y tenía un lunar. (Foto Mendoza.) ÁLBUM DE BELLEZA DE "MUCHAS GRACIAS"

DIANA DE CHARNY La escultural danzarina en una de sus danzas, prodigio de belleza plástica. (Foto Mendoza.) LAS ALAS DEL SÁTIRO

POR A. VIDAL Y PLANAS

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irrs\irr«víriwíri«(itys(¡r7S^ri««Mívirrs«itrtfv)rr^^^ HE VISTA CÓMICO.SATÍRICA APARECE LOS SÁBADOS Director: JOSÉ S. SANTONJA Redacción y Administración: Príncipe de Vergara, 42 y 44 Teléfonos 51587 y 53742 ffño IX :-: ;•: Húmero 410 TTíadrid, 9 de enero fie 1932 MUJERES DEL DÍA

HERCKIIITAS SICILIA

r A graciosísima artista del gé- I ñero frivolo, Merceditas Sici­ lia, ilustra esta primera poni­ na de nuestro semanario con su sim­ pática figura de niña boba. Parece

—Na; que no pasa un arma. ¿Me vi a queá pa vestir imágenes? Pues vi a pedí que sean santos varones...

por Barahona de Soto y Quiñones de Benavente, y que tampoco falta­ >•• ron en calidad de urdimbres—como traducía una pupilera que yo tuve en Granada—picante salchichón de Vich, aceitunas partidas y rojos pi­ mientos de Coín. El humo tibio de! perfumado mo­ ka subía como nube de incienso a acariciar los mofletes del obispo, a quien todavía le quedaba un rincon- ciilo en las profundidades insonda­ bles de la tripa, e iba rellenándolo con tiernas bizcotelas que zambullía en la taza. El prior, en pie delante de su ilus- tnsima, que comía solo, rodeado de sus familiares y de la comunidad, a derecha e izquierda de la mesa, no quitaba la vista de aquel nuevo Hehogabalo, y muy solicito respondía a sus preguntas. Por fin se atrevió el mísero fraile a tomar la alternativa, y en el tono más reverencioso dijo: —^Con todo el alma siento—y la comunidad conmigo—no haber podi- do_ obsequiar a su ilustrísima con mas ricos manjares, pero... —¡Quiere usted callar!...—inte­ rrumpió el obispo—, he cenado muy a gusto, y así por la calidad, canti­ dad y esmero en los guisos, de lomo, truchas y perdices, y la delicadeza El.—¿Me esperarás? • ^4! Ella.—Con esto del divorcio... ¡hasta la eternidad! LOS QUE: EMPIEZAN Canto sobre la cama

Diz que allá en muy remota lejanía de la cama se pierde la invención. ¡ Qué simpático vago no sería el inventor del catre!. ¡ Y qué tumbón !! En áureas letras su divino nombre grabar díbió la Fama. i Qué invento fué más útil para el hombre que la blanda, mullida y suave cama? En ella de este mundo la luz vimos cuando desde París venir solemos; en ella nos hicieron... muchos mimos; allí amamos, y en ella padecemos; en ella, al fin,dormimos , luego que al cuerpo gran trabajo dimos. Y en ella, por desgracia, acabaremos. En ella nuestros sueños pasionales, dulces quimeras de amoroso juego, chispas que brotan del candente fuego do arden nuestros sentidos, tejemos entre espasmos infernales. Y al despertar, corridos, amargados, lloramos a raudales, lágrimas impotentes para calmar deseos vehementes. ¿ Sabéis de otro placer, de mayor goce, que tirarse en la cama a la bartola, gozando, con fruición, cálido roce, que anega todo el ser como una ola? c¿í^ ¿ No es placer inefable una dormida —Pero, ¿adonde querrá que vaya cuando el cuerpo cansado y dolorido de esta forma el dibujante con el frío que hace? encuentra que, amoroso, le convida un colchón bien nutrido MUY IMPORTANTE a caer sobre él largo y tendido? i Oh cama! yo bendigo Con esta fecha queda clausurado nuestro concurso de piropos, lamen­ de tu cobijo cálido el abrigo, tando no haber podido dar el premio y los dulces reposos ofrecido con la frecuencia que de­ seábamos, por culpa del escaso in­ que, benéfica, prestas al rendido genio de nuestros concursantes. en prolongados viajes amorosos, No obstante, y para complacer a los numerosos ciudadanos piropea- que en ti yace, más muerto que vencido. dores que nos abruman con sus en­ víos, dedicaremos en lo sucesivo un E. G. HERAS. espacio en esta sección de "Los que empiezan", publicando algunos piro­ pos, sin opción a premio alguno. Burgos, X1I-P3I. Moraleja • • • •

Cuentan que un pastorcillo se pasaba la vida en los ribazos tocando sin cesar el caramillo, hasta hacerse pedazos. Y ailaden que hubo un día una pastora que con el pastorcillo dio en mal hora, porque ambos a cantar se dedicaban y a tocar sin cesar de noche y día, y en el campo juntitos se quedaban, hasta que ella enfermó de hidropesía, y él, antes tan robusto y tan contento, murió sin voz, sin fuerza y sin aliento.

Consecuencias fatales traen siempre los abnsos musicales.

—;.He perdido la línea, marqués? —Ni la línea ni la curva... que está como para tomarla a gran velocidad.

ciente para abonar el primer tri­ subir en autogiro, descender sin para- mestre. caídas y aterizar en la China. El silencioso.-—León, Joto Varilles. Vaya usted con Dios, mi alma. Una mujer así debe sudar agua de colo­ nia. Enrique Felaes.—Barcelona. Siete Siete colores (arco iris hecho). El.—El caso es que yo puse un So negraza; por usted sería yo ca­ anuncio para admitir dos botones... Siete días (completa una semana). paz de hacer el rizo de la muerte, y Siete puñales húndense en el pecho aterrizar en el Vesubio. de María, la Virgen soberana. Siete son los pecados capitales i Ay, mi madre! Sultanaza, es usted (siete por siete son cuarenta y nueve). Miropos capaz de detener a todos los guardias Siete son las estrellas siderales ¡ Vaya cuerpo republicano! Debe de asalto y quedarse sola en la Puer­ del Carro (que se ven cuando no ser usted la guardia de Alcalá Za­ ta del Sol, y parar toda la circulación. [UuíveV mora. Leyva. Siete infantes de Lara hay en la [Historia; Con esos andares tan menuditos no ¡Negra!... ¡Morena!... ¡Niña!... siete sabios en Grecia (¡ oh mi me- va usted a terminar nunca... de ha­ Tiene usted más colores que el mis­ cerme sufrir. [moria!) mito arco iris. ¡Y ole con ole!... Pínfano.—^Melilla. pusieron a los hombres en un brete. Julián García Peres. Siete tortas sin sal ni levadura Preciosidad, si tuviese usted que Tenerife (Canarias). me atizó mi mujer con mano dura, pagar contribución por su belleza, el porque a la americana le hice un siete. capital de Romanones no sería sufi- Preciosa; por usted soy capaz de ÁNGEL G. LUGEA A C D O T A R I O (I) Por E. Barriobero

