El 98 Y El Pensamiento Político Una Perspectiva Europea Octavio Ruiz

El 98 Y El Pensamiento Político Una Perspectiva Europea Octavio Ruiz

Eric Storm El 98 y el pensamiento político Una perspectiva europea Pre-print de un artículo publicado en: Octavio Ruiz-Manjón, Alicia Langa eds., Los significados del '98. La sociedad española en la génesis del siglo XX (Madrid: Biblioteca Nueva 1999) pp. 265-281. EL 98 Y EL PENSAMIENTO POLITICO UNA PERSPECTIVA EUROPEA La historia contemporánea de España ha sido estudiada, como ocurre también en otros países, principalmente desde una perspectiva nacional. Así se suele hablar de la `generación de 1898' y del `regeneracionismo', como si fueran fenómenos exclusivamente españoles, cuando, en el fondo, se pueden establecer muchos paralelos con corrientes intelectuales del resto de Europa. Los escritores de la generación del 98, por ejemplo, son los representantes españoles del `vitalismo' y los regeneracionistas, aunque con algunas excepciones, pueden ser considera- dos como social-liberales. Sin embargo, es innegable que el `desastre' tuvo una fuerte repercusión en el debate español. Para estudiar el impacto de la derrota de 1898 en el pensamiento político español hay que proceder con cautela. Para poder ponderar bien el peso del `desastre' es necesario analizar tanto los años anteriores como los posteriores a 1898; hay que preguntarse si ciertas ideas surgen sólo en España, o si más bien son un reflejo de discusiones europeas, y, finalmente, es importante distinguir las diversas corrientes ideológicas e intelectuales que participaron en el debate. Ciertos pensamientos pueden parecer muy comunes, pero si son introducidos por primera vez en un ideario ideológico bien definido pueden constituir una novedad significativa. Como es practicamente imposible abordar todo el espectro político, esta comunicación se centrará en los cambios que se produjeron en el pensamiento de la élite política y cultural entre 1890 y 1910 apróximadamente.1 Los que estaban al margen del sistema de la Restauración, como carlistas e integristas por la derecha y socialistas y anarquistas por la izquierda, no serán tratados aquí. Tampoco lo serán los movimientos regionalistas de la época. Todos estos grupos ya han sido estudiados ampliamente. Además, para el posterior desarrollo del sistema polítco, las ideas de los principales políticos e intelectuales tuvieron una influencia directa mucho mayor que las de los grupos marginales y periféricos. Los católicos Sin querer hacer un análisis profundo del comportamiento de la Iglesia, se puede afirmar que desde los años ochenta del siglo XIX, pero sobre todo desde principios de los noventa, el protagonismo social y político de los católicos aumentó considerablemente. El clero jugó un papel importante en la fundación de un considerable número de Círculos Católicos de Obreros. En este contexto también se pueden nombrar los Congresos Católicos, los intentos de fundar una prensa católica de gran circulación y de unir las fuerzas en un gran partido católico, como el Zentrum alemán. Además se organizaron perigrinaciones, se inició la construcción de nuevas iglesias de significación símbolica - como la basílica teresiana de Alba de Tormes y la catedral de Madrid - ,se celebraron centenarios como el de Santa Teresa (1882) y se erigieron monumentos.2 1Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de María Ángeles Sánchez Carrascal y se basa fundamentalmente en mi tesis doctoral titulada: Het perspectief van de vooruitgang. Denken over politiek in het Spaanse fin de siècle, 1890-1914 (La perspectiva del progreso. Pensamiento político en el fin de siglo español, 1890-1914; Kampen 1999). 2Véase: Javier Tusell, Historia de la democracia cristiana en España. I Los antecedentes, la CEDA y la II. República (Madrid 1974), Feliciano García Montero, El primer catolicismo social y la «Rerum novarum» en España (1889-1902) (Madrid 1983), José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos, "Cien años (y algo más) de catolicismo social en España" en: Antón M. Pazos, ed., Un siglo de catolicismo social en Europa 1891-1991 (Pamplona 1993) 1-83, Frances Lannon, Privilege, persecution, and prophecy. The Catholic Church in Spain 1875-1975 (Oxford 1987) y María Victoria López-Cordón Cortezo, "La mentalidad conservadora durante la Pero este intento de aumentar el papel social y la influencia política de la Iglesia fue un fenómeno que se dio en casi todo el mundo católico. El papa León XIII jugó un papel impor- tante, ya que sobre todo en su encíclica Rerum novarum de 1891, alentó a sus correligionarios a que se ocuparan también de asuntos sociales y políticos. Con esta política, la Iglesia reaccionó sobre todo a la creciente participación política de las masas. El `desastre', para los católicos, sólo funcionó como un estímulo para intensificar su propaganda y no para cambiar su postura o sus ideas. Los conservadores Los miembros y simpatizantes del Partido Liberal-Conservador veían con recelo, al igual que muchos católicos, la introducción del sufragio universal masculino en 1890 por un gobierno liberal. Esta medida coincidió con la reapertura del debate europeo sobre la `cuestión social'. En 1890 se celebró, por