, , SOPA DE VASITO...1

América Luna Martínez*

¿Entrar o no entrar? Esa es la pregunta que algunos nos formulamos al ver colgada, en la entrada de la cafetería, una improbable cortina, no se sabe si deslavada o mugrienta, en todo caso el hambre o la sed nos hacen tragar saliva mientras esquivamos ese cochambroso trozo de tela. Ya dentro, entre la confusión de olores y la profusión de ruidos, lo demás es previsible: la modernidad de la máquina despachadora de refrescos queda nulificada por la contundencia de unas impregnadas de grasa que seguramente se instalarán en la llantita., pompa y circunstancia de la sufrida comunidad de humanidades, con excepción de las anoréxicas tan de moda en nuestros días o de los atléticos y ejercitados cuerpos de las y los estudiantes de arte dramático.

Pero tal vez ese abigarrado espacio que por pura comodidad lingüística hemos decidido llamar cafetería con sus hipercalóricos y tradicionales - también por no llamarles con la ya tan choteada denominación de dieta "T"- menús no sean el único problema. En estos amenazadores intríngulis estético- dietéticos otros fantasmas se aposentan para provocar la gula y hacemos caer en tentaciones nemaltelmintosas (en el pecado llevas la penitencia diría mi mamá). En la entrada misma de la facultad sienta sus reales un puestecito que en las gélidas mañanas invernales –aunque déjenme decirles que también en las aereadas mañanas primaverales, las lluviosas veraniegas y las cálidas otoñales y que ni siquiera por los cambios climáticos se aprovechan las frutas de temporada no modifican, por supuesto, ni el sabor de los , ni el de los de dulce que igualmente se antojan haga frío o calor, llueva, truene o relampaguee- y eso es precisamente lo que ofrece este restaurador de energías ambulante: humeantes vasos de ese mexicanísimo brebaje de maíz llamado , para acompañar a los indispensables tamales: verdes, rojos, de rajas, de dulce y hasta oaxaqueños, mismos que a gusto del consumidor pueden ir en una crujiente , convirtiéndose en una peculiar de tamal conocida como guajolota. Aunque se dan casos de desayunantes austeros, quienes prefieren degustar la suave y porosita masa al deshojar parsimoniosamente, sin perder la mínima migaja adherida a la envoltura natural, de ese agente secreto de las humanidades que provoca a los miembros de las academias de letras y de arte dramático para pensar en el complejo de Edipo; a los de historia a recordar cómo Mesoamérica se caracteriza por ser una cultura del maíz ya los de filosofía a lucubrar sobre la propuesta sartreana sobre el ser y la nata del atole.

Para el almuerzo, desaparece el bote tamalero y hacen su aparición el anafre y el . Así da comienzo el segundo acto para provocar .la salivación a los amantes de las garnachas. Hay quienes prefieren las

1 UAEM. Sucesivas Aproximaciones de Nuestra Historia. Crónicas de la Universidad Autónoma del Estado de México. Tomo II. Toluca, México, 2001, pág. 225 – 228. * Cronista de la Facultad de Humanidades. de haba, de requesón o de fríjol; otros las quesadillas de flor, de hongos o chicharrón, por supuesto en sus dos presentaciones: prensado o natural, y nunca falta un purista que sonríe irónicamente cuando alguien ordena una de queso. Por supuesto que las , garnachas, y quesadillas alcanzan su natural relevancia con las salsas roja o verde y el espolvoreado queso rallado. Las hábiles manos de la "seño", mientras tortean la masa, hipnotizan las miradas que pavlovianamente provocan que las papilas gustativas realicen su función. No importa que esas mismas manitas se enjuaguen en esa cubetita, cobren las devaluadas monedas o se sequen el sudor de la frente morena. Con frecuencia la clientela apetece un jugo de naranja o un café, bebidas no disponibles en el puesto callejero; entonces, sin pena alguna, se acude a la cafetería, en mano, para sofocar la sed o el deseo de aminorar los efectos del chile, o también para acompañar la garnachita con una sopita de microhondas, para acallar así el gruñidero de mientras llega la hora de ir a comer algo más nutritivo.

