REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIII, No. 66. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2007, pp. 133-152

“EL MACHETE SIRVE PARA CORTAR LA CAÑA”: OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE (1924-1929)

Robert Herr Universidad de Massachusetts, Amherst

El Machete sirve para cortar la caña, para abrir las veredas en los bosques umbríos, decapitar culebras, tronchar toda cizaña y humillar la soberbia de los ricos impíos. Graciela Amador, lema de El Machete.

Un puente entre dos revoluciones

Durante la segunda mitad de los años 1920 el periódico quince- nal El Machete publicó obras de verso y prosa que pretendían fo- mentar una nueva ideología revolucionaria en México. En esta épo- ca, cuando la violencia iniciada en 1910 aún persistía y la tinta de la literatura de la Revolución Mexicana apenas empezaba a fluir1, los corridos y relatos de El Machete exaltaron la lucha obrera y campe- sina y denunciaron la situación de miseria que perduraba a pesar del establecimiento de un nuevo orden social. Fundado en 1924 por el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), or- ganización creada por los muralistas mexicanos, El Machete sirvió como medio para denunciar el imperialismo, informar sobre el co- munismo y señalar la hipocresía de los nuevos gobernantes2. Bajo la dirección de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero, los primeros números explayaron dramáticos grabados y dibujos que acentuaban sus posiciones políticas y ejemplificaban su visión del arte público. El periódico mantuvo una asidua postura crítica frente a la Revolución al ser adoptado en 1925 como órgano oficial del Partido Comunista de México (PCM), cambio que también marcó la reducción del arte gráfico y la extensión de los textos literarios en el periódico. En vez de celebrar la Revolución Mexicana como una “misión cumplida” o retratar la lucha heroica y “viril” de los años de 134 ROBERT HERR guerra, muchas de estas contribuciones exigieron una transforma- ción aún más radical e informaron sobre los avances de otra revolu- ción, la de los bolcheviques rusos de 1917. El Machete nunca pretendió funcionar como revista literaria. La li- teratura, en palabras de Siqueiros, se quedó “al margen” del proyec- to del SOTPE por la falta de compromiso revolucionario entre los es- critores mexicanos y su producción “meliflua y descastada” (“Al Mar- gen” 3)3. Como órgano de los muralistas, El Machete limitó su publi- cación literaria a los corridos que acompañaron algunos de los gra- bados políticos y al célebre lema del periódico (citado en el epígrafe), siempre presente en la cabecera. Ya bajo la dirección de Rosendo Gómez Lorenzo y como órgano del PCM, el periódico abandonó la orientación estética de los muralistas, aunque la publicación de tex- tos literarios crecería con la introducción de dos secciones: “Los cantos del pueblo” y “El cuento de ‘El Machete’”4. Estas secciones literarias incluyen textos escritos por autores reconocidos del extran- jero y por activistas comunistas de México, y compendian obras de diversos estilos y tradiciones, desde los versos populares del corrido mexicano hasta fragmentos de literatura rusa y experimentos con el realismo socialista. La ubicación marginal de estos textos refleja la naturaleza secun- daria del programa literario de El Machete (tanto como órgano del SOPTE como del PCM) y que contrasta con proyectos literarios más definidos de la época, como los que abanderaban las revistas de los Contemporáneos, y revistas como Crisol o Frente a frente5. Identifi- car un proyecto literario en El Machete implica entonces explorar obras menores y suplementarias a la orientación ideológica del pe- riódico, textos que muchas veces se calificarían como propaganda en vez de ejemplos de alta calidad literaria. Es más, la publicación de autores desconocidos, la reedición de textos y la publicación anóni- ma de algunas obras dificulta cualquier identificación de un “carác- ter” literario definido, de una escuela, de una tendencia o de un cír- culo de autores6. Sin embargo, la presencia de canciones y relatos en El Machete evidencian la posible caracterización del periódico como un “espacio dinámico de circulación e intersección de discur- sos” (Schwartz y Patiño 647), rasgo que la crítica ha señalado res- pecto a revistas literarias más definidas. El conjunto de los textos publicados en El Machete revela un proyecto literario más o menos coherente: el de promover una nueva orientación estética que servi- ría como puente entre el levantamiento popular y agrario de 1910 y un movimiento marxista-leninista en plena construcción. El presente estudio, por lo tanto, se aproxima a la producción li- teraria de El Machete dentro del contexto del periódico7. Algunos de OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 135 los textos, sobre todo los corridos, emplean estilos populares e in- vocan temas asociados a la Revolución de 1910. Otros parecen adoptar modelos inspirados por el movimiento marxista-leninista in- ternacional, e intentan informar a los lectores mexicanos del marxis- mo, como de una lucha obrera y campesina más amplia. Esta mez- cla de registros es sintomática de la variedad de estrategias emplea- das por los editores para radicalizar y fortalecer el ideario de sus lec- tores. Pero también refleja un proceso de transición, cuando los dis- cursos y modos de expresión de dos revoluciones, la rusa y la mexi- cana, entraron en contacto por primera vez. Si la revista Crisol con- solidaba la autoridad de los escritores empleando un discurso socia- lista puesto al servicio del Estado (Espinosa 796), y si Frente a frente agrupaba a aquellos escritores que desarrollaban prácticas literarias prescriptas por el Partido Comunista (Azuela 248), las publicaciones literarias de El Machete de los años 1920 revelaban tempranas ex- presiones de literatura socialista dentro del contexto mexicano. Las obras literarias de El Machete establecieron una tradición de literatu- ra radical, influida por el marxismo, subordinada “a lo mexicano” y en competencia con el discurso revolucionario del Estado. A pesar del esfuerzo por establecer una literatura proletaria mexi- cana, la mayoría de los textos literarios de El Machete han quedado en un estado de semi-olvido. Si bien la posición secundaria de la li- teratura en El Machete y la falta de un programa literario bien defini- do explican la poca atención crítica a estas obras, existen tres facto- res adicionales que también pueden haber contribuido a esta falta de interés. Primero, la atención puesta en el arte gráfico de los muralis- tas pudo haber limitado los estudios de El Machete durante el primer año de su publicación, antes de que el periódico comenzara a publi- car cuentos y corridos con más frecuencia8. Otra explicación puede provenir de la tendencia realista social de muchos de los cuentos, orientación que cayó en desprestigio ante la crítica, sobre todo des- pués de la desaparición de la Unión Soviética9. Finalmente, esta la- guna puede ser síntoma de un olvido generalizado que han enfren- tado las mujeres asociadas a las grandes figuras del muralismo y al movimiento comunista en México, ya que uno de los autores más prolíficos de El Machete fue Graciela Amador, músico, escritora, or- ganizadora sindical y primera esposa de Siqueiros10. “[L]as comunis- tas” de la historia mexicana, como señala Elena Poniatowska, “dis- frutan la paz de los sepulcros”11. Recuperar el proyecto literario im- plícito en las páginas de El Machete no solamente serviría para con- trarrestar este silencio sino también ayudaría a revelar otra dimen- sión de la producción literaria de los años 1920. A pesar de no haber sido reconocidos dentro del canon, los autores que publicaron por 136 ROBERT HERR primera vez sus cuentos y corridos en las páginas de este órgano político pudieron haber influido a autores como José Revueltas y a los colaboradores de Crisol y Frente a frente, que también experi- mentaban con el realismo socialista y la literatura proletaria.

