ANDRES BELLO

UN HISPANOAMERICANO EN LONDRES A COMIENZOS DEL SIGLO XIX

por JORGE OLAVARRIA Embajador de Venezuela en Gran Rretaña

I SEIS EMBAJADORES RENDIMOS lógicos. Su obra Análisis ideológico de los tiempos Caracas, salió casi intacta de Londres veinte años HOMENAJE EN LONDRES de la Conjugación , según testimonio después. La verdad —por supuesto— está un A ANDRES BELLO propio, ya la tenía antes de 1810. Sus veinte poco entre estos dos extremos. Yo hago mío el años en Londres transcurren en medio de corres­ juicio de un gran bellista: Pedro Grases, el cual, ¿Cómo pronunciarían su nombre? La doble pondencias con sabios españoles, relaciones con no sin una pizca de picara ironía, se lamenta de no «11» en castellano se pronuncia como la y «griegas- estudiosos españoles, liberales españoles venidos poder disponer de un procedimiento para pesar pero en inglés suena como «ele» sencilla... o más a Londres como consecuencia de los sucesos de en un platillo los conocimientos del Bello de 1810 bien, como una «ele» más sonora. «Below», que la península. Es decir, que Bello tuvo la grandeza y pesar en el otro platillo los del Bello de 1829. rima con «Andrew» —su nombre en inglés— y de alma, propia de los verdaderos cultivadores Salta a la vista que resulta obvio, que la expe­ que leído en este idioma, como se escribe en es­ del intelecto, de alzarse por encima de los horrores riencia de veinte años, las lecturas de veinte pañol, sonaría «an dress». Pues bien, «An dress de la guerra para saber ver la identidad fundamental años y las observaciones del mundo de 1810 a below» llegó a Londres en julio de 1810 sirviendo de los que luchaban en ambos lados. Los prime­ 1830 desde una tan privilegiada como Lon­ como secretario de la primera misión diplomática ros estudios serios que se hacen de la literatura dres, y teniendo como instrumento un cerebro que llegara a Europa del continente hispanoame­ medieval castellana los emprende Bello. El Cid, tan despierto como el de Andrés Bello, tenían ricano. Los otros dos miembros de la Misión eran ese gran señor de la poesía, de la leyenda y de la que poner un considerable peso en favor del ba­ un coronel de «milicias criollas» llamado Simón hispanidad, será manoseado, relamido, analiza­ lance cultural de este hombre al momento de Bolívar y un caballero mayor llamado Luis López do y estudiado por el gran sabio caraqueño. Todas partir para Chile. Pero la rotundidad de este Méndez. estas cosas, y muchas más, explican la presencia raciocinio no contradice la verdadera razón del Sin duda, «An dress below» sonreiría al oír en este acto del Marqués de Santa Cruz, emba­ opuesto. Y esta verdadera razón es que —asi­ cómo los londinenses pronunciaban los nombres jador de España; cosas con las cuales estamos iden­ mismo— la más elemental observación de la obra de los diplomáticos hispanoamericanos con la tificados todos los embajadores hispánicos en de Bello nos demuestra que, lejos de «extranjeri­ tranquila superioridad de quien habría de ser uno Londres, y todos los que hablamos el castellano. zarse», de convertirse a la cultura británica y euro­ de los más destacados filólogos y gramáticos cas­ Pero para nosotros, los diplomáticos hispano­ pea que respiró durante veinte años, la absorbió tellanos. americanos que estamos aquí, Bello, y el homena­ para convertirla, en la admirable alquimia de su Dicen que hablaba inglés. Al parecer, era el je que hoy le rendimos, tiene la especialísima y mente, en enseñanzas y experiencias provechosas único miembro de la Misión que hablaba inglés. honrosa significación de haber sido, en cierta y aplicables a la realidad americana. Y cuando ésta fue nombrada, Bolívar y López manera, nuestro predecesor. Bello llegó a Lon­ No cabe duda, que ha debido llamar poderosa­ Méndez pidieron a las autoridades que nombraran dres como secretario de una Misión diplomática mente la atención, la característica panorámica a Bello secretario de la misma; precisamente por enviada por la Junta de Caracas. En 1822 es —llamémosla así— de la obra de Bello; una ca­ el conocimiento que el joven y reposado maes­ nombrado secretario de la primera Legación Chi­ racterística profundamente americanista o mejor tro —a pesar de ser prácticamente de la misma lena en Londres. En 1825 es secretario de la dicho hispanoamericanista, a quienes sostienen edad de Bolívar, había sido su maestro— tenía Legación Gran Colombiana. Bello sirvió a las que la estructura cultural de Bello salió intacta del inglés. misiones diplomáticas aquí representadas, en una de Londres después de haber pasado casi veinte Curiosa característica, pues cuando reflexiona­ u otra forma... y como si fuera poco, como mues­ años aquí. Pero esta observación, válida en sí, mos acerca de la verdadera razón de la venida de tra de su hispanismo, Bello sirvió bajo diplomáticos no demuestra otra cosa que Bello, a pesar de tener Bello a Londres, caemos en cuenta que ésa fue la nacidos en Guatemala, recibió ayudas del Gobierno su cuerpo en Londres, de casarse, enviudar y vol­ razón que lo movería muchos años más tarde a de Río de la Plata y colaboró con la primera re­ ver a casarse por segunda vez con otra inglesa, de Chile, y las razones, las poderosas y admirables vista editada en español en Londres, para man­ tener hijos en Londres y de entrenar su cerebro razones de su inmensa capacidad intelectual, de tener unidos e informados a todos los que ya lo con los alimentos intelectuales que le ofrecía la su capacidad para almacenar conocimientos y ex­ están por el idioma que hablamos y que Bello capital inglesa, conservó su corazón en América, periencias y luego traducirlas a los monumentales —ya lo dije y lo subrayo— cultivó con tanto amor a la cual le dedicó hermosos poemas y a la cual, libros y obras que con el tiempo habría de regalar como sabiduría. sin duda, le dedicó todos sus pensamientos y me­ a Chile, a la América y a todo el mundo hispano­ ditaciones, transformando lo que veía y aprendía americano. a su patria americana; transformación que vería Hoy, seis embajadores de seis países hispánicos II. BELLO