EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN ESPAÑA 23

Una Cueva Sepulcral del Barranco del Agua de Dios en Tegueste ()

Memoria redactada por

Luis Diego Cuscoy

MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL. DIRECCION GENERAL DE BELLAS ARTES SERVICIO NACIONAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS RECIENTES PUBLICACIONES DE LA INSPECCION GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS

EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN ESPAÑA

1. LANCIA, por FRANCISCO JORDÁ CERDA. 2. HERRERA DE PISUERGA, por A. GARCÍA T BELLIDO, A. FERNÁNDEZ DE AVILES, ALBERTO BALIL T MARCELO VIGIL. 3. MEGALITOS DE EXTREMADURA, por MARTÍN ALMAGRO BASCH. 4 MEGALITOS DE EXTREMADURA (II), por MARTÍN ALMAGRO BASCH. 5. TOSSAL DEL MORO, por JUAN MALUQUER DE MOTES. 6. AITZBITARTE, por JOSÉ MIGUEL DE BARANDIARÁN. 7. SANTIMAMIÑE, por JOSÉ MIGUEL DE BARANDIARÁN. 8. LA ALCUDIA, por ALEJANDRO RAMOS FOLQUES. 9. AMPURIAS, por MARTÍN ALMAGRO BASCH. 10. TORRALBA, por F. C HOWELL, W. BUTZER y E. ACUIRRE. 11. LAS NECROPOLIS DE MERIDA, por ANTONIO GARCÍA T BELLIDO. 12. CERRO DEL REAL (GALERA), por MANUEL PELLICER Y WILHELM SCHÜLE. 13. LAS FORTIFICACIONES DEL MONTGO, CERCA DE DENIA (ALICANTE), por HERMANFRID SCHUBART, DOMINGO FLETCHER VALLS T JOSÉ OLJVER T DE CÁRDENAS. 14 NECROPOLIS Y CUEVAS ARTIFICIALES DE S'ON SUNYER (PALMA DE MALLORCA), por GUILLERMO ROSELLÓ BORDOY. 15. EXCAVACIONES EN «ES VINCLE VELL» (PALMA DE MALLORCA), por GUILLERMO ROSELLÓ BORDOY. 16. ESTRATIGRAFIA PREHISTORICA DE LA CUEVA DE NERJA, por MANUEL PELLICER CATALÁN. 17. EXCAVACIONES EN LA NECROPOLIS PUNICA «LAURITA», DEL CE• RRO DE SAN CRISTOBAL (ALMUÑECAR, GRANADA), por MANUEL PELLICER CATALÁN. la INFORME PRELIMINAR SOBRE LOS TRABAJOS REALIZADOS EN CENTCELLES, por HELMUT SCHLUNK Y THEODOR HAUSCHILD. 19. LA VILLA y EL MAUSOLEO ROMANOS DE SADABA, por ANTONIO GARCÍA Y BELLIDO. 20. EXCAVACIONES EN SEPULCROS MEGALITICOS DE VALDOSERA (QUE- ROL, TARRAGONA), por JUAN MALUQUER DE MOTES, P. GIRÓ y J. M. MASACHS. 21. CUEVA DE LAS CHIMENEAS, por JOAQUÍN GONZÁLEZ ECHEGARAY. 22. EL CASTELLAR (VILLAJIMENA, PALENCIA), por M. A. GARCÍA GUINEA, P. JOAQUÍN GONZÁLEZ ECHEGARAY y BENITO MADARIAGA DE LA CAMPA.

NOTICIARIO ARQUEOLOGICO HISPANICO Tomo V. Años 1956-1961. Dirección: INSPECCION GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS Medinaceli, 4. Apartado 1.039. MADRID EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN ESPAÑA 23

Una Cueva Sepulcral del Barranco del Agua de Dios en Tegueste (Tenerife)

Memoria redactada por

Luis Diego Cuscoy

Financiadas por el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife

MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL. DIRECCION GENERAL DE BELLAS ARTES SERVICIO NACIONAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS INSPECCION GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS

DELEGACION DE ZONA DEL DISTRITO UNIVERSITARIO DE LA LAGUNA

EXCAVACIONES EN UNA CUEVA SEPULCRAL DEL BARRANCO DEL AGUA DE DIOS EN TEGUESTE (Tenerife)

Realizadas en 1958.

Financiadas por el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife.

DIRECTOR: LUIS DIEGO CUSCOY

El material se depositó en el Museo Arqueológico de Tenerife.

Depósito legal: M. 8.255-1964.

Langa y Cía.—Tahona de las Descalzas, 6. MADRID. UNA CUEVA SEPULCRAL DEL BARRANCO DEL AGUA DE DIOS, EN TEGUESTE (TENERIFE)

1. NOTA PREVIA

Tegueste está situado al N. de Tenerife, entre las estribaciones del macizo de Anaga, al E., que también lo limitan por el N., la zona cos• tera al W. y una cadena de cráteres y viejas líneas de costa por el SW. Forma un valle cerrado que se abre en abanico hacia el mar por un terreno de suave pendiente. Los cultivos son típicamente mediterrá• neos, y entre ellos tienen mayor importancia los cereales, la vid y los frutales.

El término municipal de Tegueste viene a constituir un verdadero enclave dentro del término municipal de La Laguna. Sus tierras se ex• tienden desde los 300 a los 600 m. sobre el nivel del mar. La zona in• ferior participa ya del clima costero, y hasta ella suben los vegetales xerófilos de cactus y euforbias, mientras que sus cotas más altas son invadidas, aunque no con demasiado vigor, por la laurisilva, que des• ciende del Monte de las Mercedes.

Esta misma situación y la apreciable pluviosidad que beneficia a las zonas media y alta, hacen de Tegueste una buena región de pastos. Estos pastos resisten más tiempo que los de la costa. Los de la zona superior se mantienen generalmente frescos durante gran parte del verano. Tegueste es, además, rico en manantiales.

Nos detenemos especialmente en estos detalles de clima y vegetación porque son ellos los que justifican la presencia en el valle de un grupo humano primitivo, muy denso, que pudo practicar el pastoreo sin tener que salir de una zona geográficamente tan bien delimitada. Ello le confiere a la misma particular interés, pues permite el estudio de aquel grupo humano ocupante de un área geográfica tan bien definida

Por otro lado, Tegueste constituye un antiguo menceyato (territorio gobernado por un mencey, rey o jefe de un clan o grupo), y se da el hecho muy curioso de que el topónimo, que sirve hoy para designar tanto al término como a la capital del municipio, conserva el nombre del último mencey, el que gobernó sobre aquellas tierras hasta el mo• mento de la conquista de la isla.

Como la historia primitiva de Canarias en general, y de Tenerife en particular, ofrece estos curiosos ejemplos de encuentro de culturas, y

3 como el paisaje natural, sobre todo el de la región que nos ocupa, presenta poca variación con relación al que tenía en los tiempos prehis- pánicos, he aquí que Tegueste puede servir de paradigma para el estu• dio de un grupo humano guanche dentro de una zona de relativo ais• lamiento. El hecho de que el término municipal esté cruzado de E. a W. por un importante barranco y que la.costa tenga un acantilado de no ex• cesiva elevación, y dado que los barrancos y acantilados, por la abun• dancia de cuevas concentraron en ellos a los más importantes grupos de población primitiva, en ambos lugares, es decir, en las márgenes de los barrancos y en los acantilados, ha sido posible realizar una inves• tigación arqueológica muy fructífera.

Por referencias que necesariamente tendremos que hacer más ade• lante a yacimientos y a materiales arqueológicos conocidos, digamos antes de seguir que el actual enclave de Tegueste no lo era en época guanche: entonces tenía una mayor extensión que la actual. Por el N. abarcaba todo el tramo costero comprendido aproximadamente entre Bajamar y la Punta del Viento; por el S. y W., probablemente toda la superficie que hoy ocupa Valle Guerra, y por el E. hasta los límites na• turales que separan el valle de Tegueste, propiamente dicho, de la me• seta de La Laguna. Cremos que, con bastante aproximación, esos serían los límites del antiguo menceyato de Tegueste, hecho que, por otro lado, viene a apoyar determinados detalles arqueológicos.

