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Ls o vERDADEROS “traidores” enl e pENSAMIENTO de Adolfo Gilly. Un comentario en torno a sus ideas sobre la Decena Trágica Servando Ortoll*

Resumen: Un comentario en torno a las ideas que Abstract: This article is a commentary regarding el historiador Adolfo Gilly sostiene en su obra, a historian Adolfo Gilly’s ideas in his work on the propósito del asesinato de Francisco I. Madero; el murder of Francisco I. Madero. The author proposes autor sostiene una tesis diferente, según la cual hay reconsidering the roles of Huerta, Félix Díaz, que revalorar varias figuras ‒Huerta, Félix Díaz, Madero himself, Lascuráin, León de la Barra, and el mismo Madero, Lascuráin, León de la Barra, Cólogan, in order to accurately interpret the events of Cólogan‒, para interpretar correctamente ‒fuera , aside from the official historical 153 de la historiografía oficial‒ los sucesos de la De- account. cena Trágica.

Palabras clave: Decena trágica, , Keywords: Ten Tragic Days, Victoriano Huerta, Francisco Madero, Félix Díaz, Adolfo Gilly. Francisco Madero, Félix Díaz, Adolfo Gilly.

* Instituto de Investigaciones Culturales-Museo. Recepción: 12 de septiembre de 2013. Universidad Autónoma de Baja California, campus Aceptación: 12 de noviembre de 2013. Mexicali.

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Ls o vERDADEROS “traidores” en el pensamiento de Adolfo Gilly. Un comentario en torno a sus ideas sobre la Decena Trágica

A primera vista, Cada quien morirá Adolfo Gilly y lo que es, sorprenderá por su lado: una historia militar de –y tal vez también desilusione– a la Decena Trágica1 semeja un com- todo lector cuidadoso. Los capítulos plejo reloj de péndulo completo con de este libro, al igual que el reloj de 154 su frontón, cuadrante de fases luna- péndulo imaginario que he descrito, res, aguja de horas, minutero, caja, no siempre embonan y, aunque como pesas y, por supuesto, péndulo. Pero libro este texto da la apariencia de una segunda y más cuidadosa mirada erguirse solo, aparecen en él contra- muestra una imagen totalmente dis- dicciones (tanto de hecho como de tinta: el reloj de péndulo ha sido re- interpretación) que debilitan irreme- construido con piezas de muchas diablemente el trabajo del autor, más otras maquinarias; su sonido es sordo, interesado en aferrarse a la vieja las pesas pertenecen a otra caja, el historia oficial –o la que él mismo péndulo está abollado y, cuando se le llamó en una ocasión “historiografía activa manualmente, avanza con tro­ pragmáticamente impregnada de piezos. La diferencia entre lo que se­ ideología estatal”– que en proponer meja ser esta nueva obra del profesor nuevas e inéditas interpretaciones.2

1 Adolfo Gilly, Cada quien morirá por su 2 “Prefacio a la edición en inglés”, Adolfo lado: una historia militar de la Decena Trágica, Guilly, La revolución interrumpida, 1994, México, 2013, México, Ediciones Era, 198 pp. Ediciones Era, p. 11.

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Acabado de imprimir real o sim- y sin mancha. Si bien su afición a la bólicamente el 9 de febrero de 2013 bebida es un dato seguro, no era ése –es decir, a cien años justos del golpe el rasgo que definía su carácter […]. de Estado iniciado por los generales Era un militar que había mostrado Félix Díaz y Manuel Mondragón en condiciones en el campo de batalla contra del gobierno de Francisco I. y un político enérgico, capaz y des­ Madero–, el libro de Adolfo Gilly piadado, que debía ser tomado seria­ retoma viejas y maniqueas tesis ca- mente [sic] como en efecto lo hicieron sus enemigos de entonces. Esto lo rrancistas: Madero era bueno, pero demostró tanto al organizar la re- incumplió sus promesas; era cándido presión contrarrevolucionaria como e indeciso; estaba mal aconsejado y al enfrentar las presiones del gobier- se dejaba llevar por la conmoción del no de [Woodrow] Wilson, que se momento, más que por el juicio sereno fueron haciendo más fuertes y ame- y premeditado; lo rodeaban hombres nazantes en la medida en que Huer- malos, con el traidor general Victo- ta buscaba apoyo en las potencias riano Huerta a la cabeza, quien era europeas, y en especial en Gran víctima de atávicos rencores indios Bretaña.3 (no son palabras de Gilly, pero se infieren a lo largo de su escrito). Sólo La descripción de Huerta que hizo así se entiende que este último trai- en 1971 se distancia de la que apa- cionara al hombre bueno, aunque un rece en Cada quien morirá por su lado. tanto despistado, que a los pocos Como decía arriba, contrasta el ca- 155 meses de asumir la presidencia se rácter del traidor general Victoriano había enemistado con sus más leales Huerta, con el del bonachón de Ma- e incondicionales seguidores. dero, a quien lo acompañaba ‒al Extraña la postura actual de Gilly, menos de palabra‒ el tranquilo y pau­ porque en su afamada La revolución sado general Felipe Ángeles. Fue a interrumpida, publicada por primera Ángeles a quien el presidente envió vez en 1971, se expresa así de Victo- a la campaña en , para paci- riano Huerta: ficar, de la manera más digna y pru­ dente para ambos lados, a los zapa- Victoriano Huerta no era el militar tistas. Pero si Ángeles era cauto con inepto y el borracho consuetudina- el fusil, era ingenuo con la pluma, y rio que presentan las historias ofi- Gilly retoma sus escritos precurso- ciales, [sic] que han convertido a su figura en el villano de un cuento res sobre el general (una de las varias donde todos los demás jefes burgue- piezas del reloj de péndulo que pro- ses aparecen como héroes sin miedo 3 Gilly, op. cit., p. 130.