Y LONDRES luz en su vasta y admirable obra de jurista y maes­ en Londres, nos reunimos para rendir un homena­ tro. «Me atrevo a afirmar —nos dice uno de los je a la memoria de Bello. Tomamos como oca­ Todos los biógrafos y las biografías de Bello más autorizados estudiosos de la obra de Bello, sión un nuevo aniversario de su nacimiento. Bello coinciden en clasificar en tres etapas fundamen­ Pedro Grases— sin vacilación, que si Bello no nació en Caracas el 29 de noviembre de 1781. tales su vida. La primera, desde su nacimiento hubiese vivido sus diecinueve años en Londres, Caracas era capital de una «Capitanía General» en Caracas en 1781 hasta su partida hacia Lon­ probablemente no hubiese tenido la preparación del imperio español en América. Bello nació dres en 1810. La segunda, la «incomprendida necesaria para poderse convertir en el Maestro hispanoamericano. Por lo demás, la más elemen­ escala de Bello en Londres» como la llama Rafael Americano». tal precisión histórica, no solamente afirma sin Caldera, destinada a durar quizás unos meses, dudas que Bello nació español americano, bajo se prolonga por diecinueve años hasta 1829. Es el reinado de Carlos III, sino que la propia mi­ decir, la etapa en la cual normalmente los hom­ III. EL ENCUENTRO EN LONDRES DE sión que lo trajo a Londres en julio de 1810 lo bres han madurado y dan de sí lo mejor de sus ca­ LOS TRES GENIOS AMERICANOS: trajo en tal condición. La Carta que las autorida­ pacidades, la etapa entre los treinta y los cincuenta MIRANDA, BOLIVAR Y BELLO des de Caracas enviaron al Rey Jorge III y que años, las pasa Bello en Londres hasta que se fuera recibida por el Marqués de Wellesley en marcha para Chile, y es a partir de este momento su condición de Ministro de Asuntos Exteriores, cuando este portento macizo de sabiduría y eru­ Y es que ése fue el pie con el cual entró a Lon­ habla de... «leales habitantes de América», aunque dición, arroja, como una inmensa represa conte­ dres, y el mismo con el cual salió. Juan Germán también de «ciudadanos» —término revolucionario nida, todos sus conocimientos acumulados, ini­ Roscio le escribe desde Caracas, a poco tiempo francés— «españoles». Y como si fuera poco la ciando en 1832 con la publicación de su primer de llegado, pidiéndole que estudie, que busque respuesta inglesa se refiere a «españoles de ambos libro el Derecho de Gentes, una de las obras más ejemplos provechosos y aplicables a nuestra rea­ lados del océano». vasta y profunda y completa del pensamiento lidad y que se lleve consigo de vuelta a la patria Pero eso no es todo... ni todo es eso. Bello, más hispánico. «unos cuantos libros». Y cuando regresa, veinte que español-americano; más que venezolano, más Alrededor de estas tres etapas en la vida de este años más tarde a esa porción austral de la patria que chileno, es sobre todo hispanista. Es decir, hombre: la caraqueña, la londinense y la chilena, americana, tan hermosa y querida llamada Chile, fue un exquisito cultivador de la sabiduría que se han empezado a tejer teorías; y como anota lleva en su portentoso computador, en su fabuloso milenariamente se ha acumulado constituyendo uno de sus biógrafos, revolotea una especie de cerebro, un arsenal opulento de conocimientos una de los sectores más importantes y ricos de «leyenda blanca» y de «leyenda negra» reducida adquiridos, teniendo siempre en mente a la patria la cultura de la humanidad, la cultura hispánica, y al universo individual de su ser. En efecto, hay americana a la cual —su corazón se lo decía y lo que tiene como poderoso eslabón de unión el quienes implican que Bello llegó a Londres casi tradujo en las poesías escritas en Londres— algún idioma que hablamos. ignorante y que fue aquí adonde pudo acopiar día habría de regresar. Para el momento de su llegada a Londres, toda la sabiduría que después volcaría en Chile. ¿Qué sabemos del Bello de Londres? Pedro ello, que no había cumplido aún los treinta Hay otros que afirman que la estructura de Grases, en una conferencia dictada en Londres, anos, ya había hecho importantes estudios filo­ educación clásica y colonial que Bello trajo de en el Canning House, en octubre de 1966, nos da algunos pormenores y nos ofrece algunas inter­ Posiblemente redactadas por Juan Germán Ros­ esta etapa de la vida del sabio. Los biógrafos son pretaciones de lo que Londres fue en la vida de cio, y en todo casi inspiradas por él, las instruc­ verdaderamente demasiado exigentes; pretenden Bello y de lo que Bello fue en el Londres de sus ciones, así como el texto mismo de la carta entre­ inmiscuirse casi en las células de sus biografiados; días. Rafael Caldera nos ha ofrecido asimismo un gada al Marqués de Wellesley, fueron, desde el cosa perfectamente comprensible en los biógrafos trabajo que tituló significativamente: «La incom­ momento en que pisó tierra inglesa, íntegra y de Bello por lo mansamente cautivadora que prendida escala de Bello en Londres». En ellos, absolutamente desobedecidas por el embajador resulta su vida a todo el que la estudia. De Bello y en algunas de sus biografías, podemos leer que Simón Bolívar. en Londres sabemos que se casó primero con Bello llegó a los veintinueve años y se fue a los No deja de tener un cierto delicioso sabor de Mary Ann Boyland, quien murió, y volvió a cuarenta y nueve; que al llegar, su primer y más genial travesura para nosotros, embajadores en casarse con otra dama inglesa, Elizabeth Antonia maravilloso contacto fue con la excelente bibliote­ Londres en 1969, el leer las versiones según las Dunn; que mantuvo personal amistad con los ca que poseía don Francisco de Miranda en su cuales el primer diplomático hispanoamericano hispanoamericanos y españoles en Londres; que casa de Grafton Street. que llegara a Londres iniciara su gestión con un muchos de ellos, el chileno nacido en Guatemala, Augusto Mijares, en su biografía del Liberta­ «faux pas» monumental, al entregarle al Marqués Iriarri, el caraqueño López Méndez, el ecuatoria­ dor Simón Bolívar reconstruye con singular ima­ de Wellesley, no solamente su carta credencial, no José