INTRODUCCIÓN A UN CASO PERDIDO

soy parcial de esto no cabe duda más aún yo diría que un parcial irrescatable caso perdido ya que por más esfuerzos que haga nunca podré llegar a ser neutral Mario Benedetti, ‘Soy un caso perdido’ [1979] (IU 97)

Este libro analiza la figura de Mario Benedetti como un caso perdido en dos sentidos. Primero, en el del poema arriba citado: Benedetti se comprometió tanto con la causa de la justicia para público, pueblo y prójimo que escribir tendenciosamente a favor de estos tres grupos le parecía una permanente obligación moral. Segundo, en un sentido no mencionado y aun menos buscado por el poeta: no se realizó la culminación concreta de este compromiso en la forma de la construcción de un socialista, porque los intentos de llevarlo a la práctica, tanto el clandestinamente armado como el legalmente votado, ambos hasta cierto punto apoyados por Benedetti, fracasaron, aplastados por fuerzas reaccionarias o militares superiores aunque ni muy clandestinas ni muy legales. Sin embargo, una derrota política y militar tan evidente puede disfrazar el fracaso de otra política mal concebida. De ahí que la cuestión tratada minuciosamente en este estudio sea la naturaleza y las consecuencias del vínculo en el pensamiento de Benedetti entre la constancia de ciertos principios éticos y la derrota de la política que elaboró a base de ellos. Aunque no tuvo más remedio que aceptar la píldora amarga del fracaso de su apuesta por una versión uruguaya del modelo revolucionario cubano, Benedetti nunca se resignó a aceptar la supremacía de la democracia representativa sencillamente porque tampoco renunció jamás a la esperanza de una justicia social y económica

1 muy superior a lo que a partir de 1960 solía ver como la parodia hipócrita ofrecida por la combinación de capitalismo liberal y elecciones supuestamente libres. Por lo tanto, la tesis principal de este libro es que el legado esencial de Benedetti no es la coherencia ética entre palabra y práctica, entre hombre y escritura, sino su obra escrita y publicada, precisamente porque allí se encuentra la clave de un planteo erróneo de la relación entre ética y política socialista. Podemos aceptar o rechazar un legado, pero una herencia es siempre nuestra, y la literatura de Benedetti queda ahí, al alcance de todos, leámosla o no.

Es en este sentido que son pertinentes al caso Benedetti las observaciones de Julio Cortázar sobre ‘los llamados escritores menores’: ‘cuántas buenas ideas hay en los escritores menores, cuántos fracasos aprovechables; a un escritor menor siempre se le puede corregir, a uno mayor, no’.1 Desentrañar o desenredar las confusiones específicas que comete Benedetti al atar el nudo entre ética y política puede ayudar a que eviten repetirlo los que, como Benedetti, se encuentran a la izquierda del Frente Amplio. Como decía él mismo cuando le preguntaban ‘si volvería a tener las mismas posiciones políticas’: ‘Sí, pero teniendo en cuenta los errores cometidos para no volverlos a cometer’.2 Puede ser también para todos un paso hacia adelante en la tarea cada vez más necesaria de releer la obra, con todos sus altibajos, de quien es sin duda uno de los clásicos – ¿también de los grandes o ‘mayores’? - de la literatura uruguaya moderna, en un momento cuando sigue siendo cuestionada, hasta en las universidades donde tradicionalmente ha encontrado albergue, apoyo y estímulo, la vigencia actual de los valores humanísticos de la literatura

1 Fragmento de una carta a Cristina Peri Rossi citado en su Julio Cortázar (Barcelona, Omega, 2001), 32-3. 2 Federica Rocco, ‘Entrevista con Mario Benedetti’, Studio di letteratura ispano- americana, 32 (1999), 85 de 81-98.

2 tout court.

Mi estudio parte de unos pocos conceptos sacados de los escritos y palabras habladas de Mario Benedetti mismo y de la crítica dedicada a su obra. Por lo tanto, conviene declarar desde el principio que mi enfoque es tan ‘incurable y […] totalmente parcial’ (IU 98) como el de Benedetti en ‘Soy un caso perdido’: es un acercamiento que no pretende ofrecer ni una mirada global sobre la totalidad de la obra de Benedetti ni una objetividad académica desinteresada hacia lo que analiza. Aunque no sé si ni siquiera las leyó, siempre me ha parecido que Benedetti felizmente podría haber hecho suyas las siguientes palabras de Baudelaire, otro poeta que se dedicó a la crítica, aunque en su caso se trataba mayormente de crítica de arte: ‘para tener su razón de ser, la crítica debe ser parcial, apasionada, política; es decir, debe ser escrita desde un punto de vista exclusivo, pero un punto de vista que abra el máximo de horizontes’.3 Salvando todas las inevitables diferencias y distancias, tanto con Baudelaire como con Benedetti mismo, este estudio busca ser análogo a los ‘ensayos no neutrales’ que Benedetti afirmaba en ‘Soy un caso perdido’ que seguramente seguiría escribiendo (IU 99): un aporte comprometido con los términos y fines de la temática analizada pero al mismo tiempo dedicado al esclarecimiento de algunas dificultades o contradicciones tejidas en la textura de esa misma temática, de tal manera que se abra otra perspectiva sobre la obra completa del autor. En términos concretos, la lectura ofrecida aquí va a contrapelo con las intenciones expresas de Benedetti y con la mayor parte de la crítica dedicada a su obra, al insistir

3 Charles Baudelaire, ‘Para qué sirve la crítica?’, disponible en www.scribd.com. Original: ‘À quoi bon la critique?’, en el Salon de 1846: ‘pour avoir sa raison d’être, la critique doit être partiale, passionnée, politique, c’est-à-dire faite à un point de vue exclusif, mais au point de vue qui ouvre le plus d’horizons’. Ver http://baudelaire.litteratura.com/?rub=oeuvre&srub=cri&id=442 (accedidos el 8 de mayo, 2013).

