¿Un laboratorio político socialista? Italia, entre Caporetto y la marcha sobre Roma

Steven Forti (CEFID – Universitat Autònoma de Barcelona e Instituto de Historia Contemporanea de Lisboa)

En lugar de considerar los datos de la realidad social y política en la cual vivían, en lugar de reconocer los problemas peculiares de una revolución “italiana” y de “inventar” un programa de lucha que pudiera realizarla, los socialistas italianos no sabían hacer otra cosa que gritar alucinados: «Qué viva los Soviets!».1

Este juicio sobre el biennio rosso italiano, escrito durante el exilio parisino por un importante dirigente socialista, , ejemplifica perfectamente la interpretación que se ha venido formando acerca del bienio 1919-1920. Se ha interpretado el largo biennio rosso (es decir, el periodo comprendido entre la revolución rusa de octubre de 1917 y la Marcha sobre Roma de octubre de 1922) a través de las lentes de los orígenes del fascismo y de la crisis del liberalismo. Consecuentemente, el corto biennio rosso (es decir, el periodo comprendido entre el armisticio del 4 de noviembre de 1918 y la fundación del Partido Comunista en enero de 1921) acabó siendo simplemente un brote revolucionario y una ocasión perdida. Al mea culpa político, se ha venido acompañando la condena historiográfica. Para justificar cómo las expectativas revolucionarias desaparecieran tan rápidamente y cómo de un biennio rosso se pasara a un ventennio nero se buscó una cabeza de turco. Después de la ruptura de la unidad socialista italiana en enero de 1921 y todavía más después de la completa derrota del movimiento obrero italiano con la instauración del régimen fascista, no fue difícil encontrarla en el socialismo maximalista. No sin razones, ya que controlaba gran parte del movimiento obrero socialista italiano de aquel intenso bienio. Según esta interpretación los imponentes y numerosos movimientos de las clases trabajadoras (la ocupación espontánea de las tierras en julio de 1919, la huelga de Turín de abril de 1920 y la ocupación de las fábricas de septiembre de 1920, entre otros) no se convirtieron en una revolución por la

1 Angelo Tasca, Nascita e avvento del fascismo. L'Italia dal 1918 al 1922, Florencia, La Nuova Italia, 1950 (ed. original, Naissance du fascisme, París, Gallimard, 1938), p. 124.

1 incapacidad y la falta de preparación de los dirigentes que controlaban el socialismo. Sin duda, como suele pasar con los tópicos, hay algo de verdad en esta interpretación, pero las cosas fueron mucho más complejas. En esta comunicación se propone una lectura del periodo de la primera posguerra en Italia centrado en las dinámicas del movimiento socialista –tanto del partido como del sindicato– esencialmente desde una perspectiva de historia política. Recientemente, y con razón, se ha criticado el nombre mismo y la categoría interpretativa de biennio rosso proponiendo el sintagma de guerra civil o también las categorías de contrarevolución preventiva y reorganización autoritaria del Estado y de la sociedad en contra del socialismo y también de la democracia para poder interpretar este nudo fundamental de la historia italiana del siglo XX.2 En estas páginas lo que se plantea es que el periodo 1917-1922 fue también un laboratorio político socialista. Con sus faltas, con sus errores, con sus debilidades. Sin duda. Pero de un laboratorio político socialista se trata. Italia no fue un laboratorio político (fascista, en este caso) solo después del octubre de 1922, lo fue también antes.

1. El Partito Socialista Italiano en el largo biennio rosso (1917-1922)

El 30 de diciembre de 1916 la dirección del PSI intentó iniciar una reorganización estructural del partido gracias a unos responsables regionales. Una obra que siguió durante todo 1917, en una situación realmente complicada por la censura y los duros ataques de los intervencionistas, que veían en el Partito Socialista Italiano compacto en su neutralidad una quinta columna enemiga en territorio italiano. La derrota de Caporetto de finales de octubre de 1917 y el clima general de defensa patriótica y unidad nacional que se creó, junto con las noticias acerca de la Revolución de Octubre en Rusia –saludada positivamente por los socialistas–, llevaron casi a la imposibilidad de acción política por parte de los socialistas, ejemplificada en el decreto Sacchi. El secretario político del PSI, , y el director del Avanti!, Giacinto Menotti Serrati, fueron detenidos en enero y en mayo de 1918, respectivamente, por propaganda pacifista. El vicesecretario del partido, , fue arrestado

2 Para la categoría de guerra civil véase Fabio Fabbri, Le origini della guerra civile. L’Italia dalla Grande Guerra al fascismo (1918-1921), Turín, UTET, 2009 y también desde una perspectiva europea Enzo Traverso, A ferro e fuoco. La guerra civile europea, 1914-1945, Bologna, Il Mulino, 2007. Para las categorías de controrevolución preventiva y reorganización autoritaria del Estado y de la sociedad véase Claudio Natoli, “Guerra civile o controrivoluzione preventiva? Riflessioni sul «biennio rosso» e sull'avvento al potere del fascismo”, Studi Storici, 1, 2012, pp. 205-236.