Joaquín Olmedo, fueron padrinos de sus ginación, a la par que con religioso escrúpulo sino sus instrucciones, y como para rematar esto, hijos; que colaboró en algunas publicaciones edi­ documental, lo que pudieron haber sido las con­ ¡el hacer y decir exactamente lo contrario de lo tadas en Londres entre 1818 y 1829 y —como versaciones entre estos tres genios americanos: que allí se le pedía y mandaba! ya anoté— que fue secretario de las Legaciones Miranda, el precursor, el aventurero casi mito­ ¡Cómo debe de haber sufrido el bueno de An­ chilena y grancolombiana. lógico de sus días, el conspirador de la Libertad; drés Bello con aquel demonio de acción que era Poco o nada puedo yo añadir a los estudios que Bolívar, el impetuoso guerrero que estaba ejer­ Simón Bolívar! Los calores de julio —si es que sobre esta «incomprendida escala» de Bello en ciendo su primer cargo de importancia dentro hacía calor aquel julio— y el deber de traducir al Londres han hecho Rafael Caldera y Pedro Grases. de la revolución emancipadora, y Bello, taciturno, inglés los desatinos diplomáticos de Bolívar, deben Pero sí me gustaría emprender el enfoque de introvertido, tímido. de haber sido el inicio de lo que más adelante esta etapa, en la vida del sabio, desde su propia ¡Qué contraste maravilloso entre la personali­ sería su mal disimulada calva. La entrevista fue visión; es decir, intentando ver el mundo y la vida dad de estos tres hombres de tan decisiva influen­ tensa, el resultado casi nulo y la recepción de como se veía en el mundo y la vida a través de los cia en el destino de jos pueblos americanos y que Londres al trío diplomático hispanoamericano cu­ ojos de cualquier observador inteligente y culto el destino reunió en Londres en 1810! Miranda y riosa, cortés, pero tibia. que hubiese vivido esos veinte años en Londres. Bolívar eran, a pesar de la diferencia de edad, Otra de las instrucciones que traía Bolívar —en Necesariamente tendrán que ser pinceladas, im­ ambos hombres de mundo habituados a alternar la cual, sin duda, los tímidos miembros de la Junta presiones. Empecemos, pues, este cuadro «im­ con todas las clases sociales que la sociedad de la de 1810 deben haber insistido especialmente—, presionista» del mundo de un hispanoamericano época les podía ofrecer. Ambos eran ricos y habi­ era la de evitar a todo trance todo contacto o rela­ en Londres entre 1810 y 1830. tuados al lujo y a los placeres. Bello, por contras­ ción con Francisco de Miranda. El ya legendario Empecemos por el principio. Al llegar Bello te, era pobre. Y quizás como secuela de esto, conspirador era temido y mirado con supersti­ a Londres, ésta es una ciudad millonaria. Es decir, era tímido y retraído. Casi por tradición familiar cioso recelo por muchos —demasiados— en Ca­ ya alberga dentro de sus límites un millón de al­ —descendiente de músico, pintor y maestro— racas. Las cosas que se decían de sus aventuras, mas, cifra considerable para la época; Gran Bre­ había hecho de la enseñanza su forma de ganar­ el temor que inspiraba sus conexiones —altas taña tiene unos doce millones de habitantes, diez se el pan. Pero como ya anoté al comienzo, era la conexiones con el alto mundo de la masonería— de los cuales viven en Inglaterra. superioridad de sus conocimientos, la minuciosi­ sus correrías por Rusia; su rango de general de En el mes de noviembre de 1810, recién partidos dad de su trabajo, y su sentido del deber y de la la Revolución Francesa, sus intentos revoluciona­ Bolívar y Miranda, Su Majestad el Rey Jorge III, responsabilidad, la razón por la cual había sido rios: todo hacía que a Miranda se le temiese casi que reinaba en Inglaterra desde 1760 y cuya salud traído a Londres por Bolívar. Augusto Mijares tanto como se le deseaba. Bolívar estaba dentro mental, débil desde hacía muchos años y preca­ reconstruye admirablemente, basándose en lo que de los que lo deseaban, junto con sus correligio­ ria en los últimos, sufrió un decisivo ataque de Miranda había hecho y lo que Bello y Bolívar narios de la Sociedad Patriótica, que agrupaba el tal violencia, que hubo de tenerlo sujeto a una ca­ habrían de hacer y escribir, lo que él estima han sector radical que en Caracas pedía la emancipa­ misa de fuerza por once días consecutivos. El viejo podido ser los temas de conversación entre los ción. Pues bien, Bolívar, no bien hubo pisado Rey, que había visitado varias veces el maravillo­ tres hombres aquel verano de 1810. tierra inglesa, cuando ya le había mandado emi­ so mundo imaginario de los locos, partió ese sarios a Miranda, el cual al enterarse de la pre­ año para él para no regresar jamás. Su hijo, el sencia de sus compatriotas se apresuró a darles Príncipe de Gales, fue declarado «Príncipe Re­ IV. LA MISION DIPLOMATICA alojamiento en su casa. Bello y López Méndez gente», iniciándose el mismo año que llega Bello harán unos meses más tarde filigranas para expli­ a Londres un período de la historia inglesa cono­ Algo se ha escrito y poco se ha investigado do- 1 car a la Junta de Caracas el porqué de su pre­ cido como la «Regencia» que bautizó con singular cumentalmente —si es que hay algo que inves- I sencia en la casa de Grafton Street, y Miranda, y fuerte sabor —bueno o malo, según el paladar tigar-— acerca de esta primera misión diplomática 1 sin duda alguna el verdadero éxito de la Misión que lo degustase— muebles, edificios, ropas y hispanoamericana a Londres, presidida nada me- f de Bolívar en Londres, regresaría a fines de año un estilo muy peculiar de vida que vio nacer el nos que por el hombre que unos años más tarde § a Venezuela, después de casi treinta años de ausen­ ferrocarril; la luz de gas; el socialismo; el diario sería el factor humano decisivo en las luchas de la I cia —por cierto— con todos los atributos exter­ moderno; las repúblicas hispanoamericanas; el emancipación americana. En el hoy Museo de í nos de su fama: arete de jacobino en la oreja iz­ acero; y la Reina Victoria. Wellington de Londres, cuya dirección es «London quierda y uniforme azul y oro de general revolu­ La política inglesa seguía la