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vienen de otro mecanismo) para de una gran debilidad, resultado de la remachar en la mente de sus lectores tendencia, consciente o no del autor, lo que ha repetido en incontables oca­ por acallar a la oposición. Entristece siones: era obvio que el resentido y que Gilly ‒ex militante de la IV Inter­ malintencionado de Huerta traicio- nacional y, como tal, conocedor en nara a Madero puesto que –¡la evi- carne propia de lo significativo que dencia lo demuestra!– habían entra- es escuchar a las voces disidentes‒ do ambos en graves desacuerdos enmudezca la de Félix Díaz para sobre política militar y Huerta no se repetir una vez más cuánto se debe 4 lo perdonaría jamás. mantener en alto la personalidad Gilly se equivoca. Victoriano heroica de Felipe Ángeles, general Huerta tenía un gran sentido práctico pronunciadamente antifelicista y de la vida y era de memoria corta. antihuertista.5 La historiografía Diferencias e intercambios antiguos “revolucionaria”, es decir, carrancis- con Madero le resultaban indiferen- ta, ha minimizado la figura de Félix tes: a él le importaba el presente y Díaz. Cierto que se desempeñó en resolver las condiciones según se pre­ puestos que quizá no estuvieran a sentaban. A su sentido práctico ‒y la altura de su alcurnia; pero nadie no a ese odio atávico que Gilly le negará –al menos desde Fouché– atribuye‒ debe imputarse que se que cualquiera con el puesto de jefe adhiriera a los sublevados, cuando vio de la policía, en una ciudad como la de lo fútil que sería continuar una lucha 156 México, tiene acceso a información callejera en contra de la inexpugna- ble fortaleza (que no ratonera sin 5 El 5 de marzo de 1915, Felipe Ángeles es­ salida) en la que se habían alojado cribió: “Si he dicho que estoy dispuesto a estrechar contra mi pecho a todos los buenos mexicanos que Félix y Mondragón, a poco de rebe- no estén manchados por el crímen [sic], no puede larse contra del gobierno de Madero, ser más clara mi idea: para los que no tomaron el 9 de febrero de 1913. participación en las atrocidades del felicismo y del huertismo no abrigo prevención alguna, aunque Más allá de la visión simplista y hayan sido mis enemigos y con tal [de] que se predecible de Gilly, su libro adolece plieguen a las leyes emanadas de la Constitución política del país. A los responsables de los asesi- 4 En La revolución interrumpida, Gilly se natos y persecuciones que caracterizaron la tiranía arriesga todavía más: “Cuando en ese mes [de fe- de Huerta es indudable que no podré favorecer- brero de 1913] Huerta, General en Jefe del Ejército les [con] la impunidad, si bien desearía que se les de Operaciones, derribó al gobierno, hizo asesinar juzgase con la Ley y ésta solamente fuera la que [sic] al presidente Francisco I. Madero y a su vice- se les aplicara”, Nueva York. New York Public presidente José María Pino Suárez, y ocupó la pre­ Library (en adelante nypl). Enrique Llorente Papers sidencia, era natural [sic] que contara con el apoyo (ellp). Carta del general Felipe Ángeles al licen- y la aprobación del embajador norteamericano”, ciado Enrique C. Llorente. , Nuevo León, op. cit., p. 120. 5 de marzo de 1915.

