EL FEMINISMO ILUSTRADO EN EL MUNDO LITERARIO DE CERVANTES

Park Chul Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros, Seúl

En cuanto al término que he puesto como título de mi ponencia «el femi- nismo ilustrado», quiero comentar que en Cervantes se encuentra el germen o semilla de un pensamiento que en siglos posteriores se desarrollará plena- mente. Digamos que aquí el término «ilustrado» vendría a contraponerse a oscurantismo, a feudalismo y a las ideas características de la Edad Media que Cervantes en su obra no sólo supera, sino que, además, en algunos aspectos como el de las mujeres, empieza a mostrar unas ideas que claramente rompen con la tradición medieval, y concretamente la de la novela pastoril. Creemos que la época en que Miguel de Cervantes escribió su Quijote representa un período de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, cuyos graves e importantes problemas de toda índole se mencionan continu- amente a lo largo de Don Quijote de la Mancha. Aquella época es de pro- funda crisis en la sociedad feudal española, cuyas lacras llenan las páginas del Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.1 En el siglo XVI la mujer se hallaba en una situación de verdadera infe- rioridad respecto al hombre,2 y era si no una sierva, su criada de mejor cat- egoría. A pesar de tan decantado culto a la dama, o sea a la mujer, del que estaban llenos los géneros literarios aristocráticos, sobre todo las historias de caballerías y las novelas pastoriles, ésta era poco menos que un mueble, es decir parte de los bienes. Pertenecía primero al padre, y después al marido. El casamiento correspondía a los padres y tutores, como al dueño disponer a su antojo de su hacienda.3 Una vez casada, la mujer pasaba a ser, por así decirlo, la prenda del

1 Allí se censura el parasitismo, la ociosidad y la estrechez de ánimo de la nobleza, la corrupción de los magistrados, la opulencia y la vida moral de los eclesiásticos, la hipo- cresía y podredumbre de los grandes, etc. 2 Ejemplos que ilustran el estado de inferioridad social de la mujer no faltan. Doña Clara, la hija del oidor, dice, verbigracia, a Dorotea que su padre, por mejor custodiarla, «tenía las ventanas de su casa con lienzos en el invierno y celosías en el verano» (I,43). El clérigo, tío de Marcela, guardaba a su sobrina «con mucho recato y mucho encerramiento» (I,12). 3 Vicens Vives, en Historia social y económica de España y América (Barcelona, 1957), define así la posición de la mujer española del siglo XVI: «De la mujer como madre 196 Park Chul [2] marido, sin que con esto creciese su posición social. Si era de la clase media toparía con algún hidalgo que la continuase guardando entre las cuatro paredes, rodeándola de dueñas y doncellas que la siguiesen como sombras, inquiriendo sus pasos.4 Y si era plebeya, daría con un campesino que la lla- mase «oíslo», palabra harto significativa, pues demuestra la obediencia que la mujer se veía obligada a rendir a su marido.5 Así pues, trataré de las mujeres y su libre albedrío que aparecen en Don Quijote de la Mancha. Al estudiar varios episodios femeninos aparecidos en Don Quijote, mi propósito es demostrar el feminismo ilustrado de la mujer reflejado en el mundo literario de Cervantes. Porque Cervantes, a diferencia de la situación social de aquel tiempo, aboga por la libertad femenina. De las muchas mujeres protagonistas en el Quijote, voy a limitarme a las más destacadas en este aspecto feminista, por así decirlo, tales como Marcela, Claudia, Dorotea, Luscinda, la hija de Diego de la Llana, etc.

A. MARCELA Y GRISÓSTOMO

Nos parece claro que la historia de amor entre Marcela y Grisóstomo trata del mundo de la novela pastoril del Renacimiento. Marcela, hija de Guillermo el rico, quedó huérfana desde su nacimiento y fue acogida por un tío suyo, cura. Se crió tan hermosa que muchos jóvenes quedaban enamora- dos y perdidos por ella. Ya en edad de casarse, Marcela insistía en rechazar muchas proposiciones de matrimonio que le hacían. Finalmente decidió irse a vivir al campo en hábito de pastora. Grisóstomo, estudiante que había tomado también el hábito de pastor para seguir a la hermosa Marcela, había muerto, suicidándose, desdeñado por la joven. Mientras la gente se lamen- taba de la arrogancia y el desdén de Marcela, ella decía que no tenían razón aquéllos que, antes, la culpaban de sus propias penas y, ahora, de la muerte de Grisóstomo. ...La hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado... Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? (I, 14). Este episodio ya no es del género de la novela pastoril. Aunque preva-

