XII. Posición escurridiza del Gobierno Endara en "el caso Noriega"

La situación en que surgió el nuevo Gobierno panameño del Presidente Guillermo Endara y las circunstancias de todo orden dentro de las cuales actuó desde el 20 de diciembre en adelante, permiten, paso a paso, la caracterización de ese nuevo Gobierno . Y uno de los problemas más espi- nosos que inesperadamente se le presentó, desde el 24 de diciembre, fue el relativo al refugio del ex-Narcodictador Noriega en la Nunciatura Apos- tólica de Panamá . Sabemos que, finalmente, Noriega decidió entregarse a las tropas norteamericanas, y especialmente a las autoridades de la DEA (Drug Enforcement Agency), en la noche del 3 de enero, para su juzga- miento por narcotráfico y lavado de dinero en Miami y en Tampa, dos ciudades del Estado de Florida, Estados Unidos . Mas el refugio de Noriega en la sede diplomática del Vaticano en Panamá y su entrega a la DEA tuvieron, desde el primer momento y hasta esa entrega, una desconcertante incidencia sobre el Gobierno Endara. Una vez que las tropas norteamericanas rodearon la Nunciatura, dos horas después de que Noriega se refugiara en ella, la actitud del Gobierno de los Estados Unidos fue la de solicitar al Vaticano la entrega del ex- Narcodictador o que a éste se le expulsara del edificio, lo que permitiría su captura inmediata. "Las autoridades del Vaticano (reconoce La Estrella de Panamá, del 27 de diciembre) han rechazado el pedido de los Estados Unidos de expulsar al general Manuel Antonio Noriega, quien se encuen- tra en la Nunciatura Apostólica, y tratan de encontrar un país que quiera darle asilo" . El portavoz de la Embajada norteamericana en Panamá, Terrence Knebone, declaró a la prensa, en un comienzo : `Lo queremos vivo para que sea enjuiciado en los Estados Unidos . Este es un caso cri- minal. No es un caso de persecución política o religiosa". Fuera de Cuba, y una posibilidad remota en el Perú, ningún país acep- taba darle asilo a Noriega . ¿Qué medidas podían tomar, cada quien por su cuenta, o conjuntamente, el Gobierno panameño, el Gobierno norte- americano y la Nunciatura? Los Estados Unidos insistían en que Noriega fuera entregado, directa o indirectamente, pero la Nunciatura se resistía a un acto de expulsión y buscaba una solución consentida por todas las partes. El Secretario de Defensa norteamericano, señor Richard Cheney, declaró a la red de televisión ABC, que "Noriega será puesto bajo custodia de las tropas estadounidenses que rodean la zona, si decide salir del edifi

501 cio. Quizás tengan un residente a largo plazo en la embajada del Vaticano en Panamá" (La Estrella de Panamá, diciembre 27) . Por su parte, la primera declaración del Presidente Endara en torno al tópico fue muy poco categórica : "La Constitución de la República no contempla la extradición (de un panameño) hacia los Estados Unidos ni ningún país, porque prohibe la entrega de cualquier panameño ; en cual- quier eventualidad. Tiene (Noriega) que saldar sus deudas con la justicia panameña" (La Estrella de Panamá, diciembre 27) . En un despacho de la Associated Press, desde Washington, del 28 de diciembre, la Casa Blanca aseveró que la suerte de Noriega "estaba en manos del Vaticano" y su vocero, Marlin Fitzwater, aclaró que "la posi- ción norteamericana sobre Noriega sigue siendo la misma : creemos que es, como persona encausada, un criminal y no un refugiado político" (La Estrella de Panamá, diciembre 29) . Mientras tanto en Panamá, las autoridades de la Nunciatura señalaron que los Estados Unidos no tenían derecho a pedir la entrega del ex-Narco- dictador y criticaron el hostigamiento de tropas de Estados Unidos frente a la Nunciatura, así como el hecho de instalar permanentemente música rock de gran volumen, al frente del edificio, tal vez para "ablandar psico- lógicamente a Noriega" (La Estrella de Panamá, diciembre 30) . De acuerdo con el único periódico que en esos días se publicaba en Panamá, el Presidente Endara le remitió un mensaje al Papa Juan Pa- blo II, "pidiéndole que deje de respaldar a Noriega para que Estados Unidos pueda arrestarlo" (La Estrella de Panamá, diciembre 30) . Con ello el Gobierno Endara comenzaba a no tomar una decisión específica, prefiriendo la actuación de las otras partes. De modo directo, la Cruzada Civilista, grupo de empresarios pana- meños que se unieron desde 1987 para luchar contra Noriega, ya expuso, en un comunicado público, una posición razonada : "Aunque como pa- nameños hubiésemos preferido que fuese juzgado (Noriega) en nuestra patria, debemos reconocer que el país no está en condiciones de asumir los riesgos y costos que ello entraña, por lo que conceptuamos que la única alternativa razonable es la de que sea juzgado por la justicia norteameri- cana, sin perjuicio de que luego también sea juzgado por el pueblo pa- nameño" (La Estrella de Panamá, diciembre 30) . Es una muestra de los temores que abrigaban los grupos empresariales panameños, ante "el caso Noriega" y recomendaban simplistamente su entrega a los Estados Unidos, por parecerles lo mas práctico y menos comprometedor para Panamá (es decir, para esos grupos, que veían los riesgos del caso) . Una autoridad

502 panameña de la más alta jerarquía, el Procurador General de la Nación, Lic. Rogelio Cruz, formuló declaraciones públicas, a la prensa nacional y extranjera, en el sentido de que "insistiría para que la Nunciatura Apos- tólica entregue al ex-dictador panameño, Manuel Antonio Noriega, a la justicia panameña", agregando que "existen una serie de causas abiertas contra el general panameño en varias agencias del Ministerio Público" (La Estrella de Panamá, diciembre 31) . Puede apreciarse hasta este punto, que las posiciones del Presidente de la República y del Procurador General de la Nación no eran coincidentes, muestra del desconcierto reinante en las esferas gubernamentales pana- meñas, en cuanto al destino inmediato del ex-Narcodietador . También la Conferencia Episcopal Panameña opinaba en forma dubi- tativa, al considerar que Noriega había sido autor de "crímenes abomi- nables", pero que "no importa qué país lo juzgue, si Estados Unidos o Panamá" (La Estrella de Panamá, diciembre 31) . En larga conferencia de prensa que duró dos horas, celebrada el 31 de diciembre, cl Procurador General Cruz enfatizó reiteradamente que "su despacho pedirá que se entregue a Panamá al general Noriega" y que éste "será citado entre hoy o el martes, para que le sean formulados cargos relacionados con la muerte de diez de los once militares que fueron asesi- nados luego del intento de golpe militar del 3 de octubre de 1989" (La Estrella de Panamá, enero lo.) . Mientras tanto, seguían las conversaciones entre la Nunciatura y cl Comando Sur, en Panamá, con el propósito de llegar a una solución que le pusiera término al prolongado refugio del ex-Narcodictador en la sede diplomática vaticana . Y el 31 de diciembre varios helicópteros norteameri- canos aterrizaron en un campo deportivo frente a la Nunciatura y tras- cendió que el Nuncio Laboa sostuvo conversaciones, en el Colegio San Agustín (delante del campo deportivo), con el General Mare Cisneros, jefe del ejército del Comando Sur (La Estrella de Panamá, enero lo.) . Al fin, el Canciller panameño Dr. Julio Linares expuso ante periodistas nacionales y extranjeros, que "el Vaticano tiene dos opciones : proteger a Noriega, con el consiguiente "choque de opiniones" con Panamá, o en- tregarlo al Gobierno do Panamá o al de Estados Unidos para que sea enjuiciado" (La Estrella de Panamá, enero lo.) . Según se advierte, el Canciller panameño, al margen de las negociaciones directas de la Nuncia- tura con el Comando Sur, se colocaba ante un juego de opciones o posi- bilidades, lo que era muy clara evidencia de que el Gobierno panameño continuaba con su indecisión desorientada frente al problema y que, incluso

503 su Ministro de Relaciones Exteriores había venido a pasar por alto los ángulos netamente jurídicos de la situación. El día l o. de enero, al salir de un oficio religioso en una iglesia de la ciudad de Panamá, ya el Presidente Endara se afiliaba a la idea de que Noriega pasara a manos de los Estados Unidos, como se desprende de la siguiente declaración : "Lo que realmente procede, siguiendo el Derecho Internacional y la razón humana, es que el Santo Padre y el Nuncio Apos- tólico digan una vez por todas que Noriega no merece estar refugiado en la casa de Dios, que él es un criminal común y corriente de la peor especie y que debe abandonar el recinto sagrado de la residencia diplomática de la Santa Sede . Noriega debe ser entregado a las autoridades de los Estados Unidos debido a que cl sistema judicial panameño carece de seguridades. Claro que debo admitir que cuando esté afuera, él caerá en manos de los Estados Unidos, no porque el Nuncio lo dé a los Estados Unidos . Es una realidad que la Nunciatura está rodeada por los soldados norteamericanos" (La Estrella de Panamá, enero 3) .ra Al leer esa declaración del Presidente Endara, nos pareció muy extraña, en labios de un Presidente, que a la vez es graduado en Derecho, pero era lógico pensar que los Estados Unidos también insistían ante las autoridades panameñas para que no fueran obs- táculo a su decisión muy conocida de capturar a Noriega, llevarlo a Esta- dos Unidos y que fuera juzgado en Florida . Esa declaración del Presidente Endara, del l o. de enero, ya comenzaba a perfilar cuál sena la posición última del Gobierno panameño, por más que el Canciller Linares hablara de las opciones del Vaticano (entrega al Gobierno de Panamá o al Gobierno de los Estados Unidos) y por más que el Procurador General Cruz reclamara insistentemente la entrega del ex- Narcodictador a Panamá, a fin de juzgarlo por los numerosos delitos co- metidos en este último país . Para el Procurador Cruz no había obstáculo alguno, de inseguridades, de cárceles no aptas, etc ., en tanto que para Endara no había más remedio que entregarlo a Norteamérica "debido a que el sistema judicial panameño carece de seguridades" . Tal punto de vista soslayaba ostensiblemente los problemas jurídicos que suscitaba la simple entrega, voluntaria o forzada, de Noriega, a los Estados Unidos, lo que analizaremos en párrafos próximos .

12 La prensa panameña y la internacional comentaron, en estos días, que el Presi- dente Endara había expuesto la misma idea de su declaración en una carta que remitió al Papa Juan Pablo II, a través de un fax de la Nunciatura Apostólica . Así lo explica Frederick Kempe en su libro Divorcing The Dictator, págs . 40 y siguientes .

504 Debemos recordar que el martes 2 de enero "un hombre no identifi- cado, pero que se asegura no es el depuesto general Manuel Antonio Norie- ga, fue entregado por la Nunciatura Apostólica a tropas de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos que rodean la sede diplomática" (La Estrella de Panamá, enero 3) . Aunque la veracidad de la noticia, en lo que concierne a que la Nunciatura llevó a cabo la entrega, no parece muy firme, lo protuberante es que ya el 2 de enero, uno de los refugiados en la Nunciatura pasaba a manos de las tropas norteamericanas, y que un heli- cóptero de éstas llegaba al frente de la Nunciatura, en el campo deportivo, para recibir al desconocido refugiado, como lo explica la información perio- dística que comentamos . Era una especie de ensayo, de precedente, con relación a lo que iba a ocurrir al siguiente día con respecto de Noriega . Según ya sabemos, a las ocho y cuarenta minutos de la noche del 3 de enero, Noriega salió de la Nunciatura, y cruzó la avenida que pasa frente al edificio diplomático, avenida que era y es, indisputadamente, territorio panameño; se dirigió, caminando, hacia la parte trasera del Colegio San Agustín (también territorio panameño) y cerca al helicóptero que lo aguar- daba, agentes de la DEA (en territorio panameño) lo cateaban y ataban de manos ; dio Noriega los pasos finales (todavía en territorio panameño) para entrar al helicóptero norteamericano . Ya en la aeronave, por cono- cida norma internacional, Noriega estaba en territorio de los Estados Uni- dos. Pocos minutos después, el helicóptero descendió en la Base Aérea Howard. Al salir del aparato, Noriega pisó nuevamente territorio pana- meño, dado en uso a los Estados Unidos (el de la Base Aérea) y caminó por territorio panameño unos veinte pasos para abordar el avión norte- americano (territorio de los Estados Unidos), que lo llevó a Miami .

