BIOGRAFÍAS DE HOMBRES ILUSTRES O NOTABLES Soledad Acosta de Samper BIOGRAFÍAS DE HOMBRES ILUSTRES O NOTABLES Relativas a la época del Descubrimiento, Conquista y Colonización de la parte de América denominada actualmente EE.UU. de Colombia PRÓLOGO No me incumbe en manera alguna la calificación de la presente obra y solamente me creo autorizado, al presentarla al patrocinio de los Colombianos, para indicar su origen psicológico y la importancia de su objeto. La autora de este libro, amada esposa que el cielo plugo darme, ha querido desde muchos años atrás, como que es la hija única del ilustre General Joaquín Acosta (sabio eminente, leal soldado, historiador erudito y muy notable hombre de Estado y diplomático), recoger en lo posible la herencia moral e intelectual de su padre. Ya que, por su sexo, no la era posible trillar ningún otro camino de los que su progenitor supo recorrer, con honra propia y de su patria, buscó en las letras el campo de actividad que sus deberes de esposa y de madre podían dejarla libre; y lo ha cultivado con singular aplicación y perseverancia, ya sirviendo a la literatura en el periodismo con estudios morales, descripciones de viajes, cuadros de costumbres y trabajos de crítica; ya produciendo numerosísimas obras de imaginación, de las cuales su forma predilecta ha sido la novela, ora puramente psicológica, ora de costumbres, ora esencialmente histórica. A este último género, ha dedicado principalmente sus estudios y trabajos la señora Acosta de Samper, y fruto de su tenaz labor de muchos años son, a más de algunas obras de historia general (como la Historia de la Mujer en la Civilización) y de biografía (como las Biografías de Mujeres ilustres y otros escritos de este género), gran número de novelas considerables que, arrancando del siglo XIV en España, exponen en cierto modo el desarrollo y la civilización de la gran raza española, a través de grandes acontecimientos de la Península, de la conquista de América, de la época colonial y de la guerra de la Independencia, hasta el momento actual, en que esta sociedad se agita y educa en el ancho pero imperfecto molde de la república democrática. En el curso de sus estudios y trabajos, hubo de advertir la autora que había una gran laguna entre los monumentos que se habían ido levantando para formar la Historia nacional. Con excepción de Castellanos (cuyas Elegías son de mucho interés, pero tan incompletas en su plan como incorrectas en su ejecución y débiles en su criterio), ni los cronistas del tiempo de la Conquista y la Colonización, ni los historiadores de nuestra época republicana (Acosta, Plaza, Groot, Vergara, Quijano, etc.) habían aplicado sus talentos y saber, por punto general, a narraciones que no fuesen del conjunto de los acontecimientos. La historia se compone de dos grandes órdenes de hechos y figuras: el conjunto cronológico y filosófico, y los pormenores individuales; o en otros términos: la narración crítica de los sucesos, a través de los cuales se mantiene el hilo conductor de la vida de un pueblo o del modo de ser de una época; y la galería de los hombres que más han caracterizado el movimiento de los sucesos y de las cosas, retratados de manera que sus grandes figuras resalten en sobre los lineamientos del país que les sirve de teatro, y que éste quede iluminado, así como los hechos mismos, con la luz que despiden aquellas almas en acción. Sin estos elementos combinados: teatro, hombres característicos y acontecimientos, no hay Historia completa. Así lo reconoció la señora Acosta de Samper, y viendo que en la obra general de la historia de Colombia faltaban, para dar plena luz al vastísimo cuadro, las biografías de los hombres ilustres o eminentes de la primera época -Descubridores, Conquistadores y Misioneros colonizadores-, emprendió escribirlas con el mejor método posible. De ahí la presente obra, fruto de más de seis años de pacientísimos estudios, de constante trabajo y minuciosas investigaciones. ¿Querrá el público de Colombia acogerla con benevolencia? Algún derecho tiene a esperarlo así la autora, siquiera como estímulo a su laboriosidad y a su empeño en hacerse digna del glorioso apellido que lleva, y en contribuir a dignificar el nombre de las colombianas en el mundo de las letras. En todo caso, sea ésta la ocasión de tributar homenaje de gratitud a la Administración nacional y al Director de Instrucción pública de Cundinamarca, por el patrocinio que han dado a la presente obra. Bogotá, Junio 6 de 1883. José María Samper. INTRODUCCIÓN Si buscas la verdad, yo te convido a que leas; si no más del deleite y policía cierra el libro, satisfecho de que tan a tiempo te desengañé. FRANCISCO MANUEL DE MELO (Guerra de Cataluña) Hasta hoy día nuestros escritores colombianos se han ocupado, por lo general, más en relaciones históricas y descripciones geográficas de nuestro país, que en la vida personal de los hombres