apenas se habla fuera de los límites del hogar... Como esposa o hija, la mujer era celosa- mente custodiada. Por regla general, la elección de prometido recaía exclusivamente en el padre, en particular entre las clases privilegiadas...» Cf. Ludovik Osterc, El pensamiento social y político del Quijote, UNAM, 1988, p. 98. 4 Por ejemplo, «El celoso extremeño» de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes. 5 En el primer diálogo que Sancho entabla con su amo sobre la costumbre de los cabal- leros andantes de nombrar gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que gana- ban, el escudero saca la siguiente conclusión: «De esta manera... si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos, Juana Gutiérrez, mi oíslo, vendría a ser reina, y mis hijos infantes» (I, 7). [3] El feminismo ilustrado en el mundo literario... 197 lecía el culto a la dama en la novela pastoril, la mujer no era más que objeto de amor del hombre. La mujer no era todavía un ser que razona. Pero ahora Marcela, una mujer activa, empieza a razonar sobre su destino y sobre la libertad de elegir a su marido sin obedecer a sus tutores. Aunque la libertad femenina se reconoce en la sociedad de nuestro tiempo, Cervantes lo había intentado cuatro siglos antes de la liberación de la mujer. Sostiene Marcela defendiendo su independencia para amar o no (I, 14): Yo nací libre y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. [...] Fuego soy apartado y espada puesta lejos. [...] Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arro- jado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres? El discurso de Marcela subraya la libertad femenina, rechazando la actitud pasiva de la mujer en la época anterior. Don Quijote, después de oír todas las razones, dijo que Marcela había mostrado suficientemente la poca o ninguna culpa que había tenido en la muerte de Grisóstomo. Las palabras de Marcela abogan por el feminismo que rechaza la supe- rioridad del hombre sobre la mujer. Marcela no es la dama mimada y pasiva de la época medieval. Marcela ya no es la pastora que aparece en la novela pastoril. Entonces, ¿se puede decir que Marcela es una verdadera heroína feminista? La respuesta a esta pregunta depende en parte de lo que quera- mos entender por «feminista». Desde el punto de vista de la liberación de la mujer en nuestros días, la mujer tiene sus propios derechos independientes del hombre.6 Si nos contentamos con la posición que dice que la mujer es un ser humano con todos los derechos correspondientes, entonces Marcela sí es una figura feminista para su propia época, en que muchos escritores querían mantener el statu quo medieval de la mujer oprimida y pasiva. Se toma la lib- eración de su propio amor. Entonces es razonable que tengamos que colocar a Marcela en la sociedad literaria en que vivimos. Así se puede considerar a Miguel de Cervantes como feminista desde la perspectiva o carga semántica que esta palabra posee en nuestro tiempo.7 B. CLAUDIA Y VICENTE

6 Desde el punto de vista de la liberación de la mujer en nuestros días, las ideas sobre lo que es el feminismo incluyen desde posiciones conservadoras (la mujer es un ser humano también y tiene sus propios derechos independientes del hombre), intermedias (pago igual por trabajo igual e igualdad absoluta en todos los aspectos de la vida) y radicales (la mujer sin necesidad del hombre; por ejemplo, el lesbianismo radical). Cf. Matthew D. Stroud, «La literatura y la mujer en el Barroco: Valor, agravio y mujer, de Ana Caro», en Actas del VIII Congreso de la Asociacion Internacional de Hispanistas, Madrid, Istmo, 1986). 7 A este respecto Juan Bautista de Avalle-Arce comenta: «lo pastoril aquí esta repre- sentado, en especial, por el episodio de Grisostomo y Marcela...» (Juan Bautista de Avalle- Arce, La novela pastoril española, Madrid, Revista de Occidente, 1959, p.217). Edith Cameron afirma que Marcela es la primera feminista en la literatura española. Marcela es una mujer moderna. Su modernidad se muestra en el ejercicio de su libre albed- río. Ella sostiene su dignidad y hace valer o afirma sus derechos. Va en contra de la cor- riente de la época; pero tiene el derecho de hacerlo. Por eso don Quijote la defiende a ella, porque reconoce lo justo, aunque insólito, de su posición. Esta idea es apoyada también 198 Park Chul [4]