Dentro de dichos límites se ha desarrollado ya una extensa campa• ña arqueológica, hasta tal punto que tanto en yacimientos como en ma• teriales, la zona ha quedado definida con bastante claridad. Ahora, la reciente excavación de una cueva sepulcral enclavada en un barranco de Tegueste, ha suministrado interesante información no sólo sobre el yacimiento en sí, sino por el material contenido, especialmente la ce• rámica, que ha servido para considerar a Tegueste y su zona como centro originario de la misma.

2. LA ANTIGUA COMARCA DE TEGUESTE Y SUS YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS

Son muy numerosos los yacimientos, todos sepulcrales, localizados dentro del área del antiguo menceyato de Tegueste. Hasta que de un modo sistemático no se han ordenado las excavaciones arqueológicas en Tenerife, los únicos yacimientos de que se tenía noticia eran sola• mente las cuevas sepulcrales. Los restos humanos esparcidos sobre la superficie del yacimiento denunciaban su naturaleza. Dichas cuevas eran buscadas para satisfacer la curiosidad o, en determinadas épocas, para facilitar material antropológico a los primeros investigadores de esta especialidad. Nos ha tocado a nosotros y a la moderna investigación arqueológica identificar las cuevas de habitación y clasificarlas como tales. En las cuevas de habitación, salvo en los casos en que el ajuar doméstico, sobre todo vasijas cerámicas bien conservadas aparecían in situ, el material arqueológico, por su pequenez o fragmentación o

4 simplemente por su naturaleza, no despertaba el interés de nadie. Esta es la razón por la cual dichos yacimientos han conservado un estrato arqueológico sumamente interesante. Gracias a él ha sido po• sible distribuir la situación de las piezas conforme a su colocación ori• ginaria, conocer con todo detalle los restos de cocina, y, en definitiva, reconstituir la vida de la familia en el interior de una cueva.

Esos son los motivos por los cuales todas las referencias, tanto an• tiguas como modernas —pero éstas en fechas anteriores a la aplicación de nuevas técnicas de investigación— se refieren a cuevas sepulcrales. Así, conocíamos la Cueva de la Gotera, entre Bajamar y La Caleta de Milán; yacimientos de la misma naturaleza en La Caleta de Milán y en la desembocadura del barranco del mismo nombre. Cuevas sepulcrales han sido localizadas en el tramo inferior de este barranco, entre Tejina y la costa; nosotros hemos excavado una cueva sepulcral en La Pal• mita, en el centro del patio del que hoy es trapiche de caña de azúcar; otra necrópolis situada en la margen izquierda del citado barranco, hacia la mitad de su curso, también la hemos excavado nosotros; hay por lo menos cuatro cuevas sepulcrales conocidas en el curso superior del mismo barranco, que en ese tramo se denomina Barranco de las Tapias, y al pasar por Tegueste, es decir, hacia su curso medio, se de• nomina Barranco del Agua de Dios.

Por antiguos hallazgos ya conocíamos la existencia de lugares ar• queológicos en aquel barranco. En el Museo Arqueológico de Tenerife hay un cayado o lanza (número 319 del Catálogo), pero sin que se sepa si era cueva sepulcral o de habitación el yacimiento de donde procede. Con escasos resultados excavamos hace tiempo dos cuevas sepulcrales también en el mismo barranco.

La detenida exploración del curso superior, en la curva que des• cribe cerca de Pedro Alvarez —barrio de Tegueste situado al E. de la capital del municipio—, precisamente en el tramo denominado Barran• co Núñez, demuestra que el grupo humano ocupante de la zona no rebasó la cota de los 400 m.

La apetencia por estos lugares se explica por la abundancia de cue• vas naturales, que servían como sepultura y habitación, el agua abun• dante y pastos frescos en casi todas las estaciones del año.

3. MATERIAL ARQUEOLÓGICO CONOCIDO

Aparte del cayado o lanza procedente de una cueva del Barranco del Agua de Dios, que ya citamos, el área arqueológica de Tegueste, con• cretamente el barranco en sus tres sectores principales, es decir, desde su desembocadura en La Caleta de Milán hasta la altura de Pedro Al• varez, ha ofrecido un material muy específico. Como la excavación de los yacimientos modernamente estudiados ha sido realizada sabiendo la naturaleza de cada uno de ellos, la clasificación de los conjuntos ergo- lógicos no ha presentado dificultad alguna.

5 Las cuevas de habitación han dado el material siguiente: Barranco del Agua de Dios y Barranco de Milán: un fragmento de muela de molino en fase de construcción (Museo Arqueológico de Tene• rife, número 63); fragmentos de muelas con uso; abundante cerámica; una rica industria de lascas de obsidiana; percutores de basalto; macha• cadores; cantos rodados de tipo asturiense; punzones de hueso, etc. Cuevas sepulcrales situadas en los mismos barrancos: punzones de hueso, cordón de fibra vegetal; cuentas de collar de muy variada tipo• logía, incluso muy diminutas, únicos ejemplares hasta ahora conocidos; lascas de obsidiana; cerámica lisa y decorada, etc. (puede verse este conjunto en el Museo Arqueológico de Tenerife, número 85). El material antropológico procedente de una necrópolis del Barranco de Milán y de la ya citada de La Palmita, ha sido de tal importancia; que ha permitido la formación y estudio de una serie de cráneos, lo que es de gran valor desde el punto de vista social-antropológico para la mejor definición de un área geográfica tan bien delimitada como la que nos ocupa.

Al mismo tiempo se ha podido determinar la práctica de ritos se• pulcrales, tales como la presencia del perro junto al cadáver del amo, los hachones para la iluminación de la gruta durante el acto sepulcral, la calidad de la cerámica funeraria, las ofrendas alimenticias, etc. En resumen, si por un lado las cuevas de habitación nos devuelven, al ser estudiadas, aspectos de la vida, las cuevas sepulcrales nos ilustran sobre determinadas prácticas funerarias. Si a todo ello añadimos lo que la excavación última ha facilitado, se verá que el grupo humano que pobló Tegueste puede ser definido con bastante precisión.

4. DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA SEPULCRAL NÚMERO 4 DEL BARRANCO DEL AGUA DE DIOS

Tres cuevas sepulcrales eran ya conocidas en el Barranco del Agua de Dios; dos en la margen derecha, aproximadamente a la altura del Pueblo de Tegueste, y otra en la margen izquierda. En esa misma mar• gen, a unos dos kilómetros del pueblo, curso abajo del barranco (ver la situación en la Lám. I), existe una pequeña cueva sepulcral, muy poco visible desde el exterior. Tiene dos cámaras y una longitud total de 8 m., repartida casi por igual entre las dos cámaras juntas. Desde la boca al fondo, la primera cámara mide 3,50 m., y la segunda 2 m. (fi• gura 1). La antigua boca de la cueva, que sería muy baja, y que estaría ce• rrada, como es corriente, por una pared de piedra seca, ha quedado cegada por derrumbamientos modernos de los prismas basálticos que forman la estructura de aquel paraje. Los bloques han quedado dis• puestos como puede verse en la figura 1, planta. El acceso a la peque• ña gruta sepulcral se encuentra en el extremo izquierdo de la serie

6 de bloques caídos. El nivel de la cueva queda 1,50 m. más bajo que el de la entrada, y ésta está a 15 m. de altura con relación al lecho del barranco. Interiormente, entre las dos cámaras, existe un pasadizo muy an• gosto, de sólo 0,75 m. de anchura por 0,90 m. de altura. El nivel de la primera cámara está a 0,50 m. por encima de la segunda. A una y otra las llamaremos, respectivamente, A y B (ver el pasadizo entre ambas cámaras en la Lám. II).

En esta cueva, a la que designamos con el número 4 para desta• carla de las tres anteriormente conocidas, se practicaron numerosos

Fig. 1.—Planta y sección de la cueva sepulcral núm. 4 del Barranco del Agua de Dios, Tegueste (Tenerife).

7 enterramientos utilizando para ello ambas cámaras. En la superficie hay una apreciable cantidad de huesos destruidos, sobre todo pequeños frag• mentos de cráneos. Dado que la cueva era ya conocida desde hace mu• chos años, el natural expolio sufrido por la misma y la destrucción de los restos humanos, fue de todo punto imposible determinar el nú• mero de cadáveres que allí fueron sepultados.

