ALARCÓN La Alpujarra : Sesenta Leguas a Caballo Precedidas De

ALARCÓN La Alpujarra : Sesenta Leguas a Caballo Precedidas De

ALARCÓN Y ARIZA, PEDRO ANTONIO DE (1833-1891) LA ALPUJARRA: SESENTA LEGUAS A CABALLO PRECEDIDAS DE SEIS EN DILIGENCIA ÍNDICE Dedicatoria Prolegómenos PRIMERA PARTE El valle de Lecrin I Preparativos de viaje II En la Vega de Granada .- Los Llanos de Armilla .- El Mulhacén .- Un cadáver misántropo III El Suspiro del Moro .- Granada a lo lejos.- Adioses de Boabdil.- Palabras de Carlos V IV Lo que fue de Boabdil V El Valle de Lecrin .- El Padul .- Las aguas y los montes.- La Fuensanta del Valle VI Ochenta años en seis kilómetros VII Dúrcal .- El día de San José.- La Madre de Andalucía.- Una emboscada.- Talará y Chite.- Panorama del Valle VIII Tres leguas en tres minutos.- Una mañana de nieve.- Una espada y una daga.- Quién era D. Fernando de Valor IX En Béznar.- Naranjas y limones.- De Regidor a Rey X El Puente de Tablate .- Llegada a la Venta .- ¡A caballo! - Lanjarón .- Adiós al mundo SEGUNDA PARTE La Taha de Órgiva I Lo que hay donde no hay nada II Dos encuentros.- Llegada a Órgiva III ¿Cuál es la etimología de la palabra Alpujarra ? -¿Se debe decir La Alpujarra , o Las Alpujarras ? -¿Cuáles son los verdaderos límites de esta región? -Historia antigua.- Geografía moderna IV En Órgiva (por la tarde).- La Posada del Francés .- El Alcalde de Otívar.- Moras y cristianas.- Una torre célebre.- La tapia de un huerto.- Albacete de Órgiva .- El río Grande y el río Chico .- Los Jamones de Trevélez .- La Taha de Pitres V En Órgiva (por la noche).- Más de un candil en viga.- El Rosario.- La taza de Teresa.- Entre el día y la noche no hay pared TERCERA PARTE La contraviesa I Diferentes maneras de amanecer.- Segunda campaña contra el mulo II Tres alpujarreños.- El Puerto de Jubiley.- Cuesta arriba.- En la cumbre.- Cuesta abajo III La nueva primavera.- Coronación de Aben-Humeya.- La Venta de Torbiscon .- Torbiscon y su rambla .- Algunos peñones sueltos IV Subida a la Contraviesa .- Historia de una uva V Mapa de piedra y agua VI Singularidad de las montañas alpujarreñas CUARTA PARTE El gran cehel I De cabeza al mar.- Las eternas moriscas.- Alfornon .- Recuerdos de África.- Dos tradiciones.- Albuñol a lo lejos.- Llegada a Albuñol II Albuñol pintoresco, histórico, geográfico, estadístico, agrícola, poético. y otras muchas cosas III Sesión nocturna.- Noticias de la Guerra IV La Cueva de los Murciélagos V Las Angosturas de Albuñol .- La costumbre de vivir.- Lontananzas, perspectivas, panoramas alpujarreños.- La Encina Visa VI Noticias de Constantinopla y de otros puntos.- El Peñón de las Guájaras .- Llegamos a Murtas VII En Murtas.- Una noche a la antigua española.- Catalina de Arroyo VIII Asechanza contra Aben-Humeya.- Aparece en escena Aben-Aboo.- Bárbaro tormento IX Toque de Diana.- Orden del día.- Mecina Tedel .- Los caballos no quieren matarse.- El Castillo de Juliana .- Jorairátar .- Recuerdos asesinato.- Una soirée en Cojáyar .- Casta Diva QUINTA PARTE La orilla del mar I Cortijeros y cortijeras.- De Murtas a Turón .- Acerca de los higos.- De cómo mi primo clavó clavos II Viaje aéreo.- Vista de Berja III Una hora en Adra IV Playas y puntas.- ¿Llegamos o no llegamos? V Historia pura.- Felipe II acuerda dar el mando del ejército granadino a su hermano D. Juan de Austria.- Ferocidades de los cristianos.- Ferocidades de los moriscos.- Crece la insurrección.- D. Juan de Austria en Granada.- Sus primeras medidas.- Preparativos de Aben-Humeya.- Ventajas de éste.- El Marqués de los Vélez lo rechaza delante de Berja.- Retrato del Marqués de los Vélez.- Recobra el Reyecillo el terreno perdido.- Proscripción de los moriscos de la capital y de su vega.- Carta de Aben-Humeya a D. Juan de Austria, quejándose de lo que en Granada se hacía con su padre D. Antonio de Valor.- Nuevas victorias del Reyecillo.- Es llamado a la corte el Marqués de Mondéjar SEXTA PARTE La Semana Santa en Sierra Nevada I Lunes Santo.- Descansamos en Albuñol .- Cosas de la Luna.- Martes Santo.- Nos trasladamos a Murtas .- Preparativos para la peregrinación a Sierra Nevada II Miércoles Santo.- Vista panorámica de Sierra Nevada III Sigue el Miércoles Santo.- Cádiar .- Una tragedia.- El drama de Martínez de la Rosa.- Cosas de los historiadores.- Narila .- Por la señal... de la Santa Cruz ...- Yátor IV En Sierra Nevada .- Vislumbres de África.- Las tinieblas.- Miserere V Jueves Santo.- Yegen , primera Estación.- Valor , segunda.- Nechile , tercera.- Mecina- Alfahar , cuarta.- Mairena , quinta.- Júbar , sexta.- Laroles , sétima VI El Viernes Santo.- Cuadro sinóptico de la Alpujarra y de la presente obra VII Bajada a Ugíjar .- Pasamos por Picena y Cherin .- Ugíjar en Viernes Santo y en los demás días del año.- El Cortijo de Unqueira .- Las Tres de la tarde.