Leía una dueña la instrucción de Concejo: unos eran de parecer que que a estos sitios no vienen más que fray Pedro de Alcántara para confe­ el regalo fuese de pinas; otros, cuyo golfas I sarse bien. Mandó de memoria cuan­ voto prevaleció, acordaron que fuese to contenía y se acusó de todo a la de brevas, que las ha en aquella villa letra. Asombrábase el confesor de bonísimas. que hubiese cometido tantos y tan Hincharon un costal de , y Un abogado muy conocido en casi graves pecados, y preguntándole cómo atravesándose sobre el jumento, se toda España por sus oportunas agu­ era posible, respondió: sentó encima el embajador, acompa­ dezas, defiende a un procesado por el —¿Sélo yo por ventura, padre ñado de otro. delito de falsedad. mío? Ahí lo hallará todo en fray Pe­ Llegaron como se puede entender Comparecen los peritos calígrafos dro de Alcántara. del buen avío, y viéndolas el duque, propuestos po reí fiscal, que, natural­ mandó a sus criados que, atando a un * * * mente, en el sumario informaron en poste al que las traía, y desnudándo­ contra del inculpado. le el medio cuerpo, se las tirasen El presidente, después de recibirles Don Diego Tello, un caballero de todas. juramento, manda al ujier que les dé Sevilla, perdió la vista de un ojo re- Hízose así, y a cada golpe volvía sillas. finando una poca pólvora; y oyendo el paciente al compañero, diciéndole: —¿Sillas?—dice el letrado a media referir muchos milagros que la ima­ —Mas ¡si fueran pinas 1... voz—. 1 Mejor albardas I gen de Nuestra Señora de la Conso­ lación había hecho aquel año, hizo * * * 4> * * la romería, y al entrar en la capilla, se untó con el aceite de la lámpara, Comparece en estrados a declarar El presidente.—Contestando el testi­ muy devotamente, ambos ojos, con como testigo una solterona muy redi­ go a la defensa, ha dicho que el proce­ lo cual sintió grande dolor en ellos y cha y desenvuelta. sado se encontraba en aquel momento no veía con ninguno. Daba voces, di­ El presidente.—¿ Cómo se llama us­ en completo estado de embriaguez. ciendo : ted? Sí, señor. —I Madre de Dios, siquiera el que —Adela Rodríguez. —Está bien; pero ¿tenía costumbre traje I •—jDe cuántos años? de embriagarse? —... Mayor de edad, señor presi­ —Eso, no señor; porque unas veces dente. se emborrachaba de vino y otras de —¿Natural? aguardiente. Al duque de Medina, don Juan Cla­ —No, señor; legítima y bien legí­ tima, por parte de padre y por parte ros, quisieron regalar los de Chicla- (1) Colección "Quevedo" Libre- na con un presente. Votábanlo en su de madre. ¡ Ya me habían dicho a mí rías Fe.

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Mlle. Graufort, del Moulin Rouee, de Paris, en uno de BUS acrobáticos bailes. ?» *

Se nos ocurre echarle una flor...; pero itiene tantas! (Foto Mendoza.) lO LAS MUJERES DE LA LITERATURA MARGARITA GAUTIER (De Dumas, hijo) Por LUIS DE OTEYZA