La hoz, el martillo y El Machete

La promulgación de una nueva Constitución mexicana en 1917 representaba el final de la fase armada de la Revolución y la parcial traducción en ley de las demandas que la habían engendrado. El mismo año en Rusia, sin embargo, el triunfo de la Revolución de Oc- tubre y la toma del poder de los bolcheviques tendría repercusiones en cómo los mexicanos verían este documento y la naturaleza de su propia revolución. Aunque fueron pocos los textos de Marx que cir- culaban en México antes de los años 1920 y los verdaderos detalles de la revolución rusa tardarían en llegar, las ideas marxista-leninistas fueron retomadas por un pequeño pero activo sector de mexicanos radicales12. La fundación del Partido Comunista de México en 1919 y su gradual crecimiento entre obreros y campesinos durante la si- guiente década representa una manifestación del desafecto que per- sistía cuando las reformas revolucionaras quedaron a medio camino. Según Mario Gill, estos sectores vieron en la Revolución de Octubre un nuevo modelo de organización y una nueva meta para alcanzar un estado socialista (19). Aunque la membresía del PCM era peque- ña durante estos años, la participación de la “ciudad letrada” fue de- terminante en el establecimiento del PCM como actor social y políti- co de influencia (Carr, La izquierda 42)13. Los fundadores de El Machete, radicalizados por el marxismo eu- ropeo, fueron los principales promotores del arte al servicio de un proyecto comunista en México, aunque no fueron los únicos que buscaron una relación entre la estética y la Revolución. En su mani- fiesto del 9 de diciembre de 1923, el SOTPE anunció su intención de hacer arte al servicio del pueblo.

Proclamamos que siendo nuestro momento social de transición entre el aniquilamiento de un orden envejecido y la implantación de un orden nue- vo, los creadores de belleza deben esforzarse porque su labor presente un aspecto claro de propaganda ideológica en bien del pueblo, haciendo del arte, que actualmente es una manifestación de masturbación individualis- ta, una finalidad de belleza para todos, de educación y de combate. (SOT- PE 24-25)

A la vez que reivindicaron la tradición indígena como fuente de su arte público, firmaron el manifiesto con la declaración “Por el prole- tariado del mundo” (26), trazando una conexión entre la tradición OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 137 mexicana y el proyecto marxista14. De esta manera los muralistas ar- ticularon un proyecto que no solamente representaría una temática revolucionaria, sino que también emplearía una estética consistente con este propósito, accesible al pueblo y entregada al cambio social. La literatura mexicana también fue influida por la Revolución de Octubre. “Muchos jóvenes poetas de la generación de los 1920 re- nunciaron a la vieja temática sentimental para cantar las luchas de los trabajadores y la aurora de un mundo nuevo” (Gill 25). Para estos autores, la literatura rusa habría servido como un ejemplo claro a se- guir dado el lugar prominente de la literatura en la Revolución rusa. Lenin mismo se preocupó por el papel de la literatura, como se de- muestra en sus reflexiones sobre la obra de Tolstoy (Morawski), su comunicación con el escritor Máximo Gorki y su discurso de 1905 en el que hizo un llamado para que la literatura fuera “ruedecita y torni- llo” de la causa proletaria15. Sin embargo, no era aún el momento pa- ra que estos experimentos literarios (a partir de modelos rusos) se concretizaran en un programa definido que echara raíces en el terre- no mexicano. El precepto formal del realismo socialista no se haría sino hasta 1934 y, como observa Barry Carr, durante los años 1920 “[e]l idioma [...] era un grave problema que dificultaba la comunica- ción con el movimiento comunista internacional”, barrera que repre- sentaría una demora en la traducción de muchos de los textos im- portantes de la Comintern (La izquierda 42). Aunque algunos critica- rían el realismo socialista por ser un proyecto literario impuesto por el partido comunista (James x), por lo menos en México, durante es- te período el empleo de un modelo ruso representaba más bien un ejercicio de experimentación con estilos y temas que se asociaban a un proceso de cambio radical. Los textos originales publicados en El Machete, por lo tanto, se podrían clasificar sólo de manera parcial como experimentos del realismo socialista. Además, como los mura- les de Rivera y Siqueiros, la literatura de El Machete buscaría partir de expresiones autóctonas del pueblo mexicano para hacer accesi- ble esta literatura.

El arte público, político y popular

Las páginas de El Machete constituyeron un foro ideal para expe- rimentar con nuevas tendencias literarias orientadas hacia la lucha campesina y obrera; también abrieron un espacio para el arte visual experimental de los muralistas. A pesar de sus declaraciones de hacer un arte para todos, los muralistas estaban conscientes de los límites impuestos por la inaccesibilidad de los edificios públicos a los campesinos y obreros. El Machete, entonces, era su “tarjeta de pre- 138 ROBERT HERR sentación ante [las] masas organizadas del país” (Siqueiros, Me lla- maban 217):

El Machete nos ponía delante de un nuevo espectador [. . .]. Ese nuevo espectador eran las grandes masas obreras, campesinas e indias [...] en vez de los catedráticos y estudiantes universitarios que formaban el único espectador diario de nuestras obras murales. [...] Nuestro nuevo especta- dor, subrayo, era el pueblo y de este pueblo, su parte más consciente, es decir el pueblo obrero y campesino organizado en lo sindicatos industria- les y en las comunidades agrarias. (217)

El periódico se publicó como un mural portátil, fácil de explayar en estos centros de trabajadores y campesinos. El formato se adap- tó específicamente para ser pegado en las paredes, era más grande que otros periódicos y tenía las páginas enumeradas al revés, para que se leyera de izquierda a derecha una vez en la pared (Charlot 250). Mientras su publicación empezó como empresa casera16, al fi- nal del primer año tenía seis mil lectores (Carr, La izquierda 50). El impacto de El Machete en última instancia se demostraría en la re- acción negativa del gobierno mexicano, que amenazó a los artistas con quitarles sus concesiones de pintar murales, si mantenían su publicación (Stein 47). Después de convencer a todos los demás miembros del partido (salvo a Rivera17), Siqueiros optó por El Mache- te, expresando: “Cambiaremos los muros de los edificios públicos por las columnas de este periódico revolucionario” (“Llamamiento al proletariado” 40). Durante los nueve meses que El Machete se publicó bajo la di- rección de los muralistas, el periódico ilustró sus reportajes políticos, manifiestos artísticos y reprobaciones al imperialismo con dramáti- cos grabados y dibujos en rojo y negro. Como describe Alicia Azue- la, este empleo del arte gráfico era imprescindible para hacer llegar su mensaje a un público analfabeta (253). Pero de acuerdo con su proyecto de producir un arte representativo de la tradición nacional, los muralistas también introdujeron corridos para acompañar algu- nas de sus obras de arte gráfico. John Lear señala que la publica- ción de grabados ilustrados por corridos era una práctica ligada a la tradición de periódicos populares de la época anterior a la Revolu- ción. Con un corrido acompañando la gráfica, se lograba una trans- misión más efectiva del mensaje político. “[S]i algunos de los artícu- los más difíciles y didácticos presuponían un lector más sofisticado, las imágenes y los corridos reducían los mensajes del periódico a su mínima y esencial expresión gráfica” (traducción mía, Lear s.n.). Jean Charlot detalla el agudo empleo de esta estrategia, haciendo alusión a un dibujo de Orozco asociado a un poema que satiriza el encuen- tro entre la Secretaría de Educación Pública y una delegación de OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 139

Mussolini (250). Otro ejemplo, descrito por Alicia Azuela, es “La uni- dad del campesino, el soldado y el obrero”, grabado de Siqueiros, acompañado por un corrido de Graciela Amador titulado “La caída de los ricos y la construcción de un nuevo orden” (256). Tal vez el empleo más conocido de esta estrategia de combinar lo visual con lo escrito, sea el lema compuesto por Graciela Amador que se im- primió en la cabecera de cada edición y que fue acompañado por un icónico grabado de una mano alzando un machete, instrumento de lucha y de trabajo por excelencia. Grabado y verso lograron vincular, de manera positiva y sencilla, la lucha militante a las raíces campesi- nas de la Revolución Mexicana.

