Futuro sin falla; Mito Realidad Antillanía

Problemas de la guerra popular en Puerto Rico

Casa Corretjer Calle Betances, Esquina Corretjer ~ Ciales, Puerto Rico 00638 (787) 871-1668 Juan Antonio Corretjer

Futuro sin falla; Mito Realidad Antillanía Problemas de la guerra popular en Puerto Rico por Juan Antonio Corretjer

Futuro sin falla; Mito Realidad Antillanía

Edición Original: Editorial Coquí, Chicago, Illinois, 1982

Noticia de esta edición: Casa Corretjer, 29 de marzo 2008,

en el mes cuando se cumple un siglo del nacimiento en Ciales, Puerto Rico de Juan Antonio Corretjer,

y en el día del cumpleaños 105 de Consuelo Lee Tapia.

Reproducción autorizada: Favor de indicar la fuente

2 Futuro sin falla

CONTENIDO

Futuro sin Falla \ 5

Prólogo \ 5 1. Mito, Realidad, Antillanía \ 11 2. La influencia bolivariana \ 17 3. El ciclo betanciano \ 25 4. Hostos, ideólogo de antillanía \ 33 5. Demografía libertadora \ 41 6. Nuevas campañas \ 47 7. Albizu Campos: El realismo profético \ 59 8. La independencia de Puerto Rico y la Confederación Antillana \ 65 9. Futuro sin falla \ 69 Bibliografía \ 74

Problemas de la guerra popular en Puerto Rico \ 77

Notas Preliminares \ 79 Problemas de la guerra popular en Puerto Rico \ 85 Apéndice I: Declaración de la Liga Socialista sobre el Once de Marzo \ 99 Apéndice II: Acto de Guerra de las FALN en Nueva York \ 100 “Han desatado una tormenta de la que no pueden escapar” \ 103 Fotos del folleto de 1977 \ 105

Nota biográfica \ 107

3 Juan Antonio Corretjer

4 Futuro sin falla

Fu t u r o s i n f a l l a

Prólogo

En las páginas de este libro encontrará el lector la primera exposición coherente del pensamiento antillanista. Se construyen, primeramente, sus orígenes geológicos y míticos. Se pasa, de inme- diato, a sus puntos de partida históricos y políticos. E inmediata- mente se expone, con todo su esplendor ideológico y su ejemplar constancia, el pensamiento antillanista puertorriqueño: Betances, Hostos, Matienzo, de Diego, Albizu Campos. Es la prueba irrefu- table de la preocupación antillana – puertorriqueña, no igualada en las otras Antillas. Se escribió en 1961 – año de Playa Girón—; se quiso publicar en 1962 y no se pudo, porque fue el Año de la Crisis del Caribe: la de- tención del autor en México a instancias de la Embajada de Estados Unidos y su expulsión del gran país hermano. Se publicó en 1963, cuando el proceso revolucionario marchaba a todo vapor hacia “los Andes, Sierra Maestra de América”. Murió recientemente en Italia nuestro querido amigo Carlos M. Rama. El conocido sociólogo uruguayo ganó el afecto que nuestras

5 Juan Antonio Corretjer palabras reflejan. Fueron varias las pruebas de amistosa solidaridad las que nos diera. Una de ellas es muy curiosa urdimbre. Un discípu- lo suyo en Río Piedras se le presentó un día con una tesina trabajada sobre mi libro. No habíamos siquiera hablado de él. Fue entonces cuando, leído mi trabajo, se preguntó inquietamente el por qué del silencio tendido a su alrededor. Meses después me dijo: “Escribiré un libro sobre el pensamiento antillanista de los próceres puertorri- queños. Verás cómo cuando venga de afuera hace efecto”. Escribió y publicó su libro, reduciéndolo al siglo XIX. Y sin el mensaje directo ni el contenido que en el mío. Efectivamente, su libro fue tenido en cuenta. Para darle razón a Rama, una de las personalidades intelec- tuales puertorriqueñas entre las primeras a quienes envié, dedicado, mi libro, publicó laudatorio artículo sobre el libro de Rama. Pero a mí ni me había acusado recibo del envío. Aún así, pienso que al escrito de Rama tampoco se le haya dado su real importancia. Porque en la organización en cuyo liderato entonces trabajaba hubo un pequeñísimo núcleo anticomunista –“No podemos pintar la casa antes de hacerla” se decía- manqué mi libro, dejando fuera la verdad todopoderosa de que, sin socialismo mi “Futuro Sin Falla” se convierte en la más hermosamente inútil de las utopías. El libro fue juzgado “comunista” y nada más. A pesar de estos azares la edición se vendió inmediatamente. Por consideraciones de gran responsabilidad con el Gobierno Revolucionario de Cuba quedó sin tratarse el programa militar de la Revolución Antillana. Obviamente, sin ejército no hay guerra y sin partido revolucionario no hay revolución. La Confederación Anti- llana, como proyecto histórico, político y constitucional, requiere un largo y sangriento proceso de guerra prolongada antiimperialista en las Cuatro Grandes Antillas. Albizu plantea el problema sintética y poderosamente en 1927, como se verá en mi libro. Lo que Albizu dijo entonces sigue siendo verdad ahora y lo será hasta que el imperialis- mo yanki sea arrojado definitivamente de las tierras antillanas. De esta abstención no me arrepiento. El proceso revolucionario cubano mereció toda nuestra consideración, esfuerzos y sacrificios. “Futuro Sin Falla” es un “ensayo en entusiasmo”, como diría mi inolvidable amigo y camarada Juan Marinello. Refleja el júbilo, el impulso optimista con que el triunfo de Sierra Maestra sacudió a nuestra América.

6 Futuro sin falla

Por aquellos años Fidel pronunció una de sus frases más famo- sas: “Un paso atrás ni para coger impulso”. Su gran pasión revolu- cionaria y el enardecimiento de la victoria que otra vez las fuerzas de la reacción le discutían, se contienen en ese apelativo a todos los recursos del ánimo revolucionario. Eso no podía darse, simplemente porque no podía. La Revo- lución Cubana tendría que pasar por la obediencia a la ley del de- sarrollo histórico que ha hecho de nuestras sociedades socialistas, incluso la de nuestra maternal Revolución de Octubre, sociedades, por adolescentes, por jóvenes, inexpertas. Con todas las previsiones del marxismo a mano, ésta entre la intemperancia la cortedad con- ducta inestable se impone fatalmente. Tanta comprensión no prohíbe nuestra observación ni nuestras propias previsiones. “En lo de Puerto Rico nosotros somos martia- nos”, dijo Fidel en su primera confrontación pública con el problema puertorriqueño. A través del ejercicio de su poder público el Gobier- no Revolucionario Cubano ha tratado de seguir fiel a ese principio. La trabada polémica entre las dos grandes sociedades –capitalis- ta la una, Estados Unidos, socialista la otra, la Unión Soviética– atra- pa al Gobierno Revolucionario Cubano. En formas diferentes, nos atrapa a todos. Cuba, después del compromiso Kruschev-Kennedy, ha visto “respetada”, pro-forma, su independencia. Pero el pueblo cubano ha sido golpeado con todos los recursos de la crueldad im- perialista: el bloqueo, la coacción internacional, el bombardeo de la radio y la televisión yankis. Si la Unión Soviética necesitó establecer sus relaciones diplo- máticas con Estados Unidos, caminó hacia su objetivo poniendo su interés nacional por encima de todo. Nosotros sufrimos, por nega- ción, el dolor del proceso que habría de asegurar, en el curso de diez horribles años, la derrota del nazi-fascismo. Pagamos con la vida de Sandino y más de medio siglo de somocismo en Nicaragua; con la vida de Guiteras, y otros tantos años de batistato en Cuba; con Trujillo hasta las heces en la República Dominicana; con el infierno que no acaba en Haití. Y si Puerto Rico no pagó con el asesinato de Albizu fue, como razón particular, que en Puerto Rico, colonia, no semicolonia, de Estados Unidos, no tenían los imperialistas ni un Somoza, ni un Batista, ni un Trujillo a quién echarle encima su asesinato. Aquí ellos eran y ellos son los únicos responsables de sus

7 Juan Antonio Corretjer fechorías. Albizu fue ajusticiado en la guillotina seca del judicia- lismo imperialista. Y el imperialismo se refocila en su colonia de Puerto Rico. La reducción del internacionalismo proletario a las necesidades de la Cancillería Soviética no es correcta. Ni fueron necesarios para que Estados Unidos se uniese a la alianza antifascista los sacrificios impuestos a nuestros pueblos. Que Wáshington fuese obligado a saltar a la hoguera bélica por el ataque japonés a Pearl Harbor mues- tra a las claras la colosal equivocación del gran ideólogo y extraordi- nario líder que fue José Stálin. La última y negativa consecuencia de aquella errónea política ha sido, para nosotros, la reculada de Kruschev frente a la fanfarro- nada de Kennedy. Con el camino que habría de tomar el desarrollo cubano se haría inevitable que el Gobierno Revolucionario se en- frentara a un gran dilema llamado Puerto Rico. Se explica así. Hostos, que antes que nadie vio en la tarea del siglo XX la ter- minación del coloniaje en el mundo, descubrió, con largo telescopio, la magnitud del destino cubano y la contradicción a que ese magní- fico destino la encararía. (Véase la página 41XXXX de este libro.) En una palabra, Cuba, en un momento dado pueblo líder de la revolución Antillana, sería cohibida en su apoyo a la Revolución Puertorriqueña ante la evidencia mayor de que la Unión Soviética no está dispuesta a abandonar su política de apaciguamiento a Es- tados Unidos. “Che”, en Bolivia, abre, con su sangre generosa, paso al futuro. Ante estas dolorosas realidades ¿me arrepiento de mi “Futu- ro Sin Falla”? No. Ese futuro no puede fallar, históricamente. ¿Nos convierte en hipercríticos de Fidel y su Gobierno? Tampoco. Lo que sí nos hace es obligatoriamente conscientes de que por un período indeterminado de tiempo la alianza históricamente forzosa de las armas revolucionarias de Puerto Rico y Cuba queda pospuesta; que una política revolucionaria puertorriqueña independiente es la línea que correctamente debemos seguir. Por lo demás, entiéndase que cualquier discrepancia con los compañeros cubanos es diferencia entre hermanos. La Revolución Cubana trajo el socialismo a las Antillas y, con ello, ha hecho una contribución de la mayor cuantía a la Confedera- ción Antillana. Pero la vieja advertencia de Betances a Morales Lemus queda

8 Futuro sin falla en pie, como un mandato. “Sin Puerto Rico independiente no hay Confederación posible”. Para sostener racionalmente esa verdad rotunda, buscan nues- tras armas, la alianza revolucionaria de las naciones prisioneras del Estado imperialista –pueblos indios norteamericanos, chicano- mexicanos, negros– y de los pueblos en las fronteras exteriores de Estados Unidos, mexicanos, quebecuás, ontarinos. Un cambio estra- tégico para el mismo fin: el objetivo que tácticamente persiguen las FALN. La Confederación Antillana requiere el descuartizamiento del estado federal yanki. En esta tarea, Cuba no puede acompañarnos. Comprendámos- lo, y ¡Adelante!

JUAN ANTONIO CORRETJER Agosto, 1982 Guaynabo, Puerto Rico

9 Juan Antonio Corretjer

10 Futuro sin falla

Mito, Realidad, Antillanía

Nada exigirá más elevado patriotismo, más sabia previsión ni esfuerzos más perseverantes que la propaganda en pro del establecimiento de la nacionalidad de las Antillas. HOSTOS

11 Juan Antonio Corretjer

A FRANCISCO GONZALO MARÍN que selló con su vida en Turiguanó el pacto boricua-cubano para la Confederación Antillana

HOMENAJE EN SU CENTENARIO

Guaynabo, a 9 de marzo de 1963

12 Futuro sin falla

MITO, REALIDAD, ANTILLANÍA Conjugación de tierra y mar es Puerto Rico. , el mar, son dos grandes medios de su libertad. La tierra, como hogar de su pueblo, como plataforma de su historia, como fuente de su riqueza, como escenario de su carácter, como casa de su cultura, como tribu- na de su idioma, la hermana con las Grandes Antillas. El mar, hechura antillana –Mar de las Antillas se llamará – las conforma en evidente unidad geográfica. (Registrando este hecho comienza Iñigo Abbad.) Tierra y mar son también, para Puerto Rico, fuentes materiales de la riqueza de su pueblo. Productoras de los mismos cultivos, las Islas se funden, asimismo, unidad económica. El gran abismo superior, el aire, antaño único verdadero abismo en- tre nosotros, es ahora camino corto. Ha puesto Puerto Rico y Cuba a horas distancia; Santo Domingo a minutos. ¿Qué nos separa, pues, si no los intereses extraños y espúreos, de malos hombres y nación perversa? * * * Efectivamente. La intromisión imperialista hizo tierra y mar, en Puerto Rico, como en las otras Antillas, medios de esclavitud y vasallaje. Hallazgo bienvenido fue nuestra tierra para los conquista- dores. Desde sus europeas lejanías un rey la repartió conjuntamente con sus habitantes, a sus privilegiados. Y hasta hoy en Puerto Rico la tierra, como fuente de vida, como valor económico, no ha sido jamás medio de la libertad de nuestro pueblo sino instrumento para su esclavitud. Estados Unidos, a su vez, al privarnos de nuestra sobe- ranía, ha hecho de la tierra no solamente área para sus privilegiados. La hizo casa de hambrientos, cuartel, base de operaciones, blanco atómico. (En Vieques, ha ensayado el genocidio.) Imponiéndonos sus leyes de cabotaje nos ha prohibido el mar. Ha deshecho nuestras pesquerías simulando desembarcos y bombardeos. Con su arma- da de los aires nos ha cerrado el cielo. Más. Se ha querido vaciar a los puertorriqueños de toda idea de libertad, -especialmente, de la libertad antillanamente concebida. Y de todo sentimiento fraternal hacia los demás antillanos. * * * 13 Juan Antonio Corretjer

El mito y la realidad siguen trabajando a favor nuestro, no obs- tante. ¿Cómo surgió a la realidad esta Isla Antillana ahora llamada Puerto Rico? Antes, muy antes, en un antes de ayer de nuestra alma, sucedió que todo era tierra. Tierra nada más. Una sola y vasta in- mensidad terrestre. Y a solas en medio de tal inmensidad había una montaña. Era la más grande montaña que jamás se vería, única so- bre la inmensa tierra ancha. Y he aquí que sobre esa montaña creció gigantesco, solitario árbol. Ocurrió que, andando el tiempo, a los pies de ese árbol germinó una semilla de calabaza. Dejada a sí, cre- ció esa mata reptando tronco arriba. Hasta que lo cubrió todo. Más, en total acumulación de poderío, a solas una calabaza dio aquella mata. Y fue tan grande, tan grande aquella calabaza, que a cientos de millas pudo verse. De ese modo un día dos hombres la contem- plaron desde la lejanía. Y a la vez, por distintas laderas, echaron a andar para apropiársela. Y otro día llegaron y fieramente lucharon por ella. Cayó. Rodó monte abajo. Y en un pico afilado de la inmensa montaña dio, y se partió en dos la calabaza. Pero he aquí que en su interior había estado oculto el mar. Y éste, al partirse aquella, se derramó por la inmensa tierra ancha. Cubriéndola toda. Solamente quedó a flote, circundada por las aguas, lo más alto y bello de la montaña: la hermosa tierra de Borinquen. Tal, en las versiones más o menos fieles al texto trasmitido por Pané, ha pasado, a los fastos de la fantasía antillana, de generación en generación, el origen, mítico y único, de las Islas.

* * *

Ese mito es el reflejo de una revolución en la realidad. Puerto Rico, como sus hermanas antillanas, disfruta ahora su juventud geológica. El geólogo, al comprobar que Puerto Rico co- menzó a formarse hace 50 ó 75 millones de años, la compara con la edad del planeta (mil o mil 500 años) y concluye que la Isla es joven. De lo que Puerto Rico fue en la primera parte de su historia geológica no hay prueba directa. El mito reclama su impenetrable primacía. No hay en la Isla rocas anteriores al Cretáceo. Pero, in- dagación en las de islas hermanas, sucesos luego ocurridos en las entrañas terráqueas, testimonian la ausencia de las islas amadas. En el espacio inédito que otro día cubrirá su tensa ballesta, mares

14 Futuro sin falla de poco fondo, y, casi a ras de mar, alguna tierra. Nuestro mar, el mar nuestro de este día, acoge, allá en su seno, como fondo, aque- lla primera plasma de las Islas posteriores. Pasó el tiempo en una longitud inimaginable. Su mano dura, antes del hundimiento, la castigó cruelmente con la erosión más intensa. Luego, la sucesión de procesos orogénicos la trabaja. A través suyo se abre paso el magma fundido de las profundidades. La superficie se corona de volcanes. Tierra Antillana llaman ya los geólogos a esta nueva tierra. Pero su gran aventura geológica aún tiene grandes dramas por vivir. Los años son tan a millares que no pueden ser imaginados. Más otra vez la erosión ensaña sus dientes de roedora gigantea. Toda la mus- culatura se la come. El desgaste llega a los huesos. Con el descarna- miento quedan a la vista sus raíces volcánicas, hilos nutricios que hunden su sed en los vasos plutónicos en donde los grandes depósi- tos de magma la sacian. Y allá, en esas insondables profundidades, en donde el magma ha podido enfriarse y cristalizar, grandes rocas, graníticas y cristalinas. El escenario está listo para otro gran acto en el drama geológico de las Antillas. Porque he aquí que el planeta se conmueve. Grandes mo- vimientos orogénicos sacuden el Globo. Otra vez, -la segunda- la Tierra Antillana alza los hombres ciclópeos, ensaya sus bíceps y en- garza a su corona nuevas, más altas cumbres. Su tórax se expande. Hacia el Norte, como enorme trinchera, su faja terrestre incluye ya toda la longitud de las Grandes Antillas actuales. Trabajan los ríos la tierra naciente y sus trompas rugidoras llevan, hacia el dibujo aún impreciso de los bordes, formidables cargas de sedimentos. Pero los años pasan a millones. Nuevos volcanes irrumpen en la Tierra Antillana. La constante acumulación de sus lavas traspasa a su superficie el fondo del mundo. La corteza cede al peso inespera- do. Las capas, de incalculable espesor, deprimen la Tierra Antillana. Los hundimientos se suceden. Finalmente, toda la Antilla queda bajo el mar. Afuera, solitarios e imponentes, los volcanes más eleva- dos siguen a flote, en plena actividad, como las chimeneas humosas y chispeantes de un enorme barco yéndose a pique. Cuatro grandes volcanes quedan en donde luego estará Puerto Rico. De la monstruosa acción de estos plutónicos gigantes deriva- remos patria definitiva. Socavarán y conformarán. Entre sus estalli- dos y bramas, sacudimientos y alisamientos, de la acumulación de materias alrededor de estos altos hornos de construcción terráquea,

15 Juan Antonio Corretjer se hace una plataforma submarina que es la matriz geológica de Puerto Rico. A su vez, surge y consolida un arco de montañas de plegamiento, madres generosas del Gran Archipiélago. Ha conclui- do lo que los geólogos llaman Revolución Antillana.

* * * Se mueven los fastos raciales. Desde las virginales selvas del Ori- noco los aruakas descienden. Por las 36 bocas del Delta salen al in- menso Bagua. Una esplendente fascinación los atraerá hacia las Islas desde cuyo arco dorado dispara sus flechas el Sol. La cultura taína asienta en Borinquen. Desde Borinquen cruza a las Islas fraternas. La primera unidad cultural se da entonces en las Antillas. El mito recoge la memoria geológica de la raza. En el cosiví repercutirá por los siglos, en la homogeneidad de su cultura, la primacía boricua. Y en la simetría con que en la piedra labrada dejó su huella dactilar la belleza, la tenaz repetición del triángulo anuncia en el símbolo la voluntad misteriosa que posteriormente le fijará una estrella. Otro día, la primera transformación global de la sociedad humana unió, en un solo haz histórico, con el genio de España, el Archipié- lago Antillano. Puerto Rico, Santo Domingo, Cuba, salieron de esa jornada sintiendo las mismas necesidades, hablando el mismo idio- ma, alentando idénticas proyecciones. Desde principios del Siglo XIX las envuelve un mismo proceso revolucionario histórico. Una noche, bajo las estrellas de Jamaica, nuestro primer gran transfor- mador de sueños en realidades, las futuriza unidas y triunfantes. Devienen, en el sentido moderno del vocablo, naciones. Puerta del Conde, Lares, Yara, las definen. A la vez reafirman su condición de familia. Esta real relación de familia de naciones prohíbeles vivir políticamente separadas. La necesidad de su unificación, al transcu- rrir en medio las circunstancias específicas de la segunda mitad del Siglo XX prolonga a su vez, e intensifica, el carácter revolucionario y cataclísmico de nuestra historia. La Revolución Antillana, realizada hace un millón de años en lo profundo de las entrañas terráqueas, resurge en lo político, lo social, lo económico. Hay, dentro del gran proceso histórico en cuya vorágine nos movemos, un reflejo de la tremenda dialéctica de la naturaleza.