3 en que la vigencia actual de esta obra no la garantiza la tan mentada coherencia ética expresada tanto en el comportamiento del autor como en las actitudes recomendadas en sus libros, sino más bien la secuencia de pasos titubeantes, contradictorios y en parte posteriormente lamentados, arrepentidos o rechazados, que lo llevaban a la militancia política revolucionaria de los primeros años setenta del siglo pasado. La implicación inevitable de mi lectura de la trayectoria literaria, intelectual e ideológica de Benedetti es que todo lo precede estas fechas es un preparatorio para este breve momento cumbre, y que todo lo que sigue no es más que una larga coda que busca (y a veces logra) una reconciliación con las deficiencias y carencias de un presente que cada vez se apartaba más de otro tan ansiado al que Benedetti – junto a tantos otros - había dedicado gran parte de sus esfuerzos literarios, su trabajo intelectual, su tiempo y su energía física y emocional.

En resumidas cuentas, en el lugar central donde Benedetti mismo y la mayoría de sus comentadores han inscrito su constancia ética, mi enfoque sustituye su fidelidad a la política socialista, precisamente porque, a mi juicio, uno de los elementos que confirman la importancia corriente y futura de la vida y obra de Benedetti es que demuestran claramente (y aquí me repito) que el sendero que eligió para intentar construir una política socialista a partir de una ética individualista estaba equivocado, aunque al mismo tiempo propongo que son las tensiones y los tanteos asociados con este error lo que le da a la obra benedettiana el poder literario e intelectual que muchas veces tiene. Por lo tanto, este estudio choca frontalmente contra las implicaciones de lecturas como la siguiente que hace de Cunha-Giabbai a base de la ‘revolución de conciencias’ mencionada por Benedetti en el último capítulo de la primera edición de El país de la cola de paja en 1960:

4 La comunidad estado-nación se presentaba escindido en dos imágenes. El Estado era la cáscara de nación imaginada como una comunidad desde la perspectiva de la élite gobernante y ajustada a sistemas económicos que le favorecían. Esta se oponía a la nación proyectada desde el punto de vista del pueblo como de una comunidad cuyas relaciones se sustentaban en las tradiciones propias y se unía mediante la solidaridad y la paz. . . el intelectual apareció como el líder de la revolución de conciencias para patrocinar la unión de la élite con el pueblo, concientizando al primero en favor del segundo, como el encargado de alimentar, narrando en sus obras, la nación posible, esa comunidad a la que aspiraban a partir del rechazo de la real.

En realidad, la ‘cáscara’ que tanto le fastidiaba a Benedetti era la del estado capitalista y democrático uruguayo del medio siglo y la ‘nación posible’ a la que aspiraba era la que resultara de una revolución socialista inspirada en, pero no determinada por, el modelo cubano. Además, en la obra y militancia del autor, el intelectual jamás se postula como ‘líder’ de revolución alguna (tal actitud es duramente criticada precisamente en el capítulo ‘Mirar desde arriba’ del mismo libro El país de la cola de paja, y el juicio posterior de Benedetti sobre el precio intelectual pagado por haber aceptado ser dirigente político en los años setenta es terminante, como veremos más abajo). Más bien todo lo contrario: la experiencia cubana le daba un tono político a la humildad que siempre caracterizaba el trabajo intelectual y literario de Benedetti, transformando al escritor en otro trabajador de tantos, como se desprende de casi todos los ensayos literarios escritos entre 1968 y 1973 e incluidos en El escritor latinoamericano y la revolución posible, título cuya desfiguración en el propio de esta autora se hace posible gracias a su deshistorización de la obra de Benedetti y a su despolitización de la revolución por la que tanto trabajaba y arriesgaba: Del período revolucionario, tomándolo en el sentido de revolución de conciencias dado por Benedetti, y aproximadamente a partir de mediados del siglo veinte, proviene la narración del intelectual nuevo de la nación desde la perspectiva del pueblo.4

4 Gloria de Cunha-Giabbai, Mario Benedetti y la nación posible (Alicante, Universidad de Alicante, 2001), 56 y 79, cursivas en el original.

5 La verdad lisa y llana es que Benedetti dejaba atrás la ‘revolución de conciencias’ avalada en 1960, no porque no fuera necesaria, sino porque su experiencia de vivir y trabajar dentro del proceso revolucionario cubano le había enseñado que no era suficiente. Además, los militares de Chile, Uruguay, Argentina y América Central y sus asesores estadounidenses no mataron, encarcelaron, torturaron y exilaron para suprimir cualquier posibilidad de alguna abstracta ‘nación posible’ de estampa más o menos popular sino porque quisieron y lograron impedir la creación en lo que veía como su propio traspatio de cualquier otra nación socialista que pudiera haberse juntado con la Cuba revolucionaria como aliados latinoamericanos del comunismo soviético en una todavía existente y muy peleada Guerra Fría.

