Revista De La Biblioteca Nacional José Martí. No. 1

Revista De La Biblioteca Nacional José Martí. No. 1

ij¡ ft.M Ffu~~ ¡¡ E CJ .INVESlf~ AD ES . \ SECUNDA SERIE t. 11, n. l BibH oteca Na:ionJI JJSE tll~l P MARZO H Sf~l-Eí~OT!ZC A D U P, L ' IC ADO Revista de j 1Biblioteca Nacional ; . ,ti Lilia Castro qe ·Morales DIRECTORA LA HABANA P. Fernández y Cía. S. en C. l 9 5 l DISCURSO PRONUNCIADO EN LA X FERIA DEL LIBRO, EL 30 DE NOV. DE 1950. Un cálido y hondo sentimiento de orgullo invade a cada uno de nosotros, cuando contemplamos el movido escena­ rio de este Parque y vemos esos libros expuestos en forma atrayente, para ir buego de mano en mano, jJOr campos y ciudades, pregonando la eterna lección del pensamiento. Festividades del esjJíritu, conio lo son estas ferias, dejan positivo saldo de noble intención y de cultura. Seiialan a todos un ca1nino de vida. Las jJáginas, cuajadas de letras, van marcando un rumbo de acendramiento esjJiritual, sua­ vizando la aspereza que en los ánimos deja la rutina de las cosas, avivando inquietudes, develando las causas de tantos temores, mostrándonos un camino de superación que con­ duce al jwopósito humano de comjJletar la j,rojJia jJerso­ nalidad. Para mí, aj,asionada del libro, él se trueca en tenNtra de obra limpia, lograda en las disciplinas severas que re­ clama la ciencia. Tengo fe en la virtud creadora de la letra y siento con ella la devoción de quien mira en lo rea­ lizado por otros, la exjJresión de su projJia realización ín• tima. Afinado el sentimiento a través del estudio en el regazo de las bibliotecas, donde el libro adquiere j,ersona­ lidad, esta feria, junto a la enioción que ella j;rovoca por sí misma, aviva aquella otra que sirve de aliento a nuestro anhelo, que es como voz popular reclamadora del mejora­ miento de las bibliotecas, en especial de nuestra Nacional, [ 3] que por falta de espacio, trabajosa11iente se desarrolla tras los muros espesos que la aprisionan en el Castillo de la Fuerza. Si las bibliotecas son lugares donde el ánimo cansado se refugia, buscando consuelo'ª las vicisitudes en la lectura serena, si anhelosos de aunientar sus conocimientos a ellas concurren los trabajadores, si los sabios acrecientan allí su sabiduría, las bibliotecas cumplen una función social de j1rimordial importancia como centros difusores de cultura. Son cuerpos fecundos q,ue van a robustecer el esjJÍritu de la nación. Por salas y corredores migajas de tiempo dete­ nidas en el segundo que captó el libro, pasan oual perenne cnsenanza. En países de maciza tradición cultural, donde grano a grano, las generaciones, en continuado fluir, han ido crean­ do el alma jJO pu lar, las bibliotecas nacionales pueden fun­ cionar como centros exclusivos de investigación para profe­ sionales o eruditos, dificultándosele el acceso a los profa­ nos. Pero en jmeblos donde son escasas las bibliotecas, donde la cultura ha sido jJOr décadas patrimonio exclusivo de los ,nás fuertes económicamente, la Biblioteca Nacional ha de ser institución abierta, savia fecunda que se injerte en el jJaÍs, centro, que a semejanza de los árboles a todos brinde sombra generosa. En los últimos aiios, las bibliotecas no se han conformado con ser simples depósitos de libros al servicio de pequeños grupos, sino que han ampliado su labor, haciéndolos llegar a todas las clases sociales sin distinción de raza, credo JJO­ lítico ni religioso, asumiendo una función responsable, mu­ cho más amjJlia que la limitada a la solución de los pro­ blemas internos y confección de catálogos. Y en consecuen­ cia, han incorporado todos los nuevos medios de difusión cultural, tales como el cine, la radio y la televisión, com­ plementadas estas actividades con exposiciones periódicas, conferencias y grupos de discusión que ayuden a la ed,uca­ ción del adulto, disciplinándolo para el mejor aj1rovecha­ miento de la lectura, orientando su atención hacia los pro­ blemas fundamentales del momento en que vive. [4] Las bibliotecas públicas son pues, en general, institucio­ nes para toda la población, organismos educativos jJara to­ das las clases sociales. Consecuente con nuestro pensamiento, que entiende la función pública como vocación de servicio a la causa po­ pular, la Biblioteca Nacional cumple su cometido d,urante quince horas diarias. A,llí, hasta los simples ''lecturistas" a que aludiera Mar tí, satisfacen sus inquietudes. Para los es­ tudiantes en épocas de examen, ella abre sus puertas durante día y noche en depariamentos modestos, j,ero que cumplen plenamente su función. A este respecto la Biblioteca Na­ cional ha cumplimentado plenamente este servicio. No es­ tán al alcance de todas las fortunas los libros de texto. Miu­ chos estudiantes verían tro,ichados sus proj,ósitos Jwr la carencia de este tipo de niaterial didáctico. Por eso la Bi­ blioteca Nacional dedica una de sus secciones a este género de libros, jJara cooperar así al mejoramiento de un sector de la