2 también con Lazzari en enero de 1918, pero se lo dejó en libertad hasta octubre del mismo año. En verano y otoño de 1918 Nicola Bombacci fue el secretario provisional del partido, ayudado en la secretaría política por Bacci y Morgari.3 La actividad de Bombacci marcó el paso definitivo del control del máximo órgano del partido a la fracción maximalista, justamente cuando los reformistas tomaban otra vez protagonismo, como demostró con el discurso “patriótico” en la Cámara en la primavera de 1918.4 El mes de septiembre de 1918 fue un momento político decisivo para el socialismo italiano. En esta fecha los maximalistas controlaban ya la secretaría y la dirección del PSI. En el XV Congreso Nacional del PSI (Roma, 1-5 de septiembre de 1918), la moción de la corriente maximalista prevaleció sobre la moción reformista. En solo tres semanas, la dirección del partido obtuvo también el control de las secciones provinciales socialistas y la Federazione giovanile socialista (FGSI) y llamó a la disciplina al Gruppo Parlamentario Socialista (GPS), controlado aún por los viejos jefes reformistas (Turati, Modigliani y Treves).5 Por lo que concierne a la CGdL, en el Consejo Nacional del 11 de septiembre de 1918, el histórico secretario reformista Rinaldo Rigola dimitió y fue sustituido por Ludovico D’Aragona. En mayo de 1918, Rigola se había declarado disponible a entrar en la Commissionissima –la Comisión para los estudios de los problemas de la posguerra– y en el Consejo Nacional del 25 de julio fue duramente criticado por Argentina Altobelli, líder de la Federterra.6 Las divergencias con el PSI venían de antes con las distintas posiciones manifestadas en la reunión entre CGdL y PSI de mayo de 1917, en que el PSI presentó un documento más revolucionario, centrado en la República, el sufragio universal y la socialización de la tierra, mientras que la CGdL no fue más allá de un programa reformista centrado en un nuevo sistema fiscal, en la reforma de la burocracia y en la difusión de la escuela obligatoria.7 Con la nueva relación de poderes interna al PSI y el cambio en la dirección de la CGdL, el 29 de septiembre de 1918, D’Aragona firmó un pacto de alianza con la

3 Véase, Steven Forti, El peso de la nación. Nicola Bombacci, y Óscar Pérez Solís en la Europa de entreguerras, Santiago de Compostela, SPUSC, 2014, cap. I. 4 Paolo Spriano, Storia del Partito Comunista Italiano. Da Bordiga a Gramsci, Turín, Einaudi, 1967. 5 Serge Noiret, “Riformisti e massimalisti in lotta per il controllo del PSI, 1917-1918”, Italia Contemporanea, n. 190, marzo 1993, pp. 65-103. 6 Véase Carlo Cartiglia, Rinaldo Rigola e il sindacalismo riformista in Italia, Milán, Feltrinelli, 1976. 7 Giorgio Candeloro, Storia dell’Italia moderna. Vol. VII. La crisi di fine secolo e l’età giolittiana, Milán, Feltrinelli, 1974, pp. 320-325.

3 dirección maximalista del PSI, en que se estableció que el Partito Socialista obtenía el control de toda la esfera política del movimiento socialista italiano, hecho absolutamente impensable hasta el año anterior. El pacto quedó formalmente en vigor hasta el 6 de octubre de 1922, cuando, después de la segunda escisión en el Partito Socialista en menos de dos años, la CGdL se proclamó independiente de cualquier partido. Con el fin de la guerra y la liberación de los dirigentes socialistas encarcelados, la dirección maximalista del Partito Socialista se movilizó para conquistar definitivamente el partido, aislar la corriente reformista y realizar un proyecto revolucionario. Fueron unos meses de incansable actividad, en los cuales se pueden reconocer al menos tres momentos políticos fundamentales, tres etapas en la vía de la realización del proyecto revolucionario propuesto. La primera etapa fue el XVI Congreso Nacional del PSI (Bolonia, 5-8 octubre 1919), en que se estableció la definitiva dependencia del GPS de la dirección del partido. El primer corolario a tal sanción fue la reforma del estatuto del partido sobre la base del programa de la fracción maximalista escrito por Serrati, Bombacci, Gennari y Salvadori y publicado en agosto de 1919; el segundo corolario fue el efectivo control maximalista del GPS, debido al triunfo socialista en las elecciones políticas del 16 de noviembre de 1919.8 La segunda etapa fue el acuerdo, ratificado en febrero de 1920, entre la Lega Nazionale delle Cooperative (LNC) y el PSI y la siguiente constitución de la Triplice del Lavoro (PSI, CGdL, LNC), que significó el control total por parte de la dirección del partido de las grandes organizaciones del movimiento obrero italiano. La tercera y última etapa fue la propuesta de Bombacci –entonces secretario político del partido– del proyecto de constitución de los Soviets en Italia en el Consejo Nacional del PSI (Florencia, 11-13 enero 1920). La premisa fue la enmienda que el mismo Bombacci leyó en el Parlamento italiano el 13 de diciembre de 1919 en que se consideraba legítima la constitución de los nuevos consejos de los trabajadores; la consecuencia fue el intenso debate que comprometió hasta abril a todo el mundo socialista italiano respecto a esta cuestión clave para la instauración de la dictadura proletaria siguiendo el modelo bolchevique.9 El maximalismo, por lo tanto, llegó en solo veinte meses a

