Naciones Unidas A/S-31/4 Asamblea General Distr. general 25 de enero de 2021 Español Original: inglés Trigésimo primer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General en respuesta a la enfermedad por coronavirus (COVID-19) Nota del Presidente de la Asamblea General Tengo el honor de distribuir, de conformidad con la decisión 74/562, de 22 de julio de 2020, el presente documento, que contiene una compilación de las declaraciones grabadas por los Jefes de Estado u otros dignatarios durante el trigésimo primer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General en respuesta a la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y presentadas a la Presidencia a más tardar el día en que la declaración se reproduzca en el Salón de la Asamblea. Las declaraciones que figuran en el presente documento se formularon el jueves 3 de diciembre de 2020, en la 2ª sesión del período extraordinario de sesiones (véase A/S-31/PV.2). Las adiciones 1 y 2 del presente documento contienen las declaraciones formuladas en las reanudaciones primera y segunda de la 2ª sesión del período extraordinario de sesiones (véanse A/S-31/PV.2 (Resumption 1) y A/S-31/PV.2 (Resumption 2)), respectivamente. De conformidad con la decisión 74/562, y sin que esto siente un precedente para las reuniones de alto nivel previstas en futuras semanas de alto nivel, los documentos oficiales de la Asamblea General se complementarán con anexos que contendrán las declaraciones grabadas presentadas por los Jefes de Estado u otros dignatarios, que se presentarán a la Presidencia a más tardar el día en que se pronuncien dichas declaraciones en el Salón de la Asamblea General. A este respecto, las presentaciones deberán dirigirse a [email protected] 21-00203 (S) *2100203* A/S-31/4 25/01/2021 Presidente de la Asamblea General (véase también A/S-31/PV.2, pág. 1) Declaración del Presidente de la Asamblea General, Sr. Volkan Bozkir Pronunciada en persona el jueves 3 de diciembre de 2020, en la 2ª sesión del trigésimo primer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General Es un honor dar la bienvenida a los representantes al trigésimo primer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General en respuesta a la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19), el primer período extraordinario de sesiones de la historia en que se aborda una pandemia. Hoy es el momento adecuado para la reflexión, que hace mucho debería haberse realizado. Ninguno de nosotros podría haber imaginado en una fecha como esta el año pasado lo que iba a ocurrir. La pandemia de COVID-19 ha afectado la vida de todos en el mundo entero. Ha planteado un desafío a nuestro mundo como ninguna otra crisis en los 75 años de historia de las Naciones Unidas. La COVID-19 es, ante todo, una crisis sanitaria mundial. Al mismo tiempo, es una crisis económica, una crisis de desarrollo, una crisis humanitaria y una crisis de derechos humanos. Nos enfrentamos a la recesión mundial más profunda desde la Gran Depresión y al colapso más amplio de los ingresos desde 1870. La economía mundial se ha contraído en un 4,4 %. Se estima que la pobreza extrema mundial aumentará por primera vez en más de 20 años. Hasta 115 millones de personas corren el riesgo de caer en la pobreza extrema. Las inversiones extranjeras se han evaporado. Las restricciones al comercio y a los viajes, el fuerte descenso de los ingresos procedentes de las exportaciones, el turismo y las remesas ponen en peligro los medios de vida de miles de millones de personas en todo el mundo. Nuestra trayectoria de desarrollo global se ha visto perjudicada. Cada país siente la presión. Sin embargo, los que ya estaban rezagados fueron los más afectados. Las crisis humanitarias ya existentes se han agravado a raíz de una hambruna de proporciones sin precedentes, que amenaza a las personas más pobres del mundo. Nos enfrentamos a un grave riesgo de que durante la mitad de la década de acción para implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible simplemente volvamos al punto en que nos encontrábamos a principios de año. La pandemia ha afectado de forma desproporcionada a los miembros más vulnerables de nuestras sociedades: las mujeres, los niños, los ancianos, los discapacitados, los refugiados, los migrantes, las personas que viven en barrios marginales y las personas sin hogar. La pandemia está poniendo de manifiesto las desigualdades estructurales y los obstáculos para el pleno disfrute de los derechos humanos. Las medidas de confinamiento han causado un aumento de la violencia de género y de los malos tratos de que son objeto las mujeres. Muchas mujeres no se reincorporarán a la vida laboral, ya que asumen de forma desproporcionada la carga de los cuidados no remunerados y la educación en el hogar. Los jóvenes se sienten frustrados al ver limitadas sus oportunidades de educación, implicación comunitaria y empleo. Las