La excavación, sin embargo, reveló que ambas cámaras se utilizaron para el mismo fin, aunque de manera distinta. Según puede verse en la figura número 1, en la cámara A no existe ninguna señal ni elementos dispuestos artificialmente que revelen el lugar fijo de los enterramien• tos. Sin embargo, en la cámara B, ocupando la mitad de su superficie, hay una serie de piedras, generalmente lajas, que formaron un a modo de ancho escalón sobre el cual fueron colocados varios cadáveres, cuyo número tampoco se ha podido precisar (Lám. III y Fig. 1).

La excavación se inició en la cámara A. Se encontró un estrato de 0,45 m. de espesor máximo, irregularmente distribuido sobre el fondo rocoso de la cueva. Este aparecía al descubierto en algunos puntos, mientras que en otros se amontonaba una gravilla bajo la cual se en• contraba una tierra carbonosa bien cribada. No sorprendió este hecho, pues ya había sido advertido en otros yacimientos. La arena de las cuevas se suele emplear para la construcción, y la del barranco que nos ocupa es muy apreciada por su calidad. Se la emplea preferente• mente para el revestimiento de los edificios. Hoy constituye un buen negocio el transporte de la arena de aquel barranco, que en el sector de la construcción es conocida precisamente con el nombre de «arena de Milán». Este material no se va a buscar ya, por la gran demanda, al interior de las cuevas sepulcrales, sino que existen explotaciones en el lecho de aquel barranco.

Lo que en la cámara A había ocurrido era sencillamente el cribado de la totalidad del estrato arqueológico. Esto presentaba un grave in• conveniente para los resultados de la excavación. Era de todo punto imposible estudiar la distribución del material en el estrato,-pero facili• taba la tarea de recogida del mismo, ya que se encontraba en los mon• tones de gravilla y tierra. En la cámara B los hechos se presentaban de manera distinta. Estu• diada la superficie de la misma fue posible determinar con exactitud las dos zonas destinadas a enterramientos: una, sobre las lajas dispues• tas para tal fin (Fig. 1, sección y planta); otra, en el espacio compren• dido entre dicha colocación artificial de piedras y los bloques que for• man la pared exterior de protección sobre la cual se amontonan los pris• mas basálticos caídos. Esta cámara, pues, ofrecía un doble interés a la excavación. Los buscadores de arena desecharon por improductivo el espacio ocupado por el ancho escalón de lajas, y por poco productivo, es decir, pobre en arena, el existente entre dicho escalón y la pared del exterior. Por lo tanto, la cámara B podía todavía ofrecer, ya que no material antropológico, la totalidad del material arqueológico distribui• do ordenadamente en toda la potencia del estrato. En la cámara A la labor quedaba reducida a la simple recogida del material arqueológico

8 mezclado con la tierra cribada. En la cámara B la excavación se realizó primeramente en el escalón de lajas y después en el estrato propia• mente dicho. Salvo algún hueso humano muy destruido y algún trozo de tronco, como puede verse en la Lám. III, sobre la parte superior de dicho es• calón no quedaba ningún vestigio. Conocida la distribución y naturale• za del ajuar sepulcral, se sabía que éste, de existir, tenía necesariamente que encontrarse en el fondo, precisamente en la parte baja del escalón, sobre el estrato natural de la cueva. La separación de las lajas facili• taba el deslizamiento del ajuar hacia el plano inferior.

Hechas las mediciones correspondientes se procedió a retirar las la• jas y piedras de relleno que formaban aquel empedrado. Despejado el sitio se encontró en el fondo, formando la superficie del estrato, una fina tierra carbonosa. Hecho un corte en sentido perpendicular al eje a-b (Fig. 1, planta), se descubrió, yacente bajo las piedras, un estrato de 0,25 m. de potencia y de 0,35 m. en el resto de la cámara, es decir, en el espacio comprendido entre el borde del escalón y la pared del exte• rior. Probablemente este último sería el espesor normal del estrato en ambas cámaras. El estudio del estrato más potente de la cámara B tenía que servir para explicarnos la distribución de los materiales ar• queológicos en el estrato de la cámara A, antes de que el mismo fuese removido y cribado.

5. CONJUNTO ARQUEOLÓGICO

La cueva sepulcral número 4 del Barranco del Agua de Dios ha fa• cilitado una serie muy estimable de materiales; si no muy ricos en cantidad, sí de gran valor en cuanto a la tipología de los mismos. Vamos a referirnos en primer lugar a la parte del ajuar que entra dentro del grupo de las ofrendas funerarias. Hemos descubierto la pre• sencia del perro, del cerdo y de la cabra. Dos motivos pueden explicar la presencia del perro en una cueva sepulcral: sacrificio del animal a la hora de la muerte del amo para que cumpla con la función de guía o compañero en el viaje de ultratumba; en otro caso, puede estar allí como simple ofrenda alimenticia, ya que existe el testimonio de que los guanches comían perros, extremo que hemos podido comprobar en numerosas cuevas de habitación, donde, entre los restos de alimenta• ción, la representación del perro era muy manifiesta.

Los huesos, colmillos y molares de cerdo, descubiertos en las cuevas sepulcrales, así como los huesos de cabra, hay que considerarlos como simple ofrenda alimenticia. En la cueva que venimos estudiando dichos elementos aparecían distribuidos de la siguiente forma: Cámara sepulcral A: un maxilar de perro y un maxilar de cabra. Cámara sepulcral B: dos molares de cerdo y fragmentos pertene• cientes a dos cráneos de cabra.

9 Está muy bien representado en la cueva número 4 del Barranco del Agua de Dios el ajuar sepulcral característico de este tipo de yacimien• tos. El conjunto está compuesto principalmente por tabonas (lascas de obsidiana), cuentas de collar, punzones de hueso, cerámica y restos de ramas y troncos. La presencia de tablones, ramas y troncos en las cue• vas sepulcrales se explica por el hecho de que el cadáver era colocado sobre una yacija compuesta con dichos elementos vegetales. La distribución del material arqueológico en las dos cámaras es como sigue:

Tabonas Cuentas coliar Punzones Troncoi Cerámica

Cámara sepulcral A 20 28 2 puntas 2 97 Cámara sepulcral B 29 3G 1 entero 3 105

Total 49 58 3 5 202

El material arqueológico recogido de entre el material cribado en la cámara sepulcral A, tiene solamente un valor tipológico. Sin embargo, en la cámara B se conservaba en el estrato conforme a su distribución original. Esta circunstancia ha permitido, incluso, determinar la colo• cación de algún cadáver tanto sobre el ancho escalón de lajas como so• bre el piso de la cueva. Por ejemplo, la cerámica procedente de la cá• mara sepulcral B aparece con preferencia hacia el punto medio del em• pedrado artificial, y como las cuentas de collar se encuentran hacia el extremo derecho del citado escalón, teniendo en cuenta que el cadáver llevaba los collares puestos y que las vasijas conteniendo ofrendas ali• menticias se colocaban a la altura de las manos —los brazos estaban extendidos a lo largo del cuerpo—, los cadáveres en tal sitio colocados lo fueron en dirección N.-S. En esa misma dirección estuvieron los del espacio libre de la citada cámara.

No ocurre lo mismo en la cámara A, donde un grupo de cuentas de collar caídas en una pequeña oquedad del fondo de la cueva escaparon a la acción de los cribadores del estrato. Esto ha servido para deter• minar la posición de por lo menos uno de los cadáveres allí depositados: de W. a E.

Otro elemento que puede dar buena información, aunque no tan precisa como los señalados, son las tabonas. Las tabonas son piezas que normalmente se encuentran en todas las cuevas sepulcrales: ningún conjunto funerario carece de ellas. Pueden faltar la cerámica, los pun• zones e incluso las cuentas de collar, pero por pobre que sea un yaci• miento funerario, siempre es posible señalar en él la presencia de una tahona. También ésta puede indicar la orientación de un cadáver, pues dichos útiles suelen estar colocados al nivel de las manos, sin subir más arriba del de la cintura. Este extremo aparece comprobado en la cámara sepulcral B, en las dos zonas de enterramiento de la misma. Los punzones suelen ocupar también un sitio muy próximo a las tabonas, a veces el mismo de éstas. Mientras las dos puntas de punzón

10 de la cámara A estaban confundidas entre el material cribado, el punzón procedente de la cámara B se encontró a 10 cm. de profundidad, en el estrato libre de la cueva y al mismo nivel de las tahonas.