8 Serge Noiret, “Il PSI e le elezioni del 1919. La nuova legge elettorale. La conquista del Gruppo parlamentare socialista da parte dei massimalisti”, Storia Contemporanea, n. 6, 1984, pp. 1093-1146. También, Roberto Vivarelli, Storia delle origini del fascismo. L’Italia dalla grande guerra alla marcia su Roma, Bolonia, il Mulino, 1991, vol. I. 9 Steven Forti, “«Tutto il potere ai Soviet!» Il dibattito sulla costituzione dei Soviet nel socialismo italiano del biennio rosso: una lettura critica dei testi”, Storicamente, 04 [en línea],

4 controlar prácticamente todo el mundo socialista italiano: del partido a los sindicatos, de las cooperativas a la administración local. En el mismo período, y gracias a la situación dinámica de la primera posguerra, el Partito Socialista Italiano obtuvo un poder realmente relevante en el conjunto de toda la sociedad italiana. Una prueba fehaciente de ello fue que el PSI envió a la Cámara en noviembre de 1919 a 156 diputados –el grupo parlamentario más numeroso–, con el 32,4% de los votos en el conjunto de la península italiana (en las provincias de Emilia-Romaña superó el 60%), así como el crecimiento de los afiliados al partido (de los 25 mil de 1918 a los 70 mil de 1919 hasta los más de 200 mil de 1920) y a la CGdL. Además hubo una serie de acontecimientos –de los tumultos en contra del coste de la vida en verano de 1919 hasta la ocupación espontánea de los campos en primavera y verano de 1919, de las muchas huelgas de todo este bienio hasta la ocupación de las fábricas de septiembre de 1920– que hicieron que se hablara con razón de una “Italia massimalista”.10 Mediante un preciso proyecto revolucionario, promovido in primis por el filobolchevique Bombacci, la corriente más a la izquierda del socialismo maximalista llegó a la constitución de un verdadero Estado (proletario) en el Estado (burgués). La última etapa, antes de la revolución armada –que en realidad se pensó muy poco y nunca se organizó–, debía ser la constitución de la pieza conclusiva de la legalidad proletaria: los Soviets. No obstante, las fuertes perplejidades y ciertas negativas dentro de la misma izquierda socialista, al igual que las nuevas (y en apariencia contradictorias) directivas moscovitas llevaron al aplazamiento de la realización del sistema de consejos y a su consiguiente fracaso.11 Después del Consejo Nacional del PSI (Milán, 18-22 abril 1920) el acontecimiento clave fue, en septiembre, la ocupación de las fábricas –al mismo tiempo cuna y ataúd de la revolución proletaria italiana– que se concluyó con el acuerdo de Roma y el fin de cualquier sueño revolucionario viable.12 El contencioso entre Serrati y Lenin acerca de las veintiuna condiciones para la admisión a la Internacional Comunista llegó a ser http://www.storicamente.org/01_fonti/forti.html También: Stefano Caretti, La rivoluzione russa e il socialismo italiano (1917-1921), Pisa, Nistri- Lischi, 1974. 10 Elio Giovannini, L’Italia massimalista. Socialismo e lotta sociale e politica nel primo dopoguerra italiano, Roma, Ediesse, 2001, pp. 123-130. También, Giuseppe Maione, Il biennio rosso: autonomia e spontaneità operaia nel 1919-1920, Bolonia, il Mulino, 1975. 11 Serge Noiret, “Nitti e Bombacci. Aspetti di un dialogo impossibile. I bolscevichi contro la rivoluzione italiana. Novembre 1919 – febbraio 1920”, Storia Contemporanea, n. 3, junio 1986, pp. 397-441. También, Helmut König, Lenin e il socialismo italiano, Florencia, Vallecchi, 1972. 12 Paolo Spriano, L’occupazione delle fabbriche. Settembre 1920, Turín, Einaudi, 1964.