Con el traslado de El Machete a la dirección del PCM, el perfil es- tético experimentó varios cambios importantes junto con el cambio editorial. Jean Charlot lamenta que el periódico haya sido “curado” del arte: se redujo el tamaño de las hojas y desaparecieron los gra- bados y dibujos (251). La nueva versión se convirtió en un medio pa- ra transmitir noticias sobre las luchas sindicales y la lucha sandinista de Nicaragua, además de ser mecanismo de educación comunista y vocero del PCM. Aunque es difícil trazar los cambios en la redacción del periódico debido a que los artículos se publicaron de manera anónima, es claro que los organizadores principales del SOTPE deja- ron de participar de manera directa. Durante este período de transi- ción se redujo el número de lectores, pero entre abril de 1927 y no- viembre de 1928 éstos crecieron de 3,000 a 11,500 al extenderse el PCM entre los campesinos y obreros en diferentes regiones del país (Carr, La izquierda 51). “El ‘filoso’ (como lo llamaba cariñosamente el 140 ROBERT HERR pueblo)”, recuerda el activista del PCM Mario Gill, “se destacó en el ámbito nacional como el principal agitador, organizador y orientador de las masas revolucionarias… [y] llevó por primera vez al pueblo de México la consigna justa del marxismo-leninismo, la explicación científica de los problemas y señaló el camino para resolverlos” (26). A pesar de los reparos de Charlot, El Machete del PCM no pres- cindió completamente del arte. La mayoría de los dibujos políticos publicados después de esta transición eran pequeños y escuetos. Sin embargo, en la sección “Los cantos del pueblo”, el periódico mantuvo la tradición de incluir corridos, mientras que en “El cuento de ‘El Machete’” introdujo por primera vez relatos cortos, de tamaño apropiado para ser leídos en un periódico. Aunque estas obras care- cen de la viveza visual de los grabados y dibujos de los muralistas, constituyen un intento de hacer del arte un vehículo para trasmitir mensajes políticos a los sectores obreros y campesinos de manera más eficiente.

Los cantos y cuentos de El Machete

Los relatos y versos reunidos en las secciones literarias de El Machete, así como los grabados y dibujos del primer año del perió- dico, tienen un claro papel didáctico. Muchos de los textos repre- sentan preceptos comunistas y exhortan la solidaridad obrera; otros tienen una función de difusión de las luchas sindicalistas y de pro- moción de los emergentes héroes proletarios. Sin embargo, aunque se mantiene la publicación de textos que remiten a formas de expre- sión popular, las referencias a la Revolución Mexicana entran en es- tos textos sólo de manera indirecta. En cambio, la lucha obrera y la Revolución de Octubre son temas centrales en las publicaciones de las secciones “Los cantos del pueblo” y “El cuento de ‘El Machete’”. A la vez, se aprecia un esfuerzo por introducir nuevos estilos asocia- dos al comunismo internacional. Estas dos estrategias –la reasigna- ción de las formas populares de expresión y la nacionalización de estilos importados– representan un esfuerzo por resignificar la no- ción misma de la Revolución para los lectores de El Machete. El corrido tiene una amplia presencia en El Machete, pues repre- senta una clara estrategia para comunicarse con los grupos popula- res e invocar la tradición de lucha mexicana. Esta expresión de arte popular sine qua non había contribuido a la documentación de acon- tecimientos y a la promoción de afinidades políticas entre los com- batientes y las comunidades durante la Revolución Mexicana. Aun- que es una forma de expresión flexible en términos ideológicos (Gi- ménez 21), durante la lucha armada de 1910 el corrido se empleó como “vector ideológico de los grupos subalternos, como signo de OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 141 reconocimiento y de identificación entre los mismos y como archivo de la memoria colectiva” (38). En su estudio del corrido Catalina H. de Giménez identifica tres géneros distintos de corrido: los humorís- ticos, los didácticos y los de protesta popular (35-36). Los corridos publicados en El Machete cabrían en las últimas dos categorías. Al- gunos, como los titulados “Corrido del 7 de noviembre”, “Lenin”, y “Corrido del primero de mayo” (todos compuestos por Graciela Amador) y “La Hoz” de Concepción Michel18, son claros ejemplos del género didáctico. En éstos, se transmite información sobre la Revo- lución de Octubre y la lucha obrera en general. Otros, como el “Co- rrido de Río Bravo, Tamaulipas” y “La huelga del Colorado”, firma- dos por Gerónimo Martínez y M.O. respectivamente, narran impor- tantes momentos de la lucha campesina y obrera, además de de- nunciar contundentemente las condiciones de trabajo en México y del “otro lado”. Al emplear este género asociado a la Revolución Mexicana, los corridos dialogan directamente con la tradición revolucionaria. Sin embargo, a la vez que expresan esta lucha en términos marxistas, la Revolución de 1910 se retrata en estos cantos como un proceso in- acabado. Un ejemplo de este discurso se ve en el corrido “Que todo mundo trabaje” de Concepción Michel. A diferencia de los corridos obviamente didácticos que emplean referencias a la Revolución rusa o a hacen uso de una terminología marxista, éste adopta un lenguaje sencillo y una perspectiva colectiva, como si el cantor fuera uno de los pobres.

En este mundo tenemos tres clases de endemoniados, sus nombres voy a decirles, póngame mucho cuidado.

Los primeros son los frailes, los segundos hacendados los terceros son los ricos y todos son desalmados.