OMENZANDO por el principio, se­ adoraba a su madre, en lo cual ha­ llegó a sentir el fuego de un verda­ gún—excepto en las comidas, cía perfectamente, porque si hay una dero amor, que ese amor le acarreó C donde sirven primero la sopa y mujer que merezca nuestro culto es terribles sufrimientos, terminando ai el cocido—debe empezarse siempre, aquella que desgarró sus entrañas fin con su vida, y he referido al lec­ antes de decir nada con referencia a para darnos la vida. Y es el caso tor lo que sé." Así, pues, no hay que La dama de las camelias, es preciso que, considerando ambas cosas, su­ proceder contra el autor de La dama consignar algo referente a su autor. pone la crítica que el autor de La de las camelias, al ir contra la idea Dumas, hijo, además de hijoi de su dama de las camelias presentó la de que la creación de Margarita padre, era hijo de su madre. Lo su­ figura de Margarita Gautier para re­ Gautier rehabilita a las cortesanas, poníais, ¿eh?... Bueno; es que me he habilitar el tipo de la cortesana. i Porque contra esa idea, descabella­ expresado de un modo incompleto. Hecho constar esto, debe también da del todo, sí hay que ir! Añadiendo que la madre de Dumas, hacerse constar que Dumas, hijo, se Y no es que la protagonista de la hijo, no estaba casada con Dumas, anticipó a negar que tuviera seme­ novela de Dumas, hijo, no resulte padre, y pertenecía a la despreciada jante propósito. Al final de su nove­ una buena mujer, tierna, delicada y clase de las infelices que comercian la dice terminantemente: " Noi vaya más firme en su amor que muchas con sus encantes, queda completa­ a creerse que la consecuencia que de excelentes y hasta excelentísimas se­ mente expresado el concepto. Ya es­ este relato infiero es que las mujeres ñoras, ni que el historial de sus des­ táis al cabo de la calle, ¿verdad?... de la condición de Margarita son ca­ venturas deje de constituir un libro Pues continúo. paces de hacer lo que ella hizo. Todo bastante conmovedor, lleno de pa­ Dumas, hijo, era hijo de eso, y menos eso. Pero sé que una de ellas sión ardiente y de sentimiento pro­ fundo. No es eso. Es, sencillamente, que Margarita resulta en su clase una excepción, y que los actos reali­ FIGURAS DEL ARTE FRIVOLO zados por Margarita constituyen he­ chos excepcionales, con lo que ni ella ni sus acciones pueden significar, para la regla general, otra cosa que la con­ firmación de tal regla. Vaya un ejemplo, ya que un ejem­ plo enseña más que cien lecciones. Nadie negará, pues es innegable que quien lo ejerce trabaja en el fondo de los mares, que el oficio de buzo es un bajo oficio. Ahora bien, si un buzo sube por casualidad en aeropla­ no y pasa por sobre una alta monta­ ña, ¿significaría con esto que los bu­ zos acostumbren a remontar cum­ bres?... No, aunque un buzo haya pasado por sobre una cima, el ofi­ cio de buzo seguirá siendo un bajo oficio que se ejerce hundiéndose en las profundidades húmedas y oscu­ ras del mar. Digo, me parece. Así la profesión de cortesana—su­ poniendo que no sea tan honorable como cualquiera otra, cosa que pudie­ ra discutirse, pero que omito discu­ tir, pues no es ésta la ocasión—ni se glorifica ni se disculpa siquiera porque perteneciese a ella Margarita Gautier. Tanto más cuanto que esta mujer buena y desgraciada, siendo todo lo simpática y todo lo amable que sus panegiristas quieran, no fué, ciertamente, una santa ni una heroí­ na. Nada de eso; Margarita Gautier no llegó al heroísmo ni a la santidad, aunque luego, pasada La dama de las cdmclias del libro al teatro, se hayan empeñado las señoras actrices—des­ de la Doche, que fué su primera equivocada intérprete, hasta Catali­ Señorita Casanave, "estrella" del arte frivolo, que posee unos ojos y una na Barcena, que es la última que se boca... que... ¡pa qué! ha equivocado interpretando el per- (Foto Mendoza.) II sonaje—en darla actitudes santas y FIGURAS DEL ARTE FRIVOLO heroicas. Examinemos qué es lo que hace, en suma, Margarita por el amor de su Armando Duval. Cuando todavía no le amaba, reírse de él, hasta el punto de azorar al pobre joven, obli­ gándole a salirse del palco en que entró para ofrecerla, ruborizado y cohibido, "el testimonio de su con­ sideración más distinguida", que di­ cen al final los B. L. M. Y luego, cuando, conmovida por la asiduidad con que su adorador iba a preguntar el estado de su salud, llegó a amarle, caj'ó en sus brazos; pero poniendo condiciones tan duras como ésta: "Te advierto que quiero conservar mi libertad para hacer lo que me plazca, sin darte cuenta ni del más insignificante acto de mi vida." Cierto que al fin logró Armando de Margarita que rompiese con los otros amantes que tenía, y le siguie­ se al campo, para vivir juntos y so- , los, en virgiliano idilio y en plan de economías. Pero el "contigo pan y cebolla", ¿no se ha hecho preci­ samente para los enamorados?... Margarita, pues, al reducir sus gas­ tos por darse exclusivamente a su Armando, no hace cosa mayor de lo que entre dos que bien se quieren es costumbre. Hasta aquí ni el heroísmo; ni la santidad aparecen en la conducta de Margarita Gautier por ninguna par­ te. Continuemos a ver sí sale al cabo lo uno y lo otro, o, al menos, lo uno o lo otro. Llega el instante en que la amada decide sacrificarse por el bien del amado, conque... ¡ahora o nunca! El padre de Armando—personaje que, dicho sea de pasada, es un em­ bolado completo—visita a Margarita y la hace comprender que está trun­ cando el porvenir de su hijo— del de él: de Armando—y que debe quitar­ se de en medio. Y Margarita, enton­ ces, no se suicida—que hubiera sido lo heroico—ni se recluye en un con­ Las célebres hermanas Manon, que triunfaron plenamente en el géner» vento—que hubiera sido lo santo—, frivolo por su belleza y por su arte. sino que se traslada a casa de unoi (Foto Mendoza.) de sus amantes ricos a reanudar la vida de juerga. Gautier murió tísica, y padecía tan ción cambie la regla general en vez ¿Que sufre, luego, mucho, porque grave afección antes de conocer a de confirmar su general sentido, no Armando se echa otra querindan- Armando Duval. De donde resulta rehabilitan a las cortesanas la figura ga?... Pues no tiene razón para su­ que el fallecimiento, verdaderamente ni los hechos de Margarita Gautier. frir, ya que ella fué quien dio el deplorable, eso sí, de la bella "dama Claro que, a pesar de que no ten­ ejemplo. ¿Que se muere, después, de de las camelias" no fué una muerte ga el alcance que ha ofrecido dárse­ amor, como una tórtola viuda?... Eso completamente natural y ajena a toda le. La dame- de las camelias es la yo no lo creo, ni lo puedo creer, pues complicación amorosa. obra que conmueve, pues tiene pa­ me lo impiden dos razones: una lite­ Hay, pues, que considerar simple­ sión y sentimiento, y está muy bien raria y otra científica. mente a la creación femenina de Du- . escrita. Pero conmueve más que en Es la razón literaria que, según mas, hijo, como una buena mujer, su primitiva forma novelesca en su Espronceda, "no se mueren de amor algún tanto desgraciadilla en su vi­ situación teatral, y esto lo atribuyo las mujeres hoy en día", y es la ra­ vir y víctima temprana de la tubercu­ a lo pésimamente que interpretan el zón científica que la tuberculosis la­ losis. Como una heroína o como una papel de la protagonista las señoras ríngea—vulgo tisis galopante—mata santa no cabe considerarla. Y por actrices. a todo el que la padece. Margarita ello, aun suponiendo que la excep­ De veras que da pena. 12 MOCWIAÍ ClACÍ Al '3 tando el rostro entre •—Vamos, Ninette, explicaos. ¿Cuál SANGUINAS las manos. es entre vosotras el varón? ¿Será por La abadesa se la ventura... ? quedó mirando fija­ •—Soy yo, madre—exclamó la novi­ mente : sor Ninette cia anegada en lágrimas. era la doncella más A los labios de la superiora aso­ La mosca de oro joven de la casa en­ mó una sonrisa de burla. tró en el convento —¿Es verdad? ¿Sois vos?—dijo. muy pequeña, ape­ •—Yo misma. nas tenía la edad su­ —¿Y cómo os habéis apercibido de ficiente en que las ello, hija mía? por Calulo riendes niñas se convierten —¡ Ah I yo no me atreveré nunca a de pronto en mujeres, decirlo en voz alta, y jainás había visto —Pues venid, sor Ninette, decíd­ otros hombres que melo bajo. ¡Qué profanación 1 ¡Qué espanto! produjo a las buenas los barbudos evange­ Entonces la novicia se aproximó, i Qué pecado tan monstruoso! madres. listas y el San José hablándola al oído mucho tiempo, Las monjas del convento donde Ma- No se hablaba de que adornaban los vi­ mucho, y la dijo tales cosas que la zet de Lamparechio había sido jardine­ otra cosa en el re­ drios de la capilla. abadesa no pudo más y soltando ro, estaban verdaderamente aterradas. fectorio, en la capi­ ¿Cómo podía supo­ una estrepitosa carcajada, la contestó Un día se esparció el rumor por lla, en las avenidas nerse que una joven dándola una palmadita en la mejilla: aquellos solitarios claustros de que un del jardín. tan inocente hubiera —Marchaos, marchaos tranquila descubierto lo que monina mía y creed que esa mosqui­ hombre se ocultaba bajo el hábito de Eran todo rubores Glenn EUyn, bailarinas acróbatas del Folies iJí^Sére, de París, verdaderas esculturas de carne. una de las religiosas. y sobresaltos; la había escapado de las ta roja de que me habéis hablado no Pensad el espanto que esta noticia planta se posaba te- más perspicaces mi­ es, ni ha sido nunca, atributo mascu­ merosa en el suelo; Si alguna vez sus radas ? lino. no se andaba sino compañeras le pre- con vivos deseos de , guntaban — ¿ qué te­ retroceder como en néis hermana Ninet- un bosque en el cual te?—ella huía preci­ se sabe que existe pitadamente sin res­ una fiera. ponder palabra, como ¡ Un hombre; esto si callase algún es­ era espantoso pantoso secreto. Las más íntimas Por último, un día, amigas se miraban después de haber es­ con aire sospechoso, tado encerrada toda desconfiando las unas la mañana en su cel­ de las otras. da, se fué a ver a la La hermana torne­ superiora y le dijo, ra, que se encontra­ con la cabeza baja, ba más temblorosa y las me­ que nadie, era una jillas como la grana: pequeña novicia que — ¿ Sabéis madre apenas contaba trece que se oculta un hom­ años,, y se la conocía bre en el convento? en el convento con —Sé lo que todas el nombre de sor Ni- dicen, pero no lo creo, nette. hija mía. Los ojos encarna­ —¡ Ay, madre I No dos de tanto verter tenéis razón para de­ llanto, golpeándose el jar de creerlo. Es pecho como si le re­ muy cierto que una mordiese la concien­ de nosotras no es lo cia algún oculto pe­ que parece. cado ; no estaba tran­ —¿Eh? habéis ad­ quila en sitio alguno quirido la prueba. y exhalaba profundos - —Sí, madre mía suspiros. —dijo Ninette, ocul­ 14 CLASICOS ERÓTICOS l_ A C L O S CARTA XCVII CECILIA DE VOLANGES A LA aquí me han demostrado su interés, y llave de mi cuarto. Yo os puedo ase­ MARQUESA DE MERTEUIL no han hecho .con esto sino aumentar gurar que no quería, mas él escribió mi pena. Reñidme vos; reñidme mu­ a Dauceny, y éste ha insistido tanto, ¡ Ah, señora, cuan afligida estoy! cho, pues soy muy culpable. que yo, que me aflijo mucho cuando ¿Quién me consolará en la situación Sabed, pues... mi mano tiembla co­ he de negarle algo, he concluido por en que me encuentro ? ¡ Ese señor de mo veis; apenas si puedo escribir y consentir en ello. No sospechaba la Valmont... Dauceny!... ¿Cómo conta­ siento un fuego en mi rostro... Es la desgracia que sucedería. ros, cómo deciros?... No sé qué ha­ vergüenza; el primer castigo de mi Ayer el señor de Valmont se ha cer ; sin embargo, mi corazón rebosa, falta. Sí; os lo diré todo. valido de esa llave para entrar en mi es preciso que yo hable, y vos sois la Sabréis, pues, cómo el señor de cuarto, mientras estaba dormida, y única con quien me atrevo a confiar­ Valmont, que hasta aqui venía entre­ yo, que seguramente no le esperaba, me. ¡ Sois tan bondadosa para conmi­ gándome las cartas de Dauceny, ha me asusté al verle, pero como me ha­ go ! Pero no lo seáis en este momento, encontrado de pronto que esto era de­ bló en seguida y le reconocí, no grité. pues no me considero digna. Todos masiado difícil, y ha querido tener una Además, pensé que vendría a traerme alguna carta de Dauceny. Nada de eso; un instante después quiso abra­ zarme, y mientras yo me defendía, FIGURAS DEL AKTE FRIVOLO como es natural, se arregló de modo que..., pero antes quería un beso y ha sido preciso acceder, porque, ¿qué ha­ cer? Quise también llamar, pero me lo impidió y me dijo que si alguien ve­ nía echaría sobre mí toda la culpa, cosa muy fácil a causa de la llave. No por eso se retiró, sino que pidió otro, y éste no sé cómo ha sido, pero me dejó toda trastornada y luego... peor que antes. ¡ Oh, qué mal está eso! En fin.., excusadme de decir lo demás, pues soy desgraciada hasta más no poder. Lo que yo me echo en cara, sobre todo, es que acaso no me he defendido todo lo posible. No amo, ciertamente, al señor de Valmont; al contrario, y esto no obstante, en ciertos momentos parecía como que le amaba. Compren­ deréis que esto no me impedía decirle que no, pero yo no lo hacía como lo decía, y esto era, a pesar mío, a causa de mi turbación. Es verdad que el se­ ñor de Valmont tiene un modo de de­ cir, que una no sabe cómo contestarle. ¿Creeréis que cuando se fué yo esta­ ba como disgustada, y que he consenti­ do en que volviese esta noche? Esto me aflige más que el resto. A pesar de todo, os aseguro que no vendrá. Apenas salió comprendí que había hecho mal en prometérselo, y he llorado mucho. Lo que más pena me causa es el pensar en Dauceny. No; nunca me consolaré a causa de él. Casi no he dormido, y cuando me he visto al espejo, estaba que daba miedo. Mamá se ha apercibido desde que me vio, y me ha preguntado qué tenía. Yo me he puesto a llorar, y ella, en vez de reñirme, me ha tratado con una dulzura que ya no merezco, lo que me ha apenado más aún. Hubiera querido morirme en aquel momento. Os suplico, señora, que me escribáis lo antes posible y me digáis lo que debo hacer, pues no tengo ánimo para pen­ sar nada. Podéis dirigirme vuestra carta por el señor, de Valmont, pero nada le digáis de lo que os he contado, Carmencita Cervantes, bella artista de varietés. ¡Ay, que ojos! No me atrevo a firmar esta carta. (Foto Mendoza.) En el castillo de... i." octubre 17... 15 Anécdota rio (1) por Eduardo Barriobero