5 el punto de ruptura del equilibrio maximalista.13 En octubre, con la conclusión de la ocupación de las fábricas y el regreso de los enviados de la misión político-económica socialista a Rusia, la heterogénea fracción del PSI se rompió, aunque el Partito Socialista Italiano se presentó unido en las elecciones municipales del otoño de 1920 y resultó el partido más votado, obteniendo la mayoría absoluta en 2.022 municipios (sobre un total de 8.346) y en 26 consejos provinciales (sobre un total de 69). Serrati – con la mayoría del maximalismo y el apoyo de lo que quedaba del reformismo– se opuso con firmeza a la ingerencia tercerinternacionalista en las cuestiones nacionales, cortando de raíz la perspectiva sovietista de los más fervientes filobolcheviques (Bombacci, Gennari, Bucco) y quitando inmediatamente de todas las posiciones de poder a los representantes de aquel maximalismo, definido como quinta columna bolchevique. Desde mediados de octubre se formó en el PSI una fracción comunista, que agrupaba los maximalistas tercerinternacionalistas, el grupo de Ordine Nuovo de Turín (Gramsci, Terracini, Togliatti, Tasca, Leonetti) y el grupo de Il Soviet de Nápoles dirigido por Amadeo Bordiga. La escisión fue evidente: en el XVII Congreso Nacional del PSI (Livorno, 15-21 enero 1921) la fracción comunista fundó el Partito Comunista, sezione italiana della III Internazionale (PCd’I), mientras que los “comunistas unitarios” de Serrati se quedaron en el PSI, aunque al año siguiente, en el XIX Congreso Nacional (Roma, 1-3 octubre 1922) el Partido Socialista sufrió una nueva ruptura entre los maximalistas de Serrati y los reformistas de Turati, que acabaron fundando el Partito Socialista Unitario (PSU).14 El número de afiliados del PSI es una muestra más de este declive: de los más de 200 mil afiliados de 1920 se pasó a los 74 mil de octubre de 1922 (a los cuales se deben sumar los 43 mil afiliados del recién fundado PCd’I).15 El partido más votado en las elecciones generales de noviembre de 1919 se iba disgregando poco a poco, mientras que las escuadras fascistas, apoyadas por las instituciones y las fuerzas del orden del Estado liberal, iban destruyendo con increíble rapidez todo el entramado socialista que el movimiento obrero italiano había construido en décadas entre las clases trabajadoras italianas.16 Con la llegada al poder de Mussolini, después de la marcha sobre Roma del 28 de octubre de 1922, y el

13 Franco De Felice, Serrati, Bordiga, Gramsci e il problema della rivoluzione in Italia, 1919-1920, Bari, De Donato, 1971, pp. 53-111. 14 Luigi Cortesi, Le origini del Partito Comunista Italiano. Il PSI dalla guerra di Libia alla scissione di Livorno, Bari, Laterza, 1973. También, Aurelio Lepre y Silvano Levrero, La formazione del Partito comunista d’Italia, Roma, Editori Riuniti, 1971. 15 Gaetano Arfè, Storia del socialismo italiano (1892-1926), Turín, Einaudi, 1965, pp. 296-333.

6 comienzo de una represión sin precedentes entre los partidos y los sindicatos de izquierdas, el destino de las organizaciones del movimiento obrero italiano estaba ya marcado: en el XX Congreso Nacional (Milán, 15-17 abril 1923), el último congreso celebrado en Italia hasta la caída del fascismo, los afiliados al PSI eran solo 10 mil. Si sumamos los pocos millares de afiliados al PSU y al PCd’I obtenemos apenas la décima parte de los afiliados al PSI de 1920, antes de la doble escisión.17 El biennio rosso había terminado. Estaba empezando el largo ventennio negro.18

2. Movilizaciones y conquistas de la CGdL De la misma manera que el Partito Socialista, también la Confederazione Generale del Lavoro vio crecer exponencialmente sus afiliados en los dos años siguientes al final de la contienda mundial. Los afiliados a la mayor central sindical italiana de la época pasaron de los 600.000 de 1918 a los 2.150.000 de 1920, así repartidos: 160 mil en la Federazione Italiana Operai Metallurgici (FIOM), 176 mil en la Federazione Nazionale dell’Edilizia, 145 mil en la Federazione Italiana Operai Tessili y 845 mil en la Federterra. En aquel año el número de trabajadores organizados en Italia superó los 3 millones y medio, si a los afiliados de la CGdL añadimos los afiliados a la católica Confederazione Italiana del Lavoro (CIL, con 1.180.000 afiliados) y los más de 300.000 trabajadores afiliados a las centrales sindicales minoritarias, como la anarcosindicalista Unione Sindacale Italiana (USI), la sindicalnacionalista Unione Italiana del Lavoro (UIL) y las otras centrales sindicales autónomas.19 Ejemplar el crecimiento de la importante Camera del Lavoro de Milán, donde los afiliados pasaron de los 29.639 de 1918 a los 160.436 de 1920.20 Estas cifras asumen todavía más importancia si tenemos en cuenta que en la Italia de 1919 el número total de obreros en las industrias rondaba los 4 millones, el de los campesinos otros 4 millones y el de los jornaleros otros 4 millones.

16 Fabio Fabbri, Le origini della guerra civile. L’Italia dalla Grande Guerra al fascismo (1918-1921), Turín, UTET, 2009. 17 Tommaso Detti, Serrati e la formazione del Partito comunista italiano: storia della frazione terzinternazionalista, 1921-1924, Roma, Editori Riuniti, 1972. 18 Para esta interpretación véase Valerio Romitelli, Degli Esposti Mirco, Quando si è fatto politica in Italia? Storia di situazioni pubbliche, Soveria Mannelli, Rubbettino, 2001, pp. 209-228 y también el siempre útil Federico Chabod, L’Italia contemporanea (1918-1948), Turín, Einaudi, 1961. 19 Pietro Alberghi, Il fascismo in Emilia Romagna. Dalle origini alla marcia su Roma, Modena, Mucchi, 1989, pp. 128-155. 20 Ivano Granata, Crisi della democrazia. La Camera del lavoro di Milano dal biennio rosso al regime fascista, Milán, FrancoAngeli, 2006, pp. 92-99.