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que otros muchos desconocen. El apo­ Es una pena que, en vez de pro- dado “sobrino de su tío” tenía razones fundizar en la personalidad de Félix para disentir: unas, por supuesto, per­ Díaz y sus razones para discrepar con sonales; pero otras más basadas en lo el Madero que lo llevó a iniciar uno que, él entendía, era el malestar que de los muchos levantamientos que se experimentaba el común de los mexi- planeaban en contra del presidente, canos ‒y con esto me refiero a buena Gilly nos hable una vez más de Ánge- parte de la población de las ciudades, les. Si insisto en escribir sobre las que no alcanzó ni la fama ni el renom­ personalidades de Huerta y Ángeles bre de rebeldes, como es que, como lector e historiador, creo o ‒ bajo la férula de que las grandes plumas del gremio de­ la familia Madero.6 berían esforzarse por salir del gabi- nete y escrutar personalmente los 6 El miércoles 12 de febrero de 1913, en el archivos, en vez de hacerlo por me- transcurso de una conversación que el general Félix Díaz sostuvo en la Ciudadela con el embajador nor­ dio de experiencias vicarias; por buenos teamericano y los ministros plenipotenciarios de o sinceros que sean nuestros asisten- España, Alemania e Inglaterra en torno al bombar- tes de investigación, nunca verán con deo de la ciudad, Díaz dijo: “que el derrocar este gobierno [de Madero] no era cuestión de ambición nuestros ojos las huellas de temas ver­ personal para él mismo, pero que [si se sublevó] fue daderamente innovadores y que pue- con el deseo de expresar los sentimientos de toda la nación”, Madrid. Ministerio de Asuntos Exte- den refrescar el escenario historiográ­ riores y de Cooperación (en adelante maec). Archi­ fico de México. vo General (ag). Signatura H 2558. “Memorandum En vez de esto, Cada quien mori- 157 of Conference Between the American Ambassador and the Ministers of Great Britain, Germany and rá por su lado repite el camino andado [Spain] and General Felix Diaz, Held at the Ciuda­ y avanza y retrocede constantemente, dela in the City of at 2:30 p.m., February 12, pues el historiador Adolfo Gilly pro- 1913”. Desde el 15 de septiembre de 2012, este archivo fue “cerrado a la investigación”. Doña fesa una preferencia inexplicable ‒pa- Pilar Casado Liso, ex Jefa de Sala del Archivo tente en el primero de sus capítulos General del Ministerio de Asuntos Exteriores y y presente en los demás‒ por andar y Cooperación, me explicó: “En un proceso de co- laboración entre los ministerios de Asuntos Exterio­ recular: utiliza constantes y cansados res y de Cooperación y el de Educación, Cultura flashbacks para, al parecer, explicar en y Deportes, se está llevando a cabo el traslado de mini-instantáneas por qué ciertos even­ nuestros fondos históricos a archivos dependientes de la Secretaría de Estado de Cultura. El fondo tos desembocaron en lo que fueron. histórico ya ha sido trasladado al Archivo Históri­ Más agradable y descansado hubiera co Nacional, y el fondo renovado (desde 1930), está sido para el lector ‒hablo en particular siendo trasladado, actualmente, al Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares”, Pilar Casado Liso, Jefa de Servicio de la Vicesecretaría las citas, utilizo la información que tomé del propio General Técnica, Servicio de Archivo General, Archivo General del Ministerio de Asun­tos Exte- a Servando Ortoll. Madrid, 1 de julio de 2013. Para riores y Cooperación.

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de mi persona‒ encontrarse con una fuente de constante uso para Gilly en narrativa que fluyera, que contara varios de sus capítulos, si bien Martín todos los antecedentes importantes al Luis Guzmán al parecer no estuvo inicio y que permitiera al lector enten­ presente en los acontecimientos que der enseguida los acontecimientos narra y se basó, como insisto, en los posteriores, según se fueron dando. informes de otros autores y no en su No olvido que ese primer ca­ propio testimonio.7 Sin que lo diga pítulo, una vieja pieza de relojería de manera explícita, Gilly se propo- supuestamente ajustada a la nueva ne complementar el texto de Martín maquinaria, no acaba por embonar Luis Guzmán con una añadidura: don­ con el resto de las piezas como de- de este último simplemente narra los biera. Que no apaguen mis palabras hechos, Gilly los recoge y los usa para la curiosidad del lector: conforme acusar de traidores a Huerta o, como avanza en su relato, la obra se aligera; lo discutiré abajo, al propio Pedro el autor abandona las trilladas tesis Lascuráin. sobre la prensa opositora y cómo influ­ Lo interesante del caso ‒o lamen­ yó en la caída de Madero, y se enfo- table, según se vea– es que Adolfo ca más en los acontecimientos cerca­ Gilly, quien reproduce con deteni- nos al 9 de fe­brero de 1913. Para ello, miento los eventos del domingo 9 de se basa en testimonios publicados tiempo después de los eventos, aunque 7 Es fundamental recordar el peso que un tes­ 158 algunos de ellos, pocos, tienen la fres­ timonio tiene en su relación entre el lapso trans­ currido del instante en que ocurrieron los hechos cura de lo inmediato: se trata de cartas al momento en que el “testigo” (o al menos el con­ o me­morias escritas al poco de ocurri­ temporáneo a esos hechos), los consignó en el papel. dos los hechos sangrientos de la Dece­ En términos generales, entre más tiempo pasa entre los hechos y el relato escrito de esos hechos, menos na Trágica, que los narradores vieron confiable es su contenido. Fred Morrow Fling dice: o en los que participaron. “Entre más largo el intervalo de tiempo, menos fi­ Sin embargo, otros escritos más, dedigno es el registro escrito; se trata de un problema y que nutren numerosas páginas de de memoria. Entre más remoto el evento descrito por un testigo, menos puede recordar acerca de éste Cada quien morirá por su lado, fueron y más inseguro se encuentra en cuanto a la verdad redactados mucho tiempo después de de lo que puede recordar”. Esto se relaciona direc- los sucesos de febrero de 1913 y se tamente con el texto de Martín Luis Guzmán, puesto que uno se pregunta ‒al menos yo lo hice‒ basaron en otras fuentes que, incluso qué tanto de lo que reporta en realidad ocurrió o se (lo informa el propio Gilly), olvida debe a diferentes versiones que leyó o escuchó, sin citar. En particular, la obra de Mar- contar los 50 años transcurridos cuando describió los acontecimientos de la Decena Trágica. Véase tín Luis Guzmán, publicada a los Fred Morrow Fling, The Writing of History, 1920, 50 años de ocurridos los eventos, es New Haven, Yale University Press, p. 69.