Esta novedad del repertorio de comida rápida, de chatarra mexican fase food, también combina con las verdes, los con su jardín de lechuga dudosamente lavado, o unas aparentes sincronizadas con una telita de jamón transparente y un queso amarillo imposible de derretir en las quebradizas tortillas de harina y que algunos más modernos prefieren en su versión comercial de lonchibón, a lo mejor más higiénicamente elaborados, aunque los precios hacen la gran diferencia. Atrás quedaron los sabrosos y nutritivos almuerzos de tortilla de huevo en esos caldillos picositos, chicharrón en verde, en chile macho, longaniza con papas, de pollo, todos ellos debidamente acompañados por unos frijolitos chinitos, de los bien refritos y las insustituibles tortillas, sin faltar por supuesto el café de olla, oloroso a canela y piloncillo. Eso fue antes, cuando alguna de las secrescombinaba el tecleo eficaz de la máquina de escribir con el buen sazón, las cazuelas de barro y el apoyo de sus hijas, estupendamente entrenadas en el arte culinario.

Porque a diferencia de las cafeterías de las demás escuelas y facultades de la universidad que son administradas por una entidad llamada FONDICT, la de humanidades ha estado a cargo de los trabajadores manuales, como reminiscencia de las luchas del sindicalismo universitario de los setenta, y no hay forma de cambiar este "uso y costumbre" que no pocas veces ha causado uno que otro dolor de estómago y hasta intoxicaciones a varios miembros de nuestra estoica, epicúrea y platónica comunidad, por la falta de higiene o por el descuido en la preparación y conservación de los alimentos o por la ínfima oferta alimentaria.

En cuanto al local, podríamos decir que tiene cierta iluminación, cuando se les ocurre lavar los cristales, pero frecuentemente evoca una lonchería de colonia popular y no una cafetería universitaria. Cuando la facultad desplegaba su actividad en la ahora llamada torre de humanidades, la cafetería estaba en el primer piso, para darle la bienvenida a los estudiantes y tentarlos con esos amplios ventanales a contemplar el paisaje de una urbe en expansión o si había cielo despejado el volcán los atrapaba, a despecho de las clases de latín y Aristóteles. Algunas plantas en grandes macetones eran testigas de los suspiros que arrancaba una joven maestra ataviada en blue jeans y larga cabellera, o la turbación de aquella estudiante que contemplaba el ceremonial de ese profesor de filosofía al preparar y encender deleitosamente su pipa, los varones soñaban con las alegres y bulliciosas alumnas de turismo y las chicas rendían sus redes para atrapar a alguno de los jóvenes galanes de la Escuela de Administración Pública.

En ese amplio y bullicioso espacio se podían escuchar fébriles discusiones de quienes en su intento por tomar el cielo por asalto, a veces entre gritos o susurros repetían como catecismo algunas ideas de Marx, el Che Guevara o Marcuse. Pero entre café y cigarros también se celebraban acontecimientos literarios como la publicación de El último round de Julio Cortázar: el primer libro de "dos pisos" .Cuando Rubén Darío lo trajo una mañana helada de otoño, todos comentaban las fotos de un inimaginable cinturón de castidad y sus sorprendentes textos. La universidad en su conjunto era un centro de discusión que en cafeterías como la de humanidades se convertía en lo que ahora añoramos como vida académica.

Por supuesto que en la cafetería ocurrían toda clase de encuentros y desencuentros amorosos; con mayor o menor frecuencia en las mesas circulaban las cartas, que de tener éxito culminaban en acalorados apapachos muy cerca de la de López Mateos.

En ese entonces todavía nos conocíamos los unos a los otros, todavía éramos capaces de compartir esas delicias que hacía la señora María de Jesús: desde una nutritiva sopa de verduras hasta las reforzadas con queso, aguacate y otras hierbas. Así en el calor de las discusiones, en la ensoñación de las lecturas o en el arrobo de las fragancias de las miradas en flor, la cafetería cumplía su función de darle sustancia al alma y al cuerpo. Actualmente, entrar o no entrar, ese es el problema.