7 Otro dato que nos proporciona una idea más clara del protagonismo jugado por el movimiento obrero en este bienio es el de las huelgas. En 1919 en las industrias italianas se contabilizaron 1.663 huelgas para un total de casi 19 millones de jornadas de trabajo perdidas y en el campo 208 huelgas para un total de casi 3 millones y medio de jornadas de trabajo perdidas. En 1920 los números son aún más espectaculares: 1.881 huelgas y 16 millones de jornadas de trabajo perdidas en la industria, y más de mil huelgas con más de 14 millones de jornadas de trabajo perdidas en el campo. Además, a estos datos se deben sumar los trabajadores que participaron en las importantes huelgas de los funcionarios públicos, como la huelga de los empleados de correo (14-21 de enero de 1920) y la de los ferroviarios (20-29 de enero de 1920), que paralizaron la península. En total en las huelgas de 1920 participaron alrededor de dos millones y medio de trabajadores.21 En el bienio 1919-1920, la CGdL y las Camere del Lavoro italianas continuaron su obra de protección y salvaguardia de los derechos de los obreros y se comprometieron para mejorar sus condiciones salariales y de trabajo. Entre las más importantes luchas se pueden mencionar las luchas para las ocho horas, para el aumento de los salarios, contra el desempleo, contra el coste de la vida, el aumento del precio del pan y el aumento de los alquileres. Con la desmovilización de los soldados a partir del armisticio de noviembre de 1918 y con los problemas de la reconversión de la economía en la posguerra, el número de desempleados creció exponencialmente rondando los 330 mil, de los cuales 99 mil en la sola Emilia-Romaña, mientras que debido a la congelación de los viejos contratos y al estancamiento cuatrienal de las agitaciones sindicales a causa de la guerra, el coste de la vida se disparó, afectando también a los productos de primera necesidad como el pan y los precios de los alquileres.22 Un dato es suficiente para comprender la gravedad del problema: entre 1914 y 1919 los salarios reales bajaron del 68%, mientras que el coste de la vida aumentó del 268%.23 Esta situación dramática provocó acciones espontáneas, como en la primavera de 1919 y en marzo de 1920 la ocupación de las tierras no cultivadas en el Lacio y en el sur de la península o como las revueltas contra el coste elevado de los víveres. Estos movimientos populares

21 Giorgio Candeloro, Storia dell’Italia moderna. Vol. VIII. La prima guerra mondiale, il dopoguerra, l’avvento del fascismo, Milán, Feltrinelli, 1979, p. 283; Elio Giovannini, Federterra e FIOM, en I due bienni rossi del Novecento, 1919-20 e 1968-69: studi e interpretazioni a confronto, Atti del Convegno nazionale, Firenze, 20-22 settembre 2004, Roma, Ediesse, 2006, pp. 179-190. 22 Alberghi, Il fascismo in Emilia Romagna, cit., p. 183. 23 Giovannini, L’Italia massimalista, cit., p. 191.

8 empezaron a mediados de junio de 1919 en Liguria y en Toscana y se expandieron rápidamente en todo el centro-norte, llegando también a Nápoles y Sicilia. Hubo asaltos a tiendas, hubo enfrentamientos con la policía, hubo casos de comerciantes que entregaron las llaves de sus almacenes a las Camere del Lavoro. En muchas provincias se establecieron precios oficiales y en algunos casos los trabajadores crearon unas especies de soviets, pero tanto la CGdL como el PSI no aprovecharon la situación potencialmente revolucionaria y a mediados de julio estos movimientos llegaron a su fin con un saldo de 42 trabajadores muertos, más de 200 heridos y alrededor de 5 mil detenidos.24 Aparte de estos conflictos genuinamente económicos, durante el biennio rosso la CGdL, conjuntamente con las administraciones municipales socialistas, promovió iniciativas en contra del analfabetismo, para mejorar la asistencia higiénico-sanitaria y para la extensión de la red de transporte público, mientras que conjuntamente con el PSI, se movilizó para la conquista de una normalidad democrática después de la guerra (amnistía general; restablecimiento de la libertad de prensa, de palabra y de reunión), en defensa de los otros pueblos (para el retiro de las tropas aliadas de Rusia; en defensa de la Hungría comunista; contra el imperialismo; para el reconocimiento del Estado de los Soviets), para celebrar las victorias electorales socialistas en 1919 y 1920 y en contra de las violencias de la policía y de las agresiones de nacionalistas y fascistas (como para el incendio del Avanti! en Milán en abril de 1919 y la agresión a los diputados socialistas en Roma en diciembre de 1919 o para la destrucción de la sede romana del Avanti!, de la del Lavoratore de Trieste o la agresión a Serrati durante 1920).25