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febrero, tiene una hipótesis definida ya esperaba encontrar en esos mis- de antemano y, en cada caso en el mos documentos. Huerta, lo repito, que asoma más de una lectura de los era un hombre extraordinariamente hechos, se decide por una postura práctico; lo fue hasta el final de su tomada a priori, a saber: en las con- vida, si bien en ocasiones se dejó tadas ocasiones en que Victoriano llevar por “consejeros” cercanos y Huerta expresó su parecer respecto a cometió errores de todo tipo (el peor participar (o no) en un levantamien- de todos: planear, en 1915, su regre- to en contra Madero, el general siem- so de España a México, vía Estados pre se mostró distante y a lo sumo Unidos).8 recalcó la necesidad de encontrar el Como hombre práctico ‒y los momento preciso para cualquier tipo documentos que usa Gilly permiten de asonada. ¿Significa esto que Huer- ampliamente establecer esta hipó- ta mentía, como asume Gilly, o que tesis‒, Huerta era un oportunista. No el general simplemente expresaba lo 8 Según George J. Raush, a Huerta lo conven- que cualquier otro militar diría cuando ció un oficial del almirantazgo alemán para que se le invitara abierta o encubierta- regresara a México: “En febrero de 1915 […] el mente a participar en una rebelión en capitán Franz von Rintelin, visitó a Huerta en Bar- celona y ofreció apoyar un golpe militar a favor del contra de las fuerzas establecidas? general que lo restauraría en el poder en México. Gilly, gracias a un empecinamien­ […] Aunque parece que Huerta no llegó a un acuer- to inexplicable por no apartarse un do definitivo con Rintelin, él se sintió indudable- mente intrigado con las posibilidades tendidas por ápice de la historia oficial, decide que el [militar] alemán. Ahora Huerta tenía tanta espe- 159 todas son pruebas irrefutables de ranza de retornar exitosamente a México como para que Huerta, el conspirador por an­ convencerlo de que debía esforzarse. El 31 de marzo [de 1915] Huerta zarpó de Cádiz en el vapor tonomasia, mentía: era él y nadie más Antonio López de la compañía naviera española quien preparaba desde tiempo atrás con destino [a] Nueva York”, George J. Raush, su gran traición. Pero, ¿por qué no per­ “Victoriano Huerta: A Political Biography”, 1960, University of Illinois, tesis de doctorado, p. 235. Mark mitir que surja otra hipótesis? Esto Wasserman, por su parte, en su artículo sobre Enrique es, ¿en efecto a Huerta no le intere­ C. Creel, escribe: “Creel viajó a España en 1915 para saba involucrarse en complot alguno persuadir al depuesto Huerta de que participara en una revuelta planeada y patrocinada por la inteli- y cuando participó fue por razones gencia alemana. El complot se derrumbó cuando absolutamente prácticas y en respues- Huerta y [Pascual] Orozco, sus colíderes, fueron cap­ ta a las circunstancias del momento? turados […] en Estados Unidos”, Mark Wasserman, “Enrique C. Creel: Business and Politics in Mexico, Pese a que los documentos que cita 1880-1930”, The Business History Review 1985, Gilly permiten desarrollar esta segun- 59.4, pp. 645-62, en especial p. 659. Aunque Raush da hipótesis, el autor la puso a un no menciona a Creel, ni Wasserman a Rintelin, ambos coinciden con que había una presencia ale­ lado porque no coincidía con lo que mana clave como parte del complot.