Hemos prevenido en líneas anteriores, que la entrega del ex-Narcodictador, en la forma ocurrida, soslayaba serios problemas jurídicos a los que debió hacer frente al Gobierno panameño, como soberano territorial . Ante todo, el Gobierno Endara debió formular una protesta diplomáti- ca ante la sede vaticana de Panamá, porque jurídicamente no procedía, en "el caso Noriega", protegerlo con la institución del asilo . Él no era "per- sona perseguida por motivos o delitos políticos", exigencia contenida en la Convención de Caracas (1954), sobre asilo diplomático . Nadie, ni Pana- má, ni los Estados Unidos perseguían a Noriega "por motivos o delitos políticos", base esencial y punto de partida para que operara la menciona- da institución del asilo . Varios artículos de esa Convención, a más del primero que acabamos de citar, se refieren expresamente a dicha exigencia. Esa Convención trata de que "los hechos que motivan la solicitud de

505 asilo, cualquiera que sea el caso, revistan claramente carácter político" (artículo 3o.) ; y de "razones de persecución política" (artículo 6o .) . Tex- tualmente, por definición y conceptualización muy evidentes, el asilo sólo procede "por motivos o delitos políticos" . No mediaba ninguna perse- cución política sobre la persona del ex-Narcodietador, quien había come- tido innumerables delitos comunes en Panamá (ninguno de carácter po- lítico) y quien era perseguido por las tropas norteamericanas en razón de delitos de narcotráfico y lavado de dinero, que en modo alguno tienen carácter político. Es verdad que, conforme al artículo 4o. de la Convención de Caracas, "corresponde al Estado asilante la calificación de la naturaleza del delito o de los motivos de la persecución" . Pero esta norma no faculta al Estado asilante para violar la Convención, conceptuando como persecución po- lítica lo que es un caso demasiado claro de delincuencia común . Una vez refugiado Noriega en la Nunciatura, las complejidades de la situación exigían que ésta fuera tratada con extrema cautela, aunque sin demoras improcedentes. El segundo paso, una vez precisada entre el Go- bierno panameño y la Nunciatura la condición jurídica de Noriega (de- lincuente común), consistía en tener en cuenta lo que dispone el último inciso del artículo 3o. de la Convención de Asilo Diplomático : "Las per- sonas comprendidas en el inciso anterior que de hecho penetren en un lugar adecuado para servir de asilo deberán ser invitadas a retirarse, o según el caso, entregadas al gobierno local, que no podrá juzgarlos por delitos políticos anteriores al momento de la entrega". Sin embargo, era una realidad insuperable que en esos momentos el Gobierno panameño carecía de cárceles seguras y de personal que pudiera custodiar a Noriega con garantía de su vida . Además, si Noriega abando- naba voluntaria o forzadamente la Nunciatura, lo habrían capturado de hecho las tropas norteamericanas, que rodeaban la sede vaticana. Era indis- pensable, entonces, que se tomara en cuenta este otro factor : los Estados Unidos. La República de Panamá, como estado soberano territorial era el único poder jurídico facultado para convenir con la Embajada vaticana cuál sería el destino de Noriega, máxime si se tiene en cuenta que Noriega, como lo reiteramos, había delinquido espectacularmente en territorio panameño. Ni siquiera podía el Gobierno panameño acceder a petición formal del Gobierno norteamericano, para que Noriega le fuese entregado, ya que tal entrega la prohibe el articulo 24 de la Constitución Nacional : "El Estado no podrá extraditar a sus nacionales" . Tampoco la voluntad de

506 Noriega, por sí sola, podía determinar jurídicamente su entrega a Nor- teamérica, aunque de hecho hubiera podido hacerlo, ateniéndose a las con- secuencias de tal acción libre de su parte . Una de las primeras declaraciones del Presidente Endara, reproducida en esta misma Sección, fue la de que "la Constitución de la República no contempla la extradición (de un panameño) hacia los Estados Unidos ni ningún país . . . Tiene (Noriega) que saldar sus deudas con la justicia panameña" . También el Procurador General de Panamá, Lic . Rogelio Cruz, insistió, desde un comienzo hasta la víspera de la decisión del ex- Narcodictador, en que Noriega debía ser entregado a Panamá, para que fuera juzgado por este país . No obstante lo anterior, ya en La Estrella de Panamá del 30 de di- ciembre se informaba que el Presidente Endara le había dirigido una carta al Papa Juan Pablo II, "pidiéndole que deje de respaldar a Noriega para que Estados Unidos pueda arrestarlo" . Y poco después, el l o. de enero, el Presidente Endara formulaba la insólita declaración que ya hemos repro- ducido : `Noriega debe ser entregado a las autoridades de los Estados Uni- dos debido a que el sistema judicial panameño carece de seguridades" . "Es una realidad que la Nunciatura está rodeada por los soldados norteameri- canos". No debieron ser las obsecuentes palabras, ni el criterio fácil del Presidente de un Estado soberano . El Gobierno panameño debió oponerse a que la soberanía de la República fuera pisoteada . Aunque Noriega se entregó voluntariamente, él no era quien podía determinar la posición de la República de Panamá . El Gobierno panameño tuvo a bien adoptar una actitud débil, fatalista, de renuncia a la soberanía, que es el título inherente a un Estado que se precia de serlo en todo el sentido moral y jurídico de la palabra Estado. Ello resultó a consecuencia de un factor negativo y censurable : la falta de altura de los tres gobernantes panameños de esos días, para actuar como estadistas de la República de Panamá. En verdad que los tres principales gobernantes panameños de aquellos días se enfrentaban a realidades incontrolables. El caos imperante en la República hacía excesivamente peligroso para toda la Nación que Noriega permaneciera detenido en manos de las autoridades panameñas . Pero esa terrible realidad, en conjunto con las demás circunstancias personificadas en el Nuncio y en el Comando Sur, aconsejaban sólo que se hubiera fir- mado un convenio tripartito, sobre custodia de Noriega, en cuya virtud los Estados Unidos retendrían a Noriega en lugar reservado panameño (por ejemplo, una cárcel en jurisdicción panameña y sitio seguro, mediante

507 la vigilancia bilateral adecuada), a disposición de la República de Pana- má, para concertar posteriormente un acuerdo que permitiera su juzgamiento en ambos países, conforme al Derecho de cada uno de los Estados

contratantes . La insólita situación jurídica de Noriega exigía una solución jurídica de nuevo cuño, pactada por los tres Estados concernidos, con un mínimo respeto para la soberanía de cada una de las partes . Un Belisario Porras, un Narciso Garay, un Harmodio Arias, un Ricardo J . Alfaro, go- bernantes de la primera generación panameña del siglo xx, no habrían renunciado con su silencio a la soberanía panameña, sin perjuicio de alcan- zar un acuerdo legítimo con los Estados Unidos sobre el particular . O ha- brían preferido, en última instancia, que éstos dieran una solución de hecho, por la fuerza, censurada por Panamá. Como si la entrega inducida o voluntaria de Noriega a las autoridades norteamericanas hubiera sido la solución de una fruslería, una vez consu- mada dicha entrega, el Presidente Endara, en entrevista que concedió al periódico Expreso, de Lima, Perú, la enjuició del modo siguiente : "Es un gran alivio para Panamá . El pueblo ve en Noriega el monstruo que estuvo al frente de la Dictadura militar en estos últimos años . El pueblo sabia que Panamá no está en capacidad para dar una cárcel segura a Noriega ni para darle un juicio que como cualquier ser humano se merece, por muy malo, monstruo y criminal que haya sido" (entrevista reproducida por El Panamá América, enero 12) . A su turno, el Primer Vicepresidente de la República y Ministro de Gobierno y justicia, Dr. Ricardo Arias Calderón, opinó en la forma que sigue : "Para Panamá resultó mucho mejor esa decisión, porque ya libera- dos por completo de Noriega, podemos ocuparnos de la reconstrucción del país y reconciliarnos unos con los otros" (El Panamá América, enero 5) . En fiero contraste con la renuncia a la soberanía que estuvo en el fondo de la pasividad cómplice del Gobierno panameño, la arrogancia conquis- tadora del General Marc Cisneros, jefe de ejército del Comando Sur ubicado en Panamá, formuló esta declaración anonadante : "No íbamos a permitir que Noriega saliera de Panamá, a través del auxilio de un ter- cer país" (La Estrella de Panamá, enero 5) . Se impuso así, la ley del con- quistador, frente a la pasividad humillada del Gobierno panameño . Pareció un sarcasmo que, cinco meses después de que el Gobierno Endara hubiera inclinado la cabeza ante Washington y escurrido el bulto ante "el caso Noriega", el Procurador General panameño, Lic . Rogelio Cruz, hubiera declarado que solicitaría "la extradición de Noriega para juzgarlo en Panamá", y todavía en el mes de julio declaraba ese funcio

508 nario que "si el depuesto dictador escapara a la justicia norteamericana, no lo haría a la justicia panameña . Por razones técnico-jurídicas sería difícil adelantar un proceso semejante, en tanto que Noriega está siendo encausado actualmente por supuestos delitos relacionados con el tráfico de drogas en una Corte de Miami, fuera de la jurisdicción panameña" (La Prensa, julio 10) . Sin duda que el Procurador General Cruz no decidía la política internacional panameña, sino el órgano Ejecutivo (Presidente y Ministro de Relaciones Exteriores) . Pero legalmente, nada se oponía a que Noriega fuera enjuiciado en Panamá, y citado como reo ausente, pues en algunos casos de expedientes instruidos a partir de enero de 1990, se le ha tenido como sindicado o sujeto a investigación y trámite consiguiente, cosa ocurrida en el expediente relativo a los fusilados del 4 de octubre de 1989 .

XIII. Reacción internacional ante la invasión y frente al nuevo Gobierno panameño

Ha sido indispensable que esta Octava Parte la hubiéramos dedicado a la invasión y ocupación norteamericanas y a los hechos y situaciones que se dieron en Panamá, como cadena generada por la invasión, durante los días siguientes a la misma . La última de las situaciones aludidas ha sido la concerniente a las reacciones internacionales suscitadas por la inter- vención militar de los Estados Unidos y por el surgimiento del nuevo Gobierno panameño, de lo que nos ocupamos en este rubro. Tanto el Gobierno Reagan como el Gobierno Bush tuvieron siempre en mente la preocupación por las reacciones adversas que, sobre todo en América Latina, produciría una intervención militar norteamericana en Pa- namá . En todo el año de 1989, los distintos representantes que hablaron a nombre de los Estados Unidos en las sesiones de la OEA relacionadas con el caso de Noriega, plantearon la necesidad de una solución colectiva de ese organismo, en lo que iba implícita la prevención de que si no se alcanzaban medidas de ese organismo internacional, tal omisión llevaría a situaciones unilterales . La expresión constante del Presidente Bush en cuanto a la decepción que le causaban los acontecimientos fallidos en Pa- namá y las resoluciones evasivas de la OEA, indicaban en el fondo que el Presidente se encontraba dispuesto a extremar su espera y búsqueda de decisiones colectivas . Pero a la vez, dibujaban la perspectiva de que, a pesar de cualesquiera reacciones, llegaría el momento de la inevitabilidad de las actuaciones unilaterales norteamericanas . Ambos Presidentes norte-

509 americanos se habían percatado de que las sanciones económicas estadouni- denses decretadas contra el Gobierno y el pueblo panameño habían per- mitido la dudosa maniobra seudonacionalista de Noriega, que así esquivaba las acusaciones personales en su contra, abroquelándose en la propaganda desviada sobre el imperialismo yanki . Ante esas sanciones económicas, la Narcodictadura alegó, en un co- mienzo, que se trataba de una agresión norteamericana contra Panamá, y después dio en denunciar, desde mediados de 1989, que era inminente la invasión armada que consumarían los Estados Unidos . A tal punto la propaganda norieguista acusaba internamente de complicidad en esa "in- minente" invasión a sus opositores políticos panameños, que los candidatos electos el 7 de mayo varias veces declararon que ellos no estaban de acuerdo con una intervención norteamericana . De otro lado, la hipócrita apelación de la OEA, a todo lo largo del año de 1989, en sus resoluciones sobre Panamá, a la salvaguarda del prin- cipio de no intervención, estaba dirigida a presionar a las Estados Unidos, no sólo públicamente, actuando la OEA en el papel de organismo defen- sor de tal principio, sino también a presionar a Norteamérica en sus relaciones bilaterales con la mayor parte de los países latinoamericanos . En las condiciones descritas, había que dar por descontado que la invasión militar del 20 de diciembre desencadenaría una ola mundial de conocidas protestas, emanada de personas y entidades privadas, así como una serie de pronunciamientos oficiales de muchos países, contra la acción de guerra estadounidense. Y por consecuencia inevitable, el Gobierno En- dara quedaría aprisionado y desconocido por tan indignadas protestas, nuevo Gobierno panameño del cual la propia revista norteamericana Time, edición del l o. de enero de 1990, expresó : "El Gobierno panameño que Estados Unidos instaló puede ser considerado como títere de Norteaméri- ca" (pág. 21) . Así es como la prensa norteamericana enjuicia los fenó- menos políticos latinoamericanos : con lugares comunes y enfoques super- ficiales y parcializados. Que el nuevo gobierno "fue instalado por los Estados Unidos" y que por ello era un "gobierno títere" pretendía desco- nocer el hecho cierto de que el pueblo panameño lo eligió abrumadoram Timeente,adolecía por lo cual el endoso de calificativos de la revista de parcialidad y se resentía de carencia de análisis objetivo . La protesta contra el acto de guerra imperialista se presentaba como una clásica moneda : con dos caras, porque si se le condenaba como una intervención flagrante, por un lado, por el otro resultaba muy difícil evitar