2.a. Las fábricas Se pueden reconocer tres etapas en la actuación de la CGdL en el bienio 1919-1920 por lo que concierne la realidad de las fábricas.26 En la primera etapa, entre finales de 1918 y finales de 1919, la CGdL siguió una línea más moderada, centrada en reivindicaciones esencialmente económicas y fiel a un programa de reformismo corporativo cercano a las clases dirigentes de otros países europeos y algunos sectores

24 Roberto Bianchi, Pace, pane, terra. Il 1919 in Italia, Roma, Odradek, 2006. 25 Granata, Crisi della democrazia, cit., p. 36. 26 Fabrizio Loreto, Il sindacalismo confederale nei due bienni rossi, en I due bienni rossi del Novecento, 1919-20 e 1968-69: studi e interpretazioni a confronto, Atti del Convegno nazionale, Firenze, 20-22 settembre 2004, Roma, Ediesse, 2006, pp. 161-178

9 industriales avanzados (afirmación de una praxis de concertación triangular obligatoria; desarrollo de la negociación colectiva nacional; emancipación del trabajador como motor de la nacionalización democrática de las masas). En febrero de 1919, se consiguió el primer concordato nacional en la historia de las relaciones industriales italianas. Lo firmó la FIOM liderada por Bruno Buozzi, cuyas conquistas eran la jornada de trabajo de ocho horas, importantes aumentos salariales y el restablecimiento de las comisiones internas ampliadas a nivel nacional. En la segunda etapa, entre finales de 1919 y la primavera de 1920, la CGdL tuvo que enfrentarse a la cuestión de los consejos de fábrica, una nueva forma de representación obrera nacida en la FIAT de Turín en septiembre de 1919 gracias a las elaboraciones del grupo de Ordine Nuovo. La CGdL miró siempre con preocupación y recelo a los consejos de fábrica, porque a diferencia de las comisiones internas los podían elegir todos los obreros y no solo los afiliados al sindicato. Las comisiones internas de fábrica habían nacido, de hecho, durante o antes de la guerra –la primera se había creado en la fábrica de automóvil Itala de Turín en 1907– y se ocupaban de las cuestiones relativas a las condiciones de los obreros en las empresas, convirtiéndose por lo general en organismos de colaboración entre la dirección de la empresa y los trabajadores. Emblemática fue la actitud de la CGdL (y del PSI) durante lo sciopero delle lancette de Turín de marzo-abril de 1920, que terminó con una derrota después de diez días de huelga general de los 120 mil trabajadores de la provincia de Turín. La firma del acuerdo entre D’Aragona para el sindicato y Olivetti para los industriales confirmó el sistema de elecciones de las comisiones internas, pero no ponía en duda el control de la disciplina de fábrica por parte de las empresas. De hecho, en mayo de 1920 el consejo directivo de la CGdL aprobó el proyecto elaborado por el reformista Gino Baldesi; un proyecto favorable a la institución de los consejos de empresa elegidos solo por los trabajadores inscritos en los sindicatos. En la tercera etapa, entre mayo y octubre de 1920, la CGdL tuvo que encarar la cuestión de la negociación de los obreros metalúrgicos.27 En mayo Bruno Buozzi presentó un memorial en que, aunque el enfoque de la negociación era esencialmente tradicional (aumentos salariales del 40%; aumento de las horas de trabajo extra; indemnización para el despido; doce días de vacaciones pagados cada año), se encontraban unas interesantes novedades, como la afirmación definitiva del contrato a nivel nacional con la definición de los mínimos salariales y con la superación de los

27 Spriano, L’occupazione delle fabbriche, cit., p. 21-39.

10 concordatos regionales y como la petición de unos aumentos salariales inversamente proporcionales al nivel de calificación de los trabajadores. La intransigencia de la patronal llevó a las primeras huelgas blancas a finales de julio, a las cuales los empresarios contestaron con un lock-out el 30 de agosto en la Alfa Romeo de Milán y el 31 de agosto en toda Italia. Aquel mismo día la mayoría de las fábricas del triángulo industrial italiano (Milán-Génova-Turín) fueron ocupadas por unos 500 mil trabajadores. La negociación se convirtió así en una lucha política centrada en la cuestión del poder en los lugares de trabajo, donde tanto los dirigentes de la CGdL como el ministro del Trabajo Arturo Labriola y el presidente del Consejo Giolitti intentaron mantener el movimiento dentro de los límites de una negociación económica. La ocupación no podía seguir adelante por mucho tiempo y el dilema estaba en si convertir la ocupación en una verdadera revolución o si intentar llegar a un acuerdo con la patronal y el gobierno. En las reuniones que se organizaron en Milán en las dos primeras semanas de septiembre (el 4 y el 5 de septiembre los Stati Generali Operai y el 9-11 de septiembre la reunión entre el Consejo directivo de la CGdL y el PSI) salió ganadora la segunda opción, defendida por los líderes confederales, in primis D’Aragona.28 La acción de mediación de Giolitti permitió el 19 de septiembre el encuentro en Roma entre los representantes de la CGdL y de la Confindustria y, después de la ratificación de las bases del acuerdo por larga mayoría por parte del Consejo Directivo de la CGdL y de los trabajadores en lucha, el 1 de octubre en Milán, la firma del acuerdo definitivo entre Buozzi para la FIOM y Jarach para la Federazione Nazionale Industrie Meccaniche e Metallurgiche. En el acuerdo se establecían, entre otras cosas, aumentos salariales del 10-12% para las categorías mejor retribuidas y del 20% para los trabajadores no cualificados y muchas mejoras relativas a las vacaciones pagadas, a la indemnización de despido y a la retribución de las horas de trabajo extra.29 Pero, la firma de estos acuerdos fue una victoria de Pirro para los trabajadores italianos y sus organizaciones por dos razones: porque fue una derrota del maximalismo socialista y una victoria de los sectores sindicales favorables a una línea de colaboración con las instituciones y a la conclusión de la experiencia de la ocupación de las fábricas y porque los industriales no respetaron nunca los acuerdos y,