Convenía, además de señalar numéricamente el material, insistir en la función que las diversas piezas cumplían, dentro de la cueva sepul• cral, en relación con determinados ritos funerarios.

6. DESCRIPCIÓN DEL MATERIAL

a) Tahonas.—Tabona, como se sabe, es voz guanche. Ha sido trans• mitida por antiguas crónicas y ha llegado hasta nuestros días. «Apro• vechábanse para cortar —escribe Abreu Galindo en Historia de la con• quista de las siete islas de Gran Canaria, 1632— de unas piedras negras como pedernal, que dando una piedra contra otra se hacía rajas, y con esas rajas cortaban y sajaban y desollaban. A éstas llamaban tahonas.» El uso de la tahona y la técnica de obtención de la lasca habían sido ya descritos por Fray Alonso de Espinosa en el siglo xvi.

En otro lugar («Estudio acerca de las tahonas de los guanches», 1947, y «Notas acerca de la industria lítica guanche», 1949) hemos es• tudiado la técnica y la variedad tipológica de este utensilio. Ya señalá• bamos en dicho trabajo que la longitud de estas piezas no suele ser menor de 3 ni mayor de 8 cm. y su anchura oscila entre los 2 y los 5 cm.

Las piezas procedentes de la cueva sepulcral que estudiamos pertene• cen todas al tipo medio de la serie, es decir, no son microlitos, entre los cuales se encuentran las lancetas para fines quirúrgicos —según refieren las crónicas antiguas y los modernos estudios sobre medicina guanche—, ni pueden ser incluidas dentro del grupo de las grandes lascas.

Encontramos algunas puntas de mano y pequeños buriles y raspa• dores. Como todas estas piezas, tienen una base que corresponde al pun• to de percusión, y los filos son laterales. En la figura 2 reproducimos las más características. Están presentadas por la que pudiéramos llamar cara anterior, pues la posterior es de estructura concoidal, puesto que corresponde al plano de desprendimiento del núcleo. La variedad de planos de Ja cara anterior queda explicada por el hecho de que en ella han ido quedando marcados los planos de desprendimiento de las las• cas obtenidas con anterioridad.

En esta industria de lascas no se recurre nunca al retoque de los bordes; las entalladuras que en muchos de éstos se advierten son sim• ples tallas de uso. En algunas piezas de la figura 2 aparecen bien marca• dos esos retoques de uso y el hecho no deja de ser curioso, puesto que las lascas que forman parte del ajuar funerario son siempre lascas que no han sido usadas. (Véase nuestro trabajo «El ajuar de las cuevas se• pulcrales de las Canarias Occidentales» 1951.)

11 Fig. 2.—Lascas de obsidiana (tabonas).

Faltan en la cueva sepulcral número 4 del Barranco del Agua de Dios los grandes núcleos preparados para la obtención de tabonas. Tam• poco han sido hallados los percutores y los machacadores obtenidos de cantos rodados o de núcleos de basalto.

Las formas de estas lascas son generalmente triangulares. Las hay rectangulares más o menos alargadas, aunque también son muy fre• cuentes las de forma de media luna, romboidales y poligonales. Por ra-

12 zones técnicas y del material empleado se dan muy raramente las pie• zas circulares.

En Tenerife la industria de la obsidiana es muy importante. Los ya• cimientos más ricos y de mejor calidad se encuentran en Las Cañadas del Teide. Tegueste y su región carecen de este mineral. El yacimiento más próximo forma una gran mancha que hay por La Guancha y San Juan de la Rambla, y los ya citados en Las Cañadas del Teire (ver el mapa geológico de Tenerife en «Contributions to the Geology of Teneri• fe», de Hans Hausen, 1956).

Teniendo en cuenta la naturaleza de esta industria no hay posibili• dad de hacer una clasificación tipológica de la misma. Sin embargo, de• bemos considerarla como un elemento muy representativo del neolíti• co de tradición capsiense que arriba a Canarias y que podemos situar entre el 3.° y el 2.° milenio a. de J. C.

b) Cuentas de collar.—La cámara sepulcral A ha dado los siguien• tes tipos de cuentas de collar: 14 anulares, 8 cilindricas, 4 segmentadas y 2 segmentadas también, pero con profundo estrangulamiento en la línea correspondiente a los segmentos. El número de segmentos varía. Hay una cuenta con 6, otra de 3 y las demás segmentadas de 2. Las cuentas anulares tienen un diámetro máximo de 5 mm.; las cilindricas varían entre los 4 y 6 mm. de diámetro; entre 6 y 8 mm. las segmenta• das, con longitudes que oscilan entre los 10 y 13 mm.

La cámara B dio solamente cuentas tubulares de 8 a 12 mm. de diámetro y de 2,5 cm. a 2,8 cm. de longitud (Lám. IV).

La covacha sepulcral del Barranco del Agua de Dios confirma una vez más la calidad del ajuar funerario, entre el cual las cuentas de collar son elemento muy importante. Hemos dedicado un trabajo a este objeto de ornamento («Adornos de los guanches. Las cuentas de collar», 1944). L. Pericot («Sobre algunos objetos del Eneolítico del Este de España», 1936) sitúa cronológicamente este tipo de cuentas o segmented beads, cuya área de dispersión abarca desde Egipto hasta las Islas Británicas y se introduce en el Mediterráneo con el comercio de los metales en la Edad del Bronce. Sabido es que solamente en Tene• rife es donde se encuentran en barro cocido, como en los yacimientos del Egipto predinástico y que por ser Tenerife la única isla del Archi• piélago canario donde se conservan, cobra dicha isla la categoría-de la estación más occidental de este objeto de ornamento.

La variedad de tipos que nos da la cueva sepulcral del Barranco del Agua de Dios puede decirse que, salvo algunas diferencias de tamaño, son los ya conocidos en la isla. Un dato de gran valor que da esta cueva con relación al objeto que nos ocupa, es que la cámara B ha dado cuen• tas todas de tipo tubular, lo cual nos indica la composición del collar. Sin embargo, en la cámara A encontramos una gran variedad de tipos; esto puede decir que componían varios collares. La remoción sufrida por el estrato arqueológico de dicha cámara, unida a la fragilidad del

13 barro cocido, ha ocasionado la destrucción de gran cantidad de cuen• tas, como se comprobó durante el trabajo de recuperación, pues fueron muchos los fragmentos de cuentas recogidas. La coloración es también muy variada. Unas veces obedece la mis• ma al material empleado y otras al grado de cocción. Las hay de color siena, pardo claro y oscuro, ocre, rojo ladrillo, gris y negro intenso. En todas ellas se advierte, mezclada con la arcilla, una finísima arena des• engrasante. El pulimento exterior está muy cuidado y el engobe de las de color ladrillo está conseguido a base de un barnizado de almagre.

Siempre dentro de la preocupación etnológica que todo yacimiento arqueológico guanche despierta, vale decir que las cuentas de collar no se encuentran nunca formando parte del ajuar doméstico. El hallazgo de alguna cuenta aislada en cuevas de habitación y en un solo caso en un paradero pastoril de alta montaña, solamente indica que se trata de piezas perdidas, de collares desenhebrados, pues al estudiar dichas pie• zas, muestran los extremos desgastados como prueba de un intenso uso. También revelan mucho uso las cuentas que componían los colla• res destinados a fines funerarios.

c) Punzones.—Componiendo la lámina IV pueden verse el punzón entero y las dos puntas procedentes de la cueva sepulcral, cuyas dos cámaras venimos estudiando. El punzón entero tiene una longitud de 7,5 cm. y la de las dos puntas es de unos 2,5 cm. A juzgar por la cara articular del hueso, conservada en el mango del punzón, éste se obtuvo de un metacarpiano de cabra. La técnica es muy simple: se escinde el hueso a todo lo largo y de cada parte se obtiene el material en bruto para fabricar el punzón. Luego, el hueso se desgasta con un pulidor de lava muy porosa y la última fase de aguzamiento se obtiene con una tabona.