16 Futuro sin falla

LA INFLUENCIA BOL I VA R I ANA

A través de la niebla del futuro descubrió que el núcleo vital del Continente estaba en el Mar de las Antillas. Hostos

17 Juan Antonio Corretjer

LA INFLUENCIA BOLIVARIANA

Para 1811 la Revolución ha vuelto de revés media Europa y casi toda América. El Nuevo Mundo era un hervidero de ideas. Y una idea profundamente revolucionaria –el concepto libertario de una Confederación de las Grandes Antillas- nace ese año en la mente de un cubano. Efectivamente, en 1811 José Álvarez de Toledo, diputado cubano a las Cortes españolas, rompe con el Imperio y se dirige a Estados Unidos. El cubano acierta la idea y yerra el medio. James Monroe, Secretario de Estado, lo escucha y toma nota. Pero el respal- do que el cubano patrióticamente reclama, la ayuda material para la realización del proyecto, queda en el aire. Álvarez no estará solo en las Antillas. La idea recorre nuestras Islas. En Santo Domingo, José Caballero reafirma el proyecto y le asegura, en carta entusiasta, la voluntad dominicana de indepen- dencia y federación. En 1812 Álvarez trata de interesar al Gobierno Revolucionario de Hidalgo en un proyecto federacionista. Su cora- zón sigue puesto en la unión antillana. Y a principios de junio de 1815, reunidos en Ciudad de México, los representantes del inde- pendentismo antillanista de Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo y México, “firmaban un poder, en cuyo encabezamiento aparecían las palabras unión, firmeza y valor, a favor del Teniente de Navío Don José Álvarez de Toledo… autorizándolo para que procediera a organizar un ejército antillano. No hay manera de minimizar la importancia histórica del casi no recordado cubano, no obstante que su proyecto fracasara a manos del espionaje español. Desgraciadamente para Álvarez, cuya personalidad quedará largamente ignorada, pero afortunadamente para la repercusión de la idea antillana, ésta habría de ganar con prontitud el favor y el fervor de la gran personalidad cuyo prestigio e impulso necesitaba. El 15 de septiembre de 1815 el Libertador Bolívar publicaba su “Con- testación de un americano meridional a un caballero de Jamaica”, pasada a la historia con el título inmortal de “La carta de Jamaica”. En ésta, testimoniaba Bolívar por segunda vez documentalmente su genio de estadista y su naturaleza de redentor de pueblos. En

18 Futuro sin falla su texto expresaba estas palabras que contenían todo un programa: “Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una población de 700 a 800 mil almas, son las que más tranquila- mente poseen los españoles, porque están fuera de contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?” De la intención independizante de Bolívar no hay dudas. Que en Puerto Rico se conspiraba intensamente tampoco. “Hay mucha candela dentro y fuera de la Isla”, -informaba al Gobernador Melén- dez a fines de ese año el Presbítero Bartolomé Mascareñas, miembro del cuerpo de espionaje. El 25 de enero de 1816 “se acercaban a las playas de Fajardo un bergantín, una goleta y una balandra vene- zolanas, y lograban desembarcar con buen éxito sus tripulaciones armadas. Pero, ante el empuje de las fuerzas de defensa, no pudie- ron sostener la ventaja inicial y tuvieron que retirarse… sin que los separatistas de la Isla, ya por su defectuosa organización, o por lo súbito del ataque, les pudieron prestar ayuda de clase alguna.” Y hacia mediados del año Bolívar mismo, acercado por el azar a nues- tras costas, aprovechaba la ocasión y hacía una inspección personal en Vieques. Lo que puede preguntarse sería: ¿era en términos de unión an- tillana que pensaba Bolívar? Así lo creyeron sus contemporáneos; así Betances y Hostos; así Martí; así todos los que en las Antillas han trabajado y apostolado por la unión. El supuesto es lógico, puesto que Bolívar fue un unionista convencido, un federacionista latino- americano para quien la unión política de nuestros pueblos, decre- tada de antemano por la geografía y la historia, era cosa natural y necesaria. Valga, además, que las claras palabras del texto –“las Islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar…”- no nece- sitaba el esclarecimiento de una hermenéutica de intención. Escribe Hostos el pensamiento de todos: -“…Los antillanos esculpiremos en el granito perdurable de nuestras Antillas la idea que tenemos de Bolívar. El hombre-legión fue el primero que interrumpió el sueño de nuestra vida colonial para redimirnos. El hombre-idea fue el pri- mero en concebir la patria inmensa y el que en su cerebro ecuatorial nos hizo coeficiente de esa patria… El hombre-humanidad fue el primero que, sin Cuba, y sin Borinquen declaró incompleto el Con- tinente… Éramos, para él, pedazo de la humanidad que redimía.” No es aventurado, ni caprichoso, por lo mismo, incluir dentro del

19 Juan Antonio Corretjer proceso antillanista cuantas gestiones hiciera Bolívar, o cerca de él se hicieran, por la independencia de Puerto Rico y Cuba. Desconta- do queda igualmente el carácter, integracionista por sí, de las cons- tantes gestiones hechas, siempre a la vez, por la independencia de Puerto Rico y Cuba. Parte de esa “humanidad que redimía” eran los mil 500 escla- vos negros que en 1820 intentaron una insurrección libertaria en las haciendas de la zona geográfica que incluye Río Piedras, Guaynabo, Toa Alta y Toa Baja; conspiración de entraña antillana alentada por el Presidente Boyer de Haití y que sucumbe delatada por uno de los apalabrados. La delación frustra el empate de esta vastísima cons- piración con las estimulantes repercusiones de la victoria de Cara- bobo (24 de junio de 1821). Consolidada con ésta la independencia venezolana, Bolívar remite a Puerto Rico enlaces con el movimiento patriota. A la vez que la revolución dominicana de 1ro. de diciembre de ese año, y la requisitoria a unirse a la misma dirigida por Núñez de Cáceres al Brigadier Aróstegui (cubano de nacimiento y Gober- nador de Puerto Rico) amplía el contexto antillanista del dramático momento. Es en este instante que el nombre de Antonio Valero se incorpora a la historia del nacimiento puertorriqueño, con las noti- cias, circundantes de boca en boca, aunque inciertas, de que el gran puertorriqueño había salido de México al mando de una expedición libertadora. Valero sería, dentro de poco, el hilo directo de Bolívar con Puerto Rico y Cuba. Efectivamente, Valero, quien defendiera frente a Napoleón la independencia de España, y contra España la de México, negado a aceptar la usurpación de Itúrbide, viaja al Sur. Lo trabaja un pro- yecto independizador de las Antillas y lo esperanza, no solamente conocer el ideario federacionista bolivariano. También la promesa hecha por el Libertador al general Rafael de las Heras, patriota cu- bano que había combatido bajo las banderas bolivarianas, vencedor junto a Bolívar en Carabobo, y muerto heroicamente en la Hacienda de Ávila. En una humilde hospedería del Puerto de la Guaira, Valero recibió a los patriotas cubanos José Antonio Miralla, Fructuoso del Castillo, Gaspar Betancourt Cisneros, José Ramón Betancourt, José Agustín Arango y José Aniceto Iznaga. Constituían éstos una Comi- sión, que, enviada por los cubanos desde Filadelfia, había salido de Nueva York a bordo de la goleta Midas. Pero el general Santander,

20 Futuro sin falla vice-presidente de Colombia y presidente en funciones durante la ausencia de Bolívar, ha pospuesto ya a Valero cuando este último re- cibe a los cubanos. A despecho, los trabajos continúan. Casi un año después, Arango, comisionado por los cubanos para entrevistarse con Bolívar, llega a Colombia. En ese momento Valero, al mando de tropas auxiliares, va a salir rumbo al Perú. Valero incorpora a Aran- go a la expedición, en calidad de su secretario privado. Y ambos se ponen a la voz con el Libertador en Lima. Repite el gran caraqueño su promesa hecha solemnemente a Heras, pero aplaza a los antilla- nos para después de terminada la campaña del Perú. No obstante, Bolívar no está cruzado de brazos. A mediados de marzo, 1825, ya en marcha los preparativos de la Conferencia del Istmo, varios barcos venezolanos se aproximan a Punta Borinquen. Se apoderan del Fuerte situado al extremo norte de Aguadilla. Sus escasos recursos le impiden sostener la posición ganada y los patrio- tas puertorriqueños se enteran demasiado tarde. De todos modos; se trata sólo de un finteo bolivariano, un preludio boricua al Congreso de Panamá. Conviene destacar: Desde un principio Valero tuvo, en su viaje al Sur, el propósito de ganar apoyo venezolano para una expedición libertadora a las Antillas. Y aún dos años después el puertorriqueño será la gran esperanza de los cubanos cuando, a punto de reunirse el Congreso de Panamá, la presencia de Valero en el Istmo, presti- giado con su victoria en el Perú, al mando de las tropas vencedoras y añadido a éstas el afamado batallón Girardot, toma posiciones en Cartagena. El cubano Manuel de la Cruz sintetiza así esta fase del pro- ceso: “El Perú, que fue para Bolívar y su Ejército lo que Cápua para Aníbal y sus tropas; el movimiento separatista, cada vez más enérgi- co y decidido, en las sociedades secretas que resistían la amalgama del unitarismo; los celos y preocupaciones que provocara la gloria y la ambición del Libertador; los pronunciamientos que empezaron a sucederse apenas se arrió la bandera de España en las fortalezas del Callao; y las instrucciones categóricas que el Gobierno de Wás- hington dio a los comisionados que debían representarlo en la gran Dieta, fueron las concausas que dieron en tierra con el patriótico anhelo del general Valero y los tertulianos de Filadelfia.”

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Hostos resume: “Una de las proposiciones sometidas por Bolívar al Congreso de Panamá fue la expedición a las Antillas. La delegación de Esta- dos Unidos la combatió, oponiéndose a toda acción sobre Cuba. La oposición yanki dio al traste con el proyecto.” Bolívar rubricó con esta frase sus ya viejas sospechas de los yankis: –“Los Estados Unidos parecen haber sido puestos por la fatalidad en el Nuevo Mundo para causar daño a América en nombre de la Libertad.”– La dimensión del daño he- cho por Estados Unidos al oponerse desde principios del Siglo XIX a la independencia de Puerto Rico y Cuba no pudo ser vista en su trágica totalidad hasta finalizar el Siglo. Así terminó esta fase independentista boricua-cubana de su esfuerzo conjunto cerca del Libertador, y del Libertador por inde- pendizar a Puerto Rico y Cuba. Pero apenas regresado a Caracas, Puerto Rico vuelve al pen- samiento del Libertador. El 25 de enero de 1827, escribe el general Briceño Méndez: “La noticia que acabo de recibir de la guerra entre Inglaterra y España, me ha determinado a llevar a efecto la resolución de expedi- cionar sobre Puerto Rico, y ya comienzo a tomar mis medidas para llevar a cabo esta empresa, útil para el país y gloriosa para nuestras armas. Así, usted no debe disponer de la Ceres sino ponerla inme- diatamente en carrera para que pueda servir en la expedición. “El batallón Granaderos debe también poner en el mejor pie po- sible, aumentarse y disciplinarse. Esta expedición nos va a dar la ventaja de hacer más fuerte y duradera la reconciliación en que tra- bajamos. Aun cuando no podamos tomar a Cuba, una expedición a Puerto Rico puede y debe hacerse fácilmente.” Dos días después, a los generales Montilla y Padilla: “Esta mañana hemos tenido oficialmente la noticia de la guerra entre la España y la Inglaterra, declarada por ésta a consecuencia de que la España no ha querido reconocer la Constitución en Portugal. Esta operación de la Gran Bretaña va a tener por fruto el reconoci- miento de nuestra independencia. Es, pues, llegado el momento en que nosotros salgamos al mar y llevemos la guerra a los españoles, arrancándoles la Isla de Puerto Rico, que nos servirá de escala para ir a La Habana, si acaso nos conviene. Pero de todos modos yo estoy resuelto a hacer una expedición a Puerto Rico, que nos dará ventajas inmensas en el interior y en el exterior.” Santander escribe a Bolívar

22 Futuro sin falla dando recado de sus dispositivos para la expedición: –“Dispongo de preferencia del Batallón Girardot. Aquí está el General Valero, que es puertorriqueño.” “En 1827, ya en Caracas, –escribe Don Vicente Dávila– cuando Bolívar pensó expedicionar a Puerto Rico, con áni- mo de contribuir a su emancipación, se fijó en Valero, que sería uno de los libertadores de su país.” Pero el conflicto entre Inglaterra y España no llegó a primera sangre. Bolívar, el 15 de marzo, escribe a Urdaneta: –“No creo, pues, que tenga lugar la guerra, y, por lo mismo, tampoco tendrá lugar la expedición a Puerto Rico.” Se duele con Briceño Méndez: –“Se- ría una locura emprender la expedición que preparábamos contra Puerto Rico, porque sin la cooperación inglesa nada haríamos, todo lo perderíamos.” Todavía, brilla en el ánimo del Libertador una postrera esperanza: –“Si por el próximo paquete tenemos alguna noticia de guerra, tiempo hay para todo.” Tiempo desgraciadamente, era lo que empezaba a faltarle al Libertador. Lo que de él nos llega, de lo que resta de su honda preocupación antillana –preocupación en la que Puerto Rico ocupó siempre, o casi siempre, lugar preferente– es como el vasto rumor de un bosque de lanzas que sangrientamente se deshoja camino de Santa Marta. A principios del 1828 inquieta a las autoridades espa- ñolas un supuesto nuevo plan de Bolívar sobre Puerto Rico. Otra vez, en febrero de 1829, se hacen aprestos porque, 9 mil hombres, se dice, concentra Bolívar en Puerto Cabello para venir a Puerto Rico. En noviembre del mismo año, González de Linares asegura en ex- preso despacho que Bolívar prepara en Puerto Cabello y Cartagena poderosas fuerzas expedicionarias. A su mando naval Bolívar ha colocado a Manuel Arnáiz, puertorriqueño, capitán de navío. “Tiempo hay para todo…” Hay un día para combatir. Otro para reposar. En diciembre, 1830, Bolívar cierra los ojos en San Pedro Ale- jandrino.

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EL CICLO BETANCIANO

Pensando en eso vivió; pensando en eso murió… Su alma entera estaba impresa en sus deseos… Apenas perdía la ilusión, la rescataba, y apenas desechaba la esperanza volvía a ella. Hostos

En las Antillas mayores hay el esbozo de una nacionalidad; y de una nacionalidad tan natural, y por inasequible que hoy parezca y aun por invisible que sea a tardos ojos, que en ninguna otra ha hecho la Naturaleza tanto esfuerzo por patentizar su designio… No son sino miembros de un mismo cuerpo, fracciones de un mismo entero, partes de un mismo todo… Hostos

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EL CICLO BETANCIANO

Tres años antes de morir Bolívar nació en Cabo Rojo Ramón Emeterio Betances. En Mayagüez, nueve años después de la muer- te del Libertador nació Eugenio María de Hostos. Y el año mismo en que Betances, se graduaba de médico en París –1853– nació José Martí en La Habana. Retomaría el primero el liderato antillanista. Sería su máximo organizador. El segundo, su más insigne y sacrifi- cado ideólogo. Y el tercero, tras idearle una estrategia, su apóstol, su héroe, su mártir. Nuestra América conoce bien a Martí y casi bien a Hostos, el puertorriqueño que, según una halagadora hipérbole de Blanco Bombona, “la enseñó a pensar”. Las señales del puertorriqueño bri- llan en orto constante por el cielo mental de América. Con el cubano, el drama de su holocausto amplía la magnitud de su recuerdo. No así Betances. Hombre de pensamiento y de acción, sensi- bilidad la más excelsa de nuestro Siglo XIX, no deja un solo libro publicado. Aparte de una dulce leyenda, escrita con sangre de su corazón; de algún eminente estudio médico, su obra sigue descono- cida y dispersa por las hemerotecas de Europa. Sus cartas –las escri- bió prolijamente– se perdieron en su casi totalidad o siguen ocultas. Después de 64 años de su deceso el miedo colonial resiente aún a aquel formidable decidor de verdades. Aparte el precioso folleto del ilustre Guzmán Rodríguez no hay “espistolarios” de Betances. Mucho menos una biografía. Apenas si no es el libro fundamen- tal de Bonafoux. Y el de De la Luz León, tan valioso, es, principal- mente, un estudio, verdaderamente no exhausto, de las relaciones betancianas con Cuba. Los dominicanos no han producido una sola obra sobre Betances que merezca principal mención; a pesar de ha- ber vivido entre ellos; no obstante la gravitación de su obra sobre la vida dominicana; no obstante haberlo conocido y estimado más que los cubanos; no empece el altísimo aprecio y grandísimo cariño que por él sintieron dominicanos de la más alta valía… (Luperón y los Henríquez y Carvajal, por ejemplo…) Nosotros ni decir. Pero en nosotros se explica. Después de lo

26 Futuro sin falla que Betances hizo por nosotros, escribir sobre él, teniendo aún las manos atadas por el coloniaje, es, a fe mía, manera dolorosa de auto- inspección con el sonrojo por espejo. Betances es personaje único en nuestra historia. Su tarea fue la de dar organización, sistema, continuidad e ideología a la lucha por la independencia de Puerto Rico. Después de Betances todo lo que quedó de esporádico en la lucha independizadora desapareció para siempre. Con Betances cobró sentido y ganó futuro el proceso histó- rico cuyo carácter revolucionario había corrido soterradamente por el subsuelo de nuestra formación nacional. Al unir, en un solo pro- pósito emancipador, la lucha por la independencia y el esfuerzo por abolir la esclavitud, cifró una conjunción estratégica de fuerzas que marcó para siempre, en el camino de nuestra liberación, sabidas las diferencias de su movilidad en el tiempo, la composición necesaria de la revolución patriota. Si esa ideación y esa actividad no dieron en su hora la resultante buscada produjeron, en Lares, la definición de la nacionalidad y, con ésta, borraron de la sociedad puertorriqueña el baldón de la esclavitud negra. Su educación europea, eminentemente francesa, pudo haberle limitado la visión y recortado la faena por aquella su irrefrenable compulsión patriótica voluntariamente asumida. El absorbente na- cionalismo francés, bajo cuyo signo se formara, pudo haber marcado su obra despreocupándole el deber, o, –por mimetismo doctrinario– prohibiéndole el amor para lo que no fuese exclusivamente puerto- rriqueño. Pero desde el primer momento para Betances el problema de Puerto Rico es problemática antillana; y una vibrante antillanía discurre como una riqueza de armonía sobre la línea melódica de su puertorriqueñismo redentor. El monumento que es su conducta lle- va un título: El Antillano. Y es de tal modo inseparable en su vida la obra independentista puertorriqueña de la federacionista antillana que ambas trabajan, como las manos del pianista, para producir, en un solo movimiento, un único efecto bienhechor. Y he aquí cómo ese largo batallar que llena con su pujanza el más fecundo medio siglo de nuestra historia, se da según el impulso de su alma apolínea, en cuyo fondo luminoso, libre de contradic- ciones, todo va derechamente a su fin con claridad y hondura tales que, –por lo que la luz tiene de cegadora y lo que la profundidad no deja ver– todo en ésta parece hacedero y fácil. De modo que cuando comparamos aquel Betances de la hermosura, el que lleva tras sí

27 Juan Antonio Corretjer todas las miradas parisianas, con el Betances del tremendo grabado de Homar, vemos lo que los puertorriqueños hicimos con él y casi ya no podemos creerlo: Pero ése es el hombre con quien el sacrificio se dio tan en acompañamiento de la alegría que pudo cerrar su vida interrogando a la esperanza. Un día dirá: –“Si durante cincuenta años no he separado, ni si- quiera un solo día, la causa de Puerto Rico de la de Cuba, me parece que trabajar por la una es hacerlo también por la otra; y me es muy difícil renunciar a ese bello ensueño.” Y Hostos, recordándolo con póstuma emoción: –“Pensando en eso vivió; pensando en eso murió… Su alma entera estaba impresa en sus deseos… Apenas perdía la ilusión, la rescataba, y apenas des- echaba la esperanza volvía a ella.” “Una sola pasión anima la vida de Betances: la libertad. Una sola idea es su fuerza impulsora; la independencia de Puerto Rico conjuntamente con la de Cuba. Una quimera la dignifica y embe- llece: la unión de las Antillas. Tres mirajes que no son, en definitiva, más que uno. Para alcanzarlo peregrinará sin descanso.” Tal afirma el cubano José de la Luz León. Pero hay más. No se trata sólo de lo que él hace: también de lo que a otros mueve a hacer. Efectivamente, con la aparición de Betances en el escenario histórico de las Antillas la idea unionista va a alcanzar su etapa de mayor auge y el trabajo para realizarla llegará a adquirir máxima importancia. “El hecho realza y prestigia –sigo citando a La Luz León– una tradición que se ha continuado ininterrumpidamente a través de las vicisitudes y de los avatares políticos del Archipiélago; acaso no pueda citarse un solo nombre de pensador, de libertador o de apóstol, que al luchar por la independencia de alguna de las tres grandes Islas, no haya luchado con parejo ardor por la inde- pendencia de las otras. El ideal nacional ha sido siempre vinculado al ideal “trino y uno”, como la llama el venerado dominicano don Federico Henríquez y Carvajal. La realidad antillana –las islas lle- gan a sus definiciones nacionales, a su definición como familia de naciones– se refleja en una nueva actitud; aspira por necesidad polí- ticamente a un objetivo tras-independentista, a una meta en común a la cual dirigirse para llevar a cabo una gran obra histórica. Pero en el trabajo de esta realidad se deberá a Betances, principalmente, la presencia constante del ideal antillanista como una aspiración in-

28 Futuro sin falla mediata y realizable. Todo paso suyo a favor de la independencia, bien de Cuba, bien de Puerto Rico, es dado también hacia la Con- federación Antillana. Por lo mismo, como relatar ese proceso deta- lladamente se alejaría del propósito primordial de estas notas, nos circunscribiremos a señalar aquellas gestiones principales llevadas a cabo por Betances directa y exclusivamente con la unión antillana por objetivo inmediato. Desde 1867 lanza la idea como la mayor de sus aspiraciones. Y más de 20 años después, ya a las puertas de la muerte en cuyas aguas letales ese mismo año se hunde, ve en la Confederación la potencia de una nación de 25 millones de habitantes. “Henos aquí, ¡oh mis hermanos! –había dicho en una logia haitiana en 1870– de tal modo unidos en el pasado que no puedo hacer una descripción de Cuba sin hallarla consignada ya en los anales de Haití. No; no nos es posible separar nuestro presente: de una punta a otra de las grandes islas del Mar Caribe, el mismo asunto se plantea: el porve- nir de nuestras Antillas. ¿Quién será lo bastante ciego para no verlo? Sostenemos la misma lucha, combatimos por la misma aspiración, pesan sobre nosotros las mismas amenazas, y ¿dejaremos de vivir la misma vida?...” “Después de la victoria completa comenzaremos una nueva existencia que estará vigorizada por la unión de todas nuestras fuerzas”… “Estrechémonos; formemos un solo pueblo de verdaderos masones y podremos entonces elevar un templo de bases tan sólidas, que todas las fuerzas de la raza sajona y la de los españo- les reunidos no podrán jamás destruir.” Betances está invocando, en lo más hondo del espíritu haitiano, los propósitos antillanistas que alentaron Desalines, Boyer, Fabre Geffard y Petión. Quien así habla ha sufrido poco antes los dolores del colapso del esfuerzo de Lares, acto betanciano definitorio de la nacionali- dad puertorriqueña cuya voluntad insurreccional va dirigida no solamente a independizar a Puerto Rico sino además a contagiar y envolver a Cuba en la misma ola revolucionaria. De las seis procla- mas circuladas antes del Grito, las seis llaman a la independencia de Puerto Rico y Cuba y a la unión antillana. La cita prueba cómo desde el principio Betances no hizo ex- clusión de Haití en su proyecto unionista. Tampoco de Jamaica. Un incidente de carácter internacional dará ocasión a Betances para probarlo. José Maceo, insurreccionado a raíz del Zanjón, es traicio- nado por el General Polavieja, encarcelado en Chafarinas y de allí

29 Juan Antonio Corretjer consignado para Ceuta. Pero al pasar por Cádiz, gracias a un audaz plan de Calixto García, escapa con unos compañeros en una lancha, yendo a parar a Gibraltar. Entonces ocurre que el barón Napier de Magdala, gobernador inglés del Peñón, los entrega a las autorida- des españolas. El hecho está contra la ley y Betances va a Londres a defenderle la libertad a los cubanos. Entrevista al diputado O’Kelly y lo convence para que interpele al gobierno de lord Gladstone. El objetivo directo del viaje está logrado. “El caso de José Maceo sería expuesto ante Europa y el mundo.” Su machete heroico volverá a la manigua y al holocausto. Pero Betances va más allá y aprovecha el viaje para hablarle a lord Gladstone. Es el año 1882. Betances defendió ante Gladstone no ya a Maceo únicamente, sino su proyecto de la Confederación. Y hubo de hacerlo con tanta eficacia que Gladstone estuvo dispuesto a defender el proyecto y a obtener que Inglaterra hiciera entrar a Jamaica en la Confederación. La demarchè diplomática betanciana tenía mucho alcance. España no pudo verlo. Se trataba de “contra- pesar, con la intervención de Inglaterra, el influjo de Estados Unidos en las Antillas.” Y, al mismo tiempo, asegurar la independencia y la confederación. Con los haitianos la cosa venía de antes, aún con anterioridad a su arenga masónica de 1870. Y con los cubanos. En 1867 circulaba la gente de Betances, en toda la región occidental de Puerto Rico, una proclama en la que se decía: –“Puertorriqueños: preparaos a ser los primeros, vuestro es el honor, vuestra será la gloria. Cuba os seguirá y os prestará ayuda. ¡Cubanos y puertorriqueños: Unid vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la in- dependencia de Cuba y Puerto Rico! Así podremos formar mañana la Confederación de las Antillas.” Para 1871 sigue en Haití, en donde su trabajo es tan fecundo, que en su opinión, gobierno y pueblo están maduros para la confe- deración. Prácticamente, “de la manera más eficaz que les es dable, son ellos los que protegen la Revolución cubana, ellos también los que sostienen la dominicana.” Poco después, sin embargo, se ve forzado a abandonar a Haití y residenciarse en París. Excepto por breve tiempo en 1883, París será su morada hasta la muerte. Esto no significa abandono del ideal antillanista. Por el contrario, el trabajo de Betances en París