De manera parecida, Mataix se permite citar el ensayo ‘Soledad y lucha de clases’ [1972] (ELR 161-7) y las palabras de Benedetti al presentar un concierto de Nacha Guevara cantando sus versos en La Habana de 1979, sin mencionar, en el primer caso, que la transformación colectiva a la que el autor se refería era la de la implantación de una sociedad socialista en Uruguay y el resto del continente latinoamericano por la que él mismo estaba militando en esos años en , ni en el segundo caso, que lo que Benedetti y los espectadores cubanos hubieran entendido por ‘la política’ era, otra vez, una política revolucionaria socialista y por lo tanto, sus palabras sobre la política como otra ‘forma de amar’ no eran (sobre todo delante de ese público) otra cosa que una glosa a una célebre afirmación del Che Guevara. Cuando Mataix concluye que ‘todo parece confluir hacia el reclutamiento del prójimo-lector para su militancia en un

6 nuevo humanismo practicado sin rubores’,5 parece habérsele olvidado que al principio de su artículo había citado debidamente la fuente de esta metáfora militar – ‘La realidad y la palabra’ (EC 113-26),6 importante cuasi manifiesto literario e ideológico de 1990 al empezar el período del duro cuestionamiento por Benedetti del neoliberalismo económico y sus consecuencias egoístas y consumistas, ensayo que termina recordándonos la carencia que lo inspira: ‘No todos podemos realizar el sueño de una realidad que se ajuste a nuestra esperanza, entre otras razones porque en cada realidad están presentes las realidades prójimas’ (EC 126). A pesar de este recordatorio explícito, Mateix no agrega que tal ‘nuevo humanismo’ deseado por Benedetti era precisamente el que sólo viera factible como producto de la nueva sociedad socialista que había esperado ayudar a construir con su modesta contribución de escritor e intelectual, proyecto brutalmente arrasado por ‘otras realidades’ excesivamente ‘prójimas’.

Tal especie de evaluación vagamente moralizante y nubosamente idealista está bien resumida en un análisis reciente: una irrenunciable ética asociada a una conciencia política comprometida con las causas humanas, especialmente la de los desfavorecidos, los más vulnerables . . .Una coherencia impar, tan así que siempre que estuvo a su alcance, señaló las posibles contradicciones, dudas, matices de su pensamiento estético, ético y político, sin abdicar en sus valores humanizantes que configuran y atraviesan, de algún modo, todas las etapas de su desarrollo intelectual, creativo e ideológico, ya sea con mayor énfasis en lo moral (primera etapa), en lo social (segunda etapa, en lo político (tercera etapa, tomando partido, militando, escribiendo desde una mirada empática con el pensamiento y la acción revolucionarios), pero siempre inscripto en lo humano, en el respeto irrestricto a los derechos humanos y a las

5 Remedios Mataix, ‘Contra las soledades de Babel. La vocación comunicante en la obra de Mario Benedetti’ en Carmen Alemany et al (eds), Mario Benedetti: Inventario cómplice (Universidad de Alicante, 1998), 262-3 de 257-68. 6 ‘El poeta es un peregrino cordial (del Latín: cor, cordis), un expedicionario de los sentimientos, un reclutador de prójimos. Y claro, también es un orfebre de palabras, pero ésta no es su prioridad primera’ (EC 124).

7 posibilidades de mejora de la condición humana.7

Se nota otra vez en este resumen de sintaxis tan torcida el enorme esfuerzo de su autor por subordinar cualquier implicación política de la obra de Benedetti a lo que hay en ella de humano o humanista. El hecho de que la propuesta socialista avalada por Benedetti nunca se realizara no justifica el que los críticos que se dedican a su obra la leyeran como si su autor jamás hubiera escrito ni militado a favor de dicho proyecto. Benedetti no tuvo más remedio que aceptar el triunfo del capitalismo democrático, pero no era la historia que hubiera preferido vivir. Puede ser (o no) que la vasta mayoría de sus críticos acepte como inevitables o inmejorables las premisas ideológicas y las consecuencias mercantiles en el campo cultural y literario que posibilita esa fórmula capitalista pero, como espero demostrar en este libro, decididamente Benedetti mismo no las aceptaba ni se conformaba con el cuadro social y político ofrecido por un liberalismo económico globalizado. Para él, esa versión del capitalismo, como cualquier otra, era sólo un mal contingente, inmoral e innecesario, uno que sin duda aprovechaba, pero que, a su juicio, distaba mucho de ser el mejor de los mundos realmente posibles. Además, ya que Benedetti sostuvo hasta en sus ochenta años que se había mantenido fiel al socialismo,8 escribir sobre su vida y su obra como si no fuera así es romper precisamente con quizá la principal de las coherencias vitales e intelectuales que todos aplauden.

Sin embargo, no hay duda alguna que tal tipo de interpretación

7 Gerardo Ciancio, ‘Soñar la palabra’, en Fundación Mario Benedetti, Primer Premio Internacional de Ensayo ‘Mario Benedetti’, 2011 (Montevideo, Seix Barral, 2012), 19-20 de 13-115. 8 Chema Conesa, ‘Mario Benedetti, entrevista’ (5 de noviembre, 2000), www.elmundo.es/magazine/m58/textos/mario1.html (accedido el 17 de julio, 2013).

8 despolitizada recibe el apoyo de la constante perspectiva moral sobre la naturaleza y función de la literatura que Benedetti busca fundar en una relación directa entre lector y autor. Como le comentó a Alfaro poco tiempo después de su regreso a Uruguay en 1985, ‘llego a la sospecha de que mi hilo conductor quizá sea mi relación con el prójimo’,9 idea que repitió en otra entrevista doce años más tarde: ‘Ha sido muy importante para mí comunicarme con el lector como ha sido importante para mí como persona comunicarme con el prójimo’.10 Y los lectores y los prójimos se han sentido aludidos. A través de los años, son probablemente centenares de miles, si no millones, los que podrían contar experiencias de cariño y agradecimiento correspondidos como las dos que siguen: ‘Cuando Benedetti publicó los Poemas de la oficina [en 1956] daban ganas de ir a buscarlo a casa para abrazarlo. ¡Qué coraje! Era como tirarse al agua’;11 cuando durante los años setenta el periodista Tomás Linn vio por primera vez en a la mujer que sería su esposa, le dio ganas de hablarle en parte porque pudo identificar en ella cierto orgullo de ser uruguaya porque llevaba bajo el brazo un ejemplar de La tregua.12 Con razón Campanella empieza su biografía refiriéndose a los miles de jóvenes que hacían cola para escuchar a Benedetti leer sus poemas o para entregarle un libro para que lo firmara, agregando que ‘la coherencia y la honestidad son de agradecer’, y la cierra casi trescientas páginas más adelante subrayando otra vez su ‘dignidad y coherencia – la

9 Hugo Alfaro, Mario Benedetti (detrás de un vidrio claro) (Montevideo, Trilce, 1986), 204. 10 Rocco, ‘Entrevista’, 86. La entrevista se realizó en noviembre de 1998 (83). 11 José de Torres Wilson, La conciencia histórica uruguaya (Montevideo, Feria del Libro, 1964), 31. 12 Tomás Linn, ‘Cultura: el turno de las nuevas generaciones’, Cuadernos de [3ra serie], 28 (1988), 69 de 69-71. Los militares uruguayos habían prohibido la circulación abierta de las obras de Benedetti; de allí la importancia del gesto de mostrar en público la tapa de su novela en el país vecino.