Dicen que nos dan el cielo y que nos dan caridad y que nos hacen justicia, y nada es lo que nos dan. (3)

La denuncia general a todos los que no trabajan refleja una orien- tación sutilmente marxista, pero en esta trinidad de “desalmados” el corrido contextualiza esta lucha dentro de un marco mexicano. La referencia a los frailes remite a la guerra cristera, mientras el repudio a los hacendados y ricos (como dos clases distintas) parecería invo- 142 ROBERT HERR car la lucha obrera y la campesina. Es más, el corrido descalifica la noción de que estos tres grupos escucharán las demandas de los pobres, exhortando el trabajo colectivo en su lugar para empezar a resolver los problemas. Los textos en verso publicados en “Los cantos del pueblo” em- plearon formas de expresión popular para transmitir una orientación revolucionaria más radical, pero en la sección “El cuento de ‘El Ma- chete’” se difundieron textos más afines a una literatura proletaria internacional. En esta sección aparecieron relatos reeditados de es- critores rusos, como Máximo Gorki, Boris Pilniak y Antón Chejov, y de autores proletarios de otros países europeos. Como en el caso de los corridos, algunos de estos textos son de naturaleza informativa; un ejemplo es el relato “¡Lenin murió!”, de G. Demidyuk. Otros, como “Otra vez el diablo” de Máximo Gorki, tuvieron la función de introdu- cir a los lectores mexicanos a la literatura de los célebres autores de la Revolución rusa por primera vez. Este cuento de corte fantástico es también una alegoría del papel de los intelectuales en el proceso revolucionario. Gorki narra la visita del diablo a un intelectual, Ivan Ivanov, quien sólo apoya el cambio social hasta que se ven afecta- dos sus propios intereses. El diablo desafía las nociones de Ivan Iva- nov al describir un porvenir socialista y al proletariado apropiándose de los medios de producción. Al igual que los relatos de autores internacionales, los cuentos mexicanos publicados en El Machete reivindican la lucha proletaria y abanderan una ideología revolucionaria más radical. En “¡Salud, compañero!” de XX. Villegas, se presenta una fábula socialista sobre la apropiación de la plusvalía de la producción; en “Cosechando” de Ricardo Flores Magón, cuento publicado originalmente en Regene- ración, un caminante se encuentra con campesinos y obreros al lado del camino quienes han levantado “malas cosechas” a pesar de su buena conducta, su trabajo honrado y hasta su apoyo a la revolución maderista. Al final, el caminante llega a la conclusión de que es el sistema capitalista el que determina la naturaleza de estas cosechas y que sólo cuando el pueblo despierte y lleve a cabo una verdadera revolución, cosechará “Pan, Tierra y Libertad para todos” (3). La re- edición de este texto de 1911 tiene el efecto, para los lectores mexi- canos de 1928, de renovar la lección del magonismo que veía con escepticismo el reformismo de los líderes revolucionarios burgueses, y de invocar la noción de una revolución incompleta. Además de funcionar como medio de propaganda política, la publicación de es- tos textos mexicanos al lado de los cuentos rusos destaca la tradi- ción revolucionaria de la literatura mexicana y la sitúa dentro de un naciente canon internacional. OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 143

Más allá de la función didáctica y de proselitismo comunista, las obras literarias también sirvieron para hacer la crónica del movimien- to obrero en México. Durante 1928 El Machete cubrió la lucha sindi- calista de los mineros de Jalisco, donde David Alfaro Siqueiros y Graciela Amador fungieron de organizadores. Por varios meses el periódico suplementó su reportaje con la publicación de unos veinte cuentos, crónicas y corridos relacionados a esta importante huelga. En marzo de 1928 los mineros de la Compañía Minera La Piedra Bo- la entraron en huelga, en protesta por el “reajuste” –o despido– de cien trabajadores. En la primera plana de sus siguientes ediciones, El Machete informó sobre la huelga solicitó solidaridad entre sus lecto- res y denunció los actos de opresión en contra de los mineros, inclu- yendo el uso de esquiroles y la quema de casas. Al lado de este re- portaje, se publicó en el periódico un corrido titulado “El reajuste” (firmado con las siglas M.A.M.19), donde se informa de las causas principales de la huelga:

Dicen que van al reajuste, dizque no ganan dinero, ¡Uy, ay, ay! A que patrones tan majes eso es mole en el dedo ¡Uy, ay, ay, que risa me da!

Dizque el reajuste se impone por un negocio incosteable ¡Uy, ay, ay! Esa es canción conocida de todos los industriales ¡Uy, ay, ay que risa me da!

Les fracasó la intentona con sus Gómez y Serranos, ¡Uy, ay, ay! y ahora maniobran reajustes, pero maniobran en vano ¡Uy, ay, ay que risa me da! (3)

Con tono desafiante, el corrido niega el razonamiento detrás del reajuste y contextualiza las acciones de la empresa dentro de la polí- tica nacional y del estado de Jalisco, citando la rebelión fallida de los generales Gómez y Serrano20. La mayoría de los textos sobre las comunidades mineras –o los “minerales”– de Jalisco, sin embargo, 144 ROBERT HERR fueron escritos por Graciela Amador, entre sus numerosas labores como organizadora.

Los relatos “minerales” de Graciela Amador

Entre octubre de 1927 y julio de 1928, durante los meses inten- sos de la lucha sindicalista, se publicó en la sección “El cuento de ‘El Machete’” una serie de relatos breves de Graciela Amador sobre las comunidades mineras. Presentados en El Machete como parte de un libro titulado Las montañas de la muerte, los textos plasman las im- presiones de Amador al trabajar como organizadora sindicalista, jun- to a su esposo David Alfaro Siqueiros21. Según la introducción a los textos, el libro de Amador fue “inspirado en la vida de los minerales de Jalisco, que la autora conoce profundamente por haber tomado parte en la organización de la Federación de Sindicatos Mineros” (“Las montañas” 3). El trabajo de Amador y Siqueiros en las comuni- dades mineras inició en 1925 cuando la pareja se mudó al estado de Jalisco para aprovechar el ambiente favorable a la organización obrera, fomentado por el gobernador progresista José Guadalupe Zuno. En este contexto, muchos sindicatos se habían organizado en Cinco Minas, Piedra Bola y Amparo, entre otras empresas mineras (González Navarro 504). Como representante de la Liga Anti- imperialista, Siqueiros contribuyó a la formación de federaciones en- tre los distintos sindicatos, además de reclutar miembros para el PCM (Carr, La izquierda 45). Amador se dedicó a la organización sindical entre las mujeres, como describe en sus memorias: “Formé los primeros Centros Revolucionarios de mujeres que tan valiosa ayuda nos prestaron en aquellos tormentosos años de verdadero heroísmo” (“Mi vida” 48). Los relatos de Las montañas de la muerte describen las condi- ciones de trabajo, la opresión y el estado de miseria entre los traba- jadores y sus familias. Debido a que su producción se dio en medio de las múltiples actividades políticas y sociales de la autora, la ma- yoría de ellos son cortos, “apuntes a vuela pluma”, como describe el escritor Juan de la Cabada (iv). A pesar de su brevedad, la economía del lenguaje de la autora permite manifestar en términos sencillos y viscerales la brutalidad del trabajo minero y la miseria en que viven sus familias. Algunos de los temas que Amador desarrolla son la ex- plotación del trabajo minero, la falta de protección social y la de los gerentes ricos, además de la solidaridad entre los obreros y el heroísmo de trabajadores mártires. En estos relatos, se percibe la perspectiva de un narrador que reacciona ante la brutalidad de estos cuadros y hace comentarios cargados de amarga ironía. Este estilo narrativo, sin embargo, no resalta la experiencia individual del narra- OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 145 dor, sino simplemente provee al lector con un testigo de una situa- ción atroz, para así promover una consciencia moral en El Machete. La enfermedad y la muerte son temas comunes en estos cuen- tos, pues representan la tragedia final del minero. “El ‘Cascado’” tra- ta de la muerte de un minero que sufre de tuberculosis, enfermedad que Amador describe irónicamente como la única recompensa segu- ra de los años de trabajo. Dámaso Vargas, el protagonista minero, es caracterizado en términos de un realismo grotesco, haciendo énfasis en su estado físico decaído, en los síntomas repugnantes y en su eventual fallecimiento.