5 1 0 cl pronunciamiento correspondiente sobre el nuevo Gobierno panameño . Diversas razones determinaron el grado y medida de tales condenas . Empero, el Gobierno venezolano, dirigido por la clarividencia de su Presidente Carlos Andrés Pérez, señaló un nuevo derrotero, apartándose de los lugares comunes, tan usuales en la escasa originalidad del tradicio- nal anti-imperialismo . Recién iniciada la invasión, la Cancillería de Cara- cas emitió un breve y categórico señalamiento, del que reproducimos los dos párrafos siguientes : "El Gobierno Nacional, al reiterar su tradicional y firme posición con- tra la intervención unilateral que reaviva una etapa que se consideraba superada en las relaciones interamericanas, tiene que expresar igualmente su repudio a la intolerable situación creada por la pretensión del gober- nante de facto panameño de erigir una nueva dictadura en América Lati- na, y reconocer de la misma manera la falta de respuesta efectiva y firme de nuestros países para enfrentar la flagrante violación de los derechos humanos y de las normas constitucionales por el dictador panameño que atropelló todos los derechos de su pueblo" . "Al propio tiempo se lamenta que el apego al concepto tradicional de la no intervención, anterior a la existencia de organismos supranacionales y de acuerdos o pactos que comprometen la conducta de los gobiernos entre los países que los suscriben, haya dado lugar a la intervención que hoy se debe condenar y rechazar" . Venezuela condenó firmemente la invasión norteamericana, pero al mismo tiempo, "la falta de respuesta efectiva y firme de nuestros países para enfrentar la flagrante violación de los derechos humanos y de las normas constitucionales", e igualmente el "concepto tradicional de la no intervención", señalándolo como causa de "la intervención que hoy se debe condenar y rechazar" . Sin mencionarla, se estaba condenando a la OEA."

1,7 A mediados de febrero, el propio Carlos Andrés Pérez, al intervenir en la insta- lación del Simposio sobre la Consolidación de la Democracia en América Latina (14 de febrero de 1990), expuso con rotundidad y vigor su pensamiento : "Desde la Guerra de las Malvinas hasta los recientes acontecimientos en Panamá, antes y después de la intervención de los Estados Unidos, la Organización de los Estados Americanos ha demostrado una inoperancia e irrelevancia absoluta y no precisamente porque su Carta Constitutiva no prevee los mecanismos de los Estados miembros" . "Es- tamos en el momento histórico propicio para las definiciones políticas que ayuden a renovar el Sistema Interamericano . Esta nueva visión debe evidentemente basarse en la defensa y consolidación de la democracia en todos y cada uno de nuestros países, como objetivo fundamental del Sistema" . "Debemos acordarnos en la doctrina según la cual todo país donde no se respete la

5 1 1 En las antípodas se colocó el Perú . A causa de la tradición antiimperia- lista en que Haya de la Torre educó a varias generaciones del aprismo peruano, el Presidente Alan García, inteligente hijo de un antiguo aprista, formuló una recia declaración condenatoria de la intervención estadouni- dense y retiró su embajador de Washington . La tirantez de la situación llevó al embajador del Perú en Panamá, Dr. Mario Castro Arenas, a presentar renuncia de su cargo, fundado en que `las autoridades peruanas dijeron que no iban a reconocer el gobierno de Endara, porque era "un gobierno impuesto por las armas" y en que "el Canciller del Perú calificó al Presidente de Panamá como judas de América" (El Panamá América, enero 9) . Luego el Gobierno panameño expulsó al Encargado de Negocios Luis Sandigas, quien había reemplazado al Embajador Castro Arenas (La Prensa, enero l) . El Canciller peruano Guillermo Larco, en un programa televisivo del 21 de enero, ensayó cierta rectificación de su improperio, al expresar diplomáticamente : "Admito que se produjo un exceso" (La Es- trella de Panamá, enero 23) . Más que un exceso, fue un grave, improce- dente e injustificado irrespeto . México, Brasil, Bolivia, Colombia y Ecuador, no sólo formularon la esperada condena por la invasión, sino que al mismo tiempo, algunos de ellos anunciaron, como había sido tradicional en el sistema latinoameri- cano, el llamado de sus embajadores para consultas, en gesto de rechazo coyuntural al nuevo Gobierno panameño, y los demás reiteraron que ya desde 1988 no contaban con la presencia de su representación diplomática en Panamá y que sólo mantenían relaciones consulares . La cancillería de Bogotá fue criticada por seguir la línea que adoptó el Presidente de la OEA, julio Londoño Paredes, y que, al producirse la invasión mantuvo el retiro de su embajador Jaime Hernández López : "La propia cancillería colombiana de hecho sigue registrando como Presidente de Panamá (expresó el intelectual Germán Arciniegas) a un narcotrafi- cante que está en cárcel de Estados Unidos y al borde de un fallo que puede tenerlo detrás de las rejas por el resto de su vida . El Presidente electo con papelitos no cuenta" (Solidaridad Latinoamericana, El Tiempo, febrero lo.) . legalidad democrática queda automáticamente fuera de la comunidad latinoamericana" (El Panamá América, abril l o. de 1990) . Días después, el canciller venezolano Reinaldo Figueredo Planchart anunció desde las Naciones Unidas el franco propósito de Venezuela de reconocer formalmente al Gobierno de Endara, aclarando que la Embajada venezolana en Panamá no había de- jado de funcionar (El Siglo, febrero 23 ; La Estrella de Panamá, febrero 23) .

5 1 2 Los países de Centroamérica, a causa de la crisis de violencia o de inestabilidad política tan permanente en ellos, no se agregaron a este coro y se mantuvieron observando cautelosamente los acontecimientos pana- meños. Es bien conocido en América Latina que, al paso de los meses, debido a la necesidad insoslayable de relaciones normales entre los paí- ses, los embajadores regresan y el pasado inmediato se archiva . La Comunidad Europea reaccionó en forma distinta, debido a su acti- tud sensata de no interrumpir relaciones que luego deben restablecerse . Lo, que no significa que estuvieran esos países de acuerdo con la invasión norteamericana. Su órgano competente, el Parlamento Europeo, en extensa resolución del 18 de enero de 1990, se manifestó en "profundo desacuerdo con la invasión militar de los Estados Unidos en Panamá", y "demandó el retiro inmediato de las tropas de ocupación", condenando también las medidas de cerco de embajadas latinoamericanas que pusieron en efecto las tropas del Comando Sur. Finalmente, instó al nuevo Gobierno pana- meño a estructurar una administración cónsona con las libertades y dere- chos del pueblo panameño . En su oportunidad, hasta Suecia, Noruega y Austria también conde- naron la invasión norteamericana . No obstante estas matizadas reacciones iniciales de numerosos países del mundo en su mayoría desfavorables al Gobierno Endara, las canci- llerías latinoamericanas, desde mediados de marzo renovaron un movimien- to pendular de vieja data, hacia la normalización de relaciones con Pa- namá. Argentina y Paraguay coincidieron en un reconocimiento muy próximo del Gobierno Endara . Buenos Aires, por aplicación de la Doc- trina Estrada, señaló como su nuevo Embajador al Dr. Juan Bautista Yofre, y en Asunción el canciller Luis María Argala comunicó a la representación panameña la designación de un embajador (La Estrella de Panamá, mar- zo 22) . Ecuador decidió enviar nuevamente a Panamá a su embajador Pío Osvaldo Cueva, según comunicado de su cancillería, en el que destaca el cumplimiento de sus obligaciones internacionales por parte del Gobierno Endara (El Panamá-América, marzo 20) . El gobierno colombiano con- sideró inminente el regreso de su embajador Jaime Hernández López a Panamá, con el fin de restablecer plenamente las relaciones entre los dos países (La Estrella de Panamá, marzo 3) . Y el canciller uruguayo, el in- ternacionalista Héctor Gros Espiel, aclaró que su gobierno nunca había interrumpido relaciones con Panamá y que el regreso a este último país de su embajador Gastón Sciarra "en modo alguno puede interpretarse

5 1 3 como una legitimación de la invasión militar a Panamá" (La Estrella de Panamá, abril 25) . También debemos indicar que simultáneamente a los reconocimientos anotados, la V Asamblea Extraordinaria del Parlamento Latinoamericano, reunida en La Paz, Bolivia, renovó la condena tradicionalista contra los Estados Unidos "al invadir a Panamá y usar la fuerza de las armas para imponer su criterio, violando las cartas de las Naciones Unidas, de la OEA y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíprico (TIAR)" . Agregó la resolución que se instaba a "los poderes ejecutivos del continente para que exijan a los Estados Unidos la retirada inmediata de sus tropas del terri- torio panameño y el pago de indemnización" (La Prensa, marzo 21 ) . La Iglesia católica de Panamá, que tan beligerante y atinada posición asumió en todos los instantes cruciales de la tragedia panameña, dio cabida, en su órgano de prensa Panorama Católico (No. 187, de 25 de marzo), a un editorial, en el que se acusa al Parlamento Latinoamericano de que "parece ignorar, en su ceguera anti-imperialista, la realidad del pueblo panameño, que fue sometido por sus propios militares y vio burlada su autodeterminación, cuando se desconoció su voluntad popular expresada en las urnas el 7 de mayo de 1989 . "Los gobiernos representados en el Parlamento Latinoamericano, quién sabe por qué razones, se fueron olvidando del sufrimiento de los panameños, convirtiéndose así en cómplices, por omisión, del dictador Noriega y res- ponsables, también por omisión, de la intervención armada norteameri- cana, la cual los panameños hemos tenido que aceptar como una especie de solución redentora" (véase también La Estrella de Panamá, marzo 26) . Cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos envió un grupo de observación a Panamá, en el mes de julio de 1990, un miembro de la Comisión, Mareo Tulio Celi, venezolano, resucitó inexplicable y retroactivamente las acusaciones contra los panameños, en nuestro propio país, al manifestar que "como latinoamericano hubiese preferido que los panameños hubiesen resuelto sus propios problemas y no mediante una in- vasión", agregando que "nosotros no podemos permitir que ciertos prin- cipios fundamentales como la soberanía y la no intervención se violen, y la solución a los problemas internos, lograda a través de las fuerzas exter- nas, no siempre es lo mejor" (La Prensa, julio 10) . De regreso a su país, este personaje continuó con sus gratuitos improperios, al declarar, según despacho de EFE, que "seguir llamando proceso de liberación a la inva- sión efectuada a Panamá por Estados Unidos a finales de 1989 es falso

5 1 4 y ofensivo", y que "la fórmula de la invasión fue la peor que pudo con- cebirse" (La Prensa, julio 28) . Celi no hacía más que rabiar con los gastados argumentos de la OEA, un año atrás, cuando este organismo, a título de no intervención, le abrió el camino a la Narcodictadura para que montara el Gobierno Provisional, como careta de Noriega, lo que en el fondo significaba que la OEA jugó al cómplice del ex-Narcodictador . No entendió Celi cómo hacía gala de su ignorancia supina con respecto al problema de fondo de la crisis pana- meña. Por ello, al día siguiente de las declaraciones de Celi en Panamá, el diario La Prensa, en su columna editorial, refutó las denigrantes aprecia- ciones de este "comisionado de los Derechos Humanos", señalando que la invasión, como "ausencia de alternativa fue producto de la pusilanimidad, la incapacidad y hasta la complicidad de muchos de los representantes de los países miembros de la OEA, que prefirieron ignorar la tragedia que sufría Panamá para no asumir las responsabilidades políticas que les co- rrespondían". El prestigioso intelectual panameño Diógenes de la Rosa, que encabezó la lucha del grupo de exiliados en Caracas, contra la Narcodictadura, también le salió al paso a los "comisionados" de la OEA, ya que "su re- greso al país a darnos consejos y administrar homilías, resulta simplemente un ejercicio inocuo", porque "Panamá jamás pidió a Estados Unidos la intervención militar, sino la ayuda colectiva de los países latinoamericanos, y que ante esa solicitud, la OEA salió en fuga y con pusilanimidad, do- blez y fariseísmo nos cerró las puertas" (La Prensa, julio 13) . Ningún panameños consciente ha hecho la defensa de la invasión y de la ocupación norteamericanas, pero tampoco dejamos pasar inadver- tida su condena superficial, obsoleta y sin análisis, a causa de la comple- jidad y profundidad de la crisis panameña, que muchos ignoran . Transcurridas las semanas y algunos meses, la mayor parte de los Go- biernos latinoamericanos normalizaron sus relaciones con el nuevo Gobier no panameño, como era inaveitable ; pero en algunos casos, sobre todo a propósito de los problemas suscitados por ciertos secuaces de la Narcodictadura que se asilaron en varias embajadas, se produjeron conflictos diplo- máticos y manifestaciones públicas panameñas, que ya pertenecen a la Novena y última Parte de este libro.

