REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIV, No. 67. -Hanover, 1º Semestre de 2008, pp. 67-83

LA CRÍTICA AL SISTEMA EDUCATIVO EN COLONIAL Y LA INFLUENCIA DE LUIS ANTONIO VERNEY EN EL NUEVO LUCIANO DE QUITO DE EUGENIO DE SANTA CRUZ Y ESPEJO

Alejandra Contreras Gutiérrez Universidad de Santiago de

En la actualidad, la sensación general en torno al estudio del de- sarrollo del pensamiento ilustrado en nuestro continente, es que existe una tendencia de reducirlo a una consecuencia de la Ilustra- ción europea, por lo que los intentos por definir esta línea de pensa- miento, ha quedado relegada a la aplicación de estereotipos que no siempre compatibilizan con los rasgos particulares que contiene la ilustración en el contexto americano. Para Arturo Andrés Roig, el desarrollo de la ilustración en Hispa- noamérica, debe entenderse en correspondencia con el desarrollo del humanismo en nuestro continente, el cual, según el autor “se presenta entre nosotros como un desarrollo muchas veces difuso, ocasional y sistemático” y que, además, tiene como problema cen- tral el “hecho de que no se ha intentado buscar y establecer la no- ción misma del humanismo a partir de sus propias manifestaciones, tal como se dieron en nuestras tierras” (Roig, 1984:16). El problema radica entonces en la determinación de un carácter específico del humanismo en nuestro continente, el que inicialmente, estaría marcado por la historia hispanoamericana, en donde la con- quista supuso la destrucción de un mundo y la construcción de otro nuevo. Esta situación especial, dice Roig, dio origen a un carácter definitorio de nuestro pensamiento humanista, el que habrá de orga- nizarse básicamente sobre la noción de “reconocimiento”, que co- menzó con el “heterorreconocimiento” del ser humano conquistado por parte de los misioneros humanistas influidos por el Renacimiento europeo, y que concluyó, una vez perfiladas las clases sociales de- ntro de la estructura colonial en un “autorreconocimiento” de los grupos humanos emergentes, primero tímida y ambiguamente en la etapa del barroco y luego abiertamente, en el momento de la ilustra- ción (Roig, 1983: 55)1.

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En función de la necesidad de determinar desde las propias ma- nifestaciones culturales el desarrollo del humanismo en nuestro con- tinente, el presente trabajo revisa la propuesta cultural e ilustrada del médico ecuatoriano Eugenio de Santa Cruz y Espejo, especialmente centrada en las ideas educativas presentes en su obra y la consi- guiente crítica que hace a la educación imperante en Quito colonial, para por medio de esta revisión contribuir al estudio en conjunto de dicho periodo y establecer los usos específicos que en el pensa- miento americano adquiere el paradigma de la Ilustración.

I.

En términos generales, sostiene que “La ilustra- ción consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad […] la minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la dirección del otro […] ¡! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración” (Kant, 2005: 33). Este pensamiento surge en medio del predominio absoluto de la filosofía escolástica que es la filosofía y teología que se enseñó du- rante el periodo de la Edad Media en las escuelas y una de sus ca- racterísticas fundamentales es el doble y problemático recurso de autoridad, representados por los textos sagrados de la Biblia, la tra- dición de los padres de la iglesia y la razón, que de manera creciente se aplica en la interpretación de la autoridad de la reflexión propia. El problema central de esta filosofía radica en que pretende llevar al hombre hacia la comprensión revelada. “Es el ejercicio de la activi- dad racional (o en la práctica, el uso de una filosofía determinada, neoplatónica o aristotélica) con la finalidad de llegar a la verdad reli- giosa, demostrarla o aclararla en los límites de lo posible y dotarla de un arsenal defensivo contra la incredulidad y las herejías” (Abbagna- no, 1963: 427). Es una filosofía que encuentra su límite en la doctrina religiosa, en el , por lo mismo no se confía sólo de la razón para su desarrollo, sino que acude constantemente a la propia tradi- ción religiosa, que por medio de sententias2 manifiesta verdades que son consideradas como la autoridad o Auctoritas (Ibídem). Como es de pensarse, esta filosofía genera conflictos en las Uni- versidades españolas y en todas aquellas en donde la actitud gene- ral era la negación a cualquier atisbo filosófico que implicase alejarse de las férreas formas del catolicismo ortodoxo que imperaba enton- ces.

Al imponerse el predominio de la filosofía escolástica sobre la vida univer- sitaria española de la época de la Contrarreforma, es completamente

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comprensible que por un acto deliberado España quisiera prescindir de todo aquel movimiento de la nueva ciencia experimental y naturalista […] El atraso científico español no es, pues, producto de inconsciencia y desi- dia, sino más bien una voluntad adversa y suficientemente recelosa que cuando le dieron a elegir entre ciencia y religión, por intereses a la vez po- líticos y espirituales, tomó partido de lo religioso (Picón Salas, 1994:147).

