajner p. 63 Las olas del tiempo siempre desembocan Israel Brener p. 69 III El ejercicio de la profesión: el Estudio Bergstein El caso “Mokuvos” Norma Mokuvos p. 81 La vida da revanchas Rodrigo Arocena p. 89 El jurista Gonzalo Fernández p. 93 Caballero de la ley Claudio Tupini p. 101 La fortaleza de nuestros cimientos Leonardo Melos p. 105 IV Judío en el Uruguay Mande carta por correo Pedro Sclofsky p. 115 Un imperativo interior Egon Friedler p. 123 Líder de la comunidad Gerardo Stuczynski p. 127 En la arena judía internacional Manuel Tenembaum p. 135 El puesto antisemita de la feria Leonardo Guzmán p. 139 Una experiencia inusual María Teresa D’Auria p. 145 Dos frentes: una misma batalla Eliezer Shemtov p. 149 V La batalla de todos los días Acto de fe Julio María Sanguinetti p. 155 El hombre que no claudicaba Marcelo Cousillas y Jorge Dotta p. 163 Con los cabellos parados Alba Peralta p. 171 Nos hacen falta muchos Nahums Federico Fasano p. 177 VI In memoriam Entre los justos Luis A. Lacalle Herrera p. 187 Ametralladora de palabras Juan Raúl Ferreira p. 189 Evocación apasionada de un gran compatriota Lincoln Maiztegui Casas p. 193 El tiempo que fuese necesario Ope Pasquet p. 199 VII Los amigos En las alturas del Cerro Claudio Bergstein p. 205 Y la palabra se hubiese hecho presente Enrique Manhard p. 211 Con la dignidad de siempre Benjamín Suliansky p. 215 Además, hombre deportivo Jorge Tálice p. 221 La felicidad de ser judío Felicia Waininger de Soloducho p. 235 Una pasión no secreta Ionatan Was p. 239 VIII Adiós “Está” Miriam Bergstein p. 249 Lo que mis nietos no entenderán Melanie Was p. 251 Con buena cara todo se puede Tamar Clara Bergstein p. 255 El hechizo de todas las cosas Nelly Kleckin de Bergstein p. 257 IX Homenaje de la Cámara de Representantes p. 291 X Discursos & Artículos Nahum Bergstein Jure y confiese p. 319 El deterioro de las Naciones Unidas p. 323 Adelante, uruguayos p. 329 No estamos solos p. 331 Con el resplandor en la mirada p. 343 El rabino y la celeste p. 349 Epílogo Justino Jiménez de Aréchaga p. 351 Palabras preliminares 15 Nadie hace nada sin los otros. Como dice Octavio Paz: “Nadie acaba en sí mismo”. Este libro recoge el testimonio de aquellas personas que “tocaron” la vida de Nahum Bergstein y compartieron con él alguna de sus pasiones y los sucesos más relevantes. En sus páginas estamos celebrando su vida. Pero así como los demás “tocaron” su vida, él “tocó” la de muchos otros. Si “nadie acaba en sí mismo” es porque todos acabamos en otros. Una parte importante de sus días estuvo abocada a hacer algo por los demás y refleja aquel refrán del Talmud, repetido tantas veces: “Si yo no soy para mí mis- mo, ¿quién será para mí?; si yo soy para mí solamente, ¿quién soy yo?; y si no ahora, ¿cuándo?” (Mishná Abat). De ahí que en estas páginas estemos evocando también su encuentro con el otro. Si su vida valió la pena, este libro es una manera de rescatarla. Algo ha quedado y esa sustancia es la que aspiramos a reflejar. La vida de un hombre puede tener un destino único o múltiple. Pensamos que Nahum pertenece a esta segunda categoría, a aquellos que dividen sus días entre una amplia gama de disciplinas, volcando en todas ellas la misma pasión como si una vida albergara a muchas otras, a todas las Semblanzas de Nahum Bergstein vidas. Abordó varios frentes y se zambulló en diversos ámbitos. Su existen- cia fue un palacio de innumerables habitaciones: hay quienes se contentan con conocer una sola, están aquellos que aspiran a recorrer muchas. Nadie las recorre todas. Esa diversidad no es otra cosa que un gran amor a la vida y una insaciable curiosidad por el mundo. Nahum fue un hombre de su tiempo. No dejó pasar su siglo