5 15 NOVENA PARTE EL LEGADO DE LA NARCODICTADURA Y DE LA INVASION : EL NUEVO GOBIERNO I. Los presagios naturales

En varias Secciones de la Octava Parte de esta obra, principalmente en las tituladas Formación del Gobierno Endara (IX) y Posición escurridiza del Gobierno Endara en "el caso Noriega" (XIII), hemos señalado un con- junto de actuaciones iniciales del Gobierno Endara, que venían a ser claros presagios de lo que políticamente iba a suceder en Panamá, al menos durante el primer año del nuevo Gobierno . La crisis general panameña, la tragedia colectiva nacional que hemos vivido en los últimos años, el drama estremecedor que nos ha acompañado por tanto tiempo, tanta represión, tanta tortura, tanta corrupción, tanta aniquilación económica por parte de Norteamérica, tanta muerte injusta, no pueden ni deben haber ocurrido en vano. Cualesquiera que hubieren sido los gobernantes panameños, encargados de la cosa pública al día si- guiente de la invasión, y mucho más los que estaban legitimados por el voto popular esperanzado, debieron comprender que era indispensable co- locar como objetivo esencial de su acción gubernativa los intereses nacio- nales, la búsqueda sincera y honesta de los mejores remedios colectivos para el desastre nacional, para esa Caja de Pandora de la Narcodictadura en que se habían agigantado los graves problemas del país . No cabía otro pensamiento, ni cabía otra actitud, de parte de quienes asumieron el ejer- cicio del poder político, a partir del último tercio del mes de diciembre de 1989. El pueblo panameño merecía y esperaba, merece y espera, con gran intuición política desde el 7 de mayo de 1989, fecha en que repudió abrumadoramente a la Narcodictadura norieguista, que el nuevo Gobierno elec-

to en aquel día memorable fuera y sea una agencia infatigable para la

519 mejor solución factible de los problemas nacionales; merecía y esperaba, merece y espera, que la designación de los funcionarios públicos recayera y recaiga en los mejores, en los más aptos, en los más honestos, para que la burocracia no viniera a convertirse en el botín de unos cuantos partidos políticos o de ciertos personajes ; ni festín o reparto de puestos, ni punta de lanza dirigida al control de influencia personalistas, a los efectos de las próximas elecciones nacionales señaladas para 1994 . Empero, los actos primerizos del Gobierno lindara, con muy escasas excepciones, la designación de altos y medianos funcionarios y la conduc- ción de la política exterior panameña, en los días iniciales de ese Gobierno, se cargaron de negros presagios que anunciaban, amarga y dolorosamente, el camino de graves yerros y de apostasías de lesa Patria, que desgastarían a los gobernantes que dijeron ejercer el poder, como mandatarios del voto popular. Pero no adelantemos apreciaciones globales, ante los aconteci- mientos, los cuales el lector debe conocer paso a paso, a medida que se sucedieron, para que llegue también a sus propias conclusiones .

II. "Estatuto de Retorno inmediato a la Plenitud del orden Constitucional'

Aunque desde los primeros días del Gobierno Endara fueron surgiendo situaciones que bien pudiéramos revisar con prioridad temporal, nos pare- ce preferible que abordemos de inmediato el tema enunciado, ya que el "Estatuto" vino a ser la plataforma de Derecho en la que el nuevo régimen pretendió enmarcar esencialmente su funcionamiento general . Un buen día, sin que nadie, dentro o fuera del Gobierno, hubiera hablado públicamente de ello, el diario La Estrella de Panamá, del 9 de enero, insertó en su primera plana un denominado "Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del Orden Constitucional", que suscribían el Pre- sidente Endara y los Vicepresidentes Arias C . y Ford. Tenía fecha 21 de diciembre ; estaba provisto de "considerandos" y once artículos dispositi- vos. Es muy extraño que si ese documento se hubiera firmado el 21 de diciembre, su conocimiento sólo se hiciera posible el 9 de enero . Ya para esta última fecha, los diarios La Prensa, El Panamá América, Crítica Li- bre y El Siglo, a más de La Estrella de Panamá, venían apareciendo (los primeros, desde el 5 de enero, y La Estrella a partir del 27 de diciembre), y se ignora por qué esos diarios no tuvieron conocimiento de tal "Esta- tuto', sino del 9 de enero en adelante. El Panamá América lo publicó

5 20 el 10 de enero . Es bien conocida la práctica de ponerles a los documentos oficiales una fecha anterior al día en que verdaderamente se han firmado, con diversos propósitos, casi siempre nada confesables . El preámbulo introductorio del "Estatuto" es desconcertante y utiliza un encabezamiento propio de las monarquías, totalmente desacostumbrado en Panamá : "Nosotros, Guillermo Endara Galimany, Ricardo Arias Cal- dera y Boyd, Presidente, Primer Vicepresidente y Segundo Vicepresidente de la República de Panamá, respectivamente, cargos para los cuales fuimos elegidos por la Nación panameña el día 7 de mayo de 1989, luego de tomar posesión el día 20 de diciembre de 1989, según lo autoriza el artículo 177 de la Constitución Nacional" . En las repúblicas, se expre- sa la denominación de los cargos que desempeñan los funcionarios públicos, al comienzo de los documentos oficiales, y sus nombres y firmas se co- locan al final de los mismos. ¿Por qué hubo de abandonarse esta práctica jurídica? No lo sabemos . Además, siempre aseveraron los ungidos que habían tomado posesión de sus cargos horas antes de la invasión (ésta se inició a las 12 :45 del 20 de diciembre), mas el preámbulo reproducido afirma que lo hicieron el 20 de diciembre, es decir, después de iniciada la invasión o simultánea- mente al comienzo de la misma . No obstante lo expresado en el preámbulo, el primer "considerando" del "Estatuto" regresa a la primitiva versión : "Que a escasas horas de, tomar posesión de nuestros cargos supimos que era inminente e inevitable que se produjera una acción militar de los Esta- das Unidos de América en el territorio de la República de Panamá" . Cabe preguntar : ¿la posesión ocurrió el 20 de diciembre, como se indica en el preámbulo del "Estatuto", o fue escasas horas antes de la "inminente" invasión, o sea el 19 de diciembre en horas de la noche? El "Estatuto" suministra las dos versiones dispares, y creemos que en esta materia debe prevalecer la verdad real, inclusive en lo que algunos reputarán como "de- talles intrascendentes", porque la verdad histórica no tiene por qué ser dubitativa, o contradictoria. Ya hemos manifestado nuestra duda de que el "Estatuto" se hubiera firmado "el 21 de diciembre de 1989", fecha de su texto, porque fue publicado, pese a su importancia, el 9 de enero de 1990 . Lo del momento de la toma de posesión, tampoco es un "detalle intras- cendente" . Las cosas apresuradas y las cosas falsas son, casi siempre, sus- ceptibles de engendrar esta clase de errores o contradicciones . La invasión norteamericana y los días y meses subsiguientes a la misma fueron acompañados de una verdadera situación extraordinaria, de emer- gencia nacional, de caos, de anarquía, de traumas enormes en el acontecer

52 1 panameño. ¿Era lo aconsejable y racional promulgar el "Estatuto" que se dice firmado el 21 de diciembre, o era más acertado establecer un régimen jurídico diferente? Comencemos por calibrar el contenido jurídico del "Estatuto", en sus disposiciones fundamentales . "Artículo Primero . A partir de la fecha y con la salvedad de las atri- buciones que ejerce por sí solo el Presidente de la República, todo el poder público será ejercido por el Presidente, el Primer Vicepresidente y el Se- gundo Vicepresidente de la República de Panamá, quienes actuarán por unanimidad y con sujeción a lo que prescribe el artículo 17 de la Consti- tución Nacional" . Muy extraña fórmula de un triunvirato inocuo, que jamás se dio como expresión de orden jurídico . Su propia "unanimidad" y su irreal posibi- lidad de funcionar totalitariamente ("todo el poder público") lo destru- yeron al nacer, porque las funciones ejecutivas constitucionales ordinarias (las únicas que competen al órgano Ejecutivo), las efectúa el Presidente con el Ministro del Ramo, y porque las funciones legislativas (también forman parte del poder público) fueron adscritas al Consejo de Gabinete, en el artículo tercero del "Estatuto" . Ese "triunvirato" era muy ajeno a la tradición gubernativa y al Derecho Constitucional panameño y quien o quienes lo concibieron estaban al margen de esa tradición y de nuestro Derecho . El "triunvirato" no funcionó jamás, como mecanismo ejecutivo estatal, pero se encuentra en el "Estatuto" como una rara muestra de desorientación jurídica, por decir lo menos . El Dr. Carlos Iván Zúñiga, político y profesor de Derecho en la Uni- versidad de Panamá, censuró la invención jurídica comentada, expresando que "el Estatuto, al exigir la unanimidad de los ilustres mandatarios crea un indebido veto al ejercicio de las atribuciones del Sr . Presidente (El Siglo, enero 23) . La rimbombante denominación que se dio al "Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del Orden Constitucional" no tenía nada que ver con su contenido normativo, cuatro de cuyos once artículos (ya enjuicia- mos el primero) se dedicaron a establecer la forma que revestiría el cómpu- to de votos electorales para la Asamblea Legislativa y para los Consejos Municipales, cómputo que había sido eliminado por el Decreto de Anula- ción total de las elecciones de 1989, proferido el 10 de mayo, por órdenes de la Narcodictadura . Y sin mayor disimulo, el "Estatuto" preceptuó que el órgano judicial de la Narcodictadura (los Magistrados de la Corte Suprema, el Procura-

5 22 dor General de la Nación y el Procurador de la Administración) lo mismo que el Contralor y el Sub-contralor General de la República del régimen depuesto, fueran reemplazados por designación del nuevo Consejo de Ga- binete. La verdad era que los Ministros de Estado, los Magistrados de la Corte Suprema, los Procuradores y el Contralor General de la República designados en la época de la aplastada Narcodictadura, serían sustituidos por un nuevo equipo de Gobierno, al margen de la constitucionalidad del antiguo régimen, no por razones jurídicas, sino por motivaciones políticas e históricas. El aplastamiento militar de la Narcodictadura se había llevado de calle a todos los altos funcionarios de ese antiguo régimen . Un edificio de la Corte Suprema incendiado no podía albergar a nadie ; ni los Ministerios saqueados e inutilizados tampoco podían propiciar el desempeño de los anteriores Ministros, ni de los Directores de entidades autónomas. Esa alta burocracia se había quedado de hecho, a consecuencia de la invasión, sin sus cargos oficiales. Además, tampoco podía funcionar el nuevo Gobierno con los Magistrados de la Corte, con los Procuradores, con el Contralor que ocupaban sus puestos el 19 de diciembre, porque habrían actuado como simples saboteadores del nuevo orden gubernamental . Tales eran las motivaciones históricas y políticas a las que obedecía una nueva designa- ción general, para tales cargos. En vez de entender que la emergencia na- cional había dado al traste con ese ancien régime, los nuevos gobernantes, el "triunvirato" pasó a exigir verbalmente "renuncias", para producir innecesarias "vacantes" y, lo que es peor, a redactar fórmulas "jurídicas", para el "retorno inmediato a la plenitud del orden constitucional", cuando era imposible, física y jurídicamente, cumplir con el orden constitucional que existía en esa coyuntura . Regresemos al texto del "Estatuto" . Si ya la Constitución establece (artículo 178) que el Presidente nombra por sí solo los Ministros de Esta- do, no había ninguna necesidad de la siguiente norma : "Artículo Segundo. En uso de las facultades que le otorga el inciso lo . del artículo 178 de la Constitución Nacional, el Presidente de la Repú- blica nombrará todos los Ministros de Estado, quienes, desde ese momento, ejercerán todas las funciones inherentes al cargo" . En un "Estatuto" de "retorno inmediato a la plenitud del orden cons- titucional", no se requiere trasladar disposiciones de la Constitución . Ello es algo fútil . Leamos otras dos normas del "Estatuto" .