Cervantes, rechazando así la prepotencia del varón, insinúa la libertad femenina. En el segundo libro de Don Quijote podemos ver otro ejemplo, la historia del amor trágico entre Vicente y Claudia. Vicente prometió a Claudia ser su esposa, y ella le dio la palabra de ser suya. Pero Vicente, traicionando a Claudia, decidió a casarse con otra mujer, lo cual le turbó el sentido y acabó con su paciencia. Claudia, vestida de varón, alcanzó a don Vicente y sin dar quejas ni oír disculpas, disparó la escopeta y le mató. Aquí la mujer no tolera más ser víctima del hombre ni obedecer las nor- mas sociales de aquel entonces, que eran la superioridad del hombre sobre la mujer. La actitud de Claudia que se ve en la obra de Don Quijote es una revolución de la mujer contra el hombre. La mujer ya no quiere ser una víc- tima en la sociedad y, a su vez, la mujer inventa su propio destino sin esperar que alguien la vengue del hombre traidor. Así, Claudia ante la traición de su novio Vicente no quiere ser víctima: mujer varonil, aparece ante Vicente y le mata por su traición. Claudia tiene características de los dos sexos: hermosura y valentía. Algunos críticos creen que la mujer vestida de hombre implica la igualdad esencial de la mujer y muestra las virtudes de la mujer y las virtudes del hombre a la vez. Claudia deja de ser la dama mimada y pasiva de la época anterior. Entonces, ¿es Claudia también una heroína feminista? Si el feminismo conservador insiste en que la mujer es también un ser humano con todos los derechos y responsabilidades, independiente del hombre, entonces Claudia sí es una figura feminista en el siglo XVII, en que muchos escritores querían mantener el status medieval de la mujer oprimida e impotente. Ella toma la responsabilidad de su propio honor y no espera que ningún hombre vengue su deshonra. Claudia no se esfuerza . Claudia, por brava que sea, decide disfrazarse de hombre para vengarse del hombre. Esta es exactamente la situación de que habla J. Kristeva cuando advierte que la mujer se integra en una sociedad masculina solamente cuando se disfraza, pues la mujer, como mujer, es completamente impotente. C. DOROTEA Y FERNANDO: LUSCINDA Y CARDENIO

por Mckendrick (Héctor P. Márquez, La representación de los personajes femeninos en el Quijote, José Porrúa Turanzas, Madrid, 1990, pp.153-157). Rainer Rutkowski ve el Quijote como obra esencialmente misógina y antifemi- nista (Rainer Rutkowski, «Misoginia y nostalgia en las escenas bucólicas del Quijote», Cuadernos Hispanoamericanos, 430, abril, 1986, pp.61-63). Héctor P. Márquez (op. cit.) define también a Cervantes como verdadero caballero, que respetaba a la mujer. Yvonne Jehenson analiza el episodio de Marcela con ideas procedentes del feminismo francés y anglo-americano. Marcela acaba convirtiéndose a los ojos de Jehenson en la mujer liberada que Cervantes podría tener en mente (Yvonne Jehenson, «The pastoral Episode in Cervantes Don Quijote: Marcela Once Again», Cervantes, X, 2, 1990, p. 17). 8 Ludovik Osterc, op.cit., p. 130. [5] El feminismo ilustrado en el mundo literario... 199

