Clase 15 Caudillos, Montoneras Y Clases Populares En La Primera

Clase 15 Caudillos, Montoneras Y Clases Populares En La Primera

Clase 15 Caudillos, montoneras y clases populares en la primera mitad del siglo XIX Es imposible pensar el paisaje político argentino del siglo XIX sin evocar la figura de los caudillos y su vinculación con las clases populares. Personajes claves de la historia, han sido objeto de pasiones encontradas y miradas maniqueas: para algunos villanos, para otros héroes populares; para unos, encarnación de la barbarie y el primitivismo; para otros, reflejo de austeridad y patriotismo. Originalmente, tomando la acepción castellana, el término caudillo designaba al jefe de ​ ​ mesnada. La irrupción del proceso revolucionario en el Río de la Plata trajo consigo la adopción de este término por parte de las nuevas elites criollas para designar – de manera despectiva– a quienes, desde áreas marginales, detentaban un poder con amplio arraigo popular y lideraban las montoneras. De allí en más, la asociación de caudillo con montonera y federalismo sería ​ ​ explícita. La historiografía liberal, heredera y continuadora de la mirada esbozada por gran parte de los miembros del unitarismo y de la Generación del ’37 – José María Paz, Sarmiento, Mitre, Alberid, Vicente Fidel López, entre otros – presentó, con distintos matices según cada uno de ellos, una mirada muy crítica y condenatoria de la figura de los caudillos. Esta perspectiva, hegemónica durante mucho tiempo tanto en el imaginario colectivo como en la historia escolar, asoció al caudillismo con la barbarie, con un modo de vida arcaico y primitivo asociado al mundo rural, con un vacío institucional producto del regreso a un estado de naturaleza; concebía a las masas campesinas como sujetos pasivos, manipulados por los caudillos. Durante las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX los cultores de la corriente positivista – Carlos Octavio Bunge, José María Ramos Mejía, José Ingenieros, Lucas Ayarragaray, entre otros – recuperaron las primitivas claves sarmientinas, ya presentes en El ​ Facundo, como marco de una explicación sociológica del caudillismo. Esta mirada, rebozada ​ con ideas provenientes de la antropología física y la psicología llevó a varios de ellos a explicar el caudillismo como rasgo de una psicología étnica, producto del carácter híbrido de la población – mezcla de indígenas y españoles – y determinante, según ellos, del atraso político y los obstáculos al progreso. “El problema del ‘caudillismo’ se desplaza así del mundo de las emociones y de las costumbres – la barbarie- al territorio de la psiquis colectiva y de la herencia” (Goldman y Salvatore, 1998: 11). Si bien esta mirada perduraría durante gran parte del siglo XX y continuaría con amplio arraigo en la tradición escolar, comenzaron a surgir hacia el centenario las primeras voces que, al subrayar la contribución de las provincias y los caudillos a la conformación de un Estado independiente y el rol que éstos cumplieron en la defensa de la unidad nacional, contribuyeron a la revisión de las imágenes estereotipadas del caudillismo. Así, estos aportes de los historiadores constitucionalistas y de algunos representantes de la Nueva Escuela Histórica - David Peña, Emilio Ravignani, Enrique Barba, entre otros - actuaron a modo de bisagra y allanaron el camino para el surgimiento de las miradas revisionistas que emergería con fuerza a partir de finales de los años 1920. Desde fines de la década de 1920 surgió una corriente revisionista, que se consolidaría y tendría su auge en las dos décadas siguientes. Si bien los representantes de esta corriente – 1 Gálvez , Ibarguren, los hermanos Irazusta, Ernesto Palacio - negaron la acusación de barbarie con que la historiografía tradicional había calificado el accionar de los caudillos, el tema del caudillismo no fue central en sus estudios. Éstos más bien se preocuparon en generar una denuncia en torno a las consecuencias provocadas por el vínculo entre la Argentina y Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XIX, por reivindicar a la figura de Rosas y la herencia hispánica. Sería la segunda generación revisionista, propia de los años 1960 y primeros 1970, más vinculada con un tinte de izquierda nacional, la que pondría el eje en la reivindicación de los caudillos y, contrariamente al primer revisionismo, no se centraría tanto en Rosas. Los representantes de esta corriente –Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Ortega Peña, entre otros – reivindicaron un criollismo popular ​ expresado en la asimilación del caudillo con el gaucho y la montonera federal (Adamovsky, 2019). También a partir de los años 1960 comenzó a tener mucha difusión una historiografía anglosajona – sus principales cultores fueron Erci Wolf y John Lynch – cuyo eje en común fue abordar el análisis del caudillismo como una clase especial de clientelismo; una relación patrón-cliente que presentaba a los caudillos como protectores de los intereses de la elite y disciplinadores de las clases más bajas, transformadas de peones en seguidores políticos. Así, el caudillismo aparecía como manipulación de los sentimientos y aspiraciones de las masas campesinas. A partir de las últimas dos décadas del