9 palabra más usada en relación con su vida’.13

Como ha entendido bien Rocca en una aproximación a la popularidad de la obra de Benedetti entre un público lector internacional de clase media que su autor viene afinando a lo largo de los años,14 es una combinación de sensibilidad fina que no rechaza de plano alguno que otro toque cursi, de sentimientos honestos sin sentimentalismo y de conciencia clara sin autoengaño hipócrita, lo que le ha permitido a estos lectores y espectadores de culturas superficialmente diferentes encontrar en las obras narrativas y poesías del uruguayo y en las adaptaciones que se han hecho de ellas para otros medios audiovisuales, el equivalente a lo mejor de sí mismos. Un repaso rápido de los comentarios de homenaje y despedida aparecidos en cartas a periódicos, blogs y sitios de Internet aparecidos a partir del fallecimiento de Benedetti el 17 de mayo de 2009, demuestra la facilidad que tiene su obra de conectarse con las preocupaciones, emociones y deseos de su público sin despertar en él demasiadas inquietudes difíciles de resolver. Pueden servir de ejemplo los tres fragmentos de cartas publicadas en la misma página de Brecha el viernes después de su muerte: ‘Te posicionaste humildemente en ese preciso lugar que es el lugar de todos, como uno más, como un igual, como ese igual que es nuestro prójimo, ese tan olvidado’ (de Edgardo Verzi); Saludar … al hombre lúcido, cargado de utopías, de emociones y sensaciones para compartir, el revolucionario comprometido, el de la imagen campechano que nos hablaba con una sonrisa, y no se doblegaba … nunca se doblegaba … Al más emocionante poeta hispanoamericano

13 Hortensia Campanella, Mario Benedetti: Un mito discretísimo (Montevideo, Buenos Aires, 2008), 15-6 y 301-2. 14 Pablo Rocca, ‘Benedetti, 75 aniversario’, Archpiélago, Vol. 1, Núm. 3 (1995), 25- 7; ‘Algunas hipótesis sobre el escritor popular’, en Sylvia Lago (ed.), Actas de las jornadas de homenaje a Mario Benedetti (Montevideo, Universidad de la República, 1997), 171-9; ‘Apuntes sobre el escritor popular’, Casa de las Américas, 256 (2009), 42-53.

10 para los jóvenes … Mario compañero, gracias por el fuego’ (de Ariel Serra); y Mario no escribe para otros escritores, ni para los críticos, ni para los jurados de concursos literarios, ni para los directores de empresas editoriales, sino para el compañero de oficina, el amigo del café, el pasajero de ómnibus, el vecino del barrio … Igual que las computadoras personales, como las que él mismo utiliza, Mario Benedetti es un escritor user-friendly. Es fácil leerlo, porque nadie como él conoce y comprende nuestros sentimientos de uruguayos recatados y con cola de paja, y nos habla en nuestro lenguaje, inventándolo a veces. Pensamos que habla por nosotros, que dice lo que nos gustaría decir (de Hugo Rocha).15

Algunos de los contribuyentes habrán conocido personalmente a Benedetti, pero tal eventualidad sólo subraya el elemento que estas y tantas otras apreciaciones parecidas tienen en común: para muchos la experiencia de leer a Benedetti termina narcisistamente en las emociones que la lectura produce en el lector, el sentimiento de estar en paz con uno mismo y con sus prójimos, de satisfacción personal de sentirse incluido entre todos esos lectores-prójimos ‘reclutados’ por una obra cuya lectura parece reproducir la sensación de haber estado con un ser humano cálido y comprensivo que sabe despertar en otros su propia capacidad para ser prójimo entrañable. Por tanto, una comentarista cómplice como Alemany Bay puede empezar su ‘semblanza’ de Benedetti con una sección que lo describe como ‘autor para el próximo prójimo’ y terminarla citando sus propias palabras para bautizarlo, ella también, como ‘reclutador de prójimos’.16 Tal acercamiento a la obra escrita como si fuera un ser humano vivo es lo que permite, para citar un ejemplo decididamente no cómplice, una evaluación despreciativa y hostil como la que concluye la pesquisa detectivesca paródica de por qué la poesía de Benedetti se encuentra en pocas antologías de poesía latinoamericana, llevada a cabo

15 Estas y otras cartas de lectores se encuentran en Brecha, 1228 (22 de mayo, 2009), 18. 16 Carmen Alemany Bay, Mario Benedetti (, Eneida, 2000), 11 y 64.

