DOMINICAL

De a (1)

Julio ALVIRA 25/01/2004

HUESCA.- El espacio modificado por la mano humana para adecuarlo al uso ganadero. Este sería un motivo para visitar el entorno del municipio de Monesma y Cajigar, en la . El destino final son las ruinas del castillo de Monesma, de Mont Mesma según se llamaba cuando lo mandó edificar Sancho III el Mayor. El tozal sobre el que se asentaba la fortaleza es ocupado ahora en parte por la ermita de Santa Valdesca. Y, en parte, por una nutrida colonia de aves rapaces que lo tienen como privilegiado observatorio.

La vista desde este promontorio es espectacular por las cimas pirenaicas que se observan, ahora cubiertas de blanco. Pero Paso bajo arco en Lascuarre. | J.A.

es interesante para conocer cómo se ha ocupado el espacio a lo largo del tiempo en este territorio ribagorzano. Casas aisladas, pequeños pueblos, espacios para el cultivo separados por pequeños muros para evitar la entrada de an imales y balsas de agua diseminadas por los caminos que utilizaba en sus traslados el ganado. Vegetación autóctona y zonas reforestadas.

Vamos por partes. puede ser el inicio de muchas excursiones, aparte de ser motivo de una detenida visita. Pero h oy tomaremos primero la carretera que discurre por el Isábena. Pasado el desvío a Laguarres, dejaremos esta carretera para encaminarnos a Lascuarre, y Cajigar, que son nuestros destinos en esta ocasión. Todo señalizado.

Justo antes de entrar a la primera de estas localidades, que queda a la derecha de nuestro camino, un desvío a la izquierda nos informa de que podemos ir a la “Torre de los Moros”. Para ello será menester dejar el coche si no se tiene un todoterreno, o andar un rato, que tampoco está mal. Según reza la información del correspondiente panel que hay en Lascuarre, se trata de un torreón de vigilancia, con restos de foso, pozo y atalaya que queda al oeste de la población, en un cerro. Guitart Aparicio lo identifica como el castillo de Al-Askor, del que hablarían los antiguos documentos. Lo dejamos para los más aguerridos física y culturalmente. Nada más tomar este desvío citado, pasamos junto a las ruinas de la ermita de la Piedad, antiguo convento de trinitarios calzados que estuvieron allí hasta la Desamortización.

Volvemos a la carretera y entramos en Lascuarre. La población oculta al viajero que pasa de largo su verdadera dimensión. Hay que parar, dejar el coche y pasear por sus calles, con pasos bajo arcos que nos llevan a tiempos medievales, curiosos llamadores (uno representa un ave) y contemplar su parroquial, del gótico tardío, con galería de ventanas en la parte superior y una portada ya renacentista. Está dedicada a la Virgen de la Asunción.

Cerca, en el cementerio, hay una ermita, de San Martín, edificada en la segunda mitad del siglo XII. Según detalla Manuel Iglesias Costa, sería la antigua iglesia parroquial y estaría frente al castillo, fortaleza por la que suspiraba según este autor Sancho III el Mayor. La puerta origin al sería la que ahora da al cementerio y la entrada exterior sería, según indica Iglesias, de tipo gótico-renacentista. Luce espadaña de doble ojo.

Volvemos a la carretera. Nuestro siguiente destino será Castigaleu. A un lado y otro, distribuidas por el monte, distintas casas, explotaciones agroganaderas ligadas a la tierra que trabajan. Y al ganado. Al llegar a la parte alta de un monte que debemos superar para llegar a la citada localidad, hay un desvío a la izquierda. Puede dejar el coche y caminar un k ilómetro o kilómetro y medio. Según sea su ardor excursionista. El coche le agradecerá que vaya andando, pero se puede acceder, circulando con cuidado. Se trata de llegar a la ermita de San Isidro. Luce en lo alto de un cerro, dominando un amplio territori o. Se ve, a los pies del cerro, el caserío de Castigaleu y las altas cimas del Pirineo con un impresionante Turbón medio nevado.

La ermita mantiene su ábside y los muros forma y aparejo románicos, según ha escrito Iglesias Costa en su “Arquitectura Román ica”. El autor la visitó antes de su restauración. Un atrio protege la fachada y hace lo propio con quien se encuentre en este lugar con tiempo desapacible.

Aparte del interés que tiene en sí este edificio y su situación, el gran espacio cerrado que se si túa junto al templo nos recuerda que estamos junto a la cabañera de la Ribagorza. Aunque han caído parte de los pequeños juros que lo delimitaban, queda constancia de su amplio perímetro y la gran cantidad de ganado que allí podía situarse para descansar. En esta cabañera, las lindes del camino estaban separadas del resto por pequeños muros de lascas planas colocadas horizontalmente, excepto la última fila, que luce vertical con una ligera inclinación. Esta misma imagen se repite por todo el entorno, separa ndo así el terreno para el ganado y el que le estaba prohibido.

Dejamos Castigaleu y Cajigar para la semana que viene.