523 "Artículo Quinto. Dentro de los primeros quince días del mes de enero de 1990, el Consejo de Gabinete nombrará a los nueve Magistrados de la Corte Suprema de justicia, así como al Procurador General de la Nación y al Procurador de la Administración, con sujeción a las normas perti- nentes de la Constitución Nacional . Los funcionarios así nombrados en- trarán en el ejercicio de sus funciones una vez tomen posesión de sus cargos". "Artículo Sexto . El Consejo de Gabinete designará, interinamente, al Contralor General de la República y al Subcontralor Los referidos funcio- narios cesarán en el ejercicio de sus funciones en la fecha en que la Asam- blea Legislativa haga nuevos nombramientos con arreglo a lo prescrito en el inciso 5o. del artículo 155 de la Constitución Nacional" . Aunque los dos artículos reproducidos hacen referencia directa a la Constitución Nacional, dando a entender que seguían sus pautas, lo cierto fue que la hicieron a un lado . Un nombramiento de magistrado de la Corte Suprema de justicia, cumplido constitucionalmente, debe hacerse "median- te acuerdo del Consejo de Gabinete, con sujeción, a. la aprobación del Órgano Legislativo" (artículo 200 constitucional) ) . El "Estatuto" expresa que los nuevos Magistrados "entrarán en el ejercicio de sus funciones una vez tomen posesión de sus cargos", lo que fue necesario para eliminar, al menos temporalmente, la exigencia constitucional de previa aprobación le- gislativa . Es verdad que en aquellos momentos el órgano Legislativo esta- ba conformado por la Asamblea de Representantes de Corregimientos y por una Comisión de Legislación creada tres meses atrás pero nunca de- signada por la Narcodictadura ; y no menos cierto es que esa Asamblea de Corregimientos había sido barrida por la invasión norteamericana . Pero no censuramos el hecho de que los nuevos nombramientos de magistra- dos no tendrían ninguna aprobación legislativa, antes de que se ejercieran tales cargos, porque ese requisito era de imposible cumplimiento . Lo que anotamos es que no podía haber ningún "retorno inmediato a la plenitud del orden constitucional", y que debió ser otra la solución jurídica de ne- cesaria adopción por los nuevos gobernantes . Ante la crítica de algunos abogados, sobre las condiciones en que esta- ban despachando los nuevos magistrados de la Corte Suprema de justicia, el Presidente de ésta, Lic . Carlos Lucas López, se sintió constreñido a sostener que conforme al artículo 18 del Código judicial "el nombramiento y posterior ejercicio hacen presumir de derecho la posesión, tanto para el solo efecto de estimar válidos los actos efectuados por estos funcionarios, como para exigirles la responsabilidad a que haya lugar por la ejecución

5 24 de estos actos" . No se trataba de un problema de posesión del cargo, que la hubo, sino de la ausencia del requisito de la aprobación legislativa, por lo cual la explicación del Presidente de la Corte resultaba írrita . Pero a esta clase de intríngulis jurídico daba lugar un "Estatuto" poco previsor . Lo mismo sucedió con el nombramiento "interino" del Contralor Ge- neral y del Subcontralor, porque el Consejo de Gabinete carecía de facultad constitucional para designar a dichos funcionarios . Una razón más para que no se pretendiera un "retorno imposible" al orden constitucional . También era inevitable adoptar alguna medida con respecto a la nece- sidad urgente de aprobar decisiones de carácter legislativo, es decir, dictar y reformar leyes, y para ello el "Estatuto" adoptó el siguiente : "Artículo Cuarto. El Consejo de Gabinete ejercerá la función legisla- tiva mediante la expedición de Decretos de Gabinete, que deberán ser acor- dados por unanimidad y la administrativa por medio de Resoluciones de Gabinete, que también serán aprobados por unanimidad" . En esta misma Sección ya hemos suministrado el detalle relativo a que cl "Estatuto" se integraba con once artículos, y a algunos de ellos les hemos dedicado un comentario. En la medida indispensable nos referiremos pos teriormente. Sólo hemos a intentadootras normas del mismo documento demostrar que el "Estatuto" cayó en el terreno insostenible y contradictorio de pretender la salvaguarda de la Constitución, por una parte, al par que no le quedaba más recurso, por otra, que ponerla a un lado . Esa dualidad fue producto del "amateurismo" con que se hizo frente al problema jurí- dico-institucional de la República, cuando se produjo, por efectos de la invasión norteamericana, el aplastamiento de la Narcodictadura y el ascen- so al poder de los nuevos gobernantes . No se aprovechó la conocida experiencia política latinoamericana rela- tiva al desplome de las dictaduras militares. No se comprendió que la liquidación militar de las Fuerzas de Defensa había traído, ipso facto, el cese total del Gobierno civil de la Narcodictadura . No se comprendió que las nuevas funciones gubernamentales se darían en una clásica situación de emergencia nacional, y que resultaba imposible que el nuevo Gobierno pu- diera iniciar y continuar sus actuaciones con apego formal a la Constitu- ción . No se comprendió que todos los problemas nacionales le saldrían al paso, magnificados, al nuevo Gobierno. No se comprendió que el Fisco estaba en absoluta bancarrota y que la economía nacional se encontraba destrozada . No se entendió que el nuevo Gobierno debió señalar un período transitorio (le un año, prorrogable, con facultades extraordinarias, para rescatar al país de la ruina moral, política, económica e institucional en

5 25 que estaba postrado, permitiéndose cumplir la Constitución en lo posible (garantías individuales, derechos humanos, etc .) y legislar con Decretos de Gabinete, conforme a un orden prioritario de problemas, pero llevando por delante el escudo de los verdaderos intereses nacionales. Ese período provisorio, de altos objetivos patrióticos, con amplio respaldo y participa- ción nacional, no habría tenido ninguna objeción, de haber sido adoptado inmediatamente a la asunción del poder, porque el pueblo panameño se habría percatado de su necesidad, si al mismo tiempo se delineaban tanto sus circunstancias justificativas, como las posiciones generales de acción gubernamental que procedían . En vez de tal planteamiento, el Gobierno Endara se acogió a la promulgación de su pobre "Estatuto" y a las acciones y omisiones desastrosas del primer año de ejercicio de "todo el poder políti- co", como se pretendía en el documento mencionado .

III. Credenciales del Tribunal Electoral para Endara, Arias C. y Ford

Al referirnos a la Formación del Gobierno Endara (Sección IX de la Octava Parte), hubimos de anotar el hecho sorpresivo de que el 27 de diciembre el Tribunal Electoral revocó su Decreto No . 58 de 10 de mayo de 1989 (que anuló las elecciones del 7 de mayo), por medio de su Reso- lución No. 502 de aquella fecha (27 de diciembre), proclamó el triunfo presidencial de la nómina Endara, Arias Calderón y Ford, entregándoles en el mismo acto las credenciales de Presidente y Primer y Segundo Vice- presidentes, a dichos ciudadanos . De los tres magistrados que originalmente anularon las elecciones, la Presidenta Lic . Yolanda Pulice de Rodríguez y el magistrado Luis Chen, tomaron parte en este viraje incalificable . El tercer magistrado, Lic . Manuel A . Icaza, reemplazó al Lic . Aurelio Correa, que había suscrito también el Decreto de Nulidad, pero que algún tiempo después fue suspendido por decisión preliminar de la Corte Suprema de Justicia de la Narcodictadura . Así como analizamos los aspectos jurídicos de la actitud del Gobierno Endara en "el caso de Noriega", que se suscitó con su asilo en la Nuncia- tura y su entrega a las autoridades norteamericanas, también procede que revisemos al fondo jurídico y moral del acto de proclamación presidencial, en cuya virtud, la nómina electoral oposicionista fue investida de las cre- denciales correspondientes el 27 de diciembre.

5 26 Us muy resaltante la circunstancia de que una semana después de haber jurado sus cargos presidenciales (19 o 20 de diciembre, pues todavía no hemos podido determinar la hora y fecha de esa primera toma de posesión en Fort Clayton), de haber jurado por segunda vez (o tomado posesión de los mismos), el 21 de diciembre en el Palacio Legislativo y de haber dictado varios Decretos (designación de Ministros, de Contralor General de la República, de Procurador General de la Nación, etc .), se estimara procedente que el Tribunal Electoral, por Resolución del 27 de diciembre proclamara el triunfo electoral de los nuevos Gobernantes, les otorgara las credenciales del caso y ellos las recibieran muy jubilosamente, como se vio en la transmisión televisada del inesperado acto . Aún nos preguntamos qué necesidad había, dentro de las circunstancias indicadas, de una pro- clamación de triunfo electoral y del otorgamiento de unas credenciales a todas luces fuera de lógica y de toda oportunidad . Los actos jurídicos de juramento o posesión y del ejercicio efectivo del poder, ya cumplidos con anterioridad, precluían la proclamación y las credenciales aludidas . Parece que una cosa es la lógica jurídica y otra, muy distinta, "la lógica política" ; más bien, la lógica de "los políticos" . Es muy explicable que si la mayoría de los Gobiernos latinoamericanos repudiaba "la invasión norteamericana en Panamá", "la intervención de los Estados Unidos", cualquier persona hubiera pensado que era conve- niente, para el triunvirato presidencial, hacerse de una proclamación y de unas credenciales que emanaran del órgano competente : el Tribunal Elec- toral. Y ello con el fin de gestionar que esos Gobiernos cambiaran su opi- nión adversa. Pero lo evidente era que esos documentos no iban a propiciar cambio alguno en la manera de pensar de tales Gobiernos . Hemos desta- cado ya, en la última Sección de la Octava Parte, que en fecha tan pos- terior como lo fue el 9 de julio de 1990, un miembro de la Comisión Inter- americana de Derechos Humanos (Marco Tulio Celi) resucitó la reiterada condena de la invasión, como acto culpable del pueblo panameño . Sin embargo, cualquier persona vinculada a la experiencia, de las relaciones internacionales, sabe que con el transcurso del tiempo, como también ya lo expusimos brevemente, los países que no reconocen a un Gobierno y retiran a sus Embajadores, casi siempre reanudan, por razones de nece- sidad de sus súbditos, esas relaciones y se olvidan del problema inicial. Buscar esa proclamación y esas credenciales, extendidas por las manos de la Licenciada Yolanda Pulice de Rodríguez y del magistrado Luis Chen nos pareció, cuando menos, innecesario, inútil ; mas parece que pudo haber personas de suficiente influencia que aconsejaron insensatamente pasos se-

527 mejantes. Sea como fuere, cl caso es que, visto el asunto por su exteriori- dad, más perdían los señores Endara, Arias C . y Ford, con esa proclama- ción y con esas credenciales, que lo que pudieron ganar al obtenerlas . De conformidad con la parte final del artículo 137 de la Constitución, "las decisiones del Tribunal Electoral son definitivas, irrevocables y obli- gatorias. Se exceptúa lo referente al recurso de inconstitucionalidad" . A la luz textual de esta norma superior, el Decreto de Anulación de las elecciones, proferido por el Tribunal Electoral el 10 de mayo de 1989, era "definitivo" e "irrevocable", máxime porque la Corte Suprema de jus- ticia, en sentencia de 22 de junio de 1989, había declarado que ese Decreto no adolecía de inconstitucionalidad de ninguna clase. Sabemos que esa demanda de inconstitucionalidad fue un "truco jurídico" de la Narcodic- tadura norieguista; pero también sabemos que esa Narcodictadura, con sus jueces, magistrados y funcionarios de toda clase, ejercía el poder formal y material en Panamá, con acatamiento general y vigencia jurídica indis- cutible. El Gobierno Endara no declaró suspendida, ni total ni parcialmente, la Constitución . Muy por el contrario, el Presidente y los Vicepresidentes juraron sus cargos teniendo en sus manos y leyendo con sus ojos, física- mente, el texto de la Constitución, y declararon actuar, a partir del 20 de diciembre, con base en la misma . Fue inevitablemente inconstitucional, antijurídico, que el Tribunal Electoral, mediante la Resolución No . 502, REVOCARA su Decreto de Anulación de las elecciones ; que proclamara el triunfo de unos "candidatos" que ya desempeñaban sus funciones presi- denciales y quo les extendiera las credenciales para unos cargos que ya habían comenzado a ejercer . No es necesario decir mucho de la condición moral de los nuevos actos "jurídicos" plenos de antijuricidad, que emanaban de magistrados que se habían distinguido por consumar actos aprobatorios del fraude de 1984 y actos posteriores dictados como úlcases de la Narcodictadura (nos referi- mos a la Sra . Pulice de Rodríguez y al Sr. Chen, y algunos de sus actos fueron : el despojo del Partido Liberal a la fracción más representativa del mismo; despojo del Partido Panameñista Auténtico a la mayoría de su Directorio arnulfista y en éste el Sr. Endara, para entregarlo al Sr . HildebrandoNicosia,Magistradosetde. siccoeteris) que firmaron el nefasto e impúdico Decreto de Anulación de las elecciones del 7 de mayo. De esas manos espurias salieron la "nueva proclamación" y las "nuevas credencia- les", y las recogieron del cieno los nuevos gobernantes panameños, electos