por un costado cual observador distante sino que desde su más temprana infancia 16 ya había subido al tren de los días que le tocaban vivir. Esos días fueron los de la Segunda Guerra Mundial, la liberación de París, el Holocausto, la creación del Estado de Israel, la causa de los judíos de la Unión Soviética y la lucha contra el antisemitismo, la batalla por los derechos humanos en los días oscuros del régimen militar y los del regreso a la democracia. Fue producto de un Uruguay que se va borrando en el tiempo, un ejem- plar acabado de una sociedad que va perdiendo los rasgos que la definieron para adquirir otros, pues así transcurre la historia de las colectividades y pueblos y la de los individuos en ellos insertos. A pesar de haber sido un hombre de acción, esencialmente ejecutivo, la escuela que le dio aquel Uruguay fue doble: la academia y la calle, la universidad y el carnaval. Nahum se nutrió de ambas al punto que supo congeniar esas vertientes para enriquecer la experiencia de la vida al máximo; por eso, su legado es la vida que tuvo. Se formó en la época de oro de la Facultad de Derecho –la de Eduardo J. Couture, Justino Jiménez de Aréchaga, Aníbal Barbagelata y tantos otros maestros- algo que se vio reflejado hasta el último día de su vida. Comenzó su carrera de abogado defendiendo a aquellos judíos que venían del Viejo Mundo y que apenas balbuceaban el español. A finales de los años 50’ y principios de los 60’ eran contados con los dedos de una mano los licenciados que podían atender a sus clientes en idisch. A quienes todavía recuerdan las diminutas salas del estudio, entonces ubicado en 18 de Julio 841, les resultará imposible no evocar a José Brandwain, Israel Isaac Flasch o Román Konig, personajes entrañables que recorrían esos No estamos solos largos pasillos en penumbras y para quienes la justicia rabínica guardaba, por lo menos, el mismo valor que el Código Civil. No corresponde aquí esbozar los rasgos de su personalidad; tan sólo nos gustaría recalcar ciertos aspectos que moldearon su carácter: la pasión (y obstinación) con que defendió sus ideas, sus principios y sus actos; la inteligencia y el corazón para abrazar libremente “lealtades múltiples” que logró encarnar con naturalidad y cohesión racional. No tuvo miedo. No lo tuvo cuando con su mujer embarazada de siete 17 meses tuvieron que soportar las aguas heladas del Río de la Plata en un naufragio en el que perecieron más de cien personas y que quizás fuera el accidente más trágico que haya conocido la historia del Uruguay. No lo tuvo cuando el régimen militar le impuso la tristemente célebre letra “C” ni cuando tuvo oportunidad de cooperar con el Centro Simon Wiesenthal en la persecución de un nazi, prófugo temporariamente en nuestro país. No lo intimidaron las despiadadas asambleas estudiantiles de principios de los años 70’ o las de su querido partido Colorado, como aquella en la que se discutía la privatización de las telecomunicaciones y en la que quedó solo, abucheado por sus compañeros, y con la posición “minoritaria” vota- da solamente por él. Esperábamos verlo deprimido pero volvió a casa con la convicción de haber defendido lo que entendía justo. Entonces, con una sonrisa, repitió la sentencia de Gandhi: “Aunque la minoría sea una sola persona, la verdad sigue siendo la verdad”. Fue un hombre valiente. En una oportunidad, hace ya más de 10 años, Nahum caminaba con uno de sus hijos entre las lápidas del cementerio judío de La Paz. Iban le- yendo epitafios y comentándolos hasta que se detuvo y dijo: “En mi caso no van a tener problema, sólo tienen que esculpir una palabra en la matzei- va: ‘disfrutó’”.

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