28 Gianni Bosio, La grande paura: settembre 1920. L’occupazione delle fabbriche nei verbali inediti delle riunioni degli Stati generali del movimento operaio, Roma, Savonà e Savelli, 1970. 29 Candeloro, Storia dell’Italia moderna. Vol. VIII. La prima guerra mondiale, il dopoguerra, l’avvento del fascismo, cit., p. 332.

11 aprovechándose de las violencias fascistas, de la crisis del Estado liberal y de la crisis económica, empezaron una política de despidos. El fin de la ocupación de las fábricas marcó, a fin de cuentas, una derrota del sindicato en la cuestión del poder en las fábricas y en la sociedad debido a la subversión de las clases dirigentes italianas y, también, a las débiles decisiones políticas y a la utilización de una praxis sindical que aumentaba las distancias entre las clases trabajadoras y los grupos dirigentes.30

2.b. El campo Según Elio Giovannini, más que en las fábricas, el punto más alto de las reivindicaciones de los trabajadores en el bienio 1919-1920 se encuentra en el campo.31 En los campos italianos, la situación era muy compleja por varias razones. En primer lugar, por el proceso de transformación capitalista de la agricultura que había empezado a finales del siglo XIX y había creado la figura del jornalero; en segundo lugar, por la peculiar relación entre Federterra y CGdL y, en tercer lugar, por la división entre los trabajadores del campo en cuanto a afiliación entre las leghe rosse (la Federterra) y las leghe bianche (los sindicatos católicos) y sus diferentes objetivos: la colectivización de la tierra para las primeras y la libre propiedad de la tierra para las segundas. Además la Federterra estaba liderada por dirigentes reformistas como Argentina Altobelli y Nino Mazzoni, los cuales, de todos modos, se mostraron sensibles a las tesis revolucionarias y al mito de la socialización de la tierra. Una prueba son los objetivos establecidos por la Federterra en su V Congreso (Bolonia, 13-15 de junio de 1919): la reducción de la jornada laboral a ocho horas, el aumento del 20% de los salarios, un mínimo de imponible de mano de obra, la colocación de clase y el reconocimiento para la firma de los nuevos contratos solo para las ligas. Más allá de los muchos e importantes casos de ocupación de tierras no cultivadas en el centro y sur de la península desde comienzos de 1919 –a que el gobierno de Nitti respondió con el Decreto Visocchi del 2 de septiembre de 1919 con el cual se intentó legalizar y regularizar estas ocupaciones–, uno de los fenómenos centrales de las luchas de los trabajadores del campo estuvo relacionado con la profunda revisión de la aparcería y de los pactos agrarios en el Valle del Po’ y en Apulia.32 Entre las luchas

30 Spriano, L’occupazione delle fabbriche, cit. 31 Giovannini, L’Italia massimalista, cit. p. 179. 32 Giovannini, L’Italia massimalista, cit., pp. 105-113.

12 más duras, cabe recordar la de Molinella, en la provincia de Bolonia, que había estado ya en el centro de estas luchas en 1909 y en 1914 con la histórica figura de Massarenti, líder reformista que durante la Gran Guerra tuvo que exiliarse en la República de San Marino para evitar la cárcel. Unas luchas en las cuales no faltaron muertos y heridos, como en Decima di Persiceto, cerca de Bolonia, donde el 15 de abril de 1920 las fuerzas del orden mataron a 8 manifestantes.33 Las victorias de 1919-1920 fueron históricas y están bien representadas por el pacto agrario firmado en Ferrara por el dirigente reformista Zirardini el 6 de marzo de 1920 –según el cual los agrarios debían denunciar a la Lega las tierras disponibles– o el acuerdo Paglia – Calda firmado el 25 de octubre del mismo año, que marcaba la conclusión de la lucha de más de 10 meses y la huelga de 50 días de 80 mil trabajadores asalariados de la provincia de Bolonia.34 El acuerdo Paglia-Calda, gracias al cual se establecieron ventajosos contratos para todas las categorías de trabajadores del campo, fue un precedente importante y permitió acuerdos similares en otras provincias de Emilia, Toscana, Marcas y Umbría. En este bienio, los trabajadores del campo italianos consiguieron unas conquistas de notable importancia, como el imponible de mano de obra y la colocación de clases, gestionada por la Lega. Además, los aparceros obtuvieron un poder de intervención en la gestión de las fincas y unos porcentajes variables según el producto, mientras que los colonos obtuvieron la plena afirmación del pacto colectivo sobre los pactos individuales, la gestión asociada y la repartición en partes iguales de las ganancias.35