11 por el narrador de ‘El caso Benedetti’ de Gandolfo: a pesar de haber producido sólo ‘unos quince’ buenos poemas entre ‘más de cuatrocientos’, se podría decir, ‘ante todo, que se trataba de un buen tipo. Había abundantes testimonios al respecto’.17

El problema consiste precisamente en haber conseguido con tanto éxito y tanta frecuencia el fin buscado por Benedetti mismo: la aparentemente tan fácil comunicabilidad de la obra benedettiana exige (o, por lo menos, crea la impresión de exigir) tan poco esfuerzo interpretativo de parte de sus lectores que éstos pueden darse el lujo de suponer que el texto que tiene en las manos deja de existir como objeto y construcción verbal para reconstituirse como ventana transparente que da directamente a las buenas intenciones de su autor. Como escribió Benedetti en 1961 en un ensayo sobre la crítica literaria que después utilizaba como conclusión de todas las ediciones de su compendio Literatura uruguaya siglo XX desde 1963 hasta 1997, un creador tiene ‘el derecho a ser juzgado, no por lo que no hizo sino por lo que efectivamente creó’,18 citando con aprobación al final del mismo párrafo un artículo de José Ortega y Gasset de 1916: ‘“No hallo cuál puede ser la finalidad de la crítica literaria, si no consiste en enseñar a leer los libros, adaptando los ojos del lector a la intención del autor”’ (LU 410). En la práctica, Benedetti creó su propia literatura para satisfacer el requisito evidentemente implícito en este planteo: la lectura de cualquier texto escrito en un lenguaje sencillo y eficaz deja translucir el contenido expresamente depositado allí por el autor, sin ambigüedades ni interferencias ni suplementos no deseados. Cualquiera

17 Elvio E. Gandolfo, Parece mentira (Montevideo, Fin de Siglo, 26 de 11-26. 18 Cabe recordar que Benedetti escribía esta opinión muy poco después de haber sufrido duras críticas a la primera edición de El país de la cola de paja porque, según sus propias palabras en el prólogo a la cuarta edición de 1963, los comentaristas habían buscado allí ‘un tratado de sociología que nunca pretendí escribir’ (PCP 9).

12 puede contentarse con sentirse bienvenido a la colectividad internacional de lectores que se sienten aludidos por una literatura escrita deliberadamente para ser comprendida por este público, pasando por alto lo que desde otra perspectiva resultaría bastante evidente: una metáfora militar no es vacía ni vana y no se ‘recluta’ prójimos para formar alguna fuerza ‘expedicionaria’ sin tener en la mira algún propósito explícito. Pero estas implicaciones sólo vienen al caso si el lector es consciente del texto como construcción artificial, lo cual es exactamente el tipo de apreciación formalista que Benedetti busca evitar. Mi libro toma en serio este posible fin extraliterario de la obra, explorando su naturaleza y evolución, y la posibilidad de que este mensaje no se comunique debidamente al lector actual es el primero de los sentidos de la palabra ‘fracaso’ en su subtítulo.

Por esta razón, tampoco sirve para mucho aquí el planteo de Gilman en el que sigue siendo en muchos aspectos el análisis más agudo del involucramiento de los intelectuales y escritores latinoamericanos en la política revolucionaria de los años sesenta y setenta del siglo pasado: Para el grupo antiintelectualista, el valor otorgado a la idea de revolución – que tomó como ejemplo la Revolución Cubana – resignificó y devaluó las posiciones antedenominadas ‘progresistas’ que no asumían la obligación del intelectual de someterse a las decisiones de los dirigentes. Para el grupo de intelectuales que se le opuso, tratando de reflotar la noción del intelectual como conciencia crítica de la sociedad, la sumisión o subordinación de los intelectuales a los líderes políticos significaba otro modo de la traición de una identidad.19

Benedetti, a quien Gilman incluye entre sus ‘antiintelectuales’, abandonó la idea del intelectual como conciencia crítica de la sociedad, aunque admitió haberle dado su apoyo en los años sesenta, porque en una

19 Claudia Gilman, Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina (2da ed. ampliada, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012), 279.

13 sociedad socialista y revolucionaria todos los ciudadanos, intelectuales o no, tenían el derecho, hasta la obligación, de ejercer la crítica al proceso simplemente por ser revolucionarios, ya que éstos ‘son en verdad esa conciencia crítica’.20 Gilman, sin embargo, no analiza ninguna alternativa a la sociedad capitalista donde tiene sentido desarrollar la actividad intelectual como conciencia crítica porque, como indica su elección del término ‘antiintelectualismo’ para definir a los que sí conciben una vida intelectual dentro de alguna alternativa socialista, para ella tal opción sencillamente no existe. Nunca parece habérsele a Gilman que lo que buscaban escritores como Julio Cortázar o Roque Dalton – y a su manera sin duda más modesta, Benedetti también – eran nuevas formas de pensar e imaginar desde otra perspectiva menos liberal y menos individualista, y que esta búsqueda se convertía en el experimento más importante de sus vidas (y no sólo de sus escritos). A fines del siglo veinte el papel rector del intelectual que siempre avalaba Gilman se vio erosionado por la comodificación e industrialización de la producción, transmisión y almacenamiento del conocimiento producidas por el triunfo del neoliberalismo económico globalizado. De allí que en el postfacio agregado a la nueva edición de su libro (pp. 381-97), este derrumbe parezca haber despertado en la autora una especie de desengaño espiritualmente arrasador. Mientras tanto, como veremos más adelante en la sección del capítulo final dedicada a Perplejidades de fin de siglo, los supuestos ‘antiintelectuales’ como Benedetti habían desarrollado suficientes recursos conceptuales e ideológicos para montar una digna resistencia a este fenómeno, aunque evidentemente carecían de las fuerzas y estructuras políticas para superarlo.