marea de la pugna Number One», y que entonces y aún hoy se le co- | cionario francés. entre «tories» y «wigs». A la luz de los cañones noce como «Apsley House», hay una placa que 1 López Méndez y Bello, dejados por Bolívar políticos de hoy, la sociedad inglesa nos parece­ conmemora la entrega de las cartas que acredi- I con el encargo de redactar el informe de la Misión ría todo menos liberal; pero dentro del panorama taban a esta misión ante el Gobierno de Su Ma- 1 que él no tuvo el tiempo ni la paciencia de hacer, general del mundo de entonces, y con la sola jestad Jorge III. Y el hecho de que esta placa esté j justifican esto en términos muy propios de la excepción de las recién emancipadas colonias in­ en lo que era entonces la del Mar- 1 época:... «desde nuestros primeros pasos en Lon­ glesas de la América del Norte, Inglaterra era el qués de Wellesley, para el momento Foreign 1 dres» —dicen— echamos de ver los errores y peli­ único refugio para que una mentalidad liberal Secretary, demuestra la veracidad de que la mi- i gros a que nos exponíamos caminando aventura­ pudiese respirar un aire aceptablemente cómodo... sión llegó en una circunstancia en la cual no I damente y nos convencimos de que sólo por y continuaría siéndolo aún más en los años por podían esperar una recepción muy cálida. medio de Miranda, única persona a quien podía­ venir, años dominados por el Congreso de Viena, En efecto, debido a que los emisarios de una mos consultar con franqueza, nos sería fácil ad­ Metternich y el regreso al absolutismo en la Euro­ «Junta conservadora de los derechos de Fernán- i quirir los conocimientos preliminares, que nece­ pa continental. Los «whigs», en la medida de su do VII», no fueron recibidos oficialmente, sino i sitábamos.» poder personal, se atrevían a ventilar públicamen­ extraoficialmente; tecnicismo protocolar que re- | Desde luego, nada dicen de que Miranda no te opiniones que en cualquier otro país hubiesen vela algo más que una simple formalidad, ya que | sólo les dio los «preliminares», sino que se fue con conducido a cualquiera a la cárcel, al exilio o algo en el complicado ajedrez de la política europea de g ellos, muy feliz, al mismo meollo del asunto, peor. Lo que durante mucho tiempo fue invocado comienzos de siglo, los enemigos pasaban a ser 1 apoyando sin la menor duda, la posición radical como «excesos de la revolución francesa» servía amigos con una facilidad que —aún hoy— asom- | pro-independencia adoptada por Bolívar, aunque para cubrir de cierta atmósfera repugnante a cual­ bra y, sobre todo, resulta dificultoso seguir. En quizás un poco molesto por la juventud y sentido quiera que se permitiera emitir juicios olorosos efecto, la misma ciudad que había estado luchando 1 de seguridad propia que emanaba de Bolívar; a revolución francesa. en contra de la flota francoespañola en ; | pero en todo caso, alojándolos bajo el mismo El trío diplomático caraqueño no había sido que había estimulado y financiado las expedició- 1 techo y dejándole, cuando se marchó para no —desde luego— la única Misión recibida entonces nes de Miranda, veía ahora con recelo una misión I volver, su casa de Grafton Street y los libros de en Londres, aunque sí fue la primera hispanoame­ enviada por la «Junta» que el 19 de abril de ese f su biblioteca a Andrés Bello. ricana. Delegados asturianos y gaditanos habían año se había constituido en Caracas, arrebatán- | visitado a Londres a raíz de aquel 2 de mayo de dolé el poder a los representantes de la corona, es ¡ 1808, cuando el pueblo de se lanzó a la decir de Carlos IV, que ya no tenía corona, para ¡ calle asombrando al mundo entero con la primera «defender los derechos de Fernando VII» a su j V. LA REGENCIA y más violenta reacción popular que encontraron corona. las tropas napoleónicas. Pareciera como si el posta Las instrucciones que traían los diplomáticos, i Bolívar y Miranda se marcharon. Bello se enviado por Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, las escritas y las de palabra, así como la carta que quedó. En los próximos diecinueve años va a se hubiese multiplicado milagrosamente y por los acreditaba y que exponía al Gobierno inglés las observar, va a leer, va a aprender y va a vivir en todas partes, de uno y otro lado del océano, sur­ razones de la Junta, tenían muy en cuenta esta j Londres. Sus biógrafos se lamentan de las mu­ gieran «Juntas» y asociaciones para proteger los situación. chas oscuridades que hay en el conocimiento de derechos del bienamado Fernando y hostilizar ANDRES BELLO

de todas las formas y maneras imaginables y con muy sujetos a sus cánones. Bello, más por su alguna, se contagiaría de la emoción de la ciudad todos los pretextos a los franceses invasores. Un pobreza que por su carácter, quizás se sentiría al oír las noticias de que José Bonaparte había poco a tono con esta situación, la carta que traían exonerado de usar esos cuellos altos y esas ajus­ sido echado de España; pero lo que más esperan­ Bolívar, López Méndez y Bello proclamaba«... cau­ tadas casacas. Los duros años de 1812 y 1813, zas y alegrías le causó fueron las noticias del sa común con nuestros correligionarios políticos cuando Bello debe haber recibido las noticias del avance que su antiguo amigo, discípulo y compa­ de Europa, jurar odio eterno a Francia, invocar terremoto de Caracas, de la catástrofe de la pri­ ? ñeroa: había hecho desde Cartagena hasta Caracas la amistad y protección de Inglaterra»... y aunque mera República, de la prisión de Miranda y, con en una campaña llamada «admirable», que había las intenciones radicales de independencia de Bo­ todo ello, la última remesa de dinero que le en­ culminado en la iglesia de San Francisco de Cara­ lívar, su inmediata asociación con Miranda, la viaron, Londres se extasiaba con los chismes del cas, cuando la ciudad le otorgó a Simón Bolívar partida de éste no se ocultaron, la respuesta bri­ alto mundo. El más famoso, el incidente de julio el título de «Libertador». tánica tampoco dejaba dudas de su posición para de 1813. 1814 debe de haber sido un año amargo. Quizás el momento del ajedrez político: ...