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se preocupó en momento alguno por más un oportunista que un traidor. conspirar, es cierto; pero cuando vio Ciertamente, y dependiendo de cómo que una conspiración podía funcio- se conteste a mi pregunta, el asesi- nar, se vinculó a ella. Mi punto en nato de Madero ‒cuya orden se ha discordia con el profesor Gilly y con achacado insistentemente a Huerta y todos quienes coinciden con su pos- que Gilly asume como cierta, a par- tura (o con quienes Gilly coincide) tir de las palabras de Manuel Márquez es cuándo decidió Huerta unirse a la Sterling, a quien él llama erróneamen­ conjura y con ello traicionar, como te “embajador” cubano‒9 pudo haber repiten los oficialistas, a Madero. sido o no maquinado por el propio ¿Sucedió esto el 9 de febrero de 1913, Huerta. En este punto, el lector habrá cuando bajó del coche de alquiler en adivinado que me pronuncio en contra el momento justo en que el presiden- de toda teoría de la conspiración; que te se acercaba a Palacio, para simbó- creo que a Huerta se le ha acusado licamente reafirmar su poderío? O, injusta, aunque no gratuitamente, de como yo propongo, ¿se decidió por traicionar a Madero, y que me opon- unirse a los sublevados días más tarde, go a adjudicar a Huerta la muerte del cuando vio la imposibilidad de tomar presidente a partir de pruebas circuns­ la Ciudadela? tanciales. Hasta ahora, nadie ha pro­ Para Gilly esta última puede ser bado de manera irrefutable que Huer- 160 una pregunta inocua, y quizá lo sea, ta ordenara el asesinato de Madero y pero dista de ser retórica. Importa saber el profesor Gilly no ha apor­tado en cuándo decidió Huerta unirse a uno de 9 Cfr. op. cit., p. 65. Aunque el profesor Adol­ los muchos complots que ya se urdían fo Gilly escribe con acierto y determinación en la en contra de Madero y del maderismo. p. 92 de su obra que “embajador hay uno solo” Si el 9 de febrero y antes de bajarse –y con esto se refiere al representante diplomáti­ co de Estados Unidos– en varias páginas de su libro del automóvil para ofrecer sus ser- olvida sus palabras y llama embajadores a otros vicios incondicionales a Ma­dero el miembros del cuerpo diplomático que eran solo general ya había decidido tomar el go­ ministros plenipotenciarios. Embajada había una y, salvo los casos de consulados generales como bierno, entonces concuerdo con Gilly el suizo, el resto lo con­formaban legaciones. En la en cuanto a que Huerta era un traidor; pp. 132-133, Gilly repite: “esa mañana del sábado si, por el contrario, éste esperó has- 15, cuatro embaja­dores [sic] primero por conducto de [Bernardo de] Cólogan, y una representación de ta el último momento para unirse a veinticinco senadores, habían ido a Palacio Nacional la conjura, cuando se convenció de lo a pedir la renuncia lisa y llana del presidente”. Estos inútil que era continuar una guerra yerros, de consecuencia para la historia diplomática de nues­tro país, revelan cuán poco cuidadoso fue el en el centro de la ciudad, entonces fue autor en el desarrollo de su obra.

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esta obra documento alguno que corro­ concluye que ambos generales ¡“es- bore esa hipótesis carrancista.10 taban derrotados”! ¿En dónde está La secuencia de los hechos im- escrito, me pregunto, que un ejérci- porta poco a Gilly (p. 79) cuando to que retrocede está necesariamen­ dicha secuencia –trátese de cuándo te vencido? Madero nombró a Huerta comandan- En el párrafo que cito, Gilly alude te militar de la plaza o de cualquier de manera indirecta a una forma pecu­ otro hecho– es crucial. A Huerta le liar de escribir historia: la basada en interesaba y convenía el puesto de hechos puros y discernibles. Puede comandante y no lo iba a abandonar funcionar y ser creíble esta forma por una aventura militar, si no fuera por de historiar, lo fue durante siglos; pero razones fundamentales. Dejar el pues- en otras partes de su obra, Gilly trans­ to recién adquirido por unirse a una grede esta norma y llega a veces a banda de rebeldes no era parte de su conclusiones basadas en su sentir y estilo; a menos, claro, que viera la si­ no en los documentos que cita para tuación perdida, como quizá la vis- espantar al neófito lector. De ahí que lumbraba cuando se percató de las dificultades reales que implicaba la su postura confunda, cuando acusa toma de la Ciudadela, en donde se (como quienes defienden la versión en­contraban atrincherados Díaz y oficialista del pasado mexicano) a Mon­dragón. Lo que es seguro es que Huerta de conspirar y de haberlo pla­ Gilly se apresura en sus conclusio- neado todo desde el inicio: visión sim­ 161 nes: basándose en el testimonio de plista, que carece de todo el fundamen­ un individuo que vio en retirada las to que Gilly le pretende otorgar. tropas de Mondragón y Díaz, Gilly Un capítulo en particular, el más original de todos, pero que no embo- 10 Es irónico que Gilly perpetúe en esta obra las tesis de los seguidores de Carranza, el mismo na por sus detalles con el resto de la que se negó a impedir que un pelotón fusilara a obra, refuta la teoría de la conspira- su héroe, el general Felipe Ángeles. En marzo de 1915, Ángeles escribió de la lucha armada que ellos, ción de Gilly. Basado en las memo- los convencionistas, sostenían “desde que el señor rias de la señora inglesa Rosa E. King Carranza y sus partidarios se declararon, pública- y en materiales provenientes de los mente, ‘preconstitucionalistas’ o amigos de un nuevo género de dictadura con don Venustiano, archivos de la Secretaría de la De- hombre incapaz de gobernar de cualquier modo, a fensa Nacional, el capítulo pormeno­ la cabeza”. Carranza, incapaz de gobernar, tal vez; capaz de ordenar fusilamientos y asesinatos, segu­ riza el viaje relámpago de Madero a ramente. Para las palabras de Ángeles véase nypl Cuernavaca, para encontrarse con ellp. Carta del general Felipe Ángeles al licencia- el “único” militar fiel a su causa: el do Enrique C. Llorente. Monterrey, Nuevo León, 5 de marzo de 1915. pro­tagonista de décadas de Gilly,