Pero este panorama cambia con el establecimiento de la dinastía borbónica (que ocupa el trono en 1701) en España, ya que comien- zan un proceso de implementación de políticas reformistas que im- pulsan el “despotismo ilustrado”, nuevas estrategias económicas y administrativas para lograr el usufructo de las colonias. Esta nueva dinastía estimula en España la vida intelectual, desarrollando refor- mas inspiradas en el modelo francés, en la que, como es natural, la enseñanza se constituirá en la herramienta fundamental por medio del cual se difunden las nuevas doctrinas que permitirá sacar al país de la desidia y expandir las “luces” sobre los habitantes (Sarrailh, 1957: 194). En otras palabras, dice Carlos Paladines: “no es comprensible ni la génesis ni el desarrollo del movimiento ilustrado sin la praxis pe- dagógica” (Paladines: 1998:12). La situación específica de lo que ocurre en el Virreinato de Nueva Granada y la Presidencia de Quito respecto al proyecto educativo que se pretende instalar con la Ilustración, sólo se entiende cono- ciendo el estado de ésta en la España del siglo XVIII. En términos generales, en el contexto español hay manifiestos problemas en la educación, traducidos en una paulatina incapacidad de las institu- ciones educativas por atacar el evidente estado de ignorancia en que se encuentran sumidas las masas. Intelectuales ilustrados de la época, por ejemplo, Feijoo, Jovellanos, entre otros, asumen el papel de denunciar el cuadro real y se empeñarán en que el panorama va- ríe en beneficio de la metrópoli. De esta manera, y como consecuencia del desarrollo de un mo- vimiento decididamente en contra del espíritu teológico que impera, el nuevo ideal que se impone es la educación secular, o sea, una educación que no dependa, como ha sido hasta ese momento, del clero. Para llevar a cabo estas aspiraciones, el primer problema con el cual se van a encontrar los ilustrados es la Compañía de Jesús, que en cierto modo hegemoniza en América y en muchos países eu- ropeos la tarea educativa. Es así como se inicia por parte de los ilus- trados, una suerte de campaña antijesuítica desde diversos frentes, que tienen como finalidad desprestigiar el trabajo educativo de la Compañía. Uno de los tantos argumentos que se esgrimen en contra de los jesuitas, es que ellos, ajenos a los intereses reformistas e ilus-

70 ALEJANDRA CONTRERAS GUTIÉRREZ trados del monarca Carlos III, se empeñan en combatir cualquier brote de modernidad3, por muy tibios que sean; persiguiendo con la difamación, la denuncia y los temibles cargos de ateísmo o de here- jía a los liberales de la época y, en primerísimo lugar, a los enciclo- pedistas franceses y a los representantes del “despotismo ilustra- do”, campaña a la que no escapan ni siquiera catedráticos de sus propios colegios (Álvarez, 1994: 45). Sin embargo, para el historiador Paul Monroe, las hostilidades de que son objeto los jesuitas “encuentran su razón de ser en la aplica- ción del principio fundamental de la orden: ad majorem Dei gloriam” (Monroe, 1931: 113); esta divisa implica que todo está hecho a la mayor gloria de Dios, quedando el miembro individual sometido ab- solutamente a la orden y a la iglesia, esto naturalmente, se opone a los ideales de libertad que siembra el Renacimiento. El método escolástico que subyace en la praxis pedagógica de los jesuitas encuentra su concreción en la Ratio atque Institutio Stu- diorum Sociatetis Jesu o como se denomina abreviadamente Ratio Studiorum4 edición definitiva aparecida en 1599. La Ratio es el plan de estudios para los colegios y universidades de la Compañía de Je- sús que consiste en un conjunto de reglas para la aplicación de la enseñanza. La Ratio como exponente del principio fundamental de la Orden se constituye en la expresión de la autoridad a la que maestros y alumnos deben someterse. Una constante inspección y freno ejerci- do por funcionarios jerárquicamente asignados por el General de la orden, impide todo escape de los métodos establecidos para el go- bierno y la instrucción, según Monroe, es así como se suprime toda individualidad por parte de los maestros, lo que “asegura la unión del sistema general, el cual una vez establecido así, constituye una tal precisión en procedimiento y en la certeza de los resultados que no tiene paralelo semejante en las escuelas de aquella época” (Monroe, 130:106). A pesar de la férrea constitución de la Ratio, pareciera ser inevi- table la caducidad de sus preceptos en un mundo que se abre el ra- cionalismo. Carmen Labrador Herraiz en el estudio preliminar de la Ratio Studiorum editada por la Universidad de Comillas de , deja en cierta medida expuesta esta duda en torno a la temporalidad de la que peca la última revisión hecha a la Ratio:

Pero, como generalmente sucede, ni aun esta última edición [la del padre Acquaviva] fue del completo agrado de todos. Bastaría consultar la canti- dad de dificultades que en los años sucesivos llegaron a la curia jesuítica de Roma (…) Es posible que a pesar de las evidentes mejoras de concre- ción y adaptación a su siglo, el texto de la Ratio Studiorum de 1599 (…)

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pecase de excesiva temporalidad y perdiera –como opina J. B Herman– el carácter de universalismo que caracterizaba a las antiguas (…) (Labrador, 1999: 43)

Si tales problemas de inadecuación de la pedagogía jesuítica a los nuevos tiempos modernos están presentes en Europa, es de pensarse que en América casi dos siglos después de su promulga- ción definitiva, la experiencia es muy similar.

II.

A fines del siglo XVIII en Hispanoamérica, los ilustrados imbuidos de esta conciencia renovadora, arremeten en contra del sistema educativo y tratan de generar mejorías que alteren el sistema desde sus mismas bases institucionales, metodológicas, de contenidos y hasta en los fines que se propone, aspectos que se discuten desde la experiencia, puesto que la mayoría de estos ilustrados fueron for- mados bajo los paradigmas de este tipo de educación, por lo mismo creen que hay que reformarla desde sus bases. El enfrentamiento que comienza por pasar revista a cada uno de los males en que había caído el sistema educativo vigente, se consti- tuyó posteriormente en una denuncia fundamentada y sistemática de las deficiencias estructurales de la educación colonial. Su concreti- zación en Quito, tiene como hito el año 1779, año en que circula por primera vez el manuscrito de El nuevo Luciano de Quito o desperta- dor de los ingenios quiteños, primera obra de Eugenio Espejo, escri- ta bajo el seudónimo de Javier de Cía Apéstegui y Perochena. Si- guen a esta obra Marco Porcio Catón (1980) y La Ciencia Blancardi- na (1981). Para Carlos Paladines, la importancia de El Nuevo Luciano es que destapa “con osadía y claridad todos y cada uno de los fracasos y limitaciones de todas las áreas educativas y culturales de la Au- diencia; y, por primera vez, se alcanzó una visión omnicomprensiva de la situación educativa vigente, como también las posibles alterna- tivas renovadoras” (Paladines, 1998: 13). El texto formulado en base a una construcción dialogada, le per- mite a Espejo sostener la contraposición de dos pensamientos con- frontacionales, por un lado está el Dr. Mera, inteligente, literato ex jesuita, portavoz del pensamiento ilustrado, por lo mismo, el pensa- miento propio de Espejo; por el otro, el Dr. Murillo “seudointelectual, de lenguaje ampuloso, expresiones nebulosas, superficial”, en otras palabras: “el retrato fiel del pedante, del semisabio, del hombre sin educación” (Espejo, 1981: 6).