siglo XX fue cobrando forma una nueva historia política, no solamente en Argentina, sino en la historiografía latinoamericana en general que se propuso revisitar, desde una mirada más imparcial, despojada de prejuicios, apologías y miradas anacrónicas, la cuestión del caudillismo. Desde esta perspectiva, “el poder del caudillo deja de verse como una aberración histórica producto de un pueblo inmaduro y de líderes violentos y sedientos de poder, y pasa a considerarse como un proceso de construcción de poder social y político, en coyunturas históricas particulares” (Goldman y Salvatore, 1998: 20). Esto abrió el abanico para el surgimiento de distintos estudios tendientes a indagar cuáles fueron las bases sociales de poder de los caudillos, dentro de un contexto histórico y regional determinado; cuáles fueron las condiciones e intercambios – materiales y simbólicos – que hicieron posible su ascenso y sostenimiento en el poder; también la cuestión de la legitimidad de estos regímenes, dentro del marco discursivo y ritual en el cual se desarrollaron. Como sostienen Goldman y Salvatore (1998:29) Analizar las formas de ascenso al poder de los caudillos significa hoy rediscutir dos de las imágenes estereotipadas que nos legó la historiografía: por un lado, la caracterización de las zonas rurales como espacio sin orden social y sin instituciones; por otro lado, la asimilación del vínculo caudillo-milicias al vínculo estanciero-peón, es decir, la tesis según la cual las relaciones clientelísticas en la política fueron 1 Si bien Manuel Gálvez desarrolló su obra más prolífica en el momento de auge del revisionismo, a comienzo de los años 1940, fue, de alguna manera el precursor de esta corriente, con la publicación en 1910 de su Diario de Gabriel Quiroga, libro en el que reivindicaba al federalismo y a los caudillos ​ ​ mientras impugnaba el liberalismo, hegemónico en ese momento. Otros dos precursores historiográficos del revisionismo fueron Adolfo Saldías y Ernesto Quesada quienes desarrollaron sus obras entre fines del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. engendradas por relaciones igualmente clientelísticas dentro de la estancia. Las nuevas perspectivas parecen indicar, en relación al primer punto, que los caudillos sustentaron su poder – es decir, movilizaron recursos, milicias y electores – sobre un conjunto de complejas relaciones basadas, en parte, en antiguos derechos consuetudinarios y formales. En cuanto a la indagación en torno al vínculo caudillo-milicias, contrariamente a la visión tradicional que presentaba a las montoneras como hordas descontroladas, o como la expresión de una democracia bárbara, los nuevos estudios han mostrado que estas fuerzas, al estar construida en base a los principios de las milicias, se basaban en una estructura con jerarquías y responsabilidades bien definidas. A su vez, los casos estudiados por Ariel de la Fuente (1998), en cuanto al caudillismo en los llanos riojanos durante el proceso de construcción del Estado nacional, demuestran que los gauchos que conformaron las fuerzas montoneras de los sucesivos caudillos de la región no fueron ni criminales ni marginales, sino labradores, artesanos y trabajadores establecidos en los poblados de la campaña, que se movilizaron por motivaciones materiales inmediatas pero con capacidad de protesta frente a las promesas incumplidas de los caudillos. En términos generacionales y temporales se pueden distinguir, a modo analítico, tres generaciones de caudillos que corresponden a tres momentos históricos distintos. El primer momento se corresponde con el período revolucionario; el segundo período abierto tras el fin de las guerras por la independencia y la caída del gobierno central, desde los años 1820 hasta los años centrales del siglo XIX con el fin de la confederación de Rosas; el tercer período da cuenta de los últimos levantamientos federales en la etapa de conformación del Estado nacional, entre 1853 y la década de 1870. Con el fin de seguir un hilo cronológico respecto a los últimos temas abordados, en esta clase nos concentraremos en analizar el caudillismo durante el segundo período y dejaremos para una futura clase el análisis de la tercera generación de caudillos. A diferencia de los caudillos prototípicos del período revolucionario, representado por Artigas y Güemes, los caudillos de la segunda generación no pretendieron generar ni ser los canalizadores de una radicalización

View Full Text

Details

  • File Type
    pdf
  • Upload Time
    -
  • Content Languages
    English
  • Upload User
    Anonymous/Not logged-in
  • File Pages
    7 Page
  • File Size
    -

Download

Channel Download Status
Express Download Enable

Copyright

We respect the copyrights and intellectual property rights of all users. All uploaded documents are either original works of the uploader or authorized works of the rightful owners.

  • Not to be reproduced or distributed without explicit permission.
  • Not used for commercial purposes outside of approved use cases.
  • Not used to infringe on the rights of the original creators.
  • If you believe any content infringes your copyright, please contact us immediately.

Support

For help with questions, suggestions, or problems, please contact us