Como es natural, los punzones, además de formar parte del ajuar funerario, están abundantemente representados en las cuevas de habi• tación. Se empleaba a modo de ojetero para coser las pieles con hilo de tendón. Visto el material que ha dado la cueva sepulcral número 4 del Ba• rranco del Agua de Dios y suponiendo que los enterramientos debieron verificarse en épocas distintas —a juzgar por el espacio destinado a los mismos, por la cantidad de cerámica descubierta y otras señales, cal• culamos de 30 a 40 los enterramientos—, el número de punzones debió haber sido muy abundante. Pero se trata de un objeto que resiste muy mal la humedad y el choque con otros materiales más duros; gran nú• mero de ellos debió de haber sido destruido por el agua filtrada en la cueva y por la fuerte remoción sufrida por el estrato arqueológico de la misma.

Sin embargo, la presencia de estos punzones viene a confirmar la na• turaleza de las ofrendas funerarias guanches, compuestas primordial- mente por utensilios domésticos de uso cotidiano.

14 d) Cerámica.—Estudiaremos como un solo conjunto la cerámica descubierta tanto en la cámara sepulcral A como en la B. En este ya• cimiento funerario se dan cuatro tipos de cerámica: lisa, plástica o acanalada, incisa y excisa. Ya hemos dicho en otro lugar («Paletnología de las Islas Canarias», 1963) que la cultura de sustrato, caracterizada por una industria de las• cas, picos asturienses, toscas hachas talladas, esferoides de piedra, pun• zones y espátulas de hueso, cuentas de collar de barro cocido, conchas perforadas, vestidos de piel, armas de madera, habitación y necrópolis en cuevas naturales, abrigos semiconstruidos en los paraderos de alta montaña, economía ganadera (cabra y oveja), el perro y el cerdo como animales domésticos, etc.; en cuanto a la cerámica presenta unos vasos de fondo cónico o muy redondeado y de formas ovoides y semiesféri- cas. Esta cerámica es lisa. Ella define, mejor que ninguna otra industria, la oleada neolítica que llegó a Canarias y que alcanzó de lleno la isla de Tenerife. Por otro lado, Tenerife está considerada, desde el punto de vista históricc-cultural, como una isla muy representativa. Se estima con cierto fundamento que dicha isla se mantuvo al margen de las dis• tintas y posteriores inmigraciones que dejaron impresa su huella en otras islas del Archipiélago. La presencia en la cueva sepulcral de Tegueste de un tipo de cerá• mica distinta, con una técnica decorativa insólita, plantea un acuciante problema. El hecho de ocupar esta cerámica un área relativamente pe• queña y muy bien delimitada —como se verá en el epígrafe siguiente— hace pensar en la arribada a aquel sector de la isla, precisamente por el arco costero Bajamar-Te jiña —dentro de la zona geográfica de la comarca de Tegueste— de un pequeño grupo humano portador de nue• vas técnicas cerámicas. Por otro lado, el hecho de hallar este tipo de cerámica no en convivencia con la lisa, sino superpuesta a ésta, parece indicar que este grupo humano arriba a la isla con posterioridad al primero. Y que los portadores de la cerámica decorada penetraron en la isla por el tramo de costa ya indicado, lo revela el hecho de que en aquella comarca es donde esas técnicas, más que desarrollarse, se es• tancan. El hallazgo de muestras de cerámica decorada en otros lugares de la isla, distantes de este foco originario, no modifica nuestra tesis, pues el hecho, como explicaremos más adelante, puede explicarse por movimientos de la población dentro de la isla. El hecho evidente es que la cerámica de dicha zona es, dentro de la arqueología de Tenerife, una notable novedad. Para demostrarlo basta establecer algunas com• paraciones con la cerámica típica de la isla.

Cerámica lisa.—En el estrato inferior de la cueva sepulcral de Te• gueste encontramos la cerámica lisa. Técnica y tipológicamente con• cuerda con la ya conocida cerámica guanche. Sus bordes (Fig. 3), son redondeados, a veces con un rebaje exterior o interior, y otras con pla• no biselado, con el corte hacia dentro. El único detalle ornamental conocido de la cerámica de Tenerife consistía en incisiones, impresiones digitales, rombos y círculos excisos y, a veces, profundas marcas triangulares marcadas todas en el plano superior del borde (Fig. 3, serie 3).

15 Fig. 3.—Bordes de cerámica lisa y decoración del plano superior de los mismos.

Las vasijas presentan, por lo general, una coloración pardo oscura, a veces rojiza, pero siempre con zonas ennegrecidas. El fondo, cónico; las formas, ovoides o redondeadas —tipo cazuela—, con tamaños que oscilan entre 10 y 40 cm. de altura y diámetros proporcionados a la misma en las piezas semiesféricas, pero con una gran desproporción entre diámetro de la boca y altura de la vasija en las de forma ovoide. Los bordes y las paredes mantienen un espesor de gran regularidad, mientras que los fondos toman mayor grosor.

16 Fig. 4.—Tipología cerámica de la cueva sepulcral núm. 4 del Barranco del Agua de Dios (Tegueste).

El estudio de los bordes y de las asas (Fig. 4) nos ha permitido re• constituir algunos tipos de las vasijas halladas entre el conjunto de las ofrendas funerarias de la cueva sepulcral de Tegueste. Como puede verse en dicha figura, se trata de cuencos provistos de asa-vertedero o mango macizo, las dos formas más corrientes de asa en la cerámica de Tenerife. Menos frecuente, pero también conocida, es el asa de ma• melón, que en la cerámica de dicha cueva, como en otras piezas ya co-

17 Fig. 5.—Tipos de asa y mango-vertedero. nocidas, aparece asociada a vasijas de mayor tamaño, generalmente de forma ovoide y de fondo marcadamente cónico. En la lámina V, 4 y 6, pueden verse dos asas de mamelón, y en la figura 5, otros dos ejemplos en el extremo de la serie 3. También encontramos el asa de aleta y un tipo poco frecuente que denominaremos de «oreja» (Lám. V, 5, y figu• ra 5, las dos primeras de la serie 3). Alguna vez este tipo de asa lo he• mos encontrado asociado a la cerámica lisa, siempre en vasijas de gran tamaño.

18 En la misma figura 5 podemos ver, en la serie 1, cuatro perfiles de asas de aleta y dos de mango. En la serie 2, tres mangos y manera de insertarse en la pared de la vasija y en el extremo de la misma serie, una curiosa prolongación del borde en forma de pequeño mango. La tercera serie ofrece una variedad que va desde las asas de oreja a las de mamelón, como ya se indicó, pero en el centro podemos ver dos verdaderas asas, que, dada su rareza, no hemos podido relacionar con la cerámica lisa y que sospechamos pertenezca a un tipo de vaso no conocido. Finalmente, la serie 4 presenta en corte cuatro asas-vertedero.

Cerámica acanalada.—Este tipo de cerámica lo podemos conside• rar exclusivo del área de Tegueste: en Tegueste, es decir, en torno al

Fig. (,,—-Mapa de Tenerife. El punteado corresponde al área de la cerámica decorada; los triángulos señalan estaciones con cerámica incisa.

19 Fig. 7.—Bordes de cerámica acanalada. pueblo, se produce el hallazgo más oriental y el más occidental en La Ma• tanza (Fig. 6). En la lámina V, 1, hay unos ejemplares con técnica aca• nalada, y en el ejemplar primero de la serie puede verse el ritmo de• corativo de los surcos. Estos están trazados con un objeto romo; mar• can una banda paralela al borde del vaso, de 5 a 6 cm. de anchura o se combinan con otra banda de anchura semejante, pero con los surcos dispuestos verticalmente. En algunos casos ocurre lo contrario, y en• tonces tenemos la banda de surcos verticales junto al borde y debajo

20 Fig. 8.—Fragmento de cerámica incisa y temas decorativos de sus bordes. la de surcos trazados horizontalmente. Los bordes (Fig. 7) son, general• mente, planos, con menos frecuencia biselados y, a veces, redondos, presentando éstos, con respecto a la cerámica lisa, una tendencia a volverse hacia afuera. El perfil de la zona decorada aparece ondulado. La parte superior del borde se decora raramente con incisiones y en una proporción importante aparece sin decorar. Daremos más adelante la proporción de bordes decorados con relación al tipo de cerámica y a la totalidad de los mismos.