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El pretexto que utiliza Espejo para escribir El nuevo Luciano, es el Sermón de los Dolores, predicado por el famoso Doctor Sancho Es- cobar en la catedral de Quito el 20 de marzo de 1779 y del que el juicio popular piensa que es un genial sermón. Dada la partida con este sermón, se continúa con la exposición de diversos temas en cada una de las conversaciones, es así como el diálogo dos trata la latinidad de la iglesia; el tres la retórica y poe- sía; el cuatro, el criterio del buen gusto; el cinco, la filosofía; el seis, la teología escolástica; el siete, reflexiones de un mejorado plan de estudio teológico; el ocho, teología moral jesuítica, y por último el nueve que trata de la oratoria cristiana. Cada uno de estos temas de conversación, el análisis crítico que se hace de cada uno de ellos, son empleados como argumentos para comprobar que el dicho sermón y los aplausos que se le confieren hablan de la corrupción valórica que se ha instaurado peligrosamente con el mal método de la enseñanza jesuita. Para Mera, Sancho Escobar es un mal orador: “Mucho se ha me- nester para ser buen orador, y los estudios de Don Sancho no han sido para formarle perfecto, como Vm. le pondera” (Espejo, 1981: 8). A quien culpa por esto es al método jesuítico: “el método jesuítico de enseñar Humanidades y las ciencias mayores, no era muy bueno y propio para formar un orador como Vm lo supone” (Ibídem: 9), de lo que cabe concluir que al ser malo el método jesuítico es malo el orador que se forma bajo sus pautas. Continuando la misma lógica del razonamiento anterior, y tratan- do de definir el propósito de la crítica ilustrada de Espejo, llama la atención que dentro de las preocupaciones más ampliamente des- arrolladas en la obra, la “retórica” y todo lo relativo a ella es una di- rectriz en la que el autor se orienta especialmente y la utiliza como el vehículo por medio del cual critica el método educativo en su totali- dad. Eugenio Espejo, siguiendo su formación humanista ilustrada, en donde la conciencia lingüística toma un nuevo curso que implica la búsqueda de una forma discursiva que permita alcanzar una expre- sión de la clase social emergente, pone en el lenguaje su preocupa- ción. Se trata de depurar el discurso barroco y regresar al literalismo del que habían hablado los humanistas del Renacimiento. Murillo, que fue formado por los jesuitas, que ostenta el grado de Doctor y profesor de Retórica, es una versión patética de la elocuen- cia vigente, es así como en la conversación que trata del “buen gus- to”; Murillo, interviene con un discurso tan extremadamente gerun- diano5 que hasta supera a los autores de los cuales aprende. Mera,

LA CRÍTICA AL SISTEMA EDUCATIVO EN QUITO COLONIAL 73 como es natural en su postura ilustrada no dejará de manifestar su asombro:

Dr. Murillo: Despido las auras volátiles del aliento cuando oigo estas fulgu- rosas incomprensibilidades de los retóricos conceptos. ¡Qué deliciosa frui- ción no es oír a los cisnes canoros de la oradora concionante palabra, gorgoreando con gutural sonoridad, trinar endechas en sus dulces sílabas […] Dr. Mera: ¡Qué dice V.m. Dr. Murillo! ¡Qué dice V.m! estoy admirado de to- do este modo de explicarse […] V.m no sólo imita, sino que hace infinitas ventajas a los autores de sus dos ejemplos (Espejo, 1981: 17).

El objetivo de exponer tan crudamente el vicio oratorio de la época, por medio del ejemplo de Murillo, tiene para Espejo una sola dirección que es la mejora de los estudios que son los culpables de la degeneración que se experimenta: “la intención del Luciano fue corregir aquellos originales cuyas facciones saca y copia perfecta- mente Murillo” (Ídem: 6). El Dr. Mera, que encarna el pensamiento ilustrado de Espejo, defiende y se muestra simpatizante del buen gusto entendido desde la perspectiva del “bello espíritu”6 del jesuita francés Domingo Bouhours y ha de entenderse esta posición como los parámetros que el autor ofrece para ser levantados en reemplazo de la antigua y pervertida realidad cultural barroca. Esta idea será retomada y reforzada en La ciencia blancardina, en donde el viciado arte barroco “blancardo” es el símil del “gerundianismo” al que se refiere el Padre Isla y el motivo de muchas burlas entre los ilustrados europeos que abogan por una retórica moderna, basada en la clari- dad y la razón. La implementación de la cultura Barroca data con fuerza en His- panoamérica desde la segunda mitad del siglo XVII, cuando se pro- duce en América nuclear andina el cambio del sujeto histórico que invoca la palabra, ya no es el misionero que “heterorreconoce” al in- dígena conquistado, sino que ahora es el terrateniente criollo quien comienza un débil proceso de autorreconocimiento, volcando con esto el desarrollo del humanismo a un marco netamente citadino. Los contrastes sociales que caracterizan este periodo (en el cual se desarrolla lo que Roig llama el humanismo ambiguo), están repre- sentados por los enfrentamientos sociales entre “americanos” y “eu- ropeos”; la pobreza de la plebe en contraste con la magnificencia de los templos; la carencia de dinero circulante, sirven de contexto para la creación de un nuevo discurso en que todos los integrantes de la ciudad concuerden y que muestre la superación de dichas contra- dicciones, empleando las mismas (Roig, 1984: 36). Es así como las contradicciones que en las ciudades Hispanoa- mericanas se viven, se van a reflejar por medio del arte y el discurso,

