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DIOS, NUESTRO PADRE Centro Teológico San Agustín JORNADAS AGUSTINIANAS 1. La Nueva Ciudad de Dios. Madrid 1998, 174 pp. 2. Dios, Nuestro Padre. Madrid 1999, 251 pp. II JORNADAS AGUSTINIANAS (Madrid, 13-14 de marzo de 1999) DIOS, NUESTRO PADRE Editor Rafael Lazcano CENTRO TEOLÓGICO SAN AGUSTÍN Madrid 1999 Título original: Prier 15 jours avec Saint Augustin ou La Voix du coeur. Nouvelle Citté. Montrouge (Francia) 1995. Versión castellana de Isaac González y Pablo Bocanegra. © Centro Teológico San Agustín Distribuyen: Editorial REVISTA AGUSTINIANA Ramonet, 3 28033 MADRID E-mail: [email protected] http://www.agustiniana.com Ediciones ESCURIALENSES Real Monasterio 28200 San Lorenzo de El Escorial (Madrid) E-mail: [email protected] http:/www.edes.es Ediciones RELIGIÓN Y CULTURA Columela, 12 28001 Madrid E-mail: [email protected] http://jet.es/agustinos/ryc.htm ISBN: 84-86898-70-6 Depósito Legal: M. 9.545 - 1999 Fotocomposición e impresión: TARAVILLA Mesón de Paños, 6 28013 MADRID Impreso en España ÍNDICE Págs. Presentación de las Jornadas Rafael Lazcano................................................................... 9 «Dios, Nuestro Padre» Miguel Ángel Orcasitas, OSA ........................................... 15 El Padre en la predicación agustiniana José Anoz, OAR .................................................................. 23 El Dios del Reino, contexto del Dios Padre Tomás Marcos, OSA .......................................................... 59 La buena noticia de Dios Padre en la Pastoral Santiago M. Insunza, OSA ................................................ 77 Dios, Padre Misericordioso en la teología actual José Antonio Galindo, OAR .............................................. 103 Muéstranos al Padre (Jn 14, 8) Arminda de la Red, AM .................................................... 127 Rasgos bíblicos de Dios Padre Isabel Gómez Acebo .......................................................... 147 El rostro de Dios Padre y la moral cristiana Marciano Vidal CSSR ........................................................ 169 Glorificad al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo (cf. Rm 15,6) María Ángeles Navarro ..................................................... 201 Centro Teológico San Agustín. Jornadas Agustinianas (2. 1999. Madrid) 7 PRESENTACIÓN RAFAEL LAZCANO, OSA Estas II Jornadas Agustinianas, organizadas por el Centro Teo- lógico San Agustín, nacen en el marco de la preparación para el jubi- leo del año 2000, según el plan temático propuesto por Juan Pablo II en la Carta Apostólica ‘Tertio millennio adveniente’: «El 1999, tercer y último año preparatorio, tendrá la función de ampliar los horizontes del creyente según la visión misma de Cristo: la visión del Padre ce- lestial, por quien fue enviado y a quien retornará» 1. En contra de las apariencias, al llamar a Dios con el nombre de ‘Padre’, el cristiano no se distingue mucho de los creyentes de otras religiones. En efecto, los antiguos invocaban a Dios con frecuencia como ‘Padre’, y lo mismo hacían los paganos de la antigüedad, lo lla- maban con este nombre, aunque su paternidad, en estos casos, se en- tiende más en sentido físico y natural que en sentido espiritual y mo- ral. Por ejemplo, las religiones de Egipto, de Persia y Grecia invocaban ya a sus dioses con el apelativo de padre. Zeus fue designado por Homero como «el padre de los hombres y los dioses» 2. Los romanos, por lo demás, se creían hijos de los dioses, a quienes trataban como padres. Júpiter era padre de todos los dioses y de todos los hombres. Ennio le llama «padre y rey de los dioses y de los hombres» 3. En los textos más antiguos del judaísmo, el título ‘Padre’, atribui- do a Dios, es bastante raro. Israel, además de ser parco en el uso del apelativo padre, lo utiliza en un sentido estrictamente metafórico. La paternidad de Dios estaba ligada, ante todo, a la elección de un pue- blo, a su amor providente, a su solicitud misericordiosa, a su compa- ñía fiel, a la liberación de Egipto, a su paciencia y pedagogía para educar al pueblo insignificante y de dura cerviz en la libertad de la 1 JUAN PABLO II, Tertio millennio adveniente, n. 49. 2 HOMERO, Odisea, I 28; II 47. Cf. ID., Ilíada, I 544. 3 VARRÓN, La lengua latina, V 65 196. Cf. LIVIO, Historia de Roma, III 39 434. Centro Teológico San Agustín. Jornadas Agustinianas (2. 