21 Fig. 9.—Fragmentos y bordes correspondientes de la cerámica incisa.

Dada la rareza de esta cerámica y el hecho de no haber podido ser estudiada ninguna pieza entera con esta decoración, nos encontramos en la imposibilidad de reconstituir su tipología. Por el análisis de los fragmentos descubiertos en la cueva de Tegueste y el estudio de sus bordes, podemos deducir lo siguiente: 1,", que se trataba de vasos de tamaño medio, de una altura no superior a 15 ó 20 cm., con la boca ancha; 2°, que tendrían la forma semiesférica; 3.°, que estarían despro• vistos de mango vertical y de asa-vertedero y que acaso alguna forma

22 Fig. 10.—Temas decorativos más frecuentes de la cerámica incisa

más esbelta, por ejemplo del tipo jarra, llevaría dos asas en curva como las ya citadas de la figura 5, serie 3, centro. Cerámica incisa.—Así como la cerámica plástica o acanalada queda dentro de un sector tan limitado como el del área de Tegueste, la cerá• mica incisa tiene una mayor fuerza de expansión, y ya veremos en el epígrafe siguiente dónde han sido localizadas algunas muestras. Los bordes son redondeados y, con menos frecuencia, planos, como ya se

23 indicó. La cara superior del borde presenta una rica variedad ornamen• tal que va de la simple incisión a las impresiones plásticas digitales o a los círculos excisos (Fig. 8). Los temas decorativos son de una gran sencillez: incisiones verticales formando banda alrededor del vaso y en las proximidades del borde; a veces alternan los trazos verticales con los horizontales y ocasionalmente forman una cuadrícula muy descui• dada. También se encuentran los trazos oblicuos o se raya la pared de la vasija con una serie de incisiones sin ritmo decorativo (Figs. 9 y 10, y Lámina V, series 2 y 3).

A esta cerámica se asocia alguna vez el asa de aleta o de oreja, pero por lo general carecen de mango vertical y de esa-vertedero. En su coloración predominan los colores oscuros o el marrón su• bido. Tipológicamente se aproximarían bastante al cuenco semiesférico y quizás al vaso ovoide. Cerámica excisa.—Esta técnica decorativa es la más rara en la ce• rámica de Tenerife, pero diversos hallazgos localizados entre Tegueste y La Matanza, la sitúan dentro de la misma área de dispersión de la cerámica acanalada. Tampoco tenemos vasos enteros ni disponemos de fragmentos para la restauración de un vaso completo. Se trata, en general, de ejempla• res de mediano tamaño, de no más de 15 cm. de altura y diámetro de la boca de un máximo de 20 cm. Serían de forma semiesférica y acaso carecían de asas, pues en los bordes de que disponemos no ha sido po• sible determinar la huella de inserción de las mismas.

Es una cerámica roja, basta y con el pulimento poco cuidado, tanto en el interior como en el exterior. De la cerámica lisa ha tomado la de• coración del plano superior del borde, pero en éste ha renunciado a la técnica incisa sustituyéndola por profundas excisiones semejantes a las de algún tipo de la cerámica incisa, como puede verse en los bordes correspondientes a los fragmentos de la figura 8.

Tanto las excisiones de las paredes del vaso como del borde del mismo, son de figura triangular, romboidal o circular. En determinados casos se encuentran bandas con dobles series de dientes de lobo. Gene• ralmente son dos bandas excisas las que rodean la zona superior del vaso, pero también se da una serie de círculos que se combinan con el surco paralelo a éstos, a veces oblicuo y, en algún caso, una banda de cuatro o cinco línea incisas. En la lámina V, extremo de la serie 3, se reproducen dos fragmentos de cerámica excisa procedentes de la cueva que venimos estudiando. Analizando la técnica decorativa de esta cerámica se advierte que las excisiones no han sido producidas por la acción sobre la pasta blanda de arcilla de un objeto semejante al sacabocado, sino por la penetración de un objeto con remate redondo, triangular o romboidal. La posición de dicho objeto sería oblicua con respecto a la pared del vaso. Al pe• netrar en la pasta blanda, cada impresión deja un marcado resalte en el borde del hoyo practicado.

24 Este tipo de cerámica se ha dado con mayor abundancia en las cue• vas sepulcrales excavadas desde Tegueste a La Matanza, pero también la hemos hallado en dos cuevas de habitación del Barranco Cabrera, en .

Bordes y decoración.—Consideramos las incisiones del plano supe• rior del borde como el único elemento decorativo de la cerámica lisa. No es una creación insular, sino que se introduce con la misma cerá• mica. Esta decoración pasa a la cerámica plástica y excisa, y debemos considerarla como una tradición técnica de la cerámica más primitiva.

Hemos hecho un detenido análisis de la decoración de los bordes en los distintos tipos cerámicos ya estudiados, y los tantos por ciento ob• tenidos nos ilustran sobre el empleo de esta decoración y la calidad de la misma a partir de la cerámica lisa hasta la cerámica excisa. Veamos esto en detalle:

•/, Lisos °/0 Incisos 7. Plásticos °/o Excisos

Bordes cerámica lisa 64,1 4,5 25,0 6,4 Idem ídem incisa 60,8 13,0 21,7 4,5 Idem ídem plástica 70,8 8,3 20,9 — Idem ídem excisa — — — 100

Como se ha visto, en los cuatro tipos de cerámica predominan en un mayor tanto por ciento los bordes lisos. La cerámica incisa y plás• tica emplean con mayor frecuencia ese tipo de decoración en el borde. La plástica es la que tiene el mayor tanto por ciento de bordes sin de• corar y ocupa el tercer lugar en la decoración plástica de sus bordes. Mientras la cerámica lisa y la incisa decoran con excisiones sus bordes, la plástica no emplea esta técnica, pero es la que de un modo exclusivo emplea la cerámica excisa, que desecha los otros tipos de decoración de bordes.

De todo ello se deduce que la cerámica lisa introduce tales técnicas, que la cerámica plástica no emplea las excisiones y que la cerámica ex• cisa las emplea siempre en la decoración de sus bordes.

Vasos de ofrendas.—Hecho este inciso sobre una modalidad técnica de la cerámica de Tenerife, detengámonos ahora en dos piezas de pe• queño tamaño que designaremos con el nombre de «vasos de ofrendas». No son otra cosa que réplicas en miniatura de vasos de tamaño normal. La cueva sepulcral número 4 del Barranco del Agua de Dios nos ha dado dos de estas piezas (Fig. 11). Los fragmentos hallados corresponden aproximadamente a la mitad de los pequeños cuencos. Esto ha facilita• do su reconstitución.

Uno de ellos va provisto de un pequeño mango que se inserta obli• cuamente a la pared de la vasija en la proximidad del borde. La otra es un cuenco sin asas. Esta tiene 4 cm. de diámetro en la boca y 6 cm. en

25 la parte correspondiente a la panza. Su altura es de 4,5 cm. La pieza provista de mango tiene 4 cm. de altura, 3 de diámetro en la boca y 4,5 en su parte más ancha.

La presencia de estos vasos en las cuevas sepulcrales plantea más de una cuestión. Desde el punto de vista etnológico, estos pequeños va• sos cumplían con una función en el capítulo de las ofrendas funerarias. Hay abundantes citas literarias al respecto. Por otro lado, los hallaz• gos en cuevas sepulcrales son lo bastante numerosos y alcanzan otras islas. Hallazgos de esta naturaleza están documentados en yacimientos

Fig. 11.—"Vasos de ofrendas", del ajuar se• pulcral de la cueva número 4 del Barranco del Agua de Dios (Tegueste)

sepulcrales de Gran Canaria, y Tenerife. De esta isla tenemos un pequeño cuenco procedente de (Museo Arqueológico de Teneri• fe, número 433), el cual ofrece, además, una banda incisa alternando los trazos verticales con los horizontales. Cerca del borde lleva un muñón a modo de rudimentario mango. Tipológicamente tiene el mismo perfil de la pieza de la izquirda de la figura 11.