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el general Felipe Ángeles. Según los Una y otra vez los historiadores datos que Gilly presenta, Madero per­ oficialistas han acudido a la teoría de maneció en el hotel de la señora King la conspiración para explicar el ascen­ la noche de su arribo a Cuernavaca so vertiginoso de Huerta a la presi- e hizo otro tanto en Churubusco a dencia, seguida (o acompañada) del su retorno (p. 89). De ser esto cierto, asesinato de Madero y José María Pino y a pesar de que Madero dejó dicho Suárez. Pregunto: ¿en qué basan estos antes de partir que iría a Toluca y autores dicha teoría, más allá de pre­ no a Cuernavaca, es demasiado cán- sentar pruebas circunstan­ciales? Huer- dido pensar que Huerta no estuviera ta se descuidó y, contrario a lo que enterado del paradero de su presi­ había ofrecido, no protegió de los otros dente; pero lo es más asumir que, si generales y civiles complotis­tas las como lo afirma Gilly, Huerta esta- vidas de Madero y Pino Suárez; esto ba conspirando, no se aprovechara es irrefutable. Pero una cosa es que de la ausencia de más de 48 horas de un general, entre otros (con su poder Madero para asumir la presidencia e influencia coartados por quie­nes lo con un verdadero segundo golpe de rodeaban), tratara de man­tenerse en Estado. Si ya complotaba Huerta, el poder por encima de estos últimos, ¿cómo se explica que, ausente Made­ y otra que, en febrero de 1913, Huerta ro, no asumiera el poder? La teoría tuviera el poder absoluto que asumió 162 de la conjura que asume Gilly recuer- meses más tarde (sobre todo, como da a un diálogo famoso entre Groucho asegura Gilly, para ordenar el asesi- y Chico Marx: nato de dos personas que, alejadas del poder, habían dejado de interesar “El cuadro que buscan se encuen- a Huerta.12 Presidente durante los pri­ tra escondido en la casa de al lado”, meros días después del cuartelazo, no asegura Groucho. era el Huerta presidente de octubre Su hermano Chico descorre la cortina, mira por la ventana y replica alar­ mado: “¡No hay casa de al lado!” 12 “La evidencia de que Huerta ordenara matar a Madero y Pino Suárez”, escribieron los “Entonces edificaremos una”, con- historiadores estadounidenses William L. Sherman 11 cluye Groucho. y Richard E. Greenleaf, “no es nada más que circuns­ tancial”. Para apoyar sus palabras, ambos autores 11 Para otra reconstrucción del diálogo entre los recogieron, a su vez, las opiniones de otros histo­ hermanos Marx, véase, por ejemplo, http://downwi- riadores mexicanos. Véase William L. Sherman thtyranny.blogspot.mx/2010/12/thurber-tonight-let- y Richard E. Greenleaf, Victoriano Huerta: A your-mind-alone.html (fecha de acceso: 17 de Reappraisal, 1960, México, College, junio de 2013). p. 84.

