Obras Completas De Luis Muñoz Rivera

Obras Completas De Luis Muñoz Rivera

Library of Congress Obras completas de Luis Muñoz Rivera ... Volumen 3. OBRAS COMPLETAS D LVIS MVÑOZ RIVERA CAMPAÑAS POLÍTICAS. VOLUMEN III EDITORIAL PVERTO RICO ??060 218 CAMPAÑAS POLITICAS OBRAS COMPLETAS DE LUIS MUÑOZ RIVERA VOLUMEN III CAMPAÑAS POLÍTICAS SELECCIONADAS Y RECOPILADAS POR LUIS MUÑOZ MARIN EDITORIAL PUERTO RICO LIBERTAD, 23 MADRID F1975 148 ES PROPIEDAD Copyright 1925 by Editorial Puerto Rico MADRID PRINTED IN SPAIN Obras completas de Luis Muñoz Rivera ... Volumen 3. http://www.loc.gov/resource/lhbpr.5232c Library of Congress Gift June 20, 1936 42-35232 Tipografía Yagües, Doctor Fourquet, 4. Madrid. Teléfono 30–76 M. APUNTES PARA UN LIBRO (1896–1900) A EPIFANIO FERNáNDEZ VANGA, fraternalmente. 1 DIARIO DE PUERTO RICO Julio y agosto de 1900. APUNTES PARA UN LIBRO 1896 a 1900. I LA SITUACIÓN EN 1896. Desde que apareció en Ponce La Democracia, el 1. ° de julio de 1890, empecé un trabajo que me parecía el más patriótico, en el sentido de la patria puertorriqueña: el de hacer posible la perfecta solidaridad de interes y de sentimientos entre España y sus colonias americanas. Era preciso buscar una solución al problema de Puerto Rico: la independencia, inconveniente a causa de nuestras condiciones especiales, resultaba utópica a causa de nuestra pobreza de recursos para una lid larga y sangrienta; la anexión a los Estados Unidos, simpática en el concepto de muchos insulares, me pareció siempre absurda, por la incompatibilidad de las razas latina y anglosajona, por el obstáculo inmenso del idioma, por el carácter absorbente de los políticos de Wáshington y por la anemia de nuestro pueblo, tan apto para ser rápidamente absorbido. Descartadas esas dos soluciones, quedaba una y no más que una: la de establecer en el país la preponderancia justa, legal y legítima de los hijos del país, bajo la bandera española, que podía sernos odiosa cuando la veíamos tras el prisma de la Guardia civil, de los caciques 1 CAMPAÑAS III 2 conservadores, de los castigos crueles y de las Obras completas de Luis Muñoz Rivera ... Volumen 3. http://www.loc.gov/resource/lhbpr.5232c Library of Congress autoridades absolutas; pero que debía sernos cara cuando la viésemos tras el prisma del gobierno propio, de las leyes democráticas, de la imprenta libre y del amplísimo sufragio. ¿Cómo realizar esa obra magna? ¿Cómo destruir el influjo de los incondicionales, que ejercían el monopolio absoluto del Poder? La forma, ya dibujada en líneas tímidas y confusas por el ilustre Celis Aguilera, vino a mi cerebro sin grandes meditaciones. Hela aquí: el partido autonomista, solo, carecía de medios para imponer su programa; el partido autonomista, apoyándose en una fuerza peninsular organizada y poderosa, lo realizaría pronto y por completo. Los conservadores de Cánovas, inaccesibles para nosotros en virtud de sus temperamentos retrógrados y de sus afinidades en las Antillas, estaban fuera de nuestro alcance; los republicanos se manifestaban incapaces de restaurar la república y de gobernar el Estado; pero teníamos, pues, a los liberales de Sagasta, declarándose paladines de la soberanía popular, estableciendo la universalidad del voto, declarando que no les asustaba el self government en los restos del imperio español y acortando así las distancias que entre ellos y nosotros creó una leyenda de odios fratricidas. En 1895 estuve por primera vez en Madrid. Los gobernantes españoles y, es claro, los jefes de los partidos, no se encierran en sus palacios ni rehuyen el trato de los hombres. Nadie más llano que ellos ni más sinceramente cortés y afectuoso. Fué para mí cosa fácil relacionarme con los señores Sagasta, Maura, Gamazo, Moret, Castelar, López Domínguez, Martínez Campos. Todos aplaudieron mis propósitos: en todos encontré benévola acogida; y Sagasta y Moret me dijeron, en palabras explícitas, que ellos patrocinarían el proyecto si yo lograba conducir a la opinión autonomista en francos rumbos hacia el partido liberal, y que no vacilarían en cumplir, desde el Congreso, el programa que acordó la asamblea de Ponce en 1887. La muerte de mi padre me obligó a regresar. Dejé a Madrid; tomé de nuevo la dirección de La Democracia y 3 no levanté por entonces la bandera del pacto, porque consideraba discreto apercibirme a una oportunidad. Estando seguro de que la alianza con los Obras completas de Luis Muñoz Rivera ... Volumen 3. http://www.loc.gov/resource/lhbpr.5232c Library of Congress liberales de España se realizaría tan pronto como se intentase seriamente, esperé sin impacientarme los sucesos, a fin de no comprometer, en inútiles tentativas, lo que yo estimaba la salvación de este pueblo sin ventura. La perspectiva era brillante: Sagasta, en el Poder, legislando la autonomía y concediendo el sufragio. Y con el sufragio y con la autonomía los buenos puertorriqueños, los que no claudicaron jamás, los que no abandonaron a la patria por una sonrisa o por un lucro, rigiendo los destinos públicos y administrando la Hacienda pública con autoridad propia y con influjo proveniente de la confianza popular y no de la complacencia de un gobernador omnímodo. Y el pacto con Sagasta no nos aseguraba el turno en el gobierno: aseguraba la perpetuidad del gobierno para los autonomistas, que, dueños del sufragio, tendrían cien mil votos contra diez mil, y se convertirían en árbitros eternos de la isla y de sus asuntos gubernativos y administrativos. En tal posición se encontraban las cosas, allá por el mes de junio de 1896, en que empezó a prepararse la firma del pacto. 