En el Museo Arqueológico de Tenerife, números 440 y 184, hay dos vasos de ofrendas, también procedentes de cuevas sepulcrales. En la vi• trina 9 hay otros tres, de la isla de La Palma: uno de Mazo, negro, con incisiones en el borde; otro de Punta Llana, de color ocre, con una rica

26 i decoración incisa y punteada, y uno descubierto por nosotros en la úl• tima excavación de Belmaco, que ofrece el extraordinario interés de re• producir en su decoración el tema de un petroglifo. En las vitrinas del Museo Canario de Las Palmas pueden verse nu• merosos vasos de ofrendas. Otra pieza cerámica.—El más raro descubrimiento cerámico de esta cueva del Barranco del Agua de Dios lo constituye la mitad aproximada de una pieza que por sus líneas no corresponde a ningún cuenco u otro utensilio de barro de los hasta ahora conocidos de Tenerife. Como puede verse en la figura 12, donde se ha intentado una reconstitución, se trata de la parte de un utensilio de forma ovalada, con los extremos prolon• gados y cóncavos. No corresponde este fragmento ni a una cuchara ni a un plato, piezas que ya conocemos y que han sido publicadas («Una cu• chara y un plato», Revista de Historia Canaria, 1961). La cuchara cono• cida no llega a 10 cm., incluido el mango, y la pieza que nos ocupa ten-

Fig. 12.—Lámpara (?) de barro cocido.

27 dría un total aproximado de 18 cm. de longitud. La cuchara va provista de mango macizo, con una cazoleta de 2,5 cm. de profundidad. La con• cavidad de la pieza a que nos estamos refiriendo se aproxima a los 4 cen• tímetros y la longitud de esta cazoleta es de unos 11 cm. El más elemen• tal conocimiento de la alfarería indígena no se atrevería a incluir esta rara pieza dentro de la serie de los platos.

Solamente comparándola con otra muy parecida, descubierta en la isla de , podemos intentar su definición. El ejemplar de La Gomera tiene aproximadamente la misma forma y las mismas dimensio• nes. Por comparación con esta pieza conocida hemos podido reconstituir la descubierta en la cueva del Barranco del Agua de Dios. En sus prolon• gaciones extremas la de La Gomera está perforada en sentido transversal al eje mayor, lo que parece indicar que por dichas perforaciones se pa• saba una cuerda fina destinada a colgar la pieza. Como al mismo tiempo las concavidades de los extremos presentaban unas manchas ennegreci• das, se pensó que muy bien podía tratarse de una lámpara o candil ali• mentado con grasa, y que las manchas negras correspondían al punto donde las mechas ardían.

Existiendo tan estrecha relación tipológica entre el utensilio de La Gomera y el ahora descubierto en Tenerife, estimamos que el uso de ésta sería análogo al de aquélla. Técnicamente debe incluirse dentro de la cerámica lisa y dentro del estrato de la cerámica lisa fue descubierta. Si por otro lado tenemos en cuenta que en cuanto a su fondo cultural Tenerife y La Gomera son las dos islas más arcaizantes, puesto que son las que mejor han conservado el horizonte neolítico, de sustrato, hasta el siglo xv de nuestra Era, no deja de ser significativo que ambas nos hayan ofrecido piezas tan seme• jantes, desconocidas por lo demás, en el resto del Archipiélago.

7. FOCO DE LA CERÁMICA DECORADA Y ÁREA DE DISPERSIÓN DENTRO DE LA ISLA

Ya se ha visto por lo que antecede que las novedades arqueológicas de la cueva sepulcral del Barranco del Agua de Dios no han sido muchas. Un cotejo con el ajuar sepulcral ya conocido nos lo ha ido confirmado. Sin embargo, el capítulo de la cerámica decorada es el que nos plantea problemas de no fácil explicación, pero que trataremos de exponer con la mayor objetividad posible. La variedad tipológica, la técnica y los temas decorativos de esta ce• rámica no son exclusivos del yacimiento arqueológico que estamos es• tudiando ni siquiera del barranco donde dicho yacimiento está empla• zado. Pero por lo que veremos más adelante, el área de Tegueste juega un papel muy destacado como foco de concentración de dicha cerámica y como punto de dispersión de la misma dentro de la isla de Tenerife. En ambas cámaras sepulcrales ha sido hallada la misma variedad ce• rámica, pero así como la cámara A no nos ha permitido determinar la

28 estratificación de aquélla, la cámara B, con su estrato intacto, ha dejado ver la sucesión de dicho elemento arqueológico en el interior de la cueva.

Dentro de la cámara B comencemos por referirnos al espacio cubier• to por la plataforma o escalón artificial. Retirado éste, entre las piedras y sobre la superficie del estrato más antiguo se halló una cerámica de color ladrillo y casi en su totalidad decorada. Este mismo tipo de cerá• mica aparecía en la superficie o cerca de ella en el espacio libre de pie• dras de la citada cámara. En la parte más profunda del estrato se des• cubrió una cerámica indiscutiblemente lisa, más oscura y con zonas ennegrecidas.

La existencia de cerámica decorada en Tenerife fue desconocida hasta nuestros primeros afortunados descubrimientos. Hasta entonces el tó• pico difundido en todas las notas arqueológicas, era que los guanches de Tenerife no decoraban su cerámica.

Nuestro primer descubrimiento tuvo lugar en el Barranco Cabrera, entre El Sauzal y La Matanza, en el N. de Tenerife (tanto para el área originaria como para la de dispersión, véase mapa de la figura 6). Con posterioridad señalamos estaciones con cerámica del mismo tipo en La Punta del Viento y en La Punta de la Barranquera, . Hemos lo• calizado yacimientos con igual cerámica en El Roque, Risco del Pris, Guayonje, El Boquerón, La Fuentecilla, Risco de los Guanches y El Pe• dregal, también en Tacoronte. En El Sauzal, además del Barranco Ca• brera, cuyas cuevas tanto sepulcrales como de habitación contenían ce• rámica decorada, la hemos descubierto en La Garañona y Risco del Cas• tillo. Más al W., en la necrópolis del Risco del Perro, costa de La Matan• za. Al NW. de Tegueste se encuentra la misma cerámica, sobre todo por la franja costera de Valle Guerra. Dentro de este sector hay que destacar la cueva de habitación de Las Cordoneras por la cantidad y calidad del material descubierto.

La aparición de cerámica decorada se intensifica a medida que uno se aproxima a la región de Tegueste propiamente dicha: el yacimiento sepulcral de La Palmita, en Tejina, dio buen material decorado, pero la mayor densidad aparece en el Barranco de Milán, que como ya se dijo, forma el curso inferior y la desembocadura de la arteria donde se en• cuentra también la cueva del Barranco del Agua de Dios. Dicha cerámica, con las técnicas decorativas ya estudiadas, es, como ha quedado expues• to, la que tan bien representada hemos encontrado en la cueva sepul• cral objeto de este trabajo.

Si nos fijamos en el mapa de la figura 6 lo primero que se descubre es el área cubierta por la cerámica decorada. Se trata de una zona cos• tera que penetra profundamente en el Valle de Tegueste, aunque sin re• basar la cota de los 450 m. Comprende la línea costera del valle de Te• gueste, por tierras de Tejina; se extiende hacia el W. por toda la costa del Valle Guerra, acantilados de Tacoronte y El Sauzal y termina en los acantilados de La Matanza, en el bien conocido yacimiento del Risco del Perro.

29 Conocemos yacimientos muy representativos en todo el N. de Tene• rife, desde La Matanza hasta la Punta de Teño, extremo NW. de la isla («Informes y Memorias» números 14 y 28 de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, 1947, 1953; «La cerámica decorada de Te• nerife como elemento definidor de la vida guanche», 1950). Tanto en los «Informes y Memorias» como en el otro trabajo citado, se insiste en la cerámica típica de Tenerife y se publican grabados muy ilustradores a este respecto. Pero, por el contrario, no abundan las citas concretas para la cerámica decorada.