1999. Madrid) 11 Alianza. «¿Acaso olvida, escribe el profeta Isaías, una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 49, 15). El pueblo elegido experimentará el ser paterno de Dios por medio de los cuidados y aten- ciones que Yahvé les dispensa. Este aspecto soteriológico de la pater- nidad de Dios se plasmará más adelante en la vivencia de la experien- cia de salvación divina. La designación de Dios como Padre es más frecuente en tiempos de Cristo, sobre todo en el judaísmo de la diáspora. En el Nuevo Tes- tamento, como es bien sabido, es más habitual. En el sentido con que lo usaba Jesús había un detalle que, por desgracia, no se traduce con claridad en la fórmula del credo: el Dios Padre cristiano debería lla- marse con mayor propiedad ‘Abbá’, que corresponde a «papá» o «pa- dre» con fuerte connotación afectiva, un vocablo arameo jamás usado por el judaísmo antiguo para designar a Dios, y en cambio, utilizado por Jesús para expresar la ternura de la relación entre Dios y Él, y entre Dios y nosotros 4. Esta invocación supone una innovación termino- lógica y teológica sin precedentes por parte de Jesús. Por medio de esta pequeña palabra —«Abbá»— nos habla de su actitud vital y filial ha- cia Dios. La experiencia de Dios como Abbá es el alma, la fuente y el fundamento del mensaje de la praxis y de todo el comportamiento de Jesús 5. Por lo tanto, la acción, el mensaje y la vida de oración de Jesús 6 siempre reflejan la intimidad, familiaridad, confianza y comu- nión con Dios Padre. Incluso en aquellas palabras pronunciadas por Jesús en el momento dramático de su agonía y muerte: «¡Abbá, Pa- dre! Todo es posible para ti; aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú» (Mc 14, 6). La confesión de Dios como Padre está íntimamente relacionada con la fe de la Iglesia, además, como escribió San Cipriano, «no es posi- ble tener a Dios por Padre si no se tiene a la Iglesia por madre». Nuestra confesión de fe en Dios Padre la hacemos en el seno de la Iglesia, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo. El símbolo de la fe, el credo, comienza, con una confesión tan fuerte como rotunda: 4 Cf. JEREMÍAS, Joachim, Teología del Nuevo Testamento. Salamanca 1980, pp. 85- 86. Cf. ID., Abba’. El mensaje central del Nuevo Testamento. Salamanca 1981. 5 SCHILLEBEECKX, Edward, Jesús. La historia de un viviente. Madrid 1981, pp. 234-244. 6 Cf. SABUGAL, Santos, ABBA’... La oración del Señor. (Historia y exégesis teológica). Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1985; ID., El padrenuestro en la interpretación catequética antigua y moderna. Salamanca 1982. 12 Centro Teológico San Agustín. Jornadas Agustinianas (2. 1999. Madrid) «Creo en Dios, Padre todopoderoso....»; lo que significa que, por ser confesión de fe, al proclamarla, confieso y profeso mi confianza en Dios Padre, me adhiero a Él, me fío ya de Él y confío en Él, funda- mento y sentido último de mi vida. Sin embargo, no es fácil hablar hoy de Dios. Existen rasgos de ateísmo y manifestaciones de indiferencia hacia lo religioso y lo cris- tiano. El hombre actual se siente tentado a rechazar la presencia y la intervención de quien no sea él mismo y sus obras. Nuestra época potencia un espíritu pragmático, pegado cada vez más al mundo y al hoy de la vida. Apuesta por lo inmediato y el goce del aquí y ahora. Hoy resulta evidente la crisis de la figura paterno-materna en nuestras sociedades industrializadas y post-modernas; se constata el abandono de modelos de comprensión que nos acercan a Dios y que son susti- tuidos o bien por el criterio absoluto del ‘dios-ciencia’, o bien por una política del espectáculo anclada en un nihilismo sin tragedia. Todo parece indicar que se ha hecho realidad el eclipse de Dios previsto y anunciado desde hace tiempo para nuestra sociedad occidental. En esta misma línea ha escrito acertadamente Olegario González de Cardedal lo siguiente: «La evolución interna de la modernidad teóricamente guiada por las nuevas concepciones filosóficas o ideológicas, ha llevado consi- go una descristianización del concepto de Dios. Los tres pilares del cristianismo: alianza, creación, encarnación han desaparecido del ho- rizonte y se piensa a Dios sin historia (alianza), sin mundo (creación), sin hombre (encarnación) [...]. La memoria y la tradición como acceso a la historia, desveladora de Dios, pierden importancia. El relato de esa historia (Biblia) y la actuación universalizadora de su fuerza salvífica (liturgia) en medio de una comunidad, asistida por el Espíritu (Iglesia), dejan de ser los lugares privilegiados del conocimiento de Dios; y son puestos en cuestión por la crítica bíblica y la racionalidad ilustrada. A ellos su- ceden el individuo, el filósofo o el historiador, que desde sí y ante sí quieren comprender y deciden después si aceptan a Dios por habérseles hecho evidente o lo rechazan por improbable o inde- mostrado» 7. En este marco de referencia todos andamos expectantes ante el anuncio de lo nuevo que va a nacer y que no acaba de hacerlo. Mien- 7 GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Olegario, La entraña del cristianismo, Salamanca 1997, pp. 115-116. Centro Teológico San Agustín. Jornadas Agustinianas (2. 1999. Madrid) 13 tras tanto el corazón del hombre necesita descubrirse hijo y amar a Dios, que ama con corazón de Padre. Los hombres y mujeres creyen- tes sabemos también que a nuestro tiempo le va lo suyo propio y que no podemos avanzar sin una continua reeducación para la experiencia de la fe, para un acercamiento más profundo a Dios y a su camino que es Jesús (Cf.

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