Un buen arreglo: Mientras delibera el Jurado co­ no se redacten en castellano, y po­ En la Audiencia de. una capital mentan los señores de la Sala el dis­ niendo fin al comentario dice uno de provinciana acaba de verse un juicio curso de un diputado a Cortes en el ellos: por hurto de una muía, en el que ha que, aparte otros reparos más fun­ —^i En castellano ! ¡ En castellano! sostenido la acusación un abogado damentales, hace a la administración Tampoco Magnaud las redactaba en ñscal sustituto, hijo de un comer­ de Justicia el de que las sentencias castellano... ciante de la localidad a quien llaman de apodo Morrón. El presidente.—¡ Levántese, proce­ sado! Después de lo dicho por su FIGURAS DEL AKTE FRIVOLO defensor, ¿tiene algo que exponer a la Sala? —Sí, señor. Que aquí se han con- valachao todos contra mí. Lo que ha dicho el hijo de Morrón es de mala ley que me tiene porque no gasto de su tienda. ¿Y los peritos? Ni el Manchao ni entre toda su familia han tenío una muía de tres mil ría­ les en jamás de los jamases. Ese probé animal, que me lo encontré baldido, era una mieja de muía que no valía lo que costó bautízala. ¡Cómo sería que se la tuve que ven­ der a los gitanos por trescientos ría­ les ! Y pa que vean ustés que no me pongo mal, si el Manchao quiere, en saliendo de aquí vamos a la posa de las Animas, le doy trescientos ríales y no se hable más del asunto...

