EL OSCURO DESIGNIO El mundo del río/3 Philip José Farmer Philip José Farmer Título original: The dark design Traducción: Domingo Santos © 1971 by Philip José Farmer © 1983 Ultramar Editores S.A. Mallorca 49 - Barcelona ISBN: 84-7386-324-0 Edición digital: Electronic_sapiens R6 01/03 Y el Tejedor sigue moviendo sin cesar su telar, cuya trama y cuya urdimbre es el miserable Hombre. Tejiendo el inimitable negro designio, tan oscuro que dudamos que corresponda a un plan. –La Kasidah de Háji Abdú al-Yazdi. »La sentencia primero... el veredicto después». –Alicia en el País de las Maravillas. Aunque algunos de los nombres de la serie del Mundo del Río son ficción, los personajes son o han sido reales. Puede que usted no se halle mencionado, pero está aquí. A Sam Long y a mi ahijado David, hijo del doctor Docter. Introducción Este libro es el volumen III de la serie del Mundo del Río. Originalmente, tenía que ser la conclusión de una trilogía. Sin embargo, el manuscrito tenía más de 400.000 palabras de extensión. Publicado en un solo volumen, hubiera sido demasiado pesado e incómodo para el lector. Por este motivo, el editor y yo mismo decidimos dividirlo en dos. El volumen IV, El laberinto mágico, seguirá a este libro. Concluirá definitivamente con esta fase de la serie, explicando todos los misterios elaborados en los primeros tres volúmenes, uniendo todas las conclusiones en un solo nudo, gordiano o de los otros. Cualquier otra novela acerca del Mundo del Río después del volumen IV no debe ser considerada como parte del flujo principal de la serie. Todas ellas serán «flujos colaterales», historias no directamente relacionadas con el misterio y la búsqueda de las cuatro primeras. Mi decisión de escribirlas está basada en mi creencia –mía y de muchos otros– de que el concepto del Mundo del Río es demasiado grande como para comprimirlo dentro de cuatro volúmenes. Después de todo, tenemos un planeta en el cual un solo río, o un mar muy largo y estrecho, recorre 16.000.000 de kilómetros. Más de treinta y seis mil millones de personas viven en sus orillas, seres humanos que existieron desde la Antigua Edad de Piedra hasta la primera mitad de la Era Electrónica. No hay espacio en los primeros cuatro volúmenes para efectuar la crónica de todos los acontecimientos que pueden interesar al lector. Por ejemplo, los resucitados no se hallan distribuidos a lo largo del Río de acuerdo con la secuencia cronológica en la que nacieron en la Tierra. Hay una considerable mezcla de razas y nacionalidades de diferentes siglos. Tomemos como ejemplo uno de los muchos miles de bloques que hay a lo largo de las orillas. Puede ser un área de diez kilómetros de largo, y la gente incluida en ella puede comprender un 60 por ciento de chinos del siglo XVII después de Cristo, y un 1 por ciento de hombres y mujeres de cualquier tiempo y lugar. ¿Cómo puede esa gente conseguir formar un estado viable a partir de la anarquía? ¿Cómo pueden tener éxito, o fracasar, en sus esfuerzos por organizarse y formar un cuerpo que pueda defenderse contra los estados hostiles? ¿Qué problemas van a tener que resolver? En el libro que tiene usted en sus manos, Jack London, Tom Mix, Nur ed–din el– Musafir, y Peter Jairus Frigate, navegan en el Abigarrado II Río arriba. Hay una considerable caracterización de Frigate y Nur en los volúmenes III y IV. De todos modos, no hay espacio suficiente para desarrollar completamente los caracteres de los demás. Las historias «colaterales» quizá me den la ocasión de hacerlo. También me permitirán relatar cómo la tripulación del Abigarrado encuentra a algunos representantes mayores y menores de diversos campos de las actividades humanas. Entre ellos figurarán tal vez da Vinci, Rousseau, Karl Marx, Ramsés II, Nietzsche, Bakunin, Alcibíades, Eddy, Ben Jonson, Li Po, Nichiren Daishonin, Asoka, un ama de cueva de la Era Glacial, Juana de Arco, Gilgamesh, Edwin Booth, Fausto, y otros. Para algunos resulta evidente que Peter Jairus Frigate se parece notablemente al autor. Es cierto que yo soy la base de ese personaje, pero Frigate tiene aproximadamente la misma similaridad conmigo que David Copperfield tiene con Charles Dickens. Los rasgos físicos y psíquicos del autor son tan sólo un trampolín para proyectar la realidad a la pararealidad.. a la ficción. Pido disculpas a los lectores por los finales melodramáticos de los primeros tres volúmenes. La estructura de la serie era tal que no podía emular la de la serie Fundación de Isaac Asimov. En ella cada volumen parecía tener una conclusión definitiva, el misterio parecía quedar resuelto, sólo para revelar en la secuela que el final anterior era falso o engañoso. Espero terminar la serie, de los volúmenes I al V (o posiblemente VI) antes de que llegue mi tiempo de