colectividad, cuya obra será en el futuro grandeza de la tierra cuban,1. La biblioteca no :-umpliría su finalidad si estuviese ais­ lada del trabajo educativo. No puede negarse que se ha realizado una magnífica labor Jwr los bibliotecarios que han concentrado sus esfuerzos en la tarea de amj,liar s,us fondos y que han elaborado los mejores catálogos para orien­ tar al público. Pero no es ésa solamente la tarea del biblio­ tecario, su función debe abarcar todas las necesidades que la colectividad demande en su esfuerzo jJOr la superación cultural. La mayor tragedia que gravita sobre las bibliotecas en general, es la carencia de amplios recursos económicos con que abarcar totalmente las funciones a que vienen obliga­ das las bibliotecas modernas en su nueva proyección. Bien es verdad que no es el mal solamente nuestro, pero ello no atenúa nuestra responsabilidad ante el j,roblema. La verdadera función social de nuestras bibliotecas, co­ menzará el día que gobernantes y gobernados se j,ercaten [5] de que con sólo el af,orte económico del Estado, no es po­ sible afrontar el mantenimiento de instituciones de esta índole. Precisa, sin duda, simplificar la tediosa mecánica interior de estos departamentos, centralizando ciertos tipos de trabajo, tales como la catalogación en un organismo en­ cargado de la confección y distribución de las fichas entre las distintas bibliotecas del país, reduciendo de este modo el alto costo de la confección del catálogo. Y aún más, no está lejano el día en que por· disposiciones legislativas ven­ drán obligadas las editoriales a suministrar con el libro en venta, el juego de fichas que permita a cada institución que lo adquiera, organizar s,u catálogo sin el derroche de un tiemj;o precioso en la confección de tarjetas, que sería dedicado a trabajos de mayor rendimiento material y cul­ tural y apreciable reducción en los costos existentes en la actualidad j,ara la confección de catálogos. Reafirma este criterio nuestro, la autorizada opinión de Carl Thompsen, Director de la Biblioteca de Copenhague, cuando en el infornie rendido a la UNESCO, dice: ''Para que las bibliotecas Jniblicas de un país sean un factor de la educación en general, su /Jersonal ha de integrarse pre­ jere11temente, no jJOr eruditos o expertos catalogadores, sino por individuos que sepan ser intermediarios entre el mundo de los libros y todas las clases sociales". Clamor general ha sido y lo es, el de lograr para la Bi­ bliteca N aciana! un edificio apropiado a sus altas finali­ dades. No se exige la construcción de un edificio suntuoso para aislar en sus plutios los libros, como cwüivos exóticos. Pero, en canibio, es urgente, necesario, un edificio moder­ no, concebido con vistas a los más recientes estudios sobre la materia. Como que es la Biblioteca Nacional célula de un j,roceso cultural que en ella comienza y termina en la siuperación espiritual de quienes hasta ella llegaron. ¿No dice el A,j,óstol que de la lectura sale el ánimo mejorado y engrandecido, cerrando las heridas que abre la injusticia? Casi cinco décadas lleva la Biblioteca Nacional en edi­ ficios no acondicionados para la realización de las tareas in- [ 6] herentes a este género de estableci11iiento. Hoy otea1nos el final del caniino. La gestión responsable de este Gobierno, sguro estamos de ello, transformará el ensueiio que todos acariciamos en una obra que diga a toda la nación, c¡ue Cuba tiene ya su Biblioteca Nacional. Y al Patro11ato que se creara para adelantar todo lo conducente al cumpli­ niiento del propósito, y que tan tesoneramente ha luchado jJOr el misnio, verá colmadas sus ambiciones cuando en fecha muy próxima comiencen las bases del nuevo edificio. Pero la Biblioteca Nacional exige algo más que ,un nuevo edificio. Exige también para su normal y efectivo fun­ cionamiento, se la dote de todos los instrumentos de tra­ bajo necesarios indispensables al cumplúniento de su labor docente. Y junto a ello, es de primordial iniportancia el estudio de una fórmula legal que garantice la inamovilidad de sus empleados. · Si mucho ha sido logrado bajo la gestión administrativa del actual Ministro de Educación, · mucho más esperamos también, es cierto, de esa actitud, pues ahora es cuando la Biblioteca Nacional ve por priJnera v-ez satisfechas muchas de s,us necesidades más apremiantes. Allí están, por ejem.plo, las adaptaciones que se han hecho en su actual asiento para Jnoteger los tesoros que en ella se guardan y brindarle al Jníblico un mínimun de comodidades; allí también está su taller de encuadernación, que jJermite la conservación de los fondos; su departamento fotográfico, que iguala a nues­ tro centro con los más adelantados. Pero la cultura co11- sume esfuerzos sin medida y las bibliotecas, parte de esa cultura, van recla11iando a cada instante, todos los ouida­ dos de quienes son hombres de su tiemjJo y viven la hora del mundo.

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