528 legítimamente por la inmensa mayoría del pueblo el multitudinario 7 de mayo. Si los dos principales magistrados del Tribunal Electoral habían actua- do como nefastos instrumentos de la Narcodictadura, surge el interrogante sobre las razones que pudieron mediar para que ellos no sólo otorgaran las credenciales ya examinadas, sino también para que continuaran en sus cargos, a diferencia del desplazamiento y reemplazo de los magistrados norieguistas de la Corte Suprema. En una Sección próxima enfocaremos esta contradicción paradójica . Varios políticos panameños de experiencia, con sagaz visión de la po- lítica nacional, comunicaron a la nómina Enriara, Arias C . y Ford, su criterio de que antes del lo. de septiembre de 1989 ellos debían preparar una documentación jurídica, fundada en el acto jurídico de la elección del 7 de mayo, tomando como punto de partida el hecho de que la, "destitu- ción" del Primer Vicepresidente, el Sr . Eric A. Delvalle, era antijurídica, y la circunstancia de que éste despachaba con su Embajador, desde la sede diplomática panameña en Washington . Esa documentación sin duda que iría a plantear la existencia de dos gobiernos paralelos, a partir de aquella fecha : el Gobierno fraudulento de la Narcodictadura y el Gobierno legíti- mamente jurídico, pero con propia juridicidad, de la nómina triunfante en la elección del 7 de mayo. Era lo menos que, jurídicamente, debió ha- cerse, en la opinión de las personas aludidas . Pero a los señores Endara, Arias C. y Ford les pareció "ridícula" (así la calificaron) esa fórmula y prefirieron jurar sus cargos, tomar posesión de ellos y ejercer el poder, con nombramientos y todo, SIN TENER EN SUS MANOS, ABSOLUTA- MENTE, NINGÚN TITULO O DOCUMENTO JURÍDICO EN QUE SE, PLASMARA EL TRIUNFO ELECTORAL QUE LES DIO EL PUEBLO PANAMEÑO. También prefirieron recibir de manos de la Lic. Pulice de Rodríguez las celebérrimas credenciales que el Tribunal Elec- toral les entregó "muy voluntariamente", según declaración del Presidente Endara. Ese "cómputo", esa "proclamación", esas "credenciales" extem- poráneas y antijurídicas (todos esos actos llevan la fecha insólita e irreal del 27 de diciembre), transformaban a los nuevos gobernantes panameños en reos de lesa institucionalidad jurídica, de la institucionalidad que a diario quebraba más y mas la Narcodictadura y que ellos, los nuevos go- bernantes, estaban obligados a rescatar, aunque sólo podían hacerlo paso a paso, mas no con pasos que, contradictoriamente, volvían a ponerla en entredicho, ante la faz del país.

5 29 IV. Nombramientos cruciales

Las únicas personas que podían reclamar en Panamá, el 20 de diciembre de 1989, la condición legítima de gobernantes, eran los señores Endara, Arias C. y Ford, en su carácter de Presidente (el primero) y de Vicepresi- dentes (los dos últimos) . Y sobre todo el Presidente Endara estaba en el punto de partida de la conformación de un nuevo Gobierno . Cuatro nombramientos cruciales debía enfrentar ese Gobierno : 1) el de Ministros de Estado ; 2) el' de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Tribunal Electoral ; 3) la propuesta para Administrador y para cuatro miembros de la junta Directiva de la Comisión del Canal de Panamá, ante los Estados Unidos ; 4) el de los jefes de la Fuerza Pú- blica. Era indispensable que el Gobierno mostrara en ellos que, con los mismos, contribuiría al máximo a dar soluciones favorables a los intereses nacionales y que igualmente abría el camino para dirigirse a la superación de la tragedia colectiva vivida por el país durante 1987, 1988 y 1989 . La circunstancia de que el autor de este libro no está inspirado en la crítica personalista y malsana, y el objetivo de análisis histórico-político, de carácter científico, con que ha concebido esta obra, llevan a prescindir deliberadamente de nombres, en esta Sección, hasta donde la claridad de las cosas lo permitan, porque las personas, en lo individual, no interesan (pueden ser unas u otras), y lo importante son las tendencias políticas y las realidades sociales que representan . a) El jueves 21 de diciembre de 1989, en horas de la mañana, el Presidente y los Vicepresidentes concurrieron al Palacio Legislativo, con el fin de repetir el juramento y la posesión de sus cargos en una oficina pública del Gobierno nacional, ya que al iniciarse la invasión norteameri- cana, ellos juraron sus cargos esa misma noche, en Fort Clayton, una base militar de los Estados Unidos en suelo panameño, dado en uso a Norte- américa. Ningún periódico panameño suministró la información sobre estas dos posesiones, pues a partir del 20 de diciembre y hasta el 27 de ese mes, no se publicaron diarios en Panamá, debido a la situación caótica pre- valeciente. Pero en las dos posesiones hubo fotografías y las del primer acto han sido de difícil consecución. Las informaciones correspondientes fueron captadas por conducto de la televisión, los días 20 y 21 de di- ciembre. Constitucionalmente, el jefe del órgano Ejecutivo, el Presidente de la República, está facultado para nombrar por sí solo a los Ministros de Es- tado. Y el día 22 de diciembre el Presidente Endara nombró al Primer

530 Vicepresidente, Dr. Ricardo Arias Calderón, como Ministro de Gobierno y justicia, y al Segundo Vicepresidente, como Ministro de Planificación y Política Económica (La Estrella de Panamá, diciembre 27), a pesar de que los cargos de Vicepresidentes de la República tienen funciones vicepresidenciales propias y efectivas, de acuerdo con el artículo de180 la

Constitución. Ya hemos subrayado que en ningún momento de la Dicta- dura militar de dos décadas, los Vicepresidentes llegaron a desempeñar el cargo de Ministro de Estado, y siempre tuvieron oficina propia y sueldo incluido en el Presupuesto estatal, como Vicepresidentes . Los restantes diez Ministros del nuevo Gobierno fueron designados en los días siguientes al 22 de diciembre, lo mismo que el Contralor General de la República y el Procurador General de la Nación (La Estrella de Panamá, diciembre 27) . Sólo este último funcionario fue designado por su vinculación personal con el Presidente Endara, en tanto que los Ministros y el Contralor respondieron a una clara relación política con los tres par- tidos gobernantes, los cuales habían conformado la nómina presidencial de oposición, para las elecciones del 7 de mayo de 1989. La gran mayoría de las personas que depositaron su voto ese día elec- toral no lo hizo pensando en que facultaban a los tres partidos de oposición para ejercer un monopolio exclusivista del Gobierno, sino que votaron con las papeletas opositoras a fin de repudiar con toda decisión y masivamente a la Narcodictadura, que se había apoderado de todos los resortes del poder público y llevaba al país, desde 1987, por el camino de la tragedia nacional . Era un repudio incontrastable y, a la vez, una designación para que el nuevo Gobierno pusiera en marcha las rectificaciones y las soluciones que la Patria exigía en la hora mas negra de su historia . Mas la distribución partidista del Gabinete fue el primer acto indubi- table del ejercicio personalista y sectario del poder público, que se llevó a cabo haciendo a un lado la real voluntad del pueblo panameño, en cuanto a la formación del nuevo Gobierno . b) El segundo nombramiento crucial sería el de Magistrados de la Corte Suprema de justicia y del Tribunal Electoral, que el "Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del Orden Constitucional" anunciaba del modo siguiente : "Artículo Quinto . Dentro de los primeros quince días del mes de enero de 1990, el Consejo de Gabinete nombrará a los nuevos magistrados de la Corte Suprema de justicia, así como al Procurador General de la Nación y al Procurador de la Administración, con sujeción a las normas pertinen- tes de la Constitución Nacional" .

5 3 1 "Artículo Noveno . Al quedar debidamente instalados, el órgano Legis- lativo, el órgano Ejecutivo y la Corte Suprema de justicia procederán, en ejercicio de sus facultades constitucionales, a elegir los tres (3) Magistra dos. que integrarán el Tribunal Electoral"

En ambos casos, tanto para la Corte Suprema como para el Tribunal Electoral, la Narcodictadura mantenía ocupadas por sus instrumentos dó- ciles las magistraturas, con diversos períodos escalonados en cuanto al tiempo de funciones de esos magistrados . La invasión norteamericana ha- bía liquidado de hecho a esos funcionarios, pero el nuevo Gobierno se en- frentaba a la continuidad jurídica de tales magistrados en sus cargos, ya que el "Estatuto" no había adoptado ninguna medida sobre esa continui- dad. Además, cada uno de ellos tenía un suplente, que podía actuar en ausencia del principal. Transcurridos los días iniciales de caos burocrático, el nuevo Gobierno comenzó por solicitar "confidencialmente" a los magistrados de la Corte Suprema que presentaran renuncia de sus cargos, con el fin ostensible de que se crearan las vacantes y llenarlas con personas alejadas de la Narco- dictadura . Hubo no pocas resistencias y ya sabemos que uno de esos Ma- gistrados, el Lic . Jerry Wilson, denunció ante la Asamblea Legislativa las presiones utilizadas para obtener las renuncias (La Estrella de Panamá, enero 27) . El órgano Ejecutivo, como lo hemos indicado, no declaró en el "Esta- tuto" suscrito para el "retorno inmediato" a la constitucionalidad, la vacan- cia de los Magistrados de la Corte Suprema de justicia y del Tribunal Electoral. En cambio, según el artículo 5o. de ese Estatuto, llegó a disponer que el Consejo de Gabinete (es decir, el propio Ejecutivo) designaría "los nueve Magistrados de la Corte Suprema de justicia", así como a los Pro- curadores, dentro de la primera quincena de enero, "con sujeción a las normas pertinentes de la Constitución" . No se sabe a cuáles normas cons- titucionales se refería esta pauta, sobre todo porque implícitamente el ar- tículo 5o., mencionado, contenía un oblícuo despido de los magistrados principales y suplentes . Como el nuevo Ejecutivo no podía funcionar con una Corte Suprema que había sido adicta a la Narcodictadura, los nuevos gobernantes debieron aceptar abiertamente ese impedimento institucional, y darle al problema una solución extraordinaria, de emergencia, declarando expresamente la vacancia de los cargos de los magistrados (así había ocurrido de hecho) y a la necesidad de nombrar sus reemplazos . El caos gubernamental creado por la invasión norteamericana y la urgencia muy justificada de que la

