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SERIE: GRANDES HÉROES DE LA FE “Tres desechados, una fe perseverante.”

Marcos 10: 46 “Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”

Mateo 15: 21 “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente por un demonio. 23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”

Lucas 7: 37 “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. 39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. 40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que

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aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. 45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. 49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? 50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

Tres personajes diferentes, en diferentes ciudades, en diferentes circunstancias; pero todos estos nos muestran muchas cosas en común. Son hombres y mujeres de grande fe. Son ejemplo para nuestra vida, por ello sus historias quedaron plasmadas en las escrituras.

¿Qué significa: El justo por su fe vivirá? Pues atiende bien la vida de todos estos personajes que hemos visto a través de la serie de conferencias: “Grandes Héroes de la Fe”.

DESARROLLO.

1. Tres personajes rechazados por la sociedad religiosa.

Tres personajes diferentes pero todos ellos con mucho en común. Los tres eran personas rechazadas por la sociedad religiosa de aquel tiempo. No eran personas exitosas, no eran personas populares, no eran personas bien vistas, por el contrario, era gente que era vista por encima del hombro, gente a la cual los demás no se querían acercar.

Uno de ellos, Bartimeo, debido a su incapacidad que lo tenía a merced de la benevolencia de la gente que le da limosna, tirado allí junto al camino, a la salida de la ciudad. Otra de , una prostituta, una mujer llena de pecado, señalada, rechazada de cualquier posibilidad de reintegración a la sociedad. La tercera, una mujer cananea, mujer que no era del pueblo de Dios, considerada como una perrilla, así llamaban a la gente que no tenía honor, ni valor.

Pero los tres tenían profundas necesidades, su vida de ninguna manera era buena. El paso del diablo por sus vidas era evidente. Dijo Jesús que el diablo no viene sino para matar, robar y destruir; pues exactamente así era la vida de ellos. El diablo les había matado sus sueños de un mejor futuro, había robado su pasado y destruido su presente.

Quizá tu puedas identificarte con ellos. Un pasado donde has cometido muchos errores que han dado como consecuencia un presente bastante malo, rechazado de los demás por tu forma de ser, la gente quiere que te calles, no te quiere cerca de su persona ni de su familia. Pero es obvio que tienes grandes necesidades.

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Pues bien, para todos ustedes, quiero decirles que el amor de Dios jamás lo desechará, que Jesús es la manifestación del Padre en la tierra, por lo cual puedes confiar, Él no te rechazará.

2. Tres personajes con fe perseverante.

Y las historias de estos tres hombres nos muestran otra cosa en común: Fe, muy grande fe.

a) Bartimeo. El ciego Bartimeo, por su parte, al saber que Jesús de Nazaret pasaba por aquel camino, de inmediato empezó a gritar a todo pulmón: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mi!

Me imagino que Bartimeo ya había escuchado varias historias de las extraordinarias sanidades que Jesús había hecho en otras ciudades. Sentado allí, en aquel camino, la gente le había contado lo que había presenciado. Dentro de sí Bartimeo decía: Ah, si pasara por aquí Jesús…

Sus gritos eran tan fuertes que la gente le decía que se callara, que era molesta su manera de hablarle. Pero entre mas lo callaban más fuerte gritaba. Nada ni nadie impedirían llamar su atención. Sus gritos, entre toda la multitud que hablaba y quizá gritaba también eran diferentes, eran gritos de fe.

Si, la fe llama la atención de Jesús. Jesús volteó buscando quien era aquel que gritaba con tanta fe. Que a pesar de que estaba sentado, a pesar de que lo callaban, gritaba con tal euforia.

Bartimeo manifestaba su fe en sus gritos perseverantes. ¡Este es el día de mi milagro y nadie lo va a impedir!, pensaría. Así que continuaba gritando. No fue al primer grito, no fue de inmediato, Jesús pasaba por allí, tenía que llamar su atención.

Dice la Palabra de Dios: Jeremías 33: 3 “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”

b) La mujer Cananea. La mujer cananea, nos dicen las escrituras, escuchó que Jesús pasaba por la región de Tiro y de Sidón, así que, sabiendo que Jesús liberaba a muchos de los tormentos de demonios, pensó, hoy mi hija puede ser libre de su desgracia.