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de 1913.13 Esta “sutil” diferencia la para distanciarse de Huerta y, de ser obvia Gilly, para quien la clave de posible asumir un papel protagónico, la conjura se encuentra literalmen- en particular en lo que tocaba a sus te en una ubicación inexistente, por intentos, todos ellos fallidos, por aler- inventada: la casa de al lado. tar a Madero del “traidor” Huerta y así Para apoyar su tesis, Gilly privi- salvar la vida del presidente. Gilly se legia memorias y otros documentos preocupa poco por cuestionar estos publicados al menos meses después “testimonios” y toma al pie de la letra de que –otro sus aseveraciones: ¿debo añadir que personaje que no olvidaba humilla- lo hace porque dichas aserciones con- ciones ni “traiciones”– asumiera el cuerdan con su visión y versión de poder absoluto, gracias al apoyo po­ la conjura encabezada por Huerta lítico y castrense de Woodrow Wilson en contra de Madero? desde su llegada a la Casa Blanca. Uno de los testimonios en que Todo lo que muchos de los autores el autor se apoya es el del ministro publicaron después de que Carranza plenipotenciario español de origen ocupara la presidencia, lo hicieron canario, Bernardo de Cólogan y Có­ logan. La declaración, cuyo original 13 En el primero de sus libros sobre el go- bierno del general Victoriano Huerta, Edith se encuentra en el Archivo Históri­ O’Shaughnessy, esposa del agregado de asuntos co Genaro Estrada de la ciudad de de la embajada estadounidense y confidente del México, la mecanografió cuando general mexicano, escribió: “Él [Huerta] insiste 163 siempre en que no asesinó a Madero”, Edith Huerta había abandonado el país y O’Shaughnessy, A Diplomat’s Wife in Mexico, dista mucho de su postura inicial 1916, Nueva York, Harper & Brothers, p. 215. En varias entrevistas que concedió a la prensa norte- frente al general, a quien apoyó ante americana, Huerta aseguró su inocencia tocante al su gobierno en varias ocasiones. Gilly asesinato de Madero; ante el Boston Daily Globe, el ex presidente provisional, tras afirmar “con vehe­ cita la transcripción publicada de mencia” que no había tenido “nada que ver con este documento e ignora la historia la muerte de Francisco Madero”, declaró que “él detrás de él. Por considerar a Made- sabía quién fue responsable de la muerte de Ma- dero, pero que se lo guardaba en calidad de ‘secre- ro incapaz de gobernar, Cólogan to profesional’”, Boston Daily Globe, 16 de abril apoyó la presidencia de Huerta des- de 1915. Justo un año más tarde, Huerta aseguró frente a un reportero del New York Times, que co­ de el inicio; en lo que tocaba a elegir nocía al asesino de Madero. Aseveró, además, que entre Huerta y Félix Díaz, el repre- “pronto” se conocería la verdad de lo aconteci- sentante español no tenía ningún do (New York Times, 16 de abril de 1916). Aunque ese “pronto” nunca llegó, no hay razón alguna (más inconveniente en que Huerta perma- allá de las que esgrime la postura oficialista de neciera en el poder. Así relató Có­ la historia) para desconfiar,a priori, de las palabras de Huerta. logan lo acontecido en un banquete

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en “el elegante Jockey Club” dedi- Cólogan era un hombre capaz y di- cado a los generales Díaz y Mon­ vertido. Por su parte, Huerta hacía dragón, que presidió el propio Huer- hasta lo imposible por complacerlo; ta a fines de abril de 1913: cierto que Cólogan fue cambiando su postura ante el general conforme Asistimos los representantes extran- avanzó el tiempo y el gobierno de jeros, aunque hubo algún refunfuño. Huerta enfrentó situaciones más di­ El General Félix Díaz, hombre de fíciles y complicadas. Cólogan se muy pocas palabras, contestó bre- impacientaba. Para septiembre ya vemente el brindis que un miembro hablaba del general como “indio del Club le dirigió, por la concor- 15 dia de los mexicanos, por la paz y avisado”. Huerta iba perdiendo sus la justicia, que fue su lema. Luego favores; pero la situación llegó a su habló profusamente el General Huer- punto de ebullición cuando, en una ta con su humorismo campechano, reunión, Cólogan, a espaldas de Huer- en que nos dijo no entendía de cosas ta, escuchó decir al general que de Gobierno, ni de sociedad, sino de “ningún español era de fiar”. A partir soldados, y que Dios lo hizo feo pero de ese instante, Cólogan guardó hacia sin miedo y completo. Hizo decla- Huerta un gran resentimiento, sin raciones sustanciosas que impresio- volverlo público. naron: que por encima de las leyes De ahí a que Cólogan escribiera está la necesidad de vivir […]; [que] motu proprio la carta que cita Gilly, 164 dentro de dos meses habría pacificado al país, y se verificarían las eleccio- hay una gran distancia. Añado otro nes; [que] no tenía sino una cabeza antecedente inmediato a esa carta y y dos brazos, y necesitaba la coope- que explica mejor el tenor en el que ración incondicional de quienes, está escrita: Cólogan, como ministro como los miembros del elegante Club, plenipotenciario español, ansiaba tenían intereses y propiedades por convertirse en embajador, y sabía qué velar, y haría la paz al precio de que México era el lugar en donde 14 su vida, y cueste lo que cueste. podría alcanzar el puesto. Al distan- ciarse de Huerta y acusarlo de asesi- ¿A qué se debe la gran diferencia no y traidor –como después muchos de tonos entre ésta y la carta que res- otros también lo hicieron–, Cólogan cata Gilly? Al menos durante la pri- buscaba que Carranza reconsidera­ mera mitad de 1913, Huerta para

14 maec ag. Signatura H 16159. Bernardo J. 15 maec ag. Signatura H 16159. Despacho 152. de Cólogan al ministro de Estado. México, 28 de Bernardo J. de Cólogan al ministro de Estado. Méxi- abril de 1913. co, 17 de septiembre de 1913.