Lógica: La escena en Zaragoza. Ocupaba el banquillo un procesado a quien se acusaba de haber dado muerte a tres funcionarios munici­ pales durante una huelga. Cuando fué detenido por la Poli­ cía defendió con tesón su libertad, y llegó a la Comisaría en tan lastimo­ so estado, que se temió por su vida durante largos meses. No obstante, se incorporó al su­ mario un atestado, en el que el herí- do aparecía declarando extensamen­ te y razonando con minuciosidad y clarividencia, como si ningún dolor le aquejara. Llegó al juicio oral en calidad de testigo el funcionario que instruyera el atestado, y en el momento opor­ tuno sostuvo con el defensor este diá­ logo : Defensor.—Pero ¿cómo pudo de­ clarar todas esas cosas, sí tenía la cabeza materialmente hecha pedazos? Comisario.—Yo no soy médico, y no puede por tanto examinar sus he­ ridas. Defensor.—Yo tampoco soy vete­ rinario y lo estoy a usted examinan­ do en este momento. Rosarillo de Triana, nuestra bellísima amiga, posando para los lectores de ^iíV ?-^ ''^'•° '^^ sonrisa de The- "Muchas Gracias". ¡A ver cómo se lo agradecen ustedes! mis". Librerías Fe. (Foto Mendoza.) EL JARRO DE AGUA FRÍA, por Moriss.

I.;—Mira: veinte cartas de mujeres pidiéndome autógrafos... 11.^—Mi foto en la Prensa... in.—Una interviú con el rotativo X... IV.—Una solicitud de una obra del empresario del teatro Z... V.—Un contrato con el editor W... Decididamente, soy el hombre del dia... VL—Si) pero; no puedes decir que eres el de la noche... 17

FI£ RAS

Los altos edificios de las principa­ retratos de una colección de estupide­ resarnos por un divorcio que no sea les calles—esas calles del centro, don­ ces que han tenido en infinito número el producido por la muerte a manos de se han situado los cines de pre­ de ocasiones la culpa de nuestros in­ de una fiera de cualquiera de los cón­ cio—rompen las sombras con el anun­ somnios. yuges? Sólo va a quedarnos esta fór­ cio de sus cintas; y estos anuncios Ahora suponemos que nos brinda­ mula, admitida por todos, porque es han transformado casi en la selva vir­ rán unas instantáneas del momento el único divorcio que no se puede gen el conjunto que forma el perfil de en que el león devora al negro; y prestar a confusiones. los altos edificios. aunque el resultado con relación al La fiera ha pasado al primer plano. Fieras.—El cine va invadiendo el sueño sea idéntico, optamos por aque­ Ella es el protagonista de las cintas campo del circo como invadió el del llas otras reproducciones de museo modernas; y, como es natural, carece teatro. Al primero no ha podido ga­ viviente con que nos solazamos an­ de vida íntima capaz de interesar a narle en fuerza emotiva en la palabra, teriormente. nadie. aunque en otras cosas acaso le haya Para las artistas esto constituye Ahora, por ejemplo, casi no se ha derrotado. Al circo nos tememos que también un peligro. hablado de la muerte de Robert le va a ganar por completo. ¿Qué importancia va a tener su Ames, el conocidísimo actor de la En los toros hay quien busca la vida íntima? ¿Cómo vamos a inte­ RKO, que en seis años de actuación emoción de la cogida y cuando no la hay parece que sale un poco defrau­ dado. En el circo no sabemos que nadie haya ido esperando ver caer al domador bajo las garras de la fiera. Cuando esto ha ocurrido, el especta- üor perdía las ganas de volver al circo. m. r^' "?"" *=' '°d° 1° contrario. Co­ mo aliciente, está el hombre-general­ mente el negro—como plato del día de las heras que van a actuar; dijérase un precio a su colaboración. Y claro esta que el cine que da esos sueldos labulosos, al tratarse de fieras a quie­ nes el dinero les tiene sin cuidado por no ser comestible, lo más extraordi­ nario que puede ofrecerle es un ban­ quete a base de un hombre, manjar codiciadísimo para los animalitos. Si la crítica no nos estuviera veda­ da por el horror a que nos confun­ dieran con esa cosa aburrida que se llama crítico, diríamos que estas cin- W±^" '" "'^y"'" P^rte, están muy b'en, que son un prodigio de realiza­ ción y que suponen el vencer tal nú­ mero de dificultades que por el em­ peño tan solo, merecen el aplauso uná­ nime. Pero nada más; no señalemos valores que no podemos cotizar por las razones expuestas. Nosotros no cabe duda que hemos perdido mucho con estas innovaciones. Las casas editoras invaden el mun­ do con sus fotografías que son un an­ ticipo de las bellezas que nos prome­ ten en la pantalla. A esa propaganda debemos el tener en sitio privilegiado de nuestras habitaciones particulares ¡Pobrecilla! Condenada al baile de puntas. i8