tenderme y descansar mientras aguardo el momento de subir al fabuloso barco fluvial. PHILIP JOSE FARMER 1 Los sueños rondaban el Mundo del Río. El sueño, Pandora de la noche, era incluso más generoso que en la Tierra. Allá, había sido esto para ti y eso para tu vecino. Mañana, eso para ti y esto para el de la puerta de al lado. Aquí en este interminable valle, a lo largo de estas incesantes orillas del Río, volcaba el arca de los tesoros, inundando a todo el mundo con una lluvia de presentes: terror y placer, recuerdos y anticipación, misterio y revelación. Miles de millones de seres se agitaban, murmuraban, gruñían, gemían, reían, gritaban, se despertaban debatiéndose y volvían a dormirse. Poderosos motores golpeaban las paredes, y extrañas cosas se retorcían asomándose por los agujeros. A menudo no se retiraban sino que se quedaban; fantasmas negándose a desaparecer al canto del gallo. Y, por alguna razón, los sueños recurrían con una mayor frecuencia aquí que en el planeta madre. Los actores del nocturno Teatro del Absurdo insistían en prolongar sus contratos, representando cosas que ellos, y no los patronos, ordenaban. Los espectadores no podían ni silbar ni aplaudir, ni tirar huevos ni billetes de banco ni salir, ni charlar con sus vecinos de asiento ni dormitar. Entre este público cautivo se hallaba Richard Francis Burton. 2 La bruma, gris y remolineante, formaba el escenario y telón de fondo. Burton estaba de pie en el foso de la orquesta, como un isabelino demasiado pobre como para permitirse asiento. Sobre él había trece figuras, todas sentadas en sillas que flotaban en la bruma. Una de ellas hacia frente a las demás, que estaban dispuestas en un semicírculo. Aquel hombre era el protagonista... él mismo. Había una catorceava persona allí, aunque permanecía de pie entre bastidores y sólo podía ser vista por Burton en el foso. Era una forma negra y amenazadora que, de tanto en tanto, reía cavernosamente. Una escena casi idéntica se había producido antes, una vez en la realidad y muchas veces en sus sueños, aunque ¿quien podía estar seguro de qué era qué? Allí estaba, el hombre que había muerto setecientas setenta y siete veces en un vano esfuerzo de eludir a sus perseguidores. Y allí estaban sentados los doce que se llamaban a sí mismos los Éticos. Seis eran hombres; seis mujeres. Excepto dos, todos poseían pieles profundamente oscuras o fuertemente pigmentadas, y pelo negro o marrón oscuro. Los ojos de dos hombres y una mujer eran ligeramente rasgados, lo que le hacía pensar que tal vez fueran eurasiáticos. Es decir, si resultaba que eran originarios de la Tierra. Sólo dos de los doce habían sido nombrados durante la breve inquisición... Loga y Thanabur. Ningún nombre parecía pertenecer a ningún lenguaje de los que conocía, y conocía al menos un centenar. Sin embargo, las lenguas cambian, y era posible que pertenecieran al siglo cincuenta y dos después de Cristo. Uno de sus agentes les había dicho que procedía de esa época. Pero Spruce se hallaba bajo amenaza de tortura y podía haber mentido. Loga era uno de los pocos con la piel comparativamente pálida. Puesto que estaba sentado y no había, (ni había habido) nada material contra lo que medirlo, tanto podía ser alto como bajo. Su cuerpo era fuerte y musculoso, y su pecho estaba cubierto de pelo rojo. Sus cabellos eran rojos como el pelaje de un zorro. Tenía unos rasgos irregulares y pronunciados, una barbilla prominente y muy hendida; una mandíbula masiva, una nariz larga y aquilina; unas espesas cejas amarillo pálido; anchos y gruesos labios; y ojos verde oscuro. El otro hombre de piel clara, Thanabur, era obviamente el jefe. Su físico y su rostro eran tan parecidos al de Loga que podían pasar por hermanos. Su pelo, sin embargo, era marrón oscuro. Un ojo era verde, de un extraño verde hoja. El otro ojo había mirado fijamente a Burton cuando Thanabur había vuelto por primera vez su rostro hacia él. En vez del verde similar que había esperado, vio una joya. Parecía como un enorme diamante azul, una resplandeciente y multifacetada piedra preciosa encajada en la órbita. Se sintió inquieto cada vez que aquella joya se volvió hacia él. Cuál era su finalidad? ¿Qué veía en él que un ojo vivo no podía ver? De los doce, sólo tres habían hablado: Loga, Thanabur, y una rubia delgada pero de prominente pecho y grandes ojos azules. Por la forma en que ella y Loga se hablaban, Burton dedujo que podían ser marido y mujer. Observándose desde el foso de la orquesta, Burton notó de nuevo que justo encima de las cabezas de cada uno de ellos, su otro yo incluido, había un globo. Todos los globos giraban, eran de muchos cambiantes colores, y emitían brazos hexagonales verdes, azules, negros y blancos.
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