interrupciones de los servicios de salud y nutrición relacionadas con la pandemia podrían dar lugar a un aumento de las tasas de mortalidad infantil por causas prevenibles. La brecha digital entre los países en desarrollo y los países desarrollados, así como entre los entornos urbanos y rurales, agrava la exclusión y la desigualdad. En comunidades de todo el mundo donde la conectividad a Internet es escasa, millones de niños no tienen acceso a la enseñanza a distancia. Los refugiados y los desplazados internos, que ya se encuentran lejos de sus hogares debido a los conflictos, las catástrofes y la persecución, están sufriendo aún más a causa de la pandemia y del aumento del discurso racista, el odio, la estigmatización, los estereotipos y la desinformación que la pandemia ha traído aparejado. 2/244 21-00203 25/01/2021 A/S-31/4 El Salón de la Asamblea es el lugar donde se reúnen las naciones; donde se unen. La Asamblea General es la voz, la voluntad y la conciencia de la humanidad. El mundo espera que las Naciones Unidas demuestren liderazgo, den un paso al frente y tomen medidas demostrables para abordar el mayor reto al que se enfrenta nuestro mundo en la actualidad. La crisis nos obliga a cambiar la forma de hacer las cosas; a ser audaces y a restaurar la confianza en las Naciones Unidas. Ninguna otra institución tiene un alcance tan amplio como su mandato ni está mejor situada desde el punto de vista normativo. Las Naciones Unidas tienen que asumir el liderazgo en esta situación. Este período extraordinario de sesiones es un momento histórico para que los Estados Miembros, las Naciones Unidas, la comunidad científica y otras partes interesadas, incluida la sociedad civil, se escuchen los unos a los otros y entablen un diálogo sobre las consecuencias polifacéticas de la pandemia, así como sobre las formas de recuperarse mejor y con más fuerza. Este no es el momento de señalar a nadie con el dedo. Nos hemos reunido aquí para forjar un camino hacia adelante y poner fin al sufrimiento de las personas a las que servimos. Desde el principio, he estado convencido de que la celebración de este período extraordinario de sesiones era una prueba para el multilateralismo, definido por nuestra acción colectiva con respecto a la cuestión más crítica de nuestro tiempo. No es en absoluto el fin de nuestra respuesta conjunta y de la recuperación de la pandemia. No estábamos preparados para la COVID-19, pero tenemos que estarlo para la próxima pandemia, catástrofe climática o recesión mundial, ya que una crisis de esta magnitud exigirá que la afrontemos cuando se presente. Debemos ser capaces de estar a la altura del desafío y nuestra respuesta no debe limitarse simplemente a la vuelta al statu quo ante. Lo que tenemos que hacer está claro. En primer lugar, debemos empezar por garantizar un acceso justo y equitativo a las vacunas. Proporcionar acceso a todos a las vacunas contra la COVID-19 es lo correcto, además de la opción más inteligente. Desde un punto de vista moral, tenemos la obligación de no dejar a nadie atrás y de proteger a los más vulnerables. Desde un punto de vista práctico, el valor de cualquier vacuna depende totalmente de cuántas personas puedan tener acceso a ella, por lo que debemos reforzar la movilización política y de recursos para apoyar las iniciativas multilaterales cuyo objetivo sea una distribución justa y equitativa de la vacuna contra la COVID-19. En segundo lugar, debemos trabajar de consuno para proteger a los países más vulnerables y rezagados, en particular los países menos adelantados, los países en desarrollo sin litoral y los pequeños Estados insulares en desarrollo. Debemos garantizar la disponibilidad de recursos financieros adecuados para que la recuperación sea inclusiva y resiliente. Necesitamos aunar esfuerzos para afrontar los retos de esa vulnerabilidad y de la disminución del margen fiscal. Animo a las instituciones financieras internacionales y a los países asociados a que hagan todo lo posible para aliviar la carga de la deuda, facilitar la inversión y potenciar la asistencia para el desarrollo durante este periodo crucial. En caso necesario, debemos poner en común los recursos financieros para crear fondos de inversión. La pandemia también ha puesto de manifiesto la necesidad de aumentar las inversiones en servicios sociales y sanitarios en todo el mundo. Debemos elaborar proyectos que favorezcan la inclusión social de los grupos más vulnerables. Debemos garantizar la cobertura sanitaria universal. Mientras abordamos las consecuencias inmediatas de la pandemia, debemos trabajar en la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), mantener nuestra promesa de no dejar a nadie atrás y asegurarnos de que nuestros esfuerzos de recuperación impulsen los ODS. No hace 21-00203 3/244 A/S-31/4 25/01/2021 falta asignar prioridades a esos Objetivos.
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