«Se dará a Resulta que Brummel, después de haber sido el amor pudo mitigar en algo las preocupaciones Venezuela protección marítima contra Francia...» amigo personal del Príncipe, pasó de una' etapa de del sabio. Ese año, Bello se casa con una joven de «...se recomienda eficazmente a la provincia de frialdad a una de franca hostilidad, tipificada por diecisiete años, Mary Ann Boyland, a la cual, por Venezuela que procure inmediatamente una cor­ el muy londinense término de... «they were not on un fino testimonio estampado en una vieja Biblia dial reconciliación con el Gobierno central actual­ speaking terms.» En una ocasión en la cual Brum­ encontrada muchos años más tarde en Santiago mente reconocido en España...» «... se emplearán mel y otros tres famosos «dandys» habían sido de Chile, debe de haber querido entrañablemente. todos los esfuerzos de una mediación amistosa con particularmente afortunados en el juego, decidie­ Boves, esa furia humana, ciega e incomprensible, la mira de impedir las calamidades de la guerra ron dar una fiesta. Dos de ellos, Sir Henry Mildmay arrasa Venezuela de punta a punta, muriendo solo entre aquella provincia y la metrópoli y de con­ y Henry Pierrepoint, decidieron invitar al Regente, a finales del año, el 5 de diciembre, en las afueras servar y la amistad entre Venezuela y sus el cual aceptó y concurrió. Al llegar a la fiesta, de Urica, una pequeña población del Oriente de hermanos de ambos hemisferios...» saludó a esos dos, pero pasó al lado de Brummel Venezuela. Ese mismo año, Luis XVIII entra en España estaba de moda. La España negra, la sin volver la cara. Este, elevando la voz y dirigién­ París, mereciendo plenamente el comentario de España de la Armada Invencible, la España de la dose a un amigo, dijo: «Alvanley, who is your fat Talleyrand acerca de los Borbones... «nada han Inquisición y de la intolerancia, se había esfumado, friend?». olvidado, nada han aprendido» y, en España, como arte de magia, en la opinión pública londi­ Nada podría herir y molestar más al Príncipe Fernando VII anula la constitución liberal de nense. El admirable Wellesley, hermano del mi­ que una alusión a su gordura, y el escándalo se Cádiz, en la cual quizás Bello había puesto algunas nistro que recibió el trío diplomático, que usaba repitió de boca en boca con la fruición que esto esperanzas, al menos iguales a las del poeta Tom el título de Duque de Wellington, se había dado implicaba. Lo interesante del episodio, a la par de Campbell. En noviembre, en medio de bailes e a la tarea de estudiar el castellano y las costumbres lo gracioso, es que refleja muy bien el sentimiento intrigas, se instala el Congreso de Viena, y Bello castellanas. El «dos de mayo», es decir, el pueblo insolente y superior del «dandy» londinense de la debe de haber movido algunos hilos para averiguar de Madrid, había obrado el milagro. Súbitamente, época y el limitado poder de la monarquía, que en cuál sería la posición inglesa frente a la proposi­ de donde menos se lo esperaban, los enemigos de otro país hubiese significado la prisión... o algo ción del Zar de Rusia de ayudar al Rey de España Napoleón vieron en España, en el pueblo español, peor... para el insolente. a recuperar sus posesiones de ultramar. Para esa que era más, mucho más que una figura política, Todo esto lo debe haber vivido y conocido época, Bello pide en una carta al Gobierno de un rey o un general, un poderosísimo aliado, capaz Bello, como nosotros vivimos y conocemos las Cundinamarca le ayuden a trasladarse allí «por ser de poner en jaque a las temidas tropas de Ney y de comidillas de nuestros días. Pero su penetración el único refugio de libertad en América», carta Murat. El poeta Tom Campbell escribía con debe de haber husmeado todas las maravillas me­ que, por supuesto, no tuvo respuesta. Aquel in­ indudable emoción, pero desagradable —aunque cánicas, a la par que las sociales, que su época le vierno de 1814 debe de haber sido muy frío para característica—pretensión: «We shall hear in the ofrecía. Por ese mismo año de 1812, al mismo el exilado —que ya lo era— mientras la ciudad se language of Cervantes» «all the great principies of tiempo que Wellesley, el ministro que lo había deleitaba y se emborrachaba con las celebraciones British Liberty» y como para complacerlo, la recibido en 1810, renunciaba en marzo, mientras de la paz y Napoleón oteaba, desde la isla de lengua de Cervantes le regaló al léxico politico del su hermano, el ya legendario Wellington, entraba Elba, el escenario europeo. Quizás la vivaz juven­ mundo el término «liberal», hoy por hoy sinónimo en Madrid en agosto, y Bolívar publicaba en di­ tud de su esposa lo sacaría con frecuencia de sus de tantos y a veces tan contradictorios significados, ciembre, en Cartagena de Indias, su «Manifiesto», dudas y preocupaciones. Para ese año, la más baja pero para ese momento, mágica palabra por la explicando y analizando las causas de la caída de temperatura de la cual se tenga noticia, azotó cual tantos habrían de dar sus vidas. La «constitu­ la Primera República en Venezuela, se preparaba Londres. Llegó a hacer tanto frío que el Támesis ción», que nació para España en Cádiz en 1812, la primera exhibición pública de una máquina de se congeló y en varios lugares se pasaba de orilla otro invento de la ciencia política del momento, vapor que accionaba un mecanismo y movía un a orilla por encima del hielo. La imaginación po­ llegó a adquirir en España tanta popularidad que vehículo sobre unos rieles de acero. Las «locomo- pular bautizó uno de esos lugares «Freezeland la bautizaron la «epa», como para abreviarla al tives» empezaban tímidamente a resolver algunos Street», y a ambos lados del río se improvisó una gritar sus magnificencias: ¡Viva la Pepa! Sin duda problemas de transporte de las minas de carbón, especie de feria de invierno que, a comienzos de alguna, las noticias de la guerra en España llega­ el carbón a resolver algunos problemas en la puri­ 1815, era el escenario de juegos de azar, de ban a Londres con especial rapidez