30 Futuro sin falla es consagratorio. Es en estos años parisinos en los que, con la pa- labra y con la acción, Betances hace más por sus Antillas. A estos años pertenece, en cuanto a trabajos confederacionistas se refiere, el acercamiento a Gladstone, ya referido, y la tarea llevada a cabo con el general Gregorio Luperón y con el diplomático salvadoreño J. M. Torres Caicedo. Con la alianza entre estos tres campeones de la unificación, el proyecto se amplía, quedando la antillana incluida dentro de una más amplia unión latinoamericana. Como se trata ya no únicamente de pueblos coloniales en lucha por su independen- cia, sino que también de naciones independientes, nuevos elementos programáticos entran en juego: uniones aduaneras, unidad en pesas y medidas, comercio libre, libertad para el uso de las fuentes y vías fluviales; intercambio de noticias, prensa afín, establecimiento de líneas navieras por común esfuerzo, líneas telegráficas, etc. Para estos años, otro gran amigo de Betances viene a escena. Es el brillante ensayista y fino escritor haitiano, Antenor Firmin. Es a éste a quien debemos precioso retrato escrito de Betances: “De aire retador en contraste con la inalterable dulzura de su expresión, desbordada de indignación ante cualquier acción baja o injusta, pero jamás se permitía una irrupción nerviosa ni una mues- tra exterior de ira. De toda su persona emanaba un como mágico e irresistible fluido, capaz de atraer a temperamentos refactarios a toda influencia magnética. Espíritu el más esclarecido de Justicia y Libertad, unido al más indomable propósito de aliviar la situación de los desheredados, palabra libre, opinión franca permeada por infinita caridad: tal era el eminente puertorriqueño.” El concepto antillanista betanciano ha penetrado tan honda- mente en este haitiano de primera calidad, gran idealista que es al mismo tiempo un diplomático de carrera y un político de realida- des, que cuando Adolfo Lara, el publicista guatemalteco, le sugiere cambiar el proyecto antillanista por el de una federación negra que incluya todo el Caribe, Firmin rehúsa. Lara argumenta que los ha- bitantes del Caribe son holandeses, franceses, ingleses, o españoles sólo por conquista: pero en su mayoría tienen el mismo origen afri- cano que merece ser reconocido y usado como fuerza de unifica- ción. De modo que así unidos, dicha entidad política podría exigir al resto del mundo un trato digno y justo para todos los negros. Firmin no procede a ciegas. Ha vivido lo bastante y ha estudia- do mucho para dar una respuesta impremeditada. Se da cuenta que

31 Juan Antonio Corretjer la proposición de Lara contiene algunas ventajas en lo social. Pero su respuesta contiene el germen betanciano: –“es un proyecto limitado y limitador, pues carece de la fuerza coaguladora de la Confedera- ción, organizada sin distinción de raza, origen o nacionalidad” . Betances ha trabajado toda la vida para que la lucha por la inde- pendencia de Puerto Rico y Cuba se den juntas y rumbo a la Confe- deración. Cuando su vida va a acabar entra en escena un factor que él previó, cuyos efectos negativos para la vida de las Antillas quiso él evitar. Estados Unidos declara la guerra a España. El mundo pe- netra en una nueva etapa: la etapa de los monopolios, de los cartels, de la exportación de capital, en una palabra: del imperialismo. Tocará a otra generación adquirir la conciencia de esa nueva etapa; ganar los conocimientos necesarios para los nuevos comba- tes; sufrir las amarguras inevitables; hacerse, en las batallas nuevas, del valor y de las armas que la llevarán a la victoria. Pero aún en su lecho de agonizante se yergue el gran revolucio- nario para dar al nuevo siglo su consigna: –“No quiero colonia, ni con España ni con Estados Unidos. ¿Qué hacen los puertorriqueños que no se rebelan?”– “Los puertorriqueños”, sí; –porque entre todos los pueblos sería el más suyo; éste entre el cual nació, el peor castigado en la etapa de la dominación imperialista:– el único lanzado a la degradación del total coloniaje. Y quiso él también, como reto postrero a la adver- sidad y el desengaño, señalar a sus paisanos el puesto de la nueva vanguardia.

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HOSTOS, IDEÓLOGO DE ANTILLANÍA

Pensando en eso vivió; pensando en eso murió… Su alma entera estaba impresa en sus deseos… Apenas perdía la ilusión, la rescataba, y apenas desechaba la esperanza volvía a ella. Hostos

Ir dormido, sabiendo que se sueña con un bien que se ha de realizar forzosamente, es despertar desde ahora en los tiempos venideros. Hostos

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HOSTOS, IDEÓLOGO DE ANTILLANÍA El más grande ideólogo de antillanía, su profeta más lúcido, fue Hostos. Al poner todo su talento, todo su brío todo su afán, en razonar, en explicar, en dar al antillanismo una compacta ideología, está por encima de todos. Pareció desde el principio destinado a serlo, pues la idea federa- cionista nació en él antes que la separación de las Antillas de España se le probara necesaria. El drama doctrinario se dio en él junto a la tragedia histórica. Educado en España, conocedor profundo de las grandezas es- pañolas, con relaciones afectivas, de íntima amistad, entre la mejor inteligencia contemporánea española, cifró sus juveniles esperanzas en un pacto de amor que uniera federativamente a las Antillas y España mediante la reorganización republicana de las instituciones españolas. Más allá que Pi y Margall, antevió una especie de man- comunidad a la Westminster, pero sin vínculo real, un auténtico estado multinacional en el que convivieran, con igual dignidad, las nacionalidades españolas peninsulares y antillanas. La decepción se la da la primera República española. Se expre- sa en el primer gran treno de la angustia hostosiana. Y para Hostos basta. El resto de su vida –contaba entonces 24 años– estará para siempre dedicada a luchar, a apostolar, por la unión antillana. Su magno pensamiento montará, arquitectónicamente, a lo largo de un infinito camino de amarguras, el bello y sólido edificio de su ideario antillanista. De modo que, en toda la obra del Maestro va uno en- contrando, a par que el deleite de su prosa, la fuerza, la lozanía de su ideación en presencia antillana. Ni que mencionar su trabajo por Puerto Rico. Pero quede se- ñalado que no tuvo Cuba adelantado mayor en toda América. De manera que, al festejarse su centenario en 1939, dos sólidos tomos de trabajos cubanos suyos recoge Emilio Roig de Leuschering en Hostos y Cuba; a la vez que Emilio Rodríguez Demorizi recoge en otros dos –como los del cubano, montantes a más de setecientas páginas– los trabajos dominicanistas de Hostos en Santo Domingo. Más aún; Amé-

34 Futuro sin falla rico Lugo testimonia que en su gran crisis del XIX el esclarecimiento hecho por Hostos salvó la República de la anexión yanki. Trabajo de profundidad el de Hostos, fructifica nuevamente veinte años des- pués de éste fenecido, y son los discípulos suyos, y los amigos suyos en quienes más influyó, los que entre 1916 y 1924 se enfrentan a la invasión yanki y logran la desocupación. La había previsto –y era la más sagaz previsión de su antillanismo– porque hay ya entonces quienes “velan cautelosamente desde antiguo, por ir de otro modo, con designios malos, a donde hay que ir con buen designio; y para impedir que beban en el Yaki, es necesario estar dispuestos a saber confundir las aguas de todos los ríos de las Antillas.” Como la mira- da ve tan lejos, me parece justo dar su fecha: septiembre 25 de 1884. (Revista Científica, Santo Domingo, Núm. 18.) Y a Cuba, ¿hay acaso quien le diga mejor y más veces la gran- deza potente, ni quien le diga más enteramente la verdad? Alguien que no fuera él, ¿soñó de ella sueños más hermosos, sino el filósofo borincano que un día embarcó, con Francisco Vicente Aguilera, para ir a medir armas con los españoles en suelo de Cuba? Cuando se le muere el cubano a quien más quiso, ¿escribió al- guien, entonces, y después, juicio más sereno y profundo, o pintó, en prosa, retrato más bello y veraz suyo? En el ensayo sobre “Pláci- do” desgarró Hostos el vientre de la sociedad antillana, la ciencia, entonces embrionaria, de la sociología, parece cuando Hostos la hace trabajar en el cuerpo colonial cubano, ya entera y madura para el gran examen; y cuando aprecia “el modo de guerrear en Cuba”, uno no puede sino pensar que Ernesto Guevara pudo haberlo usado como prólogo a su libro enseñador y hermoso. El puertorriqueño de más pensamiento que a la fecha haya na- cido, era también un gran amoroso. Reparte su corazón entre las Islas. Ni ve la independencia ya lograda de Santo Domingo como meta final de su pueblo ni la por lograrse de las otras Antillas para éstos. “La que puede ser una gran nacionalidad –advierte– no es la República Dominicana que conocemos. La República puede progre- sar hasta el punto de organizar todas sus fuerzas utilizándolas en su propia civilización… Cuba… Puerto Rico podrán también llegar a ser naciones considerables.” Pero tales realizaciones, dignas en sí, le parecen mezquinas e indignas del destino antillano. Pues “ninguna de ellas podrá –señala– llegar aislada a lo que sólo juntas pueden llegar todas.”

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“Si se incluye a Jamaica en esta asimilación de las Grandes Antillas –dice– no será porque se las ignoran sus disparidades que resultan del cambio de metrópoli y de la variedad caucásica que Cromwell procuró a nuestra hermana del Sudoeste, sino por ser palpable la prioridad de los motivos de asimilación sobre los de disparidad… También se desemejan la antigua Quisqueya, por una parte, y Cuba y la antigua Borinquen por la otra, y nadie será, sin embargo, tan ciego, que no vea la confraternidad evidente de esos grupos sociales.” El sociólogo ha visto en lo hondo, y ni siquiera los grados distintos de la consanguineidad le turban el juicio: las Gran- des Antillas son una familia de naciones rumbo a un único destino constitucional. (En una nota al calce, aclara: “las Antillas a que nos referimos son: Puerto Rico, Santo Domingo, Cuba. Por el camino que ellas tomen, irán, tarde o temprano, las otras”.) No es un sonámbulo. Sabe acercarse a la realidad; mide los obs- táculos. Pero ve más allá de la realidad inmediata y más allá de los obstáculos. Por lo mismo: “Si así lo reclama la política, descartemos a Jamaica…” Inmediatamente, añade, profético: –“Ella vendrá algún día a su centro de gravedad.” Nosotros, los herederos de su profecía, ¿no la vemos ya emprender el camino hacía “su centro de grave- dad”? Vuelve, tenaz y certero, a su trabajo: –“Pero la política, como la razón, como la moral, como la civilización, quiere que encartemos las tres Antillas restantes.” En visión, ya tan honda como bella: –“En las Antillas mayores hay el esbozo de una nacionalidad, tan natural, por inasequible que hoy parezca y aún por invisible que sea a tardos ojos, que en nin- guna otra ha hecho la Naturaleza tanto esfuerzo por patentizar su designio… No son sino miembros de un mismo cuerpo, fracciones de un mismo entero, parte de un mismo todo.” “Geológicamente, son el mismo pedazo de la misma costra, fraccionada por la misma convulsión. Geográficamente, son la mis- ma porción de territorio en casi los mismos paralelos. Físicamen- te, tienen la misma estructura, el mismo sistema de montañas, los mismos climas, con la misma distribución de relieves y las mismas zonas agrícolas, industriales, comerciales. Históricamente, el mismo pasado ante-histórico, la misma procedencia colonial, parecidos su- cesos, o los mismos, derivados de los mismos motivos de existencia. Étnicamente, la más sencilla combinación que hay en América; una misma variedad caucásica como fondo, y el mismo derivado etíope

36 Futuro sin falla como accesorio. Étnicamente, las mismas tradiciones religiosas, po- líticas, económicas…” El gran lógico va derechamente a sus conclusiones: –“El grupo que constituyen es tan homogéneo, que para ser en la historia lo que son en la Geografía, les bastará organizarse según la Naturaleza, obedecer a la Naturaleza, constituir políticamente la clara nacionali- dad que intrínsecamente constituyen.” Explica: –“En las Antillas, la nacionalidad es un principio de organización en la naturaleza, porque completa una fuerza espon- tánea de la civilización; porque sólo en un pacto de razón puede fundarse, y por que coadyuva a uno de los fines de las sociedades antillanas, y al fin histórico de la raza latinoamericana. El principio de organización es el de unidad en la variedad. La fuerza espontá- nea de civilización que completará es la paz. El pacto de razón en que exclusivamente puede fundarse es la confederación. El fin a que coadyuvará es el progreso comercial de las Islas. El fin histórico de raza que contribuirá a realizar, es la unión moral e intelectual de la raza latina en el nuevo continente.” Por eso, y por mil razones, “las Antillas no pueden ser anexadas a los Estados Unidos; las Antillas no pueden ser sino estados inde- pendientes; las Antillas deben forzosamente unirse en una confe- deración… Han de organizarse democráticamente, en tanto pueden darse un gobierno más científico, socialmente más avanzado.” “A eso se irá –asegura– a eso habrá de irse por la fuerza de las cosas, y el día en que a eso llegue, la sociedad de las Antillas forma- rá en los tiempos venideros una nacionalidad de un carácter seme- jante, y tan poderosa y tan prepotente y tan viva y tan insinuante en la civilización universal, como aquella sociedad helénica que, en la cuna de las sociedades europeas, ocupó en el mundo antiguo una posición geográfica y comercial que en el mundo moderno no tienen más que las Antillas.” ¿Cuál de las Antillas tomará la delantera, cual será el factor primero de unificación, de gravitación centrípeda antillanista? Hos- tos reconoce el papel de Haití, la nación que despertó a la América Latina del letargo colonial e hizo con su gestión para siempre im- posible la esclavitud de la raza negra. Gestora de la independencia antillana, abrió la confederación como una posibilidad, como una perspectiva. Así lo pensaron Petión y Boyer. Luego, Santo Domingo es independiente, y como tal está en mejores condiciones que Cuba,

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Jamaica y Puerto Rico coloniales, para asumir el liderato: y aún me- jor que Haití, que se ha quedado atrás en su desarrollo republicano. Pero aún su mirada se desplaza hacia el futuro. “El principio de concentración, o de conservación, es el que constituye la personalidad interna de una nación, su soberanía in- nata, el dominio de sí misma; es el principio que conservará inde- pendiente, libre, próspera y feliz a Cuba, si después de victoriosa contra los usurpadores, sale victoriosa de sus perturbadores… En cualquier sentido que se tome la palabra fuerza, Cuba será entonces una fuerza. En el sentido físico, porque será una población capaz de la paz y de la guerra. En el sentido social, porque representará trabajo y preocupación. En el sentido internacional, porque valdrá como aliada, como neutral, como enemiga. Sean cualesquiera los eventos que puedan inducirla a tomar ante otra u otras naciones la actitud internacional de enemiga o de neutral; y sea cualesquiera el peso que se atribuya a su fuerza armada, a su fuerza económica y a la fuerza de su influencia nacional, el hecho es que siempre será solicitada, como toda fuerza lo es, hacia sí misma y hacia fuera de sí misma.” “¿Qué hará?” –se pregunta. “¿Se encerrará dentro de sí mis- ma?” ¿Olvidará su destino antillano? Sólo pensarlo lo horroriza. Hostos aconseja, estimula a Cuba, a “hacer expansivas las fuerzas nacionales, obedecer al principio de expansión, salir de sí misma, difundirse, vivir juvenilmente la activa vida de relación que solicita y espera a todo pueblo del Nuevo Continente, y acaso más que a otro cualquiera, a los que se han formado en el Archipiélago de las An- tillas, centro del mundo civilizado, camino del comercio universal, objetivo de la industria de ambos mundos, fiel de una balanza que ha de pesar algún día los destinos de la civilización cosmopolita.” Analizando las razones del progreso de Puerto Rico y Cuba a pesar de las trabas coloniales que padecían, y atribuyéndolo a que Cuba y Puerto Rico han sido “elementos absolutamente indispen- sables al movimiento comercial de la civilización” y por lo tanto habiendo sido “solicitadas una y otra por el cambio internacional”, apunta a que le deben eso y mucho más. Le deben una lección que Cuba aprovecha hoy plenamente, aunque frente a frente a la oposi- ción del imperialismo washingtoniano: la lección que probó, prác- tica, positiva, aritméticamente, que el destino de Cuba y de todas las Antillas está, quieran ellas o no quieran, en la expansión de sus

38 Futuro sin falla fuerzas, en su comunicación cordial con todo el mundo, en la difu- sión de sus medios interiores de vida y de progreso hacia el exterior más cercano y hacia el más remoto.” “El exterior más cercano son las islas hermanas; y antes que otra cualquiera, Puerto Rico; y tan interesante como ésta para ese fin, la isla favorita de Colón. Hacia ellas la llama el principio de nacionalidad.” Inmediatamente, fija a Cuba, y a las Antillas, un superior y tras- cendente destino. Porque “el exterior hacia donde llama el principio de expansión es ese Continente latinoamericano, émulo de las Anti- llas en el largo dolor del coloniaje, ejemplo glorioso en la lucha por la vida propia, hermano en la raza, en la sangre, en las tendencias, en los vicios heredados del pasado, en la obra común del porvenir.” “Hacia él, por afinidad, por simpatía, por previsión, por deber –como los elementos químicos buscan a sus afines, como el que sabe el dolor moral busca al enfermo de dolor moral, como prevé el que no tiene por único horizonte a su nariz, como cumple con su deber el que tiene suficiente grandeza para atacarlo, hacia ese Con- tinente calumniado por los que antes no supieron apreciarlo y por los que hoy no saben conocerlo, hacia él debe Cuba, deben nuestras Antillas tender fraternalmente los brazos, porque hacia él las llama irresistiblemente el principio universal de fuerza que así impele los planetas hacia el sol central, como impele pueblos hermanos hacia hermanos.” Con una altísima conciencia de lo que trabajar para la realiza- ción del destino antillano conlleva, escribe, solemnemente: “Nada exigirá más elevado patriotismo, más sabia previsión ni esfuerzo más perseverante, que la propaganda en pro del estableci- miento de la nacionalidad de las Antillas.”

* * * Llega el año 1903. El gran puertorriqueño, lejos de la patria que nuevamente le han arrebatado, anciano ya y aún más anciano por los sufrimientos que por los años, querrá ver el mar; el Mar de sus Antillas. Querrá atravesarlo con su mirada, como ha atravesado los tiempos con su visión profética. Será en Santo Domingo. Y su extremada capacidad para ver querrá vislumbrar, tras el doble azul del horizonte, en el amanecer sonoro, las playas lejanas de Borinquen.

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Pero, ¿qué ve? “La Confederación de las Antillas: un principio racional; una idea humana; un Ideal. “Pensar en eso, soñar; vivir para eso, dormir; mortificarse por eso: delirar.” Hostos mira soñadoramente hacia su mar, el Mar de sus Anti- llas… “Sueños de enfermo son, sueños han sido, sueños serán siempre las ideas que tienen origen en el fondo de la naturaleza, su primera raíz en alguna cabeza solitaria, su realización en el lejano porve- nir.” (Reflexiona: “Es bueno que así sea porque es lógico, y es lógico porque es bueno. “Una idea fructífera no puede dar fruto en la soledad de un pensamiento. Por innata que parezca en cuanto al soñador la enun- cia, necesita arraigar en varios, en muchos, en todos o casi todos los cerebros de un pueblo, de una raza, de una porción de humanidad, para desarrollarse y fructificar y hacer el género de bien que le sea esencial. “Babel es un símbolo, y simboliza eso: la grandeza en el desig- nio imaginado y la prematurez en la realización del designio.”) Hostos ha cerrado definitivamente los ojos… Desde entonces ya fue para siempre dormido. (“Pero ir dormido, sabiendo que se sueña con un bien que se ha de realizar forzosamente, es despertar desde ahora en los tiempos venideros.”)

* * * “Propiedad para todos”, –había dicho. “Producción y consumo para todos.” “Trabajo para todos.” “En cualquier sentido que se tome la palabra fuerza, Cuba será entonces una fuerza.” Hostos ha abierto nuevamente los ojos. Está en Cuba.