- Muere Jesús entre dos ladrones VIII Crímenes y muerte de Aben-Humeya IX Reinado y muerte de Aben-Aboo EPÍLOGO La expulsión de los moriscos Dedicatoria A LOS SEÑORES D. JOSÉ DE ESPEJO Y GODOY (DE MURTAS) Y D. CECILIO DE RODA Y PÉREZ (DE ALBUÑOL) Y A LOS DEMÁS HIJOS DE LA ALPUJARRA QUE LO AGASAJARON EN AQUELLA NOBLE TIERRA DEDICA ESTE LIBRO EN SEÑAL DE AGRADECIMIENTO A SU GENEROSA HOSPITALIDAD EL AUTOR PROLEGÓMENOS Principiemos por el principio. Muy poco después de haberme encontrado yo a mí mismo (como la cosa más natural del mundo) formando parte de la chiquillería de aquella buena ciudad de Guadix, donde rodó mi cuna (y donde, dicho sea de paso, está enterrado ABEN-HUMEYA), reparé en que me andaba buscando las vueltas el desinteresado erudito, Académico... correspondiente de la Historia, que nunca falta en las poblaciones que van a menos. Recuerdo que donde al fin me abordó fue en las solitarias ruinas de la Alcazaba. Yo había ido allí a ayudarle a los siglos a derribar las almenas de un torreón árabe, y él a consolarse entre las sombras de los muertos de la ignorancia de los vivos. Tendría él sesenta años, y yo nueve. Al verlo, di de mano a mi tarea y traté de marcharme pero el hombre de lo pasado me atajó en mi camino; congratulose muy formalmente de aquella afición que advertía en mí hacia los monumentos históricos; tratome como a compañero nato suyo, diome un cigarro, mitad de tabaco y mitad de matalahúva, y acabó por referirme (con el más melancólico acento y profunda emoción, a pesar de ser muy buen cristiano y Cofrade de la Hermandad del Santo Sepulcro) todas las tradiciones accitanas del tiempo de los moros y todas las tradiciones alpujarreñas del tiempo de los moriscos, poniendo particular empeño en sublimar a mis ojos la romántica figura de ABEN-HUMEYA. Yo lo escuché con un interés y una agitación indefinibles..., y desde aquel punto y hora abandoné la empresa de demoler la Alcazaba y di cabida al no menos temerario propósito de salvar un día las eternas nieves que cierran al Sur el limitado horizonte de Guadix, a fin de descubrir y recorrer unos misteriosos cerros y valles, pueblos y ríos, derrumbaderos y costas que, según vagas noticias (tal fue la fórmula de aquel genio sin alas), quedaban allá atrás, como aprisionados, entre las excelsas cumbres de la Sierra y el imperio líquido del mar... Porque aquella región, tan inmediata al teatro de mis únicas puerilidades legítimas, y de la cual, sin embargo, todo el mundo hablaba sólo por referencia; aquella tierra, a un tiempo célebre y desconocida, donde resultaba no haber estado nunca nadie; aquella invisible comarca, cuyo cielo me sonreía sobre la frente soberana del Mulhacén, era la indómita y trágica Alpujarra. Allí (habíame dicho en sustancia el amigo de las ruinas, y repitiome luego la Madre Historia) acabó verdaderamente el gigantesco poema de nueve siglos que empezó con la traición de D. Julián y que juzgó terminado ISABEL LA CATÓLICA con la toma de Granada; aquélla fue la Isla de Elba del desventurado BOABDIL, desde su memorable destronamiento hasta que se vio definitivamente relegado a los desiertos de la Libia; allí permanecieron sus deudos y antiguos súbditos, durante ochenta años más, legándose de padres a hijos odios y creencias, bajo la máscara de la Religión vencedora; allí estalló al cabo el disimulado incendio, y ondearon nuevamente entre el humo del combate los estandartes del Profeta; allí se desarrolló, lúgubre y sombrío, el sangriento drama de aquellos dos príncipes rivales, descendientes de Mahoma, que sólo reinaron para llevar a un desastroso Waterloo el renegado islamismo granadino; y allí fueron, no ya vencidos, sino exterminados, aniquilados y arrojados al abismo de las olas, sus últimos guerreros y visires, con sus mujeres y sus hijos, con sus mezquitas y sus hogares, único modo de poder extirpar en aquellas guaridas de leones la fe musulmana y el afán de independencia.- La nube de alarbes que entró por el Estrecho de Gibraltar como tromba de fuego, y que por espacio de ochocientos sesenta años recorrió tronando el cielo de la Península, desbaratose, pues, entonces, y volvió de España al mar, en arroyos de lágrimas y sangre, por las ramblas y barrancos de la despedazada Alpujarra. Buscar (para adorarlas poéticamente) en los actuales lugares y aldeas de aquella región, las ruinas de los pueblos que dejó totalmente deshabitados la expulsión de los moriscos; evocar en toda regla entre los nuevos alpujarreños, oriundos de otras provincias españolas, los encapuchados fantasmas de los atroces Monfíes o de los airosos caballeros árabes que componían la corte militar de ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO; seguir los pasos de estos dos régulos de aquellas montañas, y lamentar patéticamente los funestos amores del uno, la cruel desdicha del otro, las traiciones que los pusieron frente a frente, y las catástrofes que de aquí se originaron, todo ello en el propio

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