Los Descendientes De Cristóbal Colón

Los Descendientes De Cristóbal Colón

MCMLII LOS DESCENDIENTES DE CRISTOBAL COLON SOCIEDAD COLOMBISTA PANAMERICANA LOS DESCENDIENTES DE CRISTOBAL COLON (OBRA GENEALOGICA) POR RAFAEL NIETO Y CORTAPELLAS Individuo correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba; Fundador v de # Número, Vicepresidente del Instituto Cubano de Genealogía y Heráldica; Colaborador de la Sociedal Colombista Panamericana y de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales; perteneciente a la Sociedad Económica de Amigos del País en La Habana; Individuo honorario de la Academia < Mexicana de Genealogía y Heráldica; del Instituto Genealógico Brasiléiro de Sao-Paulo; y correspondiente en La Habana del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, de la Socie- dad de Estudios de Historia de La Paz, del Instituto Chileno de Investi- gaciones Genealógicas, de la Sociedad Heráldica ^ Genealógica Boliviana, del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas, y de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas; y Heraldo Honorario del Supremo Tribunal y Colegio de Armas de Costa Rica. Con la aprobación del Instituto Cubano de Genealogía y Heráldica, y de la Sociedad Colomüsta Panamericana. Prólogo del DR. MIGUEL ANGEL CAMPA, Presidente de la Sociedad Colombista Panamericana. LA HABANA 1952 IMP.: P. FERNANDEZ Y CÍA., S. EN C. HOSPITAL 619 - LA HABANA - CUBA Queda hecho el depósito que señala la Ley. Esta obra es propiedad de la Sociedad Co< lombista Panamericana. Se han editado un mil doscientos cincuenta ejemplares numerados del 1 al 1,250 ambos inclusive, no siendo válido el tomo que no lleve su numeración y la firma del autor. EJEÍv Precio de venta: $20.00. La Corporación editora de este libro, hace constar su profundo reconocimiento al Gobierno de la República Dominicana, por la cooperación brindada. La tierra que guarda los .restos del eximio Almirante y la que él más amó, es la Patria Americana de Colón. Esta obra, que viene a colmar un vacío en la bibliografía Colombista, no podía ser ajena al pueblo que con tanta legitimidad, celo y devo- ción. custodia sus cenizas y exalta su memoria. CRISTÓBAL COLÓN (por Sebastiano del Piombo, Metropolitan Museura, New York City, N. Y.) PRÓLOGO Rafael Nieto y Cortadellas, apenas necesitaría de pre- sentación en una sociedad bien informada en la que el trabajo investigador ftiere apreciado en toda la estatura de su mérito. Dentro de nuestra vida social, un poco descosida, en la que la acción plausible se manifiesta tantas veces por la destreza en el juego de canasta y el interés de una mayoría de suscriptores se concentra en las rifas o los suplementos de muñequitos, seguramente que este nombre es mejov conocido por su larga y fectmda dedicación al Servicio Exterior de la República. Y sin embargo, entre el redtícido círculo de especialistas en la materia, pocos hombres se habrán dedicado con ma- yor ahinco y fortuna, que Nieto, a escarbar en el polvo venerable de los archivos nacionales y extranjeros para hallar la vista de personajes o acontecimientos memorables. La obra que hoy presenta Nieto, aumentando el rico caudal de su producción bibliográfica, acusa, una Vez\ más, la personalidad de este hombre singular que siente la rara generosidad de dedicarse a obras impersonales, bus- cando más qtié el propio brillo, la revelación o la impor- tancia de sus semejantes. VII VIII LOS DESCENDIENTES DE CRISTÓBAL COLÓN Cristóbal Colón, siempre trató de desorientar sobre la humildad de su ascendencia enfrentándola con un apócrifo linaje de Almirantes y Señores que hubiera a su vez gesti- culado, desdeñosamente, ante el pretendido parentesco con los laneros genoveses, sin presentir que aquel joven marino, místico y soñador, errante en pos de una quimera, llevaba en su escarcela gloria suficiente para ennoblecer a la más rancia estirpe de su época. Pero lo que ha tardado cuatro siglos en fijar definiti- vamente la investigación histórica en cuanto a la patria y la familia del Descubridor, Nieto y Cortadellas, después de infatigables búsquedas, lo completó en cuanto a su descendencia. El actual representante del vínculo de Veragua sonreirá, complacido, con la lectura de este interesante libro que ha de llevar, quizás, a su conocimiento, la existencia de una parentela inédita donde, junto a personajes de alta prosapia{, aparecen los parientes pobres, desconocidos o lejanos que con seguridad capitalizan hoy sus lazos fami- liares aun con mayor orgullo aparente, de lo que a él mismo, heredero directo del Almirante, se lo permiten la discreción, la urbanidad o una sumaria modestia mundanal. n >!, «j>. Las Capittdaciones otorgadas en Santa Fe el 17 de abril de 1492, celebradas entre el navegante genovés e Isabel y Fernando, Reyes de Castilla y Aragón, primera Consti- tución del Nuevo Mundo, tuvo como gran parte de las Constituciones que rigieron más tarde en la América Libre, una vida precaria, que siempre hubo, en nuestro Conti- nente, un abismo entre la previsión y la realidad. Sepulcro del Descubridor en la Catedral dominicana. PRÓLOGO IX Salir de Europa tres pequeñas carabelas con sólo noventa hombres de mar sin