4 II LOS CONSPIRADORES DE YAUCO Matienzo convertido a Sagasta Así las cosas, iba yo con frecuencia a Yauco y paraba en la residencia de Antonio Mattey Lluveras, donde vivía Matienzo temporalmente. Mattey es uno, quizás el más importante y enérgico, de los pocos conspiradores que conocí en Puerto Rico contra el poder de España. Vivo de imaginación, firme de carácter; con una voluntad robusta y una acometividad resuelta; con relaciones en el país y fuera del país; con prestigio entre las muchedumbres, y enamorado de la independencia por las armas, resultaba un buen tipo de revolucionario pertinaz, diligente y lleno de fe en sus generosos ideales. Obras completas de Luis Muñoz Rivera ... Volumen 3. http://www.loc.gov/resource/lhbpr.5232c Library of Congress En torno de la mesa de Mattey, y a la hora de apurar las copas de champagne, hablaba él siempre, con viril franqueza, de sus propósitos y de sus medios. Según sus cálculos, que no profundicé ni analicé nunca muy a fondo, un desembarco en Salinas, en Fajardo, en Guánica, o en Cabo Rojo, sobre ser fácil, se estaba preparando en aquellos días Allí, y más aún en nuestro paseos nocturnos, hablábamos de los prácticos, conocedores de la costa, que facilitarían el acceso a la isla; de los fusiles ya adquiridos; de los hombres, ya prontos en Nueva York y Santo Domingo. Matienzo oía, meditabundo, reflexivo, los planes de nuestro 5 anfitrión; intervenía en las pláticas de sobremesa; calificaba de ensueños los combates futuros de Mattey y opinaba que la revolución, ni accesible ni conveniente, degeneraría en asonada pueril y traería males gravísimos para nuestra patria puertorriqueña. Pero la ruda tenacidad de Mattey le preocupaba sin duda y más de una vez me encargó de convencerle y disuadirle. Lo intenté. No logré nada. Equivalía mi acción sobre Mattey a la de esas olas que pugnan para separar de su asiento a los peñascos cíclopes de la playa. Recuérdese la fecha: junio y julio de 1896. A la sazón, burlándose de la policía secreta y de la Guardia civil, recorrían la isla varios agentes de los patriotas que trababajaban en las Américas del Norte y del Sur. Yo sólo recuerdo al general Carreras, cubano, que decía haber hecho con Agramonte, Gómez y Sanguilly la guerra de los diez años, y a Alfredo Aguayo, que no poscía aún su título de jurisconsulto y que exploraba por su cuenta o en nombre de no sé cuál asociación insurrecta. Matienzo, enterándose de todo esto, ahondaba en el problema. Y en su espíritu se producían reacciones que debian culminar en breve. Un día aparecieron en La Democracia ciertas impresiones de Madrid trazadas por mi pluma; las propías impresiones a que aludí anteayer. Matienzo, después de leerlas en Yauco, fué a Ponce y estuvo en la Redacción. Y me dijo, poco más, poco menos, lo que sigue: Obras completas de Luis Muñoz Rivera ... Volumen 3. http://www.loc.gov/resource/lhbpr.5232c Library of Congress “Yo me manifesté antes incrédulo en las posibilidades de entendernos nosotros, partido autonomista con el partido liberal. Hoy el aspecto de la cuestión cambia en gran manera, desde el punto en que usted recogió de labios de Sagasta, de Moret y de Gamazo ofrecimientos tan terminantes. Admito ahora, por virtud de estos datos, que conviene ir a España y procurar las inteligencias, las alianzas que usted predica desde 1890. Cuente usted conmigo. Escribiré a los correligionarios de mayor influjo y, si La Democracia decide levantar de nuevo la bandera, la ayudaré sin vacilar.” Pedíle tiempo para meditar y resolver. Al día siguiente 6 apareció un artículo, en que se llamaba, una vez por todas, al pacto con los liberales españoles. La campaña prosperó. La carta de Matienzo dió sus frutos. Y no pasó una quincena sin que combinásemos un viaje inmediato a San Juan, para entendernos con el Directorio y proponer que se convocase por telégrafo a la Delegación. Matienzo tomó a su cargo la propaganda. Su base de operaciones no podía ser más sencilla: la lógica y la verdad. El país, a las puertas de una serie de algaradas estériles, que sólo aprovecharían al incondicionalismo, de una parte; de otra el país, apoyándose en una fuerza nacional, dueño de su porvenir, con la administración y el gobierno en sus manos y con el incondicionalismo disuelto en su insignificancia electoral.

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