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éstas van a conducir a que el nuevo discurso decorado y grandioso sea el transmisor de los controversiales sentimientos humanos, adoptando, según Roig un sentido “eminentemente más plástico, sin referencias a la humanidad de indígena y al campo. La retórica pier- de su dignidad primando en el lenguaje la valoración del significante por sobre el significado” (Ídem: 37). El juego entre el decir y el no decir condujo al empleo exacerba- do de lo simbólico, generador de todas las formas posibles que construyan un lenguaje no directo y renunciando al literalismo rena- centista, el que, por su parte, era llano y claro. En este contexto, es necesario asumir que la orientación cultural impuesta por la Audiencia de Quito era, como dice Carlos Paladines “eminentemente persuasiva y hasta apologética”, es decir, un arte que no pretende más que convencer sobre un ideal religioso y civil que se había convertido en una norma de la vida social:

En otras palabras, el barroco trató de convencer a su sociedad sobre la justicia del sistema existente y la necesidad de someter toda realidad insti- tucional a parámetros sacrosantos vigentes. En pocas palabras, les inspi- raba un estilo de vida y un conjunto de valores cívico-religiosos (Paladines, 1996: 26).

Enmarcados en esta labor persuasiva, la situación de la Compa- ñía de Jesús en términos políticos, pareciera ser clara y única. Según Paul Monroe: “La sociedad de Jesús, organizada en 1540, llegó a ser el instrumento principal del movimiento de la Contrarreforma. Fun- dada con el propósito de fortalecer la autoridad del Papa, y extender el dominio de la iglesia católica, se encaminó tanto a la conversión de los ateos como a combatir las herejías protestantes. En esta últi- ma fase de sus actividades la orden desempeñó su principal papel histórico” (Monroe, 1931: 102). Los jesuitas son, en definitiva, los que llevan el estandarte del arte barroco. Retomando a nuestro ilustrado, obviamente, la crítica que hace en contra de la retórica, apunta directamente a toda la base de la cultura barroca vigente, es decir, la representación de la Audiencia, la que a su vez es la representación del imperio Español, por sobre las colonias. Situación en la cual, como he planteado en párrafos an- teriores, los jesuitas son actores principales, siendo este protago- nismo, el que, al parecer motiva al autor a centrar en ellos la crítica. Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, surgen dos elementos contradictorios a la hora de atribuir el pensamiento crítico de nuestro autor a la Compañía y al ejercicio docente de éstos en el contexto quiteño. El primero de dichos elementos es que en el año de apari- ción del manuscrito del Nuevo Luciano, o sea 1779, la Compañía de

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Jesús era una congregación que no solo había sido expulsada de los dominios españoles en 1767, sino que incluso había sido suprimida como institución de la iglesia católica en 17737. Si bien es cierto que la desaparición de la Orden de las tierras americanas y europeas no implica que su método educativo haya desaparecido inmediatamen- te de las escuelas y universidades, para quienes se han dedicado a estudiar la obra de Espejo, una de las orientaciones que asume ésta, es que el autor critica a los jesuitas como congregación, lo cual pue- de ser aceptado en la medida que se entiende a ésta como repre- sentante de la cultura barroca, a la que obviamente Espejo rechaza. Pero, en términos de la educación jesuítica, hay evidencias textuales en la obra que denotan una suerte de simpatía del autor para con el método de éstos. Espejo en momentos es duro al referirse al método educativo de la congregación ignaciana, en otros, existe una clara condescenden- cia, manifiesta en la tendencia a pensar que, de haber sido aplicada la Ratio Studiorum como corresponde en Quito, la experiencia hubiese sido, si no ideal, por lo menos más tolerable. En la conver- sación acerca de la Retórica el diálogo es el siguiente:

Dr. Mera: […] proseguiré diciendo, que el método jesuítico provinciano en nada atendía a nuestro plan de aprender y enseñar ciencias y artes, ver- daderamente sublime y dignísimo, que llamábamos el Ratio Studiorum […] Las lenguas griegas y latina [ambas consideradas dentro de este estudio] se recomendaban para ir perfeccionando la memoria; pero aquí nunca se pensó en tal griego, y ya he dicho antes cómo se estudiaba latín (Espejo, 1981: 25).

Con esto entramos a revisar, inevitablemente, una de las más profundas fundamentaciones ideológicas de la pedagogía ignaciana, este es el carácter flexible de las prácticas pedagógicas que el mis- mo Ignacio de Loyola8 anuncia como elementales. Para él, según consta en sus Constituciones, lo fundamental es que las prácticas pedagógicas se acomoden a los lugares, tiempos y personas, por- que ha de existir mucha variedad de gentes dependiendo de las cir- cunstancias en las que se encuentran. Frente a esta condición cabe el entendimiento de que la crítica que emite Espejo a la educación jesuítica, es a la aplicación que se hace de la Ratio en el contexto quiteño, aunque también en el español.

III.

En tiempos en que Eugenio Espejo escribe El nuevo Luciano de Quito, la comunicación entre América y España fue mucho más in- tensa. La Ilustración española e hispanoamericana fue de una ópti-

76 ALEJANDRA CONTRERAS GUTIÉRREZ ma relación, especialmente con respecto a la circulación de libros. Es así como obras de Feijóo, Campomanes, revistas y semanarios eruditos se encontraban en las buenas bibliotecas coloniales del si- glo dieciocho. Por lo mismo, los planes universitarios de fines del siglo XVIII y comienzos del siguiente son una reproducción de los españoles; es más, la referencia a los planes de la metrópoli suele ser explícita, to- do en un afán de homogenización política, económica y educativa buscada por los hombres de la ilustración. Los textos que aseguran la unidad de las nuevas orientaciones, dice Góngora, son las de Barbadiño, Fleury, Mayans, Feijóo:

Los reformadores americanos conocen directamente a estos escritos […] En Quito “El nuevo Luciano”, de Santa Cruz y Espejo, está evidentemente inspirado en el Barbadiño, imitando su concepción dialogada y su ordena- ción según sus diversas disciplinas docentes, y marcando más la sátira contra la formación tradicional escolástica (Góngora, 1980: 90).