Así que, decidida, salió de su casa y llegó hasta donde estaba Jesús. Al igual que el ciego Bartimeo, le gritaba: : ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.

Los discípulos de Jesús le decían a Jesús que ordenara que la callaran. Jesús mismo no le hacia caso, la ignoraba. Pero ella continuaba gritando una y otra vez. No era judía, sino cananea, y por ello los judíos la menospreciaban y la rechazaban.

Pero de todas formas ella seguía gritando, clamando, rogando. Hasta que Jesús volta hacia ella y le explica: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”

Aquella mujer ya había capturado su atención: Te lo digo: La fe logra captar la atención de Jesús. Aunque el milagro aún no se producía. La mujer recibía una mala noticia: “Tu no aplicas para un milagro, no eres parte del pueblo de Dios”

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Pero ella insiste: ¡Señor, socórreme! ¡Ten misericordia de mi!

Jesús insiste y no solo la rechaza sino que la humilla: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”

Sí, Jesús le dijo perrilla a aquella mujer. Ese término, como dije antes, significaba una persona sin valor, sino ningún honor. ¡Qué humillación para aquella mujer!

Yo me pregunto: ¿Cuántos cristianos hoy en día hubieran salido corriendo en ese instante? De repente sólo porque no los saludaron como se esperaban ya se sienten ofendidos y dicen: Aquí no hay amor, me voy a otro lado. En algún momento se sienten ofendidos con el trato de alguien y ya no quieren ir a la iglesia, dicen que todos son unos hipócritas.

Pero esta mujer en verdad que había sido ofendida y humillada, sin embargo, con toda la ofensa sobre su persona, ella continuó rogando: 27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.

¡Qué extraordinaria fe la de esta mujer! Su fe le hizo perseverar en su petición, le hizo clamar a quien podía librarla de aquella aflicción, la hizo pasar por alto el rechazo, la hizo humillarse a sí misma. ¡Cómo admiro la fe de esa mujer! ¡Cómo hace falta esa fe en nuestros días!

c) La prostituta. Y qué decir de aquella mujer pecadora. Sí, una prostituta se coló en la casa de aquel fariseo, ella tenía una idea, una visión. Su vida había sido espantosa, todos la señalaban como una mujer pecadora y de poco valor y ninguna honra.

Al igual que el ciego Bartimeo y la mujer Cananea, esta prostituta no tenía ninguna honra en la vida y sin duda, a los ojos de los religiosos de aquella época, ella no tendría ninguna oportunidad de gozar de las bendiciones de Dios.

La mujer entró en aquel aposento, y de inmediato se fue a los pies de Jesús. Con sus lágrimas mojaba sus pies y con su pelo los secaba, entonces tomó un perfume y lo derramó sobre sus pies. El fariseo, dueño de aquella casa, quien había invitado a Jesús a cenar, veía con menosprecio a la mujer y a Jesús. Sus pensamientos sobre Jesús eran de que ni siquiera profeta era. Decía: Si fuera profeta, sabría que clase de mujer es la que está tocando sus pies.

Aquella mujer no estaba allí buscando una sanidad o un milagro, sino ser perdonada, encontrar la paz que ella necesitaba en su alma. Sin lugar a dudas, el fariseo no era la persona correcta, la hubiera corrido si Jesús no hubiera permitido que tocara sus pies.

Jesús entonces le dijo al fariseo: Mira, tu fuiste quien me invitaste a tu casa, pero cuando entré no pusiste a ningún siervo para lavar mis pies, tampoco me diste beso, ni tampoco ungiste mi cabeza. Estas eran las costumbres para recibir a una persona en casa, de esta manera se honraba a un visitante en aquellos tiempos. Pues bien, el fariseo no quiso honrar a Jesús. Le invitó a su casa pero para hacerle sentir su menosprecio.

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¿Cuántos cristianos invitan a la Presencia del Señor a sus casas solo para menospreciarle y no le honran? Son tan buenos, que se les ha olvidado dar gracias y alabar a Su Señor.

