Antología De Poetas Argentinos [Microform]

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THE UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBRARY V. ANTOLOGÍA DE POETAS ARGENTINOS (tomo IX ) \^ antología DE POETAS ARGENTINOS POR JUAN DE LA C. PUIG. <I.A PATRIA ES UNA KTTBVA ICTJSA QUB INFLUYE DIVINAMENTE.» Pr. C. J. Rodrigue* «NUESTROS POETAS HAN SIDO LOS SA- CERDOTES DE LA CREENCIA DE MATO.» J. M. Gutierre*. ToAO IX — LIRA ARGENTINA BUENOS AIRES Editores : MARTIK BIEDMA i. HIJO Bolívar N» 535 Afto DBL Centenario—1910 ^L~ antología DE POETAS ARGENTINOS LIRA ARGENTINA OIvEGARIO V. ANDRADE CARLOS ENCINA GERVASIO MÉNDEZ ALFREDO LAMARQUE DOMINGO D. MARTINTO LUIS N. PALMA MARTÍN GARCÍA MÉROU ADÁN QUIROGA RAMÓN OLIVER NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y BIBUOGRÁFICAS OI.KGARIO V. ANDRADE La escuela romántica que tantos adeptos hiciera entre los poetas del Río de la Plata, después que el autor de La Cautiva abrió la marcha por ese cami- no, se dividía con el estilo gauchesco las preferencias del gusto de nuestro pequeño mundo literario. Pero el estilo gauchesco había culminado con los éxitos del Fausto y del Martin Fierro^ mientras que la lírica de más alto vuelo, la de formas cultas y lenguaje caste- llano, seguía resonando con los versos de Mármol y Rivera Indarte. Los poetas que descollaron después de la caída de Rosas no han sido de estro tan entusiasta ni vibrante como sus predecesores. Parece que la inspiración se hubiera adormecido con los encantos de la paz, y que las hijas de Apolo holgaran distraídas, embargadas por las dulzuras de los hogares restituidos á su pri- mitiva patriarcal felicidad. Hntre tanto, la visión del porvenir grandioso de es- tos pueblos empezaba ya á surgir sobre el horizonte de su turbulento pasado. El alma latina de la raza acariciaba en silencio el rumor de las corrientes de prosperidad que se des- bordarían sobre el suelo de la república; el espíritu nacional templaba sus entusiasmos al rededor de la solución del problema de la federalización de la ciudad de Buenos Aires para capital de la república; y la patria soñada por los libertadores,- la nueva y gloriosa nación del himno de I/ópez y Planes, vestía al fin las galas de la libertad, para ascender al pedestal de la fama. El ideal así entrevisto, como realización del porve- nir grandioso de la República Argentina, plasmaba en la mente colectiva del pueblo nuevos arquetipos de belleza, nuevas formas y nuevos rumbos; y entre el zumbido de la inmensa colmena humana que empe- zaba á poblar sus desiertos, la conciencia nacional percibía el rumor de las voces informes que deberían modular los nuevos poetas para que sus cantos fue- ran dignos de esta grandeza. La Musa criolla no podía ni siquiera pretender en- sayar esa inmensa sinfonía; y tan difícil parecía el rea- lizarla, que, en las gradas del Parnaso Argentino hubo un momento de espectación y de angustia, por temor de que no hubiera quien llenara tan grandes exigen- cias. De esta aspiración nació el poeta hierofante, inicia- do en los secretos de la inmensidad como en visión natural de su grandeza, olímpico visionario del desti- no de su pueblo entre las brumas del futuro é ins- pirado cantor de formas maravillosas, de entonación profética y resonancias apocalípticas. Tal fué Olegario Andrade. Cuando el genio enciende en su lumbre las ideas XI de un cerebro sus manifestaciones producen una es- pecie de deformación general del terreno allanado por el común pensar de los demás, y la belleza y la co- modidad de esta bien nivelada superficie se altera y se destruye con proturberancias é irregularidades monstruosas, que á muchos asombran y á otros de- salientan y horrorizan. Sin embargo, todo pensador genial es necesaria- mente anómalo porque su fuerza de cerebración lo levanta sobre el horizonte de los demás hombres per- mitiéndole descubrir nuevos seres, nuevos rumbos ó mirages diferentes á los conocidos, que una vez mos- trados por ellos entran á ser del dominio del criterio común. Pero estas percepciones^geuiales no encuentran mu- chas veces términos apropiados para su manifestación, dentro del lenguaje hablado; ó porque no hay pala- bras pue se acomoden á las ideas, ó porque habién- dolas, les falta energía de concepto, alcance de acep- ción ó tonalidad para revelar sus imágenes. Hay entonces en el modo de expresarse de estos pensamientos privilegiados una ampulosidad irreme- diable y una anomalía necesaria, que debe saberse apreciar, para no atribuirla solo á tendencias presun- tuosas ó amaneramientos de escuela. La estética de estos poetas tiene proyecciones extraorbitadas para la generalidad; su ojo soporta resplandores fulgurantes y percibe lumbres indefinibles; y su oído se afina con estruendos y rumores que para los demás pueden ser verdaderos desconciertos. : XII El príncipe