En toda la zona del N. de la isla sólo hemos podido señalar dos ya• cimientos con cerámica incisa: una cueva en el Barranco Ponce, San Juan de la Rambla, y otra en Los Celajes, dentro del término municipal de La Guancha. Pero ha de ser en Las Cañadas del Teide, a más de 2.000 metros del nivel del mar —la estación de Guajara está a 2.696 m.— donde volvemos a encontrar cerámica incisa en los abrigos pastoriles. Una cur• va que va de E. a W., ciñéndose a los flancos del volcán, marca los des• cubrimientos de este tipo de cerámica. Las localidades son: Cañada de Pedro Méndez, Cañada de la Mareta, Cañada Blanca, Alto de Guajara, Base de Guajara y Llano de Ucanca. Precisamente un vaso descubierto en La Cañada de la Mareta nos da el desarrollo de la decoración, que consiste en trazos verticales alternando con horizontales, formando ban• da que rodea el vaso en una zona próxima al borde. Limitando la banda por su parte inferior lleva un profundo trazo inciso.

Por lo que queda dicho, hay que considerar al área de Tegueste como el foco originario de la cerámica decorada en la isla de Tenerife. Al Este queda limitada por el término de Tegueste y al W. por La Matanza. Pero dos hechos llaman la atención: primero, la gran distancia entre San Juan de la Rambla y La Guancha del área de la cerámica decorada; segundo, el mayor alejamiento todavía y la gran altitud donde dicha cerámica aparece dentro de los paraderos pastoriles; tercero, que estas estaciones tan alejadas del foco originario den solamente muestras de cerámica incisa.

8. LA CERÁMICA DECORADA DE TENERIFE Y PROBLEMAS QUE PLANTEA

Hay una concurrencia de problemas en torno a la cerámica decorada de Tenerife que sólo podemos atacar mediante el análisis de unos facto• res no manejados hasta ahora. La escasa potencia del estrato de la cueva del Barranco del Agua de Dios no ha permitido una separación precisa de los distintos tipos de cerámica: lo único que queda claro es que la lisa se encuentra en la parte inferior del estrato. Pero el hecho de la existencia de este importante elemento arqueológico, acaso el más in• dicado para ser empleado en una tentativa cronológica, hace que el ya• cimiento objeto de este trabajo sea estudiado desde un punto de vista poco frecuente en la investigación arqueológica de la isla. Las técnicas

30 cerámicas son distintas y hay unas novedades tipológicas que debemos tener muy en cuenta, como la supuesta lámpara o candil.

La primera cuestión afecta al aspecto cronológico. Estimamos que dicha cerámica con todas sus novedades técnicas y tipológicas, puede quedar incluida dentro del mismo estadio neolítico que arriba a las islas entre el 3.° y el 2.° milenio a. de J. C, pero en vez de quedar incluida en el grupo cromañoide, dominante, pudiera muy bien quedar adscrita a una minoría mediterranoide, grupos de población étnicamente definidos y, en cierto modo, ocupantes de áreas geográficas claramente delimitadas (véase «La población prehispánica de las Islas Canarias», por I. Schwi- detzky, 1963).

Solamente si consideramos la existencia de un grupo aislado dentro del valle de Tegueste y tenemos en cuenta que, por la misma geografía, este aislamiento queda fuertemente señalado, es como podemos explicar que la citada área haya sido ocupada por este tipo de cerámica. Limita• da, como ya se indicó, por accidentes naturales y relieve —al N. cerrado por el mar, al E. por las estribaciones del macizo de Anaga y Monte de las Mercedes, al S. por el arco montañoso que la aisla de la planicie de La Lagua y al W. por la prolongación de este mismo arco montañoso—, el foco cerámico de Tegueste se ha extendido hacia el W. aprovechando las tierras llanas de la costa de Valle Guerra. De este modo ha alcanzado los acantilados de Tacoronte y El Sauzal, para terminar en el yacimiento extremo del Risco del Perro, en La Matanza.

En toda esta área se encuentran los tipos de cerámica descrita, lisa, incisa, plástica y excisa, y los mismos temas decorativos se repiten con gran monotonía.

Debemos descartar el supuesto de que dicha cerámica constituya un invento o una creación local. Tal afirmación no resistiría el más elemen• tal ataque crítico. Hay que seguir considerando dicha área cerámica como una zona de aislamiento ocupada por un grupo étnica y cultural- mente diferenciado, en cierto modo diferente del que ocupa toda la banda N. de la isla.

Queda por explicar la presencia de la cerámica incisa —solamente incisa— en las estaciones ya citadas, tan alejadas del área que venimos considerando como originaria. Posiblemente este punto tenga una ex• plicación. El hecho puede estar relacionado con contactos de unos gru• pos con otros, y más que de préstamo de técnicas, de intercambio de piezas.

Sabido es que la obsidiana es materia prima indispensable para la industria de lascas (tabonas), elemento arqueológico al que ya hemos hecho detallada referencia. Si bien hay obsidiana en determinados pun• tos de la isla, debido a su baja calidad no se emplea para la fabricación de tabonas. Hay yacimientos de obsidiana muy pura en lo alto de la Montaña de Guajara (2.696 m.), al S. del Teide, en Las Cañadas y en La Guancha y San Juan de la Rambla, es decir, en las mismas zonas donde han sido descubiertos fragmentos de cerámica incisa. Precisamente, en

31 la cima de Guajara, donde debió existir un taller de tabonas, a juzgar por los centenares de pequeñas lascas de desecho halladas por nosotros, encontramos un fragmento de cerámica incisa semejante a la procedente del área originaria. Posiblemente fue la necesidad de proveerse de materia prima la que facilitó aquellos encuentros entre grupos del N. y del S. de la isla: ver• daderas áreas de contacto pueden considerarse los campos de pastoreo de alta montaña situados en torno al Teide y en las cimas de la Cordi• llera dorsal de la isla. Esta cordillera ha constituido en todo tiempo un baluarte separador no sólo para el clima y la vegetación, sino también desde el punto de vista humano y económico. Insistimos, pues, en el hecho muy significativo de que sea en torno a los yacimientos de obsidiana donde se han producido los descubri• mientos de cerámica incisa. El acarreo de estas piezas puede explicarse por la necesidad de al• macenar agua en parajes donde escasea y donde las raras fuentes que• dan un poco a trasmano de las rutas más frecuentadas. También el agua puede explicar la presencia de la cerámica decorada en aquellos lugares, pues son muy conocidas las fuentes de la Montaña de Guajara y Cañada Blanca.

RESUMEN

1. " La cueva sepulcral número 4 del Barranco del Agua de Dios, en Tegueste, Tenerife, entre el conjunto del ajuar funerario, ha ofrecido la notable novedad de unas técnicas cerámicas muy llamativas, «vasos de ofrendas» y una rara pieza en barro cocido que puede identificarse con una lámpara o candil. 2. " Puede considerarse al valle de Tegueste como foco originario de este tipo de cerámica, el cual se expande hacia el W. sin pasar de los límites de La Matanza. 3. " Dicha cerámica puede ser clasificada como neolítica, pero ads• crita a un grupo étnico mediterranoide, aislado en el valle de Tegueste. 4. " Los hallazgos de cerámica incisa en yacimientos muy alejados del foco originario pueden explicarse por desplazamientos realizados para proveerse de obsidiana, ya que dichos hallazgos han sido hechos dentro y en las proximidades de importantes manchas de dicho mineral. 5. ° Estos yacimientos con cerámica incisa se encuentran dentro de las rutas de pastoreo y de los paraderos de alta montaña más frecuen• tados.

32 LAMINAS

LÁMINA I

Lám. I.—En el círculo, emplazamiento de la cueva sepulcral número 4 del Barranco del Agua de Dios, Tegueste (Tenerife) LÁMINA II

Lám. II,—Pasadizo entre las cámaras sepulcrales A y B Tegueste (Tenerife) LÁMINA III

Lám. III.—Empedrado artificial para acondicionar un lugar de enterramiento, Tegueste (Tenerife) LÁMINA IV

Lám. IV. -Cuentas de collar y punzones de la cueva sepulcral número 4, Tegueste (Tenerife) LÁMINA V

Lám. V ,—Fragmentos de cerámica decorada con técnica acanalada, incisa y excisa, y asas de la cueva sepulcral número 4, Tegueste (Tenerife)