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DEMOGRAFÍA LIBERTADORA

Unos cuantos propietarios de todo entre una muchedumbre de dueños de la nada; unos cuantos productos de riqueza entre una multitud de consumidores de aire. Hostos

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DEMOGRAFÍA LIBERTADORA

Hostos muere en 1903 y ese año mismo se produce en Rosendo Matienzo Cintrón su primer planteamiento hispano-americanista. “Los españoles de América” –dijo– “deben buscar la espléndida e indefectible transfiguración que en el Nuevo Mundo les está seña- lada. Si América es hoy la esperanza del mundo no debe realizarse sin el concurso de nosotros. Por ser españoles, somos herederos de un hermoso pasado; porque somos americanos, tenemos derecho a un fastuoso porvenir.” “Muy pocos son –dice con razón su biógrafo el profesor puer- torriqueño Don Luis Díaz Soler– los que piensan en Rosendo Ma- tienzo Cintrón como un pensador americanista. En el más vasto escenario del Nuevo Mundo, se yerguen las figuras continentales de Bolívar, Hostos, Martí, y otros; apenas alcanza un puñado, los que están enterados de lo que en su propia tierra expuso uno de sus más distinguidos hijos sobre el magno problema de las relaciones entre los pueblos de América. Vivió Matienzo muy de cerca el drama del expansionismo norteamericano para verlo con indiferencia; fue uno de los primeros puertorriqueños que reaccionó ante el impacto de la cultura anglosajona en Puerto Rico…” Fue Matienzo uno de los dos intelectuales puertorriqueños –De Diego fue el otro– cuyas sensibilidades reflejaron con mayor pres- tancia la realidad destructora de la invasión yanki. Para Matienzo, el desplazamiento de los puertorriqueños por corporaciones absen- tistas yankis para crear el latifundio monocultor hizo imperativa la organización de un movimiento independizador de inspiración agrarista. En De Diego –gran poeta– la agresión al vernáculo era ya más que mandato para abrazar la lucha por la independencia. Por necesidad, ambos devienen antillanistas fervorosos. Para “buscar esa espléndida e indefectible transfiguración” que a los hispanoamericanos “nos está señalada”, Matienzo no descono- ce el papel designado a las Antillas. Éstas son “una rosa náutica de donde partirán con el tiempo… los cuatro vientos del espíritu, las múltiples irradiaciones de la civilización que se aproxima.” Recuer-

42 Futuro sin falla da el destino de las Islas Griegas, de las Canarias, de las Británicas; recuerda la España que fue la última Thule, “donde se dieron cita las civilizaciones asiáticas, visigoda, helena, romana, árabe, gala, para de allí dar el salto a las islas del archipiélago antillano.” Las Antillas –dice– son “el condensador de la electricidad democrática y liberal del norte y el condensador de la electricidad fraternal y aristocrática del sur.” (La “aristocracia” a la que se refiere, aclara, no es la diferencia de clase, sino el refinamiento de la sensibilidad de las costumbres.) Para llegar a “esa espléndida e indefectible transfiguración” y a la realización de América como esperanza universal, lo primero sería la independencia de Puerto Rico; y Puerto Rico independiente, y constituida la Confederación Iberoamericana, nuestra Isla iría a formar parte del núcleo integrado por México, América Central, y las Antillas. Un segundo grupo estaría constituido por Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia; el tercer grupo por Chile, Ar- gentina, Uruguay, Paraguay y Brasil. Lo primero, dijimos, sería la independencia de Puerto Rico, y para eso funda Matienzo el primer partido político puertorriqueño dedicado a laborar por la independencia. En tal esfuerzo malgasta los últimos y valiosos años de la vida: puesto que ese error táctico acompañado de una posposición del objetivo, tendrían necesaria- mente que hacer inútiles, en la práctica, sus gestiones independiza- doras. Y es lástima. Porque ninguno de los patriotas de su tiempo tuvo tantas virtudes como él, para organizar un verdadero movi- miento de resistencia frente al invasor. Matienzo pudo en verdad, por la orientación de sus ideas y su infinita capacidad de fe, haber sido, con sólo serlo de Puerto Rico, el Ghandi de América Latina. El independentismo lleva a Matienzo al hispanoamericanismo y al antillanismo. Para Matienzo, la independencia de Puerto Rico era parte de la aglutinación latinoamericana, coincidente con ésta. Y ésta sería resultado del desarrollo de su población, gracias a su mag- na geografía, en un mundo progresivamente cambiante. Hace sus cálculos y su demografía lo lleva a señalar fecha. La aglutinación multinacional de la América Latina ocurrirá en la segunda mitad del Siglo (Matienzo fecha su profecía en 1911) y para entonces tam- bién será independiente Puerto Rico. “La concentración de la raza –escribe– que comienza ahora sus primeros tanteos, estará avanzadísima del año cuarenta al cincuenta

43 Juan Antonio Corretjer de esta centuria. La población de Iberoamérica será entonces de 160 a 200 millones. El núcleo de México, América Central y las Antillas tendrá alrededor de 60 millones. Bien podemos formar parte de una nación muchas veces mayor que Francia y muchas veces más rica.” Su cálculo demográfico se ha cumplido casi a exactitud. ¿Y el soplo profético con que alentó sus cifras? “Estamos en 1911 –dice con absoluta convicción– y de aquí a la época a que me refiero faltan treinta años. Casi toda la juventud actual podrá verlo. Orien- tado así el espíritu público, ya sabemos a que atenernos, y viviremos más tranquilos al saber que a nuestro destino concurren fuerzas, muy superiores a las mezquinas de que podemos disponer.” Si el cálculo demográfico acertó, ¿ha fallado acaso la visión pro- fética? Puerto Rico no es independiente. No hay Confederación de las Antillas. Ni Unión Centroamericana. El águila azteca vuela majestuosamente, pero solitaria, desde el Orizaba al Popocatepelt. El Brasil expande su tórax en un desesperezamiento titánico, –más abstraído en su particular vertiente. Las repúblicas bolivarianas no han reorganizado la Gran Colombia y el espléndido Sur sigue partido por unos Andes y unas pampas y unos ríos llamados a ser políticamente borrados. La inmensa geografía sigue siendo la misma –los inmensos lla- nos, los ríos inmensos, la inmensa riqueza– que aquella que Hum- boldt señaló, eclécticamente, al gozo de sus legítimos dueños y a la avaricia de los usurpadores; y en la cual cifró Matienzo la fe suya en que sobre ella creciera una población por su mismo crecimiento libertadora. Pero los cartels, los monopolistas yankis, las fuerzas del Pentágono, siguen mandando sobre ellas con los mismos antiguos caporales. (En Cuba excepto.) Todo cierto. Y, no obstante, la visión de Rosendo Matienzo Cintrón sigue respondiendo a su raíz científica como una promesa a pronto plazo cumplible. Porque la segunda mitad del Siglo verá –ya la está empezando a ver– su realización plena. Efectivamente; ahora vemos el problema en términos distintos. Para nosotros, el crecimiento poblacional es sólo un índice y un acrecentamiento en el derecho a la posesión real de nuestra América. Pero por encima de apariencias, usurpaciones y traiciones, los hechos reales se abren paso. Las masas, sí; pero las masas revolucionarias; las masas en combate por lo que es suyo.

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Pues hoy sabemos que el hecho histórico más profundamen- te decisivo en la primera mitad del Siglo XX ha sido la subversión de los pueblos esclavos de Asia y África. Sabemos también que las mismas fuerzas históricas subvertidoras del orden feudal y colonial en Asia y África trabajan en lo profundo de la realidad latinoameri- cana. Tenemos ante nuestros ojos a Cuba. Por la misma ley de antici- pación que hace conocer al astrónomo la fecha del fenómeno celeste que ocurrirá dentro de equis años, sabemos hoy que la estrella in- dependiente de Borinquen tendrá próximamente su orto. Sabemos que el suceso histórico más profundamente decisivo en la segunda mitad del Siglo XX lo será la subversión de los pueblos hispánicos de América. Y esa subversión no ocurrirá sin independencia de Puerto Rico y sin la reorganización unitaria de las Grandes Antillas.

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NUEVAS CAMPAÑAS La más fecunda de las palabras es la hablada, porque es la más próxima a la acción. Hostos

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NUEVAS CAMPAÑAS

El gran poeta, excelso orador, brillantísimo polemista, José de Diego, no puede ser entendido sin comprenderse que su liderato se da cuando Estados Unidos somete a Puerto Rico a un régimen de opresión nacional. Hasta cierto punto, lo mismo podría decir- se de Matienzo. Ya dijimos que fue él testigo demasiado cercano del expansionismo norteamericano para que no reaccionara ante el fenómeno. Sin embargo, fundamentalmente, Matienzo representa, más estrictamente, la reacción patriótica de un sociólogo. Protesta ante la deformación de la sociedad puertorriqueña producida con la agresión a su economía. Será quizás injusto limitarlo a ese pun- to; evidentemente lo es. Pero ése es su significado más profundo, políticamente mirado, puesto que es lo que lo llevará, porque lo ha tocado tan vivamente, a organizar un partido independentista y un movimiento de unificación nacional. El otro paladín será un privilegiado de la sensibilidad, un mimado de la belleza. Verá hondamente en el alma de la patria; aproximará su problema realísticamente; quizás, por paradoja, con esa demasía de realismo que suele políticamente llevar los hombres al adaptacionismo. Mas cuando deja libre su alma, cuando ésta se mueve, espontánea, y se expresa en el lenguaje difícil, para él asom- brosamente fácil, de la metáfora y la hipérbole –entonces José de Diego se levanta a la majestad del liderato nacionalista; se convierte en el primer gran orador de masas independentistas; en el primer organizador internacional de la unión antillana. Su acción linda con la dedicación. La muerte lo ataja cuando va a abandonarlo todo para consagrarse a la idea. En este trabajo consideraremos los esfuerzos dieguinos como organizador de la Unión Antillana. Tras larga obra de tribuna y prensa, realizada en Puerto Rico, en doble e indiscutible propaganda por la independencia patria y la unión de las Antillas de habla española, de Diego va a partir rumbo a Santo Domingo, llevando “la santidad del ideal que algún día se elevará radiante y glorioso, sobre el Archipiélago del Caribe, como

48 Futuro sin falla un nuevo ciclo de aquel oculto sol que alumbró en la antigüedad las islas del Mediterráneo.” “Hace algunos años, –escribe– que el propósito de una excur- sión de puertorriqueños a Santo Domingo fue objeto de largas con- templaciones, en tertulia con mi cordial amigo Pablo Cabral Báez, Cónsul entonces de Santo Domingo en Mayagüez, departiendo en la Plaza de Colón, a los pies del viejo Almirante, al resonar el nombre de Española, inclinar hacia nosotros su cabeza de duro y melancólico bronce. “Hasta que, ahora un año, pasó por nuestra capital mi ilustre amigo Francisco J. Peynado… Revivimos impresiones cambiadas… marchitos recuerdos, esperanzas inmortales, sueños encantadores, visión augusta de una Madre antillana, trina y una, como el Padre, fuerte, victoriosa, erguida sobre el arco triunfal de tres mil colum- nas a la entrada de América, izando en su diestra creadora el es- tandarte de la fraternidad de las razas y los pueblos que alumbrará un día desde Occidente, volviendo el sol sus pasos, el camino de la civilización y del mundo. “Acordamos fundar la asociación ‘Hermandad Antillana’, que favoreciera inmediatamente el intercambio social, literario, científi- co, artístico y en lo posible legislativo y económico de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, con un lejano aspecto político, que el es- píritu providencial de los tiempos ha designado ya en los futuros horizontes de la vida antillana. “La Asociación habría de funcionar con tres principales Juntas o Comités organizadores en La Habana, Santo Domingo, San Juan, y fue entendido que sin demora se instaurase el primer Comité en Puerto Rico; más yo pensaba que el PRIMERO debería ser en la PRIMERA, en la Primada, en la que fue cuna del cristianismo y la civilización del mundo americano. “A eso voy a Santo Domingo… Así se formará en Santo Domin- go de Guzmán, con los más valiosos elementos, el Comité Príncipe de la ‘Hermandad Antillana’. Seguiré hacia Cuba, para fundar, con el poderoso auxilio de insignes amigos, el Comité correspondiente de la ‘Hermandad’ en La Habana, y completar después su instruc- ción directiva con el Comité de San Juan de Puerto Rico. “Puesto ya en la declaración de mis propósitos, lo haré de una vez con brevedad y por entero. Voy más lejos. Voy hacia la esperan- za.”

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Tras un buen trabajo de organización en Santo Domingo, llega a Cuba: “Como quien ha mirado fija y largamente el sol, dondequiera que lleve los ojos contemplo un círculo de llamas, aún veo en todas partes el agua verde de la bahía, el cielo floreciente de cirros, los heroicos muros de las fortalezas, el blanco semicírculo de la urbe, las rígidas lanzas de las palmeras, todo este fastuoso panorama que asombra y encanta al que viene del mar uniforme y solitario; y entre agua y tierra y cielo, como en ala de un pájaro maravilloso emergen- te del fondo del aire, la onda triunfal de la bandera de la República. “Cumbre de mi visión patriótica, mi primer saludo, mi primer palabra, debe subir a la bandera iluminada por los aceros de los caudillos y las estrofas de los poetas, porque la bandera cubana, como el lábaro dominicano y el estandarte puertorriqueño es también mi bandera; símbolos augustos de la patria trina y una en las islas que se prolongan y confunden bajo los mares, sobre los cielos, en el ambiente y el espíritu de las Antillas. “Si… el pueblo norteamericano rompiera sus tradiciones de- mocráticas, para revertir en su provecho la doctrina sustentadora de la inmunidad de América contra la conquista, … si se nos cerra- ran todos los caminos de la legalidad y todos los horizontes de la esperanza, los puertorriqueños ofrendarían el último sacrificio a la dignidad y la libertad de la tierra nativa. “Cualquiera que fuese nuestro destino, esperanza cumplida o desesperación insufrible, presentimos y sabemos que nuestros her- manos de Santo Domingo y Cuba, más allá nuestros hermanos del Continente, nos acompañarán en nuestro regocijo y en nuestra ira y en nuestro dolor… Mas –aclara recordando que habla en la repúbli- ca plattisada– por muy noble que fuera, no hemos de llevar nuestro egoísmo al generoso anhelo de la Unión Antillana. “No ha de fundarse esta hermandad como instrumento de la independencia de Puerto Rico, ni sus propósitos y trabajos van siquiera directos a la Confederación de las Antillas, aún cuando al- canza naturalmente la visión de una futura nacionalidad grande y fuerte, que tienda sobra múltiples columnas los gloriosos arcos por donde pasarán victoriosas las nuevas generaciones antillanas. “Nuestra institución, a la que dio ya cuna la Isla Madre del alma y la civilización cristianas del Nuevo Mundo, no puede levan- tar suspicacias, recelos, hostilidades, ni aun en los ánimos más pro- pensos al temor de imaginarios conflictos, porque salva todos los

50 Futuro sin falla obstáculos, concilia todos los intereses, satisface todos los deseos, ayunta las voluntades todas, calienta en una llama de amor todos los corazones. “La prensa publicará, si es tan bondadosa, las bases aprobadas en Santo Domingo para constituir la ‘Unión Antillana’ y trabajar inmediatamente en aquellos órdenes de la vida social, económica, literaria, de ciencia y arte que estrechen y beneficien las relaciones y la prosperidad de nuestras islas. “Cosas prácticas, cosas de realidad que irán concibiendo y en- carnando el ensueño magnífico de Martí, Gómez, Hostos y Betan- ces; irradiación que vive en mis ojos y contemplo en todas partes en un círculo de fuego como el que ha observado fija y largamente las palpitaciones del sol… “¡Bandera cubana! ¡Lábaro dominicano! ¡Estandarte puerto- rriqueño! ¡Rosas de las Antillas! ¡Constelación naciente del divino ideal!” En la república plattisada, y en polémica con un periodista español: “La ‘Unión Antillana’, que es de lo que debo hablar aquí, en cuanto se refiere a Puerto Rico, parte naturalmente de la segura concepción de nuestra independencia, de la posible aunque lejana confederación de las Antillas, y, sobre todo, de las facultades, no en ‘potencia’, sino en ‘acto’, de nuestro pueblo para todos los fines posi- tivos de la hermandad de nuestras islas. “En modo alguno trato de fundar la ‘Unión Antillana’, como un instrumento subrepticio de la independencia de mi antilla; cuando tuviera que reclamar el auxilio de los cubanos y dominicanos, para la libertad de Puerto Rico, lo haría clara y leal y ardorosamente, como Martí por todos los pueblos de nuestra raza en América; tal vez, así lo estoy haciendo, mas no por el camino de la ‘Unión Anti- llana’, desde donde se vislumbre el remoto sublime ideal de Martí, Hostos y Betances, es verdad, pero limitándose al andar sereno y firme de tal manera que el propósito no es el término, sino el mismo camino. “Grandioso es el ideal, prodigioso el ensueño, dulce y bella la esperanza, pero inútil su estática contemplación: debemos pensar y hacer cosas reales, prácticas, buenas de presentar aun cuando jamás llegasen a las riberas misteriosas de lo futuro. “La tercera de las Bases aprobadas en Santo Domingo y someti- das ahora al generoso criterio cubano, contiene así todos los medios

51 Juan Antonio Corretjer de la ‘Unión Antillana’: “(a) El intercambio social, literario, científico, artístico, y, en cuanto lo permitan las circunstancias, legislativo y econó- mico entre las Antillas. “(b) La unión o íntima relación entre los Ateneos, Academias, Universidades, Escuelas, Asociaciones de escritores y artis- tas, Casinos y otros centros docentes o recreativos de las citadas islas. “Asimismo propendrá la Asociación a la unión o íntimas relaciones entre las sociedades obreras antillanas, siempre que no se inspiren en principios contrarios a la soberanía nacional de nuestras islas. (El patriota conoce ya quienes son los Gompers y los Iglesias, y la obra social-imperialista y antipuertorriqueña llevada a cabo por la Federación Ame- ricana del Trabajo. “(c) El establecimiento de una Academia de la Lengua, para las tres Grandes Antillas de habla castellana, en la capital que sea designada por las Juntas Directivas de la ‘Unión’ en las tres islas, con organismos correspondientes en las capitales donde no radique el centro principal de la Academia. “(d) La uniformidad de legislación en las materias fundamenta- les de derecho civil y penal. “(e) El reconocimiento oficial de los títulos académicos pro- cedentes de Universidades acreditadas en los países de la Unión mediante un examen de reválida en que los interesa- dos demuestren su capacidad profesional. “(f) La organización de un sistema de corresponsales entre los más importantes periódicos antillanos. “(g) La publicación y circulación de antologías en prosa y verso, de autores nativos de nuestras islas. “(h) La publicación y circulación de colecciones de obras de mú- sica popular y producciones de maestros antillanos. “(i) La fundación de un arte dramático y lírico antillano por au- tores y actores de estos países, arte revelador, conservador y educador de las costumbres y tradiciones patrias y de la personalidad y la grandeza antillanas. “(j) La celebración de Congresos interantillanos, para la discu- sión de materias comprendidas en los fines de la “Unión”. “(k) Las convocatorias para Juegos Florales y certámenes, entre

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los poetas y escritores de estas islas, verificándose la solem- nidad para la adjudicación de los premios, alternativamen- te, en cada una de las capitales de las Islas Hermanas. “(l) La realización de Exposiciones y Ferias Agrícolas, indus- triales y mercantiles, sucesivamente en cada una de las mencionadas capitales. “(m) El fomento de exposiciones interantillanas de pintura y es- cultura. “(n) La facilidad de las comunicaciones marítimas. “(o) dentro de los mismos fines de la ‘Unión’, una cordial in- teligencia y armonía con la ‘unión iberoamerican’, la ‘Aso- ciación Latino-American’ y cualesquiera otras instituciones afines, defensoras de los pueblos latinos de América. “(p) Todos aquellos medios, que, en los distintos órdenes de la vida colectiva, tiendan al sostenimiento de la personalidad de nuestros pueblos, a la conservación y al desarrollo de sus libertades, a la impulsión de su progreso y a la creación de una conciencia nacional antillana.”

Las Bases Constituyentes de la “Unión Antillana” fueron pro- puestas por de Diego, y enmendadas y aprobadas en Santo Domin- go de Guzmán el 21 de junio, en Santiago de Cuba el 3 de julio, en la Habana el 7 de agosto y en San Juan de Puerto Rico el 22 de septiembre de 1915.

El Título I, lee así: “PRIMERA: –Constitúyese la “Unión Antillana” con el carác- ter de una institución favorecedora del estrechamiento de relaciones entre las islas del Mar Caribe, principalmente de aquellas unidas por su origen étnico y por la comunidad de su historia, con el propósito de sostener la plena soberanía y de establecer la dignidad, la liber- tad y la felicidad de los pueblos antillanos, en un amplio horizonte que alcance el supremo ideal de su futura confederación política. SEGUNDA: –Aún cuando la “Unión” habrá de iniciarse en San- to Domingo, Cuba y Puerto Rico, cualquiera otra de las Antillas será afectuosamente recibida en el seno de la Asociación, conforme a los preceptos más adelante estatuidos. (Su “Tercera”, la transcribimos anteriormente).

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El TÍTULO FINAL, dice: “BASE FINAL: –La mera solicitud de una persona, para ser admitida en la ‘Unión’, se entiende que lleva implícito el juramento de sostener las Bases Constituyentes y de realizar el más grande sacrificio por el honor y la libertad de las hermanas Antillas.” El texto completo de las BASES fue escrito por de Diego, siendo casi la única enmienda de importancia hecha a la SEGUNDA del TÍTULO I, para acoger en la Unión otras Antillas además de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico. La enmienda fue propuesta por don Américo Lugo, el gran antillanista, discípulo de Hostos, para que se incluyera a Haití; entonces ampliada en la forma en que aparece pu- blicada a petición del Maestro Don Federico Henríquez y Carvajal, para incluir a Jamaica. La preocupación del líder de un pueblo víctima de la opresión nacional se manifiesta con propósito más concentrado en la - fun dación de la “Academia Antillana de la Lengua”, cuyos Estatutos son propuestos por de Diego y aprobados en la segunda asamblea general de la “Unión Antillana”, sección de Puerto Rico, el 8 de abril de 1916. “TÍTULO PRELIMINAR: –En homenaje a la memoria del Príncipe del idioma castellano, la inauguración oficial de la Acade- mia Antillana de la Lengua se celebrará el 28 de abril de 1916, al cumplirse el tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra. “TÍTULO PRIMERO: –Art. I – Fúndase la Academia Antillana de la Lengua con arreglo al inciso c), Base Tercera, de las Consti- tuyentes de la Unión Antillana, aprobadas en Santo Domingo de Guzmán el 21 de junio... “Art. 2 – Esta Academia comprende en sus fines, dentro de las Bases de la Unión Antillana, al pueblo de las tres Grandes Antillas de habla española, Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, y el de las islas adyacentes y dependientes de aquellas. (De Diego está pensan- do en Isla de Pinos, ocupada por Estados Unidos, y el posible peligro de repetición en Vieques y Culebra de parecido suceso, en caso de la independencia mediatizada de Puerto Rico; y está también alerta a lo que va a ocurrir casi inmediatamente en Santo Domingo.) “Art. 3 – El centro y domicilio principales de la Academia radi- can en la ciudad de San Juan de Puerto Rico, con organismos corres- pondientes en Santo Domingo, Habana y Santiago de Cuba.

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“TÍTULO TERCERO: –Art. 5 – La Academia Antillana de la Lengua persigue, como esencialísimo propósito, la unidad, con- servación, pureza y enriquecimiento del idioma vernáculo en los países comprendidos dentro de su jurisdicción y, cuando fuere ha- cedero, en todos los de habla castellana, para el fortalecimiento de la personalidad y la hermandad de los pueblos antillanos y de todos los de la raza y lengua madres del mundo. “Art. 6 – En la orientación de ese propósito, la Academia Anti- llana desplegará todos los medios a su alcance, para la consecución de los siguientes fines: “a) El estudio, crítica y recopilación de las voces de origen indoantillano admitidas en el léxico de la Real Academia Española. “b) El estudio, crítica y recopilación de las voces usuales en las Antillas de habla castellana y que no consten en el Diccio- nario oficial de la Lengua. “c) La proposición razonada, ante la Real Academia Españo- la, para el ingreso o eliminación de vocablos en el léxico castellano, así como para la reforma de las definiciones constantes en el léxico oficial de dicha Real Academia, en cuanto se refiera a voces indígenas o de uso corriente en las mencionadas Antillas. “d) El estudio, crítica, y recopilación de las voces de uso co- rriente en los otros pueblos hispanoamericanos, admitidas u omitidas, en la edición última del Diccionario de la Aca- demia Española y la proposición razonada de cualquier cambio en la escritura o en el sentido de tales voces, ante la Academia de España o cualquier otra de las Repúblicas hispanoamericanas “f) El estudio, crítica y recopilación de los anglicismos sancio- nados o tolerados por la Real Academia y de aquellos otros que corrompen el lenguaje castellano en las Antillas y en los demás pueblos de origen español en América. “g) El estudio, crítica y recopilación especiales de los anglicis- mos en las leyes y disposiciones de carácter legislativo o ejecutivo, dominicanas, cubanas y puertorriqueñas, poste- riores al año 1898. “h) Estudio de los anglicismos que provienen de una adapta- ción de voces castizas castellanas al idoma inglés y la des-

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naturalización de ellas en su retorno al lenguaje castellano. “i) La publicación de un Boletín Mensual o un Anuario críticos específicamente de las expresiones, frases y giros ingleses y en general de los neologismos corruptores del lenguaje cas- tellano en las Antillas, con designación de los giros, frases y voces castellanos equivalentes. “j) Estudio de los anglicismos que pudieran enriquecer la len- gua castellana, modificando sus raíces o terminaciones para su asimilación al genio y a la ortología del idioma hispano y exponiendo el resultado de ese estudio a las Academias española e iberoamericanas. “l) Estudio crítico de los libros de texto en las escuelas y demás centros docentes, para las enseñanzas de las asignaturas de Gramática, Retórica y poética u otra disciplina de literatura castellana, con extensión a cualesquiera libros de texto en lo concerniente a la pureza del lenguaje, y exposiciones a las Cámaras legislativas, Departamentos, Secretarias o Minis- terios de Instrucción pública sobre las materias indicadas. “m) La dedicación de todos los esfuerzos de la Academia, para el reconocimiento del idioma castellano como vehículo de la instrucción pública en las Escuelas Rurales, Graduadas, Altas Escuelas, Institutos, Universidades y Escuelas Espe- ciales de Puerto Rico, y para la conservación del mismo idioma, como instrumento de la enseñanza escolar y aca- démica en Cuba y Santo Domingo. (Otra vez anticipación dieguina: Cuba había sido ya intervenida dos veces por Estados Unidos; el puertorriqueño preveía lo que ocurriría meses después en Santo Domingo. “o) El estudio, crítica y recopilación de los modismos, cantares, adagios, máximas y demás elementos filológicos de la cien- cia popular antillana.