Al parecer y como se puede deducir de lecturas referentes al te- ma, Mario Góngora ha sido uno de los pocos intelectuales latinoa- mericanos que ha planteado la amplitud con la cual las ideas ilustra- das de Verney se propagaron por América e influyeron en un ilustra- do como Espejo. Otro autor, el portugués Luis Cabral Moncada, igualmente se ha ocupado del tema de la difusión de las ideas ver- neyanas fuera del contexto portugués. Cabral Moncada, llegó a la conclusión de que el iluminismo representado por Verney es adop- tado en Italia, Austria, España y Portugal, así como en Hispanoamé- rica, en donde se desarrolla globalmente un tipo de Ilustración esen- cialmente católico, es decir, una ilustración progresista, reformista, nacionalista y humanista no revolucionario, ni antihistórico, ni irreli- gioso como el francés9. En España, dice Jean Sarrailh, los intereses reformistas de Carlos III son satisfechos por el libro Verdadeiro método de estudar del pa- dre franciscano portugués Luis Antonio Verney10. Esta obra, aparece en portugués en 1746 bajo el pseudónimo de Barbadiño, luego es traducido al castellano por el abogado Maymó y Ribes, el cual logra en 1756 el permiso para su edición y difusión en dichas tierras. Pro- ducto de su contenido polémico, se interrumpe su impresión por más de tres años, hasta que en 1760 Carlos III ordena, por medio de un Real Decreto, que se continuase la impresión del Barbadiño en España para utilidad del público, y universal remedio de las Escue- las.

Pasó Barbadiño a España, y tuvo buena cogida entre los Doctos; porque siendo casi unos mismos los principios de la decadencia de los Estudios

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en España, que en Portugal, juzgaron igualmente precisa la reforma. A vista de la utilidad de un Escrito de esta clase, emprendí su traducción a nuestra lengua, para facilitar así la reforma de los estudios: pero las con- tradicciones, que experimentó el Barbadiño portugués, se renovaron con más fuerza contra el Barbadiño español. No se le acometió con Apologías, pero se le hizo una guerra oculta por los medio más extraños. Qué machi- naciones! Qué ardides no se movieron para sepultar esta obra en el olvido! Logro la astucia suspender la impresión, y detenerla por más de tres años. Pero amaneció a España nueva luz con la venida de nuestro Católico Mo- narca Carlos III. El Padre de la Patria, y Protector de las letras, y por su Real Decreto de 5 de Enero de este año mandó se continuase la impresión del Barbadiño para utilidad del público, y universal remedio de las Escue- las. (Maymó y Ribes, 1760: XXI)

La aprobación explícita del rey con que cuenta el portugués, abre otra arista en las especulaciones en torno a la postura que el ilustra- do Eugenio Espejo asume en relación con lo que acontece en la me- trópoli, tema que desarrollaré en la parte final de este trabajo Verney, es una voz disonante en la cultura ilustrada de Portugal del siglo XVIII, su obra que es de una proyección internacional, in- fluencia grandemente las reformas desarrolladas en la Universidad de Coimbra, causando al mismo tiempo grande impacto en el mun- do de las letras de Portugal y en muchos otros países de Europa. Demostrando una profunda inserción en las discusiones de la época, propone una reforma en los estudios, la que va a desembocar en una inevitable y descarnada crítica al sistema escolástico de los je- suitas. Esta situación genera diversas reacciones: para los más doc- tos y eruditos, las reformas apuntadas en el texto son tomadas co- mo útiles; para los semidoctos, aquellos que quieren mantener la ig- norancia, se ocuparon de vilipendiar a la obra y a su autor llegando casi a tratarlo de hereje. El Verdadero método de estudiar, se presenta como un conjunto de dieciséis cartas remitidas a un religioso muy docto de la Universi- dad de Coimbra, quien le pide a Barbadiño que por favor le oriente en relación a los diversos temas de estudios. La obra escrita en por- tugués se divide en dos tomos, mientras que la traducción al caste- llano se organiza en cuatro tomos. En cada uno de estos tomos se presentan las cartas en las que se analizan por separado los conte- nidos incluidos en el currículum educativo de Portugal: Gramática Portuguesa, Latinidad, Lenguas Griegas y Hebreas, Retórica, Poesía, Filosofía, Metafísica, Física, Ética, Medicina, Jurisprudencia, Teolo- gía, Derecho Canónico, Método regular de estudio. Cada contenido es abordado desde un punto de vista crítico, en donde el autor toma cada caso para describir inicialmente el modo como las materias se enseñan en Portugal. Luego, señala los defec- tos que ve en el método portugués, al que compara con Italia u otros

78 ALEJANDRA CONTRERAS GUTIÉRREZ países de Europa. Posteriormente, expone el método que considera adecuado para reformar la enseñanza, y finalmente despliega una detallada y comentada bibliografía pertinente a cada caso. Dentro de los ataques que con mayor fuerza vierte el portugués, la preocupación por lo rutinario del método aparece como esencial. Para él, los profesores se rigen demasiado por Aristóteles y la esco- lástica, piensa también que los maestros le tienen a los antiguos una devoción casi supersticiosa:

Si alguno les contradice un punto [a los filósofos escolásticos] […] allí se acabó todo; y se viene el mundo abajo con griterías. La tal proposición es una herejía, contraria ex diámetro a la Escritura, a las definiciones de Con- cilios, y Padres, y a la costumbre de la Iglesia Católica, que canonizó las Obras de Aristóteles; también las Doctrinas de los Árabes. Galilei, Descar- tes, Gasendo, Newton y otros de éstos, que no la siguieron huelen a Ateís- tas, o a lo menos, están un palmo distantes de error. Estas filosofías sólo reinan en países de herejes. Los extranjeros que defienden esto son cuatro tontos, que impugnan lo que no entienden, y no entienden lo que hablan. Estos y otras cosas semejantes he oído algunas veces (Verney, 1760:237).