ante la cámara había alcanzado una Actualmente, en los estudios de la también es posible que el carácter de gran popularidad. Tan grande que RKO se filma una película que lleva la música esté de acuerdo con los sen­ no había contraído nada más que cua­ por título "The Dove", y de la que timientos bélicos del director, y en ese tro matrimonios, habiendo acabado en es protagonista Dolores del Río, y en caso podría incluso constituir el úl­ divorcios todos ellos. Esto no es un la filmación participan dos orquestas, timo alarde de un espíritu rebel­ "récord". Suponemos que provocará una de las cuales está dirigida por un de que se refugia en el arte buscando quizá una sonrisa, porque cuatro di­ ex revolucionario mejicano, Eduardo consuelo a las ilusiones rotas. vorcios valen poco más de nada. Durante. Quizá este final no esté muy Pero también puede ser que nos Habría, sin embargo, un detalle in­ de acuerdo con lo que cabría esperar encontremos con una musiquilla sen­ teresante, cual es la actitud de sus de la vida aventurera de un revolu­ timental, lo que contribuirá a llevar cuatro viudas (?) con tan triste mo­ cionario y mucho más si es mejicano; al máximum nuestra defraudación. No tivo. Falta por hacer una información pero ésta es una de las principales nos queda entonces más que un con­ detallada para fijar las sensaciones virtudes del cine; la amalgama de los suelo y es el recordar el adagio que psicológicas de las divorciadas cuan­ elementos más diversos y de las situa­ asegura que la música aplaca a las do pasa ante ellas el fantasma de una ciones más insospechadas. Será nece­ f.eras. Pero aplicándolo con el debi­ viudez de la que se salvaron con una sario esperar a admirar en la pantalla do respeto, para el revolucionario me­ demanda judicial formulada a tiempo. esa película para ver hasta qué pun­ jicano. En el mundo del cinema lo más pa- to la dirección de la orquesta mues­ radógico es lo más corriente. tra impulsos revolucionarios. Porque CIRÍACO VALENTINO

CANCIÓN DE INVIERNO ""^ ^- '^°'"'"' ^"^^'

ÓMO llora el paisaje en tu pu- ahora recuerdas que la dicha es recelas si mi amor no será eterno... C [pila! [breve... ¡ No tirites! j Mi sangre, que te Gime el rosal bajo tu terca nieve. Tras el balcón, mientras la lluvia [adora, La Seca, en lo invisible, su hoz afila, [llora, guarda un paco de abril para el in- [vierno! Guarda un poco de abril, que he [conservado de nuestros despilfarres del estío; de cuando yo gritaba: —¡ Te he ga- [nado!, y mi capa, hecha escudo, te proteja; así, tan recelosa, estás más guapa, y destilas en mí tu miel de abeja... Tiempo crudo de invierno..., ¿para [quiénes ? Para los sin amor y sin fortuna... Yo acurruco mis sueños en tus sienes y en ellas ríen como en una cuna. Sopla el cierzo; la noche se eter- [niza con la hc'Stil lentitud de los invier- [nos... i Qué importa! Bajo el lodo y la ce- [niza, nos da unas horas más para querer- [nos... Para querernos decembrinamente, bien juntos los temores y las ganas; para esperar a mayo adolescente, y retar las arrugas y las canas; para seguir creyendo, como antaño, y estremecer de luces el averno; ¡ perqué mi amor, espléndido y ta- [caño, —Dice que se casaría conmigo: No comprendo cómo pue­ guardó un poco de abril para el in- de tener tanto "interés" un liombre sin "capital"... [viernol... 19

El señor Cachupín celebra soirées, darle atentamente me tomo la liber­ mero 41, 2." compañía, primer bata­ a las que asiste la sociedad más hete­ tad de dirigirme a usted para si lo llón (Melilla).—José Puchol, cabo del rogénea. Y he aquí que quiso un in­ tiene a bien inscribirnos en la revis­ mismo Regimiento, Oficina de Mayo­ vitado retirarse una vez hacia las ta de su digna dirección, al objeto, y ría.—Timoteo González, soldado del once, y que el mayordomo le detiene como solicitantes de una madrinita de mismo Regimiento, 3." compañía, se­ y le dice: paz y consuelo, para que nos haga gundo batallón. —Perdone, señor; pero no se pue­ la vida más llevadera en estas tierras de salir aún; todavía no hemos con­ africanas. tado la vajilla de plata. Mucho agradecería de su atención Le rogamos incluya en el anuncio, y bondad recibir tan señalado como que desean madrina, guapa, simpática, humanitario favor, en el que quedaré complaciente y amena: J. Martín C, altamente agradecido. subalterno de la 25 compañía, 7.° ban­ Con gracias anticipadas queda de dera, 2." legión, Ceuta (Riffien).— usted atto. s. s., Esteban Ramírez. J. Montero G., subalterno de la 26 Los solicitantes: Esteban Ramírez, compañía, de la misma bandera, le­ cabo del Regimiento de infantería nú­ gión y punto de residencia.

Acaba una señora de perder a su esposo y llega un caballero a darle el pésame. Esperaba él encontrarla des­ hecha en lágrimas, y la encuentra muy tranquila y tocando el violín. —¡Dios m'o!—exclama él—; pero ¿qué es esto? —^¡Ah—responde la señora—si hu­ biera usted visto cuan desolada estaba ayer!...