Tenía 38 años, pero aparentaba 60. La piel como pellejo de tambor, amari- llenta y opaca, forraba el esqueleto. La carne había desaparecido. Lo úni- co que denotaba vida en aquel pobre ser eran los enormes ojos encajados en cuencas moradas y que a veces brillaban por la fiebre. Dámaso Vargas tosía sin cesar, arrojando enormes cuajarones de pus que en el acto se cubrían de negros moscardones.…¡Aquel cadáver ambulante hacía tan sólo cinco años que entrara a la mina sano y fuerte!... Un día con otro moriría. Era cuestión de horas. (3)

Vargas expira mientras su esposa muele el nixtamal y prepara el almuerzo; esta escena da cuenta de la experiencia cotidiana de la muerte en los “minerales”. La responsabilidad de la muerte de Var- gas recae claramente en la empresa minera por no proveer las más- caras protectoras (en tono irónico, el narrador lamenta que los ex- plotadores deberían ser “inmensamente pobres [para] no hacer tal desembolso”), sin embargo, la empresa no es capaz de contribuir si quiera para el ataúd. Tal manifestación de codicia desata la rabia de los vecinos de Vargas. Consecuente con su papel de organizadora de mujeres, la pers- pectiva de los relatos de Amador muchas veces se concentra en las parejas de los mineros y en sus hijos, quienes sufren la pobreza y el abandono después de la muerte o de la discapacidad. En “El ‘Cas- cado’” es la mujer de Vargas quien se queda con la responsabilidad del entierro y de los niños, mientras que en otro relato, “”, es la esposa de Pablo Sánchez quien aboga ante el médico por un re- medio cuando el minero pierde la vista. Ella toma la iniciativa para defender a su familia cuando pide a la empresa que les recompense por la discapacidad de su marido, aunque sabe de antemano que no puede esperar nada de ésta: “¡La Empresa! ¡Esperar algo de ella! ¿A quiénes había indemnizado? ¿No estaban los cementerios henchi- dos de cadáveres y las viudas y los huérfanos llorando de miseria? ¡¡La Empresa!!” (3) El efecto del trabajo minero en la familia también se retrata en “El Niño Muerto”. El niño protagonista, Félix Ortiz, es picado por un alacrán, una de muchas “enfermedades profesiona- 146 ROBERT HERR les” que abundan en la comunidad, y los médicos de la empresa só- lo lo tratan con pastillas de clorato que, a pesar de ser remedio inútil, es el único que dispensan a los mineros. A pesar de este énfasis en presentar la situación precaria de las familias mineras, estos cuentos no siempre terminan en tragedia. En “Los Dos Partos” Ambrosia Pé- rez, viuda de un minero cascado, da luz a un niño a quien bautiza con el nombre de Damián Pérez, como su padre. El empleo del mis- mo nombre sugiere una genealogía, la del patrón de explotación y muerte que se transmite de padre a hijo, y que posiblemente des- embocará de nuevo en la muerte. Sin embargo, un rayo de luz emer- ge al final del relato con el parto inesperado de seis cochinitos, dán- dole a la familia un pequeño sustento para vivir. Hay pocos ejemplos de acontecimientos alentadores en estos textos que se limitan principalmente a representar la organización obrera y a alegorizar un futuro prometedor con una verdadera revo- lución y bajo un orden comunista. En “Esperanza” y “Futuro” Ama- dor da ejemplos de manifestaciones obreras, incluyendo aquí una cantidad de consignas y alusiones a la organización del sindicato y a la bandera roja. En un breve relato, “Incendio”, se compara la revo- lución con un incendio forestal: “¡Así es la revolución! Avanza, avan- za, extinguiéndose a ratos, para luego surgir más potente. Las repre- siones brutales de los esbirros parecen sofocarla, pero nuevas ra- chas de fe y de entusiasmo la avivan y enardecen. Es un fuego que nada ni nadie podrá extinguir hasta que no cumpla su misión purifi- cadora” (3). En vez de celebrar los triunfos de la organización obrera, Amador honra en sus escritos a los mártires de la causa y da cuenta del sal- do de la lucha sindicalista en la zona minera de Jalisco. Durante ese período existía un ambiente rarificado, debido en parte a que los sindicatos radicales desafiaban a los sindicatos oficiales, y en parte a la guerra cristera. En sus memorias, Amador caracteriza la dificul- tad de la organización obrera en este ambiente tenso y recuerda el costo de sus esfuerzos: “Tuvimos bajas irreparables: José Díaz, obrero anarquista balaceado misteriosamente en una callejuela de Cinco Minas; Pedro Ruiz, asesinado de la manera más cobarde de yendo para La Mazata” (“Mi vida” 48). El Machete publicó varios tex- tos de Amador escritos en honor a Pedro Ruiz y José Díaz. En uno, Amador provee un retrato sensible de Pedro Ruiz (comentando su costumbre juguetona de andar siempre con una resortera) y una descripción dolorosa de la reacción entre los demás organizadores del sindicato ante su muerte. En este relato y en un corrido dedicado al minero, Amador recurre a la simbología católica para retratar el martirio del minero, quien se convierte en una especie de cristo pro- OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 147 letario. El “Corrido de Pedro Ruiz”, uno de sus corridos más poéti- cos, empieza con esta introducción del organizador sindical:

Aquí tiene compañero la vida de Pedro Ruiz, de ese mártir proletario que supo morir por ti. (3)

En el relato titulado “Pedro Ruiz”, Amador se apropia del discurso religioso para desarrollar esta visión del mártir proletario. Según la narración de Amador, al ser emboscado por los cristeros, Pedro Ruiz invoca la religión de sus atacantes para intentar razonar con ellos: “¡Ustedes, cristianos, van a matarme y van a matar precisamente a un hombre perseguido de los poderosos por defender la causa de los pobres!” (5). Los cristeros, sin embargo, rechazan el uso de la palabra y al grito de “Estos rojos tienen mucha verba”, lo fusilan a sangre fría. El relato termina con una última alusión al martirio de Cristo proyectado sobre el protagonista: un caminante pasa por donde yace el cuerpo moribundo de Pedro Ruiz y escucha su lamen- to pidiendo un vaso de agua. Símbolo de la justa causa de la lucha proletaria, Pedro Ruiz se convierte en estos textos en héroe capaz de suplantar tanto a los héroes oficiales como a los católicos.