históricos. Si es cierto que se han dado a luz algunas vidas de personajes importantes de las crónicas historiales de Colombia, casi todos han sido bocetos o biografías de los que han hecho un papel más o menos notable en la guerra de la Independencia, y de los hombres de partido de los últimos cincuenta años. Esto proviene de que nos hemos acordado más de aquellos que nos dieron libertad, que de los que nos conquistaron el suelo patrio; que simpatizamos más con los que pusieron a nuestro alcance la fruta del bien y del mal, y nos hemos olvidado de los que, a costa de una pujanza y un valor incomparables, nos dotaron con territorio propio. Unos y otros derramaron sangre: los primeros vertieron sangre indígena y sacrificaron a los inocentes aborígenes; los segundos, héroes del amor a la libertad, lucharon derramando sangre española. Pero concluidas aquellas luchas, indispensables en la formación de las naciones, la historia debe entrar a juzgar a los combatientes, repartiendo con imparcialidad sus elogios y su vituperio. Es preciso, para formar un buen criterio, que la juventud conozca a sus antepasados, y para esto es necesario que tenga noticias imparciales de lo que hicieron. Ninguna enseñanza moral se desprende de la historia de los antiguos indígenas, y la debemos estudiar más bien como una curiosidad etnográfica, que no como un conocimiento útil. A pesar de la gran mezcla de la raza indígena con la blanca que existe en Colombia, la primitiva tiende a desaparecer; y aunque ésta exista por muchos años aún, la civilizaci6n de que gozamos nos viene de Europa, y los españoles son los progenitores espirituales de toda la población. Así pues, a estos debemos atender con preferencia, si deseamos conocer el carácter de nuestra civilización. Desconfiando de mis facultades para escribir una historia verdadera de la vida de los conquistadores de mi patria, intentaba trazar una serie de cuadros histórico-novelescos que pusieran de manifiesto los hechos de aquellos héroes cuasi fabulosos, cuando toqué con una dificultad ¿quién lo creyera?, la de que la vida, desnuda de toda trama novelesca, sin quitarle ni ponerle cosa alguna, sin tener que añadir ninguna aventura a la narración, de cada uno de aquellos personajes, bastaba para interesar al lector, surtía todos los efectos de un cuadro histórico-novelesco. Es cierto que para escribir una historia seria era preciso recopilar cuidadosamente todos los datos diseminados en los cronistas, tales como Castellanos, Ocariz, Piedrahita, Zamora, Pedro Simón y Rodríguez Fresle, y de cuantos se han ocupado en acopiar datos históricos y noticias de los hechos de aquellos hombres. Esta no es obra difícil ni desagradable para quien se deleita en leer crónicas viejas; y si no me falta amor a estos estudios, ni voluntad para descubrir la verdad, sí tropezará el lector con un grave inconveniente para encontrar la tarea a su gusto, y es la falta de pericia, de discernimiento, de discreción y de estilo adecuado, de que carezco para llevar a buen término este trabajo literario. Pero cada cuál da de su pejugal lo que tiene y lo que puede; y si los historiadores nacionales me han dejado una tarea que tal vez no estaba a mi alcance intelectual, cúlpense ellos, que no han querido llenar este patriótico deber. “A las personas vivas, dice Quintana, se les deben en ausencia y presencia aquella contemplación y atenciones que el mundo y las relaciones sociales prescriben; pero a los muertos no se les debe otra cosa que verdad y justicia.” Podríase llamar a los héroes de la Independencia personas vivas, porque viven en sus hijos y en sus nietos, en las leyes que hicieron y en los partidos que fundaron; pero los conquistadores pertenecen enteramente a la Historia, puesto que casi nadie puedo probar en este país que desciende de alguno de ellos. Todas las naciones del mundo tienen sus héroes populares a quienes respetar, y cuyas hazañas, narradas de padre en hijo, interesan a la juventud, que aprende así a amar las virtudes de sus antepasados y a odiar á los perversos. Nosotros no tenemos más héroes populares que los de la Independencia, cuyos hechos no pueden todavía ser narrados con suficiente imparcialidad por sus inmediatos sucesores. Es preciso, pues, que volvamos los ojos más atrás, que recorramos con la imaginación los siglos pasados y conozcamos lo más posible a los que, atravesando los mares, vinieron a plantar sus tiendas en estas tierras tan lejanas, y a fundar naciones cristianas en donde reinaban la barbarie, la superstición y la idolatría. Como la intención que me guía es poner fácilmente al alcance de la juventud la vida de los hombres más notables que tuvieron parte en el descubrimiento, conquista y colonización de la nación que hoy se llama Colombia, me ha parecido conveniente dividir la obra en tres partes: La primera es el DESCUBRIMIENTO.
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