de todos los hierofantes, el inmortal autor de la Leyenda de los siglos^ enriqueció á la lengua, de su patria con un verdadero tesoro de nuevas voces y expresiones, y rompió la rigidez de su verso ale- jandrino anquilosado en varias centurias de uso ruti- nario. El genio crea y destruye. Andrade es el poeta argentino más pródigo y mag- nífico á este respecto; más amplio, soberbio y bri- llante. Su musa es hermana de la de Victor Hugo, vive en mundos de apoteosis y canta desde la cumbre del Olimpo. El insigne autor de las inmortales «Pepita Gimé- nez» y «Doña Luz», que tan refinado gusto y eru- dición profunda revela en los estudios críticos con que honrara las letras castellanas, hablando de Andrade, se expresa en los siguientes términos (i) «Las poesías de Andrade son harto difíciles de juz- gar con acierto y suscitan multitud de dudas y cues- tiones, supongo que en la mente de todos, y de seguro en la mía, sobrado ecéptica quizás, pues no sólo halla muy sujeta á errores la aplicación de las reglas que sirven para juzgar y apreciar las obras de un singular poeta, sino que, aún en las reglas mismas, nota cierta confusión, contradicción é incertidumbre.» « Mirando este punto bajo su aspecto prosaico, acu- de al pensamiento, al ver como nos dedicamos nmchos (i) Juan Valcj-a. Cartas Americanas, la. serie, Tomo I, pág. 72. ""•¿y- XIII al magisterio de la prensa antes de saber algo que enseñar, aquello del maestro ciruela, que no sabía leer y ponía escuela, ó el chistoso epígrafe de un capítulo de la novela del Padre Isla que ha quedado como re- frán: Deja Fray Gerundio los estudios, y se mete á pre- dicador. «Claro está que en este sentido, cuando ni los poe- tas que fueron también grandes sabios pueden ser poetas didácticos en el siglo XIX, menos lo es Ole- gario Andrade, cuyos estudios habían sido cortos y someros; pero hay otro sentido, según el cual, como por ciencia infusa, puede un poeta ser sublimemente didáctico en nuestros días. «Las elevadas aspiraciones, el ideal cuya realiza- ción se columbra en el porvenir, los planes, doctrinas y esperanzas que están en la mente colectiva de un pueblo ó de la humanidad toda, por estilo vago, in- forme y confuso, resplandecen con mayor luz en el alma del poeta, y merced á la energía plástica que el poeta tiene, se revisten de forma determinada, precisa y hermosa, en versos que muestran con claridad aque- llo mismo que agitaba el centro oscuro del alma y que el vulgo apenas comprendía. Para ser así poeta didáctico se requieren dos grandes y raras condicio- nes, sin las cuales no se alcanza la perfección de la forma en que estriba el misterio. Se requieren el en- tusiasmo y el buen gusto. «El entusiasmo, esto es, el sentimiento fervoroso y la imaginación potente que le pone de manifiesto, ha- bilitaban é ilustraban, sin duda, al espíritu de Olega- XIV rio Andrade: poseía esta primera condición para ser gran poeta docente. Sobre la otra condición, sobre la del buen gusto, hay reparos que poner. cEn mi sentir, es necesario dar á la forma extraor- dinaria belleza para que este género de poesía trans- cendental y encumbrada penetre bien en las inteligen- cias y en los corazones, y venga á ser como la fórmula duradera de una tendencia general, de una aspiración nacional ó humana. «No bastan las imágenes de que reviste y adorna el poeta su pensamiento, ni el fuego de la pasión con que le presta calor y vida ; son indispensables, además, el esmero, la reflexión y el arte más exquisito. > « Presupuestos, con todo, el sentir y el pensar con hondura, y la sinceridad y el brío en el estilo, que todo esto tiene Andrade, no se puede negar que fué egre- gio poeta, por más que á veces le falte el arte, la me- sura, la nitidez y la elegancia.» La Atlántida, esa especie de Himno de la raza la- tina, arranca al ilustrado crítico la siguiente franca afirmación : « Por lo citado y expuesto, se ve que, á pesar de todo su desaliño y demás faltas, era Andrade un inspirado y original poeta; pero tal vez resplan- decen más sus buenas cualidades cuando desecha la serenidad didáctica, es lírico puro y se deja llevar de la pasión que le agita.» El celebrado escritor español dice que la poesía que más le gusta, de las de Andrade, es aquella á La Li- r :,.^.5¿¿ : ; XV bertad y la América, y concreta su opinión sobre el mérito de nuestro compatriota, diciendo: «A pesar de todo lo expuesto, diré que, tanto por las composiciones de que he hablado, como por El nido de Candares, A Paisandú y otras que no cito, An- drade es uno de los más ilustres poetas que ha ha- bido en América, y que valdría más que Olmedo d que Bello, y tanto como Quintana, si hubiese cursado más humanidades y hubiese tenido más y mejores lecturas.» El señor Menéndez y Pelayo (i) es menos elogiosa en su juicio.

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