20 Campanella, ‘A ras de sueño’, 30. Ver también ‘Las prioridades del escritor’ [1971] (ERP 81 de 61-82).

14 Más bien, el enfoque de este estudio se resume en su título principal, el cual se refiere a una frase muy repetida por Benedetti a través de su trayectoria literaria. En 1950, hacia el final de su controvertido y demoledor ‘Para una revisión de Carlos Reyles’, Benedetti citó unas palabras del escritor inglés George Orwell, sacadas de una selección de sus ensayos críticos traducidos al español: ‘“cuando leemos a cualquier escritor marcadamente individual tenemos la impresión de ver el rostro tras la página. No tiene por qué ser el rostro real del escritor …. Lo que uno ve es el rostro que el escritor debería tener”’ (LU 47). Doce años más tarde, vuelve a citar las primeras dos frases, ahora en el original inglés, como uno de los epígrafes de su Genio y figura de José Enrique Rodó (JER 6).21 Después, en 1965, empieza así ‘Antonio Machado, una conducta en mil páginas’: ‘Allá por 1903, Antonio Machado le escribía a Juan Ramón Jiménez: “Yo procuro calcar la línea de mi sentimiento y no me asusto de que salga en el papel una figureja extraña y deforme, porque eso soy yo”’ (SAO, 126), y en 1967, vuelve al concepto en un ensayo importante sobre Roberto Fernández Retamar, amigo, colega poeta y compañero político en Cuba: ‘Como lector, siempre me ha apasionado buscar el verdadero rostro del escritor’, subrayando que las antologías sólo ofrecen ‘un enfoque algo rígido o artificial de aquel rostro verdadero’, y termina preguntando: ‘¿Qué antología podría dar la calidad humana que transmiten las Poesías completas de Antonio Machado?’, para poder sostener que la Poesía reunida (1948-1965) de Fernández Retamar nos da ‘la imagen íntegra del poeta’ (LCM 229-30). Benedetti se mantendría lo suficientemente fiel a esta formulación como para volver a citarla en una entrevista en 1980: ‘la obra es un tipo de reflejo de lo que

21 Benedetti quitará tanto los dos epígrafes como la dedicación ‘A Emir Rodríguez Monegal, en octubre de 1962’ (JER 5) a la versión del libro incluido en Literatura uruguaya siglo XX, a partir de su tercera edición (Arca, 1988), como ‘Rodó, el pionero que quedó atrás (LU 48-131).

15 el escritor ve como ser humano. Recuerdo que George Orwell hablaba del rostro tras la página, esa es la idea’.22 Finalmente, en una entrevista concedida en noviembre de 1998, Benedetti recurre una vez más a la misma analogía: Detrás de todos los escritores está el rostro del autor y eso, claro, lo tiene que ver el lector, es el lector el que tiene que reconstruir y descubrir el rostro del autor […] no es el rostro físico, porque éste aparece en las fotos de la solapa, yo me refiero más bien al rostro espiritual y eso creo que está no voluntaria sino involuntariamente detrás de lo que escribe cada escritor y, aunque el lector descubra un rostro que no siempre coincide con el verdadero, hay un rostro…23

Ha sido tan persuasivo el argumento que una autora cubana puede usarlo como parte de su propia actividad de escritora y como homenaje al autor uruguayo: Hay poemas de Benedetti que provocan la escritura del prójimo. No hay vuelta de hoja. Qué maravilla beber en sus fuentes del sur que encuentro tibias e inagotables. Ese aliento relativo al milagro de la creación está detrás de algunos de mis títulos; en ellos podrá el lector encontrar (el rostro de Mario tras mis páginas) que propusiera Orwell.24

A veces valiéndose, a veces olvidándose, de la vaguedad de las palabras de Orwell, sobre todo con respecto a la relación entre el ‘rostro real’ del autor y la impresión creada por su obra, el empeño con que Benedetti recurre a la relación entre rostro y página, entre palabra escrita y persona que la escribe, vida y obra, para buscar al ser humano a través de las páginas de la literatura, es lo que convierte la relación que cree descubrir y describir entre autor, obra y lector en la fundación de lo que es al principio una ética vital, y después una perspectiva sobre la política.

22 Ver Miguel Alzueta, ‘Mario Benedetti entre mil aguas’, El viejo topo, 44 (mayo de 1980), p. 70. 23 Federica Rocco, ‘Entrevista con Mario Benedetti’, Studi di letteratura ispano- americana, 32 (1999), 84 de 81-98. 24 Nancy Morejón, ‘Mario Benedetti: una poética del acontecimiento’, Alemany et al, Mario Benedetti: Inventario cómplice (Univ. de Alicante, 1998), 385 de 371-89.

16 Sin embargo, el uso que hizo de esta frase en un ensayo sobre Juan Gelman en 1990 (EC 424-33) indica que Benedetti quería ir más allá de los límites textuales de la analogía: Mas Cólera buey tiene un límite: a partir de 1971, no admitirá nuevas ampliaciones. Quien estaba detrás del título, ese ‘rostro tras la página’ que buscaba Orwell, decide un día pasar a la acción, extraerse a sí mismo de la impotencia de trastear como un buey y asumir que puede ser blanco móvil o fijo de la muerte. (EC 425, cursiva en el original)

Lo que yo procuro hacer en este libro es demostrar hasta qué punto la analogía entre el rostro humano y el textual, en vez de ofrecer la base convincente para una ética realista que pueda conducirnos a un socialismo humanista, más bien termina demostrando exactamente lo contrario: que lo que un texto deja relucir de su autor es tan resbaladizo y poco confiable que cualquier ética progresista sólo puede ser construida a base de una posición política bien establecida con anterioridad (y no al revés), y que cualquier intento de derivar una postura política de un conjunto de actitudes éticas está condenada al fracaso. Éste es el segundo y quizás el más importante de los sentidos en que la palabra ‘fracaso’ puede ayudarnos a captar la auténtica vigencia actual de la obra de Benedetti. Su importancia se subraya en esta contemplación triste, casi traumatizada, que Benedetti hizo sobre la derrota en 1974: Aunque uno haya ido un poco de derrota en derrota, digamos, por estos lares, sobre todo en mi país, pero de todos modos uno siente que algo puede hacer, una mínima parte, pero algo puede hacer, quizá ayudar a que otra gente adquiera conciencia de esa realidad, ayudar a extraer lecciones de derrotas, y tratar de convertirlas en posibles o eventuales victorias en un futuro que ojalá sea cercano.25

Un cuarto de siglo más tarde, en una de las entrevistas concedidas en el año 2000 para celebrar sus ochenta años, volvió al tema: Justamente las causas en las que creo y que son derrotadas son las que me impulsan, porque gracias a que las defiendo puedo dormir tranquilo.