A los filósofos modernos se les niega todo mérito y se les trata de ignorantes:

Yo tuve algunos ratos de diversión, conversando con algunos de estos maestros [de filosofía escolástica]. Ellos confunden todos los autores mo- dernos, y sin más examen, los acusan de los mismos errores; y con extra- ña dialéctica los condenan de ignorantes (Ibídem: 239).

Como es obvio, el Barbadiño va a ver en las repeticiones, el exa- gerado estímulo de la memoria, una de las más ineficaces metodo- logías:

[…] los diálogos no sirven más, que de hacer mil repeticiones, sin necesi- dad, y de fatigar la memoria de los rapaces, sin fruto, enseñándoles a hablar como el papagayo; pues no entienden lo que dicen, quedando por lo contrario, pocos preceptos bien explicados con la viva voz del maestro, enseñan más con menos trabajo. Esto es en cuanto al método (Verney, 1760: 23).

En esta misma línea, hubo quienes, en concordancia con Verney afirmaban que este método consistía sólo en atiborrar la memoria de los jóvenes de reglas y preceptos gramaticales y retóricos tomados de manuales y de formularios en que los maestros creían, ingenua- mente, que estaba encerrada toda la ciencia. Según Jean Sarrailh, Desdevises du Dézert, quien estudió con simpatía el aspectos de la Compañía de Jesús, dice que al ejercitar el latín, tanto los maestros como los estudiantes no tardaban en perder toda elegancia y toda

LA CRÍTICA AL SISTEMA EDUCATIVO EN QUITO COLONIAL 79 corrección en su afán de dominar sin una ciencia suficiente esta len- gua tan difícil (Sarrailh, 1957: 198). Aún cuando Verney no diga explícitamente que critica a la Ratio Studiorum, los ejemplos, las consideraciones prácticas nos dan lu- ces de que esta crítica apunta en dirección a ella. Espejo en El nuevo Luciano de Quito, hace constante alusión al portugués Barbadiño, por lo tanto su influencia en el ecuatoriano no es un misterio; es más, Espejo manifiesta en muchas oportunidades una idea de educación similar a la del portugués, plantea las mismas críticas y adopta las reformas hechas por este autor como observa- ciones necesarias para el contexto quiteño. En la conversación quin- ta acerca de la Filosofía, la exposición es la siguiente:

Dr. Murillo: Digo, pues, entonces, que no podrá negar Vm., Señor Doctor, el que los teatinos estudiaban los naturalísticos milagros de la sapientísima filosofía. Dr. Mera: Sí, mas debo decir a Vm., que era muy malo el método con que se enseñaba en nuestra Compañía esta facultad. ¡No me arquee Vm. las cejas, como que va a pronosticar mal, al ver las orinas de sus enfermos! Lo dicho, dicho, pero para abreviar, remito a Vm. A que lea sobre este punto al Barbadiño, y añado de mi parte, que lo que él reprehende estaba usado y recibido entre los nuestros (Espejo, 1981: 44).

Al igual que en el ejemplo anterior, la alusión directa al portugués es común en boca de Mera, se leen las similitudes en el pensamien- to de ambos (Espejo y Verney), situación de la que hablé hace algu- nos párrafos. Pero, sin afán de hacer un análisis comparativo entre ambas obras, es importante notar las similitudes con que los escrito- res asumen la crítica en torno a la educación, puesto que se está tra- tando de hacer un acercamiento a las aplicaciones específicas que el pensamiento del ilustrado Verney encuentra en el ecuatoriano Es- pejo. Se trata, en resumidas cuentas, de definir la función específica del pensamiento ilustrado en el contexto quiteño, pero asumiendo la ingerencia del discurso metropolitano en sus planteamientos como verdaderos y legítimos, lo que no va a significar, en ningún caso, que en nuestro contexto hispanoamericano el discurso ilustrado no fun- cione en pos de la formación de una conciencia crítica autónoma. En este contexto, y como el propio Espejo lo manifiesta, los me- canismos que emplea en su obra tiene como objeto “la reforma de los estudios, el establecimiento de éstos, en una palabra, el bien de la patria” (Astuto, 1992: 55), misma motivación constructiva que para Barbadiño tiene la aparición de su Verdadero método de estudiar pa- ra ser útil a la República y a la Iglesia, la que, según su nombre y se- gún lo que reafirma Bernardino Bravo Lira:

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Verney hace una sólida y descarnada crítica al sistema de enseñanza im- perante en su patria. Pero no se limita a criticar; propone asimismo, una reforma de los estudios. Este sentido constructivo aparece ya de manifies- to en el título de la obra, que habla de ser útil a la república y a la iglesia, es decir, a la patria y a Dios (Bravo, 1986: 62).

Es así como El nuevo Luciano de Quito puede ser considerada una obra enmarcada en el germen emancipatorio de la nación. El empleo de la ficción conversacional (los diálogos) le permite al autor ejercer una crítica a la cultura, a la sociedad y a la política del siste- ma imperante, para lo cual adopta una posición de autoridad que convierte a su discurso en ejercitativo, en el que se intenta construir un nuevo saber, distinto al imperante y sobre el contexto de una pa- tria en formación. De esta manera si hemos de situar el pensamiento ilustrado de un escritor como Eugenio Espejo, la conclusión final es que éste se enmarca en una etapa previa a la consolidación de la independencia de las naciones hispanoamericanas, la que, posteriormente en el si- glo XIX va a significar la absoluta negación de la España Colonial. Por último, y asumiendo la idea anterior, no podemos dejar de notar la posición cómoda que el Ilustrado Espejo asume en la crítica que desarrolla, puesto que el ecuatoriano se hace partícipe de un proceso reformativo que cuenta con la venia del monarca, a lo que puede atribuirse su actitud para con los extinguidos jesuitas. Aún cuando quedan muchos elementos por revisar en la obra de nuestro ilustrado, no queda duda que la reconocida astucia de Eu- genio Espejo buscó por medio de su obra El nuevo Luciano de Quito plantear el problema de la dependencia de Quito a la metrópoli, la que según muchos de sus escritos económicos no genero otra cosa que pobreza, poco usufructo riquezas naturales, entre otras cosas.