Casi todas las novelas intercaladas del Quijote narran amores puebleri- nos desde una perspectiva distinta a la del estereotipado mundo pastoril. Esta diversidad de elementos aumenta la densidad de la obra cervantina. El episo- dio de amor entre Dorotea y Fernando y la historia de amor entre Luscinda y Cardenio ocupan un lugar importante en el Primer Libro de Don Quijote de la Mancha. Dorotea y Luscinda son mujeres bellísimas y honradas. Dorotea es una mujer muy honrada aunque es hija de un campesino. Veamos aquí el discurso de Dorotea ante don Fernando, hijo del duque: Tu vasalla soy, pero no tu esclava; ni tiene ni debe tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la humildad de la mía; y en tanto me estimo yo, villana y labradora, como tú, señor y caballero. Ante las razones de Dorotea, Fernando le promete ser su esposo legal- mente. Tomando don Fernando una imagen que en aquel aposento estaba, la puso por testigo de desposorio; con palabras eficacísimas y juramentos extraordinarios le dio la palabra de ser su marido: ves aquí te doy la mano de serlo tuyo, y sean testigos desta verdad los cielos, a quien ninguna cosa se esconde, y esta imagen de Nuestra Señora que aquí tienes. Fernando le dijo que subiría por vía de matrimonio de humilde a estado noble al casarse con él. Después de esto don Fernando la deshonró tras pro- meterle ser su legítimo esposo. Pero al satisfacer su gusto la abandonó para casarse en una ciudad cercana con una bellísima doncella llamada Luscinda. Dorotea se escapó de su casa con sentimiento vergonzoso y se retiró a Sierra Morena en hábito de pastor con el pensamiento y el deseo de esconderse y huir de su padre y de quienes la andaban buscando. El noble joven Fernando se burló de Dorotea, hija de un campesino y se escapó inmediatamente como don Juan Tenorio. Fernando engañó a una mujer de clase media aprovechando su estado noble y la promesa de mat- rimonio. Dorotea, fracasada pero honrada y valiente, hace que Fernando se arrepienta al final. Luscinda es tan bella como Dorotea, y es hija de un hombre noble y rico. Es novia de Cardenio, pero cayendo en la trampa de Fernando, se vio obli- gada a casarse con Fernando contra su voluntad. De no haber sido consultada la voluntad de la hija en un problema tan importante para su porvenir, halla- mos como ejemplo, entre otros, el de Luscinda, cuyo padre la casó por interés y premeditadamente con don Ferando, aunque estaba comprometida con Cardenio (I, 28). El pretendiente, antes que a la jovencita, se dirigía al padre, pues obteniendo su consentimiento, «lo demás eran tortas y pan pintado». Pero el día de la boda Luscinda se desmayó y al desabrocharla Fernando para darle aire, encontró un papel en que decía que ella no podía ser su esposa porque lo era de Cardenio, y que si había dado el sí a don Fernando era por obedecer a sus padres. El papel daba a entender que ella tenía la intención de matarse después de desposarse, lo cual quedó confirmado por una daga que le encontraron escondida. La idea social del libre albedrío aparece en el mundo literario de Cervantes, y se extiende a las mujeres. Viene a expresarse en la libertad que Cervantes les reconoce, respecto al hombre y a los padres, en la eleccción del 200 Park Chul [6] consorte. Es clara la posición de Cervantes, reflejada en el Quijote, sobre la doctrina concerniente al matrimonio libremente consentido. De ahí la censura que el autor, por pluma de Luscinda en la carta que ésta dirige a su prometido Cardenio, expresa contra el padre de ella, el cual ha preferido a Fernando, hijo del duque, pasando por alto la voluntad de su hija: La palabra que don Fernando os dio de hablar a vuestro padre para que hablase al mío la ha cumplido más en su gusto que en vuestro provecho. Sabed, señor, que él me ha pedido por esposa, y mi padre llevada de la ventaja que él piensa que don Fernando os hace, ha venido en lo que quiere, con tantas veras, que de aquí a dos días se ha de hacer el desposorio; tan secreto y tan a solas, que sólo han de ser testigos los cielos y alguna gente de casa (I, 27). En la conversación con Cardenio que sigue, Luscinda vuelve a la repro- bación del comportamiento de su padre: «Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso...» Pero los lazos matrimoniales son expresión de las inclinaciones amoro- sas fundadas en las leyes de la naturaleza, así como en la promesa mutua de fidelidad, conforme a la moral humanista, y no en los preceptos eclesiásticos y la moral teológica. Luscinda, por ejemplo, a pesar de haberse casado ante la Iglesia Católica con don Fernando, al ver a su prometido, Cardenio, en el inesperado encuentro con él en la venta, aborda al primero de este modo: Dejadme, señor don Fernando, por lo que debéis a ser quien sois, ya que por otro respecto no lo hagáis, dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra; al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, ni vuestras dádivas. Notad cómo el cielo, por desusados y a nosotros encubiertos caminos, me ha puesto a mi verdadero esposo delante, y bien sabéis por mil costosas experiencias que sola la muerte fuera bastante para borrarle de mi memoria (I, 36). El desenlace que Cervantes da a este episodio confirma su criterio rena- centista. Dorotea, en la misma escena, tras apelar a la promesa de casamiento que don Fernando le había dado y en virtud de la cual ella había cumplido su voluntad, dice: Tú no puedes ser de la hermosa Luscinda, porque eres mío, ni ella puede ser tuya, porque es de Cardenio... Y si no me quieres por la que soy, que soy tu verdadera y legítima esposa, quiéreme, a lo menos, y admíteme por tu esclava (I, 36). Dorotea ya deja de ser una mujer pasiva y calma y al contrario busca su felicidad a base de su libre albedrío. Dorotea es valiente y tiene muchas razones para hacer preguntas sobre su propia felicidad. La mujer deja de ser víctima del juego de amor de que gozaba el mancebo de la clase noble. Cervantes establece, asimismo, una clara línea divisoria entre el amor verdadero y apetito sensual.8 Cardenio en el relato de su desgracia, explica que «el amor en los mozos, por la mayor parte, no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegar a alcanzarle se acaba — y ha