Conclusión

Los relatos de la serie minera de Graciela Amador, los corridos en honor a la lucha obrera y los cuentos sobre el marxismo-leninismo sirvieron como armas ideológicas dentro del proyecto político de El Machete entre 1925 y 1929. Acompañados de obras literarias que celebran la Revolución rusa, los textos literarios de El Machete ex- presan la necesidad de realizar cambios más radicales en México y a la vez ofrecen una ideología revolucionaria más en línea con el co- munismo internacional. Esta visión de la Revolución Mexicana debe contrastarse con aquellas obras que habrían de asociarse con este evento histórico en años posteriores. Sin embargo, a diferencia del impacto social y cultural del arte gráfico de los muralistas, los cantos y corridos publicados en El Machete no tuvieron repercusiones ma- yores en los debates sobre la literatura emblemática de la Revolu- ción Mexicana. El redescubrimiento de Los de abajo desataría la pu- blicación de gran cantidad de obras sobre los eventos iniciados en 1910, y su peso en las letras mexicanas desplazaría hasta las inno- vaciones estilísticas de los Estridentistas y de los Contemporáneos. Las obras literarias en El Machete, sin embargo, representan un momento de experimentación durante este período en que la noción de “literatura revolucionaria” todavía no se asociaba con los precep- 148 ROBERT HERR tos formales del Comintern o con los autores célebres de la literatura mexicana. En 1929 El Machete pasó a la clandestinidad debido a la repre- sión oficial. Aunque se mantuvo la publicación y difusión del periódi- co bajo el título de El Machete Ilegal, el PCM estableció La Voz de México como su órgano oficial al emerger en 1934 como organiza- ción legal. El mismo año se fundaría la revista literaria Frente a frente que establecería una relación más estrecha entre escritores mexica- nos y la literatura de un movimiento comunista internacional bajo los preceptos del realismo socialista. Debido al estado naciente de su proyecto literario durante los años 1920, es difícil medir la influencia de El Machete en los proyectos posteriores. Sin embargo, es posible que estos textos hayan dejado huella en la literatura de José Revuel- tas, lector ávido del periódico y hermano de uno de los muralistas en el SOTPE, Fermín Revueltas. Trazar esta historia de influencias de- ntro de la izquierda mexicana y los movimientos populares es toda- vía un proyecto por hacer, uno que quizás definiría mejor el uso de la literatura revolucionaria, desde los cuentos de Ricardo Flores Magón hasta los actuales escritos literarios del Subcomandante Marcos.

NOTAS:

1. La fase armada de la Revolución Mexicana entre 1910 y 1920 fue tema cen- tral de un grupo de novelas escritas durante los años de guerra y en las dé- cadas posteriores. La crítica ha reconocido Los de abajo (1915) de Mariano Azuela como obra ejemplar del género, además de ser una de las primeras novelas escritas sobre el tema, aunque ésta permaneció casi olvidada hasta 1924. El redescubrimiento de esta novela y la publicación de El águila y la serpiente (1928) y La sombra del caudillo (1929), ambas de Martín Luis Guz- mán, estimularían una gran cantidad de obras durante los años 1920 y 30 que definirían la producción literaria en México. Para una definición y resumen de este proceso, véase Rutherford. 2. A pesar del discurso progresista de los gobernantes pos-revolucionarios y de los esfuerzos por incorporar a los sectores de trabajadores dentro del sistema corporatista, a mediados de los años 1920, emergieron tensiones entre los obreros organizados y el gobierno federal. Las alianzas forjadas con los sec- tores organizados durante la administración de Álvaro Obregón (1920-1924) se deterioraron hacia finales de su gobierno, y la administración de Plutarco Elías Calles (1924-1928) tendría que enfrentar conflictos con sindicatos más radicales (Gonzales 186-7). La postura crítica de El Machete se aprecia en cabeceras como ésta, del 20 al 27 de noviembre de 1924: “Calles con los Trabajadores y Calles con los Banqueros” (1). 3. Siqueiros lanza una larga invectiva en el primer número de El Machete con la siguiente caracterización de los escritores: “Y es que en México, en donde el pueblo es tan viril como el mejor del mundo, los intelectuales (quiero referirme OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 149

particularmente a los literatos, como entidad social) son, como todos los de su especie latinoamericanos, lo más servil que exista en toda la redondez de la Tierra; viven lamiendo los pies (y hasta más arriba) a los ricos y a los fuer- tes” (“Al margen” 3). Esta condenación alude al debate que se generó durante 1924 y 1925 en El Universal Ilustrado. Al lamentar el empleo de estilos euro- peos y temas sentimentales, algunos intelectuales promovieron el desarrollo de una literatura que demostrara el espíritu combativo y “viril” de la época re- volucionaria. Para un resumen de este debate, véase Schneider. 4. Éstas aparecieron en la página tres de cada edición. “Los cantos del pueblo”, en la esquina izquierda superior y “El cuento de ‘El Machete’”, en la parte in- ferior. 5. Además de las destacadas revistas de los Contemporáneos, Ulises (1927-28) y Contemporáneos (1928-31), se publicaron durante este período y un poco después Crisol (1929-34) y Frente a frente (1934-38). Véase Gabriela Espino- sa sobre Crisol y Edith Negrín y Alicia Azuela sobre Frente a Frente. Para una lista parcial de las revistas culturales y literarias de este período véase Merlin H. Foster. 6. En su artículo “The Bloomsbury Fraction”, Raymond Williams demuestra có- mo se puede identificar un carácter de sociabilidad común entre un grupo de autores en torno a las revistas o a círculos de amigos. Estas asociaciones pueden constituirse en un ente significante en términos literarios, aún cuando no exista un manifiesto explícito de principios artísticos. 7. El presente estudio se basa principalmente en una copia en microfilm de una serie incompleta de El Machete. Todavía falta realizar una investigación más extensa de la publicación literaria en este periódico. 8. Dos excelentes estudios tratan El Machete bajo el SOTPE: Alicia Azuela, que analiza los dibujos y grabados de El Machete y Frente a frente y John Lear, que se enfoca exclusivamente en El Machete para ofrecer no sólo un análisis del arte gráfico de los muralistas sino también un valioso panorama histórico del primer año del periódico. Sin embargo, el enfoque de estos dos estudios no abarca la publicación de El Machete bajo el PCM. 9. Françoise Perus explora cómo la crítica literaria ha ignorado este género de literatura, importante en América Latina durante la época: “Antes que un olvi- do total, lo que parece caracterizar la situación actual de la llamada narrativa social de los años veinte a los cincuenta, es su marcado desprestigio ante la crítica especializada” (73). 10. Graciela Amador Sandoval (1892?-1961), también conocida por el apodo “Gachita”, desempeñó el papel de redactora y administradora de El Machete y participó como organizadora de las huelgas mineras en Jalisco. La mayor parte de la escasa información disponible sobre su vida se limita a lo referen- te a su matrimonio con David Alfaro Sequeiros; no obstante, Graciela Amador también fue pianista, recolectora y compositora de corridos y escritora de obras de teatro infantil. Trabajó con la Secretaría de Educación Pública como directora y animadora de una campaña pedagógica de teatro guiñol y, hacia finales de su vida, su “Teatro Cucurucho” fue transmitido por televisión todos los domingos en el canal 5 de . 11. Al publicar su obra Tinísima, Elena Ponitowska comentó sobre este doble ol- vido de las mujeres comunistas. Pregunta la autora, “¿[o] alguien recuerda a 150 ROBERT HERR