25 Juan Gelman, ‘Mario Benedetti: “El escritor es un trabajador como tantos”’, Crisis, 19 (Noviembre de 1974), 49 de 40-50.

17 No me siento derrotado en cuanto a mis creencias ideológicas y voy a seguir luchando por ellas. Sin éxito, eso sí’.26

Benedetti anteponía las exigencias de la conciencia individual a las de una política colectiva, orden de prioridades que logró subvertir sólo durante un período muy breve de su vida, como veremos abajo en los capítulos de la tercera parte, pero tampoco había perdido de vista ni el sentido ni la necesidad de seguir luchando por una alternativa a la hegemonía capitalista, aunque sí había aceptado que él mismo no vería ningún final victorioso en los pocos años que le quedaban.

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La perspectiva adoptada en este proyecto de desarmar y rearmar ese ‘rostro tras la página’ se esboza bien en las siguientes palabras de un ensayo de Benedetti sobre Ernesto Sábato: ‘Para el lector es estimulante disentir con alguien que no es simplemente un registro de opiniones ajenas, un títere de dogmas, sino un ser vivo y creador, un hombre que pone sus cartas sobre la mesa y asume una actitud de coraje intelectual’ (‘Ernesto Sábato, crítico practicante’ [1964], LCM 79-80, cursiva en el original). Se plantean aquí dos conceptos cruciales para las páginas que siguen. El primero es que este estudio no pretende ser sino una contribución a la evolución de lecturas futuras de la obra de Benedetti que se aparten de lo que poco a poco se va transformando en una historia oficial del autor, la que permite que su sonrisa bondadosa sirva para dar la bienvenida a los turistas que muy bien pueden haber sido sus lectores en su país de origen y que ahora, durante una visita al ‘paisito’ del autor, recorren la Montevideo que tan críticamente amaba en un ómnibus de dos

26 Ezequiel Martínez, ‘Benedetti, el escribidor’, http://eclant/clarin.com/diario/especiales/benedetti/nota1.htm (accedido el 20 de julio, 2013.

18 pisos decorado con una foto enorme de su rostro, sucedáneo de ese otro ‘rostro tras la pagina’ sobre el que enfoca este libro.

El segundo concepto que quisiera subrayar en la cita es el de ‘actitud’, la cual se encuentra delineada en otra anterior de ‘William Faulkner, novelista de la fatalidad’, ensayo publicado catorce años antes en 1950 durante ese período cuando Benedetti se encontraba en el proceso de asentar lo que serían las bases intelectuales de toda la obra de los siguientes sesenta años. Allí, opina que no sería ‘muy justo tomar como crítica literaria lo que en verdad significa una crítica de actitudes, una censura personal ante determinada posición del hombre frente al Universo. Lo cierto es que tanto Sartre como Faulkner se mantienen en su obra literaria fieles a su metafísica y ello alcanza para garantir la legitimidad de sus mensajes respectivos’ (SAO 101, cursiva en el original). Las páginas que siguen tampoco conforman lo que se conoce convencionalmente como crítica literaria aunque contienen un capítulo dedicado a la poesía de Benedetti y referencias regulares, aunque ni muy frecuentes ni muy extendidas, a sus novelas y cuentos. Más bien, este estudio se acerca a una ‘crítica de actitudes’ que a veces corre el riesgo de convertirse en ‘una censura personal’, aunque no tanto ‘ante determinada posición del hombre frente al Universo’ sino como ante ciertas posiciones de Benedetti frente a la ética y la política. Es en este contexto que el conjunto de actitudes a las que Benedetti ‘se mantenía fiel’ constituye (una vez más) ese ‘rostro tras la página’ que me parece especialmente cuestionable y problemático por ser el eje enigmático y contradictorio a través del cual gira todo lo que es más valioso en la obra que traza una trayectoria literaria e ideológica emblemática del momento histórico que le tocó vivir a su autor.

19 Si el libro se concentra más en los ensayos literarios y políticos del autor que en la mejor conocida obra narrativa y poética es, en parte, porque el aspecto ensayístico sigue siendo el género menos estudiado de todos los más frecuentados por el autor, pero sobre todo porque funcionaba algo así como el laboratorio donde se forjaba lo que hace casi cuarenta años Mejía Duque había llamado su ‘sensata radicalidad’, lo que permitía que la ‘evolución’ de su ‘labor crítica e ideológica’ todavía ofrezca ‘en estado de relativa pureza el esquema de un proceso que se vive – con banderazos y ofuscaciones más o menos memorables – a escala de toda la intelligentsia latinoamericana actual’.27 O sea, trátese de ‘rostro’ o ‘figureja’, es allí donde se encuentra delineada si no la figura tan querida ni la ‘oficial’, entonces sí la que Benedetti esperaba e intentaba convertir en la políticamente más útil y contagiosa a nivel nacional y continental.

Sin embargo, las coordenadas de esta ‘semblanza’ ideológica no aparecen espontáneamente de una sola vez para siempre; más bien, como se desprende de las citadas frases de Mejía Duque, se van dibujándose a través del paso del tiempo y del cambio de circunstancias tanto individuales como sociales e históricas. Por eso, siempre que pueda, mi estudio insiste en subrayar la evolución cronológica de las ideas y posiciones políticas de Benedetti, haciendo hincapié en el momento exacto de su larga trayectoria en que hay que ubicar cierta publicación y en cómo se relaciona con las temporalmente cercanas, mirando hacia atrás o hacia delante. Cabe decir que en eso sigo dos recomendaciones de Benedetti mismo, la primera de su libro sobre Rodó en 1962: ‘La peor injusticia que puede cometerse, con respecto a Rodó, es no ubicarlo, al considerar y juzgar su obra, dentro de un proceso histórico’ (LU 109), y

27 Jaime Mejía Duque, ‘Ensayo y compromiso en Benedetti’, La palabra y el hombre, 13 (1975), 27 de 21-7, cursiva en el original.