5 3 2 República tuviera una nueva cúpula judicial suministraban la base racio- nal y jurídica para los pronunciamientos que debieron formularse, evitando caer en incertidumbre y hasta en contradicciones jurídicas como la de ha- cer a un lado la Constitución e invocarla al mismo tiempo, incertidumbre y contradicciones que ocurrieron por falta de claridad en los actos inheren- tes al ejercicio de un poder público que se daba en circunstancias excep cionales. Nada menos que el célebre jurista Hans Kelsen ha reconocido que "es una norma de Derecho Internacional, universalmente admitida, que la revolución triunfante o el usurpador victorioso se convierten en poder legítimo" (Teoría General del Estado, pág. 167, México, 1970), cita de la Quinta Parte que ahora reiteramos . Pero lo peor no fue el zigzagueo jurídico descrito, sino el sectarismo partidista y de grupos económico-sociales que privó en las designaciones específicas de los magistrados de la Corte Suprema de justicia, salvo uno que otro nombramiento . El país es testigo de que hubo varios magistrados que recibieron su cargo por ser miembros de poderosas sociedades de abo- gados y los demás lo fueron por mediación de las influencias de los tres partidos políticos ahora gobernantes . Toda la lucha y los ingentes sacrifi- cios del pueblo panameño por librarse de la Narcodictadura, en el espacio de tres años, obligaban al nuevo Gobierno a seleccionar los mejores talentos jurídicos del país, acrisolados en el prestigio, en la honestidad y en el co- nocimiento profundo, para devolverle al pueblo la confianza en una admi- nistración de justicia cónsona con los intereses nacionales y con los legíti- mos intereses personales de los asociados . Y nos abstenemos de enjuiciar en este aparte lo que sucedió con los magistrados del Tribunal Electoral, porque la solución dada por el Eje- cutivo constituyó tan grave fraude institucional, que éste debe ser exami- nado individualizadamente . c) En lo que atañe a la propuesta que debía hacer el órgano Ejecutiva a los Estados Unidos de América, para el cargo de Administrador pana- meño del Canal, y para escoger cuatro miembros panameños de la junta Directiva de la Comisión del Canal de Panamá, a fin de que actuaran a partir de enero de 1990, la decisión gubernamental siguió los mismos pa- trones de connivencia partidista y de intereses realmente sectarios, de es- paldas a las supremas exigencias de la utilidad colectiva del pueblo pana- meño, sobre todo en lo relativo a la garantía de las mejores soluciones de los problemas canaleros. En declaraciones públicas, el Licenciado José Raúl Molino, uno de los directores de la Cruzada Civilista, posteriormente nom- brado Viceministro de Relaciones Exteriores, censuró que para la junta

5 33 Directiva del Canal se hubieran designado a personas "con ataduras po- líticas partidistas", en lugar de "personas que técnicamente conocieran el Canal como obra de ingeniería que es y no a quienes dependen únicamente de su vinculación a un partido político" (La Prensa, febrero 21) . Diez años atrás (1979), el Licenciado Fernando Manfredo había sido recomendado por el General a Norteamérica para que fuese designado como Subadministrador panameño del Canal . No era baldía, ni personalista, esa designación, recaída en un ciudadano talentoso y de gran experiencia empresarial. La presencia y el trabajo de Manfredo en la cúspide de la administración canalera, durante diez largos años, y sus dotes personales, lo transformaron en el panameño más versado en los ma- nejos de alta gerencia de la vía acuática. Con esa finalidad recayó en él tal responsabilidad agobiadora, como la mejor escuela para que en enero de 1990 se convirtiera, casi que por derecho propio, en el Administrador panameño de la comunicación intermarina . Así lo reconoció otro panameño ilustre, el intelectual y humanista Dió- genes de la Rosa, quien en declaraciones suministradas al diario La Prensa, del 31 de enero, se expresó como sigue : "El canal debe manejarse como una empresa nacional puesta fuera del alcance de la política del botín que, infortunadamente, parece no haber perdido su gran predicamento . Me alarmó el planteamiento que se hizo a los pocos días de la instauración del actual gobierno respecto a la sustitución de Fernando Manfredo en la ad- ministración del canal, con apego a los viejos procedimientos del botín po- lítico. Considero que es en este asunto donde se halla a prueba, como en ningún otro, la sinceridad del voto que todos hemos hecho de manejar el país con nuevos objetivos y nuevos métodos . Fernando Manfredo ha ad- quirido un conocimiento de todos los aspectos y los problemas del funcio- namiento del canal, experiencias que son insustituibles y que, hay que decirlo, no posee ningún panameño. La continuidad de Manfredo en el cargo de Administrador, que asumió con riesgo de su vida en un momento sumamente difícil, constituye una garantía de eficiencia que nadie puede ignorarla" . El ex-Narcodictador Noriega había desechado a Manfredo, como fu- turo administrador del Canal, porque él no era una "ficha de tablero" en su peligroso juego de provocaciones antinorteamericanas . Y sucedió que los nuevos gobernantes, de la libertad, de la democracia y de la justicia, valores que tanto pregonaron durante la campaña electoral de 1989, coin- cidieron con la Narcodictadura en apartar a Manfredo como candidato para el cargo de administrador del canal .

534 Después de la invasión norteamericana, a los Estados Unidos tampoco les convenía que Manfredo fuese la persona propuesta por el Gobierno panameño, porque de insistir Panamá en su nombramiento, los Estados Unidos se encontrarían con el panameño más experimentado en la materia y con un funcionario a quien ya conocían como celoso defensor de los intereses panameños e internacionales en la operación del canal . El pana- meño ahora seleccionado, Ingeniero Gilberto Guardia Fábrega, a más de las simpatías democristianas, puede tener muchas capacidades, pero des- conoce supinamente la experiencia de la administración canalera y le lle- vará sus años adquirirla .' Mientras tanto, los Estados Unidos, con un subadministrador norteamericano que conoce el funcionamiento del canal, desde hace años, el Sr. Raymond Laverti, lo manejarán a su inveterada conveniencia. Tres de los cuatro panameños recomendados por Panamá, designados por Norteamérica para la junta Directiva de la Comisión del Canal de Panamá se han dedicado, de por vida (no son jóvenes), a menesteres ex- traordinariamente alejados de lo que es el funcionamiento de la ruta cana- lera. Y el cuarto, por varios años miembro panameño de esa junta Direc- tiva, fue empleado del Canal antes de 1978, jefe de sindicatos en el mismo y actualmente miembro-director de la ORIT, en México, una central obrera latinoamericana colaboradora de la AFL-CIO norteamericana. Como puede advertirse, "todo está consultado", en la designación de la representación panameña para la administración del Canal, en el período más importante de la transición hacia la plena propiedad panameña del Canal en el año 2000 . Dejamos para una próxima Seección el nombramiento de los nuevos jefes de la Fuerza Pública y ya anotamos que lo mismo haremos con el de los magistrados del Tribunal Electoral .

V. Continúa el asalto burocrático

Los nuevas Ministros y Directores de Instituciones autónomas, represen- tantes directos de los tres grupos partidistas, desataron abiertamente el asal- to burocrático de la cosa pública . Erigieron en delito administrativo la per-

1 El Ingeniero Gilberto Guardia Fábrega figura ya en esta obra, como representante de la nómina Endara, Arias C . y Ford, para un diálogo incidental entre las partes, que trató de propiciar la OEA, incidente descrito en la Tercera Parte, Sección XXII, de esta obra.

535 tenencia a los "Batallones de la Dignidad" y a los "Comités de Defensa de la Patria y de la Dignidad (CODEPADI) y produjeron gran canti- dad de vacantes para satisfacer el interés de su clientela política, cada cual por su lado. Día a día, las destituciones por figurar en una simple lista de "codepadis" fueron sucediéndose en oleadas (a fines de año, el Vice- presidente y Ministro Ford se ha referido a cuatro mil puestos, sin mayores detalles, pero fuentes oficiales no identificadas han aseverado que ha habido doce mil despidos y ocho mil nombramientos, lo que explica el saldo de cuatro mil eliminaciones de cargos) . Se dictaron cuatro Decretos de Gabi- nete : uno con fecha 26 de diciembre (No . 1), dos con fecha lo. de fe- brero (No. 20 y No. 21) y uno con fecha 20 de febrero (No. 48) . La esencia de dichos Decretos de Gabinete, consta en el artículo lo . del Decreto No. 1, redactado como sigue : "Quedan insubsistentes los nombra- mientos de los servidores públicos que en el transcurso de los últimos treinta meses y al amparo de la dictadura, se dedicaron a actividades de perse- cución, represión, amenaza, hostigamiento, destrucción y robo de la pro- piedad pública y privada, introducción o tráfico de armamentos, o que de cualquier manera notoria, atentaron contra la dignidad y derechos hu- manos de sus compañeros de trabajo y demás ciudadanos panameños o extranjeros" . ¿Qué es "ameanza"? ¿Qué es "hostigamiento"? ¿Qué es "atentado con- tra la dignidad"? Esta tipificación de conductas pasibles de destitución no sólo era muy amplia, sino también muy subjetiva . Por si ello fuera poco, la única exigencia procesal de la medida, que sólo se reconocía en favor de los funcionarios que gozaban de estabilidad, fue derogada por el De- creto de Gabinete No . 48, de 20 de febrero, el cual estableció que las des- tituciones "se aplicarán a los servidores públicos de inmediato, una vez se compruebe los hechos señalados" . Las citas anteriores las hacemos para destacar el alegado fundamento jurídico del asalto burocrático que estuvieron consumando los tres partidos gobernantes desde principios de 1990, el cual se inició, como hemos visto, con el reparto partidista de los Ministerios de Estado, de las magistraturas de la Corte Suprema de justicia y de la representación panameña en la administración del Canal . Al parecer, sólo en esos tres partidos y entre sus amigos había personas honestas, de talento y de conocimientos . Cuando se iniciaron las primeras evidencias de este asalto burocrático, algunas voces formularon sagaces prevenciones . El destacado periodista po- lítico Tristán Solarte (nombre legal : Guillermo Sánchez Borbón), perse- guido y deportado por la Narcodictadura, fue una de esas personas :

5 36 "Hay que ir a una reforma profunda de la sociedad empachada de "proceso" y de mentiras, enferma de corrupción y de paternalismo . Pero la dirección y el ejemplo tienen que venir de arriba y ser lo suficientemente inspiradas y fecundas para despertar todas las energías colectivas latentes y dirigirlas hacia el cumplimiento de objetivos claros y, sobre todo realis- tas. Esto plantea una aterradora responsabilidad a la dirigencia política, como tal vez no haya caído sobre los hombros de ninguna otra en nuestra historia, con la posible excepción de la que hizo la independencia y con- solidó la recién nacida república" . "No se me ocurre nada peor que darle a un pueblo, que había perdido la fe en todo y en todos, el vergonzoso espectáculo de una rapiña por posiciones burocráticas . La tarea de hoy, simultánea a la reconstrucción del país y a la puesta en marcha de una economía postrada, es devolverle a los panameños su fe en los hombres públicos y en los destinos de su patria . Ojalá que todos sepamos mostrarnos a la altura del tiempo nuevo, cuyo nacimiento se anuncia entre terribles dolores y violentos desgarrones y que no lo vayamos a abortar con torpes maniobras e intrigas" (La Prensa, enero 8) . Otro excelente periodista poco activo en los últimos años, el señor Mario Velásquez, en artículo denominado "La última Oportunidad", de- cía : "Los dirigentes del nuevo gobierno deben cuidarse del virus del par- tidismo, el amiguismo y el nepotismo, males históricos de la vida pública nacional" . "Es recomendable que el gobierno busque colaboradores en el ámbito ancho de todo el espectro social del país ; vivimos una hora grande de la historia panameña, que exige y demanda grandeza y sentido nacio nal en las decisiones de quienes tienen en sus manos la reconstrucción del país, la consolidación de la democracia y la libertad y el urgente sanea- miento de la administración pública" (La Estrella de Panamá, enero 13) . Hubo personas que se mostraron consternadas por lo que comenzaba a suceder en las altas esferas gubernamentales y se sintieron impulsadas a exponer su angustia, como fue el caso de la patética Carta Abierta publi cada por la profesora Berna P . A. de Burrell, en la que expresaba : "Se nos ha hecho una dolorosa cirugía en que se nos ha amputado el alma, pero ésta se regenerará" . "El amiguismo estuvo mal para gobernar a Pa- namá hace veintiún años ; hoy sería un suicidio ; no podemos darnos el lujo de que se dé preferencia sólo a unos cuantos ; que se ocupen los puestos por aptitudes, no por simpatía, ni por politiquería" (La Prensa, enero 14) . Días después, el periodista Solarte insistió de modo directo en que "todos debemos erigirnos en fiscalizadores del gobierno, señalando a tiempo los errores antes de que degeneren en auténticos desastres . Y los gober

537 nantes están en la obligación de recibir las críticas en el mismo espíritu con que se formulan" (La Prensa, enero 17) . En fecha aún temprana, uno de los directivos de la Cruzada Civilista, entidad que con su lucha desde 1987 y 1988 propició el repudio nacional contra la Narcodictadura, aclaró que "en las decisiones trascendentales que adopta el Gobierno, la Cruzada no ha sido tomada en cuenta, y por ello criticaremos lo malo y alabaremos lo bueno" (La Estrella de Panamá, febrero 20, columna La Llorona) . El asalto burocrático apuntado se acompañó de una característica es- pecial, que merece un señalamiento inmediato .