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ra su decisión de echar del país a todo que Huerta planeaba desde un inicio diplomático que hubiese tratado per­ deshacerse de Madero y Pino Suárez. sonalmente con el general. Esa carta Como ocurrencia tardía, queda una “confidencial” que cita Gilly represen- gran pregunta: ¿“En qué momento tó el esfuerzo postrero (y desesperado) y hora decidió Huerta la ejecución” del ministro español por permanecer de ambos? La respuesta de Gilly: “no en el país y convertirse a la larga en lo sabemos”. embajador de España en México. Al término de mi lectura de Cada Carranza guardó su carta pero, como quien morirá por su lado –palabras hizo con la mayoría de los ministros tomadas de una publicación del ge- europeos, obligó a Cólogan a marchar- neral Felipe Ángeles (p. 182)– me se del país. La va­lidez de ese documen- percaté que este libro lo escribió to es, por tanto, limitada, y muchas de Adolfo Gilly con los testimonios de sus afirmaciones deben tomarse con los amigos (como el ministro chileno cuidado. Hevia) o seguidores de Madero. Las Otro apartado original en la obra fuentes de Gilly (pese a la buena se basa en informes ren­didos por el bibliografía que aparece antes del ministro chileno, Anselmo Hevia, índice de su obra) lo revelan: Felipe que permite reconstruir lo que acon- Ángeles, militar, protagonista de batallas legendarias y cuya figura teció con la renuncia a la presidencia aparece en esta obra con persistencia; y vicepresidencia que firmaron Ma- el una vez villista Martín Luis Guz- 165 dero y Pino Suárez. Originalmente, mán, quien reconstruyó con ayuda dicha dimisión firmada debía quedar del testimonio de otros lo ocurrido protegida en manos de Hevia y en- en febrero de 1913; el ministro cuba­ tregada a Huerta en Ve­racruz, cuan- no Manuel Márquez Sterling, ex pe­ do ya estuvieran Madero y los suyos riodista y retratista que pinta de mane- a bordo del buque que los transpor- ra extraordinaria a los perso­najes que taría a La Habana. Pedro Lascuráin, introduce en sus memorias; fue quien sin embargo, insistió en guardar la pasó una noche en la intendencia de renuncia; pero, por razones descono- Palacio junto con Madero, Ángeles cidas, entregó la dimisión fir­mada a y Pino Suárez… Gilly se apoya tam- Huerta para que éste acelerara los bién en autores más recientes como pasos para llegar –mediante Lascu- el finado Friedrich Katz –a quien ráin– a la presidencia. Lo anterior, Gilly dedica su obra– y Antonio para Gilly, convierte a este último en Saborit, quien compartió con el autor traidor y demuestra, una vez más, de Cada quien morirá por su lado

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muchos documentos (poemas inclu- de novedoso el lector de esta obra, so) e ideas clave.16 más allá de descubrir que, al lado Gilly no leyó a autores críticos de del de Huerta, se deben colgar en el Madero (aunque es cierto que no alaba muro de los acusados, también los tanto al ex presidente en estas páginas), cuadros de los traidores Pedro Las- mucho menos examinó la obra de curáin y el “elegante” Francisco autoras como Edith O’Shaughnessy, León de la Barra y, ¿por qué no?, del quien además de vivir bajo las presi- propio ministro plenipotenciario dencias de Madero y Huerta junto con de España en México, Bernardo J. de su marido (encargado de la embaja- Cólogan y Cólogan. El libro de Gilly da estadounidense, después de que a contiene innumerables aseveracio- lo remo­viera el nes que no respalda autor o docu- presidente de su país), se volvió amiga mento alguno; afirmaciones que cercana y admiradora del general posteriormente desarrolla y toma Victoriano Huerta. Agrego que, en como verdades irrefutables. Encon- casos como el de la inglesa Rosa E. tré también notas al calce que no King –dueña de una ex con­ vertida en hotel–, Gilly no citó los correspondían al texto que supuesta- halagos de King a Huerta. El parti- mente apoyaban. Escrita deprisa dismo político del profesor Gilly, sus –salvo por la ya mencionada biblio- preferencias ideológicas, cerraron el grafía que proporciona pistas nove- paso a una obra que pudo aportar dosas–, ayudará poco al interesado 166 mucho a lo que ignoramos sobre la en conocer más de los sangrientos Decena Trágica. acontecimientos de febrero de 1913 Yo retorno a mi símil del comien- que, contra toda esperanza de sus zo: el afán por utilizar viejas piezas coetáneos y para desazón de los his­ para reconstruir un reloj de péndu- toriadores oficialistas, permitieron a lo fue un acto fallido. Poco encontrará Victoriano Huerta tomar el poder.

16 Uno de dichos poemas, de Alfonso Reyes, que aparece en la p. 82 de la obra de Gilly, contie- ne la frase que sirvió a Saborit de título para su compilación más reciente sobre la Decena Trá­gica: “Febrero de Caín y de metralla”, véase Antonio Saborit, Febrero de Caín y de metralla: la De- cena Trágica, una antología, 2013, México, Cal y Arena.

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