Se encuentra M. de Talleyrand entre madame de Staél y madame Reca- ™ier, procurando con todas sus fuer­ zas ser tan galante con la una como con la otra. No obstante, se conoce claramente que madame Recamier le gusta más, madame de Staél, un poco despistada, necesita aclarar la situa­ ción. —Y d'game usted—pregunta—, si nosotras dos nos cayéramos al agua, ¿a cuál socorría usted primeramente? —i Oh, señora—respondió M. Ta­ lleyrand—; yo estoy seguro de que usted nada como un ángel! UDmin: DE piz

Melilla, 28-X-31. . La patrona.—A pesar del anuncio, ya lo ve usted, don Zenón: no alquilo el gabinete exterior. Señor director de la revista MU­ Don Zenón.—Pues no puede usted quejarse, doña Eduvigis: CHAS GRACIAS.—Madrid. usted es la patrona de mas suerte, porque hasta los dedos se le hacen huéspedes... Muy señor mío: Después de salu­ 30

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99 ^DU-dd UIS 3]DqD J'^ unjqD^-jjnoBu 09 ¿¿ SDU3CÍ UIS 3)DqD J^ unuqoj-jjnvStj 99

72' Pígauli-Lebrun El abale sin penas 73 76 Pigaulí-Lebr El abate sin penas 69 cuadra retrocede hasta el cuarto de la ro a cerrar la puerta de la calle y se empezaría por vender los objetos era el que menos interesaba a los dos señora Latorre. AI efectuar tan ve­ echar los cerrojos. He aquí, pues, a más preciosos y los muebles más ele­ caballeros: Julia tenía veinte años y loz retirada, uno de los soldados deja nuestros dos mosqueteros en camisa, al gantes; que con su producto se for­ ellos eran mosqueteros. caer su fusil; el mosquetero desarma­ aire libre, a las dos de la madrugada, maría un pequeño establecimiento; y Julia, que se aburría en la casa, do se apodera del arma, y ambos a sin más vestimenta para luchar con los como la Latorre tenía de antiguo la mataba el tiempo echándose las car­ dos caen sobre los sitiadores como un elementos que una espada y un fusil. excelente costumbre de no echarse en tas, y su baraja estaba encima de un solo hombre. Cuando la señora Latorre juzgó que olvido jamás, añadió que ella toma­ velador. Se la juegan al número más —I Venga mi espada!—gritaba el ya no había mvasión ninguna que te­ ría la tienda bajo su dirección. alio, y el vencedor se apodera de su , uno. mer, pasó al cuarto de Rosalía y en­ Decidió en seguida que se haría un conquista. Julia acostumbraba siem­ — ¡Os juro que no lograréis ver a tró con ella en detalles que ya no era lío con las ropas y los demás efectos pre a capitular; un asalto, pues, la la poderosa joven que me concede posible ocultar. Interrogada Julia so­ de los señores mosqueteros, y que La- despierta, la sorprende, la indigna y sus bondades I...—exclamaba el otro. bre la causa de sus clamores, contes­ torre lo llevaría acto continuo al cuar­ lanza agudos gritos. Latorre y Ro­ Y esto diciendo, consiguen poner a tó también ingenuamente. La Latorre tel de los mismos. salía se despiertan sobresaltados. El la patrulla en la calle. no veía mal ninguno en lo que acaba­ Pero, iqué hacen éstos en medio de amante, temiendo ser descubierto, huye Menos prudentes que los vencedo­ ba de suceder, pues el lector no igno­ la calle y en el triste estado en que a su sotabanco; Rosalía tira de la res de Valenciennes, que se hicieron ra que el respeto de la moral pública los dejamos? Después de haber dis­ campanilla con todas sus fuerzas. Ju- , fuertes en la plaza mientras llegaba no la dominaba con tanto rigor como persado a la patrulla y iratado en lia no acude, y ya sabemos por qué; un refuerzo de tropas fracesas, éstos a la señora de Prado. Pero, ¿cómo vano de penetrar,de nuevo en casa sus gritos habían cesado. Pero su se­ se dejaron llevar por el ímpetu de su demonio estos pillos mosqueteros ha­ de Rosalía, se habían visto obligados ñora quiere reconocer la causa del juventud. La señora Latorre, que nun­ bían podido entrar en la casa? ¿Quién a refugiarse en un cuerpo de guardia estrépito que ha turbado su sueno.; ca perdía la cabeza, mandó al coche­ pudo abrirles la puerta que la La- de caballería, en donde, con toda Tranquila respecto a Latorre, se Je- -niUSAC 131X00 Op OOSdp T3 X 'SODSeO jap ajqmon ua 'ng ua '9|q«I-J *osBa -oq so| ouis 'BqEuiBpai anb B3JBD B| anb SOJ B uBqEjsBq ou oiad ÍEpuaij sbj opBiaspo Biq^q saj suSvduiDqo oziq Bj aipBU iBZOBgaoD ns ap oqo ou 'ajuapisajd jouas p iBjndsip eipod Bun ap BpEiJod EJ O uojuEOBpjBnS yn 'CSEO EUn IBUIOJ BJBd SSUSAOf -aq ciqBu as anb osnqB p ajqos sauoia anb ap opiouaAuoo aiuampnSí 'EUEmas un 'OJJBO un BJJUOO opuBooqo aiqioaj Eop soi)Sdnu uoo n^qsjqos 'odisrQ -uaAaooai ap auas Eun Jod 9zadui^ Bun ap oiuouiuiBm jauíiid ns ua osuad opipod Bidiqnq aiunasuBj) ja anb sau g)S3 ap ssTUieduioo sop odiusii oj]o 'BqBtiodmi ai aipBu B :a]uauoduii a oj anb 'ajJoiBq ap soiqBj so| ap ESUUOS -oisnsuoo SB| ap UBqBpjBnSsaJ SESEO n» uoii3]ssq s3uu3iDQ9ie A e icuio) -aAas Bia opadsB ng 'BqBjadsa BI op Bun 90UBÍJB aTpuauo¿[ ap Jouas jap SBJ ua gEiouEísip ÍESÍBJ B sopeoiidE EiEd ig 'BiJaiqB Ejiand Bun uoiEjq -unm p opoi :}uodnQ BJonas BJ ojuas uoioaiAuoa E'-J 'a4uaiuaAUoo X ou§ip sajoiEj sooi'jOouBjaj/^ 'opBiuaAUi une -uin{siA soisisnbsom soj)S3na 'Eipso -ajd as BUBUBia E[ ap zaip SBJ aiqog opom un ap BiiBonpa p anb X *aip UEiqEq as ou soiaqjsAaj soj :sajouas -aid sd| anb 0||I|OIB| ¡ap 2n| B| y •apo^ pp -ud p J3S ap pBpunSas BJ Eiuaj pna sop soisa E BqBiquinjB ojajoiB^ ur^ •S3)UEiiqBqoD sns aiqos pqBJJB p souiKApy^ *BjníuaAB B| BQ BT ap EinjBUD El 'asaiDBu OUIOD oiuojd •osa opoj iEpiAjo BiEd Bioudiajaid B{ Ep sa[ as sajJBd SEpo] -luija] X oii p uoa aiaojB'-j B§aii ojsa UBj 'asESaijua a| as anb ap uoiaip jBuao B]isaoau as ou Bip p ua EZ jod anb *Bii)snpai E)sa aa opoui JB) "3 'JOpa ua JBJ)ua ap oduiaij usBuai -uoD E[ uoo 'EionEjiA Ejuai ap sa|Bai -in^ 'sopoSau soj ap BSIJEJ BJ X o3 ap asTEsajqos souBXoqES soj anb sa ^a)uauiBsoi3ipui oipEUB) anb ap ug jiui oqao ap uoioBSijqo Eun Biaai^o -UBi jap pBpaAEiB BJ 'Eianbija EJ opBj pEpiaA B"^ -SBauamiqa ap Bzaiduii| E| E 'oísaiiB ap sBip aaumb uoo oijcno ajpqouo^j ap Jouas y^ 'opEi§B ns ap un B uEqEfap as Euao BJ ua X 'EqEU B EJiajua ooiOBU Eun B 'sand *opianp ns B sajouas sojsa E jEpuBui Jod oXnp Xnuí opis UBiqeq BIUIESUJ E| UHE X siui -aD as sodman sojjanbB u-^ 'UEnfjag -31 Eq sojaqjaAai so| ap iojnE |2 -uoo X BpBfEDJBO B| JEJpS OU EJBd SaO -E§iq Ej íojídsns oSe-"] pp EJouas BJ -SBjnoo'-j 8EJ ua aeuao ap UBqeqEOB aoionqiiiai Eoipoui Eun uoo EqBjuaj -aA SEUBA soiqEi soj oipjoui as 'SEIDUBJ X 'O3E^ PP Ejouas B| uoo Epaiipm anb sojajanbsoui sop B SIJB^ ap oi\ -U03 as anb 'ouEXoqBS un lod EpBAaii -sunoiio sns sBpoi uoo ojunsB p jBaqd lu Ejoojip uoiDBpj EunSum JTíAJasuoo -uao p BioEq sosEd soj BqBinS 'Bionau EUJaiui} Bun Bi-^ 'BijEj B| Eijdns OJ -xa oziq ag 'ojuasaid as piDijo ofaiA lajanb ou EqBjBpap ajuapisajd ["^ -ijsqB B| ap |a ou X 'oiuouiap yu -ajOiEj Y^ -EDUBiq Epas ap SBipaui X un opuEna opunuí pp jofaui oj Bqi •uoiDuajB ioXem 'aiuapisaid ja BqBsuad o| souaui sofEq somEdBz uoa auaoa EI weuioo opoj X *zapidBJ uoa UBipaons as SB) BJ uojBísajd sopoi X 'anaqouoj Jouas ye isE íamBjuT BJ ap oioqdns p BU