[Nota: Se preservó la enumeración del texto de Corretjer, 1982. Casa Corretjer, 2008]

El programa deja ver el alcance de hasta donde va De Diego. Es particularmente interesante que en el trabajo de llevar a cabo la Academia se presupone la colaboración de los gobiernos, inclusive con subvenciones. (Utopismo, claro está.)

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Pero el laborantismo del organizador quedaría trunco. El gran puertorriqueño va ya a decir su último canto: “Y atrás, en la ignorada lejanía de un remoto pretérito, nuestra Isla como todas las Islas, creaciones predilectas, independientes y libres alzaron del abismo sus ingentes torres, o se desprendieron de los continentes en una convulsión intránea o ciego impulso de estupenda bizarria... Las Islas son y deben ser independientes por la voluntad de Dios y la obediencia de la Naturaleza: dominación alguna extraña sobre ellas es legítima y todas son contrarias al plan divino y al plan natural de la génesis terráquea: si la mente con- ceptora de la arquitectura del Universo hubiese querido que Cuba, Santo Domingo, o Puerto Rico uniesen sus peculiares vidas perpe- tuamente a España o a los Estados Unidos, las hubiese sujetado al Cabo de Finisterre Finisterre o a la Punta de la Florida, o hubiese con ellas llenado un golfo de la Península española o del territorio de la gran República; no lo hizo así; las clavó sobre el fondo del mar en el Caribe, libres, solas, bajo las nubes, entre los vientos y las aguas, y este proceso genetlíaco constituye en el primario origen el prístino fundamento de la independencia antillana...” El gran tribuno alza su voz postrera en la misma Ciudad Pri- mada que quiso él fuera cuna de la Unión Antillana. El ideal anti- llanista va a aparecérsele en el deseo de la continuidad del histórico intercambio hispanoamericano de libertadores: “¿Ha nacido ya el Libertador de mi patria? Yo no sé si ha nacido, pero sé que si no ha nacido nacerá, lo sé ciertamente, seguramen- te, con la certeza y la seguridad de que ahora están ardiendo las estrellas en lo alto de la noche... A veces, que voy por las sendas campesinas de alguna sierra de mi país natal, siento el loco deseo de llamar y detener a las jíbaras caminantes, poner mi oído en su fecundos vientres, auscultarles las entrañas, para ver si se escucha ya el latido del gestante predestinado ser... De una jíbara puerto- rriqueña quisiera yo que naciese el Redentor de mi tierra, pero si ha de venir del cielo a otra región del planeta, a otra mujer que no sea de Borinquen, yo pido a Dios que sea aquí en Santo Domingo, madre de héroes, donde un vientre en Baní alumbró al Libertador de Cuba... ¡yo pido a Dios que el Libertador de Puerto Rico surja de las generosas entrañas de una mujer dominicana!” Súbitamente, como le había ocurrido antes, una noche de in- mortal inspiración en su hacienda “Pomarrosas”, se le vira el nu-

57 Juan Antonio Corretjer men en nota de estremecedor presentimiento, y la magna oración termina con un juramento antillano: “... canto el ideal español, el ideal de América, el ideal antillano, canto el ideal puertorriqueño: como soy un poeta puedo ser soldado y aquí estoy ante vosotros, con mi espada y con mi lira, para deciros, para concluir diciendo que si alguna vez vuestra República necesitare el auxilio de un ex- traño, de un poeta y de un patriota... ¡yo, como Byron por Grecia, vendría resuelto y alegre a pelear y morir por el honor y la libertad del pueblo dominicano!”

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ALBIZU CAMPOS: EL REALISMO PROFÉTICO

Vosotros, los que en vez de vivir, peregrináis, seguid con paso firme: la desdicha que os aguarda es tan dichosa, que no la trocaréis por la inútil felicidad de los felices. Hostos

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ALBIZU CAMPOS: EL REALISMO PROFÉTICO

Cuatro puntos fundamentales dan base a la orientación anti- llanista del líder de la independencia de Puerto Rico Pedro Albizu Campos: (1) Independencia de Puerto Rico; (2) Confederación An- tillana; (3) Unión Latinoamericana; (4) Hegemonía espiritual de las naciones latinoamericanas. Es su trabajo sobre el segundo el que tratamos en esta nota. En vísperas de su viaje por las Antillas en 1927, Albizu Campos dice a Luis Antonio Miranda: –“El archipiélago antillano ocupa una posición privilegiada en la geografía mundial. Se hace imprescindi- ble arrojar de sus territorios a Estados Unidos y consolidarlos bajo una confederación con suficiente poder naval para resistir cualquier revancha. Porque no me cabe duda de la decisión que habría de te- ner cualquier guerra (en el Caribe). Esta no terminará hasta reducir a la impotencia al imperialismo norteamericano”. Este pensamiento, en el que la envoltura profética cubre un sen- tido realista y práctico prologa su tarea antillana. Lo que caracteriza a Albizu Campos frente al proyecto antillanista es que, al reanimar revolucionariamente la lucha por la independencia de Puerto Rico, revive el antillanismo. Y lo que define su actitud ante el antillanis- mo como problema por resolver en el sentido práctico de su enfoque –tal como lo ha expuesto en el párrafo, profético y práctico a la vez que acabamos de citar. El gran ponceño sueña, sí, –pero con raíces en la tierra. Por lo tanto, quién siendo puertorriqueño quiera hacer de la unión antillana realidad próxima, dedíquese, conságrese, a independizar a Puerto Rico. Esto fue siempre lo correcto; pero aho- ra, frustrado el proceso revolucionario histórico del XIX y sujetas las Antillas a la penetración y dominio de Estados Unidos lo es de manera más decisiva. Cuente entonces el esfuerzo mayor que por in- dependizar a Puerto Rico se ha hecho, como la principal aportación de Albizu Campos al unionismo antillanista. Su sacrificio ha sido también por las otras Antillas. Es con este sentido práctico que ha de juzgarse su viaje a Santo Domingo, Haití y Cuba en 1927; pero sobre todo a Haití. Santo Do-

60 Futuro sin falla mingo, apenas a tres años de la desocupación, representa para él la oportunidad de avivar el recuerdo sangrante para la reedificación antillanista. Las Antillas unidas jamás habrían podido ser víctimas de tales humillaciones. Cuba, en plena lucha antimachadista, brín- dale la oportunidad de robustecer, con su presencia y actividad, la naciente conciencia antimperialista cubana. Pero Haití significa más: porque en Haití está presente el invasor; en Haití manda, a sangre y bayoneta, con la bota hoyando su suelo, el infante de mari- na yanki. La presencia en Haití de un patriota puertorriqueño, con todo lo que tiene de riesgo y desafío, representa tal estímulo a la lucha haitiana que ocho años después Pierre Paul decía al que esto escribe que la visita de Albizu Campos había sido el mayor estímulo y una de las pocas alegrías de su vida en tiempos de la Ocupación. El ideal antillanista es el común denominador de toda su actividad en ese viaje por las Antillas y es –como lo fue para Betances 57 años antes– motivo de un brindis en lengua francesa, cuyo texto más o menos aproximado me diera M. Paul y luego perdí, igual que otros papeles a manos de la policía batistiana. Pero sí recuerdo claramente la advertencia hecha entonces a los haitianos, para que trabajaran de manera que al efectuarse la desocupación no ocurriera lo que en Cuba había sido exitosamente estabilizado; lo que en la República Dominicana había ocurrido ya: –la Infantería de Marina era reti- rada; pero se dejaba en su lugar un ejército mercenario, compuesto por criollos y mandado por oficiales formados por Estados Unidos, peligrosísimo para la República, puesto que equivalía a un ejército de ocupación encubierto por la bandera nacional. Por ello, al organizar en Santo Domingo, en Haití y en Cuba, Juntas Pro Independencia de Puerto Rico, escrito queda en sus esta- tutos, a la par con ésta, el objetivo antillanista. Y por eso en cada uno de esos pueblos hermanos trata de poner, en manos de hombres de probada fe antillanista –Federico Henríquez y Carvajal, Lugo, Cas- tellanos; Paul, Fils, Morpeau; Varona, Roig de Leuschering; el timón de las Juntas. Con el ideal antillanista en mente, ya como Presidente del Par- tido Nacionalista de Puerto Rico desde 1930, instruye al que esto escribe para que se traslade a Haití, y entreviste en octubre de 1934 a M. Pierre Paul, y a M. Pierre y M. Christian Moraviach Morpeau; de cuyas entrevistas se origina otra, con M. Stenio Vincent, de mayor importancia.

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Derrotada la expedición de Gibara, viene a Puerto Rico en 1932 el periodista cubano Sergio Carbó, a quien Albizu impresio- na profundamente, y quien expresa esa impresión tan profunda en un artículo de época: “He Conocido un Líder”. –Caída la dictadura machadista el 12 de agosto de 1933, regresado a Cuba el Sr. Carbó, y miembro de la Junta de Gobierno titulada la Pentarquía, Carbó expresa una preocupación que trabaja en general al liderato cubano. Cuba necesita una nueva constitución. Carbó recuerda entonces al puertorriqueño de la humilde casita de la Calle Tavárez Número 45 en Las Palmas y le escribe pidiéndole sugerencias. Como respuesta, Albizu escribe un MEMORÁNDUM SOBRE LA SITUACIÓN CU- BANA, el cual circula privadamente entre el alto liderato cubano. Su primera sugerencia es que se convoque a Constituyente in- mediatamente, cuando aún humean los cañones de la heroica lucha que derrocó a Machado. Sólo así podría eliminarse las consecuen- cias de la Mediación y poner a Cuba en camino de superar el semi- coloniaje. La discusión “democrática” de la problemática cubana, pospu- so la constituyente, produjo a Batista, y, asesinado Guiteras en mayo de 1935 –un cuarto de siglo de batistato. Luego en 1940, al amparo de una situación mundial que obliga- ba a Wáshington, se celebró por fin la constituyente cubana. Algu- nas de las recomendaciones del constitucionalista puertorriqueño entraron en la Constitución del 40. Es innecesario recalcar aquí la importancia que, para el futuro desarrollo de la revolución cubana, tuvo ese período de constitucionalidad. Pero es necesario para el objeto de esta nota señalar una recomendación hecha en el MEMO- RÁNDUM albizuista de 1933. En aquel entonces, insistía Albizu en que se hiciera todo esfuerzo posible porque la nueva constitución aliviara la tensión que la Presi- dencia, como institución, había siempre producido en la vida repu- blicana de Cuba. Para lograrlo, en parte, recomendaba un régimen parlamentario, con un presidente que representara la nación y un pri- mer Ministro gobernante. Esta medida pasó a la Constitución del 40, en cuanto a estructura, alterada en cuanto a contenido; y ha sobrevivi- do a la superación del Documento del 40 en pleno auge revolucionario cubano. En 1959, esa estructura sirvió a la Revolución para superar la crisis de Urrutia y dio definitivamente al Primer Ministro el poder gobernante que Albizu Campos había querido darle desde 1933.

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En 1940, en Atlanta, Albizu decía al autor de esta nota sin cono- cer completo el texto constitucional aprobado en Cuba, que, adopta- da esta estructura, más tarde o más temprano su fruto se vería. Sus frutos se están viendo, y son muy amargos para el imperia- lismo y sus servidores. Albizu Campos no puede comentar. Pero su sacrificio no ha sido en vano.

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LA INDEPENDENCIA DE PUERTO RICO Y LA CONFEDERACIÓN ANTILLANA Ninguna de ellas podrá llegar aislada a lo que sólo juntas pueden llegar todas. Hostos

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LA INDEPENDENCIA DE PUERTO RICO Y LA CONFEDERACIÓN ANTILLANA

Mucho hemos andado por la historia desde el diálogo entre Be- tances y Morales Lemus. Pero el centro de aquella correspondencia sigue tan vigente como entonces: –Sin Puerto Rico independiente no hay confederación posible. De ahí que cuanto se mueva para hacer a Puerto Rico independiente hecho queda también por la confede- ración antillana. Por aquí viene también el carácter fundamentalmente antimpe- rialista de la lucha por la independencia de Puerto Rico; y de ésta, como acto bienhechor de la humanidad. Siendo la independencia de Puerto Rico factor de aflojamiento para el poderío imperialista esta- dounidense dicho queda que es paso adelante hacia la unificación del Archipiélago. A su vez, jalón rumbo a la unidad antillana, es por lo mismo trecho adelantado para la liquidación del imperialismo. Suceso de mayor bien para la humanidad es la quiebra del imperialismo. Quitarle a Puerto Rico de las garras, ponerle a las puertas unas Antillas unidas, libres, fuertes, será doblarle el bien al mundo, y al mismo tiempo hacérnoslo. Trabajo impar, subsanador de tan larga tarea por nosotros a solas llevada a cabo, el que la Revolución cubana realiza al plantear una y otra vez el derecho de Puerto Rico a su independencia y la mundial necesidad de su organización constitucional y su reconoci- miento internacional. Desde su primer planteamiento en febrero de 1959 –“En lo de Puerto Rico yo soy martiano”– hecho por Fidel en su primera conferencia de prensa, hasta sus más recientes pronun- ciamientos en las Naciones Unidas y en la Conferencia de Naciones No Comprometidas en Belgrado, la Revolución cubana ha sido por lógica con sí misma, lógica también con la Geología, con el Mito, con la Geografía y con la Historia, al ser lógica con Puerto Rico –que es ser lógica con las Antillas. En lo hondo de esa lógica va, como corriente impulsora y direc- tiva, cuanto por Cuba hace y cuanto por Puerto Rico reclama; cuanto en Santo Domingo apoya; cuanto por Haití se preocupa; cuanto por

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Jamaica pudiera hacer, la animación antillanista que recoge, en su espíritu abarcador y libérrimo, con la evocación de Hatuey, el alma de la justicia revolucionaria que devuelve al pueblo sucesor, allí en dondo el despojo empezó, las tierras que fueron de todos. Tierra antillana que sólo de los antillanos debe ser, ninguna es más ajena que la de Puerto Rico. Usurpados en Cuba hasta Fidel; en Santo Domingo, en Haití, Estados Unidos usurpa derechos y ejerce privilegios; pero ni lo fueron ayer en Cuba, ni en Santo Domingo y Haití ahora mismo, la usurpación y los privilegios totales, como lo son en Puerto Rico. Porque aquí Estados Unidos dispone, a su antojo y conveniencia, no únicamente de lo que la Geología hizo; de lo que la Geografía ofrece; de lo que la Economía produce. Se dis- pone también de toda la herencia del mito: folklore, cultura, hasta del lenguaje, hasta de la personalidad puertorriqueña, a las cuales, antes de que se les dé en el oído el tiro de gracia, se les asigna, contra sus pueblos hermanos de nuestra América, puesto al servicio del imperialismo. Por lo tanto, nada hecho tan para todas las Antillas, tan para toda la América Latina, tan para el bien de la humanidad toda, que aquello que ya ha hecho, que todo aquello otro que pueda hacer por la independencia de Puerto Rico, la Revolución cubana. Si todo esto va dicho por lo que Cuba ha hecho, por lo que hace, por lo que hará, mucho más hay que decir en cuanto a lo que los dominicanos no han podido hacer. Centro privilegiado al corazón de las Antillas, si sufrir sin sucumbir es indicio de capacidad para desenvolver en acción la más alta potencia redentora, juntos mar- charán a la hazaña gloriosa, para equilibrar, con la libertad de las Antillas la del mundo, dominicanos y haitianos. Para redimirse, –más aún: para ponerse en disposición de redimirse– ellos tendrán que comprender lo que ya en Sierra Maestra supieron los cubanos: –que la lucha por la independencia de Puerto Rico tendrá que ser parte de la política fundamental de su gobierno. Escrito está, por la mano inflexible de la Geología, de la Geografía, de la Historia, que ni Haití, ni Santo Domingo podrán sobrevivir mostrándose los dientes ofendidos; ni prestándose el uno con el otro a la discordia interesa- da de tercero. Escrito está por la misma mano inflexible y piadosa que toda realidad de independencia verdadera y democracia vital en la República Dominicana estará limitada por el coloniaje de los puertorriqueños. De puertorriqueños nacionalizados dominicanos

67 Juan Antonio Corretjer o haitianos, no de gentes europeas y asiáticas; no de “ciudadanos de Estados Unidos nacidos en Puerto Rico”, se ha de llenar ese vacío humano de la anchura territorial de ambas repúblicas, sobre cuyo fondo, primitivo o feudal, ha trabajado el imperialismo crímenes y desdichas. Para cumplir esa tarea –aquí es el caso en que poblar es democratizar en que lo demográfico redunda democrático– la población puertorriqueña tiene que vencer ese horror al vacío que su compacta sociabilidad le ha creado. No ha de hacerlo mientras el imperialismo le facilite la espuerta esclava de la emigración a la metrópoli. Por lo tanto, aparte toda otra consideración, que las hay muchas, la independencia de Puerto Rico es necesidad urgentísima de la urgentísima necesidad dominicana y haitiana de superación del semicoloniaje y de llegar a formas democráticas de vida.

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FUTURO SIN FALLA El grupo que constituyen es tan homogéneo, que para ser en la historia lo que son en la Geografía, les bastará organizarse según la Naturaleza, obedecer a la Naturaleza, constituir políticamente la clara nacionalidad que intrínsecamente constituyen... Hostos

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FUTURO SIN FALLA

Futuro sin falla es la confederación para las Antillas. El asunto no se plantea ahora en términos anteriores sino más acá de la gran aproximación hostosiana, la del gran ideólogo de antillanía que en esto, como en todo, fue, en América de su tiempo, quien estuvo siempre más cerca del futuro. La clave de la unión antillana es el problema de la tierra. Haití habla francés e inglés Jamaica; pero tal como Puerto Rico y Santo Domingo claman en español por su reforma agraria, en su inglés y en su francés haitianos y jamaiquinos reclaman la suya. Como dijimos al comienzo de este trabajo, la tierra, fuente principal de la riqueza de los pueblos, y, por lo mismo, gran medio de su libertad, no lo ha sido jamás en nuestras Islas. Al contrario, instrumento de esclavitud de nuestros pueblos ha sido, a manos de extranjeros sin alma y criollos sin patriotismo. Excepción única es Cuba ahora. Gracias a la Revolución triun- fante se resolvió el problema de la tierra cubana, y ya no es grillo de esclavos el agro cubano, si no medio generoso de la libertad de su pueblo. El viejo estado cubano, hijo ilegítimo de la injerencia imperialista y la sumisión semicolonial, empezó a derretirse desde adentro, comido por el calor revolucionario, a partir de enero mismo de 1959. Un nuevo estado cubano, independiente y moderno, ha ido reemplazando las caducadas instituciones del estado semicolonial. Las instituciones reemplazantes, el nuevo estado revolucionario, ha ido surgiendo de las nuevas formas de la propiedad de la tierra. La Confederación de las Antillas late al fondo de la Ley de Reforma Agraria de Cuba. No es por lo mismo la Confederación ensueño vano sino proyecto necesario. Es el objetivo final de todas nuestras luchas; la razón última para lo que la independencia, y úni- camente la independencia, puede servirnos. Y Cuba vuelve como una obligación al pensamiento irremplazable. Porque la jornada bélica iniciada por Fidel Castro en la Sierra Maestra y coronada victoriosamente por Ernesto Guevara en la batalla de Santa Clara, constituyó verdadera guerra de independencia. Si pudieron luego,

70 Futuro sin falla desde el poder heroicamente conquistado, hacer la revolución –que era hacer la Reforma Agraria– fue porque ganaron la guerra. Efec- tivamente: –“revolución sin revoltura no se ve”– como decía y decía y volvía a decir nuestro Betances. Ganar la guerra antimperialista fue conquistar la plena independencia. (“El derecho de empezar”, la llamó Fidel.) Con lo que queda dicho que no es cuestión de fantasmagoría; es de práctica conveniencia trabajar por la independencia de Puer- to Rico los puertorriqueños, y por la dominicana los herederos de Duarte; y por la suya los descendientes del gran Jefe que arrancó, al pabellón de Francia, la franja blanca; y por independizarse y repu- blicanizarse aquellos en cuyo suelo patrio enunció Bolívar su gran proyecto unionista. Pues dueño cada cual de su independencia y soberanía llevarán a cabo la gran transformación de la tierra, (hasta ese día grillo de esclavos), en herramienta de libertad de nuestros pueblos. Ganada la independencia y establecida la reforma agraria –des- truido el estado colonial en Puerto Rico y Jamaica y el semicolonial en Santo Domingo y Haití– la unión será consecuencia natural y provechosa. Unión con pleno derecho de secesión; unión con respe- to, derecho y estímulo mutuos al desarrollo de las tres culturas y sus idiomas en los respectivos territorios nacionales; unión en fin en un estado multinacional gran-antillano. La división, arbitraria y despótica, de la tierra antillana, pro- dujo inevitablemente la división política, igualmente arbitraria y despótica, de los pueblos antillanos. Mas véase cómo con sólo resta- blecerse en Cuba el derecho del pueblo a la posesión de su tierra se viene abajo la pugna azucarera –artificial y criminalmente creada por el imperialismo– entre los productores de azúcar en las Antillas. Y como mentís colosal a la propaganda esclavista que durante tan- tos años sostuvo que independizar a Puerto Rico era resolver a favor de los azucareros cubanos el mercado yanki, ¡he aquí este presente veraz que muestra en ruinas la industria azucarera en Puerto Rico cuando ya Cuba no tiene cuota en Estados Unidos! Cuando José Álvarez de Toledo fijaba el concepto unitario clara- mente delineado en trabajo político; cuando Bolívar sensitivamente ponía todo el peso de su prestigio en la gran idea; cuando Betances declaraba que no podía separar ni sentimiento ni tarea entre las dis- tintas Islas; cuando Martí señalaba que “esto es aquello y aquello

71 Juan Antonio Corretjer es esto”; cuando Hostos cifraba, ideaba, ardía, volcaba en vida la inmensidad de su visión; cuando Luperón juzgaba locura sentirse a solas de una isla y no de todas; cuando de Diego paseaba, de Antilla en Antilla, la fulguración de su verbo; cuando Albizu Campos tra- baja, a martillazos de su voluntad, nuestra parte de independencia antillana; cada uno de ellos ha sido repercusión de una realidad ya pasada de la Geología al Mito; de la Naturaleza y la Geografía a la Historia, a la Economía, a la Política. Ahora mismo, cuando Fidel Castro y Ernesto Guevara claman por la independencia de Puerto Rico; cuando reclaman, para cuidarlo, que se les entregue al enfer- mo y prisionero líder de la independencia puertorriqueña; cuando ciudadanizan y destacan a dos líderes nacionalistas de Puerto Rico en su Misión Permanente ante las Naciones Unidas, es que los efec- tos liberadores de la Reforma Agraria reflejan en su conciencia, ya como cosa práctica y hacedera, esa necesidad unitaria que deman- dan la Naturaleza, el Mito, la Economía, la Historia y la Política. La independencia, entendida como la conquista del pueblo a su derecho al disfrute de la riqueza de su territorio, es premisa y traba- jo para la Confederación Antillana. Puesto que en el mundo que ya está en muchas partes, en el que nos viene, sólo un gobierno de base científica, como predecía Hostos, será posible. Y ese Gobierno sur- girá únicamente de nuevas formas de relación de la propiedad; de la substitución del capitalismo devorador de gente por el socialismo redentor de masas. Tal reorganización económica hará políticamen- te en las Antillas, como lo anticipó Hostos, lo que la Naturaleza y la Geografía ya han hecho. Lo que antes testimonió la Geología. Hará como lo deseó Martí, “por encima del mar, a sangre y a cariño, lo que por debajo del mar hace la cordillera de fuego andino”. El estado multinacional de la Confederación Antillana es su equivalente político, –es el gran poema sinfónico en el que para no- sotros históricamente se resuelve la infinita armonía de los Siglos y los Pueblos.