y eran conoci­ ficación del hierro, y el hierro, convertido en ostras, pasteles y vinos, que quizás Bello visitó das con particular interés. No sé si estoy en lo acero, a resolver algunos, problemas en la fabrica­ del brazo de su joven esposa. cierto, pero creo que el primer corresponsal de ción de máquinas menos toscas de las que sirvie­ Sin duda alguna, con el. ánimo compungido, guerra enviado por un diario para reportar con ron inicialmente como simples bombas accionadas Bello se enteró por marzo de ese año, que de exclusividad a sus lectores su marcha, fue el por máquinas de vapor. Mientras tanto, toda esa Cádiz había zarpado una poderosa flota española enviado por esos años por el Times para acompañar serie complicada de máquinas que abarataban llevando quince mil veteranos de las guerras al Duque de Wellington en su campaña de la todo: los productos, los seres humanos, las mate­ napoleónicas, con destino a Venezuela. Morillo, península. El mismo mes que llega Bello a Londres, rias primas, empezaban a crear problemas sociales su jefe, encontraría un país subyugado y aterrado llega la noticia de la caída de Ciudad Rodrigo en ante los cuales la sensibilidad de Bello, sin duda por la ferocidad de las guerras de Monteverde, las manos del mariscal Ney. En septiembre se alguna, se conmovía. En 1813, cuando Bello debe Bolívar y Boves. La guerra en Venezuela había sabe de la Revolución en México, y cómo para de haber recibido las noticias de que la Constitu­ alcanzado tal grado de ferocidad, que Morillo hizo garantizar la libre navegación en el Caribe, la flota ción de Cádiz era aplicada en Caracas por Monte- creer a sus tropas que iban para otro lado, y sólo inglesa se apodera de la última colonia francesa verde como «derecho de conquista», Robert Owen cuando habían pasado las Islas Canarias, les par­ en el Caribe, la Isla de Guadalupe. publica su obra A View of Society, que sería cri­ ticipó que su destino era Venezuela. Poco tuvieron ticada algunos años más tarde por Marx como que luchar al llegar, porque Boves les entregaba, «socialismo utópico». en sangrienta bandeja de plata, un país paralizado VI. DANDYS, SINDICATOS, Para un lector empedernido como Bello, la por la devastación de la guerra. FERROCARRIL introducción de la iluminación con gas debe de Pero esto tendría muy sin cuidado a los londi­ haber parecido un milagro. Para fines de 1812 nenses, que tenían razones más inmediatas y La Regencia del Príncipe de Gales, que habría alguna parroquia de Londres ya estaba iluminada apremiantes en las cuales pensar. En cien días de durar diez años hasta la muerte del Rey Jorge con luz de gas y, para 1815, Londres y Manchester que cayeron como un rayo en medio de los bailes en 1820, tuvo sus episodios, sus personajes, sus eran un portento de luz. Pero todas estas maravi­ del Congreso de Viena, Napoleón salió de la isla escándalos que la hicieron característica, y que llas tenían sus detractores. Por esos años, se creó de Elba, paralizando a Europa. Wellington y característicamente, a pesar de ser la comidilla una sociedad secreta, de los «luddites», que tenía Blucher se enfrentaron al corso en las cercanías diaria, eran de tal intrascendencia que apenas nos como objetivo el «romper a como diera lugar cuanta de un pueblo de las afueras de Bruselas llamado han llegado algunos a nosotros. Intervenían en máquina se encontraran». Era una especie, de Waterloo, que sonó, a partir de entonces, a música ellos poetas como Byron y Shelley, ambos objeto movimiento sindical, quizás explicable por la celestial en los oídos londinenses. de curiosidad y escándalo; «dandys» elegantes, que desesperación de los que lo integraban, mas desde Londres hervía de comentarios, contados con tuvieron su máxima expresión en el famoso George luego miope e injustificable, pero que tuvo la la nerviosa alegría de quien ha pasado el susto de Brummel... el llamado «beau», cuya indudable desgracia de iniciar una feroz legislación represiva un gran peligro. Al parecer, Napoleón cayó tan genialidad para iniciar modas masculinas, aún que Bello debe de haber comentado y observado de súbito sobre las tropas austríacas e inglesas estamos sufriendo en nuestros días. cuidadosamente. Byron, que tenía un asiento en cómodamente instaladas en Bruselas, que muchos El retrato que al parecer se hizo hacer Bolívar la Cámara de los Lores, se opuso violentamente oficiales vieron la victoria, y otros la muerte, en urante su estadía en Londres, por Charles Gilí, a una Ley que pedía la pena de muerte para todo el mismo traje con el cual habían concurrido a aunque ha sido severamente dudada su autentici­ aquel que fuese sorprendido malogrando una má­ unos bailes. dad por Andrés Boulton y Enrique Uribe White, quina, lo cual no impidió que la Ley fuese apro­ Nada hay que demuestre que la carta que sirve, sin embargo, para pintarnos muy claramente bada. Bolívar escribía desde Jamaica en septiembre de a moda masculina de aquellos años. Sin duda El invierno de 1813 debe de haber significado 1815 llegó a Londres pero, truco literario o sigilo a guna, Bolívar y Miranda cuidaron bien de estar para Bello un destello de esperanza. Sin duda de clave política, estaba dirigida a «un caballero ANDRES BELLO