Barrón de Lumbreras, a María Luisa Carrillo, a Gachita Amador, a Luz Ardiza- na, a la primera esposa de Valentín Campa, a Laurita Vallejo?” (s.n.). 12. Como afirma Mario Gill, con la Revolución de Octubre, “‘llovía sobre mojado’” en México. La circulación de ideas anarco-sindicales por los fundadores de la Casa del Obrero Mundial y los límites que la Constitución estableció sobre la propiedad privada, prepararon el camino para la recepción de las ideas del marxismo. “Los nuevos conceptos políticos hallaron un campo fértil y abana- do, particularmente entre los sectores explotados que habían sobrellevado el peso principal de la lucha armada” (16). 13. Según Barry Carr el PCM tenía 191 miembros registrados en 1925, pero cre- ció a 600 en 1927 y a 1,500 en 1929 (La izquierda 25). Carr describe el papel de los artistas e intelectuales de esta manera: “La influencia del PCM durante los años veinte (y aún después) fue mucho mayor de lo que sugieren su esca- so número de miembros y sus limitados logros en el movimiento obrero y campesino. En parte, esto fue resultado de la identificación del partido con los movimientos vanguardistas artísticos y culturales que se inició a los pocos años de la fundación del partido” (48). 14. Cabe señalar aquí las “ambigüedades” del muralismo, como Barry Carr apun- ta, al exaltar el comunismo y a los héroes de la Revolución Mexicana en los edificios públicos del Estado mexicano. “Los muralistas del PCM desafiaron a la vez que confirmaron las metas estatales [de crear una cultura popular que uniría la lealtad del pueblo a la defensa del estado]” (traducción mía, “Marxism’s Contribution” 345). 15. En este discurso de 1905 Lenin estableció las líneas generales de una litera- tura socialista: “La literatura debe convertirse en una parte de la causa gene- ral del proletariado, ser ‘ruedecita y tornillo’ del gran mecanismo social- demócrata, uno e indivisible, puesto en movimiento por la totalidad de la vanguardia consciente de toda la clase obrera” (s.n.). 16. Xavier Guerrero recuerda cómo los muralistas mismos desempeñaron todos los roles involucrados en el proceso de publicación, desde el diseño de los grabados, la redacción de los artículos, la impresión y el doblado del periódi- co y hasta hicieron las entregas muy temprano por la mañana (Charlot 250- 251). 17. La disputa sobre la decisión de mantener el periódico resultaría en la expul- sión de Rivera del SOTPE (Stein 50). 18. Como Graciela Amador, Concepción Michel también fue recolectora y com- positora de corridos. 19. Las siglas M.A.M. podrían referirse a Marco A. Montero, autor de otros corri- dos publicados en El Machete. 20. En 1927, antes de las elecciones presidenciales de 1928, el General Arnulfo R. Gómez y el General Francisco Serrano se declararon en rebelión contra el presidente Calles y el ex-presidente Obregón (quien maniobraba para reele- girse como presidente). Gómez y Serrano fueron ejecutados, pero este desa- fío militar tuvo un impacto negativo en la campaña contra los cristeros (Pur- nell 86), quizás motivo por el cual el autor de “El Reajuste” identifique los ge- nerales con las políticas derechistas en el estado de Jalisco. 21. A pesar de la referencia a Las montañas de la muerte en El Machete y a su alusión en las memorias de Amador publicadas en la revista Hoy bajo el título OBRAS LITERARIAS Y REVOLUCIONARIAS EN EL MACHETE 151

“Mi vida con Sequeiros”, este texto de Amador está sin catalogar y es inac- cesible.

OBRAS CITADAS:

Alfaro Siqueiros, David. “Al margen del manifiesto del Sindicato de Pintores y Es- cultores”. El Machete (1-15 marzo 1924): 3. ---. “Llamamiento al proletariado”. Palabras de Siqueiros. Ed. Raquel Tibol. Méxi- co: Fondo de Cultura Económica, 1996. 40-41. ---. Me llamaban el Coronelazo. México: Grijalbo, 1977. Amador, Graciela. “El ‘Cascado’”. El Machete 21 abril 1928: 3. ---. “El Ciego”. El Machete 12 mayo 1928: 3. ---. “Corrido de Pedro Ruiz”. El Machete 7 enero 1928: 3. ---. “Corrido del primero de mayo”. El Machete 1 mayo 1929: 3. ---. “Corrido del 7 de noviembre”. El Machete 5 noviembre 1928: 7. ---. “Los Dos Partos”. El Machete 19 mayo 1928: 3. ---. “Esperanza”. El Machete 22 octubre 1927: 3. ---. “Futuro”. El Machete 7 abril 1928: 3. ---. “Incendio”. El Machete 30 marzo 1929: 3. ---. “Lenin”. El Machete 21 enero 1928: 3. ---. “Mi vida con Siqueiros”. Hoy 20 marzo 1948: 48-50. ---. “El Niño Muerto”. El Machete 18 de febrero de 1928: 3. ---. “Pedro Ruiz”. El Machete 17 de marzo de1928: 5. Azuela, Alicia. “Graphics of the Mexican Left, 1924-1938. Art Journals on the Poli- tical Front, 1910-1940. Ed. Virginia Carol Hagelstein Marquart. Gainseville: UP of Florida, 1997. 247-268. Cabada, Juan de la. Presentación. “7 Corridos, 1 Reportaje y 20 Cuentos de Gra- ciela Amador”. Ed. Raquel Tibol. Historia y sociedad 10 (verano 1967). Suple- mento 4. iii-v. “Calles con los Trabajadores y Calles con los Banqueros”. El Machete (20-27 no- viembre 1924: 1. Carr, Barry. “The Fate of the Vanguard under a Revolutionary State: Marxism’s Contribution to the Construction of the Great Arch”. Everyday Forms of State Formation. Eds. Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent. Durham: Duke UP, 1994. 326-352. ---. La izquierda mexicana a través del siglo XX. Trad. Paloma Villegas. México: Ediciones Era, 1996. Charlot, Jean. The Mexican Mural Renaissance: 1920-1925. New Haven: Yale UP, 1963. Demidyuk, G., “¡Lenin Murió……!!” Trad. T. Susay. El Machete 21 enero 1928: 3. Espinosa, Gabriela. “Intelectuales orgánicos y revolución mexicana: Crisol (1929- 1934)”. Revista Iberoamericana 208-209 (2004): 795-810. Flores Magón, Ricardo. “Cosechando”. El Machete 11 febrero 1928: 3. Foster, Merlin H. An Index to Mexican Literary Periodicals. New York: The Scare- crow press, Inc., 1966 Gill, Mario. “El impacto de la Revolución de Octubre en México”. México y la Revo- lución de Octubre. Ed. Mario Gill. México: Ediciones de Cultura Popular, 1975. 15-31. Giménez, Catalina H. de. Así cantaban la revolución. México: Grijalbo, 1991. Gonzales, Michael J. The Mexican Revolution 1910-1940. Albuquerque: U of New Mexico P, 2002. 152 ROBERT HERR