9 En la contestación al romance de Altisidora, don Quijote le recomienda el recato que [7] El feminismo ilustrado en el mundo literario... 201 de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso la naturaleza, el cual término no le puso a lo que es verdadero amor...» (I, 24). El matrimonio es la desembocadura casi obligatoria para los sentimien- tos amorosos, pero éstos tienen que ser mutuos y libremente accedidos, como lo apuntamos más arriba.9 Vemos aquí que Dorotea, hija de un campesino, representa la figura de la sabiduría y prudencia mientras Luscinda representa el símbolo de la virtud.

D. LA HIJA DE DIEGO DE LA LLANA Y EL TEMA DE LA LIBERTAD

Sancho, investido del poder de gobernador, durante la ronda de su ínsula topa con una doncella, cuyo padre la tenía recluida desde hacía muchos años. Preguntada por Sancho sobre las razones de su vagar por las calles en hábito de hombre, y a la hora tardía, contesta: Es el caso, señores... que mi padre me ha tenido encerrada diez años ya, que son los mismos que ha que mi madre come la tierra... y yo en todo este tiempo no he visto que el sol del cielo de día, y la luna y las estrellas de noche, ni sé qué son calles, plazas ni templos, ni aun hombres fuera de mi padre y de un hermano mío, y de Pedro Pérez el arrendador, que por entrar de ordinario en mi casa, se me antojó decir que era mi padre, por no declarar el mío. Este encerramiento y este negarme el salir de casa, siquiera a la iglesia, ha muchos días y meses que me trae muy desconsolada; quisiera yo ver el mundo, o, a lo menos, el pueblo donde nací, pareciéndome que este deseo no iba con- tra el buen decoro que las doncellas principales deben guardar a sí mesmas. Cuando oía decir que corrían toros y jugaban cañas, y se representaban comedias, preguntaba a mi hermano, que es un año menor que yo, que me dijese qué cosas eran aquéllas y otras muchas que yo no he visto; él me lo declaraba por los mejores modos que sabía; pero todo era encenderme más el deseo de verlo. Finalmente, por abreviar el cuento de mi perdición, digo que yo rogué y pedí a mi hermano, que nunca tal pidiera ni tal rogara... (II, 49). En contra de la autoridad de su padre, la hija de Diego de la Llana, vestida de varón sostiene el libre albedrío defendiendo su libertad. En consecuencia rogó a su hermano que la vistiese en hábitos de hom- bre con uno de sus vestidos y que la sacase una noche a ver todo el pueblo, cuando su padre durmiese. Su hermano, importunado de sus ruegos, conde- scendió con su deseo, y le puso su vestido masculino. quisiera yo ver el mundo, o, a lo menos, el pueblo donde nací, pareciéndome que este deseo no iba contra el buen decoro que las doncellas principales deben guardar a sí mesmas. De acuerdo con la concepción renacentista de la libertad del hombre, la