Guaynabo, abril de 1961.

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Surca, surca el espacio, mensajera por la celeste esfera del sol grandioso del derecho humano, y deslíe tu azul de primavera en una franja del pendón cubano. ¡Rueda! Rodando en la extensión vacía pueda llegar un día en que, acabado tu destino ciego, caigas sobre la esclava patria mía convertida en raudal de sangre y fuego.

(Pachín Marín, “A la bola azul”, 1897)

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BIBLIOGRAFÍA

Obruchev, V. : Fundamentos de Geología Schuchert, C.: Historical Geology of the Antillean-Caribbean Region Meyerhoff, H. A.: Geología de Puerto Rico Picó, Rafael: Geografía de Puerto Rico - Tomo I Pané , Fray Ramón: Relación de las antigüedades de los indios – Crónicas de Puerto Rico, Tomo I Cruz Monclova, Lidio: Historia de Puerto Rico Siglo XIX. Tomo I y II Abril, Mariano: Un héroe de la independencia de España y América Bonafoux, Luis: Betances Academia de la Historia de Cuba : Correspondencia diplomática - Delegación de París De la Luz, León J.: La diplomacia de la manigua Hostos, Eugenio Ma.: Obras Completas Roig de Leuschering, E.: Hostos en Cuba Rodríguez Demorizi, E.: Hostos en Santo Domingo Díaz Soler, Luis M.: Matienzo Cintrón: Orientador y guardián de una cultura. Tomos I y II De Diego, José: Nuevas Campañas

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Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico Juan Antonio Corretjer

Edición original consultada: folleto de la Liga Socialista Puertorriqueña y el Partido Laboral Progresista, fechado noviembre, 1971

Texto principal tomado de la edición del folleto: Publicaciones de la Liga Socialista, 1977

Reimpreso por Casa Corretjer en fascículos en 1997, ® 2002 ® 2005 en PDF

Reimpreso 2008 en edición especial para el centenario de Corretjer junto a “Futuro sin falla”

Reproducción autorizada: Favor de indicar la fuente

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Pr o b l e m a s d e l a g u e r r a p o p u l a r e n Pu e r t o Ri c o

Notas preliminares al folleto de 1971

El siguiente artículo apareció por primera vez en Correo de la Quincena, órgano del Buró Político de la Liga Socialista Puertorri- queña. El Partido Laboral Progresista, partido comunista revoluciona- rio fraternal de la Liga Socialista Puertorriqueña, cree firmemente en el poder de la guerra popular, la guerra de las masas trabaja- doras y oprimidas contra los explotadores, para derrocar a la clase dominante de capitalistas e imperialistas, que siempre son unos pocos. Creemos que en los Estados Unidos, en Puerto Rico, Canadá y en todos los países donde existe una sociedad de clases y donde la mayoría es explotada, la guerra popular, bajo la dirección de una vanguardia comunista es inevitable e invencible. El fin de la guerra popular es el socialismo como paso ante- rior a la sociedad donde no exista clase explotada ni explotadora, el comunismo. Por eso luchamos. La lucha es larga y ardua. Muchos sufriremos, ya que los patronos no van a cedernos sus privilegios.

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Pero, el fin, la dictadura de los trabajadores, comparado con los in- contables sufrimientos que sufrimos bajo la dictadura de los patro- nos (el capitalismo), lo vale. ¡Viva la clase trabajadora y sus aliados! ¡Viva la guerra popular! ¡Viva el socialismo! ¡Viva el comunismo!

Todavía reina mucha confusión en relación a la cuestión naciona y colonial, particularmente en referencia al caso de Puerto Rico. Los revolu- cionarios en Puerto Rico señalamos enfáticamente que en cuanto a nosotros nos concierne, la independencia y la dictadura del proletariado son una y la misma cosa. No vemos ningún período de transición entre la propiedad pri- vada y el socialismo. Por lo tanto, rechazamos cualquier clase de alianza con la llamada “nueva“ burguesía que está compuesta de lacayos americanos. Como la vieja burguesía, esta “nueva“ burguesía debe pagar por su pecado mortal de traición a nuestro pueblo. Si vamos a tener una nueva nación verdadera, entonces el territorio donde hemos desarrollado históricamente debe ser en verdad común a todos los trabajadores y sus aliados. Sólo la propiedad colectiva socialista de los medios de producción y de la tierra puede traer a cabo ese desarrollo. Bajo el socialismo, las relaciones de producción podrían convertirse en relaciones sociales, y verdaderas relaciones nacionales entre el pueblo podrían surgir de la psicología que emanaría de estas relaciones sociales. La propiedad co- lectiva de los medios de producción garantizaría este desarrollo. Aún el idioma podría desarrollarse como una posesión común de todo el pueblo sólo bajo las condiciones del socialismo. Bajo el imperialismo, los imperialistas o sus lacayos locales imponen una forma “inferior“ del idioma a los trabajadores. Sólo bajo el socialismo pueden los trabajadores quitarse ese yugo y vencer la esclavitud cultural. La cultura, como conciencia de la sociedad y la totalidad de las formas de expresión que tiene disponible esa conciencia, sólo se podrían convertirse verdaderamente nacionales luego del triunfo del socialismo. Sólo la dictadura del proletariado permite el floreci- miento completo de la cultura en una nación previamente oprimida por el imperialismo y sus lacayos criollos. Nuestro punto de vista sobre esta cuestión nos lleva a enfatizar el papel que juega la ideología. Las ideas comunistas deben gobernar cada palabra y tarea de nuestra lucha por la independencia: la claridad ideológica más destacada debe brillar sobre todos los aspectos de la lucha. La claridad ideológica ha sido una necesidad histórica para todos los movimientos revo- lucionarios. Si en el 1868, en el mismo momento en que se proclamó la in- dependencia, el gobierno revolucionario de Lares pudo abolir la esclavitud y

80 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico el sistema de libretas de jornaleros que mantenía a los llamados trabajadores “libres” blancos en el servilismo feudalista, este desarrollo sólo fue posible porque los líderes de Lares entendían la necesidad de la claridad ideológica (burguesa): sabían que una sociedad capitalista no podía ser construida por esclavos y siervos feudales. Luego de las agrias experiencias del movimiento comunista interna- cional, los comunistas de hoy no debemos dejarnos engañar por las nociones medias del socialismo en “dos etapas“ o aguando nuestro movimiento ha- ciendo alianzas traicioneras presocialistas con nuestros enemigos mortales de clase y del marxismo leninismo. La claridad ideológica en la lucha por el socialismo significa, sobre todo, el entendimiento absoluto que sin la dicta- dura del proletariado, no puede haber un camino que nos aleje del capitalis- mo, ni que nos conduzca hacia el socialismo.

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INTRODUCCION El 23 de septiembre de 1971, al intervenir en el acto político multi-organizacional celebrado en Lares con ocasión del 103 Ani- versario de la Proclamación de la Independencia dije: “La lucha por la independencia tiene salida a la victoria. Es cierto que los resultados electorales siempre han sido necesariamen- te adversos a la lucha de la independencia. Cierto que en Lares no pudo continuar el esfuerzo militar para independizar a Puerto Rico. Es cierto que lo mismo ocurre en Yauco en 1897; y es cierto también en el 1936 y en 1950. Pero nosotros decimos, con la experiencia histórica revolucio- naria que hemos adquirido de todos los pueblos del mundo, que hay una salida victoriosa a la lucha por la independencia. Y esta salida es la Guerra Popular. Se puede decir, ¿está Puerto Rico preparado para la Guerra Po- pular? ¿Es correcto lanzar en estos momentos desde la tribuna la consigna de la guerra popular como consigna principal en la lucha por la independencia? Nosotros sostenemos que para que la gue- rra popular se organice algún día: mañana –o el día que la historia tenga determinado que comience, será posible solamente bajo el es- tímulo constante del espíritu revolucionario del pueblo, del espíritu militar de las grandes masas independistas de Puerto Rico.“

Y en la Proclama de la LIGA SOCIALISTA PUERTORRIQUEÑA circulada en Jayuya con motivo del 21 Aniversario de la Insurrec- ción de 1950, dijimos: “Con nuestra ofrenda de una estrella roja en la tumba de Gri- selio Torresola reafirmamos nuestra adhesión sin reservas a la lucha armada como único medio para ganar la independencia nacional y la soberanía nacional de Puerto Rico, nacional por su forma y socia- lista por su contenido. ¡Levantamos, junto a la bandera combatiente del 30 de Octubre, la bandera victoriosa del Once de Marzo!“

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En la misma proclama se dijo: “Si ese auge independista es cierto, no ha bastado para su exis- tencia con los factores mencionados. Fue necesario, durante doce años, el trabajo constante de organizaciones anti-electorales que lo gestionaron. Es el resultado de un frente anti-electoral que debe culminar en un frente revolucionario capaz de desarrollar la guerra popular.æ

Y prometimos: “Próximamente, la LIGA SOCIALISTA PUERTORRIQUEÑA, publicará un estudio sobre los problemas de la guerra popular en Puerto Rico. La guerra popular es la victoria para la independencia y el socialismo. Su presagio se llama Once de Marzo.“

En este trabajo se tratan algunos problemas con que la organi- zación de la guerra popular se encarará en Puerto Rico; y se cumple la promesa hecha en Jayuya.

Guaynabo Noviembre de 1971.

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Notas preliminares al folleto de 1977

Mejor que prólogo

“…Te felicito por Problemas de la guerra popular en Puerto Rico, y por el ensayo sobre Albizu Campos.” Abraham Guillén

Se refiere a mi ensayo El líder de la desesperación. Carta fechada en Buenos Aires el 28 de septiembre de 1973.

“Te felicito por la nota que firmaste, con otros dos, el 24 de enero de 1975. Muy bien hecho y dicho ese documento; es un desafío. La política no sólo es sistema, pensamiento, doctrina, sino también hechos y gestos, como ese respecto de la tormenta desatada.“ Abraham Guillén Comenta Guillén la nota que reproducimos en el Apéndice II. Carta fechada en Lima el 8 de marzo de 1975

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Problemas de la guerra popular en Puerto Rico

El sentimentalismo pequeño burgués parece permearlo todo en Puerto Rico. Pero ¿es cierto? Es tan de veras como es falso en su esencia todo sentimentalismo. En realidad el sentimentalismo no es otra cosa que falta de profundidad en sentimiento, superficialidad, tontería; y mucho de simulación por necesidad clasista. A despecho de su anormal crecimiento durante el pasado cuarto de siglo, la cla- se media no es en realidad sino una minoría de la población puerto- rriqueña, frente a la sólida inmensa mayoría –quizá un ochenta por ciento– de la clase trabajadora. Ha tenido, no obstante, y sigue teniendo, una influencia grande y corrosiva en desenvolvimiento histórico de nuestro pueblo. A des- pecho de haberse producido en sus filas la casi totalidad del liderato independentista y del cuerpo colectivo del independentismo; a pe- sar de su contribución también casi total de la producción literaria, artística y científica; su peso como sector intermedio de la sociedad

85 Juan Antonio Corretjer puertorriqueña no ha dejado de ser lo que hemos dicho: influencia corrosiva en el desenvolvimiento histórico de nuestro país. Su influencia ha sido negativa por muchas razones. Ha im- preso su sello de clase a la vida política, y a gran parte de nuestra literatura y nuestro arte. En política, su influencia ha incrementado la vacilación; le ha dado una facilidad imaginativa casi increíble a su capacidad para ilusionarse, fortificando la ficción autonomista, la esquizofrenia asimilativa. En el campo más puro del indepen- dentismo, ha gestado la fácil exaltación patriótica alternante con el igualmente disponible desengaño. En literatura y en arte ha dejado su impronta pesimista, de abstención y agobio. Parecerá extraño que iniciemos de este modo nuestro intento en aclarar algunos problemas a que tendría que enfrentarse la gue- rra popular en Puerto Rico. Nos hemos sentido en la obligación, des- pués de nuestra intervención en Lares el 23 de septiembre próximo pasado, de iniciar la discusión de estos problemas. No es fácil en la lucha por la independencia y el socialismo. Muchísimo menos en la guerra. Y, sinceramente, creemos que el primer escollo con que ha de tropezar en el futuro, como ha ocurrido en el pasado, la creación del factor subjetivo para la lucha armada por la independencia, se encontrará en el sentimentalismo pequeño burgués que todo pare- ce permearlo en la vida de los puertorriqueños. De ahí que, desde el momento mismo del despegue, es indispensable ponerlo en su sitio. Con toda su circunstancial preponderancia, la pequeña bur- guesía no es otra cosa que un instrumento de la burguesía, un ins- trumento del gran capital, del imperialismo, que éstos usan contra la clase obrera. A través suya transmiten a los trabajadores extrava- gantes fantasías. La más perniciosa de todas esas fantasmagorías es la llamada “paz social“. Presupone este absurdo una vida de rela- ciones armoniosas entre los explotados y los explotadores. Al hacer extenderse entre las masas este veneno letal, el imperialismo quiere desarmar emocionalmente a la clase obrera haciéndola dócil a su dominación. Trasladado al campo independentista ese asalto a la esencia revolucionaria del pueblo se ampara en los resortes más respetables de la solidaridad patriótica. Nada más fuera de la realidad.

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Toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. La lucha por la independencia nacional y la soberanía estatal de un pueblo es una forma específica de la lucha de clases. Esa es nuestra lucha; y si no sabemos esta inconclusa verdad la que lleva- mos a cabo por nuestra independencia y soberanía seguirá históri- camente al garete. La lucha de clases es aquella lucha entre clases cuyos intereses son incompatibles entre sí, se contradicen entre sí. El marxismo-le- ninismo ha explicado científicamente esta lucha como fuerza motriz del desarrollo de toda sociedad dividida en clases antagónicas: ha probado que en la sociedad burguesa la lucha de clases conduce necesariamente a la toma revolucionaria del poder, a la guerra civil, a la dictadura del proletariado, la que tiene por objetivo destruir las clases y establecer una sociedad comunista, sin clases. El patriotismo es “uno de los sentimientos más profundos, afianzados por siglos y milenios de patrias aisladas“, –dice Lenin. (Obras, Tomo XXVIII. pág. 167). No lo produce un misterioso “espí- ritu nacional“ ni un “alma racial“. Nace ocasionado por determina- das condiciones económicas y sociales. Es un fenómeno histórico, de contenido distinto en diferentes épocas. Como elemento de la conciencia social, el patriotismo adquirió especial significación en la época del capitalismo ascendente al formarse las naciones y los estados nacionales. Pero a medida en que se desarrolló y agudizó el antagonismo entre las diferentes clases de la sociedad capitalista, se fue poniendo al descubierto la hipocresía del “patriotismo“ de la burguesía, que pone por encima de los intereses de su patria, los beneficios y “la salvación de la alianza con los capitalistas contra los trabajadores“. (Lenin, Obras, Tomo XXVII, pág. 330). No tenemos que elaborar demasiado la aplicación de este justo señalamiento a las condiciones del desenvolvimiento histórico de la lucha por la independencia de Puerto Rico. Conocida es de sobra la traición de los capitalistas criollos, su entrega más descarada de todo lo que es Puerto Rico a los monopolios de Estados Unidos; su malvada alianza con los explotadores extranjeros contra los traba- jadores puertorriqueños, para saquear hasta el fondo las riquezas del país. ¿Qué solidaridad patriótica une a las Empresas Ferré, a los Hermanos Serrallés, a los Mercados, los Trigos, los Calaf, los Carrión, etc., con las grandes masas trabajadoras explotadas en las fábricas, las haciendas, los grandes comercios, de Puerto Rico? En

87 Juan Antonio Corretjer cambio, es evidente su solidaridad con los Rockefeller, los Morgan; con los dueños de las grandes refinerías de petróleo; con las grandes empresas bancarias norteamericanas; con las poderosas empresas de transportación marítima y aérea; con la Telefónica; con los mul- timillonarios norteamericanos tenedores de bonos del gobierno colonial y de las llamadas “autoridades“, Fuentes Fluviales, Acue- ductos y Alcantarillados, etc., verdaderos pulpos de explotación de los trabajadores; con los grandes consorcios comerciales, arroceros, automovilísticos, periodísticos, etc. Ha sido para confundir a las grandes masas trabajadoras que laboriosamente se ha creado esa falsa teoría de la “paz social“ y de la “solidaridad patriótica“ (esta vez entre comillas) entre los explo- tadores y los explotados. De ahí deriva además la teoría sentimentalista de que los puer- torriqueños no debemos pelearnos los unos con los otros. La realidad denuncia la incorrección de esa directiva. La Masacre de Río Piedras la ordenó el coronel Riggs, norteamericano. Pero, ¿quiénes la ejecu- taron? Bienamino, Pérez-Segarra, Bonilla, etc. eran puertorriqueños. Fueron éstos los que asesinaron a Ramón Pagán, Pepito Santiago, Rodríguez Vera y Pedro Quiñones. El asesinato de Beauchamp y Rosado lo ordenó el coronel Cole, yanqui; pero sus asesinos, los que descargaron sus revólveres sobre sus cuerpos en el Cuartel General fueron puertorriqueños. La Masacre de Ponce se originó en Wás- hington; la ordenó el general Winship, yanqui; pero el coronel Orbe- ta y el capitán Blanco, al igual que todos los otros oficiales y policías; los Soldevila y los Nenadich, habían nacido en el mismo suelo que sus víctimas. Los que barrieron a metralla Jayuya y Utuado; los que en Utuado asesinaron ya rendidos a los que los habían enfrentado en combate con valor y lealtad, fueron puertorriqueños. Puertorri- queño fue el asesino de Adrián Rodríguez, lo mismo que lo fue el de Antonia Martínez. A matar estudiantes fueron el coronel Mercado y los suyos a la Universidad el once de marzo. Que encontraran ellos lo que fueron a darle a otros, fue azar de la ley del combate, esa en que la selección de la especie se impone con la misma fiera fatalidad en la sociedad que en la naturaleza. Sobrevive el más apto, no el más fuerte. Los que nos rodean en las demostraciones, en los mítines, en los desfiles; los que están arma al brazo, listos para matarnos sin darnos la más mínima oportunidad de defendernos, los adiestran el FBI y la CIA, agencias yankis; pero ellos, los que están cara a no-

88 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico sotros, también nacieron aquí. Los partidos políticos que combaten la independencia; los fren- tes “cívicos” del imperialismo, como los “leones”, los “exchange”, y otras etcéteras, están formados por puertorriqueños. Los que en las Juntas del Servicio Selectivo disponen de la vida de los hijos de sus vecinos para mandarlos a los mataderos internacionales del impe- rialismo, son puertorriqueños. En el mismo campo del independentismo ruge la lucha de cla- ses. Sus formas clásicas son el sectarismo y el anticomunismo; mien- tras que sus formas subalternas son la lucha de personalidades, el fulanismo, la difamación y la delación. Y no solamente somos todos puertorriqueños. ¡Somos patriotas! El sentimentalismo de la falsa teoría de la “solidaridad patrióti- ca” que une a todos los puertorriqueños, se viene abajo, derrumba- da por la realidad. Llegará el día en que Estados Unidos tendrá que sacar de sus cuarteles a sus propios hombres, yankis todos como los dueños de los monopolios; porque ya la cipayería colonial no podrá poner a su disposición policías ni guardias-nacionales para que le sostengan la bandera y le asesinen a los revolucionarios puer- torriqueños. Pero para que ese día llegue, tendrán que haber antes muchos otros en que la lucha por librar a Puerto Rico del imperia- lismo, la opresión nacional y el yugo de clase, los revolucionarios enfrentaremos en guerra a muerte a otros puertorriqueños servi- dores de los imperialistas yankis y de los capitalistas y burócratas puertorriqueños. Una de las demostraciones más hipócritas de la clase media se contiene en el lloriqueo y el ¡ay bendito! y el “todo Puerto Rico está de luto” y la “terrible preocupación” por los posibles heridos o muertos que pudieran haber ocurrido en caso de actos de sabo- taje revolucionario. Pero ninguno de estos sentimientos se expresa cuando nuestro jóvenes son enviados a los mataderos bélicos del guerrerismo yanki, digamos Corea o Vietnam. Tampoco cuando los muertos son independentistas, como en los casos más recientes de asesinatos policiacos en las personas del taxista Adrián Rodríguez o de la estudiante Antonia Martínez. La teoría del “Puerto Rico Pacífico” de los propagandistas de la cipayería es otra de las hipocresías con que más se ha mercadeado en los medios aprovechadores de la pequeña burguesía. Pues ahí están las estadísticas de la criminalidad en Puerto Rico: ¡ahí está

89 Juan Antonio Corretjer el altísimo índice del homicidio y la tasa de suicidios tripicándola, resultados de las tensiones a que los puertorriqueños son sometidos, no por el “rápido progreso”, no por la “intensa transformación de nuestra sociedad en una sociedad industrial moderna”, como escri- ben los mercaderes de las psiquis popular, si no por el coloniaje: explotación, adulteración cultural, crisis de identidad, etc. En cuanto a la “solidaridad patriótica” que se puede exigir a la clase obrera es sólo un ardid para dividir a los trabajadores entre sí. La única solidaridad patriótica de la clase obrera debe ser un com- promiso con sí misma para luchar revolucionariamente por la inde- pendencia y, en venciendo, organizar la dictadura del proletariado. Finalmente, advertimos que, para el desarrollo de la lucha re- volucionaria se hace indispensable la eliminación de otra negativa característica de la clase media: su indisciplina. La impuntualidad, como rasgo constante de esa indisciplina, puede servir para indicar la importancia de la eliminación de la indisciplina pequeño burgue- sa, que, ciertamente, tiene rasgos peores. Solamente la guerra popular, en su inmensa fragua de heroís- mo y hierro, forjará la unidad social, la verdadera solidaridad pa- triótica de los puertorriqueños. Y aquí también es presagio de la Guerra Popular el Once de Marzo (batalla en la Universidad en Río Piedras donde fue muerto en combate el jefe de la policía anticho- que, coronel Mercado), tal como lo señalamos en El Socialista del 15 de ese mes, pues al calor del combate se deshicieron el sectarismo, el anticomunismo y el mutuo acoso endémicos en el independentis- mo; y juntos se batieron, con espíritu de cuerpo y como hermanos de armas, estudiantes de todas las organizaciones patrióticas.