NOTAS:

1. En el texto aludido, Roig, plantea que desde la conquista a la colonia, fueron tres las variantes o los momentos en los cuales se desarrolló el humanismo: el renacentista, el barroco y el ilustrado, que dieron nacimiento a lo que él denomina humanismo paternalista, al humanismo ambiguo y por último al humanismo emergente respectivamente. En cada uno de estos periodos, el sujeto histórico que asumió desde su realidad social concreta las líneas de desarrollo del pensamiento ejerció, como se ha dicho, las formas del hetero- rreconocimiento o del autoconocimiento. 2. Según Nicola Abbagnano en su Diccionario de Filosofía: “Auctoritas” decisión de un concilio, una sentencia bíblica, la “sententia” de un Padre de la Iglesia o también la de un gran filósofo pagano, árabe o judío.

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3. Que los jesuitas se nieguen a abrirle las puertas a la modernidad es bastante discutible, ya que, es un hecho comprobado que dentro de los mismos pro- fesores de la Compañía de Jesús se manifiestan claros anuncios de moderni- dad que permiten a muchos jesuitas escapar de la ortodoxia escolástica, este acercamiento es gracias a la doctrina probabilista, la que a grandes rasgos, permite la inclusión de corrientes filosóficas-modernas (Bacon, Descartes, Gassendi, Leibniz, etc). 4. La Ratio definitiva es una compilación mejorada de la experiencia pedagógica desde los inicios de la congregación. A lo largo de su historia sufrió diversas modificaciones, es así como entre 1551 y 1552 el Padre Nadal redacta la pri- mera Ratio u Ordo Studiorum, paralelamente en 1551 se pone en vigencia en el Colegio de Mesina la breve Ratio o De ratione Studiorum de Coudret; en 1564, en España, Diego de Ledesma escribe su inacabada Ratio o De studiis Collegii Romani; 1591 se edita una nueva Ratio revisada pero aún no oficial, hasta que en 1599 es promulgada por el General P. Claudio Acquaviva la Ra- tio definitiva, cuyo nombre completo es Ratio atque Institutio Studiorum So- ciatetis Jesu. Este método se mantiene vigente hasta 1773, año en que se suprime la Compañía. Su llegada a América es en el mismo año de su publi- cación definitiva, para ser aplicado en los colegios de la Compañía. Desde el punto de vista académico, la Ratio Studiorum comprende dos grandes ciclos. El primero de Estudios inferiores, se estructura en cinco años en los que se destinan tres cursos de Gramática (elemental, media, superior), uno a Humanidades y uno a Retórica con las clases distribuidas en dos se- mestres y los contenidos estrechamente relacionados entre sí. Los alumnos más aventajados podrán pasar de grado en el segundo semestre. El segundo y tercer ciclo correspondía a los Estudios superiores. En el se- gundo año se organizaba el currículum de filosofía en tres años, dedicados uno a la lógica y matemática otro a la física y ética y el último a la metafísica, psicología y matemática superior. El tercer ciclo de estudios de teología se cursaba durante cuatro años por los aspirantes al sacerdocio. 5. Me refiero con esto al tipo de discurso satirizado por el Padre Isla en su obra Fray Gerundio de Campazas alias Zotes. De acuerdo con la definición de la RAE, “gerundio” es una persona que habla o escribe en estilo hinchado, afec- tando inoportunamente erudición o ingenio y “zote” es ignorante, torpe, tardo en aprender. 6. “El bello espíritu” es quien discierne justamente, que no presume de sus co- nocimientos, quien no se deja sorprender por las apariencias, por lo mismo busca la claridad por sobre la oscuridad que impera en las expresiones. El bello espíritu huye de los aplausos populares, porque lo caracteriza la modes- tia. 7. La Compañía de Jesús u Orden Jesuítica, fue judicialmente expulsada prime- ro de Portugal en 1759, luego de Francia en 1764 y por fin de España y de todos sus dominios en 1767. El 21 de Julio de 1773 se suprime la orden reli- giosa por medio de la Bula pontificia Dominus ac Redemptor, en tiempos del Papa Clemente XIV. 8. Fundador de la Compañía de Jesús. Las Constituciones son la base ideológi- ca sobre las que se construye la pedagogía de la Compañía de Jesús. En

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ellas Ignacio de Loyola plasma las orientaciones que debe tener toda ense- ñanza encargada a la Compañía. 9. Esta información aparece señalada en el documento de Bernardino Bravo Lira: “Verney y la Ilustración Católica y Nacional en el mundo de habla castellana y portuguesa” En: Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile. N° 21 (1986); pp. 55-109. 10. De la información que existe disponible en torno a la personalidad de Luis An- tonio Verney, se sabe que nace en Lisboa el 23 de Julio de 1713, que es hijo de padre francés Dionisio Verney y de María Arnaut. En relación a su educa- ción, se sabe que estudió en el Colegio de San Antón perteneciente a los je- suitas y considerado como uno de los colegios con mayor reputación en la enseñanza de las Humanidades. Posteriormente estudia en la Universidad de Evora, la que también estaba a cargo de los jesuitas. Allí se licenció en Filoso- fía e hizo dos años de teología. En 1736 deja Portugal y se radica en Roma donde va a permanecer el resto de su vida. En Italia va a conocer la obra de Muratori y Genovesi, es aquí donde se em- pieza a gestar la idea de redactar el Verdadero Método, influenciado –dice Bravo Lira– por Martinho de Mendoca de Pina e Proenca, quien emplea ex- presiones como “el verdadero modo de enseñar” o “el mejor modo de ense- ñar” en su obra Apontamentos para a educaçao de un menino nobre.