¿9 SDtiscí uis 0}vqD y^ tmjqs'j-jpivSiJ e¿ 6¿ SOUZfd UlS 3¡DqD Y3 unjüD'j-}mD8jJ[ 99

70 Pigaull-Lebran El ahaie stn penas 75 74 Pigaulí'Lebrun El abate sin penas 71

vanta y entra en el cuarto de su don­ conjeturas, fué preciso detenerse en torre cuidaba de dejar cerrada todas ta entreabierta y al pequeño saboya- cella. El mosquetero ocioso lanza a ésta como la más verosímil, y el due­ las noches? no, que lloraba su linterna; oye los su vez un grito, no de terror, sino de lo se esparció en seguida por toda la Para llegar a esta puerta era pre­ primeros gritos de Julia, y entra en la admiración. casa. ciso pasar por una antesala, en cuya casa con la mayor cautela después de El joven loma la mano de la se­ Abandonada la dueña, su directora alcoba, cerrada con vidrieras, dormía haber deliberado durante un cuarto de ñora del Lago, y quiere acompañar­ maltratada, de palabra al menos, amos la señora Latorre. Estaba segura de hora; toda precaución es poca cuan­ la a su cuarto. La señora dice que y criados despedidos en menos de una que jamás Rosalía había hablado con do se sabe que hay que habérselas está casada y que ama mucho a su hora y reducidos a su primitiva mise­ ningún mosquetero, y estos dos jóve­ con dos miembros de un Cuerpo res­ esposo. ria; tal era el cuadro desgarrador que nes no podían haber venido a buscar petado y temido por más de un con­ — ¡Nada importal-—exclama el im­ se grababa en todos los corazones, y lo que ignoraban. Habían, pues, en­ cepto. petuoso mosquetero—; será éste el que hacia brotar abundantes lágrimas contrado la puerta abierta y se apro­ Interpelado el cochero, contesta que coatrigésimo segundo de mi hechura. de todos los ojos. vecharon indudablemente de la oca­ nada sabe, y dice la verdad. Encien­ Insiste. Rosalía se defiende. Pero en Sin embargo, el terror, como todas sión. Pero, en fin, é quién pudo den una bujía, y con la bayoneta ca­ el estado en que se encuentra, ¿la de­ nuestras sensaciones, concluye por cal­ abrirla? lada penetran en el cuarto inmediato. fensa es posible? marse y la reflexión recobra todos sus ¿Sería posible que el señor hubiese El soldado más joven de la patrulla La señora Latorre y su cochero, sen­ derechos. La Latorre, que siempre en­ regresado? ¿Habría entrado furtiva­ se apodera de la espada del mosque­ tados en la cama como dos monos, se contraba algún lado ventajoso a los mente? ¿Sorprendería a Latorre con tero entretenido en dulce coloquio con miraban con ojos espantados, como asuntos más desastrosos, falló que lo Rosalía? ¿Habría tenido la modera­ su Julia. El mosquetero pide socorro, preguntándose lo que aquel movimien­ dado dado se queda, y que lodo lo ción de retirarse sin ruido y la im­ da la voz de alarma, y su compañe­ to en la casa significaba. Una patru­ más que el señor Ponchelle podría ha­ prudencia de no cerrar la puerta? ro aparece espada en mano. A la vis­ lla que por allí pasaba ve una puer- cer sería dejar al casero su casa; que Después de haber agotado todas las ta de tan formidable aspecto, la es-

.íi,&^^>i»i^-iie^jiil^í>^^ií^iiaSia«inis<' ^S3m^fyy ÁLBUM DE BELLEZA DE "MUCHAS GRACIAS'

ANGELITA FRE na de nuestras más graciosas cupletista?, por la que nos dejaríamos desplumar si la hicieran falta más plumas. -- MLiCUAÍ ClArJAl

"La Citroen", con su "ricito sobre la frente", nos deja siempre con la miel o la amargura de una inquietante interrogación. (Foto Mendoza.)