La desigualdad de las fuerzas En 1899 un comentarista militar norteamericano de apellido Coolidge, afirmaba que Puerto Rico nunca será un problema militar para Estados Unidos. Su conclusión fluye lógica y naturalmente de semejante premisa: los intereses económicos y políticos de Estados Unidos pueden hacer y deshacer a su antojo en Puerto Rico, protegi- dos por sus fuerzas armadas. La historia se ha ocupado de contestarle. Lo que quisieron hacer no han podido hacerlo: destruir a Puerto Rico mediante la asimilación social: Esa ha sido la réplica de la historia a la conclusión lógica que

90 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico surge de su falsa premisa. La contestación a la premisa aún no se ha dado. Es la GUERRA POPULAR. La entraña de la premisa expuesta por Coolidge ha normado la política toda de Estados Unidos sobre Puerto Rico. Se funda en la desigualdad de fuerzas entre el dominador y el pueblo invadido. Toda orientación dada a nuestro pueblo a través de todos los medios de formación de opinión, desde la escuela a los periódicos, la radio y la televisión, ha nutrido, durante 78 años, esa premisa. La tendencia había nacido antes. El cultivo de ese derrotismo fue afición favorita de conservadores y autonomistas a lo largo del Siglo XIX, alentado además por el espionaje norteamericano y el anexio- nismo yankista anterior a 1898. Es indispensable, en la construcción del factor subjetivo revolu- cionario, encarar a fondo esa premisa del imperialismo. Someramente, podemos dividirla en dos partes. La primera es la desigualdad en el dispositivo humano: La población de Puerto Rico versus la de Estados Unidos; el poder de la fuerza numérica ca- paz de aplastar la organización militar de Puerto Rico. La segunda, es la superioridad de fuegos, capaz de silenciar rápidamente cual- quier intentona insurreccional en Puerto Rico. La experiencia parece reafirmar la premisa. En las intentonas puertorriqueñas, Estados Unidos moviliza solamente escasos sec- tores de las fuerzas armadas coloniales para aplastar a los naciona- listas. Sin embargo, la insurrección de 1950 probó hasta la saciedad –y ésta fue su mejor contribución a la experiencia militar de la Re- volución Puertorriqueña,– que la policía de Puerto Rico es impo- tente para enfrentarse a una sublevación, aun limitada como lo fue aquella. Lo que ocurrió en el pasado, ¿puede repetirse en lo porvenir? Todo el pesimismo colonial dice que sí. La GUERRA POPULAR dice que no. La idea de la guerra popular es inmanente al marxismo. En el comunismo primitivo el pueblo en armas corresponde al carácter de la sociedad primitiva: la propiedad colectiva y la ausencia de un aparato coercitivo de estado. Todos los teóricos del marxismo han tratado el tema: Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao Tsetung, Mehmet Shehu, Giap, Ho Chi Min, Kim Il Sung. Todos coinciden: la guerra popular es invencible. Para Engels, en la época moderna surge con la guerrilla independentista americana y su efecto revolucionario

91 Juan Antonio Corretjer en la transformación del soldado, y el ciclo en la desigualdad de potencial armado termina conjuntamente con la evoución general de las armas, “Y ese momento se presenta en cuanto que la masa del pueblo, trabajadores y campesinos del campo y la ciudad, TENGAN esa voluntad. En ese momento el ejército principesco se trasmuta en ejército popular; la máquina se niega a seguir sirviendo y el mi- litarismo sucumbe por la dialéctica de su propio desarrollo. –Esta premisa se cumplió en la Revolución Soviética en Octubre de 1917, JAC–. El socialismo conseguirá infaliblemente lo que no consiguió la democracia burguesa de 1844, precisamente porque fue burguesa y no proletaria, a saber: Dar a las masas trabajadoras una voluntad de contenido correspondiente a su situación de clase. Y esto significa la ruptura del militarismo y, con él, la de todos los ejércitos per- manentes, desde dentro”. Los grandes jefes victoriosos de la guerra popular –Lenin, Giap, Shehu, Kim– triunfaron porque, siendo so- cialistas supieron dirigir la oranización de la voluntad de la lucha de las grandes masas trabajadores con el contenido correspondiente a su voluntad de clase. Solamente bajo la roja bandera proletaria se pueden organizar y llevar a la victoria guerras populares. La histo- ria comprueba infaliblemente que tan pronto aparece el temor a las masas trabajadoras la idea del pueblo en armas es sustituida por la idea contrarrevolucionaria del servicio militar obligatorio y la jerar- quización del ejército. La falsa teoría de la desigualdad de las fuerzas se viene al suelo al compararse la potencialidad de población militarmente activa de Puerto Rico. Desarrollado a su capacidad el factor subjetivo, Puerto Rico puede tener no menos de cien mil combatientes diariamente enfrentados al ejército imperialista. El soldado revolucionario vivi- rá al amparo de su pueblo, comerá lo que los pobres de su pueblo coman, vestirá como pueda; y estará tan bien armado como el mejor soldado imperialista pues sus armas serán las arrebatadas al ejército enemigo. Tampoco necesita ni sueldos ni Bob Hopes para sostener su moral. Ni drogas. Ni marihuana. Ni “cheesecakes”. A la vez, mientras el proceso de la guerra popular avanza, avanzará también la desmo- ralización del soldado imperialista, rodeado de enemigos, sin sosie- go, sin descanso aun en las horas en que aparentemente descanse. El tamaño territorial de Puerto Rico y su densidad poblacio- nal ayudarán eficazmente al desarrollo subjetivo; cooperarán en la desmoralización del soldado imperialista. En la ascendente lucha de

92 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico salvación patriótica la población popular se fundió en su territorio, pueblo y soldado popular una sola persona social; se protegerán el uno al otro; mientras el soldado imperialista, aislado, acosado, ate- morizado, reaccionará en forma que incrementará la unidad revolu- cionaria popular. El enemigo se batirá en minoría y a la defensiva. Nosotros seremos los más y nos batiremos siempre a la ofensiva. Un elemento de opinión a esgrimirse contra las probabilidades militares de la Revolución Puertorriqueña será el hecho innegable de nuestra condición isleña, conjugada con la dominación económica de Puerto Rico por los monopolios yankis; la destrucción de nuestra agricultura de consumo; nuestra imposibilidad de mantener bande- ra en el mar o en el aire; en fin, la capacidad imperialista de rendir a Puerto Rico por hambre como plaza sitiada. Cuando se piensa el efecto que en la inmediata necesidad de los puertorriqueños produ- ce una simple huelga en el frente marítimo norteamericano como supresión real de nuestras fuentes de avituallamiento, la amenaza contrarrevolucionaria se presenta como la máscara horrorosa de un fantasma aterrador. Es sólo un fantasma. La realidad deshace el fantasma. Y nuestra afirmación está sostenida por la historia. El sábado 6 de marzo de 1943 denuncié, en el periódico neoyor- kino Pueblos Hispanos, los siguientes hechos: En Puerto Rico se padecía de hambre. Con la excusa del bloqueo submarino alemán el Gobierno de Estados Unidos permitía delibe- radamente un estado de hambre en Puerto Rico. Argüía además el Gobierno de Estados Unidos que sus necesidades militares no le permitían disponer de un sólo barco para enviar víveres a Puerto Rico. La situación había llegado a tal punto en que la dieta de arroz disponible para la población civil de Puerto Rico se había reducido a dos libras de arroz semanalmente por familia. Mientras esto ocurría en Puerto Rico, Estados Unidos enviaba mensualmente a la Martinica un convoy con un millón de dólares en víveres. Martinica era gobernada por el Almirante francés Roberts; la isla pertenecía al Gobierno de Vichy colaboracionista encabezado por Pierre Laval, quien fue fusilado luego por De Gaulle al termi- nar la guerra. Martinica era una base de operaciones de los mismos submarinos alemanes que hundían barcos norteamericanos y que bloqueaban a Puerto Rico.

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Pero a despecho de todo eso, el gobierno de Estados Unidos, que decía no disponer de un sólo barco para mandar a Puerto Rico, remitía mensualmente un convoy con un millón de dólares en víve- res para la Martinica Laval-Hitlerista. Ferdinand Smith, jamaiquino naturalizado ciudadano de Es- tados Unidos, en aquel momento Secretario General de la Unión Marítima Nacional, nos proporcionó los datos, incluyendo la infor- mación detallada de cómo siempre hubo, y seguía habiendo, barcos en espera de turno para salir de convoy hacia Europa, con tiempo disponible para viajar a Puerto Rico y regresar a tiempo de no per- der su turno de viaje. La denuncia, confirmada a regañadientes por el subsecretario de Estado, Summer Welles, circuló como reguero de pólvora por El Barrio, y las colonias puertorriqueñas en el Bronx y Brooklyn. La Institución Peñolana convocó a una reunión de emergencia. Lo mis- mo hicieron numerosos clubes sociales puertorriqueños y también el entonces poderoso Club Obrero Español, al igual que en aquellas logias de la IWO en las que la matrícula era preponderantemente hispana. En El Barrio y en la Avenida Prospect, del Bronx, hubo amagos de motín. Prontamente, las débiles quejas de la legislatura colonial, des- preciativamente desoídas hasta entonces, pasaron a la atención de sus amos en Wáshington. Se proporcionó medios de transportación aérea especial (recuérdese la limitación de vuelos en la época) para que una Comisión legislativa se trasladara a Wáshington a suplicar remedios. Y en cosa de horas fue a Wáshington la Comisión; en cosa de horas fue resuelto el problema. El primer convoy con víveres para Puerto Rico salió inmediatamente. ¡Había ganado el día la moviliza- ción de los puertorriqueños en Nueva York, pero, muy especialmen- te los amagos de motín en El Barrio y la Avenida Prospect! La imposición de ese estado hambre en Puerto Rico fue un acto de deliberado terrorismo imperialista. Era una movida de terroris- mo anti-independentista a volumen de pueblo. Recuérdese: ese año sale de Atlanta Pedro Albizu Campos, aunque no puede regresar a Puerto Rico hasta 1947. El grueso de los dirigentes nacionalistas en presidios federales ha empezado a dejar cumplidas sus sentencias. Ese es el año del Primer Congreso Pro Independencia, que congre- ga veinte mil puertorriqueños. (El Segundo en 1944 será mayor). Está en su plenitud la Confederación General de Trabajadores (CGT)

94 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico central sindical que enrola a más de 250 mil trabajadores, que se orienta hacia la independencia, que se ha unido a la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), cuya matrícula montaba en 1944, a cuatro millones de trabajadores. Sesenta mil jóvenes puer- torriqueños están bajo las armas del imperialismo: pero regresarán a su país al concluir la guerra. Su ánimo es independentista, como lo sabe el gobierno, cuyos censores leen su correspondencia. Sus car- tas influyen en sus familiares. Toda la demagogia propagandística yanki-británica alude al sentimiento nacionalista en las colonias. La alianza con la Unión Soviética amplía el área mental de la demago- gia y la esperanza. Cercana a la victoria, y a la mano, y demorada solamente por la identidad racial que protege a Alemania de la agre- sión atómica (ésa es reservada para los japoneses), el imperialismo advierte de la manera más evidente a los puertorriqueños el poder sobre su vida. Pero bastó el esbozo de un gesto de los puertorriqueños en Nueva York para detener esa agresión imperialista. La población puertorriqueña en Estdos Unidos se aproxima hoy al millón y medio. No se trata solamente del millón de emigra- dos. Los hijos y nietos de puertorriqueños se sienten íntimamen- te ligados al pueblo de sus mayores. Su combatividad frente a la opresión capitalista cada día es mayor. Son obreros, hijos y nietos de obreros. La realidad se impondrá definitivamente a su conciencia y reaccionarán como obreros a una solidaridad internacionalista más vivamente sentida naturalmente con sus hermanos obreros en lucha en Puerto Rico; con el millón seiscientos mil trabajadores que componen el 80 por ciento de la población actual en Puerto Rico. Es indispensable añadir, señalándolo, el poderío proletario de los boricuas en varias ciudades norteamericanas. En Nueva York por ejemplo, el prejuicio los lanza a los empleos peor pagados, los hace árbitros del negocio de la comida, que pueden paralizar cuando de- seen. La incorporación creciente en el proletario marca cifras tan al- tas como la de diez mil en la industria de acero en Buffalo. Cosechas enteras –uvas, hortalizas– pueden perderse con la sola paralización de la mano de obra puertorriqueña. A 6 millones asciende la población de extracción mexicana en Estados Unidos. Su combatividad anticapitalista, su conciencia de sí crece a diario. Son trabajadores expoliados, humillados, heridos en las fibras más sensibles de su ser. En ellos también la solidaridad

95 Juan Antonio Corretjer con sus hermanos trabajadores de Puerto Rico repercutirá la onda de acción protectora desempeñada por los obreros puertorriqueños residentes en Estados Unidos. Lo mismo queda dicho de los obreros afro-americanos, –tercer miembro en el trío de los sectores más explotados en Estados Uni- dos. Su combatividad será mayor según penetre en su conciencia la verdad de que como obreros, unidos por la lucha de clases a todos los demás obreros, son invencibles. Cuando la intensidad de la lu- cha en Puerto Rico repercuta en sus conciencias, los trabajadores afroamericanos entrarán como factores de protección de la guerra popular. Todas estas fuerzas podrán evitar que los imperialistas aplas- ten la revolución en Puerto Rico rindiéndola por hambre. Pero se nos dirá: ¿qué solidaridad puede la revolución en Puer- to Rico esperar de gente que no piensa como los revolucionarios? Contestamos: ¿qué interés tendrán los puertorriqueños residentes en Estados Unidos en que sus familiares en Puerto Rico sean ham- breados hasta la muerte? Esta es base verdadera que movilizará a los puertorriqueños a evitar que se intente matar de hambre a Puerto Rico en estado de guerra popular. Y la magnitud, y la fiereza a que puede llegar la lucha de los trabajadores puertorriqueños en Estados Unidos repercutirá por contagio en todo el proletariado. El proble- ma así planteado refutará para siempre la pedantería de Coolidge; y puede ser problema mayor para la clase gobernante norteamericana que lo que sus más avizores profetas puedan predecirle. De ahí la importancia que para Puerto Rico colonial tiene que haya en Estados Unidos un movimiento marxista-leninista auténti- co, revolucionario; un verdadero partido de la clase obrera que no deje en el desamparo de la espontaneidad la combustión generada en la lucha en Puerto Rico entre trabajadores puertorriqueños en Estados Unidos. Hemos estudiado a fondo la experiencia argelina. Pero no nos apartamos de ella con nuestra orientación hacia la movilización de las masas obreras del país imperialista. Esta movilización, demos- traciones, huelgas, etc., hará sin duda menos prolongada la guerra de liberación. Esta relación internacionalista proletaria entre los obreros del país colonial y los del país imperialista es un punto básico en la estrategia leninista cuya puesta a prueba tendremos el honor de

96 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico plantear. A nuestro juicio llegará al punto que la disputa por el ejército, es decir, por ganarse a los soldados enemigos, básica en toda concepción revolucionaria de la guerra, recuerde al gobierno de Wáshington que sus soldados también son obreros y pueden, y deben, llegar en números relativamente grandes a identificarse con los obreros revolucionarios, como se ha visto, en cierto grado, en Vietnam. En la casi total confusión entre ambos ejércitos en el reducido territorio puertorriqueño, en un verdadero y continuo in fighting, al ejército regular se le disminuye inevitablemente su poder de fue- go. Ya que para bombardear a las milicias populares tendrían que matar a su propia tropa, la aviación y la artillería han de hacérseles inservibles. La más aterrorizante de sus máquinas de calle, los tan- ques, pueden convertírseles en hipopótamos inútiles. Esta es una guerra que no tiene frentes y es toda frentes; que está regida por una estrategia que lo abarca todo sin que a una misma vez enseñe todos sus dientes; y una táctica en fluida que lo penetra todo y por todas partes escapa; con una logística que viene a su vez de ella misma y del enemigo. Cuando aún rígidos los cadáveres y calientes las armas, salu- damos la victoria revolucionaria del Once de Marzo en el campus de Río Piedras como un presagio de la guerra popular, fue porque vimos, en ese histórico suceso dibujadas, como en un bosquejo, las líneas generales de este invencible instrumento de lucha revolucio- naria. Escribimos estas notas al calor reciente de tan estupendas memorias. Pero concluir, del entusiasmo que arde en estas notas, que la guerra popular es juego de niños y la victoria final tan fácil como la del Once de Marzo, es no saber lo que es la guerra e ignorar el largo camino de dolor, fracasos, ridículos, prisiones, destierros, des- engaños, delaciones, desprecio, sangre, llanto, muerte, que costó a la revolución el aprendizaje de muchos años que la llevó al triunfo del Once de Marzo. Históricamente el Once de Marzo de 1971 revoca el 24 de octubre de 1935. Por eso, recordamos ahora que, “desarrollar la conciencia de las masas sigue siendo, como siempre, la base y el contenido principal de todo nuestro trabajo”. Para terminar, recordaré las palabras que dije en Lares: “Se puede decir, ¿está Puerto Rico preparado para la Guerra Popular? ¿Es correcto lanzar en estos momentos desde esta tribuna

97 Juan Antonio Corretjer la consigna de Guerra Popular como consigna principal en la lucha por la independencia? Sostenemos que para que la guerra popular se organice algún día –el día que la historia tenga determinado que comience, será posible solamente bajo el estímulo constante del es- píritu revolucionario del pueblo, del espíritu militar de las grandes masas independentistas de Puerto Rico.” (Fin de la cita.) El largo camino, a recorrerse en la lucha sin tregua pero sin prisa, descarta la ansiedad, la desesperación, la desesperanza y el exhibicionismo, como que descarta todo medio que no sea revo- lucionario y todo pensamiento que no sea marxista, en la marcha ascendente hacia la conquista de la independencia y la organización de la dictadura del proletariado. La organización del poder obrero exige la construcción previa de la Liga Socialista Puertorriqueña al nivel de eficacia requerido por objetivo revolucionario tan alto. No se trata solamente de hacer una guerra y de organizar un ejército. Tampoco de un partido que organice y mande al ejército si no que el partido sea marxista-leni- nista. El ejército es un instrumento armado que lleva a cabo tareas políticas de la Revolución, bajo la dirección del Partido. Esta tarea incluye la gestación de un Frente de Liberación Na- cional. Trabajo titánico, esfuerzo gigantesco, estoicismo proletario, des- precio a la muerte; alegrías de los combates; orgullo de ver alzarse día a día en el horizonte de la historia la nueva sociedad, el hombre nuevo de todos los siglos venideros; la humanidad comunista. Eso es lo que nos espera. Para esto trabajamos y hacia allá va- mos.

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Apéndice I

Declaración de la Liga Socialista sobre el Once de Marzo

La Liga Socialista Puertorriqueña respalda y felicita al estudian- tado universitario del recinto de Río Piedras, que el jueves once de marzo luchara contra la Fuerza de Choque, la Guardia Universitaria y los Cadetes del ROTC, manteniéndolos a raya durante muchas horas, y dando al país la imagen de una lucha de masas en que se contiene, embrionaria, pero significativamente, la guerra popular. Jamás se olvide cómo, al calor de la lucha revolucionaria de las masas en acción, la retórica sectaria se disuelve y se perfila el frente popular de centro-izquierda en el que la unidad obrero estudiantil alcanza su función máxima, bajo la rectoría ideológica del marxis- mo-leninismo y la hegemonía de la clase obrera. Sobre los M-16 y los chalecos blindados de la Fuerza de Cho- que, sobre las pistolas y las macanas de la Guardia Universitaria, sobre la Cultivada vanidad militarista de los Cadetes encastillados en su cuartel, las masas estudiantiles han escrito, como un presagio, esta palabra: VICTORIA.

Por el Comité Central de La Liga Socialista Puertorriqueña

Juan Antonio Corretjer Secretario General

a 15 de marzo de 1971

Publicación original en El Socialista 15 de marzo de 1971

Reproducido en Correo de la Quincena (Tomo VIII, del 15 de marzo al 1ro de mayo de 1971, Núms. 130-133.)

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Apéndice II

Acto de Guerra de las FALN en Nueva York

Las notas que a continuación publicamos han sido escritas en el entendimiento de que es cierto todo lo publicado por la prensa im- perialista en Estados Unidos y proimperialista en Estados Unidos y proimperialista en Puerto Rico, con respecto a la explosión ocurrida en la exclusiva Taberna Fraunces y el Club Anglers, citos en el 101 de la calle Broad esquina Water, en el centro financiero de Nueva York, el viernes 24 de enero de 1975, al mediodía. Quiérese decir: que es en verdad que existe una organización revolucionaria puertorriqueña operante en Nueva Yorka cuya sigla es FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional), que fue ésta la que dinamitó el referido edifi- cio cuyo efecto produjo cuatro muertos y más de cuarenta heridos.

A base de este entendimiento señalamos: (1) La zona de la explosión es el centro del capital financiero yanki, cuyas ansias de expansión motivaron el bombardeo sin pre- vio aviso de la capital de Puerto Rico el amanecer del 12 de mayo de 1898; la invasión a Puerto Rico por el ejército de Estados Unidos el 25 de julio del mismo año y la ocupación militar de nuestro terri- torio a partir de esa fecha. La tortura mental de nuestro pueblo y el saqueo de nuestras riquezas se ha llevado al amparo de esas fuerzas armadas de Estados Unidos. El bombardeo sin previo aviso de la capital de Puerto Rico obedeció al mismo principio de ataque por sorpresa que informa el ataque de las FALN al edificio de referencia. Recuérdenlo los imperialistas en la boca de uno de sus representa- tivos: “La guerra es crueldad” –dijo el general Sherman. Richmond, Virginia, Georgia son buenos testigos. (Time Magazine, pág. 46, 27 de enero 1975).

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(2) Jamás un obrero se ha sentado en la Taberna Fraunces ni en el Restaurant Anglers. Los cuatro muertos son ejecutivos de las grandes empresas financieras que explotan por igual a su pueblo que a la clase obrera y al pueblo de Puerto Rico. Uno de ellos, el Sr. Harold H. Sherburne, de Pine Orchard, Conn., era banquero, inversionista, socio a cargo de la oficina en Nueva York de la firma Bacon, Whipple & Co., miembro de la Bolsa de Nueva York (New York Stock Exchange.) El Sr. Sherburne es representantivo típico de los clientes habituales de ambos establecimientos localizados en el mismo edificio. (The New York Times, sábado 25 de enero de 1975, pág. 19, col. 1, Sección C, información pasada de la primera plana, col. 5). Otro de los muertos fue Alejandro Berger, uno de los ejecutivos de la división internacional de la firma de Rohm and Haas que proyecta ampliar el complejo petroquímico que lesiona la salud nuestro pueblo, junto con la PPG, Union Carbide, etc. (Ver El Mundo, 27 de enero 75, pág. 1, y Claridad, igual fecha, pág. 3). (3) La acción del FALN es de efecto mortífero para la estadi- dad. (4) Todo lo positivo que hubo en la carrera patriótica de Al- bizu Campos puede reducirse a una sola formulación: identificar al enemigo de su pueblo. A un pueblo abandonado a la desorien- tación desde 1898 Albizu le señala a su enemigo: el imperialismo yanki. El acto bélico de las FALN, siguiendo ese camino pero ac- tuando en tiempo diferente, señala al pueblo de Puerto Rico y a la clase trabajadora puertorriqueña la entraña del imperialismo como un enemigo de clase. (5) Erige un nuevo escudo protector de los independentistas. (6) Hará que los líderes independentistas sean más responsa- bles en lo que dicen en tribunas y periódicos. La amenaza vacía de contenido real es parte negativa de nuestra tradición revolucio- naria que sigue siendo retórica de autosatisfacción. Puede ocurrir en el futuro lo que acaba de ocurrir ahora: apenas se ha cerrado la boca de una vacía arenga retórica ocurre lo imprevisto. (7) Impondrá mayor respeto para los puertorriqueños resi- dentes en Estados Unidos. En nada los perjudica. El odio de los yankis a los puertorriqueños no puede ser más de lo que es, ni la discriminación. Nos odian desde antes que lleguemos a este mundo; desde antes que un niño llegue al vientre de una puerto- rriqueña ya es odiado. La necesidad que el imperialismo tiene de

101 Juan Antonio Corretjer

Puerto Rico y su incapacidad para asimilarnos originan y alientan ese odio.

Juan Antonio Corretjer Secretario General ~ Liga Socialista Puertorriqueña

Antonio Rivera Figueroa ~ Comité Regional del Sur

Carlos Justiniano ~ Comité Regional del Norte

Manuel Padilla ~ Comité Regional del Centro

102 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico

“Han desatado una tormenta de la que no pueden escapar”

“Han desatado una tormenta de la que no pueden escapar”

(A continuación el texto de una nota encontrada por la policía en una cabina telefónica cercana al lugar de la explosión.)