inglés». La profètica carta, sobre la cual tanto se Eran minutos de tensión que a los presentes pare­ la ciencia económica es The Wealth of Nations de ha escrito y la cual yo —personalmente— no ceso cieron horas. En forma un poco imperceptible 2; Adam Smith, se había publicado el mismo año de admirar, no sólo por la visión que es obvia en masculló... «Alejandrina». El Arzobispo guardó de la declaración de independencia americana y, ella, sino por la monstruosa confianza que en su silencio. Sus brazos estaban cansados de sostener seguramente, sus postulados esenciales eran objeto propio destino tenía quien la escribía. Este infeliz a la criatura. Entonces el Duque de Kent, quizás de algún debate al cual son tan aficionados los caraqueño —Bolívar escribe desde una isla anti­ tratando de agradecerle el gesto, declinándolo, ingleses y al cual Bello tendría la oportunidad de llana en la cual a duras penas lo toleran y donde dijo: «Charlotte». Esto fue recibido con un vio­ asistir. En 1917, Ricardo había publicado sus escapa milagrosamente de un intento de asesina­ lento signo negativo rehusando el nombre de su Principios de Política Económica y Fiscal y, sin to—, este hombre que había saboreado todas las hija muerta para su sobrina, a lo cual el Duque duda, todas las disquisiciones teóricas de las revo­ comodidades de la riqueza, padece necesidades y propuso tímidamente ¿«Augusta»?, lo cual fue luciones americana y francesa eran objeto de humillaciones con la mayor naturalidad y se sienta igualmente rechazado. A todo esto, dentro de una I intensa consideración en los años que pasó Bello a escribir una canción de optimismo en momentos insoportable tensión, la infeliz madre de la cria­ I en Londres. Su obra posterior, sobre todo su en los cuales la más elemental observación del tura, la Duquesa de Kent, no pudo más y empezó I Código Civil y sus obras de Derecho Público y panorama político del mundo daba mil y unas a sollozar, lo cual turbó al Príncipe Regente quien, Privado, son muestra de que la actitud de Bello razones para cortarle las alas al más optimista. para reparar la cuestión, dijo en tono imperativo I hacia esos problemas era esencialmente la de un Pero no todo es negro. La Argentina se declara ¡Victoria!, que era el nombre de la Duquesa de I jurista y la de un humanista. independiente en 1816 y los focos aislados que Kent. En 1820 el viejo Rey Jorge III, que vivía desde aún combaten en Nueva Granada y Venezuela Dieciocho años más tarde, esa niña subía al | hacía diez años en un mundo maravilloso de fan- obtienen algunas victorias que llegan a oídos del trono de Inglaterra, en donde permanecería hasta I tasías, hablando en voz alta con sus predecesores Libertador, quien se apresta a saltar de Haití 1901. Toda una época, todo un estilo, toda una I reales y creyéndose en el Paraíso, murió. El Prín­ sobre Venezuela. Mientras tanto, en Londres, su mentalidad, toda una política, todo un Imperio, cipe Regente fue coronado como Jorge IV para viejo y fiel amigo López Méndez intriga y organiza hasta toda una forma de vida familiar, reposada verse inmediatamente envuelto en uno de los es­ voluntarios para ir a luchar con Bolívar—ya para y ordenada, estuvieron a un tris de verse en el cándalos más graves —sin duda alguna el último esa época la figura hispanoamericana más conocida serio apuro de encontrar un nombre que los des­ escándalo real— con su esposa Carolina. Bello debe y respetada—. Miranda, preso en el arsenal de la cribiera con la mágica rapidez que la etiqueta de haber estado ocupado y preocupado con las Carraca, muere ese año. Su fiel secretario, por «victoriana» describe un mueble, un ferrocarril o noticias de América. Morillo empezaba a parecerse cuya devoción hoy podemos leer y estudiar su un marido. ¡Imposible de imaginar esa época a una muralla invencible y aún no se había dado voluminoso archivo, viaja a Londres. Quizás vio como «alejandrina» o «carlotina» o «augustiana»! La ni una sola batalla que pudiera llamarse decisiva. a Bello y a algunos de los hispanoamericanos que rápida y caballerosa ocurrencia del Regente, de Para agravar las cosas, se supo en Londres que se vivían en Londres. Entre ellos estaba Manuel calmar los sollozos de la madre y zanjar salomó­ estaba organizando en España la más poderosa Palacios Fajardo, que publica, en 1817, un Bos­ nicamente la cuestión, nos ahorró un trabajo | expedición armada que jamás saliera de la Penín- quejo de la Revolución Española, en el cual, los inmenso y nos proveyó con una etiqueta de sono­ | sula con destino a Venezuela. La noticia de la eruditos que han estudiado el estilo de Bello, ven ridad admirable e inigualable para encerrar en ella 1 frustración de esa expedición por la conspiración su huella. El año entrante, Chile declara su inde­ el cénit indudable de la cultura y del poderío I que estalló el l.° de enero de 1820 capitaneada pendencia, pero es 1819 el año en el cual Bello ve británicos. I por Riego y Quiroga, los cuales impusieron a reverdecer con singular brío sus esperanzas. El 1819 debe de haber sido, además, un año memo­ I Fernando la Constitución liberal de 1812, debe 15 de febrero se instala en Angostura el Congreso rable para Bello por haber sido testigo, por el | de haber llegado a Londres con especial rapidez constituyente de Colombia, y el Libertador pro­ mes de agosto, de uno de los hechos que con­ | y debe de haber sido comentada por los hispano- nuncia uno de los documentos políticos más im­ movieron más profundamente la sensibilidad social 1 americanos con singular entusiasmo. Después de portantes del patrimonio cultural americano: el de los que lo presenciaron. Las famosas «Corn | esto, las noticias de la regularización de la guerra «Discurso de Angostura». Cinco días más tarde Laws» —cuyo postulado esencial económico aún | en América, del armisticio y del virtual reconoci- firma una proclama en la cual anuncia que «una está en pie hoy, ciento cincuenta años más tarde— | miento de Colombia como nación beligerante, legión británica, protectora de nuestra libertad, ha eran objeto de intenso debate. Se debatía el dere­ 9 fueron casi una secuela continua de buenas noti- llegado a Venezuela a ayudarnos a quebrantar cho de unos cuantos a producir caro para que | cias. Al año siguiente, la independencia de México, nuestras cadenas: recibidla con la veneración que muchos pasaran necesidad. El desequilibrio que i la batalla de Carabobo y, en 1822, la independencia inspira el heroísmo benéfico. Abrid vuestros trajo consigo el bloqueo continental de Napoleón | del Brasil, marcaban ya un paso casi irreversible brazos a esos extranjeros generosos que vienen estaba lejos de haber sido resuelto. Por otra parte, 1 en la América española que empezaba a ser visto a disputarnos los títulos de Libertadores de los «obreros», es decir, esa nueva clase social de I con mucha seriedad por estadistas ingleses y nor- Venezuela.» proletarios que empezaba a ser