frailes catequizadores, mujeres para colonizar o soldados para emprender una conquista, de- muestra que el primer viaje de Colón fué únicamente una exploración científica para comprobar la redondez de la tierra o acercar las Indias misteriosas al Occidente cristiano. Se preveía la posibilidad del establecimiento de relacio- nes comerciales con los maravillosos países referidos por Marco Polo, jamás el tropiezo con un inmenso Mundo interpuesto entre Europa y Asia que transformaría los destinos de la Humanidad. Como argumento teatral podrían sostenerse las estam- pas de un Colón, pobre, burlado, negado o escarnecido; mas la verdad es otra. Colón fué honrado en vida; sos- tenido por los Reyes, recompensado a la altura del mere- cimiento. La gloria de Colón es tan alta que se ha pros- crito las figuras de todos aquellos qtie durante su vida trataron de empañarla. Colaboradores, burócratas, altos funcionarios de la Corona que por choqtie de intereses, por envidias o por simple cumplimiento del deber se en- frentaron con el Almirante o el Virrey han ganado un duro señalamiento de la Historia. Pero nada más injusto, que esa leyenda fabricada por los enemigos del Poderío Español que impotentes pard destruir la afortunada realización fundadora de un Mundo, se desquitaron deprimiendo o calumniando a otras figuras, también cimeras, del Descubrimiento, pretendiendo, pard oscurecer el carácter peculiar de la empresa, unipersona- lizarla, y no viendo en torno de la silueta del inmortal genovés, más que constructores de obstáculos, ingratihides y rapacidad. XI LOS DESCENDIENTES DE CRISTÓBAL COLÓN Éste es el caso de los Reyes Católicos. Lorgues, uno de los apasionados biógrafos de Colón, con la tendencia de elevarlo a los altares, despojó de sus pecu- liares cualidades —a costa del empequeñecimiento de los colaboradores— a aquel carácter patéticamente humano, gracias al cual pudo realizarse la magna empresa descu- bridora. Sin embargo, su juicio no tuvo éxito ni ante el Pontífice de la Fe, ni ante el severo juicio de la Historia. Jamás faltó a Colón el apoyo y la amistad sincera de la Reina Isabel que sin poseer la ciencia del marino, mostró la fe cabal que produjo la realización del aventurado pro- pósito. Aun en los momentos de franca desobediencia a las órdenes reales, aun ante las justas reacciones provocadas por su actuación como Virrey, no dejó la Corona de hala- gar su orgullo o de enjugar sus lágrimas. Lo cierto es que la materia contractual de las Capitu- laciones había sufrido una radical transformación. La afirmación del poder real, el sojuzgamiento de una nobleza orgullosa y díscola, habían costado demasiada san- gre y demasiados esfuerzos en la Península para que la Monarquía pudiera tolerar que en las tierras descubiertas se entronizara de nuevo un régimen feudal ya abolido en Castilla por la mano firme y maternal de Isabel. Colón mantenía un criterio renacentista totalmente fa- miliar y dinástico que pudiera, tal vez, encajar, tratán- dose de pequeñas islas más o menos valorizables. Y el concepto de universalidad que diariamente planteaban los sucesivos descubrimientos, transformaba el problema, so- breponiéndose a las previsiones o a las obligaciones conté- Sepulcro del Descubridor en la Catedral Dominicana (detalle). PREFACIO Varios pueblos italianos se reclaman entre sí, ser la cuna de Cristóbal Colón: entre ellos, Génova, Savona, Nervi, Prudello, Oneglia, Quinto Finóle, Palestrella, Albisoli, Co- cería, Cugureo, Cogoletto ,Piasenza y Buggiaso. Hasta Córcega, perteneciente a Francia, pretendió ser su patria, queriéndolo para la ciudad de Calvi; y Cuccaro, donde se desenvolvieron unos Colombo nobles y ricos, alega ser la ciudad privilegiada donde viera la primera luz el Descu- bridor del Nuevo Mundo. También España ha querido contarlo entre stis más ilus- tres hijos, y a más de reclamarlo Extremadura, Cataluña, y Mallorca, Galicia le asigna la ciudad de Pontevedra como lugar de su nacimiento. En enero de 1950 don Enrique Bayerri, distinguido historiador español que es Director del Museo de Tortosa, en una conferencia que pronunció en Tarragona, trató de demostrar que Cristóbal Colón nació en una isla llamada Génova existente en las proximidades del litoral tortosino. Tal tesis del "Colón español", de un lugar u otro de la Península, ha sido sustentada, entre otros, por García de la Riega, Blasco Ibáñez, Amado Ñervo, y hasta por el Rector de la Universidad de Chile, doctor Valentín Lete- lier, que así lo afirmó en 1910, casi todos defensores del Colón gallego. xm XIV LOS DESCENDIENTES DE CRISTÓBAL COLÓN Todas estas opiniones, más o menos nuevas, están de he- cho disueltas por una máxima autoridad española: don Ángel de Altolaguirre, Presidente de la Comisión de Indias de la Real Academia Española de la Historia, con las muy fundadas razones que insertó en el tomo LXXXXVI, cuaderno I del "Boletín" de dicho instituto histórico. TJn documento importantísimo, es de nuevo mencio- nado recientemente, esta vez por don Guillermo Lohmann Villena, al asiento 121, página 109 del tomo I de su meri- tísima obra "Los Americanos en las Órdenes Nobiliarias".

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