De Lascuarre a Monesma y Cajigar ( 2)

Julio ALVIRA 01/02/2004

HUESCA.- La semana pasada dejábamos el coche junto a la carretera para subir a la ermita de San Isidro, en el término de Castigaleu. Estamos en la Ribagorza, en zona de importancia ganadera. Esta ermita es un templo de origen románico, con añadidos posteriores. Zona de paso para la trashumancia. A su lado, un gran espacio cerrado para guardar ganado, aunque no mantenga en pie todo su perímetro, nos habla de ello. Desde aquí vemos el caserío de Castigaleu.

Antes de llegar a esta localidad, las ruinas de Casa La Pena. Construido en el siglo XVI, el conjunto de edificios cuenta con una elevada torre que se levanta junto a

una cortada del río Cajigar, ofreciendo un Parroquial de Castigaleu.

buen observatorio. Lo debió ofrecer en su día. Ahora hace honor a su nombre.

La escuela de Castigaleu está en plena actividad. Frente a este edificio, a la izquierda de la carretera, sale un camino asfaltado en principio y de tierra después que lleva por la cabañera que discurre desde la sierra de Sis hacia el sur, viniendo de la más alta Ribagorza. Fernando Biarge proponía esta excursión hace unos veinte años en el desparecido periódico “El Día”, ll amando la atención sobre la anchura de este camino de ganado que marcaban las alineaciones de piedras a ambos lados.

Aludía en su artículo a que la Casa Llanero estaba en deficiente estado de conservación. Un vecino de Castigaleu me indica que la ruina ha seguido a través de estos años y ni siquiera está en pie el voladizo y galería que aparecen en el artículo al que hago referencia y que le enseño para preguntarle por dónde cae. Biarge afirma que “todo el conjunto nos habla del volumen e importancia de la trashumancia, tiempo atrás, en la Ribagorza”.

Frente al edificio escolar, la iglesia parroquial, dedicada a San Martín. El edificio está exento y su torre recuerda a las de Laguarres y Lascuarre. Junto al río Cajigar, una ermita de aspecto románico, aunq ue en una de las dovelas de la portada se fecha en 1687. Frente a la ermita quedan los restos de una estructura que pudiera ser la base del pilar de un puente. Hasta aquí llega la calle y enfrente sigue el camino hacia el municipio de Monesma y Cajigar. Ah ora, el paso sobre el río se hace un poco más arriba, con más comodidad. Arquitectura popular y turismo rural en Castigaleu

.Vuelta a la carretera para llegar a las tierras de Monesma y Cajigar, lugar éste donde te recibe como primera vista destacable su parroquial. Es un curioso conjunto formado por la iglesia, románica en origen con añadidos posteriores, y la torre, muy airosa, del siglo XVIII. Los elementos que adornan la fachada, como los crismones o las portadas, relacionan esta iglesia con Obarra o F antova, según Manuel Iglesias Costa. El paseo por su caserío permite ver fechas de construcción en algunas viviendas en los siglos XVIII y XIX. Ya en el siglo XX llegó, también, el turismo rural. El macizo del Turbón, desde lejos, vigila en silencio.

En M onesma, una calle alberga el reducido caserío que se encuentra precedido por una ermita. Si seguimos por el camino asfaltado que queda a la derecha, podremos llegar a Las Badías que, según un cartel informativo, era la capital del municipio hasta hace cuat ro décadas. El pueblo está deshabitado y en la plaza, rectangular, se reparten el espacio la parroquial, dedicada a San Vicente, con la escuela de curiosa fachada con ladrillos rojos y amarillos y la Casa Consistorial. Silencio en las dos aulas. En una de ellas, unos pupitres y la pizarra evocan tiempos pasados.

Más adelante podemos llegar a la aldea de Puyol, de exiguo caserío, situado al pie del tozal en el que se levantaba el castillo de Monesma, nuestro último destino de esta excursión. Durante la subi da se puede ver en la cima del cerro una nutrida colonia de aves rapaces que, al coronar, habrán desaparecido del lugar en un detalle que es de agradecer.

Una vez arriba, podemos ver los restos del ábside de una iglesia románica, la base de una torre circ ular y restos de muros. Una ermita dedicada a Santa Valdesca se levantó tiempo más tarde junto al primitivo templo, del que dice Iglesias Costa que “cuanto queda en los muros dice que se trataba de una obra escrupulosa, de cantería bien escuadrada y pulime ntada”. Según relata Cristóbal Guitart, Sancho III el Mayor mandó construir este castillo, junto a los de Lascuarre, Laguarres y Castigaleu, para proteger el sur del entonces condado de la Ribagorza.

El lugar era envidiable para vigilar el territorio. Se domina un amplio espacio, con las cumbres pirenaicas de la comarca ribagorzana como telón de fondo. En el entorno, se alternan las casas, las explotaciones agroganaderas, las balsas para abrevar el ganado y la vegetación, tanto natural como producto de ref orestaciones. Nos quedan por visitar la ya mencionada cabañera y la ermita de San Bartolomé, que queda cerca de Cajigar. Se hace tarde. Todavía el sol se acuesta demasiado temprano para nuestros deseos. Será otro día.