3. Después del otoño de 1920 El auge del movimiento obrero italiano –representado por las importantes huelgas en el campo del otoño de 1920 y por la ocupación de las fábricas– fue al mismo tiempo la cuna y el ataúd de la revolución socialista en Italia. Las violencias fascistas se expandieron con increíble rapidez sobre todo en las zonas donde más fuertes eran las organizaciones del movimiento obrero italiano. Las acciones de las squadre fascistas lideradas por Arpinati y por Balbo en Bolonia y Ferrara, respectivamente, marcaron el fin de las conquistas de los trabajadores, como demostraron las matanzas de Palazzo d’Accursio de Bolonia el 21 de noviembre de 1920 y de Castello Estense de Ferrara el

33 Nazario Sauro Onofri, La strage di palazzo d’Accursio. Origine e nascita del fascismo bolognese 1919-1920, Milán, Feltrinelli, 1980. 34 Alberghi, Il fascismo in Emilia-Romagna, cit., p. 169. 35 Giovannini, L’Italia massimalista, cit., pp. 150-160.

13 20 de diciembre del mismo año. Asimismo, el nacimiento de los primeros “bloques patrióticos” y “bloques nacionales” en las elecciones municipales del otoño de 1920 ejemplificaron la capacidad de respuesta de los sectores conservadores que, para contrarrestar el avance del socialismo, utilizaban la fuerza de choque fascista. En los meses siguientes se multiplicaron los casos de incendios y saqueos contra las Camere del Lavoro, las Case del Popolo, las cooperativas y las ligas. Unas acciones que, en muchos casos, fueron financiadas y organizadas por los mismos agrarios que fueron derrotados en las grandes huelgas de 1920 y que tuvieron que acatar los acuerdos favorables a las clases trabajadoras.36 En este clima, marcado también, como se ha recordado anteriormente, por las divisiones y las escisiones en el campo socialista, en 1921 la CGdL se centró esencialmente en la defensa de las conquistas conseguidas anteriormente. De la misma manera que el PSI, también la CGdL sufrió un importante declive, como nos muestra la realidad milanesa: los afiliados pasaron de los 160 mil de 1920 a los 107.575 de 1921 y a los 63.073 de 1922. Unos datos, estos, que siguen las dinámicas nacionales.37 La marcha sobre Roma de octubre de 1922 marcó un antes y un después en la historia italiana.38 La represión aumentó considerablemente hasta llegar en junio de 1924 al asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, que había denunciado en el Parlamento italiano las violencias fascistas durante la campaña electoral del mes de abril. La crisis que vivió el gobierno de Mussolini y el mismo Partito Nazionale Fascista en los meses siguientes, que parecía dar nuevas esperanzas a los partidos y sindicatos antifascistas, como se puso de manifiesto en el VI Congreso Nacional de la CGdL (Milán, diciembre de 1924), se resolvió con la instauración de la dictadura fascista y la promulgación de las leyes fascistissime de 1925 y 1926. El 2 de octubre de 1925 se firmaron los acuerdos de Palazzo Vidoni: la Confindustria y el sindicato fascista se reconocían como los únicos representantes del capital y del trabajo en Italia y se abolían las comisiones internas. Los pasos siguientes fueron la ley del 3 de abril de 1926, que reconocía el sindicato fascista como el único que podía firmar los contratos colectivos de trabajo, instituía una especial magistratura para las

36 Fabbri, Le origini della guerra civile, cit., pp. 337, 510. Sintomáticos las realidades locales de Bolonia y Ferrara: véanse Onofri, La strage di palazzo d’Accursio, cit.; Luciano Casali (ed.), Bologna 1920. Le origini del fascismo, Bolonia, Cappelli, 1982; Alessandro Roveri, Il fascismo ferrarese nel 1919-1920, Milano, Feltrinelli, 1972. 37 Granata, Crisi della democrazia, cit., p. 176. 38 Giulia Albanese, La marcia su Roma, Roma-Bari, Laterza, 2006.

14 resoluciones de los conflictos laborales y eliminaba el derecho de huelga, y la promulgación de la Carta del Lavoro el 21 de abril de 1927, que estableció las bases del corporativismo fascista.39 De golpe desaparecieron las importantes conquistas que los trabajadores italianos habían conseguido en décadas y décadas de luchas y que tuvieron su aceleración durante el biennio rosso. Los trabajadores italianos debieron esperar hasta la caída del fascismo en julio de 1943 y a la Liberación de finales de abril de 1945 para poder volver a luchar en un sistema no dictatorial y conseguir los derechos sindicales conseguidos en la primera posguerra.

39 Renzo De Felice, Mussolini il fascista. La conquista del potere, 1921-1925, Turín, Einaudi, 1966, pp. 90, 286. También, Ferdinando Cordova, Le origini dei sindacati fascisti, 1918-1926, Roma-Bari, Laterza, 1974.

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