Esta mujer, continuó Jesús refiriéndose al fariseo, ha hecho todo lo que tu no hiciste. Ella a lavado mis pies, me ha besado y me ha ungido. Quiero que entiendas que si tu no adoras al Señor de todo tu corazón, alguien si lo va hacer; pero el Señor no se quedará sin honra y sin gloria.

Aquella mujer sabía muy bien que no era bien recibida en aquella casa, sin embargo entró en ella, Sabía que era señalada al estar allí, pero de todas formas permaneció. No se fue, no salió indignada por las ofensas de ser señalada y que se hablara mal de ella. Ella tenía algo que hacer, ella había llegado allí con un propósito y no se iba a ir sin el.

¡La fe de esta mujer es formidable! Por su fe entró donde no era bien recibida, por su fe soportó humillación, por su se postró a los pies de Jesús aunque fuera ampliamente rechazada.

3. No calificaban, no eran aptos; pero su fe los calificó.

¿Qué nos dicen estos tres personajes en la biblia? Que ninguno de los tres calificaba para un milagro, ninguno de los tres aplicaba para estar cerca de Jesús.

Pero la fe de estos tres los colocó en el ámbito de Jesús, la fe de estos tres los puso de frente a Él, la fe de estos tres llamó la atención del Señor del Universo.

Quizá tu pecado te dice que tu no calificas para la bendición, quizá la fama de un mal pasado sea una carga terrible sobre tu honor y piensas que no aplicas para presentarte delante de el Dios de toda Santidad, quizá te ves a ti mismo pequeño y sin esperanzas, pero quiero decirte que en todos esos casos, tu fe es la respuesta.

Tu fe te califica para la bendición, tu fe te presenta delante del Señor, tu fe hace llamar la atención de tu Señor.

Fue la fe de Bartimeo la que logró que Jesús le preguntara: ¿Qué quieres que haga contigo? Fue por su fe que recibió su milagro y recuperó la vista. Fue por su fe que antes andaba junto al camino y después de su encuentro con Jesús anduvo en el Camino, junto a Jesús.

Fue por la fe, y no por sus palabras sabias, sino por su fe, que Jesús dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora

Aquella mujer regresó a su casa después de haber logrado lo que anhelaba, la liberación de su hija. No fue su hija quien creyó, su hija no se arrepintió de ningún pecado; pero fue liberada del tormento de aquel demonio, solo por la fe de su mamá.

Aquella mujer cananea no aplicaba para un milagro, no calificaba para una liberación. Ese era el pan de los hijos, pero su fe la calificó. Si esas fueron las migajas, ¿te imaginas de qué tamaño es el pan preparado para ti como hijo de Dios?

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La mujer pecadora, salió de la casa del fariseo justificada. Sus pecados habían sido perdonados y ella salió con una honra restituida. Ella nunca regresó a la prostitución, sino que su vida cambió radicalmente.

Estos tres personajes buscaban un futuro diferente, esa es la fe. El pasado había sido horrible, el diablo había dejado su huella. El presente era muy infeliz, pero su fe los lanzaba para un futuro lleno de bendición. Dilo conmigo: Hoy mi fe en Cristo Jesús me lanza a un nuevo futuro, un futuro extraordinario, brillante, feliz, lleno de alegría y gloria.

Hoy por mi fe salgo de este lugar totalmente justificado, mis pecados son borrados, mi honra me es devuelta. Por mi fe, hoy yo califico para una vida de bendición al lado de Jesús.

4. Ministración

Por la fe hoy Señor te pedimos más paciencia, mas perseverancia, más templanza, más resistencia. En tu nombre Jesús.

Por la fe hoy nos humillamos delante de ti, no somos nada sin ti, no tenemos nada sin ti. ¡Ten misericordia de nosotros!

Hoy clama, grita, llora, humíllate, pero ponte delante de Él. Que tu fe llame su atención.

Hoy te pedimos que toda nuestra maldad sea quitada de nosotros, perdona nuestros pecados, y límpianos.

Hoy Jesús pronuncia las palabras: Eres perdonado, tu fe te ha salvado, tu fe te ha sanado, tu fe te ha liberado de ese demonio.

Por Rubén Álvarez- Alcance Izcalli