cada vez más nu­ I teamericanos. Una feliz coincidencia histórica merosa, estaba adquiriendo lenta, pero segura­ 1 hizo que hombres notables tuvieran decisiva in- mente, conciencia de su propia clase. En una so­ I fluencia en los Estados Unidos y en Inglaterra. VII. NACE LA VICTORIA ciedad de incipiente democracia con posibilidad Monroe y Adams y, en Londres, Canning, coin- de ejercer ciertas libertades —desconocidas en la I ciden por diferentes razones en el mismo resultado, Bello está activo en Londres. Escribe bajo el Europa continental postnapoleónica— la asocia­ i El 3 de diciembre de 1823 se hace pública en anagrama de «Blas O’Drenel»; colabora en publi­ ción de grupos de obreros en lo que más tarde I Washington la «doctrina Monroe», según la cual caciones; visita; conversa; pero, sobre todo, estu­ habrían de ser los sindicatos, empezaba a usar el I los Estados Unidos advertían a las potencias euro- dia. De esta fecha data su presencia de lector en arma de las reuniones públicas. Una de éstas, ' peas que no tolerarían inmiscusión alguna en el el Museo Británico, abierto recientemente al pú­ quizás la más famosa de todas, se estaba celebrando I continente americano. No era una baladronada. blico. Mientras Bolívar organiza su ejército en los en St. Peter Fields, en Manchester, adonde se I La guerra de 1812 entre Inglaterra y los Estados llanos de Venezuela para prepararse para la hazaña habían reunido diversos grupos de obreros tota­ I Unidos había asombrado al mundo entero por las más portentosa de su carrera militar —el paso de lizando —quizás— hasta sesenta mil entre hom­ | increíbles derrotas sufridas por la marina británica los Andes y su caída fulgurante, audaz y decisiva bres, mujeres y niños. El objeto era oír a «orators», I en manos de los bisoños norteamericanos. Por lo sobre Boyacá y su entrada triunfal en Bogotá— algunos de los cuales ya eran famosos, como Hunt, I demás, en el otoño de 1822, se habían reunido en un acontecimiento, banal en sí, pero de curiosa disertar acerca de los temas del momento, las g Verona las potencias de la Santa Alianza para significación en todo el siglo xix, se comenta en «Corn Laws» y las reformas parlamentarias indis­ | considerar la situación de España. El recuerdo de Londres. pensables para asegurar cierta representación po­ I Francia y el fin de Luis XVI parecían venir a la El Príncipe Regente, que se había quedado sin pular en la Cámara de los Comunes. Por las ra­ | memoria con lo que estaba sucediendo en España. descendencia por la muerte de su única hija, Char­ zones que sean, la reunión de St. Peters fue Jj Inglaterra se opuso a una intervención en España, lotte, bautizó a su sobrina, que por este hecho violentamente disuelta por varias cargas de los | el Zar Alejandro la apoyaba, y Francia se decidió había entrado en la línea de sucesión al trono. Su húsares y de la caballería. Con salvaje ironía, los I a enviar un contingente que bautizó «los cien mil hermano, el Duque de Kent, había anunciado su sucesos de St. Peters se convirtieron en el léxico | hijos de San Luis». El resultado de ello fue la decisión de llamarla «Alejandrina» en honor del popular en «Peterloo» para contrastar la conducta I abolición de un nuevo intento liberal en España, Zar de Rusia, que estaba muy de moda en Londres de las tropas en una y otra ocasión. El Times se I un nuevo cerco en Cádiz y la restauración del después de la visita que había hecho unos meses hizo eco de la indignación de todos los medios | absolutismo. Con estos sucesos, la razón de la antes. El Príncipe Regente pidió que se la llamara conscientes de Inglaterra, y el incidente de «Pe­ | lucha en América no dejaba dudas a nadie, pues la «Georgina», a lo cual el Duque contestó que se terloo» fue tema de constante conversación y re­ 1 restauración del poder absolutista no satisfacía allí llamaría «Alejandrina Georgina». Al oír esto, el ferencia hasta el mismo año en que Bello partiera | ni siquiera a las tropas realistas que combatían Regente citó a su despacho al Embajador de Rusia, para Chile. Sin duda alguna, en la calma de la | a los patriotas. La doctrina Monroe, las batallas que poco o nada tenía que ver en el asunto, para de Chile, Bello debe de haber recor­ | de Junín y, sobre todo, de Ayacucho en 1824, participarle que «el nombre de Georgina no podía dado y meditado todos estos acontecimientos. | marcaron una etapa decisiva y, a fines de ese año, ser segundo a ningún otro en Inglaterra». El Re­ Diecinueve años en Londres y, sobre todo, los die­ I Bello debe de haber llorado de alegría al conocer gente entonces, ni corto ni perezoso y posiblemente cinueve años de 1810 a 1829 son—quizás—el la noticia de que el Gobierno de Canning había ante el temor de verse situado ante un hecho cum­ tiempo necesario para juzgar con la perspectiva E reconocido las nuevas Repúblicas de la Argentina, plido, anunció oficialmente que asistiría al bau­ necesaria una de las características más admirables I México y Colombia. tismo. de la historia inglesa, cual es la perseverancia en Hispanoamérica estaba libre. La labor de Mi- Todo este asunto, profundamente complejo por un proceso evolutivo sin incidentes verdadera­ I randa y de Bolívar estaba terminada. Las naciones las relaciones nada amistosas del Duque con la mente espectaculares que dividan una época de I empezaban la dura y difícil tarea de organizarse Duquesa y del Regente con su hermano, culminó otra, pero con pasos firmes y seguros. en repúblicas justas y democráticas. El sabio, en la ceremonia. Cuando el Arzobispo levantó en En la época que Bello vive en Londres, se de­ I a quien la suerte y el destino lo habían guardado sus brazos a la niña, esperando que el Regente bate públicamente uno de los temas más difíciles | al margen de la lucha armada, empezó a hacer pronunciara el nombre con el cual se habría de y aún presentes de lo que ya empezaba a ser la I sus maletas. Su hora, la hora del jurista, del maes- bautizar a la criatura, éste esperó unos minutos. ciencia económica. La portentosa biblia que para | tro, del organizador, había empezado.