20 la segunda de una reseña de 1963: ‘Es conveniente hacer la prueba de leer la obra de Falco siguiendo el orden de fechas en que los poemas fueron originalmente publicados… Sólo así se apreciará con nitidez el coherente y sin embargo dramático proceso de esta poesía’ (LU 173). Las libertades abiertas en el campo de lo coherente por este ‘proceso dramático’ pueden dar paso a la consideración con la cual optó por terminar el citado ensayo sobre Ernesto Sábato el año siguiente: ‘Después de todo, todavía no está demostrado que los seres monolíticamente coherentes sean mejores que los contradictorios. Comunican al prójimo sus contradicciones, en tanto que los famosos coherentes las ocultan al prójimo y a sí mismo’ (LCM 82). Es posible – aun deseable - que el ‘rostro tras la página’ que emerge de este libro resulte tan complicado, contradictorio o ambiguo que desilusiona a los que buscan en Benedetti a un ser ‘monolíticamente coherente’ y sólido.

El estudio está dividido en cuatro partes. Los tres capítulos de la primera analizan respectivamente las fundaciones de la ética en la obra benedettiana antes de 1960, las limitaciones implicadas en ver al prójimo como vecino humano de carne y hueso, y la evolución de la visión del prójimo que emerge de un breve recorrido de toda la poesía entre el primer volumen que aceptó recopilar en Inventario y el único póstumo publicado después de su fallecimiento en 2009, rápida visión de pájaro que anticipa la trayectoria que recibe un tratamiento detallado en el resto del libro. La segunda parte enfoca los cambios intelectuales e ideológicos efectuados en la visión política de Benedetti tanto por lo que pasaba en el Uruguay de la época como por su experiencia de trabajar y vivir en la Cuba revolucionaria. La tercera parte estudia los años de militancia política del autor en Uruguay, entre 1969 y su forzado exilio en 1974, enfocando tanto los textos literarios como los políticos, incluyendo los de

21 autoría colectiva que el autor rechazó después. La cuarta y última parte se dedica al antiimperialismo cultural que caracteriza los escritos del período de exilio y, en el capítulo final, las relaciones incómodas que tuvo Benedetti tanto con el neoliberalismo globalizado y sus consecuencias culturales como con las formas de democracia capitalista permitidas bajo su tutelaje.

En 1948 Benedetti pudo escribir lo siguiente: el artista es hoy un solitario. La vida moderna ha logrado separarnos. Cada vez nos alejamos más de esa ambiciosa utopía socialista que a pesar de sus conquistas aparentes – y aún de las reales – inquieta única y honestamente tan sólo a los inquietos. Si el hombre se aleja de su prójimo, si a lo sumo se refugia en el pequeño universo de la amistad o del amor, ¿por qué precisamente el artista, que es algo así como el barómetro de lo social, iba a emanciparse de su soledad? (PN 75)

Cuarenta y siete años más tarde en 1995, en las palabras finales de ‘Fidel aquí’, el artículo que cerraba la cuarta edición de Perplejidades de fin de siglo, la última que Benedetti pudo preparar en vida, se expresó así: Darle [a Fidel Castro] hoy la bienvenida, después de 36 años tan cargados de hechos y palabras, es también agradecerle su impulso, su sinceridad, su calidad humana. No descarto que algún día los latinoamericanos del montón recuperemos la inocencia perdida y le nombremos de una vez por todas nuestro Prójimo número uno (PFS 279, mayúscula en el original).28

La trayectoria entre el ser solitario y su búsqueda de algún otro prójimo igualmente solo y un nosotros continental que sepa relacionarse con un Prójimo con mayúscula enmarca el campo explorado en este libro. El punto culminante entre los dos extremos se resume en este párrafo sobre la Revolución cubana escrito en junio de 1969: en mi caso particular, su importancia ha sido (además de toda su proyección política, que inevitablemente incluye mi modesta persona en una gran ola colectiva de nuevas posibilidades) la de haber aventado mi

28 Por conflictos de derechos de autor todavía sin resolver, la editorial Seix Barral en su Biblioteca Mario Benedetti sólo puede reproducir la tercera edición que termina con un artículo escrito en 1993.

22 pesimismo, cambiado el signo de mis pronósticos, cimentado mi confianza en el vapuleado prójimo (CC 9)

Para negociar el viaje entre las dos primeras citas a través de lo implicado en la tercera, me he visto obligado a enfatizar la importancia de varios títulos de Benedetti no reeditados en años recientes: El país de la cola de paja, Cuaderno cubano, Letras de emergencia, Crónicas del 71, Terremoto y después y El escritor latinoamericano y la revolución posible. Mi mayor esperanza para este ‘entendimiento tranquilamente hostil con los demonios personales’29 es que sea un aporte a que los lectores de Benedetti ‘recuperemos la inocencia perdida’ y ayudemos a asegurar que este ‘caso perdido’ no se transforme en una causa permanentemente perdida en los anaqueles de bibliotecas, librerías de segundo y viejos catálogos de editorial. Los prójimos con o sin mayúscula cambian o desaparecen; la causa que nos pueda reivindicar queda pendiente.

29 Mario Arregui usa esta frase con respecto a su amigo Líber Falco, pero Benedetti la cita en 1965 en ‘Testimonio y creación de Mario Arregui’ (LU 262).

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