primera vez, el 1 de mayo, con la cual el movimiento obrero se manifestó públicamente por las calles de las grandes ciudades europeas. Al mismo tiempo, la agitación social aumentó de manera considerable en muchos países europeos, y el emperador Guillermo II organizó un congreso internacional en Berlín para discutir la `cuestión social', después de que los socialistas alemanes ganaran casi un 20% de los votos. Los debates que estos acontecimientos provocaron en casi toda Europa, tuvieron una fuerte repercusión en España, donde sobre todo los conservadores empezaron a abogar por la introducción de ciertas leyes sociales para impedir que se agravase la agitación social. Cánovas, ya en noviembre de 1890, abogó más que nunca por un Estado robusto ante el peligro de una revolución social.3 Pero fue sobre todo Francisco Silvela, quien empezó a abogar por una política de reformismo social. Ya en 1891 Silvela, siendo ministro de Gobernación, y Francisco Villaverde, ministro de Gracia y Justicia, presentaron los primeros proyectos de legislación social, aunque sin éxito. En los años siguientes se produjó una ruptura en el Partido Conservador. Cánovas prefirió la colaboración de Romero Robledo, a los planes reformadores de Silvela. Esto significaba que Cánovas tenía más confianza en las aptitudes del `gran elector' para seguir fabricando mayorías parlamentarias confortables excluyendo de este modo la creciente influencia del voto popular. Silvela en el fondo quería aceptar el sufragio universal masculino y reforzar la autoridad moral del Estado. Combatiendo los abusos, el fraude electoral y la corrupción administrativa, Silvela creía que sería posible crear un Estado eficaz merecedor de la confianza de los cuidadanos a largo plazo. Su propósito, en esencia, era el encauzamiento de la democracia, anticipándose al cambio con una política reformista. Silvela formuló estas ideas en los años noventa, y con él lo hicieron, cada uno dándole su propio enfoque, Eduardo Dato, Villaverde, Joaquín Sánchez de Toca y, aunque todavía desde las filas liberales, Antonio Maura.4 Esta actitud reformista y moralista también supuso una ampliación del campo político. Restauración" en: J.L. García Delgado, ed., La España de la Restauración. Política, economía, legislación y cultura (Madrid 1985) 71-111. 3Véase: Antonio Cánovas del Castillo, "La cuestión obrera y su nuevo carácter (Estudios económico- sociales; Discurso en el Ateneo de Madrid, 10-XI-1890)" en: Idem, Problemas contemporáneos (Madrid 1884- 1890) III, 451-523. 4Véase para Silvela: Florentino Portero, "El regeneracionismo conservador: el ideario político de Francisco Silvela" en: Javier Tusell, Feliciano Montero y José María Marín, eds., Las derechas en la España contemporánea (Madrid 1997) 45-59. Para el debate sobre la cuestión social véase por ejemplo: Salvador Bermúdez de Castro, Marqués de Lema, El problema social y las escuelas políticas (Memoria presentada a la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid por el secretario primero de la misma; Madrid 1891) y Francisco Silvela, "Extracto de la discusión habida en la Academia acerca de «El socialismo de Estado»" 2 La política ya no tenía que limitarse a dar un marco jurídico al libre desarrollo de la sociedad, sino que empezaba a influir directamente en la sociedad, no sólo con legislación social, sino con todo tipo de medidas destinadas a levantar el nível moral tanto de la administración, como de la población entera. El ejemplo más claro de esta actitud fue la obra de Juan de la Cierva siendo ministro de Gobernación en el Gobierno largo de Maura.5 El desastre les dio la oportunidad a los reformistas de tomar las riendas del Partido Conservador y les brindó la posibilidad de imponer sus ideas desde el Gobierno. Llama la atención que depués de 1898 tanto Romero Robledo como la mayoría de los canovistas ya no volvieron a ser ministro. No obstante, sólo la muerte de Cánovas en 1897 haría posible el triunfo de los silvelistas. El desastre favoreció un relevo generacional y un cambio en la dirección del partido. Sin embargo, hemos visto que Silvela y los suyos ya habían adoptado su ideario a principios de los años noventa y que la muerte de Cánovas posibilitó la renovación del liderazgo conservador. Así que, a nivel general, el desastre apenas tuvo influencia en el ideario de los conservadores, aunque favoreció claramente la corriente reformista. Liberales y republicanos Este relevo generacional no se produjó entre los liberales y republicanos. Sólo a partir de 1910 se produjó un cambio con la llegada de nuevos líderes como José Canalejas - quien será tratado más adelante - al frente del Partido Liberal y Melquíades Alvarez con su Partido Reformista. Viejos líderes como Sagasta, Moret, Montero Ríos, Azcárate y Salmerón ni se retiraron para dejar sitio a los jóvenes, ni cambiaron de rumbo después del desastre. Acentuaron algo más su interés por el fomento económico, la enseñanza, la moralidad pública y la mejora administrativa, pero en el fondo no abandonaron el liberalismo clásico que junto con algunos toques jacobinos, anticlericales, krausistas o positivistas constituía su ideario político.

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