conduzca al matrimonio, al recordarle que los hombres «requiébranse con las libres; con las honestas se casan» (II, 46). El cap. l9, II afirma la indisolubilidad de la unión matrimonial, ya que es «accidente inseparable, que dura lo que dura la vida». 202 Park Chul [8] hija defiende su libre albedrío contra el yugo del padre. Cervantes fue par- tidario de la libertad individual, a la par que de la libertad social frente a sus opresores. Por lo que se refiere al tema de la libertad del hombre, hallamos más ejemplos; entre otros, don Luis, hijo de un caballero aragonés, disfrazado de músico, para poder contra la voluntad de su padre seguir de cerca a Clara, hija del oidor Juan Pérez de Viedma, defiende la libertad de amar según su libre albedrío ante los criados de su padre que trataron de hacerle volver a casa por la fuerza: «Yo soy libre, y volveré si me diere gusto, y si no, ninguno me ha de hacer fuerza» (I, 44). Cervantes destaca la libertad del hombre en toda su obra. En el momento en que abandona el castillo de los duques, a pesar de haber vivido allí en medio de abundancia y comodidades, don Quijote pronuncia un panegírico a la libertad: La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre.... ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo! (II, 58). Cervantes preconizaba igualmente la libertad política que tanto neces- itaba España sumida en las tinieblas de la Edad Media, cuando en el resto de Europa ya despuntaba la aurora de los tiempos modernos. De ahí que hablando por labios de Ricote, el morisco expulsado, encomia la libertad de conciencia, alegando como ejemplo a Alemania: «Pasé a Italia y llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad» (II, 54). Así llegamos al punto en que nos toca tratar de penetrar en el pensami- ento social del gran autor tal como a nuestro parecer trasciende de la novela, ya en forma de exposición de sus ideas generales, ya en forma de dichos o actos de los protagonistas y personajes principales relativos a los diferentes aspectos del problema social. Examinando la obra a la luz de la concepción humanista de Cervantes, hemos de afirmar que en toda ella se observan posturas feministas, pues don Quijote en cuyos labios, por regla general, habla el mismo autor, tanto en sus famosos discursos y pláticas, como en sus acciones, manifiesta su profunda disconformidad con el sistema social del feudalismo, sus normas, costum- bres, discriminaciones e injusticias. La totalidad de sus ideas y obras llevan un sello señaladamente revolucionario y progresista.

E. CONCLUSIÓN

Observando el mundo literario de Cervantes desde la ideología de la ilustración, las mujeres protagonistas manifiestan su profunda disconfor- midad con el sistema social del feudalismo, sus normas, discriminación e injusticias, etc. La totalidad de sus ideas de libertad femenina lleva un sello señaladamente revolucionario y progresista. Como determinados escritores de la ilustración, Cervantes a través de los personajes femeninos analizados hace una reivindicación del primer derecho de la mujer, el que se refiere a su [9] El feminismo ilustrado en el mundo literario... 203 libertad para elegir marido. Esta reivindicación nace de la conciencia de que la mujer es un ser responsable e independiente. Cervantes inicia el tratami- ento del problema de la libertad de la mujer para decidir sobre su estado y su pareja, en un sentido que culminará Moratín. A Cervantes bien se le podría considerar como precursor feminista, desde la perspectiva o carga semántica que esta palabra posee en nuestro tiempo. Don Quijote apoya las razones de Marcela aunque otros la culpan de la muerte de Grisóstomo. Marcela ya no es la dama medieval que aparece en la novela pastoril, y, a su vez, empieza a razonar la libertad de elegir a su marido. Claudia Jerónima, vestida de varón, toma la responsabilidad de su propio honor y no espera que alguien vengue su deshonra. Claudia dejó de ser la dama mimada y pasiva de la época anterior. Claudia es una figura feminista en el siglo XVII. Dorotea no es una mujer pasiva y débil. Al contrario, busca su destino con el libre albedrío. Dorotea es valiente y tiene muchas razones para hacer preguntas sobre su propia felicidad. La mujer ya deja de ser víctima del juego de amor de que gozaba el noble hidalgo. Dorotea representa la figura de la sabiduría y prudencia mientras Luscinda representa el símbolo de la virtud. En el caso de la hija de Diego de la Llana, su padre la mantiene en un encierro contra natura que la obligará a burlar las precauciones de su padre. Este encarcelamiento es comparable al que sufre la Nora de «Casa de Muñecas», obra teatral de Ibsen, con la única diferencia de que ahora es el marido quien inflige la violación de la libertad individual. Pues Nora, pro- tagonista de «Casa de Muñecas», abandonó a su esposo, diciéndole que ya no era su muñeca. Por lo tanto, «Casa de muñecas» se considera como la pri- mera obra de la liberación de la mujer en Europa. Casi tres siglos antes que Ibsen, Cervantes proclama la libertad de la mujer en contra de la opresión del padre o tutor.

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