24 de enero de 1975

Comunicado Núm. 3:

Nosotros, las FALN, las Fuerzas Armadas de la Nación Puer- torriqueña, asumimos plena responsabilidad por la bomba espe- cialmente detonada hoy en la Taberna Fraunces con ejecutivos corporativos reaccionarios dentro. Lo hacemos en castigo de la bomba ordenada por la CIA que asesinó a Angel Charbonier y Eddie Ramos, dos inocentes jóvenes obreros independentistas y la mutilación sin conciencia de diez per- sonas inocentes y de un hermoso niño puertorriqueño de seis años de edad en un restaurante de Mayagüez, Puerto Rico, el sábado once de enero de 1975. El gobierno yanki trata de aterrorizar y matar a nuestro pueblo para intimidarnos a que no busquemos nuestra legítima indepen- dencia del colonialismo. Lo hace en la misma manera en que lo hizo en Vietnam, Guatemala, Chile, Argentina, México, el Congo y en otros lugares, Estados Unidos inclusive. Pero este método CIA/Col- by fracasará. En nuestro Comunicado Núm. 2 advertimos al Gobierno Nor- teamericano que aterrorizar y matar a nuestra gente equivaldría a buscarse nuestro castigo. No era una advertencia vacía. Las bombas detonadas en Puerto Rico y en Estados Unidos en respaldo a nuestros obreros huelguistas, en demanda de nuestros prisioneros políticos y de nuestra independencia; y en protesta de las visitas de Rockefeller y Kissinger, cuidaron de no lesionar per-

103 Juan Antonio Corretjer sonas inocentes. Los ataques a nuestro pueblo en cambio han sido elevados a la viciosa y criminal brutalidad y el asesinato de hambre a arduos trabajadores. Han desencadenado una tormenta de la cual, ustedes, acomodados yankis no pueden escapar.

Excarcelen a Oscar Collazo, Lolita Lebrón, Rafael Cancel Mi- randa, Andrés Figueroa Cordero e Irving Flores.

¡Independencia de Puerto Rico ahora mismo!

Comando “Griselio Torresola”

(Traducido del New York Times, pág. 10, sábado 25 de enero de 1975, comp. a dos columnas, 5-6.)

104 Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico Fotos del folleto de 1977

La Fuerza de choque entra en el Campus [UPR, Río Piedras, Marzo 1971]

105 Juan Antonio Corretjer

Estudiantes contra atacan, la fuerza de choque huye.

Noticia del incidente

Mural “11 de marzo” por Myrna Rodríguez

106 Nota Biográfica

Juan Antonio Corretjer Nota biográfica

(Ciales, 3 de marzo de 1908 - San Juan, 19 de enero, 1985).

Primeros años Nuestro Poeta Nacional, Juan Antonio Corretjer nació en Cia- les, el 3 de marzo de 1908. Hijo de Don Diego Corretjer Hernández y Doña María Brígida Montes González. De labios de sus familiares escuchó la épica patriótica de la insurrección cialeña cuando el 13 de agosto de 1898 más de seiscientos campesinos declararon a viva voz la independencia de Puerto Rico. En la dirección de ese levan- tamiento estuvieron involucrados su abuelo Juan Montes Núñez y su tío Ramón Montes. Otros de sus tíos y familiares participaron en diversas tareas organizativas. Siendo apenas un estudiante de es- cuela elemental se inicia políticamente en la “Sociedad Literaria José Gautier Benítez” de Ciales. Posteriormente, en octavo grado organi- zó la primera protesta estudiantil contra las autoridades norteameri- canas en su pueblo. Como resultado de esta acción fue expulsado de todas las escuelas del municipio de Ciales. Las autoridades escolares determinaron que sus estudios tenían que realizarse en la población de Vega Baja.

107 Juan Antonio Corretjer

De regreso a Ciales ingresa en la “Juventud Nacionalista” ante- riormente conocida como la Sociedad Literaria José Gautier Benítez. A partir de este momento, desde los 16 años de edad, Corretjer esta- rá sin interrupción en las más difíciles y peligrosas trincheras de la lucha por la independencia de Puerto Rico. Su primer poema lo escribe a la edad de 12 años, y lo identifica como “Canto a Ciales”. Esta loa a su pueblo es el inicio de una gran obra literaria que se extiende por espacio de sesenta y cinco años. Su más antiguo poema existente es el soneto “De otoño” que data de 1924. Sus primeros versos publicados se remontan a 1925, que aparecen en revistas como el Puerto Rico Ilustrado. En 1926 trabaja afanosamente con los círculos literarios de San Juan. Algunos de ellos ya están influenciados por el marxismo. Por mediación de Vicente Geigel Polanco lee el primer artículo marxis- ta publicado en la prestigiosa revista peruana “Boletín Titicaca” y a través de Samuel R. Quiñones conseguirá una edición revisada de “El Capital” de Carlos Marx. A partir de 1927 su poesía es una lírica que posee tanto la influencia nacionalista como la marxista en interesante síntesis. En su “Canción Multitudinaria”, de 1928, ya apreciamos su compromiso ideológico con el socialismo.

Antimperialismo latinoamericano y Nacionalismo combativo A fines de la década del 1920 se trasladó a la ciudad de Nueva York, donde se integra al trabajo de la Liga Anti-imperialista de las Américas, y milita activamante en la lucha contra la intervención norteamericana en el Caribe y Centroamérica, en particular cola- boró con la heroica lucha del pueblo de Nicaragua por expulsar el ejército de EU que lo había invadido. Durante su estadía en Nueva York se mantiene en la trinchera literaria y desde allí se integra a trabajar con el grupo de intelec- tuales que posteriormente se conocerá como “la Generación del Treinta”. Desde la urbe neoyorquina enviará trabajos que publica en la recién creada “Revista Indice”. En esta revista colabora junto a Antonio S. Pedreria, Vicente Geigel Polanco, Samuel R. Quiñones, A. Collazo Martell y otros destacados escritores. Dicho sea de paso, el primer poema que publica en esta revista, el 13 de agosto de 1929, “Regresemos a la Montaña”, es un profético cántico de guerra a la gran jornada albizuísta que se aproxima. A principios del 1930 regresó a su patria, debido a que su ma-

108 Nota Biográfica dre estaba gravemente enferma, conoce a Pedro Albizu Campos y se integra al Partido Nacionalista de Puerto Rico llegando a ser su Secretario Administrador, luego Secretario General. En 1932 Juan Antonio Corretjer participa junto a Pedro Albizu Campos en la pro- testa popular que toma el Capitolio de Puerta de Tierra en contra de un proyecto de ley que atentaba contra la dignidad de nuestra bandera nacional. En la protesta cae el primer héroe de la jornada del treinta, el joven Angel Manuel Suárez Díaz. A pesar de la intensa labor política Corretjer publica, ese mis- mo año, su primer cuaderno de versos titulado “Agueybaná” que dedica “al Maestro Pedro Albizu Campos con admiración y cariño”. En su poema “Motín” da cuenta de los sucesos del 32. En su poema- rio Agueybaná ya Corretjer se va proyectando como el poeta épico de Puerto Rico, proyección que queda totalmente plasmada en su famosa “Alabanza en la Torre de Ciales”. Por otro lado va desarro- llándose como el poeta de temas afroindígenas y criollos que tras- ciende la lírica de estampas folklóricas. Es que el verso de Corretjer es un verso vivo que representa la lucha heroica y centenaria de su pueblo tanto en el contexto nacional como en el contexto de la lucha de clases. En 1933 Corretjer comienza a destruir la tesis del insularismo con cadenas al publicar su poemario “Ulises” que precisamente lo identifica como “versos al mar de un hombre de tierra adentro”. Insularismo que también destruye en el plano de la lucha política al convertirse en un embajador de la causa puertorriqueña en las Antillas. Representa al Partido Nacionalista en la República Domi- nicana y Haití, lugares que visita para continuar el peregrinaje de Albizu. Esta labor de diplomacia revolucionaria la inicia después de acompañar a Albizu en la dirección de las grandes huelgas de los trabajadores de la caña en 1934. Corretjer trabajó en la organización de las grandes huelgas de Canóvanas y Fajardo. Con la caña como la industria más importante en el país, dijo presente cuando los trabajadores pidieron que Albizu los dirigiera en su huelga de 1934. La militancia de los macheteros cañeros y el compromiso de lucha de Albizu, convirtieron esta huelga en la más exitosa de esa industria, y para evitar que la misma evolucionara en una insurrección política, el coronel Riggs obliga a los patronos a conceder todas las demandas de los obreros. En 1935 Corretjer es enviado a buscar colaboración internacio-

109 Juan Antonio Corretjer nal para la lucha independentista. Haciendo esa gestión en Cuba, colaboró con el grupo revolucionario que dirigía Antonio Guiteras contra el primer régimen de Batista. Al estallar allí la huelga general en marzo de 1935 –de carácter antiimperialista– inmediatamente Estados Unidos amenaza con invadir a Cuba. Ante esta situación Corretjer contesta el reto por una estación de radio declarando que el pueblo cubano recibiría las tropas de EUA con las armas en la mano. Esta declaración pública y su participación en la huelga mo- tivó al estado a encarcelarlo en el famoso Castillo del Príncipe. Fue toda esta experiencia la que le dio la oportunidad de conocer a fi- guras como Juan Marinello, Pablo de la Torriente Brau y Blas Roca, dirigente del Partido Comunista Cubano. Juan Marinello será com- pañero de prisión de Corretjer en el Castillo del Príncipe en La Ha- bana en 1935. En prisión, un alto mando dio la orden de ejecutarlo, y organizaron una falsa fuga, un teniente y un soldado lo sacan de la cárcel y en una calle oscura detienen el vehículo, lo sacan y le dicen que se vaya, y cuando Juan se da cuenta de las intenciones, se abre la camisa y le pide al oficial que le dispare de frente, no en la espalda; el gesto avergonzó al militar que lo devolvió a la prisión.

Ejecución de Riggs y arrestos de Nacionalistas De regreso a Puerto Rico, el 24 de octubre, 6 Nacionalistas son asesinados por órdenes del coronel del ejército de EU, E. Francis Ri- ggs –quien llegara a Puerto Rico tras haber organizado el asesinato a traición del gran nica, Augusto C. Sandino. Un día después de los hechos Corretjer es nombrado Secretario General del Partido Nacio- nalista. En 1936 es encarcelado nuevamente al negarse a entregar, a las autoridades norteamericanas el libro de Actas del Partido Nacio- nalista. Por este alegado desacato, que para el pueblo era un acto de valentía, vergüenza y honestidad patriótica, es condenado a un año de cárcel. El 23 de febrero del 1936 este dictador militar es ejecutado por los héroes Nacionalistas Hiram Rosado y Elías Beauchamp; Co- rretjer fue organizador directo de esta ejecución y tercero en línea en caso de que los dos primeros fallasen. Terminado el operativo, otros compañeros lo sacan de San Juan para internarse unos días en Ciales. (Entre los transportistas se encontraba Germán Riekehof Sampayo, quien luego fuese destacado líder olímpico boricua de re- nombre mundial).

110 Nota Biográfica

Las razones mencionadas para el magnicidio, incluían la repre- salia por la masacre de Río Piedras y la ejecución de Augusto César Sandino, ambas acciones organizadas por Riggs. Ese año Corretjer es encarcelado en La Princesa por su resisten- cia a entregar documentos del Partido al gobierno, y posteriormente enviado a prisión a Atlanta junto al liderato del Partido acusados de conspirar para derrocar al gobierno de EU. Además de Albizu y Corretjer serán encarcelados Luis F. Velázquez, Clemente Soto Vé- lez, Erasmo Velázquez, Pablo Rosado Ortiz, Juan Gallardo y Julio Héctor Velázquez. Serán trasladados a Atlanta el 7 de junio de 1937. Con esta acción el imperialismo quería destruir la unidad de líder, Partido y masas. En 1939 en Atlanta un funcionario del Departamento de Estado de los EUA, el puertorriqueño Pedro Capó, visita a los Nacionalistas en la prisión y ofrece liberarlos inmediatamante y lograr que gana- ran unas elecciones en Puerto Rico, darle presupuesto para que diri- jan un gobierno con autonomía y lo único que pedía el gobierno de EUA a cambio era que prometieran no luchar por la independencia. Todos rechazan la oferta; Capó les informa que dada su respuesta, él iba a hablar con otros líderes en Puerto Rico; varios meses después, Muñoz Marín –líder independentista al momento– lanza su consig- na de que la independencia no estaba en issue. A pesar de que sus tareas políticas de organización fueron su prioridad Corretjer realiza labores de periodismo revolucionario editando “La Palabra”, órgano oficial del Partido Nacionalista y escribe diversos ensayos y cuentos. Muchos de los cuentos de esta época fueron recopilados por el profesor Ramón Felipe Medina y editados bajo el título de “El Cumplido”. Entre 1929 al 1937 Corretjer publicó cinco relatos y años después, entre febrero de 1943 y octubre de 1944, publicó cuarenta narraciones en la sección “Cuento Sema- nal” del periódico “Pueblos Hispanos”. Los cuentos de Corretjer son muy distintos desde el punto de vista de su temática, estructura, desenlace y problemas ideológicos planteados pues rompen con la literatura colonialista de la docilidad tan arraigada en muchos de nuestros narradores. Juan Antonio Corretjer publica en 1937 sus obras “Amor a Puer- to Rico” y “Cántico de Guerra” en los momentos en que se enfrenta al cruel proceso de la cárcel y el exilio. Estará en la prisión de Atlan- ta desde el 7 de junio de 1937 hasta al 4 de junio de 1942.

111 Juan Antonio Corretjer

Liberado en 1942, EUA le prohibe regresar a Puerto Rico has- ta pasada la segunda guerra mundial. Se queda en Nueva York y publica el semanario Pueblos Hispanos; entre los colaboradores, trabaja con la poeta Julia de Burgos. Ahí conoce a quien sería su compañera el resto de su vida de lucha: Consuelo Lee Tapia. En esta época consolida una segunda etapa de sus concepciones marxistas. Trabaja arduamente en la creación de una épica sobre la gesta del Grito de Lares que finalmente queda plasmada en su magistral obra sobre “El Leñero” que publica en 1944 con la que obtiene el Premio de Poesía del Instituto de Literatura Puertorriqueña. De igual forma realiza un periodismo a favor de las causas del proleta- riado. En estos momentos lo encontramos colaborando en la Revista “Hoy” en Cuba, publicación comunista donde también colabora Juan Marinello.

Regreso a su patria De nuevo en el país en 1946, se retira del Partido Nacionalista e ingresa junto a Consuelo al Partido Comunista, del cual es expul- sado por ser muy nacionalista: en marzo de 1948, ambos son ex- pulsados del Partido por impulsar la vía revolucionaria y abogar por la revolución armada. Ese mismo año Juan Antonio y Consuelo participan en la organización de la Escuela Betances donde desa- rrollan sistemas de alfabetización para el pueblo apoyados por la organización “Unión del Pueblo”. En la Insurrección Nacionalista de 1950 Corretjer es arrestado “por incitar a motín”, (declaraciones posteriores de un oficial poli- ciaco de Guaynabo –donde efectuaron el arresto– indican que ha- bía una orden del estado de ejecutar a Corretjer arrestado, pero la dignidad de un par de oficiales no lo permitió). Corretjer colabora estrechamente con el Movimiento 26 de Julio hasta el triunfo de la Revolución.Viaja a Cuba en 1959 y allí nace su amistad con Ernesto “Che” Guevara. Desde Cuba parte a Centro y Sur América a bus- car apoyo a la causa de independencia de Puerto Rico. Estando en Venezuela participa destacadamente en el Segundo Congreso Pro Libertad y Democracia. Su peregrinaje le permitió iniciar amistad con la intelectualidad más prestigiosa de América Latina, incluyen- do a Salvador Allende, de Chile; Ricardo Alarcón, de Cuba; Jovito Villalba y José Herrera Oropeza, de Venezuela; Cheddi Jagan, de

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Guyana y otros destacados líderes como Rómulo Gallegos. Al regresar a Puerto Rico apoya la creación del Movimiento Pro Independencia y en su seno defiende la huelga electoral como arma de lucha política. De esta forma Corretjer mantiene la tradición revo- lucionaria defendida por Ramón Emeterio Betances y Pedro Albizu Campos. Se retira del M.P.I. tan pronto esta organización decidió en su primera fase que cada uno de sus miembros en forma opcional podía apoyar o no apoyar las elecciones coloniales.

En 1961 Corretjer publica su obra “Genio y Figura”. Desde ese año estará viajando a las Naciones Unidas para participar en las de- liberaciones sobre el caso colonial de Puerto Rico. Entre 1961 y 1963 participará como portavoz de Acción Patriótica Unitaria en esta gestión internacional. En 1962 es arrestado en México porque el pre- sidente Kennedy visitaba la ciudad capital y por tal razón “ningún independentista puertorriqueño podía estar suelto por las calles de México”. Después de su excarcelación el gobierno mexicano ordena su deportación.

Encarcelado varias veces más por su militancia y defensa de medios radicales por alcanzar la independencia, entre 1961 y 1963 actúa como portavoz de Acción Patriótica Unitaria, y cerca del 1964 organiza la Liga Socialista, la que dirigió hasta 1985. En 1968 es acu- sado junto a su compañera Consuelo Lee y otros compañeros de la Liga Socialista por conspiración. En 1969 nuevamente son procesa- dos con los mismos cargos. En 1970, tanto Corretjer como Doña Con- suelo, sufren un atentado contra sus vidas. Después de este atentado son encarcelados en junio de 1971 junto a otros compañeros por los cargos presentados desde el 1969.

En 1970 publicó el ensayo histórico “La Historia Que Gritó en Lares” y el poemario Canciones de Consuelo que son Canciones de Pro- testa. Posteriormente, entre 1972 y 1976 publica las obras de poesía Construcción del Sur, Aguinaldo Escarlata, Para que los Pueblos Canten, la antología Día Antes y La Noche de San Pedro. En 1977 publica su obra “Paso a Venezuela”. En 1978 el Instituto de Cultura Puertorriqueña le publica su primer tomo de Obras Completas: Poesía. También da a conocer varios ensayos entre los que se destacan: “Las Banderas de la Independencia” ( 1970), “El Líder de la Desesperación” (1972),

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“Semblanza Polémica de Pedro Albizu Campos” (1973), La Patria Ra- dical (1975), “Problemas de la Guerra Popular en Puerto Rico” (1977), “La Patria Radical”, edición ampliada ( 1978 ), “El Voto Presidencial” ( 1980 ), “Vieques y la Lucha por la Independencia” (1980), y la obra Poesía y Revolución Tomo 1, antología de escritos de Corretjer, selec- cionados por Joserramón Melendes.

Jamás humillado En América lo conocieron por su fe inquebrantable en la justi- cia de los pueblos. Las comunidades boricuas en EU lo conocieron como portavoz de la puertorriqueñidad que sobrevive con las raíces en el aire del exilio. En Puerto Rico labora por la organización y lucha de los trabajadores, la excarcelación de los independentistas que caen encarcelados, y por su apoyo a las luchas de pescadores en Culebra y Vieques contra las bombas de la Marina de EUA. Siempre que había una lucha por los derechos de su pueblo, Corretjer estaba presente. Su intensa vida política siempre fue de la mano de una impor- tantísima producción literaria. Pionero rescatador de nuestra heren- cia taína, es el mejor exponente de las vivencias de un pueblo que sabe luchar por su libertad y recuerda cantar y amar. Sus libros de poesía son fundamentales de nuestra nación. Destacan: Alabanza en la torre de Ciales (1953), Yerba Bruja (1957), Distancias (1957) y Aguinal- do Escarlata (1974). Sus libros de ensayos: El líder de la desesperación, La lucha por la independencia de Puerto Rico, Patria Radical y la com- pilación de 40 años de teoría sobre la cultura de Poesía y revolución, son imprescindibles para comprender el siglo 20 puertorriqueño. Además fue escritor y editor de numerosas publicaciones en Puerto Rico y toda América. Corretjer militaba en la libertad y la justicia, en constante lucha por alcanzarlas. De honestidad y valor intachables, hasta sus enemi- gos aprendieron a admirar y respetarlo. Este mismo tesón que tenía en sus convicciones políticas, lo supo vivir de día a día: Con mucho más de sesenta años, en una ocasión en Guaynabo había un grupo de jóvenes insultando una anciana. Corretjer no toleró esa falta de respeto, cruzó la calle y le metió una bofetada a uno de los mozalbe- tes. Lo único que dijo: “A mi me dio tanta ira, de pensar que podía ser mi mamá. ¡Cómo un manganzón puede insultar a una anciana, decirle una palabrota como la que le dijo!”.

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Así mismo en Guaynabo, una vez en horas de la mañana se encuentra con un adolescente estudiante fuera de la escuela con cara de pena honda. Juan Antonio se le acercó y le preguntó qué le pasaba. El joven, le comentó que cómo se había criado en Estados Unidos, sus compañeros de escuela se burlaban de él por “no ser” puertorriqueño. Corretjer lo invitó a comerse una alcapurria y una malta, le habló de como la nacionalidad era más un asunto de crian- za y emociones no podía ser cuestionada por el accidente geográfico y temporal del lugar de nacimiento, y como los boricuas de EUA eran tan boricuas como los nacidos en los campos de la patria. Este joven de nombre Arturito Santiago, luego se convirtió en uno de los mejores exponentes de la música jíbara puertorriqueña, siempre agradecido a ese gesto de nobleza pedagógica del cialeño.

Militante independentista y socialista, Poeta Nacional, ensa- yista y periodista, encarcelado, tiroteado, calumniado y perseguido, pero como él mismo dijo: jamás humillado, –”atreviéndome siempre sencillamente a ser quien soy”. Orgulloso hijo de Ciales.

LIBROS DE POESÍA Agüeybana, Ulises [escritos en lucha]. Cántico de guerra, Amor de Puerto Rico, El Leñero [escritos en prisión]. Tierra Nativa, Los primeros años, Don Diego en el cariño, Alabanza en la torre de Cia- les [escritos en convalescencia]. Distancias, Un recuerdo de Cuba [escritos en prisión]. Un viaje en cucubano, Quieto en mi isla voy, Yerba Bruja, Genio y figura, Pausa para el amor [escritos libres por su cuenta]. Canciones de Consuelo que son canciones de protesta, Construcción del Sur, Aguinaldo Escarlata, Para que los pueblos canten, La noche de San Pedro, El Estado del Tiempo, Los días con- tados [escritos para la libertad].

LIBRO DE CUENTOS El cumplido.

LIBROS DE ENSAYOS El buen borincano [NY, glosa de Rafael Hernández]. Lloréns, juicio histórico [NY]. La revolución de Lares. Futuro sin falla. El líder de la desesperación [recoge otros ensayos sobre Albizu]. La patria radical. La lucha por la independencia de Puerto Rico [libro más

115 Juan Antonio Corretjer importante sobre el tema]. “La historia que gritó en Lares”. Mitolo- gía del grito de Lares. La sangre en huelga [sobre el Servicio Militar Obligatorio]. “Vieques y la lucha por la independencia”. Poesía y revolución [compilación de 40 años de teoría sobre la cultura].

LABOR PERIODÍSTICA Editor de ¡Adelante!, Prieto y puya, Bandera, Pabellón. Escritor en Puerto Rico Ilustrado. Editor de El Nacionalista. Fundador Editor de Pueblos Hispanos [NY]. Escritor de Daily Worker [NY]. Colabo- rador de Hoy [Cuba]. Escritor y editor de El Boricua, El correo de la quincena, El Socialista, El Mundo, El Imparcial. Escritor invitado en El Nuevo Día.

Referencias: Notas recopiladas por Casa Corretjer, 1985-2007 Juan Antonio Corretjer: Semblanza. por Juan Manuel Delgado. (dispo- nible en internet)

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