VI. Restauración de la Oligarquía y nepotismo Desde el punto de vista de la existencia de las clases sociales y de la po- lítica nacional, el Gobierno Endara consumó una verdadera restauración de la Oligarquía panameña y de su nepotismo . Es útil una breve incursión histórica. Desde la independencia panameña de Colombia, en 1903, la hegemo- nía del poder político nativo la ejerció la fracción social aristocrática, que en uso del mismo, se transformó en una típica oligarquía . Hasta fines de los años veinte, un reducido grupo de familias aristocráticas monopolizó el gobierno, excepto uno que otro Presidente liberal de clase media, con pres- tigio ganado a fines del siglo xix y sobre todo durante la sangrienta Guerra Civil de los Mil Días (1899-1902) . En donde se acusó más la existencia de la Oligarquía aristocrática fue en la esfera política, pues el dominio del poder público se transmitió siempre a través de apellidos constantes y de conocida prestancia económica y social, siguiendo métodos y prácticas de fachada democrática, signados en su fondo por una profunda corrup- ción electoral . Pero con el auge económico y las corrientes migratorias que trajo el funcionamiento del Canal norteamericano de Panamá, a partir de 1918, esa Oligarquía aristocrática devino en Oligarquía Plutocrática ; se hizo receptiva de una evidente influencia del capital extranjero, de familias adineradas foráneas y con el ingrediente del aumento vegetativo de la po- blación, también incrementó sus filas. El matrimonio y los negocios han sido los factores vinculantes de mayor importancia en la estructuración de la actual Oligarquía plutocrática.' Es un lugar común la dedicación de la

2 Cfr. ¿Quiénes son los Dueños de Panamá? William R. Hughes e Iván A. Quin- tero, Ceaspa, Panamá, 1987 .

5 38 burguesía a las empresas, en tanto que la Oligarquía, como fracción de ella, viene a ser principalmente, su representación política . Limitadamente la Dictadura castrense torrijista y la Narcodictadura norieguista asumieron un matiz anti-oligárquico, pero se aliaron a ciertos grupos de la Oligarquía panameña . Desde 1983, con el reinado de Norie- ga, sobre todo en los años de 1987 a 1989, por su exceso de represión, el ex-Narcodictador se enajenó la tolerancia inicial de la Oligarquía, que terminó combatiéndolo abiertamente . Desde principios de 1989, la cam- paña electoral norieguista aprovechaba por igual slogans anti-yankis y anti-oligárquicos, y la misma nómina Endara, Arias Calderón y Ford Boyd se configuró como bastión electoral de la Oligarquía. Ya en el poder, con la formación inicial del Gobierno, el asalto buro- crático y el exclusivismo de los tres partidos políticos formales (y el infor- mal partido arnulfista de Endara), se había establecido, prácticamente, la restauración de la Oligarquía plutocrática, bastante marginada del poder político, como grupo social, por el régimen castrense . Ahora, los Arosemen a, los Arias, los Eleta, los Fidanque, los Psychoyos, los Tagarópulos, los Humbert, los Guardias, los Linares, vinieron a ser las familias de vali- miento y las más cotizadas para los altos cargos estatales . Basta señalar algunas de las relaciones de parentesco del Presidente Endara, del Vicepresidente Arias Calderón y del Vicepresidente Ford, y de sus vinculaciones mercantiles con los grupos del poder económico de Panamá, para comprobar que el 20 de diciembre de 1989 nos legó, po- lítica y económicamente, la restauración plena de la Oligarquía plutocráti- ca en el poder . El Presidente Guillermo Endara Galimany tiene antepasados inmedia- tos que formaban parte de grupos aristocráticos, y su primer matrimonio con Marcela Cambra lo relaciona con las familias Zarak, Fábrega y Linares (por ejemplo, con el Teniente Coronel Rogelio Fábrega, Comandante de la Policía Nacional después de 1941, padre de Rogelio Fábrega Zarak) . La hermana del Presidente (Elsa) contrae nupcias con Guido Martinelli, y el hijo de ambos Guido Martinelli Endara, está vinculado a los Arosemena . Zoila Gloria Endara contrae nupcias con Rodolfo Estripeaut de la Guar- dia y por este lado los Endara se relacionan con los Alfaro y de la Guardia . El primer Vicepresidente Dr. Ricardo Arias Calderón tuvo como abuelo paterno a Ramón Arias Feraud y como abuela materna a Magda- lena Herrera. Sus progenitores fueron Ramón Arias Arias y Guadalupe Calderón Herrera, quienes conjuntamente con Pedro, Agustín, Jorge y Eduardo Arias Feraud (tíos del Vicepresidente), integran un fuerte núcleo

539 del cual se desprenden familias aristocráticas muy conocidas . Por ejemplo, la señora madre del Vicepresidente Arias Calderón, Guadalupe Calderón Herrera, contrajo segundas nupcias con Samuel Lewis Arango, padre de los políticos e industriales Samuel y Gabriel Lewis Galindo . El Segundo Vicepresidente Guillermo Ford está relacionado con la familia de este último apellido, y al contraer matrimonio con Dora Díaz fortalece sus entronques oligárquicos con los Díaz, con los Herrera Lara, con los Eleta Almarán (Carlos Eleta es casado con Dora Raquel Boyd de la Guardia), con los de la Guardia, etc. En trece bancos locales (algunos con fuertes lazos extranjeros), deno- minados Banco Continental de Panamá, S .A., Banco General, S .A., Banco Exterior, S.A., Agrobank, S.A., Algemene Bank Nederland, Banco Fidu- ciario de Panamá, S .A., que funciona con el Banque Nationale de París, Primer Banco de Ahorros, Banco Internacional de Panamá, S.A., Banco Comercial de Panamá, S .A., Banco de Colombia, S .B., Bank of Commerce and Finance Inc., Banco del Istmo, S .A. y Banco Latinoamericano, S .A., figuran o figuraban como Directores una serie de conocidos empresarios oligárquicos, tales como Ricardo M . Arias E ., Roberto Motta, Jaime Arias Calderón, Federico Humbert Jr ., Joaquín J . Vallarino, Fernando Fleta Almarán, Augusto S. Boyd Paredes, Mario Guardia Jaén, Roberto Heurtem atte, Gabriel de la Guardia, Raúl Delvalle, Samuel Lewis Galindo, Ro- berto R. Alemán Z ., Rafael Alemán, Guy Canavaggio, Tomás Gabriel Duque, Emanuel González Revilla, Stanley Fidanque, etc . El Presidente Guillermo Endara Galimany se vincula a los consorcios económicos de Gambotti, Chiari, Heilbron, Pascual, Vallarino, Psychoyos, Rusódimos, etc., en las empresas Harinas Panamá, S.A., Prota, S .A., Ban- co Interoceánico, S .A., Industrias Lácteas, S.A., Embotelladora Chiricrush, S .A., Compañía Azucarera La Estrella, S .A. y Conservas Panameñas Se- lectas, S.A. Como una norma constitucional obliga a los altos funcionarios estatales a formular una declaración jurada notarial de su patrimonio, al tomar posesión y al dejar sus cargos, el Presidente Guillermo Endara Galimay declaró un acervo de algo más de ocho millones de dólares, aunque otras personas lo calculan en doce millones ; el Primer Vicepresidente Ricardo Arias Calderón, uno de algo más de quinientos mil dólares y el Segundo Vicepresidente Guillermo Ford, según información que nos fue suminis- trada, no dejó en la Notaría correspondiente copia de su atestación notarial de bienes, pero es público que se trata de cantidad apreciable .

540 Las relaciones de parentesco y las vinculaciones económicas antes des- critas muy superficialmente ilustran con toda idoneidad que los nuevos gobernantes de Panamá, por quienes el pueblo panameño votó abrumadoramente el 7 de mayo de 1989, para repudiar la Narcodictadura, son miembros integrantes de la Oligarquía panameña. Ello explica que, a tra- vés de una importante serie de nombramientos en cargos públicos, esa Oligarquía restaurara su ejercicio del poder político que, como grupo, les arrebató el golpe militar de 1968. Estas condiciones sociales y económicas llevan casi fatalmente al nepo- tismo, fenómeno que sociológicamente no puede ser confinado al paren- tesco, mediante una amalgama que con los años se hace inextricable, férrea y poderosa, de factores parentales y económicos. Y el nepotismo de la Oligarquía panameña se restauró con su ejercicio del poder político, a par- tir de diciembre de 1989 . La hija del Presidente Endara contrajo matrimonio con Javier Yap, a quien se designó en la Presidencia de la República, y también se nombra a Carlos Yap, embajador en la República de China Nacionalista . Además, Jorge Endara Paniza, tío del Presidente, fue nombrado por éste Director General de la Caja de Seguro Social . Lucas Zarak Linares fue electo Legis- lador por el voto popular en mayo de 1989, y su pariente Dr. Julio Linares es actual Ministro de Relaciones Exteriores . También Enrique Zarak Li- nares, hermano de Lucas, fue nombrado embajador en Korea del Sur . El Primer Vicepresidente Ricardo Arias Calderón se relaciona ton la familia Orillac, uno de cuyos miembros es el actual Ministro de Obras Públicas (René Orillac Jiménez) y con las familias De Roux Arosemena, que tiene vástagos en la burocracia estatal, incluyendo a la Lieda. Aura Feraud, Procuradora de la Administración, y al Director General del INDE, Hernán Arias, primo hermano del Vicepresidente, así como el ac- tual Director del IRHE, Sr . Jorge de la Guardia . El Segundo Vicepresidente Guillermo Ford Boyd es tío del actual Gerente General de la Zona Libre de Colón (Jaime Ford Lara) y her- mano de Jaime Ford Boyd, embajador en España . También es pariente del Director General del IRHE, Jorge de la Guardia. Ha sido inevitable que, por razón de los gobernantes y de sus entron- ques familiares y económicos, hubiéramos tenido que personalizar en for- ma involuntaria esta Sección . Otros nombres habríamos mencionado, si los representantes oligárquicos gubernamentales se hubieran distinguido con

54 1 otros patronímicos. Se trata, en esencia, de presentar un fenómeno político- social, sin propósitos subjetivos, ni exageraciones irreales . Ya en el mes de marzo de 1990 había pasado a ser notorio que la Oli- garquía panameña reinstalada en el poder, a consecuencia de la invasión norteamericana y del voto popular, reivindicó también los fueros del nepo- tismo, y numerosos cargos importantes brillaron con el esplendor económico y social de apellidos ilustres, por su viaje abolengo o bien por el destello de relucientes millones . "En mi primera columna pos-invasión recordaba el periodista político Guillermo Sánchez Borbón- rogué que se ahorrase al país el espectáculo de una sórdida rebatiña de los puestos públicos . No hicieron caso. Antes bien, la complicaron incurriendo en uno de los vicios políticos más repugnan- tes : el nepotismo" (En Pocas Palabras, La Prensa, marzo 23) . El ex-legislador arnulfista de 1984-1989, profesor Marcos Alarcón, quien se ubica en el elenco de asesores del Presidente Endara, expresó que "la Oligarquía económica usó al pueblo para llegar al poder" (El Siglo, julio 14) . También el Lic . Miguel Batista, Viceministro de la Presi- dencia, rechaza "la práctica viciosa del nepotismo" (El Siglo, julio 16) . Y el Legislador demócrata cristiano Raúl Ossa señaló : "yo parto de un principio que ha sido mencionado por Marcos Alarcón, Francisco Artola y otras personas, que es que el Gobierno está integrado inmensa y mayori- tariamente por sectores plutocráticos ; éste es un Gobierno de ricos" (El Siglo, agosto 4) . La Estrella de Panamá, no obstante su prosapia oligárqui- ca, sintetizó las críticas del momento, en un editorial categórico : "Negar la presencia nepótica en la administración pública es tratar de cubrir el sol con un dedo. Negar también que no haya dentro del engranaje guber- namental la vieja práctica de distribuir los altos cargos mediante el sis- tema de los espacios políticos es otra manera de ocultar lo inocultable . En ciertos aspectos, los dirigentes gubernamentales panameños parecieron estar atados fuertemente a las prácticas del pasado que tanto criticaron . Es allí donde el pueblo panameño los señala con el índice acusador" (julio 24) . El incrementado desempleo, la destitución masiva de empleados públi- cos, el estancamiento económico en muchos sectores de la sociedad, hacían difícil contraste con el asalto burocrático de los partidos gobernantes y con el nepotismo oligárquico. ¿Para qué se había alcanzado el poder? ¿Cómo y con quiénes se le hacía frente al desastre nacional, profundizado por la Narcodictadura, por las sanciones económicas estadounidenses y por la invasión y ocupación norteamericanas? ¿Era ésta la democracia que, según el Presidente Bush de los meses anteriores a la invasión, debía resta-

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