BIBLIOGRAFÍA:

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1 En el texto aludido, Roig, plantea que desde la conquista a la colonia, fueron tres las variantes o los momentos en los cuales se desarrolló el humanismo: el renacentista, el barroco y el ilustrado, que dieron nacimiento a lo que él denomina humanismo paternalista, al humanismo ambiguo y por último al humanismo emergente respectivamente. En cada uno de estos periodos, el sujeto histórico que asumió desde su realidad social concreta las líneas de desarrollo del pensamiento ejerció, como se ha dicho, las formas del heterorreconocimiento o del autoconocimiento. 2 Según Nicola Abbagnano en su Diccionario de Filosofía: “Auctoritas” decisión de un concilio, una sentencia bíblica, la “sententia” de un Padre de la Iglesia o también la de un gran filósofo pagano, árabe o judío. 3 Que los jesuitas se nieguen a abrirle las puertas a la modernidad es bastante discutible, ya que, es un hecho comprobado que dentro de los mismos profesores de la Compañía de Jesús se manifiestan claros anuncios de modernidad que permiten a muchos jesuitas escapar de la ortodoxia escolástica, este acercamiento es gracias a la doctrina probabilista, la que a grandes rasgos, permite la inclusión de corrientes filosóficas-modernas (Bacon, Descartes, Gassendi, Leibniz, etc). 4 La Ratio definitiva es una compilación mejorada de la experiencia pedagógica desde los inicios de la congregación. A lo largo de su historia sufrió diversas modificaciones, es así como entre 1551 y 1552 el Padre Nadal redacta la primera Ratio u Ordo Studiorum, paralelamente en 1551 se pone en vigencia en el Colegio de Mesina la breve Ratio o De ratione Studiorum de Coudret; en 1564, en España, Diego de Ledesma escribe su inacabada Ratio o De studiis Collegii Romani; 1591 se edita una nueva Ratio revisada pero aún no oficial, hasta que en 1599 es promulgada por el General P. Claudio Acquaviva la Ratio definitiva, cuyo nombre completo es Ratio atque Institutio Studiorum Sociatetis Jesu. Este método se mantiene vigente hasta 1773, año en que se suprime la Compañía. Su llegada a América es en el mismo año de su publicación definitiva, para ser aplicado en los colegios de la Compañía. Desde el punto de vista académico, la Ratio Studiorum comprende dos grandes ciclos. El primero de Estudios inferiores, se estructura en cinco años en los que se destinan tres cursos de Gramática (elemental, media, superior), uno a Humanidades y uno a Retórica con las clases distribuidas en dos semestres y los contenidos estrechamente relacionados entre sí. Los alumnos más aventajados podrán pasar de grado en el segundo semestre. El segundo y tercer ciclo correspondía a los Estudios superiores. En el segundo año se organizaba el currículum de filosofía en tres años, dedicados uno a la lógica y matemática otro a la física y ética y el último a la metafísica, psicología y matemática superior. El tercer ciclo de estudios de teología se cursaba durante cuatro años por los aspirantes al sacerdocio. 5 Me refiero con esto al tipo de discurso satirizado por el Padre Isla en su obra Fray Gerundio de Campazas alias Zotes. De acuerdo con la definición de la RAE, “gerundio” es una persona que habla o escribe en estilo hinchado, afectando inoportunamente erudición o ingenio y “zote” es ignorante, torpe, tardo en aprender. 6 “El bello espíritu” es quien discierne justamente, que no presume de sus conocimientos, quien no se deja sorprender por las apariencias, por lo mismo busca la claridad por sobre la oscuridad que impera en las expresiones. El bello espíritu huye de los aplausos populares, porque lo caracteriza la modestia. 7 La Compañía de Jesús u Orden Jesuítica, fue judicialmente expulsada primero de Portugal en 1759, luego de Francia en 1764 y por fin de España y de todos sus dominios en 1767. El 21 de Julio de 1773 se suprime la orden religiosa por medio de la Bula pontificia Dominus ac Redemptor, en tiempos del Papa Clemente XIV. 8 Fundador de la Compañía de Jesús. Las Constituciones son la base ideológica sobre las que se construye la pedagogía de la Compañía de Jesús. En ellas Ignacio de Loyola plasma las orientaciones que debe tener toda enseñanza encargada a la Compañía. 9 Esta información aparece señalada en el documento de Bernardino Bravo Lira: “Verney y la Ilustración Católica y Nacional en el mundo de habla castellana y portuguesa” En: Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile. N° 21 (1986); pp. 55-109. 10 De la información que existe disponible en torno a la personalidad de Luis Antonio Verney, se sabe que nace en Lisboa el 23 de Julio de 1713, que es hijo de padre francés Dionisio Verney y de María Arnaut. En relación a su educación, se sabe que estudió en el Colegio de San Antón perteneciente a los jesuitas y considerado como uno de los colegios con mayor reputación en la enseñanza de las Humanidades. Posteriormente estudia en la Universi- dad de Evora, la que también estaba a cargo de los jesuitas. Allí se licenció en Filosofía e hizo dos años de teología. En 1736 deja Portugal y se radica en Roma donde va a permanecer el resto de su vida. En Italia va a conocer la obra de Muratori y Genovesi, es aquí donde se empieza a gestar la idea de redactar el Verdadero Método, influenciado –dice Bravo Lira– por Martinho de Mendoca de Pina e Proenca, quien emplea expresiones como “el verdadero modo de enseñar” o “el mejor modo de enseñar” en su obra Apontamentos para a educaçao de un menino nobre.