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1 La fase armada de la Revolución Mexicana entre 1910 y 1920 fue tema central de un grupo de novelas escritas durante los años de guerra y en las décadas posteriores. La crítica ha reconocido Los de abajo (1915) de Mariano Azuela como obra ejemplar del género, además de ser una de las primeras novelas escritas sobre el tema, aunque ésta permaneció casi olvidada hasta 1924. El redescubrimiento de esta novela y la publicación de El águila y la serpiente (1928) y La sombra del caudillo (1929), ambas de Martín Luis Guzmán, estimularían una gran cantidad de obras durante los años 1920 y 30 que definirían la producción literaria en México. Para una definición y resumen de este proceso, véase Rutherford. 2 A pesar del discurso progresista de los gobernantes pos-revolucionarios y de los esfuerzos por incorporar a los sectores de trabajadores dentro del sistema corporatista, a mediados de los años 1920, emergieron tensiones entre los obreros organizados y el gobierno federal. Las alianzas forjadas con los sectores organizados durante la administración de Álvaro Obregón (1920-1924) se deterioraron hacia finales de su gobierno, y la administración de Plutarco Elías Calles (1924-1928) tendría que enfrentar conflictos con sindicatos más radicales (Gonzales 186-7). La postura crítica de El Machete se aprecia en cabeceras como ésta, del 20 al 27 de noviembre de 1924: “Calles con los Trabajadores y Calles con los Banqueros” (1). 3 Siqueiros lanza una larga invectiva en el primer número de El Machete con la siguiente caracterización de los escritores: “Y es que en México, en donde el pueblo es tan viril como el mejor del mundo, los intelectuales (quiero referirme particularmente a los literatos, como entidad social) son, como todos los de su especie latinoamericanos, lo más servil que exista en toda la redondez de la Tierra; viven lamiendo los pies (y hasta más arriba) a los ricos y a los fuertes” (“Al margen” 3). Esta condenación alude al debate que se generó durante 1924 y 1925 en El Universal Ilustrado. Al lamentar el empleo de estilos europeos y temas sentimentales, algunos intelectuales promovieron el desarrollo de una literatura que demostrara el espíritu combativo y “viril” de la época revolucionaria. Para un resumen de este debate, véase Schneider. 4 Éstas aparecieron en la página tres de cada edición. “Los cantos del pueblo”, en la esquina izquierda superior y “El cuento de ‘El Machete’”, en la parte inferior. 5 Además de las destacadas revistas de los Contemporáneos, Ulises (1927-28) y Contemporáneos (1928-31), se publicaron durante este período y un poco después Crisol (1929-34) y Frente a frente (1934-38). Véase Gabriela Espinosa sobre Crisol y Edith Negrín y Alicia Azuela sobre Frente a Frente. Para una lista parcial de las revistas culturales y literarias de este período véase Merlin H. Foster. 6 En su artículo “The Bloomsbury Fraction”, Raymond Williams demuestra cómo se puede identificar un carácter de sociabilidad común entre un grupo de autores en torno a las revistas o a círculos de amigos. Estas asociaciones pueden constituirse en un ente significante en términos literarios, aún cuando no exista un manifiesto explícito de principios artísticos. 7 El presente estudio se basa principalmente en una copia en microfilm de una serie incompleta de El Machete. Todavía falta realizar una investigación más extensa de la publicación literaria en este periódico. 8 Dos excelentes estudios tratan El Machete bajo el SOTPE: Alicia Azuela, que analiza los dibujos y grabados de El Machete y Frente a frente y John Lear, que se enfoca exclusivamente en El Machete para ofrecer no sólo un análisis del arte gráfico de los muralistas sino también un valioso panorama histórico del primer año del periódico. Sin embargo, el enfoque de estos dos estudios no abarca la publicación de El Machete bajo el PCM. 9 Françoise Perus explora cómo la crítica literaria ha ignorado este género de literatura, importante en América Latina durante la época: “Antes que un olvido total, lo que parece caracterizar la situación actual de la llamada narrativa social de los años veinte a los cincuenta, es su marcado desprestigio ante la crítica especializada” (73). 10 Graciela Amador Sandoval (1892?-1961), también conocida por el apodo “Gachita”, desempeñó el papel de redactora y administradora de El Machete y participó como organizadora de las huelgas mineras en Jalisco. La mayor parte de la escasa información disponible sobre su vida se limita a lo referente a su matrimonio con David Alfaro Sequeiros; no obstante, Graciela Amador también fue pianista, recolectora y compositora de corridos y escritora de obras de teatro infantil. Trabajó con la Secretaría de Educación Pública como directora y animadora de una campaña pedagógica de teatro guiñol y, hacia finales de su vida, su “Teatro Cucurucho” fue transmitido por televisión todos los domingos en el canal 5 de Televisa. 11 Al publicar su obra Tinísima, Elena Ponitowska comentó sobre este doble olvido de las mujeres comunistas. Pregunta la autora, “¿[o] alguien recuerda a Barrón de Lumbreras, a María Luisa Carrillo, a Gachita Amador, a Luz Ardizana, a la primera esposa de Valentín Campa, a Laurita Vallejo?” (s.n.). 12 Como afirma Mario Gill, con la Revolución de Octubre, “‘llovía sobre mojado’” en México. La circulación de ideas anarco-sindicales por los fundadores de la Casa del Obrero Mundial y los límites que la Constitución estableció sobre la propiedad privada, prepararon el camino para la recepción de las ideas del marxismo. “Los nuevos conceptos políticos hallaron un campo fértil y abanado, particularmente entre los sectores explotados que habían sobrellevado el peso principal de la lucha armada” (16). 13 Según Barry Carr el PCM tenía 191 miembros registrados en 1925, pero creció a 600 en 1927 y a 1,500 en 1929 (La izquierda 25). Carr describe el papel de los artistas e intelectuales de esta manera: “La influencia del PCM durante los años veinte (y aún después) fue mucho mayor de lo que sugieren su escaso número de miembros y sus limitados logros en el movimiento obrero y campesino. En parte, esto fue resultado de la identificación del partido con los movimientos vanguardistas artísticos y culturales que se inició a los pocos años de la fundación del partido” (48). 14 Cabe señalar aquí las “ambigüedades” del muralismo, como Barry Carr apunta, al exaltar el comunismo y a los héroes de la Revolución Mexicana en los edificios públicos del Estado mexicano. “Los muralistas del PCM desafiaron a la vez que confirmaron las metas estatales [de crear una cultura popular que uniría la lealtad del pueblo a la defensa del estado]” (traducción mía, “Marxism’s Contribution” 345). 15 En este discurso de 1905 Lenin estableció las líneas generales de una literatura socialista: “La literatura debe convertirse en una parte de la causa general del proletariado, ser ‘ruedecita y tornillo’ del gran mecanismo social-demócrata, uno e indivisible, puesto en movimiento por la totalidad de la vanguardia consciente de toda la clase obrera” (s.n.). 16 Xavier Guerrero recuerda cómo los muralistas mismos desempeñaron todos los roles involucrados en el proceso de publicación, desde el diseño de los grabados, la redacción de los artículos, la impresión y el doblado del periódico y hasta hicieron las entregas muy temprano por la mañana (Charlot 250-251). 17 La disputa sobre la decisión de mantener el periódico resultaría en la expulsión de Rivera del SOTPE (Stein 50). 18 Como Graciela Amador, Concepción Michel también fue recolectora y compositora de corridos. 19 Las siglas M.A.M. podrían referirse a Marco A. Montero, autor de otros corridos publicados en El Machete. 20 En 1927, antes de las elecciones presidenciales de 1928, el General Arnulfo R. Gómez y el General Francisco Serrano se declararon en rebelión contra el presidente Calles y el ex-presidente Obregón (quien maniobraba para reelegirse como presidente). Gómez y Serrano fueron ejecutados, pero este desafío militar tuvo un impacto negativo en la campaña contra los cristeros (Purnell 86), quizás motivo por el cual el autor de “El Reajuste” identifique los generales con las políticas derechistas en el estado de Jalisco. 21 A pesar de la referencia a Las montañas de la muerte en El Machete y a su alusión en las memorias de Amador publicadas en la revista Hoy bajo el título “Mi vida con Sequeiros”, este texto de Amador está sin catalogar y es inaccesible.